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SAMUEL AMARAL / MARIANO BEN PLOTKIN

Compiladores

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PERÓN: DEL EXILIO AL PODER

~8
iI':lljUl'ril'jl<Ejli'
EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO
~ Contenido
-UNTREF-
Universidad Nacional de Tres de Febrero

REcrOR
Uc. Anlba! Yazbeck Jozamí

VICERRECTOR
Lic. Marlín Katifmann

SECRETARIO ACADÉj\HCO
lag. Carlos Mundt Prólogo 7

SECRETARIO DE INVESTIGACIONES Introducción . . 11


y COOPERACIÓN Perón en el exilio: la legitimidad perdida
Dr. FélixPena SAMUEL AMARAL

Capítulo 1 19
El lugar del peronismo en la tradición política argentina
INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
TUllO HALPERIN DONGHl
Dr. Andrés RegaLr-9 / Director
Capítulo 2 43
La ideología de Perón: continuidades y rupturas después de la calda
MARIANO BEN PLOTKIN

Capítulo 3 67
Dúeñoy diagramación
El avión negro: retórica y práctica de la violencia
Marina Rainis / mrainis@untref.edu.ar SAMUEL AMARAL

Foto de tapa Capítulo 4 89


Domingo Zenteno / AP Carisma disperso y rebelión: los partidos neoperonistas
MARíA F. ARIAS Y RAUL GARcíA HERAS
Los capítulos 6 y 8 fueron traducidos
del inglés por Samue] Amara/. Capítulo 5 123
Coacción y coal lción: peronismo y partidos políticos, 1962-1963
ANTONIO MANNA

Capítulo 6 161
Perón y los sindicatos: la lucha por el liderazgo peronista
Primera edición CANTARO, 1993.
Segunda edición, marzo de 2004. JAMES W. MCGUIRE
~Universidad Nacional de Tres de Febrero.
ISBN 987-50509-9_6 Capítulo 7 205
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 La ambigüedad de un desafío: Perón y las fuerzas armadas
MARíA MATILDE OLLlER

27 ENE 2006
Capítulo 1
El lugar del peronismo en
la tradición politica argentina
TULlO H . \ LPERlN DONGHI

Entre las razones que hicieron tan difícil al movimiento peronista re-
luego de su derrocamiento en 1955 un lugar legítimo en el sisre-
político argentino no fue la menos importante su pretensión de marcar
ruptura total con la entera experiencia política de la etapa constitucional;
era ella la (]L1e al tornar a su propia legitimidad incompatible con la de co-
rrientes, movimientos y partidos orgullosos de tener sus raíces en esa expe-
riencia, acentuaba la hostilidad de todos ellos a cualquier reconocimiento de
legitimidad para el partido derrocado, cuya supervivencia temían fuese in-
compatible con la suya propia.
Nada de lo que sigue tiene el propósito de poner en duda la gravitación
tIlle ese modo de inserción en el proceso político argentino tiene en la imagen
l]Ue el pcronisrno ha elaborado de sí mismo. Tampoco se propone, al explo-
rar las raíces del peronismo en la experiencia política y las tradiciones ideoló-
gicas argentinas, presentar a esa autoimagen como el fruto de una falsa
conciencia. El descubrimiento de que el peronismo tiene raíces en el pasado
no ofrece ningún argumento relevante a la discusión acerca dci si fue o no la
revolución que algunos de sus seguidores proclaman reconocer en él, senci-
llamente porgue ninguna de las revoluciones de nuestro mundo sublunar ha
dejado de tenerlas.
El propósito es aquí otro: se trata sencillamente de explorar esas raí-
ces, cuya presencia no debiera sorprender a nadie. Apenas se emprende esta
tarea, se hace evidente que lo que la hace difícil no es 'la ausencia de conti-
nuidades con el pasado; por lo contrario, los hilos '-Iue ligan al peronismo y
la Argentina pcronisra con ese pasado son demasiado numerosos y diversos
para que su exploración no corra riesgo de trasformarse en una excursión
sin rumbo fijo por toda la historia nacional. Para evitarlo se hace impres-

[191
Pcrón: deí exilío al poder
El lugar del oerontsmo ÚI la tradición política argentina

oindible concentrarse en aquellas continuidades que van a afectar rasgos


llue esa creación demasiado eficaz beneficia m~s a su suc~sor al
esenciales de lo ljUe será el pcronisrno.
del poder ejecutivo que a él mismo como creador y ¡efe del. ~artld(:,. se
Para ello comenzaremos por examinar el vínculo con el pasado a tra-
contta, c., , eficacia-, lucco
,11'1 C()O mortal b
de 1890 su resurrección
. '
política
vés del marco institucional en (Iue el peronismo viene a insertarse como
en el marco de una nueva constelación política caracterizada no
movimiento político, y ello desde dos perspectivas diferentes: trataremos en
01' la centralización sino por una fragmentación lluC él mismo se enc~r~~ ~e
efecto de ver por una parte cómo ese marco vino a gravitar sobre el perfil
pacentual,, )' 'lIle le "ascaura de nuevo el lugar central, esta vez como el árbitro
. -dc
político y organizativo ljlle el movimiento pcronisra terminó por adquirir -en b e . . .
al que deben recurrir las facciones para evitar la :r~sls final de un or en
particular en lo que respecta al vínculo entre ese movimiento y su jefe y
olítico (llle él mismo se esfuerza por conservar frágil. , , ..,
fundador- )' por otra cómo él hizo sentir su influjo sobre el modo cómo ese
I .. f avorc-cci lla
P,•.. . . . J..a sorucron , 1)0' el ccneral
b" Justo exaspera
. aun mas los ras-
jefe entendía tanto el papel de ese movimiento cuanto el suyo propio, para
TOS paradójicos ya presentes en la del, segundo RO,ca. ]~lcgad~ al.p~)~e~ ~~~
pasar en un segundo momento' a explorar otra continuidad más directa entre
las convicciones explícitas e implícitas que guiaron al experimento pcronisrn
g I
eras a a proscnpclOll,
. , " . , del partido radical en (Iue .. , el mismo' nene sus " ratees. ,
, ' 'Justo lo ejerce como jefe de una coalición llue reune a los partidos
y las (/ue habían orientado el rumbo a lo largo -dc las etapas anteriores de la po1mcas, . '. "~ ,
, dores,,'stn duda, minoritarios lJero dotados de" una VIgorosa pre~cn-
breve experiencia histórica argentina. conserva ., "'0
' , 'a~i todo el país )' una cada vez mas fantasmagórica fracción disi ente
etaCnc,. .' . id d d 1
del radicalismo; desde el gobierno se esfuerza por Imponer ~~a par1 a e
todo artificial entre esos aliados tan desiguales. J~s, ~na solución que el con-
servadorismo halla aun más irritante porque sus dirigentes sospechan que el
Apenas se comienza a examinar la relación entre Pcrón y el movimien-
,genera , 1J .ro la impone para dejar expedito el camino a una futura recon-
to pcronisra se descubre cómo, aunque en un contexto radicalmente renova- us ( , , , " .' . .,,'. '
t sta del poder una vez trascurrido el intervalo de un período presidencial
do, ella presenta rasgos comunes con otras que se dieron ya en el pasado. qUSl' ' , ' , t mdicales
CJue ia constitución impone, esta vez en ahan.za con esos ~Ism~~ la lca,~~ ..a
Para advertirlo basta reseñar brevemente las trayectorias políticas de tres
IOSl. ' lIle somete ,sin embarco b'
cada vez (Ille lo ju/:ga necesario, a sañuda .
perse-
. 1
figuras dirigentes que cubren casi todo el espacio entre el nacimiento de la
cución; creen ver en su decisión de encomendar el interinare presidencia a
Argentina moderna y la eclosión del percnismo: el general Mitre, el general
un radical disidente a quien nada irreparable separa de los que fueron sus
Roca, el general Justo.
correligionarios, el anuncio de esa futura maniobra, que ha de condenarlos a
Mitre milita sucesivamente en el c¡ue gusta llamar Partido de la Libertad,
una marginalidad ya total e ilevantable. . . ,
en la fracción nacionalista surgida de la división de éste, y en la Unión Cívica;
Es; tan peculiar articulación entre jefe y séquito p(~lít1co tiene sin .duda
a ninguna de esas colectividades políticas reconoce vocación de permanencia,
" dee bulto', ,al revés, de lo que ocurre con Mitre, Roca o Justo, la
una excepcIon
ya (Ille se rehusa a ver en ellas otra cosa queinsrrumcmos fungibles para la
identificación entre Yrigoyen y esa Unión Cívica Radical a ~uya ~abeza con-
implementación de un programa c¡ue tiene, él sí, vigencia permanente. No
quistó dos veces la presidencia no conoció resquicios ni re~~enc1as.; al fin de
ambiciona entonces legar su herencia política a una colectividad partidaria c¡ue
su vida, y ya derrocado en 1930 por el primer golpe mll1t~r exitoso l]Ue
venga a perpetuar su presencia en el horizonte político argentino.
conoció la Argentina moderna, para poder hacer de ese pa~t1do, que era en
Por su parte, el general Roca se esfuerza durante la primera etapa de su
buena medida su criatura, el heredero político que perpetuana su huella ~n la
vertiginoso ascenso político por constituir bajo el signo del PAN, sigla que
vida nacional, Yrigoyen aceptó sin humillación aparente promover a su Jefa-
primero había designado a la coalición de facciones provinciales impr~visada
tura a quienes primero lo habían combatido de~tro ~e sus fi~as, .y l~eg,o
para apoyar la candidatura de Avellaneda, un disciplinado instrumento políti-
1 o el
apIau dido er g"olpe militar
' que lo llevó de la presidencia al cautrveno. Sena .
co destinado a facilitar la concentración del poder en sus manos; cuando'
tentador proycctar el contraste sobre una esfera moral, subrayando en Y11-
[20]
[21]
Peron: del exilio ni poder
El lugar del oerontsmo en la tradición política argentina

