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EL EMPRESARIO Y LA EMPRESA

I. PRELIMINAR: NOCIÓN ECONÓMICA DE EMPRESA

A) Noción económica de Empresa


Antes de afrontar esa exposición, nos parece necesario hacer una sucinta alusión a la
noción de la empresa desde un punto de vista económico, en cuanto que la empresa
y el empresario son unas realidades económicas, de las que se han ocupado
muy ampliamente la economía y la sociología.
Se dice, desde un punto de vista económico, que la empresa es una
unidad de producción en la que se combinan los precios del capital y del
trabajo con la finalidad de suministrar al mercado bienes o servicios a un
determinado precio, con el fin de obtener una renta monetaria igual a la
diferencia de unos precios y otros. Existirá una ganancia si los precios de
distribución o venta son superiores a los de coste y una pérdida en caso
contrario.
B) Noción económica de empresario
El empresario, en un sentido económico —ya veremos que desde un punto
de vista jurídico, la palabra tiene un alcance en parte diverso—, es la
persona que organiza la empresa, la dirige ejerciendo una función de
autoridad sobre los que trabajan en ella y asume los riesgos que esa
actividad implica, derivados en gran medida del hecho de que los bienes o
servicios que produzca la empresa tengan aceptación o no en el mercado, lo
que en el primer caso le producirá beneficios y en el segundo pérdidas. El
empresario (o grupos de empresarios, cuando la dirección es colectiva) tiene,
según algunos economistas, la nota de ser la fuerza motriz de la empresa y,
en definitiva, del sistema económico. Porque el empresario posee un poder de
iniciativa económica y, en definitiva, un poder económico evidentes.
Los empresarios se identifican así, desde una perspectiva económica, con el
equipo directivo de la empresa, que goza de un amplio poder y tiene
determinadas características, como son: a) La búsqueda del progreso técnico,
del crecimiento y de la permanencia de la empresa; b) El abandono de los
métodos de trabajo puramente empíricos o intuitivos y la potenciación del
carácter científico de la dirección, que se subdivide en áreas que se
encomiendan a especialistas (así aparecen varias direcciones, como la
comercial, la financiera, la técnica, etc.), al tiempo que se potencia 3a
formación del personal de la empresa con vistas a su desarrollo; c( El
incremento del sentido de la responsabilidad social por parte de la dirección,
no simplemente ante los accionistas, sino también ante los consumidores o
clientes, los trabajadores y público en general; d) Los empresarios, entendidos
como directivos de la empresa, tratan de cumplir el papel social que les
corresponde con una motivación económica y de afianzar su poder, que llega
en algunas ocasiones al propósito de «hacer cosas nobles y difíciles porque
son nobles y difíciles».

