La historia trata de una abeja haragana que no quería trabajar para recolectar néctar y producir miel como las demás abejas. Cuando llegó el invierno, las otras abejas no la dejaron entrar a la colmena. La abeja haragana terminó cayendo en una cueva donde se encontró con una culebra. Para no ser comida, la abeja propuso un desafío de habilidades con la culebra, con el ganador decidiendo el destino del otro.
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Cuento Nº 01 - La Abeja Haragana [Horacio Quiroga]
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Cuento Nº 01 - La Abeja Haragana [Horacio Quiroga]
La historia trata de una abeja haragana que no quería trabajar para recolectar néctar y producir miel como las demás abejas. Cuando llegó el invierno, las otras abejas no la dejaron entrar a la colmena. La abeja haragana terminó cayendo en una cueva donde se encontró con una culebra. Para no ser comida, la abeja propuso un desafío de habilidades con la culebra, con el ganador decidiendo el destino del otro.
La historia trata de una abeja haragana que no quería trabajar para recolectar néctar y producir miel como las demás abejas. Cuando llegó el invierno, las otras abejas no la dejaron entrar a la colmena. La abeja haragana terminó cayendo en una cueva donde se encontró con una culebra. Para no ser comida, la abeja propuso un desafío de habilidades con la culebra, con el ganador decidiendo el destino del otro.
Había una vez en una colmena Un día, pues, detuvieron a la abeja
una abeja que no quería trabajar, es haragana cuando iba a entrar, decir, recorría los árboles uno por uno diciéndole: para tomar el jugo de las flores; pero —Compañera: es necesario que en vez de conservarlo para convertirlo trabajes, porque todas las abejas en miel, se lo tomaba del todo. debemos trabajar. Era, pues, una abeja haragana. La abejita contestó: Todas las mañanas apenas el sol —Yo ando todo el día volando, y calentaba el aire, la abejita se asomaba me canso mucho. a la puerta de la colmena, veía que —No es cuestión de que te canses hacía buen tiempo, se peinaba con las mucho —respondieron—, sino de que patas, como hacen las moscas, y trabajes un poco. Es la primera echaba entonces a volar, muy contenta advertencia que te hacemos. del lindo día. Zumbaba muerta de Y diciendo así la dejaron pasar. gusto de flor en flor, entraba en la Pero la abeja haragana no se colmena, volvía a salir, y así se lo corregía. De modo que a la tarde pasaba todo el día mientras las otras siguiente las abejas que estaban de abejas se mataban trabajando para guardia le dijeron: llenar la colmena de miel, porque la —Hay que trabajar, hermana. miel es el alimento de las abejas recién Y ella respondió en seguida: nacidas. —¡Uno de estos días lo voy a Como las abejas son muy serias, hacer! comenzaron a disgustarse con el —No es cuestión de que lo hagas proceder de la hermana haragana. En uno de estos días —le respondieron—, la puerta de las colmenas hay siempre sino mañana mismo. Acuérdate de unas cuantas abejas que están de esto. Y la dejaron pasar. guardia para cuidar que no entren Al anochecer siguiente se repitió la bichos en la colmena. Estas abejas misma cosa. Antes de que le dijeran suelen ser muy viejas, con gran nada, la abejita exclamó: experiencia de la vida y tienen el lomo —¡Si, sí, hermanas! ¡Ya me pelado porque han perdido todos los acuerdo de lo que he prometido! pelos al rozar contra la puerta de la —No es cuestión de que te colmena. acuerdes de lo prometido —le Plan Lector 2011 Lectura Nº 01
respondieron—, sino de que trabajes. morir de frío. Y tentó entrar en la
