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voz, se impide esto. Lo que una madre tiene que hacer, es impedir que se desimbriquen.
El instinto es diferente de la pulsión, porque la pulsión no viene dada por naturaleza, ella
va a ser el circuito que va a delimitar zonas erógenas en el cuerpo, a partir de la acción
del Otro primordial.
La máxima necesidad de un niño, es la necesidad de deseo del Otro no anónimo.
Alojar y dejar partir supone poder hacer un corte con la imagen del hijo ideal. Durante un
tiempo se lo supone como tal y le permite el armado del narcisismo primordial. Luego
tenemos que encontrarnos con el hijo real. Esta es una prueba de amor, poder amar luego
de la caída de la idealización.
Hay que poder escribir en el hijo lo que llamamos rasgo unario y que va más allá de lo
que hace a un organismo.
El organismo está dado desde el momento del nacimiento, en cambio, el cuerpo es a
construir.
El rasgo unario es la escritura, la letra puesta por la madre en el cuerpo de su hijo. Si la
madre encuentra esta marca, luego el hijo podrá portarla, para saber quién es él.
Esto está relacionado con la identificación secundaria; se denomina unario porque va a
ser el primero de la serie.
Para salir del estadio del espejo hay que pasar por las tres identificaciones. Solo la última
puede quedar en suspenso.
Cuando una madre puede ser vista por su esposo no solo como madre, sino como mujer,
se ve facilitada para ella la posibilidad de pensar en a su hijo en un plano de exterioridad a
sí misma. Esta situación contribuye para que pueda hablarle y también, para trasmitir un
mensaje fundamental al momento en que el niño descubre su propia imagen en el espejo.
El trabajo de asumir como propia la imagen que el espejo devuelve dependerá de tiempos
lógicos que se instrumentaran durante el cronológico, bajo ciertas condiciones
estructurales.
Un objeto que el niño es capaz de desprender de su cuerpo en ese momento es la
mirada. Está construido el campo escópico, que está relacionado con la función materna
de poder imbricar las pulsiones. Esta mirada dirige el encuentro con los ojos de su madre,
donde el niño podrá encontrar o no, una confirmación que entre gestos y exclamaciones
le retornen como: “Ese que está ahí sos vos, y sos digno de ser amado”. Este es un
mensaje que se recepciona sin ser explicitado.
El mensaje tiene que llegar desde la madre, quien tiene que ser capaz de verse separada
del cuerpo del hijo en el espejo, puesto que si no, no le hablaría.
Luego se tiene que ubicar algo que es de la realidad, un momento fundamental, el
encuentro con el hijo real.
Si la madre se identifica con el niño, el niño identifica a la madre.
La posibilidad de que la imagen reflejada en el espejo se constituya en digna de ser
amada, depende del punto de mira de la madre, punto al que llamamos el ideal del yo.
Para poder reconocerse, el niño queda alienado al deseo del otro. Llamamos alienación al
primer tiempo constitutivo, donde respondiendo a esta identificación primordial, el niño
hace de aquello que la madre quiere.
Sepultamiento del complejo de Edipo. Freud.
Resumen Desarrollo.
El complejo de Edipo revela su significación como fenómeno central del periodo sexual de
la primera infancia. Después es sepultado, sucumbe a la represión, y es seguido por el
periodo de latencia. Es sepultado a raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas.
Es vivenciado de manera individual por la mayoría de los humanos, pero es un fenómeno
determinado por la herencia.
El desarrollo sexual del niño progresa hasta una fase en que los genitales ya han tomado
sobre si el papel rector. Pero estos son solo los masculinos, porque los femeninos siguen
sin ser descubiertos. Esta fase fálica no prosigue su desarrollo hasta la organización
genital definitiva, sino que se hunde con el sepultamiento del complejo de Edipo.
Cuando el varón vuelca su interés a los genitales, sobreviene la amenaza de los adultos.
Generalmente la amenaza de castración proviene de mujeres que buscan reforzar su
autoridad invocando al padre, quien consumara el castigo.
Al varón no se lo amenaza por jugar con su pene, sino por mojar la cama. Esto se
equipara a la polución del adulto: una expresión de la misma excitación genital que en esa
época a esforzado al niño a la masturbación. Es por esto que se da el sepultamiento.
