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Plan Lector 2011 Lectura Nº 01

Horacio Quiroga
(1879-1937)

LA ABEJA HARAGANA
(Cuentos de la selva, 1918)

Había una vez en una colmena Un día, pues, detuvieron a la abeja


una abeja que no quería trabajar, es haragana cuando iba a entrar,
decir, recorría los árboles uno por uno diciéndole:
para tomar el jugo de las flores; pero —Compañera: es necesario que
en vez de conservarlo para convertirlo trabajes, porque todas las abejas
en miel, se lo tomaba del todo. debemos trabajar.
Era, pues, una abeja haragana. La abejita contestó:
Todas las mañanas apenas el sol —Yo ando todo el día volando, y
calentaba el aire, la abejita se asomaba me canso mucho.
a la puerta de la colmena, veía que —No es cuestión de que te canses
hacía buen tiempo, se peinaba con las mucho —respondieron—, sino de que
patas, como hacen las moscas, y trabajes un poco. Es la primera
echaba entonces a volar, muy contenta advertencia que te hacemos.
del lindo día. Zumbaba muerta de Y diciendo así la dejaron pasar.
gusto de flor en flor, entraba en la Pero la abeja haragana no se
colmena, volvía a salir, y así se lo corregía. De modo que a la tarde
pasaba todo el día mientras las otras siguiente las abejas que estaban de
abejas se mataban trabajando para guardia le dijeron:
llenar la colmena de miel, porque la —Hay que trabajar, hermana.
miel es el alimento de las abejas recién Y ella respondió en seguida:
nacidas. —¡Uno de estos días lo voy a
Como las abejas son muy serias, hacer!
comenzaron a disgustarse con el —No es cuestión de que lo hagas
proceder de la hermana haragana. En uno de estos días —le respondieron—,
la puerta de las colmenas hay siempre sino mañana mismo. Acuérdate de
unas cuantas abejas que están de esto. Y la dejaron pasar.
guardia para cuidar que no entren Al anochecer siguiente se repitió la
bichos en la colmena. Estas abejas misma cosa. Antes de que le dijeran
suelen ser muy viejas, con gran nada, la abejita exclamó:
experiencia de la vida y tienen el lomo —¡Si, sí, hermanas! ¡Ya me
pelado porque han perdido todos los acuerdo de lo que he prometido!
pelos al rozar contra la puerta de la —No es cuestión de que te
colmena. acuerdes de lo prometido —le
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respondieron—, sino de que trabajes. morir de frío. Y tentó entrar en la


Hoy es diecinueve de abril. Pues bien: colmena.
trata de que mañana veinte, hayas Pero de nuevo le cerraron el paso.
traído una gota siquiera de miel. Y —¡Perdón! —gimió la abeja—.
ahora, pasa. ¡Déjenme entrar!
Y diciendo esto, se apartaron para —Ya es tarde —le respondieron.
dejarla entrar. —¡Por favor, hermanas! ¡Tengo
Pero el veinte de abril pasó en sueño!
vano como todos los demás. Con la —Es más tarde aún.
diferencia de que al caer el sol el —¡Compañeras, por piedad!
tiempo se descompuso y comenzó a ¡Tengo frío!
soplar un viento frío. —Imposible.
La abejita haragana voló —¡Por última vez! ¡Me voy a
apresurada hacia su colmena, morir! Entonces le dijeron:
pensando en lo calentito que estaría —No, no morirás. Aprenderás en
allá adentro. Pero cuando quiso una sola noche lo que es el descanso
entrar, las abejas que estaban de ganado con el trabajo. Vete.
guardia se lo impidieron. Y la echaron.
—¡No se entra! —le dijeron Entonces, temblando de frío, con
fríamente. las alas mojadas y tropezando, la abeja
—¡Yo quiero entrar! —clamó la se arrastró, se arrastró hasta que de
abejita—. Esta es mi colmena. pronto rodó por un agujero; cayó
—Esta es la colmena de unas rodando, mejor dicho, al fondo de una
pobres abejas trabajadoras le caverna.
contestaron las otras—. No hay Creyó que no iba a concluir nunca
entrada para las haraganas. de bajar. Al fin llegó al fondo, y se
—¡Mañana sin falta voy a trabajar! halló bruscamente ante una víbora,
—insistió la abejita. una culebra verde de lomo color
—No hay mañana para las que no ladrillo, que la miraba enroscada y
trabajan— respondieron las abejas, presta a lanzarse sobre ella.
que saben mucha filosofía. En verdad, aquella caverna era el
Y diciendo esto la empujaron hueco de un árbol que habían
afuera. trasplantado hacia tiempo, y que la
La abejita, sin saber qué hacer, culebra había elegido de guarida.
voló un rato aún; pero ya la noche caía Las culebras comen abejas, que les
y se veía apenas. Quiso cogerse de una gustan mucho. Por eso la abejita, al
hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo encontrarse ante su enemiga,
entumecido por el aire frío, y no podía murmuró cerrando los ojos:
volar más. —¡Adiós mi vida! Esta es la última
Arrastrándose entonces por el hora que yo veo la luz.
suelo, trepando y bajando de los Pero con gran sorpresa suya, la
palitos y piedritas, que le parecían culebra no solamente no la devoró
montañas, llegó a la puerta de la sino que le dijo: —¿qué tal, abejita? No
colmena, a tiempo que comenzaban a has de ser muy trabajadora para estar
caer frías gotas de lluvia. aquí a estas horas.
—¡Ay, mi Dios! —clamó la
desamparada—. Va a llover, y me voy a
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—Es cierto —murmuró la abeja—. Salió un instante afuera, tan