goyen la capacidad de entregarse generosamente a un objetivo que excedía


cj',"Clto, que aunque no podría rivalizar con la predominante de Roca está
marco estrictamente personal. Pero apenas se examinase con alguna mayor
ser desdeñable.
detención su accionar político se advertiría que éste aparecía tan firmemente
Pero precisamente siguiendo la transición de Mitre a Roca y de éste a
orientado como en las figuras antes citadas a la conyuista y acumulación de
se adviene cómo la organización por este último de dos bien acotadas
poder en sus propias manos; y la convicción de que al acumularlo realizaba
de poder en dos esferas distintas dentro del sistema político-institucio-
una tarea de alta moralidad parecía reflejar sobre todo su identificación ob-,
marca el punto extremo de un deslizamiento en el cual viene a reflejarse
scsivn con ella, que dotaba a la ambición política -frcnrc a la cual Mitre
creciente tanto del estado como de la vida político-
Roca y Justo eran capaces de tomar distancia suficiente para no considemj-
1,,,ruIJar',, en la Argentina, En la etapa ascendente de la carrera de Roca esas
pecaminoso (Iue otros alimentasen ambiciones rivales de las propias- de una
aparecían aun considerablemente menos separadas; cl lideraago mili-
intensidad y un fervor que hicieron que la conquista del poder por y rigoyen
y el caudillaje político se superponían en buena medida, y en el marco
y sus huestes fuese vista tanto por aquél como por éstas como la meta de
una empresa de redención nacional. dtci<Jidlan1ell1tc oligárquico y arcaizante de la política provinciana en que por
<l1tollCI" se movía el fututo presidente, los mandos militares podían aun ser
El contraste se entiende en cambio mejor en una clave institucional;
junto con las posiciones en el aparato administrativo, judicial y aun
en este aspecto lo tIue separa al doctor Yrigoyen de ese trío de generales es a
como parte del arsenal de recursos que un linaje era capaz de
primera vista demasiado obvio para tlue sea preciso subrayarlo; si ni Mitre ni
en la lucha con sus rivales. Pero es al volvernos al inicio mismo de la
Roc~ ni jusro se identifican del todo con los movimientos políticos de los tIue
pública de Mitre cuando nos parece estar alcanzando un punto de
se Sirven, es porque su posición dirigente tiene también raíces fuera-de la
en tlue, antes de que se hayan consolidado esas esferas institucionales
esfera de la política practicada por partidos y facciones, y ello no sólo les
scparaous el dirigente en ciernes propone ya una imagen de sí mismo clue le
asegura un margen de independencia frente a éstos al que Yrigoyon no hu-
abrirá el camino a ambas; ya en ese momento inaugural se advierte cómo ese
biera podido aspirar, sino a la vez les impone otras lealtades a las que deben
doble arraigo -político a la ve? tlue militar- en la vida pública no se limita a
atend,er tanto como a las yue los ligan con los movimientos políticos que
sucesivamente encabezan. abrirle dos campos en t]ue librar la batalla por el poder, con reglas diferentes
para cada uno de ellos, sino integra ambas vocaciones e~ una figura que
Podría parecer que al afirmar esto no hacemos sino aludir de modo
logra armonizar a ambas de tal manera que la una potencia a la otra.
excesivamente alusivo y abstracto a algo ql,le apenas es afirmado más direc-
En las sesiones de junio de 1852 en que la I..egislarurn porteña rechaza
tamente aparece casi trivial de puro obvio: a saber, que los dirigentes políti-
el Acuerdo de San Nicolás, Mitre -apenas de vuelta de un exilio que comen-
cos surgidos de las filas del ejército, que derivan enormes ventajas de su
zó en la adolescencia, )' aun pasablemenre desconocido en su provincia nati-
capacidad de poner a su servicio el enorme peso de esa institución, se ven
va- se presenta como el héroe porteño que ha abierto a cañonazos la puerta
por ello mismo obligados a atender, a más de las aspiraciones y reclamos de
del ministerio tlue su contrincante en el debate ocupa; si el reflector cae en
los seguidores que hayan sido capaces de reclutar en la arena política, a las
pleno sobre esa figura juvenil que reúne como dos dimensiones de un.a mis-
exigencias institucionales y corporativas de la fuerza armada, lo mismo que a
ma virtud cívica y heroica el sereno valor del soldado con la audacia del
las orientaciones políticas explícitas o implícitas que dominan en ésta.
tribuno, el marco profesional e institucional, aunque tan sumariamente esbo-
, y las huellas de la doble raí? del influjoa1call7.ado por esas figuras -cicma-
zado en esta imagen como en la realidad de ese momento argentino, no está.
siado obvias en el más reciente caso de Justo- es posible detectarlas ya en la
por eso menos presente en su trasfondo: Mitre se enorgullece ya de una
carrera del primero de esos dirigentes, el general Mitre; 'en el curso de la
competencia técnica que sólo puede adquirirse en los combates de ejércitos
revolución de 1890 en la que vemos resurgir luego de un eclipse de décadas
regulares, y su arma de elección -la artillcrfa-. requiere en efecto el marco que
su figura de jefe de multitudes, se hace sentir aun la influencia que retiene en
éstos ofrecen.
[22]
[23]
PerólI: de! cxílía al poda El lugar del oercntsmo en la tradición pouuca argentina

