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El horizonte aporético

de la filosofía actual: apelación al


pensamiento español
LUIS SÁEZ RUEDA*

as emblemáticas e insistentes llamadas predominantes. Pues nos parece que es

L del pensamiento español a vincular el


pensar o el existir y la circunstancia
(Ortega, Julián Marías, entre tantos
otros) invitan a reflexionar sobre la
necesario descubrir la problematicidad central
de ésta para vislumbrar que yace en ella una
apelación a que el pensamiento español incida
en el campo de juego de modo original.
circunstancia en la que se encuenta la filosofia
en el contexto general europeo. Si echamos un
vistazo a su horizonte general actual, La vocación aporética de la filosofía
encontraremos un fuerte aliciente para la actual, en el campo ontológico
tradición española, que se muestra, a la luz de
e s
a ,s u“ c i
rcunstanciae urop ea”,e nu nb ue n Perseguir lo esencial en el actual escenario
momento para elevar su pertinencia, su fuerza, del pensamiento implica descender hacia las
su valor potencial. Ésta es la tesis global que preguntas nucleares que lo recorren y
pretendo poner a prueba mediante las siguientes auscultar el modo en que articulan desde el
reflexiones. El lector me permitirá que la fondo el tamiz de las soluciones. Tales
reflexión se centre en el análisis de la preguntas no son, por supuesto, las explícitas.
trayectoria alemana y francesa, sobre todo, hoy Se trata de ese tipo de preguntas tácitas que,

* Universidad de Granada.
según Heidegger, conforman lo no-dicho. De Lo aporético y la cuestión del sentido
ese cariz que poseen, según Deleuze, las
preguntas-problema que dinamizan al pensar Con la primera noción me estoy refiriendo a una
inmanentemente sin agotarse en las ontología del sentido que persiste a través de
respuestas (Deleuze, 1993). O, por decirlo vigorosas transfiguraciones. Su momento
con Merleau-Ponty, de las cuestiones fundacional se encuentra en la fenomenología
inherentes a la posición interrogante, husserliana. Lo real, desde esta perspectiva, es
cuestiones informulables que vertebran fenómeno de sentido. Quiere decir esto que no
reticular y subterráneamente el campo de es separable de la significatividad que cobra en
juego en el que otras cuestiones formulables la vivencia, en la esfera del mundo de la vida.
y precisas se hacen posibles en cuanto Lo real es directa e inmediatamente
jugadas concretas (Merleau-Ponty, 1970, 135 significatividad, modo de ser, de presentarse.
ss.; Waldenfels, 1995, cap. 10). Que se le atribuya, además, el carácter del
fenómeno implica que no es acotable en la
Nuestra hipótesis, expresada de un modo forma de un contenido estático, sino que
sucinto, es que el magma interrogante que nutre coincide con el movimiento mismo del
nuestra época está impregnado, al menos, por la mostrarse, con la dimensión dinámica del
aprehensión de lo aporético como la fuerza aparecer como. Se trata, así, simultáneamente
dinamizadora del presente. El pensamiento del de una ontología del acontecimiento. Como he
siglo XX propende intensamente a interrogar al intentado mostrar en otro lugar (Sáez Rueda,
mundo desde el hechizo oculto del polemos: en 2001), esta ontología recorre el siglo XX
lo fundamental indaga una guerra intestina y se solapada bajo diversas máscaras o agazapada en
dirige a ella con la vocación de reconstruirla campo enemigo. Se desplaza y torsiona en la
como una instancia aporética, a la que, bien analítica heideggeriana de la existencia y en el
para exocizarla, bien para reclamarla, reconoce movimiento hermenéutico que ésta precipitó.
como inexorable. Pues en este nuevo paraje el mundo sigue
siendo acontecer de sentido, pero no como
Hay que apresurarse a señalar que lo aporético fenómeno que da testimonio de sí ante la
no se reduce a una relación excluyente entre conciencia trascendental, sino como apertura de
opuestos. Implica la idea de una inmanencia horizontes de comprensión desde la existencia
que los enlaza. Esta inmanencia es susceptible prerreflexiva. Un desplazamiento semejante
de ser expresada de formas diversas: un experimenta esta ontología en la fenomenología
elemento es interno al otro, anida en su seno francesa del cuerpo, en la que el acontecimiento
como una especie de contrapotencia; o bien: es de sentido se hace depender del encuentro
su envés, su cara oculta sin la cual no adquiriría carnal con el mundo. Incluso en el pensamiento
rostro. En cualquier caso, lo aporético hace de la diferencia francés y en la filosofía
frente de modo paradójico al dualismo: dos ilustrada del diálogo, como señalaré más
instancias reclaman ser discernibles una adelante, subsiste e insiste.