Hoy es diecinueve de abril. Pues bien: colmena. trata de que mañana veinte, hayas Pero de nuevo le cerraron el paso. traído una gota siquiera de miel. Y —¡Perdón! —gimió la abeja—. ahora, pasa. ¡Déjenme entrar! Y diciendo esto, se apartaron para —Ya es tarde —le respondieron. dejarla entrar. —¡Por favor, hermanas! ¡Tengo Pero el veinte de abril pasó en sueño! vano como todos los demás. Con la —Es más tarde aún. diferencia de que al caer el sol el —¡Compañeras, por piedad! tiempo se descompuso y comenzó a ¡Tengo frío! soplar un viento frío. —Imposible. La abejita haragana voló —¡Por última vez! ¡Me voy a apresurada hacia su colmena, morir! Entonces le dijeron: pensando en lo calentito que estaría —No, no morirás. Aprenderás en allá adentro. Pero cuando quiso una sola noche lo que es el descanso entrar, las abejas que estaban de ganado con el trabajo. Vete. guardia se lo impidieron. Y la echaron. —¡No se entra! —le dijeron Entonces, temblando de frío, con fríamente. las alas mojadas y tropezando, la abeja —¡Yo quiero entrar! —clamó la se arrastró, se arrastró hasta que de abejita—. Esta es mi colmena. pronto rodó por un agujero; cayó —Esta es la colmena de unas rodando, mejor dicho, al fondo de una pobres abejas trabajadoras le caverna. contestaron las otras—. No hay Creyó que no iba a concluir nunca entrada para las haraganas. de bajar. Al fin llegó al fondo, y se —¡Mañana sin falta voy a trabajar! halló bruscamente ante una víbora, —insistió la abejita. una culebra verde de lomo color —No hay mañana para las que no ladrillo, que la miraba enroscada y trabajan— respondieron las abejas, presta a lanzarse sobre ella. que saben mucha filosofía. En verdad, aquella caverna era el Y diciendo esto la empujaron hueco de un árbol que habían afuera. trasplantado hacia tiempo, y que la La abejita, sin saber qué hacer, culebra había elegido de guarida. voló un rato aún; pero ya la noche caía Las culebras comen abejas, que les y se veía apenas. Quiso cogerse de una gustan mucho. Por eso la abejita, al hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo encontrarse ante su enemiga, entumecido por el aire frío, y no podía murmuró cerrando los ojos: volar más. —¡Adiós mi vida! Esta es la última Arrastrándose entonces por el hora que yo veo la luz. suelo, trepando y bajando de los Pero con gran sorpresa suya, la palitos y piedritas, que le parecían culebra no solamente no la devoró montañas, llegó a la puerta de la sino que le dijo: —¿qué tal, abejita? No colmena, a tiempo que comenzaban a has de ser muy trabajadora para estar caer frías gotas de lluvia. aquí a estas horas. —¡Ay, mi Dios! —clamó la desamparada—. Va a llover, y me voy a Plan Lector 2011 Lectura Nº 01
—Es cierto —murmuró la abeja—. Salió un instante afuera, tan
No trabajo, y yo tengo la culpa. velozmente que la abeja no tuvo —Siendo así —agregó la culebra, tiempo de nada. Y volvió trayendo una burlona—, voy a quitar del mundo a cápsula de semillas de eucalipto, de un un mal bicho como tú. Te voy a comer, eucalipto que estaba al lado de la abeja. colmena y que le daba sombra. La abeja, temblando, exclamo Los muchachos hacen bailar como entonces: —¡No es justo eso, no es trompos esas cápsulas, y les llaman justo! No es justo que usted me coma trompitos de eucalipto. porque es más fuerte que yo. Los —Esto es lo que voy a hacer —dijo hombres saben lo que es justicia. la culebra—. ¡Fíjate bien, atención! —¡Ah, ah! —exclamó la culebra, Y arrollando vivamente la cola enroscándose ligero —. ¿Tú crees que alrededor del trompito como un piolín los hombres que les quitan la miel a la desenvolvió a toda velocidad, con ustedes son más justos, grandísima tanta rapidez que el trompito quedó tonta? bailando y zumbando como un loco. —No, no es por eso que nos quitan La culebra se reía, y con mucha la miel —respondió la abeja. razón, porque jamás una abeja ha —¿Y por qué, entonces? hecho ni podrá hacer bailar a un —Porque son más inteligentes. trompito. Pero cuando el trompito, Así dijo la abejita. Pero la culebra que se había quedado dormido se echó a reír, exclamando: zumbando, como les pasa a los —¡Bueno! Con justicia o sin ella, te trompos de naranjo, cayó por fin al voy a comer, apróntate. suelo, la abeja dijo: Y se echó atrás, para lanzarse —Esa prueba es muy linda, y yo sobre la abeja. Pero ésta exclamó: nunca podré hacer eso. —Usted hace eso porque es menos —Entonces, te como —exclamó la inteligente que yo. culebra. —¿Yo menos inteligente que tú, —¡Un momento! Yo no puedo mocosa? —se rió la culebra. hacer eso: pero hago una cosa que —Así es —afirmó la abeja. nadie hace. —Pues bien —dijo la culebra—, —¿Qué es eso? vamos a verlo. Vamos a hacer dos —Desaparecer. pruebas. La que haga la prueba más —¿Cómo? —exclamó la culebra, rara, ésa gana. Si gano yo, te