Aun en 1890, cuando la división entre esas esferas institucionales de fondo de la sociedad porteña que lleva al gobierno a Juan
c~)t~enzado ):a: la presencia de una dimensión militar en su figura pública de Rosas, aurodcsignado paladín de la causa de los pueblos contra el
dlngente polirico se mantiene aun plenamente. En ese otro punto alto en tlc:spIJti:;mo militar encarnado en el gobierno surgido de la revolución de
historia, ~lel civismo porteño que fue la asamblea celebrada en vísperas- de Ji<:iomiJro de 1828, quien se esforzará con éxito por consolidar su poder
revolución de 1..',,\1..' año, tocó a Mitre arengar a una multitud nunca c.""'r,oral,,Jo las solidaridades facciosas. ns de observar sin embargo (]ue,
antes en Buenos Aires; muchos en ella comenzaron a descubrirse ante en esa etapa (jue luego iba a ser unánimemente juzgada aberrante, la
reconocían como una venerada reliquia de la nacionalidad, y el orador, que Rosas obtiene de sus seguidores debe quizá más a su condición
nada deseaba menos que verse confinado en ese papel en el momento jefe del estado que a la de jefe del partido, y ello no sólo porque en la
(jLle se aprestaba a reubicarse en el centro de la escena política, puso Ítl1.pc"i<:ió,n de esa lealtad el poder del estado cumple una función insustirui-
fin a esa reacción peligrosa mediante una interpelación tan concisa (he aquí 01..' nuevo una constatación trivial de puto obvia) sino porque esa
eficaz: "Orden general: todos cubiertos menos el orador, que se descubre misma, quc no cree desde luego necesario distinguir entre el primero
ante la majestad .dcl pueblo soberano". }rd segundo, parece sin embargo ser más sensible a los atributos de aquél
, He aqui cómo el humilde servidor de su soberano puede, en el tjue a los de éste.
mismo en que rinde homenaje a su majestad, impartirle órdenes. Esa Desde la iconografía de Rosas, que lo representa en su uniforme mili-
dual, abruptamente subrayada por la brevedad misma del texto, es y con las insignias del mando político, pero sin la divisa partidaria ya de
luego pcrfecramc..n.te advertida por el público a quien éste se: dirige, y que rigor en los retratos cl~ sus gobernados, hasta los títulos que se le prodigan así
halla del todo lcgtttmo que un general lo interpele mediante órdenes genera- lo atestiguan. Junto a los muy frecuentes gue evocan sus posiciones en el
lea (~on~o l~ revela este episodio, ya antes de anidar en una compleja estruc- aparato estatal (gobernador y capitán general, brigadier general) y sus haza-
tura insritucional, ese liderazgo de raíz dual parece haber hallado un lugar ñas como agente de ese estado (como el de conquistador del Desierto, que
la conciencia colectiva. <
alude a su eficaz expedición punitiva sobre el territorio indio) o una eminen-
, Ya antes de tlue un estado moderno se encarne plenamente en la Ar- cia estrictamente personal (g;ran americano) la más teñida de pasión facciosa
gentina, en efecto, la autoridad tIlle emana de ese estado complementa y lo declara "Restaurador de las Leyes", es decir, de las leyes fundamentales
acas.o s~ple en la esfera política la que se cimenta en cualquier solidaridad que la provincia se había dado en 1821, al constituirse en estado autónomo,
~artidana, En este cspecto la 1\rgentina se ubica en el espectro hispanoame- y ljUe la facción unitaria había primero abolido junto con la provincia misma
f1cano, en .el extremo opuesto al del vecino Urub)'{.laY, donde por el contrario como entidad política, y luego de la restauración de la autonomía provincial
las solidaridades y obediencias facciosas gozaron de larga primada. que siguió a su caída, destruido de nuevo al derrocar y ejecutar al gobcrna-
, .Las . razo~1es para ~llo son demasiado complejas para que sea posible . dor legitimo.
aqul ir mas a~la de aludir a un par de ellas. Está en primer lugar la presencia Se advierte cómo este último titulo, que proclama como la máxima
en, Bu.~nos AIres de u~ aparato administrativo y militar más desarrollado que hazaña política de Rosas la restauración del estado porteño, hace del presti-
l~ reglOn en donde Vino a ubicarlo la voluntad regia que la hizo cabeza de gio de ese estado, en cuan to encarnación de una tradición institucional revc-
vtrrcvnato, Constituido por la revolución en el núcleo del nuevo estado, ese rcnciada por la opinión, el justificativo más poderoso de la lealtad que la
ap~rato es hondamente trasfor~ado pero no debilitado por ello, y -de modo facción y su jefe reclaman para sí. 1\1 parecer, en Buenos Aires la supremacía
m~s sorpre~de~~e- mantiene su peso económico y financiero y su consi-· de una lealtad facciosa sólo puede consolidarse si es capaz de absorber en sí
g~1Cnte. ~ravltacton política en la provincia autónoma que nace en 1820 de la misma la (jllC evoca el estado.
dlSolu~l~n de estado revolucionario. Sin duda ello no impide que las tormen- Esa compleja experiencia histórica ayuda a entender mejor la relación
tas palmeas de la segunda parte de la década ve~gan a ser clausura?as por un entre Pcrón y su vasto séquito político. Su actitud frente a éste comparte un

[24], [25]
Perón: del exilioal poder El lugar del perontsmo en la tradición politica arqenttna

inequívoco aire de familia con las de Roca o Justo; como el de Roca en 1898~ Esa imagen cfe! orden político en cluC la relación entre el estado y sus
su retomo al poder en 1973 se acompaña de una rcdefinición radical del ofrecía el núcleo mismo de la que corría entre el jefe del pcronis-
vínculo (jue lo une con sus fieles: ahora Perón, por primera vez universal- y su séc¡uito, antes de consolar la nostalgia de los fieles, había sido ya la de
mente reconocido como depositario legítimo del poder político, supera la jefe mismo en los años de gobierno; ella aparece reflejada con admirable
condición de mero jefe de la facción dominante, para trasformarse casi en el d,.rlClaLl en la consigna que lanzó en cada uno de los momentos críticos que

jefe común de todas ellas. Como esa metamorfosis final lo prueba, si la afrontar a lo largo de su gestión, para orientación de sus alborotados
lealtad (lue exigía de su movimiento era más absoluta que la l]lle el general "del trabajo a casa)' de casa al trabajo", que traduce a lenguaje
Justo se había atrevido a reclamar de las colectividades políticas C¡UC lo accp..: casero la de la Prusia de 1'cclcrico el Grande, "la tranquilidad es el
taron como jefe, tenia con todo en común con esta última el no reconocer deber del ciudadano", y no deja de ser desconcertante en el marco de
ningún deber de reciprocidad. Y, pese a su constante afirmación de ljUe su movimiento l¡Ue debe tanto de su éxito a la movilización de masas (lue
único heredero posible era el movimiento pcronista, el modo en que preparo capaz de desencadenar.
su sucesión (imponiendo una vicepresidente que no podría nunca rrasfor- ].as razones por las cuales el reconocimiento de un lugar central para la
rnarsc en instrumento para cualquier prematura transición política en res- con el estado, (jue es parte de la tradición política argentina, se
puesta a la crisis que advertía inminente, pero por eso mismo igualmente a«,nlüa aun en el pcronismo son demasiado obvias para (IUC sea necesario
incapaz de dirigir la transición que los efectos de la que pudorosamenrc dio en ellas. Baste recordar aqui que en la jornada triunfal del 17 de
en llamarse "variable biológica" iban a colocar pronto en el orden del día) or-rnhrc de 1945 que le dio nacimiento, su jefe lo presentó como el fruto de
mostraba llue el futuro del pcronismo le interesaba considerablemente me- alianza entre los obreros, el ejército y la policía. Como lo confirma este
nos clue el del radicalismo a Yrigoyen. ejemplo, la duradera vigencia de una visión muy tradicional sobre el papel de
Si nos volvemos del jefe a su séquito, el aire de familia es particular- identificación del partido o su jefe con el estado en la consolidación de una
mente reconocible en relación con esa etapa reprimida pero no suprimida lealtad política debe menos a la vitalidad de un legado ideológico nunca
del pasado argentino que fue la época de Rosas. También en el caso de Pcrón explícitamente recogido como tal por las corrientes sucesivamente dominan-
su iconografía más difundida no se centra en la figura del descamisado que tes en la política nacional, que a la perduración de los condicionantes que
antes de coronar el proyectado mausoleo monumental de su segunda esposa desde el origen mismo de esa experiencia política aseguraron al estado el
había sido abundantemente propuesta a sus seguidores en efímeros carteles lugar central en la vida política que todas esas corrientes coincidían en dar
políticos: las efigies que durante los años de las catacumbas iban a adornar por supuesto.
más frecuentemente los dormitorios de tantos fieles nostálgicos eran la del
General de uniforme y a caballo y la del Presidente y General abandonando
11
el teatro Colón en uniforme militar de gala, acompañado no de la militante
Eva Pcrón que también iba a proponer la iconografía oficial, sino de doña Al volvernos de la práctica política del movimiento pcronista a las con-
Ma1'Ía Eva Duarrc de Pcrón, una primera dama esplendorosamente vestida cepciones políticas de su jefe se hace aun más claro hasta l]ué punto sería
por Christian Dior. luego ele asistir a la ritual función de gala del día patrio. Se vano limitar la exploración de las continuidades a las ideologías explícitamen-
advierte muy bien por qué: esos mementos de la etapa en que la incorpora- te Formuladas como tales. Y ello no sólo porque para definir sus opciones
ción de la autoridad estatal había dotado a la del jefe del movimiento -e políticas Pcrón no tiene como horizonte de referencia el pasado nacional
indirectamente a la del movimiento mismo- de una legitimidad irrecusable sino el convulsionado presente-mundial, sino ponjue lo que éste le revela lo
parecían particularmente pertinentes cuando todo el poder del estado se disuade de arriesgar una definición ideológica precisa, a la que por otra parte
movilizaba para arrojar a ambos a una ilegitimidad radical. este hombre de inteligencia rápida y aguda, pero al parecer nunca acuciado