Al principio el varón no presta creencia ni obediencia a la amenaza, hasta que ve la parte
genital de una niña, y se convence de la falta de pene en un ser semejante a él.
A la vida sexual del niño se la puede encontrar en la actitud edipica hacia sus
progenitores; la masturbación es solo la descarga genital de la excitación sexual
perteneciente al complejo. El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de
satisfacción, una activa y una pasiva. Pudo situarse de manera masculina en el lugar del
padre y mantener comercio con la madre, a raíz de lo cual el padre fue sentido como un
obstáculo; o quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el padre, con lo cual la madre
quedo sobrando.
La aceptación de la posibilidad de castración puso fin a estas dos posibilidades.
Si esta satisfacción debe costar el pene, estallara el conflicto entre el interés narcisista en
esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto
triunfa el primero: El yo del niño se extraña del complejo de Edipo.
Esto acontece de la siguiente manera: las investiduras de objeto son resignadas y
sustituidas por identificación. La autoridad del padre forma el núcleo del Superyó, el cual
toma prestado su severidad, perpetua la prohibición del incesto y asegura al yo contra el
retorno de la investidura libidinosa de objeto.
Con este proceso se inicia el periodo de latencia.
Algunas consecuencias psíquicas de la diferenciación anatómica entre los sexos.
Freud.
La situación del complejo de Edipo es la primera estación que discernimos con seguridad
en el varón, en ella el niño retiene el mismo objeto al que en el periodo precedente había
investido con su libido no genital.
En el varón el complejo de Edipo es de sentido doble, activo y pasivo.
En la prehistoria del complejo de Edipo hay una identificación de naturaleza tierna con el
padre.
La sofocación del onanismo de la primera infancia activa el complejo de castración.
Para la niña también la madre fue el primer objeto.
La zona genital es descubierta por la mujer de la siguiente manera: Nota el pene de un
hermano o compañerito y lo discierne como el correspondiente de su propio órgano que
Resumen Desarrollo.
es más pequeño y escondido; a partir de ahí cae víctima de la envidia del pene.
La niña pequeña ha visto el pene, sabe que no lo tiene, y quiere tenerlo. En este lugar se
bifurca el llamado complejo de masculinidad de la mujer, que si no lo supera puede
deparar grandes dificultades al desarrollo hacia la feminidad.
Con la admisión de su herida narcisista se establece en la mujer un sentimiento de
inferioridad.
Tras aprehender la universalidad de este carácter sexual, empieza a compartir el
menosprecio del varón por ese sexo mutilado en un punto decisivo y se mantiene en
paridad con el varón.
Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto genuino, pervive en el rasgo de
carácter de los celos.
Otra consecuencia de la envidia del pene es el aflojamiento de los vínculos tiernos con el
objeto madre.
La diferencia anatómica entre los sexos esfuerza a la niña pequeña a apartarse de la
masculinidad y del onanismo masculino y a encaminarse por nuevas vías que lleven al
despliegue de la feminidad.
Ahora la libido de la niña se desliza, a lo largo de la ecuación simbólica prefigurada
pene=hijo, a una nueva posición. Resigna el deseo de un pene para remplazarlo por el
deseo de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de amor. La madre pasa
a ser objeto de los celos.
Luego, si esta ligazón padre tiene que resignarse por malograda, puede atrincherarse en
una identificación padre, por la cual la niña regresa al complejo de masculinidad y se fija a
él.
En la niña el complejo de Edipo es una formación secundaria.
Mientras que el complejo de Edipo del varón se sepulta debido al complejo de castración,
el de la niña es posibilitado e introducido por este complejo.
Sobre la sexualidad femenina:
En la fase del complejo de Edipo normal encontramos al niño tiernamente prendado del
progenitor de sexo contrario, mientras que en la relación con el de igual sexo prevalece la
hostilidad.
La tarea de resignar la zona genital originariamente rectora, el clítoris, por la vagina,
complica el desarrollo de la sexualidad femenina. Se nos aparece una segunda mudanza.
El trueque del objeto madre originario por el padre.
La fase preedipica de la mujer deja espacio para todas las fijaciones y represiones a que
reconducimos la génesis de la neurosis.
La fase de la ligazón madre y la neurosis se cuentan entre los caracteres particulares de
la feminidad.
