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* Universidad de Granada.
según Heidegger, conforman lo no-dicho. De Lo aporético y la cuestión del sentido
ese cariz que poseen, según Deleuze, las
preguntas-problema que dinamizan al pensar Con la primera noción me estoy refiriendo a una
inmanentemente sin agotarse en las ontología del sentido que persiste a través de
respuestas (Deleuze, 1993). O, por decirlo vigorosas transfiguraciones. Su momento
con Merleau-Ponty, de las cuestiones fundacional se encuentra en la fenomenología
inherentes a la posición interrogante, husserliana. Lo real, desde esta perspectiva, es
cuestiones informulables que vertebran fenómeno de sentido. Quiere decir esto que no
reticular y subterráneamente el campo de es separable de la significatividad que cobra en
juego en el que otras cuestiones formulables la vivencia, en la esfera del mundo de la vida.
y precisas se hacen posibles en cuanto Lo real es directa e inmediatamente
jugadas concretas (Merleau-Ponty, 1970, 135 significatividad, modo de ser, de presentarse.
ss.; Waldenfels, 1995, cap. 10). Que se le atribuya, además, el carácter del
fenómeno implica que no es acotable en la
Nuestra hipótesis, expresada de un modo forma de un contenido estático, sino que
sucinto, es que el magma interrogante que nutre coincide con el movimiento mismo del
nuestra época está impregnado, al menos, por la mostrarse, con la dimensión dinámica del
aprehensión de lo aporético como la fuerza aparecer como. Se trata, así, simultáneamente
dinamizadora del presente. El pensamiento del de una ontología del acontecimiento. Como he
siglo XX propende intensamente a interrogar al intentado mostrar en otro lugar (Sáez Rueda,
mundo desde el hechizo oculto del polemos: en 2001), esta ontología recorre el siglo XX
lo fundamental indaga una guerra intestina y se solapada bajo diversas máscaras o agazapada en
dirige a ella con la vocación de reconstruirla campo enemigo. Se desplaza y torsiona en la
como una instancia aporética, a la que, bien analítica heideggeriana de la existencia y en el
para exocizarla, bien para reclamarla, reconoce movimiento hermenéutico que ésta precipitó.
como inexorable. Pues en este nuevo paraje el mundo sigue
siendo acontecer de sentido, pero no como
Hay que apresurarse a señalar que lo aporético fenómeno que da testimonio de sí ante la
no se reduce a una relación excluyente entre conciencia trascendental, sino como apertura de
opuestos. Implica la idea de una inmanencia horizontes de comprensión desde la existencia
que los enlaza. Esta inmanencia es susceptible prerreflexiva. Un desplazamiento semejante
de ser expresada de formas diversas: un experimenta esta ontología en la fenomenología
elemento es interno al otro, anida en su seno francesa del cuerpo, en la que el acontecimiento
como una especie de contrapotencia; o bien: es de sentido se hace depender del encuentro
su envés, su cara oculta sin la cual no adquiriría carnal con el mundo. Incluso en el pensamiento
rostro. En cualquier caso, lo aporético hace de la diferencia francés y en la filosofía
frente de modo paradójico al dualismo: dos ilustrada del diálogo, como señalaré más
instancias reclaman ser discernibles una adelante, subsiste e insiste.