[26] [27]
Peróll: del exilio al poder El lugar del oerontsmo en la tradición política argentina

por curiosidades teóricas demasiado apremiantes, no parecía estar natural- orienmciones básicas. Y si es cierto que, como quería Kcyncs, los hom-
mente inclinado. prácticos que desde posiciones de gobierno desdeñan buscar inspiración
Sin duda su acción política estuvo guiada por convicciones muy firmes teoría alguna lo reciben sin advertirlo de las que absorbieron -rarnbién sin
mantenidas sin cambios sustanciales a lo largo de su carrera pública, pese a hd:vertirlc>- en su ya remota juventud. se hace tentador buscar la clave de las
los frecuentes zigzagueo s con que supo adaptarse con agilidad en ocasiones orientaciones básicas para la carrera política en la que Pcrón iba a entrar
deslumbradora a las cambiantes circunstancias, pero esas convicciones no frisando ya los cincuenta años, en una etapa formativa también en su caso ya
reflejaban adhesión a ninguna corriente ideológica definida a partir de una algo remota. Sólo que) trascurrida ésta en el contexto tot~l ofrecido por la
doctrina política precisa; es revelador que, surgido a la acción púbilica -cn una im.titllCi<'>n militar (de nuevo la distancia con justo es manifiesta, no sólo en
etapa de radicales contrastes ideológicos, no haya pedido orientación a nin- cuanto éste se había formado en un ejército todavía menos encerrado en sí
guna de las ideologías en pugna; aun su admiración por la Italia fascista, que mistn{\ sino porque había contado con un entronque familiar mucho más
nunca creyó necesario ocultar) y parece haber surgido sobre todo de lo que firme tlU~ el de Pcrón. a través del cual lo alcanzaba' el legado de experien-
creyó ver en ese país en 1940-41, no logró tampoco inspirarle una curiosidad cias y compartidas convicciones de un linaje que durante más de medio siglo
demasiado viva por la vasta literatura doctrinaria producida bajo el ala del había vivido con excepcional intensidad la intrincada vida política correnti-
régimen. na), la herencia político-ideológica de la Argentina postrosisra debió de llegar-
Hay razones que van más allá de sus inclinaciones personales para su le ya desde entonces sólo mediada y como esfumada por la mucho más
despego por la ideología. La Europa que conoció) en que la etapa en que las vigorosa de la institución militar misma.
democracias en retirada habían venido dejando creciente espacio para la y en efecto en los escritos que nos quedan de esta etapa) (IUC se ocu-
polarización entre dos soluciones extremas, identificadas con ideologías anti- pan estrictamente de ternas militares, no resuena eco ninguno del acervo
réticas que ambicionaban por igual imponer su sello al futuro, acababa de ideológico aun dominante en la vida pública argentina. Es cierto que esos
cerrarse con la cuasi alianza entre la Rusia socialista y la Alemania fascista, escritos, cuyo autor se ha prohibido de antemano toda originalidad, no per-
invitaba en efecto a dejar de lado cualquier intento de entender en clave miten de todos modos rastrear otras raíces ideológicas (lue las que están
ideológica el drama que así parecía acercarse a su culminación. Y esa lección implícitas en las fuentes a las que disciplinadamcntc se atiene en la redacción
europea se tornaba aun más persuasiva en cuanto el espectáculo (llle ofrecía de los (lue no pretenden ser otra cosa tlue apuntes para sus cursos de historia
la Argentina sugería conclusiones parecidas. Aunque para entender a su país militar. Pero es también verdad que mientras Pcrón buscaba destacarse en:..
y el mundo el general Justo, que en su etapa formativa se había asomado a trc sus camaradas a través de la publicación de esos ejercicios, algunos de
ambos en un contexto muy distinto, seguía buscando inspiración ideológica esos camaradas no se prohibían discutir la tarea específica de la clase militir
en una tradición histórica con la que se mantenía orgullosamcnrc identifica- en el contexto argentino, en términos a menudo lo bastante generalésc0~no
do, su acción de gobernante, al trasponerla a una clave cruelmente paródica, para halagar la ambición de ampliar el área específica de acción de la corp(?~
hizo aun más dificil a un ya no tan joven oficial que buscaba sobrevivir y ración armada sin alarmar por ello a la clase política. No es sin- duda la
medrar en ese marco tan ingrato conservar ninguna devoción filial por ese prudencia la (Iue disuadió a Pcrón de participar en ese esfuerzo que bastaba,_~._/~···
legado tradicional; la consecuencia era una orfandad ideológica traducida en afrontar con mínima destreza para esquivar todo -peligro; su ausencia d~ -'61/.,< .
un oportunismo ,que excedía el nivel de la táctica para dominar su entero parece reflejar en cambio, una vez más, su falta de interés espontáneo por
modo de concebir la acción política. los planrcos teóricos, aun a ese nivel relativamente modesto.
Ese oportunismo, gue a ratos se atrevería a exhibir ribetes cínicos en y esa misma falta de interés no invita a asignar demasiada significación
tono muy porteño) no iba a impedir que la acción política de Pcrón mantu- como clave para las orientaciones del futuro dirigente político ni aun a los,
viese, como se ha sugerido más arriba, una inquebrantable continuidad en más explícitos e insistentes motivos ideológicos presentes en los textos que

[29J
[28]
Perón: dd exilionI poder El lugar del percntsmo en la tradición política argentina

por entonces glosaba. En efecto, si hay una problemática que domina en puesto primero la justicia, Por eso creo que, si yo fuer~ dueño
ellos es la de la nación en armas, y aunque Perón no dejaría de hacerla suya de una fábrica, no me costaría ganarme el afecto de rrus obre-
en tino de los grandes discursos con los (llle iba a presentarse a sus compa- ros mediante una obra social realizada con inteligencia, Mu-
ti-iotas al inicio de su carrera pública, ella no iba a influir de modo significa- chas veces, ello se logra con el médico que va a la casa de un
tivo sobre las prácticas del estado y el movimiento pcronista. obrero que tiene un hijo enfermo, con un pequeño regalo en
Parece entonces razonable concluir que del legado de la etapa prepero~ un día particular, con un patrón (IUe pasa y palmea amable-
nista iban a gravitar sobre todo sobre las orientaciones del futuro dirigente mente a sus hombres y les habla de cuando en cuando, así
las lecciones implícitas en las experiencias por él vividas en esa etapa. Pero como nosotros lo hacemos con nuestros soldados, I
para mejor alcanzar esas lecciones Pcrón iba a recoger de una experiencia
muy variada sólo aquellos aspectos tlue le parecían ricos en La perspectiva que domina estos consejos tan caseros iba a tener oca-
dejando de lado otros a primera vista igualmente relevantes. Para poner un de afirmarse más sistemáticamente en uno de los textos más reveladores
ejemplo particularmente claro, es indudable que en el encumbramiento de del vasto legado que nos ha dejado SU incansabl~ actividad oratoria; se
Pcrón su magistral manejo de las relaciones con sus camaradas del cuerpo de de las lecciones tlue sobre conducción política impartió para los alumnos
oficiales (reflejado por ejemplo en su compleja trayectoria en el seno del la Escuela Superior Peronista, recogidas en versión taquigráfica que no
GOU, pero ya visible en la no menos compleja que había seguido a partir de haber sido objeto de significativos retoques editoriales (así conserva
1930) no fue menos decisivo que los talentos que más tarde reveló como igualmente casera división de su temática en bolillas, y una de las frccuen-
movilizador y jefe de masas. Si ~e abstiene de extraer lecciones de ese aspec- y admirativas menciones al precursor del jusricialismo en la antigua Espar-
to de SU experiencia es quizá porgue esas lecciones no aportarían nada útil al lo presenta de modo i,gualmente familiar como "Licurgo- a quien mi señora
esclarecimiento del (lue se le aparece, con una evidencia comparable a la de hoy en su conferencia'')." Estas confidencias de un hombre descoso de
esas verdades que cree deducir directamente de la experiencia, como el pro- .el secreto de triunfos que lo llenan de ufanía abordan una empresa
blema central de la política, y (]ue no es el de persuadir a iguales a actuar quc está cerca de reconocer como destinada de antemano al fracaso. Ningu-
como a uno le conviene, sino -dicho muy sencillamente- el de hacerse obe- na perspectiva teórica, asegura Pcrón, puede abrir el camino a la conquista de
decer por los subordinados. Es sobre todo esa concepción de la política la ese secreto, lJue, como el del artista, está todo en la ejecución, y que el con-
<'llle justifica la aguda caracterización de José Luis Romero, para quien la de ductor, que lo es porque ha nacido para serlo, aplica por ciencia innata.
Pcrón era una "ideología de Estado Mayor". Esa orientación eminentemente práctica no le impide postular como
Es en este aspecto donde se cree especialmente capacitado para dar necesario un fundamento teórico (lue a la vez que orienta la actividad del
lecciones (lue generalizan a partir de sus muy limitadas experiencias al man- conductor asegura la aceptación de su condición de tal por quienes están
do de tropas y de otra más prolongada en el cuerpo docente de la escuela de destinados a recibir su h>"uía. Ese fundamento no lo proporciona la doctrina,
suboficiales, Escuchérnoslo proponerlas a los representantes del mundo em- que es aquí un término tomado de la ciencia militar y alude a los criterios
presario, a los <-Iue ha convocado el 25 de agosto de 1944 en la Bolsa de más generales del arte de la conducción, sino proviene de los principios,
Comercio de Buenos Aires: fundamento, a la vez que de la doctrina, de la acción del conductor, de la
lealtad que le tributan los conducidos y de la solidaridad política gue ésta crea
Yo estoy hecho en la disciplina. Hace treinta y cinco años entre ellos. Ahora bien, de esos principios no se nos dirá sino '-lue son nccc-
tIlle ejercito y hago ejercitar la disciplina, y durante ellos he
I Pcrón (19H5), Cbras C(J/l/ple!fl.r, vol. 7, 3, p. 377,
aprendido que la disciplina tiene una base fundamental: la jus-
~ Pcrón (19H4), Cbnu CO/l/pleltIJ, vol. 14 (reimpresión de JUflO Pctón, COIlr!IfCcirJ" política,
ticia. Y (lue nadie conserva ni impone disciplina si no- ha im- Buenos Aires, 1952), pp. 3ó-39)' 57.