La bisexualidad resalta con mucha mayor nitidez en la mujer que en el varón. Porque el
varón tiene solo una zona genésica rectora, mientras que la mujer posee dos.
La vida sexual de la mujer se descompone en dos fases: la primera tiene carácter
masculino, y solo la segunda es la específicamente femenina.
Para la mujer, al final del desarrollo, el varón-padre debe haber devenido el nuevo objeto
de amor; al cambio de vía sexual de la mujer tiene que corresponder un cambio de vía en
el sexo del objeto.
En el varón resta como secuela del complejo de castración cierto grado de menosprecio a
la mujer. Si este se desarrolla se puede dar una homosexualidad exclusiva.
Resumen Desarrollo.
La feminidad. Freud
La feminidad consiste en la predilección por metas pasivas. Esto no es idéntico a
pasividad, puede ser necesaria una gran dosis de actividad para alcanzar una meta
pasiva.
Hay un vínculo constante entre feminidad y vida pulsional. Su propia constitución le
prescribe a la mujer sofocar su agresión, y la sociedad se lo impone; esto favorece que se
plasmen en ella intensas mociones masoquistas, susceptibles de ligar eróticamente las
tendencias destructivas vueltas hacia adentro. El masoquismo es auténticamente
femenino.
La niña renuncia a la satisfacción masturbatoria en el clítoris, desestima su amor por la
madre y reprime una buena parte de sus propias aspiraciones sexuales. El extrañamiento
respecto de la madre no se produce instantáneamente, porque la niña al principio
considera su castración como una desventura personal, luego la extiende a personas del
sexo femenino y también a la madre. Su amor se había dirigido a la madre fálica, con el
descubrimiento de que la madre es castrada, se vuelve posible abandonarla como objeto
de amor.
Con el abandono de la masturbación se renuncia a una porción de actividad. Prevalece la
pasividad.
Adjudicamos a la feminidad un alto grado de narcisismo que influye sobre su elección de
objeto, de suerte que para la mujer la necesidad de ser amada es más intensa que la de
amar.
En la vanidad corporal de la mujer sigue participando el efecto de la envidia del pene,
pues ella no puede menos que apreciar tanto más sus encantos como tardío
resentimiento por la originaria inferioridad sexual.
Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre. Freud.
La primera de las condiciones del amor se llama la condición del “tercero perjudicado”; su
contenido es que la persona en cuestión nunca elige como objeto amoroso a una mujer
que permanezca libre.
La segunda condición dice que la mujer casta e insospechable nunca ejerce el atractivo
Resumen Desarrollo.
que puede elevarla a objeto de amor; esta se relaciona con el quehacer de los celos que
parecen constituir una necesidad para el amante de este tipo.
En la vida amorosa normal, el valor de la mujer es regido por su integridad sexual. Por
eso aparece como una llamativa desviación el hecho de que los amantes del tipo
considerado traten como objeto amoroso de supremo valor a las mujeres fáciles.
Lo más asombroso es la tendencia a rescatar a la amada. El hombre está convencido de
que ella lo necesita, de que sin el perdería todo apoyo moral y se hundiría en un nivel
lamentable.
Esa elección de objeto y esa rara conducta tienen el mismo origen psíquico que en la vida
amorosa de las personas normales; brotan de la fijación infantil de la ternura a la madre y
constituyen uno de los desenlaces de esa fijación.
El motivo del rescate tiene su significado y su historia propios, y es un retoño autónomo
del complejo materno. Al enterarse el niño de que debe la vida a sus padres, en él se
aúnan mociones tiernas con las de una manía de grandeza en pugna por la autonomía,
para generar el deseo de devolver ese regalo a los padres, compensárselo por uno de
igual valor.
Forma la fantasía de rescatar al padre de un peligro mortal, con lo cual queda a mano con
él.
Rescatar a la madre cobra el significado de obsequiarle o hacerle un hijo.
Duelo y melancolía. Freud.
Los impulsos hostiles hacia los padres son un elemento integrante de la neurosis. Estos
impulsos son reprimidos en tiempos en que se suscita compasión por los padres:
enfermedad, muerte, etc.
La melancolía se presenta en múltiples formas clínicas.
El duelo es la reacción frente a la perdida de la persona amada o de una abstracción que
haga sus veces. Trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida.