II ASPECTOS DEL RÉGIMEN JURÍDICO DE LA EMPRESA

La empresa como realidad económica es objeto de una profunda atención


por parte del ordenamiento jurídico. Pero éste no puede asumir pura y
simplemente el concepto económico de la empresa y transformarlo en un
concepto jurídico, sino que se han de afrontar los distintos aspectos del
régimen jurídico de la empresa. Aspectos que en verdad han evolucionado
históricamente y que ahora simplemente pueden esbozarse, sin perjuicio
de prestarles posteriormente una atención mayor.
A) Aspecto subjetivo
Si bien en el uso corriente del lenguaje suele considerarse a la empresa
como un sujeto (así, por ejemplo, se dice que la empresa realiza ciertos
contratos, o la empresa es responsable de ciertos actos, etc.), desde una
perspectiva jurídica interesa precisar que la empresa no es un sujeto de
Derecho; carece dentro del ordenamiento de una personalidad jurídica.
Es el empresario y no la empresa el titular de los derechos y obligaciones
que la actividad empresarial genera. Ahora bien, si desde una perspectiva
económica según se ha apuntado en el párrafo precedente el empresario ha
venido identificándose con las personas o grupos de personas que son
dirigentes de la empresa, conviene advertir que desde una perspectiva
jurídica el empresario es la persona física o jurídica (surgida normalmente
de la constitución de una sociedad) titular de esa empresa, precisamente
porque esa persona (natural o jurídica) es titular del patrimonio con el que
puede responder del cumplimiento de las deudas surgidas en el ejercicio de
la actividad empresarial. En defensa de los terceros y en definitiva de la
seguridad jurídica, se imputan las consecuencias de los actos que surgen
en el ejercicio de la actividad empresarial al empresario y no a la empresa,
que, como se ha dicho, no es sujeto de Derecho.
Cuando el titular de la empresa es una persona individual, la identificación
del empresario, a los efectos que ahora interesan, es fácilmente
comprensible. Más dificultad ofrece la distinción entre empresario y empresa
cuando aquél es una persona jurídica (v. gr., una sociedad anónima, una
cooperativa o una fundación), pues en tales casos suele confundirse, y no
sólo en la terminología corriente, sino también, como vimos, desde un punto
de vista económico o sociológico, a la persona jurídica con la empresa, y a
sus dirigentes con el empresario. Para el ordenamiento jurídico esto no es
así; el empresario es la persona jurídica en su conjunto (la sociedad
anónima, la cooperativa, la fundación, en los ejemplos expuestos) y la empresa
la actividad organizadora que realiza y también la organización (de elementos
personales y materiales) que es ñuto de esa actividad. Por consiguiente, con el
uso de la palabra empresario se quiere sintetizar la referencia a la persona
(física o jurídica) titular del ejercicio de la actividad empresarial
B) Aspecto funcional
La palabra empresa es también relevante para el Derecho si se observa
desde una perspectiva funcional y se refiere a la actividad organizadora del
empresario. Cuando el artículo 38 de la Constitución hace referencia a la
«libertad de empresa en el marco de la economía de mercado alude a la
facultad de libre iniciativa económica para que el individuo —bien él solo o
conjuntamente pueda realizar la actividad organizadora de los medios de
producción que estime convenientes y necesarios para satisfacer las
necesidades del mercado.
Actividad económica que, salvo supuestos excepcionales en casos de
empresas ocasionales, implica una actividad permanente de organización,
que se concreta en la predisposición de las personas (o como se dice
frecuentemente, de medios personales) y de las cosas (los medios
materiales) para la producción de determinados bienes o servicios. La
actividad es, por consiguiente, además de permanente, especializada en el
sentido de que se dirige a la producción de determinados bienes (v. gr.,
automóviles, electrodomésticos, etc.) o servicios (v. gr., bancarios, seguros,
etc.)- En verdad no es necesario un acotamiento preciso de la actividad o ac-
tividades que desarrolle el empresario, que pueden ser variadas, pero lo
frecuente es que se produzca una concreción.
El régimen jurídico de la actividad empresarial nos ofrecen diversas
manifestaciones, que afectan bien al examen de la actividad en su conjunto
o bien a los actos en que se concreta. En el primer aspecto nos
encontramos que las sociedades mercantiles han de precisar en sus,
estatutos su objeto, es decir, las actividades a las que se van a dedicar.
Igualmente, la actividad empresarial suele ser relevante a los efectos de su
ejercicio por parte de determinados sujetos jurídicos (que por ello tienen un
régimen en parte diferente al general, como sucede, por ejemplo, con las
llamadas «sociedades especiales», como las bancarias de seguros, etc.; y
también para el control por parte de la Administración Pública de algunas de
ellas. En el segundo aspecto, relativo a los actos en los que se concreta esa
actividad, su relevancia se manifiesta principalmente en el régimen de la
competencia por actos que sean contrarios a los límites dentro de los cuales
debe discurrir y en los contratos que realiza el empresario.