UO] U1J
Perón: delexilíoni poder El lugar del perontsmo en la tradición política argentina

sanos: su contenido permanece en una penumbra tlUC el orador no parece en que define su proyecto político. El problema que el "Credo de la
urgido de disipar. Generación Argentina" aspira a resolver es en efecto el de corno
En la postulación de unos principios que ofrecen fundamento insusti- la reconquista del poder por una elite letrada que lo ha perdido
tuible al orden político pero permanecen totalmente vacíos de contenido se consecuencia de sus erradas orientaciones teóricas, <-lue al reforzar su
refleja una de las consecuencias necesarias de la noción implícita de la políti- inclinación por disputas doctrinarias ha terminado por dividirla contra
ca como el arte de hacerse obedecer (o, para decirlo en el lenguaje de Pcrón, se entiende (Iue el interés por la promulgación de un sistema de
el arte de la conducción); a saber, la eliminación del campo de la reflexión hri,ncip,ios universalmente aceptados derive menos de la validez teórica de
política de la mayor parte de los temas que tradicionalmente suelen ocuparla. que.: de su capacidad de dar fundamento a la unidad interna que esa
No se trata tan sólo de que la oposición entre los tlue mandan y los que necesita para triunfar en la empresa.
obedecen, y el modo en que esos papeles antitéticos aparecen distribuidos en Hay todavía otro aspecto en que también se advierte una continuidad
el c.uerpo social se presentan como un dato antes gue un problema para quizá más sorprendente con el momento fundacional de la tradición
quien, llamado a ocupar un lugar entre los primeros, se guarda de indagar a de la Argentina moderna; ya en Echcvcrna el obstáculo que cierra el
qué debe esa ubicación privilegiada, y aun más de prq-,lUntarse si ella puede de esa deseada reconquista del poder por la elite letrada no proviene
justificarse como legítima, para limitarse en cambio a averiguar cómo podría los sectores subordinados, sino de una más próspera y menos ilustrada
desempeñar su papel del modo más eficaz. Como acaba de verse, el conteni- -nnrracurc <-lue lo ha conquistado bajo la jefatura de Rosas, tras de usurpar
do precisó de-las orientaciones que ha de trasmitir a sus secuaces es aun más sí la bandera del federalismo.
totalmente ajeno a su perspectiva de la política; no sólo no es planteado Podría esperarse que el pcronisrno, en el clue hemos visto ya resucitar
como un problema, sino no está ni aun presente en ella como un dato. algunos otros rasgos del ya remoto rosismo, y que se afirma como rnovi-
En esa radical limitación temática puede reconocerse otro hilo de con- político en un marco que va a caracterizar como dominado por una
tinuidad entre la perspectiva desde la cual Perón encaró la acción política y m"",~"nr" lucha de clases, habría de ubicarse también en este punto más
las orientacionesde la tradición que proclama haber venido a abolir, y muy de las perspectivas yuc había propuesto Rosas, que de las de sus ingra-
señaladamente con los planrcos inaugurales llue para ésta ofrece Echevcrria. herederos, yue asignan a los sectores subordinados un papel importante
Sin duda; Echcvcrría no ahorra referencias a los principios orientado- no protagónico en un proceso político dominado en cambio por el
res de la acción política a la que invita a su generación, pero éstas no son antagonismo de distintos sectores de elite.
parte de una indagación destinada a descubrir cuáles deben ser aceptados Ello no iba a ser así, y ello parece aun más sorprendente si se considera
como válidos, sino una c~Tocación exaltada que busca cubrir la empresa a la los dirigentes del golpe militar de 1943, yue abrió a Pcrón el camino al
<-Iue convoca con la autoridad -que no necesita ser fundada discursivamcnte liderazgo político, habían sido llamados a la acción en medida considerable
ni justificada rcóricamcntc-, de unos principios que ofrecen fundamento in- las aprensiones suscitadas en ellos por 'una lucha de clases que temían a
sustituible para el nuevo orden político llue la Joven Generación aspira a de escapar a todo control. Ya en la segunda pane de la década de 1930
protagonizar. Rcvcladoramenre, cuando Pedro de Angclis lo acusa de haber los avances del movimiento sindical facilitados por la recuperación cconómi-
introducido novedades ideológicas peligrosas para el orden social, Echcvc- se suman a las alarmas creadas por el lenguaje que dirigentes sindicales y
nía no vacila en replicar que, lejos de hacerlo, se ha limitado a tejer una pocos políticos toman en préstamo de los Frentes Populares para persua-
rapsodia en homenaje a los más inofensivos lugares comunes de un discurso dir a no pocos oficiales que anida allí un peligro serio. Sin duda, ese peligro lo
político ya rodeado de universal consenso. advienen sobre todo en el plano ideológico y político; así, la celebración del
Esa vacuidad de la que también en Ecbcvcrria adolece el fundamento primero de mayo de 1943, en que una muchedumbre algo más nutrida lJue
doctrinario cLlya imprcscindibildad subraya, se vincula igualmente en él con en anos an I..-riores acompañó-Íos cortejos político-sindicales sería obsesiva-

l32J [33]
PL'I'ÓJl: del cxííio al poder El lugar del perbnlsmo en la tradición política argentina

mente evocada en los documentos internos del nuevo réuirncn h .....