La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una
cancelación del interés por el mundo exterior, la perdida de la capacidad de amar, la
inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de si, que se exterioriza en
autoreproches y autodenigraciones. Y se extrema hasta una delirante expectativa de
castigo.
El duelo muestra los mismos rasgos, pero falta en él, la perturbación del sentimiento de sí.
ganarlo con esfuerzo suyo, un acto sintomático era olvidarse de pactar el aspecto
económico.
Su profesión fue incorporada al campo de la sublimación una vez que por accidente la
vinculo a la recuperación de adolescentes drogadictos, delincuentes, marginales.
Una condición del jugar realizada en la niñez no implica un pasaje exitoso al otro orden
considerado.
Un quantum significativo del orden del deseo que se manifiesta o se despliega en la
actividad del jugar debe pasar a la actividad que llamamos trabajar si es que ese
quehacer ha de tornarse realmente propio del sujeto.
La única forma que había encontrado el paciente de sustraerse a ese “no importa, hacelo
igual”, había sido marginarse del trabajo, manteniéndose en un plano de puro juego o
puro acting.
Es fundamental detectar hasta donde alcanza, donde se detiene y hasta se agota el
cuerpo imaginado que se forjo para un determinado hijo.
Cuando alguien dice “bueno, esto es lo que quieren ellos para mí, no lo que quiero yo
para mí”, se está midiendo con el hecho de que existe algo del deseo libidinal del otro que
obliga a tomar partido.
Lo importante es la ausencia literal de todo proyecto anticipatorio, el adolescente vive al
día, sobrevive.
Cuando no hay un padre que articule un serás, no hay categoría, por lo tanto, el futuro
tampoco existe, y el paciente vive en un permanente “soy”. En este estado encontramos a
muchos adolescentes.
Un sujeto con ciertos ideales despliega una serie de respuestas como la represión del
deseo, o síntomas de algún tipo. El exceso del ideal mata, cuando mata las posibilidades
desiderativas del sujeto. El análisis consiste en liberarlo de ese “aplastamiento”
condicionado por los ideales.
Tenemos que considerar la categoría misma del ideal en su coeficiente de ambigüedad,
por cuanto oscila entre aplastar a un sujeto y estimularlo para su autoconstrucción.
En la psicosis adolescentes no hay nada del orden del ideal que lo sostenga.
Todo yo ideal, llegada la adolescencia, deviene un significante del superyó.
Podemos definir a la adolescencia como el tiempo en que se pone de relieve un efecto
represor, paralizante o destructivo, propio de un significante del superyó proveniente de la
arcaica formación del yo ideal.
El yo ideal es una constitución indispensable para la vida.
Los seres humanos nos diferenciamos por el lenguaje, nuestras cosas pertenecen a un
universo estructurado en palabras.
Lo psíquico se constituye a partir de inscripciones mnémicas.
El sujeto está inmerso en un encadenamiento significante. No hay un signo acerca del ser.
En el otro aparece una falla de significante para revelar el ser.
Lo inconsciente determina que hay algo allí que opera y que escapa al sujeto mismo. El
saber lo que se es, no es más que una ilusión yoica.
El sujeto será investido por los significantes de aquellos que lo reciben al mundo. No está
determinado absolutamente por los significantes que vienen del otro, se pone en juego el
protagonismo: con que recurso cuenta para relacionarse con esas marcas, sin quedar
subsumido en ellas.
Todo ese revuelo de significantes en el que se inserta el sujeto, será replanteado en la
adolescencia.
Esta la posibilidad y la necesidad de buscar elementos que lo constituyan por fuera de la
familia, cosa que posibilite el duelo con el niño que fue, y con los padres de la infancia. El
duelo es el tributario de la castración fundante.
Surge un proceso llamado desidentificación.
Hay otros dos ejes: la vía del narcisismo y la vía del complejo de Edipo. Uno no es sin el
otro.
Narcisismo: es a partir del investimento libidinal del otro, que la cría humana entra al
camino de la subjetivación. Es fundamental que el hijo se constituya en algo deseado para
esa madre. Se trata de transitar el recorrido hacia la diferenciación, no sin antes la
indiferenciación. (constitución del cuerpo por el otro primordial).
La denegación originaria sitúa ese no primero, a partir del cual es posible establecer que
si la madre está ausente el sujeto no desaparece.