C. Aspecto objetivo
El empresario organiza un conjunto de bienes que son el medio para obtener
su finalidad económica. Ese conjunto de bienes tiene un carácter dinámico
en el sentido de que su contenido se puede alterar al menos en parte
conforme a las exigencias del proceso productivo. Conjunto de bienes que
está organizado en forma de conseguir con el la mayor eficiencia. Conjunto
que forma el aspecto objetivo de la empresa, que se denomina así (es decir,
«empresa»), o bien, para distinguirlo de otros aspectos, podemos denominarlo
el «negocio» del empresario. Empresa en sentido objetivo o negocio que, como
tal, puede ser objeto de tráfico jurídico, en el sentido de que puede venderse,
darse en arrendamiento, etc.
Históricamente este aspecto de la empresa es el que de forma más temprana
preocupó a la doctrina mercantilista al tratar de resolver los problemas
relativos a la transmisión o constitución de derechos reales sobre ese
conjunto organizado de bienes. Su naturaleza, la consideración del valor de
la organización y el saber si podía ser objeto de tráfico como un todo
(concepción universalista) o bien debían transmitirse o gravarse sus
elementos de forma separada (concepción atomística), han dividido a la
doctrina. Problema éste que siempre ha presentado especial interés para el
supuesto de que el empresario sea persona individual, en cuanto que, en tal
caso, el negocio es únicamente una parte del patrimonio del empresario, que
puede tener —y generalmente tiene— otros bienes no adscritos a la actividad
empresarial. Por el contrario, siendo el patrimonio del empresario único,
como sucede, por ejemplo, en el caso de las sociedades mercantiles, no se
distingue —valga la expresión— el patrimonio civil del mercantil, sino que
es, como decimos, único. Sin embargo, la problemática de la transmisión del
«negocio» también surge en el caso de que el empresario sea una sociedad
mercantil; problemática que, sin embargo, con frecuencia es menos
complicada desde una perspectiva jurídica por estar más delimitado su
patrimonio al ser único.
D) Aspecto laboral
El empresario, ya se ha dicho, organiza a un conjunto de personas, que
están en una relación de dependencia respecto a él, con el fin de
desarrollar la actividad económica en la que se concreta la empresa. Surge
así una organización de personas a la que presta especial atención el
Derecho del trabajo.
El Estatuto de los Trabajadores, al delimitar su campo de aplicación, nos
dice que afecta a los trabajadores «que voluntariamente presten sus
servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de
organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada
empleador o empresario»). Presupone este artículo la existencia de una
organización, pero ésta no constituye una persona jurídica, sino que la
relación laboral vincula al trabajador no con la empresa, sino con el
empresario que crea esa organización de personas.
Sin embargo, esta organización no debe ser concebida simplemente como el
conjunto o suma de relaciones laborales individuales, sino que hay algo
más, cuya naturaleza resulta difícil de precisar. Así, se habla de que ese
conjunto de personas constituye una comunidad de trabajo; pero con ello
efectuamos más una descripción sociológica que una calificación jurídica.
También se ha considerado que esta organización de personas puede
encuadrarse dentro de la noción de «institución», y si bien es cierto que tal
concepción se ha considerado como insatisfactoria, puede apreciarse una
tendencia hacia la institucionalización de las empresas que alcanzan una
cierta dimensión o tamaño por el número de sus trabajadores.
I. CONCEPTO DE EMPRESARIO
A) Noción de empresario
a) Definición genérica
La noción de empresario es básica para el Derecho mercantil, según vimos
anteriormente. También señalamos que el Código de comercio Español en
1885 utilizó el término «comerciante» y no el de «empresario». Sin embargo,
ya originariamente en el Código aparece una desconexión entre la noción
económica de «comerciante» y la definición que el mismo da, que
comprende no sólo las actividades puramente comerciales, sino también
las industriales, bancarias, de almacenes generales de depósitos,
transportes, etc. En efecto, el articulo primero nos dice que son «co-
merciantes»; 1.° «Los que teniendo capacidad legal para ejercer el comercio,
se dedican a él habitualmente; 2.° Las compañías mercantiles o
industriales que se constituyeren con arreglo a este Código». Nótese, por
consiguiente, que al poder ser objeto de las sociedades, además de la
actividad comercial, la industrial, bancaria, aseguradora, etcétera
Esa diversidad con el transcurso del tiempo se ha ampliado de tal forma que
tanto buena parte de la doctrina mercantilista como las leyes especiales han
renunciado a utilizar el término de «comerciante» en ese sentido amplísimo y
hablan de empresa o, con mayor propiedad, de «empresario», según se ha
dicho al referirnos al aspecto subjetivo de la empresa. En efecto, es muy
frecuente que las leyes especiales empleen el término «empresa» en un
sentido subjetivo, es decir, como si se tratara de una persona , los autores y
algunas leyes, con mayor precisión, utilizan el término «empresario» para
referirse al titular de la empresa, y sujeto, por tanto, en las relaciones
jurídicas que en su actividad surgen.
Después de la precisión terminológica señalada, puede darse una noción
de empresario diciendo que es la persona física o jurídica que
profesionalmente y en nombre propio ejercita la actividad de organizar los
elementos precisos para la producción de bienes o servicios para el mercado.
De una manera más breve podrá decirse que es empresario la persona que
profesionalmente y en nombre propio ejercita una empresa económica, mas a
continuación habría que explicar qué se entiende por empresa.