Aun aS1,
" :.8Bltin1cn,ral sovietizada, más bien que en la capacidad de acción y reacción
~lll1ll.ue son los desafíos simbólicos (entre los que incluyen una toralmente pre,;c m c , en el mundo del trabajo. Y la convicción con que proclama (jue
un~gtnaria exhibición de banderas rojas) los que esos documentos subrayan, encarar el combate con criterio adecuado para obtener una segura
es tnnegable '-Iue lo que los hace aparecer tan temibles es la confirmación parece totalmente sincera.
~lue e~1 ellos se lee de que en efecto la lucha de clases está adquiriendo Sin duda ella se debe menos a la supervivencia en Pcrón de una tradición
intensidad nueva. íql,<>lilglCl)·p"'"1t1c:a '-Iue -ecpitárnoslo- sólo conserva un lugar marginal en su
Esa visión. ~e la hora argentina en que los militares irrumpen en el hi'''''.,,,nrc de ideas, '-luea la seguridad que este hombre que está adquiriendo la
po.,-lcr parece SOI.lc1tar como trasfondo una visión análoga a la de Rosas, para A.,'mm!)fC de vencer en un intrincado juego político cuyas reglas al parecer sólo
q~l~n el antagOI1lSlnO de los que tienen y los que no tienen constituye el dato ,1<,m)11a, tiene de '-lue podrá alcanzar la victoria en el conflicto que lo opone
brisico y.p:nn~nentc de toda vida social, y exige de parte de los primeros aspirantes a la conducción de quienes han nacido para ser conducidos.
eterna vlgtlancla pa~a .m.antener una superioridad siempre amenazada por Así, la semejanza entre las caracterizaciones de su política social que
abrumador predominio numérico de los segundos. prodigó en 1944 y 1945 Y las definiciones programáticas que Bartolo-
Pero oc~rre que mientras muchos voceros de la corporación militar Mitre había propuesto en 1857 en un artículo de título definitorio ("Ideas
que .acaba de instalarse en el poder en efecto comparten esa sombría pers- ¿ón,cr'va<joras de buena ley") no se debe a la gravitación en el primero de la
pecnva, no es el.l~ la '-llle informa las propuestas sociales del heredero políti., ideológica '-Iue Mitre contribuyó más '-¡Ul: nadie a articular, ni a
C~). de la revolución de 1943. Por el contrario, aunque tanto la aguzada scnsi. cuak]lmcr coincidencia en la imagen que uno y otro se hacían de su propia
biliclad que para la supuesta agudización de los conflictos de clase muestra como dirigentes políticos. Es posible sin embargo reconocer una fe
corporación militar como la falta de eco yue las propuestas políticas de ésta que subtiende dos perspectivas ideológicas y dos proyectos persona-
encuentran en otros sectores de elite inducen a Pcróu a hacer de esos con- por su parte muy alejados entre si: es la fe en que es siempre posible
flic:(~s el terreno de elección para sus primeros escarceos en el campo de la osrructurar un orden político capaz de armonizar las exigencias legirimas de
política (en la esperanza de ser reconocido por las fuerzas del trabajo como los sectores sociales y todas las corrientes políticas preexistentes. Esa
su rede~tor y por sus camaradas como el salvador de un orden social que se ya la hazaña que l ichcvcrria había reivindicado para el Credo de su
les antena
. amenazado de inminente colapso) ) ello no lo induce.....a asgn.tra
,¡' " 1 gc11clmció'1, en el cual a su juicio había venido a confluir todo lo que había de
co~fllCto entre los que tienen y los que no tienen el lugar central en las lc!~ítimo en las propuestas de las facciones unitaria y federal) y '-lue recogía
sociedades humanas que esos camaradas le reconocen. eso mismo todas las reivindicaciones legítimas de los distintos sectores
. El control del mundo del trabajo se le aparece en cambio como el botín la sociedad argentina.
disputado por d~)s elites rivales, una ya admirablemente organizada por la La dimensión social antes que política de esa necesaria armonización,
TC~'c~l:a l~,nt~~naclOnal y (~t~a que es ~u tarea organizar para ese combate y en Echcvcrria era mantenida en segundo plano, era más vigorosamente
bruta! en el. SlI1 duda no disimula los riesgos de 1.1 empresa, y por lo contrario subrayada en la propuesta de un "partido gubernamental, '-lue se ramifica en
pa,rece a veces '-lue los subrayase para Convencer a sus camaradas -cada vez la sociedad, '-lue absorbe todos los intereses, '-lue encuentra todas las
mas ala~'mados ante sus desaforadas ambiciones políticas- de la necesidad '-lHe domina rodas las resistencias", avanzada por Mitre en 1857.
de continuar apoyándolo, y a los destinatarios de sus prOpUCSt-1S dentro del iba a hacerse evidente '-llle ese partido en que la unificada elite letrada
mundo el:1presario de que estaba en su interés financiar las reformas socia- dirección a una igualmente unificada sociedad argentina nunca iba
l.es re'-luendas para alc~nzar la victoria COntra tan insidioso enemigo. Pero es a surgir; ello no obii w sin embargo a abandonar la fe en una unanimidad
leve~a~or que esos peligros los descubra en la poderosa presencia comunista ideológica y una armonía social que tienen en cambio a su servicio a los
en Link y Brasil, y en la :erspcctiva que juzga ya segu~a de una Europa varios partidos, rivales en sus ambiciones, pero indistinguibles en su inspira-

[34]
l35J
Paóll: del exilio al poda El Iuqar del peronlsmo en la tradición pouttca argentina

ción program.ática. Asi, frente a la probabilidad de un inminente desquite de L ella puede reconocerse algo más que un veleidoso deseo
vencida facción federal, que Juan Carlos Cómcz evoca con propósito polé la jJl(ge; hay también una confianza implícita pero solidisima en la
mico, Mitre se niega a alarmarse. Ese desquite sólo será posible si los federa que el consenso que subtiende el orden vigente conserva de intc-
les se revelan más capaces cJue los liberales de servir la causa que el país o tornar inofensiva a cualquier disidencia, Esa confianza tiene en que
entero ha hecho suya; en ese caso "nuestra bandera quedará triunfante en ,(O,¡yrlfS"; va en la década de 1870, al alarmado representante francés que
otras manos". Y casi conrcrnporáncamcnte un enconado adversario político un ~astigo ejemplar para un connacional y alto funcionario argentino
de Mitre, Carlos Guido y Spano, concluye ljue "la base de la República cierno. acababa de ofrecer el brindis en un banquete conmemorativo de la
crática es tan ancha y tan firme, que la unidad de pensamientos en las altas «muna. el ministro de Relaciones Exteriores podía responder que teniendo
regiones de la libertad y de la justicia puede considerarse como nuestra más que el desempeño del señor Pcyrct como inspector general de
bella conquista", hasta tal plinto que, pese a que las rivalidades facciosas han: ¿ólion,"" agrícolas le había ganado la confianza personal del Presidente de la
perdido muy poco de su viejo encono, "todas las banderas tremoladas por los Mnúbilca, era estrictamente asunto suyo qué compañía pudiese elegir para
bandos ü las fracciones políticas esprcsan en el fondo aspiraciones idénticas", medio siglo después y por varias décadas, el profesor Pascual
Una identidad de orientaciones que no excluye la pluralidad de corrientes QIJa¡;h'II1'H1'O, cuya militancia anarquista no constituía ningún secreto, iba él
políticas hubiera sido menos capaz de asegurar la coherencia que todo orden @")';lm,rde modo igualmente satisfactorio desde su cargo de Inspector Gc-
político necesita para sobrevivir si las insuficiencias del sistema partidario no de Rnscnanza la plena vigencia de la orientación cxaltadamcnrc patrió-
hubiese sido suplida por el vigor creciente del estado, Una consecuencia de ese qUl: el gobierno había decidido imprimir a la educación pública. y entre

papel protagónico del estado es la eficacia práctica CJue puede alcanzar la vo- y otro, Picrrc Gori. agitador anarquista llegado él la Argentina como
luntad de marginar a los cluese rehusan a integrarse en esa sociedad armoniosa prorugo de la justicia italiana, que por cierto no abandonó su militancia en su
o ~on n.::hazados por ella; el ejemplo más extremo lo ofrecen los indios, cuya de refugio fue designado -de nuevo ignorando las protestas de la
existencia separada dentro de un territorio jurídicamente unificado bajo la rOlw"ontacló < de ese país~ profesor en la 1"acl~ltad de Derecho, en homcna-
autoridad del estado se trasforma debido a los avances de ésta en un escándalo a su reconocida eminencia como criminólogo y alienista. Aquí tampoco la
que finalmente será corregido por la Conquista del Desierto en 1879. COl1l""''''' dispensada al impenitente revolucionario se iba a ver defraudada:
Pero sería peligroso extraer conclusiones universales a partir de un fundó en 1898 la revista Clim¿lIo!ogía moderna, en cu}'o cuerpo de rcdac-
ejemplo extremo: si el estado reacciona con energía a menudo brutal contra figuraban el alto funcionario policial Juan Vucctich, pionero del uso de
cualquier desafío activo a su autoridad suprema, ese desafío raras veces abre huellas dactiloscópicas como instrumento de identificación, y el diputado
un camino sin retorno posible. José llcmándcz, llue con su apoyo a la rcbc- Carlós. futuro animador de la Liga Patriótica que iba a protagonizar
lión de 1.ópcx Jordán ha ido tan lejos en él como es posible ir en el plano memorables matanzas durante la represión de la huelga general de enero de
práctico, y con su Caucbo j\rIartíll Fierro ha articulado el más inolvidable desa- )' no es sorprendente verlos colaborar en una revista cuyo editorial de
fio ideológico al orden post-resista, se reincorporará a él sin escándalo pocos presentación. titulado "¡Guerra al delito!", la consagraba a la difusión en la
años l~espués. Y aun cuando la "unidad de pensamiento en las altas regiones Arucnrina de una nueva doctrina penal que se gloriaba de servir más eficaz-
de la. libertad y de la justicia" sea finalmente quebrada por el surgimiento de ljUC la clásica a la causa del orden; luego de su expulsión del país
segutl~ores locales de las nuevas corrientes revolucionarias europeas, desde agitador peligroso. Gori continuaría la batalla en favor de la nueva
la SOCIaldemocracia marxista hasta el anarquismo, la brutalidad con cllie de disciplina penal desde la Revista de elimin%gio, cuyo consejo de redacción
lluevo el estado reacciona frente a desafíos prácticos que no parecen dcma- integraba:'
siado tem~bles se acompaña de una acogida más tolerante -yen algunos
casos se dirfa que casi cómplice- frente al desafío ideológico. ,\ Vczzcrti (19RS), p. 17H.