En el campo del narcisismo se pone más en juego la presencia que la ausencia.
En un sujeto adolescente se pone en jaque la unidad. La unidad del cuerpo familiar ya no
le sirve.
Edipo: En el campo del narcisismo, haciendo trama con el movimiento edipico, se pone en
juego la existencia del sujeto como ser sexuado. Se enlazan las generaciones marcando
diferencias y construyendo historia.
En el primer tiempo, el niño es el falo de la madre; es necesario salir de ello para que
haya circulación deseante.
En el segundo tiempo el padre aparece como prohibidor. Es el falo, es un padre absoluto,
es la ley, no la hace circular.
El tercer tiempo es el que tiene que ver con la declinación del Edipo. El padre puede tener
Resumen Desarrollo.
Ante el desencuentro radical al que enfrenta el acto sexual, surge con fuerza la
adherencia al otro primordial, velando la diferencia irreductible que se desprende de las
vicisitudes de la castración.
En la confrontación sexual se pondrá en juego la relación incestuosa a través de la
repetición de la escena edipica, en tanto suposición de reencuentro con el otro primordial.
En el acto sexual opera una especie de engaño constitutivo, se busca en ello la
complementariedad de los sexos, borrar la diferencia, la falta estructural, velándola. Esto
da lugar a que surja algo de goce.
Es en el desencuentro que algo de lo propio puede encontrarse.
Hablar de cuerpo conduce a hablar de pulsión, que implica una modificación en el cuerpo,
una inscripción que constituye el primer efecto del significante en el ser viviente, marca
que el otro escribe sobre una superficie corporal a partir de la demanda.
Podemos hablar de dos caminos de la falta radical a la que se enfrenta el sujeto:
El del deseo: si bien es enigmático, el deseo habla. Es inarticulable, aunque ciertas
articulaciones pueden hacerse, inscribiéndose en los significantes inconscientes. Se
relaciona con el falo y este con la castración.
El del goce: que como satisfacción pulsional es mudo, puro goce corporal, se enlaza al
objeto a en la conceptualización de Lacan.
La castración opera como gozne entre ambos. Tiene por lo menos dos funciones: operar
como limite al goce; es la condición de goces posibles.
El aparato se motoriza en búsqueda de lo idéntico a la primera experiencia que es
irrepetible, pero no hay tal posibilidad. Se trata de una perdida de la que queda huella. El
significante no permite la reproducción de lo idéntico, en cada vuelta instala la diferencia.
La repetición es simbólica porque pide por lo nuevo.
El objeto a refiere a una falta estructural, la radical inaccesibilidad al objeto total de
satisfacción pulsional.
La sexualidad es efecto de la posición que adopta el ser parlante en relación a la
castración, al no poder serlo todo, al no poseer los dos sexos. Es la condición del
surgimiento del deseo, y el objeto inherente a la pulsión.
El falo es otra cosa, es un significante de que algo falta. Es hacia donde tendemos,
aquello que aparece como alcanzable en el deseo.
Objeto a como causa del deseo, falo como posibilidad de satisfacer el deseo.
La resistencia es todo aquello que interrumpe el proceso de la labor analítica, prolonga el
ocultamiento de una verdad que no ha sido descubierta.
Lacan plantea que podemos hablar de un movimiento transferencial en el analista, se
trata de la implicación necesaria en la situación de transferencia.
El drama puberal se despliega en un tiempo de reclamo al otro. Si este no acude, nos
encontramos con los riesgos de la adolescencia. La angustia desmedida, cuando el
adolescente no encuentra soporte identificatorio, puede desembocar en actos
estrepitosos.
El adolescente busca significantes que lo organicen, se halla abocado a cierta
estabilización, es necesario que operen en el resignificaciones determinantes para que
algo de la posición sexual vaya instalándose como constante.
Resumen Desarrollo.
La lengua del olvido sostiene nuestras emociones más arcaicas, más violentas.
La llamada lengua materna, paradójicamente, seria aquella lengua que, vehiculizada por
la madre, permite que el niño se separe de ella.
La lengua no es una expansión del cuerpo materno, sería más bien la expresión de esa
parte de la madre interesada por lo que pasa más allá del niño.
El pasado es una aspiración a la trasmisión, pero al mismo tiempo la forma misma que
reviste la pulsión invocante de saber, la prohibición de que aquello de lo que se trataba
pudiera ser trasmitido.
