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Psicología del Desarrollo III

Psicología del Ciclo Vital – Dulcey-Ruiz:


La psicología del Ciclo Vital es más amplia que la psicología del desarrollo. Con una visión integral del
curso del ciclo vital esta psicología enfatiza la irrelevancia de la edad, los cambios permanentes, la
multidimensionalidad y la plasticidad, como la importancia del contexto y la historia. Se refiere al proceso
de envejecimiento, a la adultez, la vejez y la muerte en el marco del ciclo vital; enfatiza posibilidades
relacionadas con el envejecimiento exitoso, el bienestar subjetivo y la sabiduría, acordes con el punto de
vista de la psicología positiva y posibles de lograr mediante el aprendizaje durante toda la vida.
La historia de la psicología del desarrollo hace parte de la historia de la psicología del envejecimiento y la
vejez.
La ecología del desarrollo resulta valiosa cuándo se trata de dar cuenta del contexto del ciclo vital. Esta
perspectiva incluye indicadores de estilo y condiciones de vida en términos de espacios donde se
desarrolla la actividad humana; modalidades de dicha actividad y formas de interacción. Estos tres
elementos se presentan en los distintos sistemas: microsistema (ambiente más cercano a la persona),
mesosistema (relación entre los microsistemas), exosistema (circunstancias sociales, políticas, culturales,
científicas y económicas), macrosistema (relacionado con elementos simbólicos de las culturas, las
creencias y representaciones sociales) y cronosistema (referente al transcurso del tiempo, hechos
históricos y biográficas).
Es posible analizar transformaciones en espacios, actividades e interacciones en distintos ámbitos, los
cuales inciden en el ciclo vital de las personas.
Las perspectivas venideras se caracterizarán por cambios demográficos sin precedentes, un incremento
en la expectativa de vida al nacer, cambios en la percepción de la vejez, incremento en el poder de las
generaciones más viejas, etc.
Especialistas en el tema del envejecimiento resaltan el logro de una mayor autonomía funcional y
decisoria, gracias a la influencia de la educación, la tecnología y las innovaciones relacionadas con la
seguridad social y económica. El acelerado envejecimiento poblacional conlleva a nuevas miradas sobre
estilos y condiciones de vida, de modo que el mantenerse con bienestar se convierte en un objetivo y en
una tarea individual y social de primer orden. Un autor señala que el envejecimiento de la población con
independencia, autonomía y alta calidad de vida puede ser una de las innovaciones del tercer milenio.
En relación con la familia hay un paso de los grupos de padres e hijos a grupos en los cuales se integran
personas de varias familias, las que serán cada vez más comunes debido al divorcio, la separación, la
viudez y las nuevas uniones.
Las demandas del cuidado por parte de las generaciones más jóvenes y más viejas serán una fuente de
estrés para mujeres y hombres de mediana edad. Con el incremento de la movilidad y la mayor diversidad
de los estilos de vida, los lazos de sangre serán menos importantes prevaleciendo las “familias por
elección”.
La perspectiva del ciclo vital se convierte en un marco de referencia de tipo contextual y dialectico, que
considera la totalidad de la vida como una continuidad con cambios, destacando parámetros históricos,
socioculturales, contextuales, y del acontecer cotidiano e individual, como prevalente sobre cualquier
clasificación etárea o en la que predomine la edad como criterio. Representa un intento para superar la
dicotomía crecimiento-declinación, reconociendo que en cualquier momento de nuestras vidas hay
pérdidas y ganancias.
Postulados:

 El ciclo vital como envejecimiento diferencial y progresivo: el envejecimiento como proceso de


diferenciación progresiva, el cual comienza con la vida y termina con la muerte, es una realidad
característica de todas las formas de vida multicelular. Los cambios de la edad se deben también a
razones genéticas y del ambiente, hay una variabilidad interindividual que aumenta al
incrementarse la edad.
 Reconceptualización del desarrollo y el envejecimiento: estos dos tienen significados biológicos y
culturales que superan concepciones unidimensionales, estáticas y limitantes. Han de entenderse
como procesos simultáneos y permanentes durante la vida, en los cuales se conjugan ganancias y
pérdidas, así como múltiples influencias y orientaciones.

