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Aguas Andinas
A pesar de que todos los fines de mes se efectúa el cobro por los servicios de Aguas Andinas,
pocas claridades existen sobre lo que realmente se está cobrando. Un elemento que explica
esta opacidad es el costo, negociado confidencialmente con la SISS, orientado a producir y
distribuir los 435 mil millones de litros de agua potable (aproximadamente) que llegan a los
usuarios. En segundo lugar, los usuarios pagan un monto para financiar el plan de inversiones
que asegura la continuidad del servicio. Otra fracción de la cuenta estaría destinada a reponer
toda la red, de modo que la sanitaria disponga de los dineros para remplazar la infraestructura
al término de su vida útil. Y en último lugar, pero más importante, el 7% mínimo asegurado
para las utilidades de las sanitarias.
La parte del cobro a los usuarios que está destinada a reponer cañerías y así asegurar que el
sistema siga funcionando, equivale a un total aproximado de US$10 millones ($323
aproximado por cuenta). El pago de la cuenta de agua, en teoría, supondría entonces no tener
problemas con la infraestructura ni menos con el suministro, pero los últimos años ponen en
cuestión la real intención de reinvertir y asegurar el servicio por parte de Aguas Andinas.
Quizás el ejemplo más claro sucedió el 9 de junio de 2016, cuando la avenida Providencia se
transformó en un verdadero río que trajo costos materiales que aún no terminan de calcularse.
Agrava la situación el hecho que el 28 de abril, 42 días antes, la Municipalidad de Providencia
advirtió la aparición de una filtración en el mismo lugar que a la postre se habría producido
la rotura de matriz. Negligencia pura por parte de la Sanitaria, la cual no cumplió
adecuadamente con las medidas comprometidas con el Estado para prevenir el deterioro de
las matrices y restituirlas antes de una rotura. La SISS, en su rol de fiscalizador no actuó a
tiempo, lo que es equivalente a no actuar. Los propios trabajadores señalan que, por los altos
costos que implica reparar, las empresas en vez de reponer matrices y cañerías esperan a que
se rompan o fallen. El modelo de concesiones impide a la SISS fijar a las sanitarias el nivel
de reposición de las redes. Las propias empresas diagnostican el estado de su infraestructura,
por ende, cuánto y qué reponer. En realidad: ¿qué podemos esperar si el proceso de
privatización permite que las empresas funcionen prácticamente fiscalizadas y regidas por sí
mismas?
4. Aguas Andinas y las platas políticas
Por un lado, el mundo privado con sus intereses, y por otro, el sector público. Así al menos
se representa hegemónicamente el escenario de la política nacional. No obstante, los hechos
demuestran que no existe tal línea divisoria, y sus actores no tienen el menor resquemor a la
hora de representar uno u otro interés. La participación de las empresas del grupo AGBAR
en Chile están sujetas a un “código ético”, el cual se basa en los principios de integridad, el
respeto, la honradez y el cumplimiento de las leyes y normativas institucionales. Sobre la
integridad señalan: “la política del grupo consiste en abstenerse de financiar cualquier
actividad política”.
El estallido en 2014 de la trama de “las platas políticas” o “financiamiento ilegal de la
política”, muestra la hipocresía ética y los verdaderos intereses de Aguas Andinas. El pago
de boletas y facturas falsas incluyo a Aguas Andinas como una de las tantas empresas bajo
sospecha. Dentro de algunos de los “beneficiados”-la lista es larga- se encuentran: $430
millones a tres sociedades del abogado Pedro Yaconi, yerno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y
miembro del comité de finanzas de su campaña electoral en 2009; $27 millones a una
sociedad de Pablo Longueira y $53,5 millones a Vox Comunicaciones, empresa querellada
por el SII por recibir dineros de Penta para la campaña presidencial de Laurence Golborne.
Además de $420 millones a diversos centros de pensamiento vinculados a partidos políticos
de derecha y centroizquierda, desde la Fundación Jaime Guzmán (UDI), pasando por el
Instituto Libertad (RN), a Chile 21 (PRO-PS-PPD). Si recordamos la participación del
subsecretario del Ministerio de Obras Públicas, Guillermo Pickering -actual presidente de
Aguas Andinas- en uno de los proyectos de ley que profundizo la privatización de los
servicios sanitarios, el chiste de mal humor se cuenta solo. La línea divisora entre los
organismos públicos y privados no existe. Diversos personeros van de un lado a otro,
defendiendo un solo interés; el del gran empresariado nacional y transnacional.
A modo de conclusión
Proponemos avanzar en reivindicaciones con perspectiva anticapitalista, que den salida hacia
una “socialización y gestión pública y democrática de los bienes comunes”. Creemos que es
necesario pensar momentos. Por ejemplo, la propiedad pública como primer paso para la
propiedad comunitaria. En ese sentido una política orientada en un primer momento a
destrabar el negocio lucrativo del acceso al agua potable y su tratamiento. Eliminar ese 7%
garantizado de utilidades debería ser una primera demanda que nos permita desplegar un
escenario conflictivo. Instalarlo como un debate ideológico-ético. No pueden lucrar con un
bien básico para la subsistencia humana. No será llamativo para los privados un sector en el
cual no existan garantías de utilidades. Otro marco de acción es develar el carácter cómplice
de los servicios de fiscalización estatal. Por tanto, la necesidad urgente de su reconfiguración.
No basta con pedir más fiscalización. No necesitamos que regulen el mercado.