Como entender esta dificultad de trasmitir, es decir, de dar y recibir, de no ser porque a
partir del momento en el que, de una generación a otra, existe un quiebre, una ruptura
Resumen Desarrollo.
desconocido; incomprensibles, parecen cosa natural a todos aquellos que están bajo su
imperio.
El tabú incluye solo: el carácter sagrado (o impuro) de personas o cosas; la índole de la
restricción que resulta de ese carácter; y la sacralidad (o impureza) producto de violar esa
prohibición.
Se pueden distinguir varias clases de tabúes: un tabú natural o directo que es el resultado
de una fuerza misteriosa; un tabú comunicado o indirecto que parte también de aquella
fuerza, pero es adquirido, o es impuesto por un sacerdote, jefe u otra persona; y un tabú
situado entre los otros dos, cuando entran en cuenta ambos factores.
Las metas del tabú son: proteger de posibles daños a personas importantes y cosas;
poner a salvo a los débiles; proteger de peligros derivado del contacto con cadáveres, del
consumo de ciertos alimentos, etc.; prevenir perturbaciones a los actos vitales como el
nacimiento, la iniciación, el casamiento, las actividades sexuales; proteger a los seres
humanos frente al poder o la cólera de dioses o demonios; resguardar a nonatos y niños
pequeños contra los peligros que los amenazarían.
Los primeros sistemas penales se remontan al tabú.
Quien ha violado un tabú, se vuelve tabú.
La fuente del tabú es atribuida a una fuerza ensalmadora inherente a personas y espíritus,
y que desde estos puede contagiarse a objetos inanimados.
El resultado de una violación del tabú, no depende solo de la intensidad de la fuerza
mágica inherente al objeto tabú, sino también del poder del mana que en el sacrílego se
contrapone a aquella fuerza.
Un tabú impuesto por un rey o un sacerdote es más eficaz que el proveniente de un
hombre común.
El psicoanálisis conoce a personas que se han creado esas prohibiciones-tabú y las
obedecen con el mismo rigor que los salvajes. Estos son los enfermos obsesivos.
Como en el tabú, la prohibición rectora y nuclear de la neurosis es la del contacto. Todo lo
que conduzca al pensamiento hasta lo prohibido, esta tan prohibido como el contacto
corporal directo.
Al igual que las prohibiciones-tabú, las obsesivas conllevan una renuncia y restricciones
para la vida, pero una parte puede ser cancelada mediante la ejecución de ciertas
acciones.
Hay una conducta ambivalente del individuo hacia el objeto. La prohibición es expresa y
consciente, pero hay un placer de contacto que perdura en el inconsciente y la persona no
sabe nada de él.
La prohibición debe su intensidad al nexo con su contraparte inconsciente.
El placer pulsional se desplaza a fin de escapar al bloqueo y procura ganar subrogados
para lo prohibido. Por eso la prohibición migra y se extiende a las nuevas metas de la
moción proscrita. Estas son acciones de compromiso.
El contacto es el inicio de todo apoderamiento, de todo intento de servirse de una persona
o cosa.
Esta transferibilidad del tabú refleja la inclinación de la pulsión inconsciente a desplazarse
siempre sobre nuevos objetos, siguiendo caminos asociativos.
Además de la ternura dominante existe una corriente contraria, pero inconsciente, de
hostilidad; donde se realiza el caso típico de la actitud ambivalente de sentimientos.
Los neuróticos obsesivos se comportan en un todo como los salvajes. Muestran la
sensibilidad de complejo para pronunciar y escuchar determinadas palabras y nombres, y
Resumen Desarrollo.
del trato que dispensan a su propio nombre derivan un buen número de inhibiciones a
menudo graves.
Los preceptos-tabú se comportan de manera bi-escindida, como los síntomas neuróticos.
Por una parte, en virtud de su carácter de restricciones dan expresión al duelo, pero, por
la otra, dejan traslucir claramente lo que pretenden ocultar: la hostilidad hacia el muerto,
ahora motivada como una obligada defensa.
Se puede hablar de una consciencia moral del tabú y de una consciencia de culpa.
El tabú es una formación social, esto es una diferencia con la neurosis obsesiva.