[36] [3]]
Perán: dd exilionI poder El lugar del peronlsmo en la tradición política argentina

La indiferencia a los 'aspectos ideológicos del desafío ofrecido por los la prédica de un ayatollah que a la de un jefe de partido moderno.' Al
nuevos credos revolucionarios no hacía sino refirmar frente al nuevo campo tiempo convendría no olvidar que la tarea a la que Yrigoyen convo-
de conflicto sociopolftico la fe ya muy arraigada en el carácter esencialmente con tonos milcnaristas era la no demasiado siniestra de organizar en un
armónico de la sociedad nacional. constitucional un partido permanentemente mayoritario sin acudir
Rsa fe no podría sobrevivir sin modificaciones a la democratización dio al recurso del fraude electoral, y que las situaciones provinciales
política (Ille iba a devolver a los nuevos partidos electorales la enjundia per- se proponía demoler, aunque quizá menos merecedoras de los fuegos
dida por las facciones tradicionales medio siglo antes. J.os dilemas que ínlccrnalé S de lo que su prosa indignada sugcría, se iban a probar incapaces de
nueva situación planteabaiban a reflejarse ya en la imagen que de sí a la prueba de unas elecciones en que los votos fuesen honrada-
y de su papel en el nuevo orden político iba a madurar el radicalismo triun- contados.
fante en 1916. Por la autorizada voz de su jefe, el partido se negaba a reco- Es evidente con todo que el lógico punto de llegada de la línea argu-
nocerse como tal; la Unión Cívica Radical, afirmaba Yrigoyen, no era sino favorecida por el jefe del radicalismo hubiese sido, si no una pmpues-
"la patria misma" movilizada para la t,l1'an obra de la reparación. Al mismo totalitaria, sí por lo menos la de una suerte de estado confesional al scrvi-
tiempo, le era preciso admitir que no todos los argentinos estaban Ul:SPUCSU" de una intransigente fe cívica, como el que iba a ser perdurable heredero
a movilizarse para esa gran tarea nacional; en las elecciones presidenciales de la Revolución Mexicana. Pero esa conclusión Yrigoycn no la iba a propo-
1928, cuando algo más del 60% de los votantes apoyaron su candidatura, el nunca; el ruido y la furia de esos textos en yue la pasión política alcanza-
resultado fue juzgado tan excepcionalmente favorable que fue equiparado intensidad fanática ocultaban en cambio lo que tenía de necesariamente
con el de un plebiscito. una visión de la realidad política argentina construida sobre el
Para que la visión radical del nuevo orden político alcanzase alguna ¡1e,su.llado de una unanimidad inexistente.
coherencia, la postulación de una unanimidad (Jlle deja fuera a una vasta ¡\ diferencia de lo que habla ocurrido con el radicalismo, en el pcronis-
franja del país exigiría una caracterización precisa de ésta (por ejemplo recu- la reconstrucción del sistema político avanzó sobre líneas que llevadas a
rriendo a una dcmonización del sector recalcitrante). Pero esa caracteriza- últimas consecuencias hubiesen desembocado en una propuesta toralita-
ción es precisamente la que va a faltar; la presencia de esa franja será en pero esa diferencia sólo vino a hacer más evidente la contradicción que
cambio desprovista de toda significación permanente: ella es el resultado el radicalismo había eludido afrontar. Esa contradicción era más evidente
efímero de la sistemática corrupción de instituciones y conciencias practica- luego porque en un estado (Iue bien pronto adoptó las liturgias elabo-
da durante décadas por el "régimen falaz y descreído", y está destinada a por los totalitarismos europeos, mientras la unanimidad era asegurada
desvanecerse gradualmente con los avances de la reparación. Así, si la dcmo- la vida pública por el silcnciamicnto de cualquier voz disidente, la revela-
niaación no está ausente, ella golpea sólo a sectores a quienes se deniega toda que cada ocasión electoral reiteraba de la presencia de un testarudo
gravitaci6n real, ya tlue la (Iue se les ve ejercer es hija del sistemático falsea- de la opinión que se obstinaba en su negativa a cncolumnarsc bajo la
miento institucional tlUC el país ha venido sufriendo; de este modo la falta de del líder parecía mucho más incongruente que durante las administra-
unanimidad tlue una visión groseramente empírica de la política argentina radicales, bajo las cuales esa disidencia se hacía oír todos los días en
estaría inclinada a reconocer como un dato básico de ésta oculta, y ha ocul- partes, y la unanimidad sólo se hacía presente como uno de los tópicos
tado siempre, una unanimidad profunda (Iue sólo espera (lue fructifique la incluidos en las rapsodias ideológicas de los voceros del radicalismo.
reparación para revelarse triunfalmente a los no iniciados. Esa convicción Pero había aun otra razón para que la tensión que el radicalismo no
inspira un lenguaje político tlue a la luz apocalíptica de este final de siglo había sido capaz de resolver se exasperase en el pcronisrno. Este, sin rcnun-
puede resultar estremecedor; en un sugestivo estudio, Ana María Musrapic
se ha esmerado en coleccionar textos de Yrigoycn tJue parecen más adecua- ~ Musrapic ("1984).

D8]
]JetÓI/; de! exilio al poder El lugar del oerontsmo en la tradición politica argentina