respecto a y contra la otra, pero son acogidas en
un movimiento único sin disolverlas. Me Pues bien, en el trazado íntimo de esta ontología
gustaría mostrar a continuación la abrumadora versátil encontramos lo aporético
fuerza con la que esta experiencia de lo conformándola y asistiéndola. Esto se hace
aporético apela a la filosofía del siglo XX y patente en la extraña y fascinante forma en que
configura lo que hemos llamado su posición pone en juego los tradicionales polos del sujeto
interrogante. Y ello, además, valiéndome del y el objeto. La correlación que Husserl
prisma de una oposición que se revelará, ella establecía entre conciencia constituyente y
misma, aporética: la que existe entre las mundo constituido es un vivo ejemplar de lo
nociones de sentido y validez. aporético. Salta a la vista que se trata de dos
contrapotencias que actúan recíproca y
simultáneamente como pasivas y activas entre
sí. Lo real es, por una parte, constituido desde la en el templo sagrado de la comprensión para
esfera viviente del mundo de la vida pero, por hacerlo implosionar, de forma que
otra parte y al mismo tiempo, es la cosa misma reconozcamos que lo que allí está llamado a
que se muestra desde sí y que reclama una comparecer toma acto de presencia a condición
mirada precisa. Desde el ángulo inverso, el de desvanecerse. Así, para Derrida, la
mundo subjetivo resulta activamente dimensión dinámica y emergente de la fuerza
constituyente del objeto y, sin embargo, pasivo significante, que en Heidegger asume el carácter
respecto a él, pues, en cuanto campo de de un desvelamiento, porta en su propio
experiencia, emerge a condición de aprehender movimiento el paradójico destino de su
la cosa misma y dejarse afectar por el sentido anulación, de su declive. A través de esa
que ella encarna. Cada uno de estos polos, pues, sobrepuja hiperbólica del heideggerianismo, el
es un opuesto inmanente al otro. Más aún: es él presentarse del sentido se reconoce transido
mismo y el otro. por la ineludible simultaneidad de la
presencia, en la que no puede dejar de
Pero esta correlación aporética queda culminar y arruinarse. Toda presencia
sostenida en la inflexión que de la presupone una profundidad vertical y
fenomenología efectúan Heidegger, Merleau- dionisíaca de fuerza significante, pero al
Ponty o la hermenéutica gadameriana. En el mismo tiempo la colapsa, dado que
mundo de la vida prelógico, el ser del ente se constituye una instancia apolínea,
revela como aquello que es comprensible estabilizante y horizontalmente
sólo desde el proyecto anticipador y estructuradora (Derrida, 1989). Una nueva
constituyente del existente o el intérprete y, máscara de lo aporético se experimenta, así,
al mismo tiempo, como acontecimiento de desde otra experiencia interrogante: aquella
autopresentación o autodesvelamiento. Al que queda hechizada por el inextinguible
unísono, el Da-sein, el sujeto carnal o el conjuro entre presencia y despresencia,
intérprete se entienden como lugar desde el sentido y sin-sentido, dos elementos que no
cual es abierto el horizonte de sentido, el operan como contrarios discernibles por
mundo, y simultáneamente como receptores separado, sino como dos procesos
de una demanda silenciosa que proviene del heterogéneos que se interpenetran en un
mundo mismo: el requerimiento del ser mismo movimiento y trazan, así, su inherente
(Heidegger, 1930), las interpelaciones de la conformación diferencial. El concepto de
situación a la que pertenece el sujeto diferencia que Lyotard esgrime (1988), así
(Merleau-Ponty, 1975, parte III) o la como el de síntesis disyunta con el que
apelación de la cosa misma que ha de ser Deleuze gusta operar (1988), se prestan a un
interpretada (Gadamer, 1977, paragr. 9). análisis similar.