Animismo es la doctrina de las representaciones sobre las almas. Los primitivos creen
que las personas poseen almas que pueden abandonar sus moradas y mudarse a otros
seres humanos, son independientes de los cuerpos.
No es una religión, pero contiene las condiciones previas.
El principio que rige a la magia, la técnica del modo de pensar animista, es el de la
omnipotencia de los pensamientos relacionable con la neurosis obsesiva.
Lo decisivo para la formación de síntoma no es la realidad objetiva del vivenciar, sino la
del pensar.
Las acciones obsesivas primarias son de naturaleza mágica. Son contra ensalmos
destinados a defender a los neuróticos de las expectativas de desgracia con las que suele
comenzar su neurosis.
Es sugerente relacionar con el narcisismo la elevada estima en que los primitivos y los
neuróticos tienen a las acciones psíquicas. Entre los primitivos el pensar esta todavía
sexualizado en alto grado; a esto se debe la creencia en la omnipotencia de los
pensamientos.
Lo que nosotros, como los primitivos, proyectamos a la realidad exterior no ha de ser sino
el discernimiento de un estado en que una cosa esta dada a los sentidos y a la
consciencia, está presente, junto al cual existe otro estado en que la cosa esta latente,
pero puede reaparecer; la coexistencia de percibir y recordar, o la existencia de procesos
anímicos inconscientes junto a los conscientes.
El totemismo es un sistema que en algunos pueblos primitivos hace de religión y
proporciona la base de la organización social.
Un tótem es un objeto hacia el cual el salvaje da pruebas de un supersticioso respeto
porque cree que entre su propia persona y todas las cosas de esa especie existe un
particular vinculo.
Para los primitivos los nombres son algo esencial y lleno de significados. El nombre es
una pieza de su alma.
El tótem constituiría un lugar de refugio seguro para el alma, que era depositada en el a
fin de permanecer a salvo de los peligros que la amenazaban.
Un instinto natural pulsiona hacia el incesto y si la ley sofoca esta pulsión como a otras
pulsiones naturales, ello se funda en la intelección de los hombres civilizados de que
satisfacer esas pulsiones naturales perjudicaría a la sociedad.
La conducta del niño hacia el animal es muy parecida a la del primitivo. El niño no
muestra todavía ninguna huella de esa arrogancia que luego moverá al hombre adulto de
la cultura a deslindar con una frontera tajante su propia naturaleza frente a todo lo animal.
Concede sin reparos al animal una igualdad de nobleza; y por su desinhibida confesión de
sus necesidades, se siente más emparentado con el animal que con el adulto.
El sacrificio significaba un acto de socialidad, una comunión de los creyentes con su Dios.
Como sacrificio se ofrendaban cosas de comer y beber.
Resumen Desarrollo.
Era esencial que cada uno de los participantes recibiera su porción. Un sacrificio era una
ceremonia pública, la religión era un asunto común, y el deber religioso, una parte de la
obligación social.
Todo sacrificio conlleva una fiesta, y ninguna fiesta puede realizarse sin sacrificio.
El animal sacrificial era tratado como pariente del mismo linaje, se identifica con el antiguo
animal totémico.
Toda comida en común establece un lazo sagrado entre los comensales.
Ahí actúa la consciencia de que ejecutan una acción prohibida al individuo y solo legitima
con la participación de todos; ninguno tiene permitido excluirse de la matanza y del
banquete. Consumada la muerte, el animal es llorado y lamentado. El lamento totémico es
compulsivo, arrancado por el miedo a una amenazadora represalia, y su principal
propósito es sacarse de encima la responsabilidad por la muerte.
Los miembros del clan se santifican mediante la comida del tótem, se refuerzan en su
identificación con él y entre ellos.
El animal totémico es el sustituto del padre
El sistema totemista era un contrato con el padre, en el cual este último prometía todo
cuanto la fantasía infantil tiene derecho a esperar de el: amparo, providencia e
indulgencia, a cambio de lo cual uno se obligaba a honrar su vida.
En el complejo de Edipo se conjugan los comienzos de religión, eticidad, sociedad y arte.
El neurótico está inhibido en su actuar, el pensamiento es para él el sustituto pleno de la
acción. El primitivo no está inhibido, el pensamiento se traspone en acción; para él la
acción es un sustituto del pensamiento.