ciar al postulado lJue proclamaba la armonía necesaria entre los distintos hiado el horizonte de ideas de los trabajadores ~in qu.e ésto~ lo advirtie-
sectores sociales, estaba dispuesto a reconocer en éstos a actores políticos 111el1,tan ree e-1 .sencillo
'-- procedimiento
- de introducir OOSIS crecientes, de sus
más centrales, y dotados de relieves más acusados, de lo gue la anterior puntos de vista en propuestas que al comienzo se ceñían casi exclu-
tradición política argentina, de la gtle heredaba ese postulado de armonía 'IY'1I1l,cn'tc a articular las originarias de esos trabajadores, estuvo en verdad
ha~ía estado dispuesta a admitir. Las consecuencias se hacían por otra pan j;;,,,I,-mlda a no consumarse nunca del rodo.t la muerte silenciosa de esa fe
mas graves pon.¡ue ese acercamiento a lo social, inaugurado por Pcrón con la antigua como la Argentina, que hace aun más incongruente el pro)'ect~)
ambición de constituirse en árbitro entre todos esos actores, había llevado a olobal en (\ue el pcronismo ambiciona integrarse como fuerza domi-
la creación de vínculos privilegiados con algunos de ellos, y esa modificación ~e hace más comprensible en el marco de la crisis final de la etapa
Pcrón no la había nunca reconocido del todo, ni menos aceptado como que había ofrecido tantas confirmaciones anticipadas de las pro-
definitiva. ' de futuro en que esa fe se había nutrido.
He aquí una razón adicional por la cual la ambigüedad que había resta- La innovación (\ue se ha revelado mortal para esa fe no consiste tan
do congruencia al proyecto político del radicalismo se exasperase aun más en el súbito perfilamiento de una sociedad de aristas más definid,as, que
el pcronismo al proyectarse sobre el campo social; de ello encontramos pc:roni:;mt<' a la vez acelera y torna más inmediatamente perceptibles al
timonio en el más popularizado de los textos llue proclaman la fe política de tra$!'lCl'" puntualmentc sus fronteras internas al plano político, sino (!u.izá -.y
sus seguidores. .En "Los muchachos pcronistas", en efecto, se rememora modo más dccisivo- en el agotamiento de una línea de avance histórico
entre las hazañas del héroe fundador la de haberse sabid~ ganar "a la gran éxitos habían hecho posible un consenso que era apenas exagerado
masa del pueblo combatiendo al capital", Aunque también aqui los excluidos dc,clribir como universal. Esa línea fue tomada en 1809, cuando el último
de la universal armonía son descalificados como insignificantes en el acto abrió para siempre las tierras rioplatenses al comercio mundial; desde
mismo en tille se toma nota de su presencia, ese acto de prestidigitación se enronccs el destino de la que iba a ser la Argentina fue confiado a la Mano
hace menos convincente al trasferir el argumento del campo del conflicto lnvú,ible, y por más de un siglo y cuarto el consenso retrosp:ct,ivo en t~)rno
político al menos maleable del conflicto social. Yrigoycn podía soñar con esa decisión que inauguraba la historia nacional había constituido el nucleo
resultados electorales en que finalmente la disidencia alcanzase eco tan limi- de un consenso it,'Ualmente real, gracias al cual la imagen que postulaba
tado que se hiciese legítimo ignorarla, y ese sueño era tan poco descabellado sociedad necesariamente armónica pudo ser algo más que una mera
CI:l~, fue tambiél~ la pesadilla de sus enemigos políticos; puesto que en la impostura desprovista de todo poder persuasivo. .
v1slO,n d~l l:etOl~tsl~(~ (cl~e -corno le reprochaba hasta hace poco la izquier- Fue Mitre quien primero señaló en la aceptación gozosa de un destino
da- lam~s rmagmo srqurcra abandonar el terreno del capitalismo) el capital histórico privilegiado la fucnte secreta de esa concordia que E~heve,rría ha-
no podría nunca llegar a ser-una presencia efímera o insignificante, la afirma- proclamado necesaria, y cuya presencia Sarmi~nto y Alberdi ~abtan des-
ción de la universalidad del primer antagonista, "la gran masa del pueblo", no cubierto por debajo de los dcst,tarramicntos salvajes ~e la era [(~Slsta: 10 ~l~c
promete ya un horizonte final de armonía; convoca en cambio a' un eterno en la segunda mitad del siglo XIX hace de la Argentma una feliz exce~clon
combate contra un adversario a la vez ilegítimo e indestructible. en una Hispanoamérica incapaz de encontrar su rumbo no es la exitosa
Como se advierte, aunclue la postulación de una necesaria armonía contención -dcl desborde plebeyo (nunca tan amenazante como algunos ha-
social que subtiende todos los conflictos seguirá reiterándose incansablemen- bían temido, y por otra parte igualmente bien contenido en otras .co~arc~s
te desde las más autorizadas cátedras y tribunas, la fe implícita yue en esa hisp~noamericanas de trayectoria mucho menos brillante); es la coincidencia
secreta armol~ía habían depositado tantas generaciones argentinas ha dejado
5 Es éste uno de los no muchos puntos en que no puedo cst.~r dc acucrd~ con e.lpenc,t:unte
ya de estar vIVa)' actuante en el séquito popular del pcronismo; en este análisis que ofrece] .eón Rozitchncr de las secciones pe~ttnen,tes de C~lIdJlCClOIJ poltlJctlen
aspecto la hazana de la que se jactaba Pcrón en 1951, cuando sostenía haber su PerolJ: entre ItI ,faJlgf1!.Y c!ticJJJpo. UI ú,coll,rciClJlc,Y ItI polí/lCa. Vease Ro~ltch~er (1985).

[40] [41]
PCI'ÓIl: del exilio al poder

primero de las élircs, y por fin de la entera nación, en el apoyo a una línea Capítulo 2
avance <.]ue la conduce de triunfo en triunfo, y frente a la cual las disidencia.;
desde el comienzo muy marginales, han sido definitivamente dejadas en e La ideología peronista:
camino ya en la década de 1830.
continuidades y rupturas después de la caída
Un siglo después ese camino de avance ha quedado súbitamente ccrra
do; unos años más y será ya evidente (lue no se trata de un mero acddente e :rvlA1UAN() BEN PI,(l'iKIN

el camino, y (Iue la clausura es irrevocable. Los dirigentes del pcronismo lo


advirtieron muy bien, y se esforzaron con más tenacidad que éxito por tra7,ar
un camino alternativo; advirtieron menos bien hasta qué punto la fe en una
necesaria armonía social-que expresaba en lenguaje noble y elevado la sólida
coincidencia de las clases propietarias en apoyo a la línea de avance tomada Una de las particularidades del peronismoe~ que nunca h~ sid~ ca~a~
por la economía argentina. y todavía la aquiescencia ofrecida por los sectores una ideología precisa y coherente. Esto se ha d,eb~do en gt~
subordinados a un orden económico capaz de satisfacer cada vez mejor sus
l as características mismas del movimiento y a las peculiandades dcdsu
exigencias (]ue en el fondo no tenían nada de irrazonablemente ambicioso.; a t. t ' 1945 onglomera o
v desarrollo. F.I pcronismo surgió en co~o ~n c . ,t
se nutria de una experiencia que había quedado definitivamente atrás. , . iales: sindicatos bOTUpOS na-
,;,."",,,',,,eo de diversos sectores po litucos
. . y SOC l •• , • '.

La incapacidad de percibir este hecho evidente ~uelve a reflejar la sectores católicos tradicionalistas, sectores del ejército, y otros,
vitalidad de una tradición ideológica que el pcronísmo no advertía hasta qué , '1
intereses diversos, reunidos a red e d 01' d e Ia ftgu rat de Perón

que actuaba
'f.
punto seguía haciendo suya. Paradójicamente, la continuidad con la más
elemento agIu ti, na dor de un movimiento cuyas tendencias ccntrt h. ugas
,
antigua y sólida de nuestras tradiciones políticas vino a acentuar, antes <-lue evidentes desde el comienzo.' Cada uno de estos grupos izo su
atenuar, la ruptura <-lue. el pcronisrno introdujo en la vida argentina, y contri- hicieron , . . .'7. debía responder a las
particular del discurso de Peron, quten a su ve . . l ~.
" ,

buyó al desenlace catastrófico de la experiencia de 1946-55. Pero con ese


"xpcctflri\raS de cada uno de ellos en mayor o menor medida de acuerd~ a su
desenlace no se agotaron las consecuencias de esa lealtad ya anacrónica a e dentro del movimiento, adaptan o ssu mensaje,
icnmwdantandc " . , .si no en contcmdo: al ~
una tradición <-lue cuesta reconocer como agotada. Fue precisamente en la • e rma I a "idcoloaía peronista'' recibió, pues, numerosos aportes
cn ro ,,", ". , , d d ,1
etapa posr-pcronisra, en <-Jue rehacer la continuidad con ese pasado irrecupe-
veces profundamente contradict(~rios).:osu conf~rmac~on, a o e",
rable se trasformó en objetivo declarado de varios ensayos políticos sucesi- [muchas "aluvial" del movimiento. Esta sltUaC100 se torno particularmente
vos, cuando esas consecuencias se pudieron medir plenamente: iba a descu-
durante e 1 exili'o dee l' e.ró n y el proceso (lue lo llevó por tercera
. w
vez a1la
brirse entonces (Iue, cuando la unanimidad no es ya ni aun aproximativa- en 1973'. Parece claro, pues, que no se puede reducir la ideo 0-
mente alcanzable, su postulación encuentra su corolario lógico en el extermi- , d P ,
cronista" solamente a la ideología e eran., . ,) ~.'
nio de quienes son juzgados responsables de impedir <-lue ella impere. p Sin
,. cmbarargo, también
, . es evidente la centralidad de. la figura de 1deren
la configuraci{)11 del fenómeno peronistaRsta centralidad cs~aba da a ~o
solamente por laa itmportanc
" .a que adquirió
, el culto a su personalidad, fomcn-

. , -artid P ·K fue en principio la alianza del Partido Laborista


I Lo t[ue luego sena di aru o . eron;. t.a!d 1 b ri .ta inglés j' que fue creado ad-hoc para
, basaba en la del 1 arn o ~a o s" C' .
(cuya estructura se " , . .'. Civi R di aljunta Renovadora )' los Centros ¡VICOS
las elecciones de 1946). la ~m(.m. ¡vlca al:, onflictos el~trc c;tos tres componentes.
Coronel Pcrón. Desde el prmClplose p lanrearon e .
Véase Luna (1984) y Littlc (1973).
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