respecto a y contra la otra, pero son acogidas en
un movimiento único sin disolverlas. Me Pues bien, en el trazado íntimo de esta ontología
gustaría mostrar a continuación la abrumadora versátil encontramos lo aporético
fuerza con la que esta experiencia de lo conformándola y asistiéndola. Esto se hace
aporético apela a la filosofía del siglo XX y patente en la extraña y fascinante forma en que
configura lo que hemos llamado su posición pone en juego los tradicionales polos del sujeto
interrogante. Y ello, además, valiéndome del y el objeto. La correlación que Husserl
prisma de una oposición que se revelará, ella establecía entre conciencia constituyente y
misma, aporética: la que existe entre las mundo constituido es un vivo ejemplar de lo
nociones de sentido y validez. aporético. Salta a la vista que se trata de dos
contrapotencias que actúan recíproca y
simultáneamente como pasivas y activas entre
sí. Lo real es, por una parte, constituido desde la en el templo sagrado de la comprensión para
esfera viviente del mundo de la vida pero, por hacerlo implosionar, de forma que
otra parte y al mismo tiempo, es la cosa misma reconozcamos que lo que allí está llamado a
que se muestra desde sí y que reclama una comparecer toma acto de presencia a condición
mirada precisa. Desde el ángulo inverso, el de desvanecerse. Así, para Derrida, la
mundo subjetivo resulta activamente dimensión dinámica y emergente de la fuerza
constituyente del objeto y, sin embargo, pasivo significante, que en Heidegger asume el carácter
respecto a él, pues, en cuanto campo de de un desvelamiento, porta en su propio
experiencia, emerge a condición de aprehender movimiento el paradójico destino de su
la cosa misma y dejarse afectar por el sentido anulación, de su declive. A través de esa
que ella encarna. Cada uno de estos polos, pues, sobrepuja hiperbólica del heideggerianismo, el
es un opuesto inmanente al otro. Más aún: es él presentarse del sentido se reconoce transido
mismo y el otro. por la ineludible simultaneidad de la
presencia, en la que no puede dejar de
Pero esta correlación aporética queda culminar y arruinarse. Toda presencia
sostenida en la inflexión que de la presupone una profundidad vertical y
fenomenología efectúan Heidegger, Merleau- dionisíaca de fuerza significante, pero al
Ponty o la hermenéutica gadameriana. En el mismo tiempo la colapsa, dado que
mundo de la vida prelógico, el ser del ente se constituye una instancia apolínea,
revela como aquello que es comprensible estabilizante y horizontalmente
sólo desde el proyecto anticipador y estructuradora (Derrida, 1989). Una nueva
constituyente del existente o el intérprete y, máscara de lo aporético se experimenta, así,
al mismo tiempo, como acontecimiento de desde otra experiencia interrogante: aquella
autopresentación o autodesvelamiento. Al que queda hechizada por el inextinguible
unísono, el Da-sein, el sujeto carnal o el conjuro entre presencia y despresencia,
intérprete se entienden como lugar desde el sentido y sin-sentido, dos elementos que no
cual es abierto el horizonte de sentido, el operan como contrarios discernibles por
mundo, y simultáneamente como receptores separado, sino como dos procesos
de una demanda silenciosa que proviene del heterogéneos que se interpenetran en un
mundo mismo: el requerimiento del ser mismo movimiento y trazan, así, su inherente
(Heidegger, 1930), las interpelaciones de la conformación diferencial. El concepto de
situación a la que pertenece el sujeto diferencia que Lyotard esgrime (1988), así
(Merleau-Ponty, 1975, parte III) o la como el de síntesis disyunta con el que
apelación de la cosa misma que ha de ser Deleuze gusta operar (1988), se prestan a un
interpretada (Gadamer, 1977, paragr. 9). análisis similar.
Asistimos, en estos casos, a una experiencia
de la relación aporética entre comprensión y
escucha, autoproyección e interpelación, Lo aporético y la cuestión
actividad y pasividad. de la validez
Al situarnos en el espacio de la Hasta ahora me he referido a las vicisitudes
postmodernidad, como anunciábamos, la experimentadas por la problemática del sentido.
ontología del sentido y del acontecimiento, Hay que señalar que este recorrido del siglo XX
insiste o subsiste, aunque en el seno de una está entreverado con otro cuyo emblema es el
irreverencia extrema que transfigura las aporías d el a“ v alidez” .Set rat
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que antes la dinamizaban. El pensamiento kantiana, la de la justificación del conocimiento,
francés de la diferencia, en efecto, no segrega la quaestio iuris. Este vector se despliega, sobre
dicha ontología, sino que ejerce algo así como todo, en la Escuela de Francfort y en sus
una profanación, es decir, una demolición desde seguidores actuales, los pensadores de la
su interior. El pensador ultramoderno se sitúa
filosofía dialógica, Habermas y Apel. Me Idéntico. Finalmente, en este campo de juego,
gustaría mostrar qué tipo de transfiguración encontró el francfortiano una motivación en la
experimenta en este caso el encuentro con lo experiencia de la injusticia y del sufrimiento,
aporético. una experiencia, por cierto, también aporética,
El aludido encuentro posee, al menos, dos como hace patente la famosa sentencia de
versiones en el campo de juego de la primera Be nj
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generación francfortiana. La primera de ellas de esperanza nos es dada la esperan za”( Cfr.
está inserta ya en la perspectiva central de la Marcuse, 1981, 286).