como. dando un salto de sorpresa—. —¿Y si gano yo? —preguntó la ¿Desaparecer sin salir de aquí? abejita. —Sin salir de aquí. —Si ganas tú —repuso su enemiga —¿Y sin esconderte en la tierra? —, tienes el derecho de pasar la noche —Sin esconderme en la tierra. aquí, hasta que sea de día. ¿Te —Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo conviene? haces, te como en seguida — dijo la —Aceptado —contestó la abeja. culebra. La culebra se echó a reír de nuevo, El caso es que mientras el porque se le había ocurrido una cosa trompito bailaba, la abeja había tenido que jamás podría hacer una abeja. Y tiempo de examinar la caverna y había he aquí lo que hizo: visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con Plan Lector 2011 Lectura Nº 01
grandes hojas del tamaño de una la abeja, las hojas se cerraran,
moneda de dos centavos. ocultando completamente al insecto. La abeja se arrimó a la plantita, La inteligencia de la culebra no teniendo cuidado de no tocarla, y dijo había alcanzado nunca a darse cuenta así: de este fenómeno; pero la abeja lo —Ahora me toca a mi, señora había observado, y se aprovechaba de culebra. Me va a hacer el favor de él para salvar su vida. darse vuelta, y contar hasta tres. La culebra no dijo nada, pero Cuando diga "tres", búsqueme por quedó muy irritada con su derrota, todas partes, ¡ya no estaré más! tanto que la abeja pasó toda la noche Y así pasó, en efecto. La culebra recordando a su enemiga la promesa dijo rápidamente:"uno..., dos..., tres", que había hecho de respetarla. y se volvió y abrió la boca cuan grande Fue una noche larga, era, de sorpresa: allí no había nadie. interminable, que las dos pasaron Miró arriba, abajo, a todos lados, arrimadas contra la pared más alta de recorrió los rincones, la plantita, la caverna, porque la tormenta se tanteó todo con la lengua. Inútil: la había desencadenado, y el agua abeja había desaparecido. entraba como un río adentro. La culebra comprendió entonces Hacía mucho frío, además, y que si su prueba del trompito era muy adentro reinaba la oscuridad más buena, la prueba de la abeja era completa. De cuando en cuando la simplemente extraordinaria. ¿Qué se culebra sentía impulsos de lanzarse había hecho?, ¿dónde estaba? sobre la abeja, y ésta creía entonces No había modo de hallarla. llegado el término de su vida. —¡Bueno! —exclamó por fin—. Me Nunca, jamás, creyó la abejita que doy por vencida. ¿Dónde estás? una noche podría ser tan fría, tan Una voz que apenas se oía —la voz larga, tan horrible. Recordaba su vida de la abejita— salió del medio de la anterior, durmiendo noche tras noche cueva. en la colmena, bien calentita, y lloraba —¿No me vas a hacer nada? —dijo entonces en silencio. la voz—. ¿Puedo contar con tu Cuando llegó el día, y salió el sol, juramento? porque el tiempo se había compuesto, —Sí —respondió la culebra—. Te lo la abejita voló y lloró otra vez en juro. ¿Dónde estás? silencio ante la puerta de la colmena —Aquí —respondió la abejita, hecha por el esfuerzo de la familia. Las apareciendo súbitamente de entre una abejas de guardia la dejaron pasar sin hoja cerrada de la plantita. decirle nada, porque comprendieron ¿Qué había pasado? Una cosa muy que la que volvía no era la paseandera sencilla: la plantita en cuestión era haragana, sino una abeja que había una sensitiva, muy común también hecho en sólo una noche un duro aquí en Buenos Aires, y que tiene la aprendizaje de la vida. particularidad de que sus hojas se Así fue, en efecto. En adelante, cierran al menor contacto. Solamente ninguna como ella recogió tanto polen que esta aventura pasaba en Misiones, ni fabricó tanta miel. Y cuando el donde la vegetación es muy rica, y por otoño llegó, y llegó también el término lo tanto muy grandes las hojas de las de sus días, tuvo aún tiempo de dar sensitivas. De aquí que al contacto de Plan Lector 2011 Lectura Nº 01
una última lección antes de morir a las
jóvenes abejas que la rodeaban: —No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, sí hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche. Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos —la felicidad de todos— es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.