Asistimos, en estos casos, a una experiencia
de la relación aporética entre comprensión y
escucha, autoproyección e interpelación, Lo aporético y la cuestión
actividad y pasividad. de la validez
Al situarnos en el espacio de la Hasta ahora me he referido a las vicisitudes
postmodernidad, como anunciábamos, la experimentadas por la problemática del sentido.
ontología del sentido y del acontecimiento, Hay que señalar que este recorrido del siglo XX
insiste o subsiste, aunque en el seno de una está entreverado con otro cuyo emblema es el
irreverencia extrema que transfigura las aporías d el a“ v alidez” .Set rat
ad el ap roble
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que antes la dinamizaban. El pensamiento kantiana, la de la justificación del conocimiento,
francés de la diferencia, en efecto, no segrega la quaestio iuris. Este vector se despliega, sobre
dicha ontología, sino que ejerce algo así como todo, en la Escuela de Francfort y en sus
una profanación, es decir, una demolición desde seguidores actuales, los pensadores de la
su interior. El pensador ultramoderno se sitúa
filosofía dialógica, Habermas y Apel. Me Idéntico. Finalmente, en este campo de juego,
gustaría mostrar qué tipo de transfiguración encontró el francfortiano una motivación en la
experimenta en este caso el encuentro con lo experiencia de la injusticia y del sufrimiento,
aporético. una experiencia, por cierto, también aporética,
El aludido encuentro posee, al menos, dos como hace patente la famosa sentencia de
versiones en el campo de juego de la primera Be nj
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generación francfortiana. La primera de ellas de esperanza nos es dada la esperan za”( Cfr.
está inserta ya en la perspectiva central de la Marcuse, 1981, 286).
Daléctica de la Ilustración (Adorno
/Horkheimer, 1947). Lo que obsesiona a los Hasta aquí el movimiento ilustrado se ha
miembros de la escuela es la percepción de un mantenido fiel al polemos, ha afirmado la
acontecimiento aporético que canaliza la vida aporía. Pero es preciso señalar que con el
de Occidente. La Ilustración, que pretende movimiento ulterior, el que protagonizan
liberar al hombre de los poderes heterónomos y Habermas y Apel, el escenario cambia
de la fuerza terrorífica del mito, recae, en virtud cualitativamente. El encuentro con lo aporético
de su propensión interna, en lo opuesto: en la persiste, pero fundamentalmente como un
esclavitud del hombre respecto a la razón comienzo al que es preciso domesticar. Una
técnico-estratégica, esa racionalidad del sistema tensión ineludible entre opuestos conforma la
total que somete e integra en su seno a toda interioridad del Logos, según los autores: la
resistencia y que reproduce el terror mítico en la tensión entre la centricidad de la pertenencia al
forma de una fuerza ciega, independizada de la mundo y la ex-centricidad de la distancia
voluntad humana. La vocación liberadora del reflexiva; entre apertura de sentido (histórica,
Logos conduce desde sí (y no en virtud de una contingente) y la justificación de la validez (que
fuerza externa) al poder coactivo. Este aporético ha de realizarse en el discurso argumentativo y
destino de Occidente, además, sólo admite una que posee condiciones universales de
resistencia, ella misma, aporética. Ante la posibilidad); entre facticidad mundana y esa
totalización de esa fuerza totalitaria, el crítico se idealidad anticipada que constituye la
aproxima al trágico. Sólo puede hacer uso de comunidad ideal de comunicación (Apel, 1993;
una contrapotencia no idéntica a sí misma: una Habermas, 2000). Ahora bien, como intenté
razón impoluta que no puede dejar de ser mostrar en otra parte (Sáez Rueda, 1994), esta
invocada y que, al unísono, resulta innombrable. tensión originaria está condenada a ser disuelta
Y en esa tesitura del pensamiento negativo se ve progresivamente: el progreso infinito hacia el
compelido a combatir al demonio con el fuego. ideal contrafáctico lleva el signo de una
Si la razón ilustrada es aporética, el desafío ha aproximación asintótica a un acuerdo final, que
de serlo también. Ninguna expresión como la es, al mismo tiempo, una justificación definitiva
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o ” de la validez y una comprensión diáfana del
traduce mejor ese prurito. Como dice Adorno, sentido.