Daléctica de la Ilustración (Adorno
/Horkheimer, 1947). Lo que obsesiona a los Hasta aquí el movimiento ilustrado se ha
miembros de la escuela es la percepción de un mantenido fiel al polemos, ha afirmado la
acontecimiento aporético que canaliza la vida aporía. Pero es preciso señalar que con el
de Occidente. La Ilustración, que pretende movimiento ulterior, el que protagonizan
liberar al hombre de los poderes heterónomos y Habermas y Apel, el escenario cambia
de la fuerza terrorífica del mito, recae, en virtud cualitativamente. El encuentro con lo aporético
de su propensión interna, en lo opuesto: en la persiste, pero fundamentalmente como un
esclavitud del hombre respecto a la razón comienzo al que es preciso domesticar. Una
técnico-estratégica, esa racionalidad del sistema tensión ineludible entre opuestos conforma la
total que somete e integra en su seno a toda interioridad del Logos, según los autores: la
resistencia y que reproduce el terror mítico en la tensión entre la centricidad de la pertenencia al
forma de una fuerza ciega, independizada de la mundo y la ex-centricidad de la distancia
voluntad humana. La vocación liberadora del reflexiva; entre apertura de sentido (histórica,
Logos conduce desde sí (y no en virtud de una contingente) y la justificación de la validez (que
fuerza externa) al poder coactivo. Este aporético ha de realizarse en el discurso argumentativo y
destino de Occidente, además, sólo admite una que posee condiciones universales de
resistencia, ella misma, aporética. Ante la posibilidad); entre facticidad mundana y esa
totalización de esa fuerza totalitaria, el crítico se idealidad anticipada que constituye la
aproxima al trágico. Sólo puede hacer uso de comunidad ideal de comunicación (Apel, 1993;
una contrapotencia no idéntica a sí misma: una Habermas, 2000). Ahora bien, como intenté
razón impoluta que no puede dejar de ser mostrar en otra parte (Sáez Rueda, 1994), esta
invocada y que, al unísono, resulta innombrable. tensión originaria está condenada a ser disuelta
Y en esa tesitura del pensamiento negativo se ve progresivamente: el progreso infinito hacia el
compelido a combatir al demonio con el fuego. ideal contrafáctico lleva el signo de una
Si la razón ilustrada es aporética, el desafío ha aproximación asintótica a un acuerdo final, que
de serlo también. Ninguna expresión como la es, al mismo tiempo, una justificación definitiva
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o ” de la validez y una comprensión diáfana del
traduce mejor ese prurito. Como dice Adorno, sentido.
el filósofo ha de utilizar la astucia socrática,
debe dar la palabra al fenómeno que anhela Así pues, ni siquiera en la filosofía del diálogo
desahuciar, describir su telos oculto, su el encuentro con lo aporético se ausenta como
vocación inmanente, y en un golpe de gracia, motor interrogante, fuerza que moviliza al
demostrar que esa vocación y esa teleología pensamiento. Ocurre, más bien, que en este
generan su opuesto (Adorno, 1975, 148 s.). La caso, no es afirmado como inexorable o
segunda perspectiva a la que quería referirme se productivo, sino experimentado como un modo
expresa con rotundo vigor en la Dialéctica de ser de lo real que trabaja al servicio de lo no-
negativa de Adorno: el concepto, que es aporético, de la autoconsistencia, autoidentidad
condición de posibilidad del conocimiento, es, o conmensuración universal. El procedimiento
al unísono, su condición de imposibilidad. Pues que los ilustrados proponen como
la lógica identitaria de lo conceptual segrega lo fundamentación del Logos dialógico constituye
concreto, irrepetible y no subsumible, lo No- la más vívida prueba de ello. Los rasgos de
dicha racionalidad, en efecto, aparecen como i
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universales cuya negación implica o
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ri
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1997,64
;cf
r.
11-69).
contradicción performativa.