b) Referencia a los profesionales


Junto al empresario aparecen personas que ofrecen servicios al mercado que
tradicionalmente vienen excluidas del Derecho mercantil, pero se advierte
un acercamiento hacia él en el sentido de que existen normas comunes
para los empresarios y estos profesionales, habiendo sido pionero en este
punto, como en otros, el Derecho fiscal antes que el mercantil.
Del concepto de empresario se han excluido tradicionalmente a los
titulares de profesiones liberales (médicos, ingenieros, abogados, etc.) y a
los artistas, en tanto en cuanto su prestación de servicios para el mercado
esté dominada por su propia personalidad, en especial de carácter
intelectual. Sin embargo, el modo de ejercicio de su actividad se ha venido
acercando al de los empresarios en cuanto tal ejercicio se desarrolla de forma
que puede asimilarse a la empresarial. Tal sucede sólo cuando los
profesionales asumen para el ejercicio de su actividad la forma de una
sociedad (bajo los tipos sociales tradicionales, de colectiva, de responsa-
bilidad limitada, etc.) que con frecuencia se califica como «sociedad
profesional», sino más en general cuando los profesionales realizan el
ejercicio de su actividad, incluso sin constituir una sociedad mercantil,
mediante la organización de un conjunto de medios materiales y personales
que ofrece con publicidad sus servicios al mercado.
B) Importancia de la calificación como empresario
La calificación de una persona como empresario tiene las siguientes
consecuencias jurídicas:
a) Está sometida a un determinado estatuto jurídico que lleva consigo
un régimen especial frente al de las demás personas; está obligada en
ciertos casos (o tiene la facultad en otros) a inscribirse en el Registro
Mercantil; debe llevar una contabilidad ordenada, que es una manifestación
de la organización de su negocio. El empresario en caso de insolvencia
estaba sometido bajo el régimen del C. de c. a unos procedimientos
concúrsales especiales, pero a partir de la vigencia de la nueva Ley
concursal el procedimiento será el mismo para todos los deudores in-
solventes, sean empresarios o no; no obstante, en el régimen de este
procedimiento único afloran normas específicas para el caso de que el
deudor insolvente sea un empresario, se trate de una persona natural o
jurídica. Una especialidad que con carácter general afecta al empresario
radica en el régimen especial de la representación de sus auxiliares, ya que
gozan de los poderes precisos para el ejercicio de su cargo, cuando crean una
apariencia jurídica de disponer de ellos al tratar con terceros de buena fe.
Por otro lado, el empresario tiene un fuero procesal diverso al de los no
profesionales, ya que puede ser demandado «en el lugar donde desarrolle su
actividad)) y si tuviere «establecimientos diversos a su cargo en diferentes
lugares, en cualquiera de ellos a elección del actor> (art. 59.3 LEC 2000). Este
régimen o estatuto del empresario tiene determinados matices para algunos de
ellos por la naturaleza de su actividad (así para los empresarios de seguros,
banca, etcétera) o de su forma (sociedades cooperativas).
b) La intervención del empresario califica a ciertos contratos como
mercantiles. El Código de comercio, a pesar de su pretensión de seguir un
sistema objetivo con relación al Derecho mercantil, en diversos artículos al
señalar cuándo un determinado contrato es mercantil recurre —entre otros
elementos— a la presencia de un «comerciante» o5 lo que es igual, de un
empresario (así en la cuenta en participación, art. 239; comisión, art. 244;
depósito, art. 303; préstamo, art. 311; compraventa, párrs. 2.° y 4.° del art.
326; transporte terrestre, art. 349; caita de crédito, art. 567). Pero además, el
ámbito del Derecho mercantil se ha ido ampliando con relación a los
contratos que surgen en el ejercicio de la actividad de un empresario
(contrato estimatorio, contratos de agencia y concesión mercantil, contratos
bancarios, etc.).
IV. NOTAS CARACTERÍSTICAS DEL CONCEPTO DE
EMPRESARIO
De la noción señalada en el apartado anterior se derivan las siguientes
notas características:
A) Actividad de organización
La primera nota en la que podemos fijarnos es el ejercicio de una actividad
que tiende a la organización de elementos personales y materiales que son
el instrumento o medio para la producción de bienes o de servicios para el
mercado. O dicho en otras palabras: el empresario, como sabemos, ha de
organizar el trabajo de un conjunto de personas y ha de predisponer los
medios apropiados a la finalidad de producir aquellos bienes o servicios que
se demandan para satisfacer las necesidades humanas.' Esta organización
tiene, por consiguiente, un carácter instrumental para la gestión
empresarial.
La labor de organización da origen a un conjunto de relaciones
jurídicas
que son de naturaleza diversa. Por un lado, las que se refieren a la
organización del
trabajo se apoyan en el contrato de trabajo y originan un vínculo de cada
trabajador con el empresario, de cuya disciplina no nos ocupamos porque,
como ya hemos advertido, es objeto de estudio por parte del Derecho del
trabajo. Por otro, el empresario es titular de derechos sobre determinados
bienes (materiales o inmateriales) o es parte de contratos (v. gr., de
arrendamiento, de licencia, etc.) que le consienten disponer de un conjunto
de elementos materiales que organiza.
Sin embargo, interesa hacer resaltar y volveremos sobre ello al ocuparnos de
los colaboradores del empresario que al insertarse los trabajadores en la
organización que el empresario ha creado y al constituirse una comunidad
humana, ésta tiende cada vez más a institucionalizarse y a encontrar un
régimen jurídico más adecuado mediante el cual los trabajadores puedan
participar más activamente en esa tarea organizadora.
2. La organización de los elementos materiales (instalaciones,
maquinaria,
bienes inmateriales, etc.) da lugar a un conjunto de cosas que por estar
organizado
puede adquirir un valor superior al que tendrían aisladamente los elementos
que lo
componen. Este conjunto puede ser objeto de negocios), y su titular es el
empresario. La denominación de este conjunto no es sencilla, porque se
utilizan en la práctica distintas palabras (explotación, negocio,
establecimiento mercantil, industria, hacienda... y también «empresa»).
La elección de un término, como decimos, no es tarea fácil, porque si se
emplea el de «empresa», que por su amplitud quizá sea el más comprensivo,
tiene el grave inconveniente de su falta de expresividad por ser equívoco, al
utilizarse en varios sentidos, y, por el contrario, si se elige alguno de los otros
términos no resulta lo suficientemente exacto. Sin embargo, éste parece el
camino más conveniente, y por esa razón se ha escogido por algún autor el
término de «establecimiento», si bien quizá sea mejor utilizar el más genérico
de «negocio», porque la palabra «establecimiento» tiene el inconveniente de que
se utiliza frecuentemente en el sentido restringido de tienda o almacén
B) Actividad profesional
Se dice, además, que la actividad que realiza el empresario es profesional2.
Quiere señalarse con este término que es una actividad constante, nota a la
que parece referirse el artículo 1.° del Código de comercio cuando habla de
«habitualidad