el filósofo ha de utilizar la astucia socrática,
debe dar la palabra al fenómeno que anhela Así pues, ni siquiera en la filosofía del diálogo
desahuciar, describir su telos oculto, su el encuentro con lo aporético se ausenta como
vocación inmanente, y en un golpe de gracia, motor interrogante, fuerza que moviliza al
demostrar que esa vocación y esa teleología pensamiento. Ocurre, más bien, que en este
generan su opuesto (Adorno, 1975, 148 s.). La caso, no es afirmado como inexorable o
segunda perspectiva a la que quería referirme se productivo, sino experimentado como un modo
expresa con rotundo vigor en la Dialéctica de ser de lo real que trabaja al servicio de lo no-
negativa de Adorno: el concepto, que es aporético, de la autoconsistencia, autoidentidad
condición de posibilidad del conocimiento, es, o conmensuración universal. El procedimiento
al unísono, su condición de imposibilidad. Pues que los ilustrados proponen como
la lógica identitaria de lo conceptual segrega lo fundamentación del Logos dialógico constituye
concreto, irrepetible y no subsumible, lo No- la más vívida prueba de ello. Los rasgos de
dicha racionalidad, en efecto, aparecen como i
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universales cuya negación implica o
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1997,64
;cf
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11-69).
contradicción performativa.

Apelación a la tradición española


La vocación aporética de la filosofía
actual en el ámbito de la crítica La aprehensión de lo aporético en lo real ha sido
pieza clave del pensamiento español. Baste
Pero esto no es todo. Esta ontología aporética mencionar el espíritu trágico cervantino, tan
del acontecimiento-sentido ha dado lugar a un unido a la captación del conflicto inevitable e
diagnóstico del siglo XX cuya estructura es, de insoluble. El mundo de Cervantes nos obliga a
nuevo, la de la aporía. Husserl describe la ruina asistir a un orden amenazado desde sí mismo
del presente como una usurpación del mundo de por la disolución, a una incomposibilidad entre
la vida a manos de la ciencia objetivante. Al hombre y mundo en virtud del cual la razón la
mismo tiempo, desea mostrar en qué medida lleva el loco: un héroe que no disuelve o
semejante expolio lleva en sí su propia domestica la tensión, sino que se hace
au todestrucción.“ Me rasc ienciasd eh ec ho s afirmando precisamente su destino trágico. Un
‘se nt
e nci
a ’h acenme rosh omb resd eh ech os ” mismo prurito conduce a Unamuno a descubrir
(Husserl, 1991, 6). Esta claudicación del la dynamis trágica del hombre de carne y hueso.
hombre y de la vida en virtud de su propia Todos los lectores de Unamuno hemos asistido
autoafirmación positivista es conducida por a sus continuas descripciones de la situación del
Heidegger al paroxismo de la autoinmolación hombre como la tensión inherente a la finitud
del Da-sein en la era de la técnica. Es esta era del acto de ser, siempre yecto en lo que ella
lad e l“ má ximo p eligr
o ”.En p rime rl u gar, reclama, y la determinación por ser-se, por
porque la voluntad de dominio técnico sobre el hacer por ser. Esta conformación tensional, que
mundo genera su otro diabólico: el dominio del recuerda la aporía descrita más arriba, a nivel
mundo técnico, ahora global e indisponible, ontológico, entre constitución y escucha o
sobre el destino del hombre, ahora más desnudo demanda, se repite incluso en una filosofía que,
y más distante de sí que nunca. En segundo como la de Ortega, reniega del talante agónico-
lugar, porque la apertura de sentido en que trágico: también ahí emerge como horizonte
consiste la técnica amenaza con arrebatarle al central la tensión entre la circunstancia, a la que
Da-sein, precisamente, su autocomprensión hay que rendir cuentas y el afronte creativo con
como apertura. Tal es la insistencia del motivo ella. En este sentido, gran parte de la tradición
aporético en ese diagnóstico, que para el española no sólo puede comprender muy bien,
filósofo alemán ya sólo nos cabe esperar una desde sí, la tesitura del resto de la europea, sino
salida que posee la forma de una aporía: esa que extraer de su larga experiencia por una senda
expresa Hölderlin en sus bellos versos Donde tan semejante aportaciones novedosas.