No trabajo, y yo tengo la culpa. velozmente que la abeja no tuvo
—Siendo así —agregó la culebra, tiempo de nada. Y volvió trayendo una
burlona—, voy a quitar del mundo a cápsula de semillas de eucalipto, de un
un mal bicho como tú. Te voy a comer, eucalipto que estaba al lado de la
abeja. colmena y que le daba sombra.
La abeja, temblando, exclamo Los muchachos hacen bailar como
entonces: —¡No es justo eso, no es trompos esas cápsulas, y les llaman
justo! No es justo que usted me coma trompitos de eucalipto.
porque es más fuerte que yo. Los —Esto es lo que voy a hacer —dijo
hombres saben lo que es justicia. la culebra—. ¡Fíjate bien, atención!
—¡Ah, ah! —exclamó la culebra, Y arrollando vivamente la cola
enroscándose ligero —. ¿Tú crees que alrededor del trompito como un piolín
los hombres que les quitan la miel a la desenvolvió a toda velocidad, con
ustedes son más justos, grandísima tanta rapidez que el trompito quedó
tonta? bailando y zumbando como un loco.
—No, no es por eso que nos quitan La culebra se reía, y con mucha
la miel —respondió la abeja. razón, porque jamás una abeja ha
—¿Y por qué, entonces? hecho ni podrá hacer bailar a un
—Porque son más inteligentes. trompito. Pero cuando el trompito,
Así dijo la abejita. Pero la culebra que se había quedado dormido
se echó a reír, exclamando: zumbando, como les pasa a los
—¡Bueno! Con justicia o sin ella, te trompos de naranjo, cayó por fin al
voy a comer, apróntate. suelo, la abeja dijo:
Y se echó atrás, para lanzarse —Esa prueba es muy linda, y yo
sobre la abeja. Pero ésta exclamó: nunca podré hacer eso.
—Usted hace eso porque es menos —Entonces, te como —exclamó la
inteligente que yo. culebra.
—¿Yo menos inteligente que tú, —¡Un momento! Yo no puedo
mocosa? —se rió la culebra. hacer eso: pero hago una cosa que
—Así es —afirmó la abeja. nadie hace.
—Pues bien —dijo la culebra—, —¿Qué es eso?
vamos a verlo. Vamos a hacer dos —Desaparecer.
pruebas. La que haga la prueba más —¿Cómo? —exclamó la culebra,
rara, ésa gana. Si gano yo, te como. dando un salto de sorpresa—.
—¿Y si gano yo? —preguntó la ¿Desaparecer sin salir de aquí?
abejita. —Sin salir de aquí.
—Si ganas tú —repuso su enemiga —¿Y sin esconderte en la tierra?
—, tienes el derecho de pasar la noche —Sin esconderme en la tierra.
aquí, hasta que sea de día. ¿Te —Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo
conviene? haces, te como en seguida — dijo la
—Aceptado —contestó la abeja. culebra.
La culebra se echó a reír de nuevo, El caso es que mientras el
porque se le había ocurrido una cosa trompito bailaba, la abeja había tenido
que jamás podría hacer una abeja. Y tiempo de examinar la caverna y había
he aquí lo que hizo: visto una plantita que crecía allí. Era
un arbustillo, casi un yuyito, con
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grandes hojas del tamaño de una la abeja, las hojas se cerraran,