Pero además, la profesionalidad implica que la actividad se manifiesta al


exterior, que se da a conocer y ejerce públicamente. Este aspecto nos
muestra su relación con la finalidad que cumple el empresario de producir
bienes y servicios para el mercado, esto es, para terceros. De manera que
quien produce para sí mismo no puede calificarse como empresario.
Normalmente la finalidad de producción para el mercado de bienes o
servicios es medio para la consecución, a su vez, de otro fin: la obtención de
una ganancia indeterminada. Es más, muchos autores consideran que no
hay profesión que no sea lucrativa. A pesar de esto, nos parece, como ya
quedó indicado, que si bien ése es el supuesto normal en una economía de
mercado, no es imprescindible que así suceda, y, por consiguiente, el ánimo
de lucro no debe considerarse como una nota conceptual del empresario.
Desde un punto de vista formal, en nuestro Derecho nos encontramos con
que son calificadas como sociedades mercantiles (y, por tanto, empresarios)
las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada, aunque hayan
abandonado el ánimo de lucro. El mismo resultado lo tenemos en la sociedad
cooperativa, en particular en las llamadas cooperativas de consumo, en las
que quizá los cooperativistas como socios persigan un lucro por medio de la
consecución de un ahorro, pero la sociedad cooperativa en cuanto tal carece
de ese ánimo de lucro (que por otro lado sería incompatible con el de ahorro, o
de lucro si se quiere, de los cooperativistas). También en la empresa pública, o
más precisamente, en el empresario público, puede faltar el ánimo lucrativo.
C) Actuación en nombre propio
Esta actividad ha de ser ejercitada en nombre propio. Este presupuesto se ha
considerado tradición aumente esencial, porque el titular de la empresa con
la utilización del nombre se atrae las consecuencias jurídicas de las relaciones
en las que interviene como sujeto. Se dice que si el empresario goza desde un
punto de vista económico de un poder de iniciativa y de gestión, desde un
punto de vista jurídico ha de tener la consecuencia de la responsabilidad de
los actos que él efectúe. Los administradores de una sociedad mercantil, los
colaboradores de un empresario, el tutor de un menor empresario, ejercitan la
actividad económica a la que en los apartados anteriores nos hemos referido,
pero la ejercen en nombre de otra persona y por eso no adquieren la condición
de empresario. Es empresario la persona en cuyo nombre se ejercita esa
actividad
I. CLASES DE EMPRESARIOS

