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Privatización de los servicios sanitarios: el caso de Aguas Barcelona y

Aguas Andinas

1. Sobre el proceso de privatización


Si bien el sector sanitario fue uno de los últimos en ser foco de las políticas neoliberales, la
Dictadura logró amarrar en 1988, mediante el DFL N°70, los destinos del acceso al agua potable
y la salubridad. Dicho decreto inició el proceso de privatización garantizando por ley un mínimo
del 7% de rentabilidad para las empresas que se harían cargo del sector. El 19 de enero de 1998
se promulga la Ley 19.549 que profundiza el régimen jurídico que regulaba a los servicios
sanitarios desde 1988 para adecuarlo al nuevo ciclo de privatizaciones iniciado por el entonces
presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Algunos elementos que considerar son: a) la continuidad
de la garantía del 7% de rentabilidad; b) la privatización de casi la totalidad de las empresas
estatales mediante la venta de activos o bajo modelo de concesión. Se venden Esval (V Región)
y Emos (Región Metropolitana). El 2003, se derogó el 35% de participación accionaria que
mantenía el Estado, allanando el camino para la total venta de activos que mantenía en Aguas
Andinas (Región Metropolitana), Esval (Valparaíso), Essbio (O’Higgins y Biobío) y Essal (Los
Lagos). El 2011 Piñera culminó con el proceso de privatización, dejándole solo el 5% de
participación al Estado.
2. El imperio AGBAR
Bajo el marco de reformas estructurales que promocionaron la entrada del capital a sector
sanitario, Chile se constituyó en una mina de oro para una multinacional en particular: la
Sociedad General de Aguas Barcelona (AGBAR S.A), quienes a través de su filial Aguas
Metropolitanas S.A, son los accionistas mayoritarios de Aguas Andinas con un 50,1%. El
directorio de la sanitaria más grande del país lo completan el Banco de Chile, Itau-Corpbanca,
Santander y Bci, quienes conjuntamente suman un 28,69%, la Corporación de Fomento de la
Producción con un 5%, y otros accionistas minoritarios. Dentro del directorio destacamos a
Herman Chadwick Piñera y a Guillermo Pickering (actual presidente de Aguas Andinas),
subsecretario del Ministerio de Obras Publicas en el gobierno de Frei Ruiz-Tagle, y participante
activo del proceso de privatización de los servicios sanitarios. La transnacional AGBAR, además
de ser los accionistas mayoritarios de Aguas Andinas, se instalaron en Chile con una serie de
otras empresas para proveer a Aguas Andinas de diversos bienes y servicios: adquisición de
materiales y servicios de construcción y mantención, sistemas computacionales de facturación,
capacitaciones, desarrollo de planes estratégicos y asesorías a equipos directivos.

Al no pertenecer al sector sanitario, La Ley General de Servicios Sanitarios no permite fiscalizar


a las empresas relacionadas a Aguas Andinas, lo que permitiría al imperio de AGBAR, entre otras
cosas, distribuir las utilidades de sus empresas del sector entre las filiales no reguladas,
impidiendo que se transparenten las reales ganancias. Además de que recursos de las propias
sanitarias, subsidiadas por el Estado, se transfieran a las filiales. Los propios trabajadores de
Aguas Andinas señalan que es habitual que funcionarios de las sanitarias realicen trabajos para
otras empresas de AGBAR (desarrollar propuestas de negocios, capacitaciones, etc.). Por ende,
el gasto de trabajo para otras filiales, al ser sueldos pagados por Aguas Andinas, terminan
asumiéndolo los propios consumidores.
3. Lucro y alza de cuentas
El metro cúbico de Agua en Santiago es más caro que en Lima, Sao paulo, Caracas y Roma.
La SISS indica que la tarifa podría ser más baja, pero el Decreto con Fuerza de Ley N°70,
promulgado en plena dictadura cívico-militar, lo impide. Dicho decreto, destinado a
promover e incentivar el ingreso de capitales privados, garantiza un 7% de ganancias
mínimas para las empresas sanitarias. En 2013, las utilidades de las 25 sanitarias más grandes
del país fueron $261.000 millones, siete veces más que las obtenidas por las ISAPRES el
mismo año. De dicho monto, $116.000 millones (44%) los concentraba Aguas Andinas. El
2013 su rentabilidad alcanzó el 10,6%. Lo anterior sin considerar las utilidades provenientes
de otras empresas del imperio AGBAR. A la par del proceso de privatización de las sanitarias
descrito anteriormente, se percibe el alza de las tarifas que los usuarios pagan mensualmente.
En el año 2000, las ganancias de todas las empresas alcanzaron $86.000 millones. En 2005
fueron $180.000 millones y en 2013 llegaron a $261.000 millones. Particularmente las
utilidades de Aguas Andinas han aumentado considerablemente. Así, en 2002 las utilidades
fueron de $59.523 millones, subiendo el 2012 a $121.738 millones. A pesar de caer el 2013
a $116.675 millones (a causa de multas por cortes de agua), el 2016 llegaron a la suma de
$150576 millones.