moneda de dos centavos. ocultando completamente al insecto.
La abeja se arrimó a la plantita, La inteligencia de la culebra no
teniendo cuidado de no tocarla, y dijo había alcanzado nunca a darse cuenta
así: de este fenómeno; pero la abeja lo
—Ahora me toca a mi, señora había observado, y se aprovechaba de
culebra. Me va a hacer el favor de él para salvar su vida.
darse vuelta, y contar hasta tres. La culebra no dijo nada, pero
Cuando diga "tres", búsqueme por quedó muy irritada con su derrota,
todas partes, ¡ya no estaré más! tanto que la abeja pasó toda la noche
Y así pasó, en efecto. La culebra recordando a su enemiga la promesa
dijo rápidamente:"uno..., dos..., tres", que había hecho de respetarla.
y se volvió y abrió la boca cuan grande Fue una noche larga,
era, de sorpresa: allí no había nadie. interminable, que las dos pasaron
Miró arriba, abajo, a todos lados, arrimadas contra la pared más alta de
recorrió los rincones, la plantita, la caverna, porque la tormenta se
tanteó todo con la lengua. Inútil: la había desencadenado, y el agua
abeja había desaparecido. entraba como un río adentro.
La culebra comprendió entonces Hacía mucho frío, además, y
que si su prueba del trompito era muy adentro reinaba la oscuridad más
buena, la prueba de la abeja era completa. De cuando en cuando la
simplemente extraordinaria. ¿Qué se culebra sentía impulsos de lanzarse
había hecho?, ¿dónde estaba? sobre la abeja, y ésta creía entonces
No había modo de hallarla. llegado el término de su vida.
—¡Bueno! —exclamó por fin—. Me Nunca, jamás, creyó la abejita que
doy por vencida. ¿Dónde estás? una noche podría ser tan fría, tan
Una voz que apenas se oía —la voz larga, tan horrible. Recordaba su vida
de la abejita— salió del medio de la anterior, durmiendo noche tras noche
cueva. en la colmena, bien calentita, y lloraba
—¿No me vas a hacer nada? —dijo entonces en silencio.
la voz—. ¿Puedo contar con tu Cuando llegó el día, y salió el sol,
juramento? porque el tiempo se había compuesto,
—Sí —respondió la culebra—. Te lo la abejita voló y lloró otra vez en
juro. ¿Dónde estás? silencio ante la puerta de la colmena
—Aquí —respondió la abejita, hecha por el esfuerzo de la familia. Las
apareciendo súbitamente de entre una abejas de guardia la dejaron pasar sin
hoja cerrada de la plantita. decirle nada, porque comprendieron
¿Qué había pasado? Una cosa muy que la que volvía no era la paseandera
sencilla: la plantita en cuestión era haragana, sino una abeja que había
una sensitiva, muy común también hecho en sólo una noche un duro
aquí en Buenos Aires, y que tiene la aprendizaje de la vida.
particularidad de que sus hojas se Así fue, en efecto. En adelante,
cierran al menor contacto. Solamente ninguna como ella recogió tanto polen
que esta aventura pasaba en Misiones, ni fabricó tanta miel. Y cuando el
donde la vegetación es muy rica, y por otoño llegó, y llegó también el término
lo tanto muy grandes las hojas de las de sus días, tuvo aún tiempo de dar
sensitivas. De aquí que al contacto de
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una última lección antes de morir a las


jóvenes abejas que la rodeaban:
—No es nuestra inteligencia, sino
nuestro trabajo quien nos hace tan
fuertes. Yo usé una sola vez de mi
inteligencia, y fue para salvar mi vida.
No habría necesitado de ese esfuerzo,
sí hubiera trabajado como todas. Me
he cansado tanto volando de aquí para
allá, como trabajando. Lo que me
faltaba era la noción del deber, que
adquirí aquella noche. Trabajen,
compañeras, pensando que el fin a que
tienden nuestros esfuerzos —la
felicidad de todos— es muy superior a
la fatiga de cada uno. A esto los
hombres llaman ideal, y tienen razón.
No hay otra filosofía en la vida de un
hombre y de una abeja.

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