A) El empresario persona física o jurídica


Un primer criterio de clasificación de los empresarios es el que distingue
entre empresarios que son personas físicas (que se denominan empresarios
individuales) o jurídicas.1. Al empresario individual se contrapone, en
primer término y por regla general, el social, esto es, aquel que es una
persona jurídica que se ha constituido, por regla general, mediante un
contrato de sociedad. El criterio de distinción entre empresarios individuales
y sociales está recogido, con otra terminología,

Según veremos al estudiar los empresarios sociales, la adquisición de la


personalidad jurídica plena depende del cumplimiento por parte de los
socios de ciertos requisitos formales (escritura pública e inscripción en el
Registro Mercantil) y cuando surge esa personalidad la sociedad adquiere la
condición de empresario, que no tienen los socios.
Un supuesto especial es el del grupo de sociedades, en el que el ejercicio de
la empresa se efectúa de forma que podríamos calificar indirecta por parte
de la sociedad dominante. Las sociedades que forman el grupo tienen una
personalidad jurídica diversa, pero en su conjunto forman una empresa que
se califica por su estructura como «policorporativa».
El empresario social —como todo empresario— es el sujeto al que hay
que referir todas las relaciones jurídicas que se originan con motivo de la
actividad empresarial: con los socios, los trabajadores, los proveedores,
clientes, etc. Esas relaciones tendrán regímenes diversos que ahora no
interesa indicar. Mas sí vale recordar que en todos los supuestos el
sujeto de esas relaciones es el empresario social (o sociedad) y no la
«empresa», como a veces impropiamente se dice.
Un interesante ejemplo de personas jurídicas que pueden alcanzar la
condición de empresario es el de aquellas fundaciones que al afectar su
patrimonio a fines de interés general desarrollen, de forma directa o
indirecta, actividades económicas de carácter empresarial. Porque la
fundación, como es sabido, es una organización mediante la cual se afecta
de modo permanente una masa patrimonial a la promoción de fines de
interés general fijados por el fundador. De manera que necesariamente la
actividad empresarial realizada por la fundación ha de coordinarse y
subordinarse a la consecución de esos fines de interés general.
Esto hace que la posibilidad de utilización de esa figura sea limitada;
posibilidad que encuentra, además, otras dificultades. No obstante, cabe por
parte de las fundaciones el ejercicio de una actividad empresarial, bien de
forma indirecta o directa.

La fundación puede ejercitar la actividad empresarial de forma indirecta


participando en sociedades mercantiles «en las que no responda
personalmente de las deudas sociales» (es decir, en las llamadas sociedades
de capitales), pudiendo llegar a tener la mayoría o la totalidad de las
participaciones o acciones de esas sociedades Además las fundaciones, en
todo caso como los empresarios, deberán llevar una contabilidad ordenada
y adecuada a su actividad