está el máximo peligro crece lo salvador
(Heidegger, 1962). Y si hubiese espacio para Pero hay razón fundamental para pensar que la
ello, se podría mostrar con qué fuerza penetra conformación aporética de la filosofía actual
este mismo motivo en la crítica del pensador de apela a la tradición española. La presentaré aquí
la diferencia. Se trata allí, por ejemplo, de sólo en forma de esbozo, a falta de tiempo y
desconstruir el Logocentrismo mostrando la espacio para detallar los argumentos que me he
aporética diferencial que lo atraviesa. Así, esforzado por esgrimir en otro lugar y cuya
Derrida analiza las aporías internas a la justicia, consolidación persigo en la actualidad (Sáez
en la medida en que implica reglar mediante un Rueda, 2002b). Atañe a la relación entre los dos
patrón lo irreglable por antonomasia, el caso motivos auscultados en el interior de la filosofía
particular. También la solución posee aquí la continental, el del sentido y el de la validez. La
impronta del conflicto: la aporía mencionada es diferencia, en este caso, corre el riesgo de
convertirse, no en una indiferencia, sino en una
oposición simple y maniquea. La ontología del vida, o incapaces para generar desde ese
sentido, por un lado, se inclina a reducir los magma, no ya sólo discursos correctos e
procesos de justificación o validación en los de igualitarios, sino, más allá, nuevas formas de
comprensión o génesis del sentido, discurso, audaces e innovadoras maneras de
considerándolos como una dimensión comprender y comprenderse. Patología hay, no
“d erivada”r e sp ectoae st
aú lt
ima .Loi nverso sólo allí donde existe impotencia respecto al
ocurre en el oponente, en la corriente ilustrada, juego de preguntas y respuestas que se
en la que los procesos de apertura de mundo despliegan en el plano horizontal del argumento
quedan supeditados y domesticados respecto a reflexivo y de la polémica discursiva, sino
los de acreditación judicativa o discursiva también donde se ha ausentado o ha disminuido
(como hemos señalado más arriba). Surge la la fuerza necesaria para acoger el poder
pregunta de si no debe reconocerse la aporía apelativo de lo que llamamos posición
productiva como la verdadera ligazón entre interrogante. Y este tipo de ausencias, de
ambos motivos. En realidad, entre la génesis del desvanecimientos, de impotencias, es lo que,
sentido y la validación judicativa, entre la según creo, testimonia con más fuerza nuestro
centricidad de la pertenencia al mundo y la presente.
excentricidad del distanciamiento reflexivo,
entre vida prerreflexiva y conciencia, existe, a Pues bien, si quisiéramos discurrir por esta
mi juicio, una mutua imbricación, una recíproca senda o por otra distinta, pero en cualquier caso
inmanencia que no diluye la diferencia. El más allá del doble reduccionismo de nuestros
primero de los procesos (el céntrico) está contemporáneos europeos, ¿no deberíamos
presupuesto en el otro como nervadura o rescatar la fuerza del pensamiento español? Dos
articulación intensiva. El segundo (excéntrico) modelos, al menos, resultan aquí apelados. En
depende del primero, como una jugada respecto primer lugar, el modelo trágico unamuniano,
al campo de juego, pero posee un poder propio que pretende afrontar la crisis de la razón
que le permite, retroactivamente, cambiar el convirtiendo en condición de nuestra vida
espectáculo de sus condiciones de surgimiento, espiritual y, por tanto, en potencia productiva, la
en las que, por lo demás, está ya en germen o en tensión y la guerra entre lo ideal y lo fáctico, la
estado naciente. No puedo ahora mostrar por razón y el corazón, lo finito y lo infinito. El otro
qué esta imbricación aporética no es susceptible modelo es el orteguiano, en el que la vida
de superación en una síntesis, sino que humana se manifiesta como incoativamente
constituye un mismo movimiento, transido por racional y la razón implícitamente vital.
un litigio inexorable e insuperable. Pero me Modelo, este último, reflexivo (utilizo aquí el
gustaría ilustrar qué tipo de efectos podría lúcido trabajo: Cerezo, P., 1998), en el que la
producir una concepción como ésta. En conciencia ejecutiva de participación en ser y la
particular, abriría, me parece, la posibilidad de conciencia objetivadora no se oponen
una crítica filosófica que tendría que atender trágicamente, pero se diferencian y se enlazan
simultáneamente a dos tipos de patologías: las productivamente mediante el circuito interno
que afectan a la ex-centricidad y las que se que propicia la reflexión. Volver a las fuentes
internan en el corazón de la centricidad. Para de esta tradición y a los que la han fortalecido
finalizar con un ejemplo, no basta con indagar (Además de mi querido maestro P. Cerezo, hay
las distorsiones de la racionalidad discursiva o muchos en el elenco... El caso del profesor
la carencia de autonomía en un sentido Julián Marías merece un inexcusable elogio
kantiano. Una sociedad o un individuo ahora, cuando se aproxima a su 90
enfermos son también aquella sociedad o aquel cumpleaños), es necesario en este momento
individuo que no son capaces ya de atenerse a propicio del pensamiento español.
sí mismos en el plano prelógico de la
autocomprensión, incapaces de mantenerse en
sí en ese plano heraclíteo y versátil del
acontecimiento de sentido en el mundo de la
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