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C. Aspecto objetivo
El empresario organiza un conjunto de bienes que son el medio para obtener
su finalidad económica. Ese conjunto de bienes tiene un carácter dinámico
en el sentido de que su contenido se puede alterar al menos en parte
conforme a las exigencias del proceso productivo. Conjunto de bienes que
está organizado en forma de conseguir con el la mayor eficiencia. Conjunto
que forma el aspecto objetivo de la empresa, que se denomina así (es decir,
«empresa»), o bien, para distinguirlo de otros aspectos, podemos denominarlo
el «negocio» del empresario. Empresa en sentido objetivo o negocio que, como
tal, puede ser objeto de tráfico jurídico, en el sentido de que puede venderse,
darse en arrendamiento, etc.
Históricamente este aspecto de la empresa es el que de forma más temprana
preocupó a la doctrina mercantilista al tratar de resolver los problemas
relativos a la transmisión o constitución de derechos reales sobre ese
conjunto organizado de bienes. Su naturaleza, la consideración del valor de
la organización y el saber si podía ser objeto de tráfico como un todo
(concepción universalista) o bien debían transmitirse o gravarse sus
elementos de forma separada (concepción atomística), han dividido a la
doctrina. Problema éste que siempre ha presentado especial interés para el
supuesto de que el empresario sea persona individual, en cuanto que, en tal
caso, el negocio es únicamente una parte del patrimonio del empresario, que
puede tener —y generalmente tiene— otros bienes no adscritos a la actividad
empresarial. Por el contrario, siendo el patrimonio del empresario único,
como sucede, por ejemplo, en el caso de las sociedades mercantiles, no se
distingue —valga la expresión— el patrimonio civil del mercantil, sino que
es, como decimos, único. Sin embargo, la problemática de la transmisión del
«negocio» también surge en el caso de que el empresario sea una sociedad
mercantil; problemática que, sin embargo, con frecuencia es menos
complicada desde una perspectiva jurídica por estar más delimitado su
patrimonio al ser único.
D) Aspecto laboral
El empresario, ya se ha dicho, organiza a un conjunto de personas, que
están en una relación de dependencia respecto a él, con el fin de
desarrollar la actividad económica en la que se concreta la empresa. Surge
así una organización de personas a la que presta especial atención el
Derecho del trabajo.
El Estatuto de los Trabajadores, al delimitar su campo de aplicación, nos
dice que afecta a los trabajadores «que voluntariamente presten sus
servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de
organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada
empleador o empresario»). Presupone este artículo la existencia de una
organización, pero ésta no constituye una persona jurídica, sino que la
relación laboral vincula al trabajador no con la empresa, sino con el
empresario que crea esa organización de personas.
Sin embargo, esta organización no debe ser concebida simplemente como el
conjunto o suma de relaciones laborales individuales, sino que hay algo
más, cuya naturaleza resulta difícil de precisar. Así, se habla de que ese
conjunto de personas constituye una comunidad de trabajo; pero con ello
efectuamos más una descripción sociológica que una calificación jurídica.
También se ha considerado que esta organización de personas puede
encuadrarse dentro de la noción de «institución», y si bien es cierto que tal
concepción se ha considerado como insatisfactoria, puede apreciarse una
tendencia hacia la institucionalización de las empresas que alcanzan una
cierta dimensión o tamaño por el número de sus trabajadores.
I. CONCEPTO DE EMPRESARIO
A) Noción de empresario
a) Definición genérica
La noción de empresario es básica para el Derecho mercantil, según vimos
anteriormente. También señalamos que el Código de comercio Español en
1885 utilizó el término «comerciante» y no el de «empresario». Sin embargo,
ya originariamente en el Código aparece una desconexión entre la noción
económica de «comerciante» y la definición que el mismo da, que
comprende no sólo las actividades puramente comerciales, sino también
las industriales, bancarias, de almacenes generales de depósitos,
transportes, etc. En efecto, el articulo primero nos dice que son «co-
merciantes»; 1.° «Los que teniendo capacidad legal para ejercer el comercio,
se dedican a él habitualmente; 2.° Las compañías mercantiles o
industriales que se constituyeren con arreglo a este Código». Nótese, por
consiguiente, que al poder ser objeto de las sociedades, además de la
actividad comercial, la industrial, bancaria, aseguradora, etcétera
Esa diversidad con el transcurso del tiempo se ha ampliado de tal forma que
tanto buena parte de la doctrina mercantilista como las leyes especiales han
renunciado a utilizar el término de «comerciante» en ese sentido amplísimo y
hablan de empresa o, con mayor propiedad, de «empresario», según se ha
dicho al referirnos al aspecto subjetivo de la empresa. En efecto, es muy
frecuente que las leyes especiales empleen el término «empresa» en un
sentido subjetivo, es decir, como si se tratara de una persona , los autores y
algunas leyes, con mayor precisión, utilizan el término «empresario» para
referirse al titular de la empresa, y sujeto, por tanto, en las relaciones
jurídicas que en su actividad surgen.
Después de la precisión terminológica señalada, puede darse una noción
de empresario diciendo que es la persona física o jurídica que
profesionalmente y en nombre propio ejercita la actividad de organizar los
elementos precisos para la producción de bienes o servicios para el mercado.
De una manera más breve podrá decirse que es empresario la persona que
profesionalmente y en nombre propio ejercita una empresa económica, mas a
continuación habría que explicar qué se entiende por empresa.
.
Tal responsabilidad se ha concretado en la doctrina jurisprudencial, que estima que
en determinados casos, por razones de justicia, debe desconocerse la personalidad
jurídica de la sociedad y hacer responsable a la persona o personas que están detrás
de ella, mediante la llamada «penetración de la personalidad jurídica» o doctrina del
«levantamiento del velo» por abuso de esa personalidad [
Bibliografia
BROSETA PONT, Manuel. Manual de Derecho Mercantil .Edit Tecnos, 10ma edición Barcelona 1994