B) Clases de empresarios por la dimensión de su empresa


El Código de comercio estableció un estatuto jurídico único para el comerciante, sin
tener en cuenta su dimensión. Sin embargo, por medio de disposiciones especiales se
va haciendo relevante, desde varios puntos de vista, la distinción entre
empresarios, según sean titulares de grandes, medianas o pequeñas
empresas. Es decir, por la dimensión de la empresa.
1. No existe un criterio de distinción determinado para delimitar unas
empresas de otras. En ocasiones se acude al criterio del volumen de ventas,
a los créditos concedidos por las Entidades de crédito, el número de
trabajadores, etc.(v. para las empresas comerciales R.D. de 18 de marzo y
la Resolución de 1 de junio de 1981). Otras veces se reserva la calificación
de gran empresa a aquellas en las que su titular sea una sociedad (por
consiguiente, no un empresario individual, sino social) cuyos títulos se
coticen en Bolsa, o acuda de otra forma al ahorro público, o bien forme
parte de un grupo de sociedades, nacional o extranjero , o tenga sucursales
en el extranjero.
La dimensión de la empresa incide, pues, sobre los otros criterios de
clasificación de los empresarios y en el régimen de los mismos, ya que la
problemática que plantean las grandes sociedades no es idéntica a la de
las pequeñas.
Pero esa dimensión se refleja también en el régimen de la organización
interna de la empresa en especial en la relación entre ei empresario y sus
dependientes (constitución del Comité de empresa, participación de los
trabajadores en la gestión de la sociedad, etc.). Igualmente se ha intentado
fomentar la financiación de la pequeña y mediana empresa a la hora de la
distribución del crédito por las Entidades de crédito. Esto no sólo a través
de disposiciones especiales tendentes de forma directa a la concesión de
esos créditos, sino también de una manera indirecta facilitando la
financiación de estas pequeñas y medianas empresas mediante la
constitución de las llamadas sociedades de garantía reciproca, reguladas
RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
El empresario ejercita una actividad económica que se concreta en un
conjunto de actos (tanto en el campo contractual como en el
extracontractual) de los que ha de responder. Desde un punto de vista
económico se dice que el empresario asume el riesgo de su actividad, lo
que se corresponde, desde una perspectiva jurídica, con la afirmación de
que asume una responsabilidad. Pero bajo esta expresión se comprenden
problemas distintos, en cuanto que ha de preguntarse, en primer término,
con qué bienes responde el empresario; en segundo lugar, de qué hechos
responde, y por último, de qué personas responde.
a) El empresario responde, como todo deudor, con todos sus bienes
presentes y futuros. Esto sirve tanto para el empresario individual como para
el empresario que sea persona jurídica.
La responsabilidad patrimonial del empresario individual comprende no
sólo los bienes que están afectados al ejercicio de la actividad empresarial,
sino también los que no lo están; o, dicho en otros términos, no hay una
distinción a estos efectos entre su patrimonio mercantil y el civil. Existe,
sin embargo, una cierta tendencia hacia la limitación de la responsabilidad
del empresario a sus bienes afectos al ejercicio de la empresa, de forma
que el resto de los bienes, que se consideran como patrimonio familiar o
no mercantil, estén al abrigo de las reclamaciones de los acreedores
mercantiles.

.
Tal responsabilidad se ha concretado en la doctrina jurisprudencial, que estima que
en determinados casos, por razones de justicia, debe desconocerse la personalidad
jurídica de la sociedad y hacer responsable a la persona o personas que están detrás
de ella, mediante la llamada «penetración de la personalidad jurídica» o doctrina del
«levantamiento del velo» por abuso de esa personalidad [

b) La responsabilidad del empresario surge en la esfera contractual y


extracontractual, bien por el incumplimiento de los contratos realizados con
otras personas (ya sean otros empresarios o clientes) o bien por los daños
causados fuera de ese ámbito contractual, conforme a las normas generales
contenidas en el Código civil.
El régimen de la llamada responsabilidad civil se ha ido modificando y
ampliando notablemente, a lo que ha contribuido el hecho de la difusión del
seguro que cubre esa responsabilidad civil. Fenómeno que no corresponde
examinar ahora. Pero sí hemos de señalar que, de manera especial, con el
fin de la protección de los consumidores y usuarios, se ha producido una
ampliación importante de la responsabilidad de los empresarios, en
particular los fabricantes, importadores y suministradores de productos o
servicios que les causen daños y perjuicios, aun cuando no exista una
relación contractual entre ellos y el consumidor. Régimen de responsabilidad
que coexiste y se sobrepone al general y que hemos de limitarnos a
mencionar. Pero aun dentro de esa disciplina especial, ha de indicarse que,
sin perjuicio de la vigencia de las normas generales sobre la materia, respecto
a la responsabilidad del empresario existen dos regímenes especiales no
coincidentes dentro de nuestro Ordenamiento, que distan de ser claros:
D) Procedimiento arbitral
Si con carácter general en el ámbito de las controversias que surjan en la
actividad mercantil, la institución del arbitraje presta indudables ventajas
para la solución rápida de los conflictos (y a ello responde la Ley 36/1988,
de 5 de diciembre, de arbitraje), tal institución se muestra especialmente
útil para resolver las reclamaciones de los consumidores.

Bibliografia

BROSETA PONT, Manuel. Manual de Derecho Mercantil .Edit Tecnos, 10ma edición Barcelona 1994

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