A pesar de que todos los fines de mes se efectúa el cobro por los servicios de Aguas Andinas,
pocas claridades existen sobre lo que realmente se está cobrando. Un elemento que explica
esta opacidad es el costo, negociado confidencialmente con la SISS, orientado a producir y
distribuir los 435 mil millones de litros de agua potable (aproximadamente) que llegan a los
usuarios. En segundo lugar, los usuarios pagan un monto para financiar el plan de inversiones
que asegura la continuidad del servicio. Otra fracción de la cuenta estaría destinada a reponer
toda la red, de modo que la sanitaria disponga de los dineros para remplazar la infraestructura
al término de su vida útil. Y en último lugar, pero más importante, el 7% mínimo asegurado
para las utilidades de las sanitarias.
La parte del cobro a los usuarios que está destinada a reponer cañerías y así asegurar que el
sistema siga funcionando, equivale a un total aproximado de US$10 millones ($323
aproximado por cuenta). El pago de la cuenta de agua, en teoría, supondría entonces no tener
problemas con la infraestructura ni menos con el suministro, pero los últimos años ponen en
cuestión la real intención de reinvertir y asegurar el servicio por parte de Aguas Andinas.
Quizás el ejemplo más claro sucedió el 9 de junio de 2016, cuando la avenida Providencia se
transformó en un verdadero río que trajo costos materiales que aún no terminan de calcularse.
Agrava la situación el hecho que el 28 de abril, 42 días antes, la Municipalidad de Providencia
advirtió la aparición de una filtración en el mismo lugar que a la postre se habría producido
la rotura de matriz. Negligencia pura por parte de la Sanitaria, la cual no cumplió
adecuadamente con las medidas comprometidas con el Estado para prevenir el deterioro de
las matrices y restituirlas antes de una rotura. La SISS, en su rol de fiscalizador no actuó a
tiempo, lo que es equivalente a no actuar. Los propios trabajadores señalan que, por los altos
costos que implica reparar, las empresas en vez de reponer matrices y cañerías esperan a que
se rompan o fallen. El modelo de concesiones impide a la SISS fijar a las sanitarias el nivel
de reposición de las redes. Las propias empresas diagnostican el estado de su infraestructura,
por ende, cuánto y qué reponer. En realidad: ¿qué podemos esperar si el proceso de
privatización permite que las empresas funcionen prácticamente fiscalizadas y regidas por sí
mismas?
4. Aguas Andinas y las platas políticas
Por un lado, el mundo privado con sus intereses, y por otro, el sector público. Así al menos
se representa hegemónicamente el escenario de la política nacional. No obstante, los hechos
demuestran que no existe tal línea divisoria, y sus actores no tienen el menor resquemor a la
hora de representar uno u otro interés. La participación de las empresas del grupo AGBAR
en Chile están sujetas a un “código ético”, el cual se basa en los principios de integridad, el
respeto, la honradez y el cumplimiento de las leyes y normativas institucionales. Sobre la
integridad señalan: “la política del grupo consiste en abstenerse de financiar cualquier
actividad política”.
El estallido en 2014 de la trama de “las platas políticas” o “financiamiento ilegal de la
política”, muestra la hipocresía ética y los verdaderos intereses de Aguas Andinas. El pago
de boletas y facturas falsas incluyo a Aguas Andinas como una de las tantas empresas bajo
sospecha. Dentro de algunos de los “beneficiados”-la lista es larga- se encuentran: $430
millones a tres sociedades del abogado Pedro Yaconi, yerno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y
miembro del comité de finanzas de su campaña electoral en 2009; $27 millones a una
sociedad de Pablo Longueira y $53,5 millones a Vox Comunicaciones, empresa querellada
por el SII por recibir dineros de Penta para la campaña presidencial de Laurence Golborne.
Además de $420 millones a diversos centros de pensamiento vinculados a partidos políticos
de derecha y centroizquierda, desde la Fundación Jaime Guzmán (UDI), pasando por el
Instituto Libertad (RN), a Chile 21 (PRO-PS-PPD). Si recordamos la participación del
subsecretario del Ministerio de Obras Públicas, Guillermo Pickering -actual presidente de
Aguas Andinas- en uno de los proyectos de ley que profundizo la privatización de los
servicios sanitarios, el chiste de mal humor se cuenta solo. La línea divisora entre los
organismos públicos y privados no existe. Diversos personeros van de un lado a otro,
defendiendo un solo interés; el del gran empresariado nacional y transnacional.

A modo de conclusión
Proponemos avanzar en reivindicaciones con perspectiva anticapitalista, que den salida hacia
una “socialización y gestión pública y democrática de los bienes comunes”. Creemos que es
necesario pensar momentos. Por ejemplo, la propiedad pública como primer paso para la
propiedad comunitaria. En ese sentido una política orientada en un primer momento a
destrabar el negocio lucrativo del acceso al agua potable y su tratamiento. Eliminar ese 7%
garantizado de utilidades debería ser una primera demanda que nos permita desplegar un
escenario conflictivo. Instalarlo como un debate ideológico-ético. No pueden lucrar con un
bien básico para la subsistencia humana. No será llamativo para los privados un sector en el
cual no existan garantías de utilidades. Otro marco de acción es develar el carácter cómplice
de los servicios de fiscalización estatal. Por tanto, la necesidad urgente de su reconfiguración.
No basta con pedir más fiscalización. No necesitamos que regulen el mercado.

Para lo anterior, es necesaria la articulación de un actor colectivo dispuesto a hacer suya


dichas reivindicaciones. Necesitamos dar cuenta, mediante problemas concretos como lo son
los cortes de agua o el alza de cuentas, de un conflicto ideológico como es el lucro de un bien
común. Por ende, de la necesidad de reapropiarse de él. De eso creemos trata la gestión
pública y democrática; de la capacidad del pueblo trabajador de gestionar democráticamente
el uso y acceso de los bienes comunes que le permiten su propia reproducción.

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