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 Irrelevancia (relatividad) de la edad cronológica: su importancia es relativa debido a que la edad por
sí misma no es un factor causal, explicativo o descriptivo, ni una variable organizadora de la vida
humana. Es menos importante el tiempo que pasa, que lo que ocurre durante ese tiempo. Así
tiende a perder importancia cualquier clasificación de la vida por etapas, dado que los hitos
culturales y biológicos son cada vez más inexactos e inesperados.
 Revisión del modelo deficitario y de estereotipos sobre el envejecimiento y la vejez: las
expectativas de otros influyen en el concepto que cada persona tenga de sí misma. Se debe revisar
la imagen que tenemos de la vejez y de las personas ancianas, los problemas relacionados con la
vejez no empiezan en una edad o una época determinada, sino cuando se comienzan a etiquetar a
las personas como de edad madura. Nos comportamos en las situaciones y con las personas de
acuerdo con la imagen que tengamos de las mismas.
 Multidimensionalidad, multidireccionalidad, plasticidad y discontinuidad: Muy diferentes factores y
sistemas se conjugan e interactúan en disimiles dimensiones, en la construcción de la vida de cada
persona. Cada vida individual implica continuidad y discontinuidad o rupturas: algunos aspectos se
mantienen, a la vez que en cualquier tiempo surgen otros nuevos. Con respecto a la plasticidad, si
la varianza del entorno se incrementa y se distribuye en forma equivalente, la importancia de la
genética no se incrementa.
 Selectividad, optimización y compensación – SOC: resulta fundamental optimizar la utilización de
los bienes disponibles, sabiéndolos limitados. El ciclo de la vida implica estos procesos
mencionados anteriormente, que funcionan de formas activas y pasivas.
La selectividad equivale a darse cuenta de oportunidades y restricciones especificas en los
distintos dominios de funcionamiento y actuar en consecuencia, bien sea diseñando en forma
intencional metas alcanzables o cambiando metas y acomodándose a pautas distintas.
La optimización significa identificar procesos generales involucrados en la adquisición, la aplicación
y el refinamiento de medios para el logro de metas relevantes.
La compensación se refiere a la posibilidad de regular las perdidas en los medios, diseñando
alternativas centradas en formas de superar dichas perdidas sin necesidad de cambiar las metas.
El self puede continuar siendo un sistema de afrontamiento y mantenimiento de la integridad
poderoso y resiliente.
 Importancia del contexto y la historia: los modelos contextuales son más apropiados al estudiar las
trayectorias vitales dado que estas son cada vez más atípicas. De ahí la conveniencia de analizar
la influencia que tienen en la vida de distintas generaciones estas dos variables.
Algunos autores plantean tres conjuntos de factores que inciden en el curso del ciclo vital:
expectativas sociales relacionadas con la edad, influencias históricas y acontecimientos personales
únicos. A los dos primeros tipos se les considera normativas, en el sentido de incidir en la
conformación de una identidad social. Las últimas son de carácter individual, pero inciden en el
ciclo vital.
o Influencias normativas relacionadas con la edad y con el género: son expectativas sociales
que toman en cuenta relojes biológicos y sociales. Toda sociedad controla el desarrollo
individual teniendo en cuenta criterios de edad y de género. En toda sociedad se resuelven
numerosas tareas convirtiéndolas en roles sexuales o de géneros.
Tanto lo biológico, como lo sociocultural son realidades cada vez más flexibles y
cambiantes. En el plano biológico esto se ilustra con la tendencia secular en el crecimiento.
En el plano sociocultural, el espíritu cada vez más cambiantes de los tiempos y las
transformaciones aceleradas en todos los ámbitos, sustentan la variación de los relojes
sociales y su creciente relatividad.
o Influencias normativas relacionadas con la historia: se trata de hechos históricos que
ocurren durante el ciclo de vida de una generación, los cuales tienen impacto en quienes la
conforman.
o Influencias no normativas, o de carácter individual: se refiere a determinantes fortuitos del
curso de la vida, aludiendo a acontecimientos cotidianos que ejercen un papel importante en
el moldeamiento de la vida.

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Envejecer significa aumentar la edad y volverse más viejo por el hecho de haber vivido más tiempo. El
número de personas que consideran que su edad subjetiva coincide con su edad cronológica, decrece a
medida que se incrementa esta última.
Dos cuestionamientos surgen cuando se estudia el envejecimiento desde el punto de vista psicológico: ¿el
envejecimiento afecta a la forma de comportarse?, y ¿el comportamiento afecta la forma de envejecer?
Ser adulto significa haber crecido. Al considerar la adultez desde la perspectiva del ciclo vital, se entiende
como la consecuencia de un proceso de desarrollo durante la vida en el cual inciden múltiples influencias
en permanente interjuego.
Se pueden identificar diferentes criterios para señalar la adultez, entre ellos el relacionado con el contexto
socioeconómico: en entornos económicos y socioculturalmente más pobres se asumen temprano en la
vida roles considerados adultos como los reproductivos y laborales.
Culturalmente, la adultez se relaciona con los relojes sociales, así como con múltiples transiciones. La
adultez es la época de la vida en que se presentan más transiciones y cambios en general, en la que se
viven más ritos de paz, y en la que pueden surgir las más diversas interacciones, así como muchos
nuevos factores y posibilidades.
La vejez es la cualidad de ser viejos. Esto significa haber envejecido y haber vivido más que otras
personas, pero la definición de vejez depende del contexto y del grupo de personas al que se refiera.
La autopercepción como persona vieja es más favorable que las percepciones ajenas acerca de la vejez.
La muerte provee la clave para entender el significado de la existencia, al tiempo que considera que la
aceptación de la propia finitud permite el crecimiento personal.
El bienestar subjetivo o la satisfacción con la vida durante la vejez es indicador de un envejecimiento
exitoso.
La planificación anticipatoria sirve a varios propósitos, como reducir la incertidumbre, ayudar al individuo a
recuperarse de problemas iniciales y comenzar a trabajar hacia una meta, así como minimizar el estrés
personal y del entorno.
En busca de productividad e independencia – Rize:
La cultura moldea y dirige las vidas y el envejecimiento de las personas. Las expectativas culturales
acerca del envejecimiento influyen sobre las metas y motivaciones individuales y construyen trayectorias
del curso de la vida. Se define la cultura como una constelación de estructuras sociales e institucionales,
de prácticas comportamentales y características psicológicas comunes compartidas por un determinado
grupo social. Las creencias y valores culturales también influyen directamente en las expectativas de la
gente acerca del envejecimiento, así como sobre sus metas, decisiones y trayectorias en la vida.
Las culturas occidentales, al reflejar valores acerca de la independencia y la productividad, han llevado a
los científicos sociales a hacer énfasis en algunos aspectos particulares del envejecimiento humano
dejando a otros de lado. Esto trae como resultado un retrato del envejecimiento visto desde un solo lado,
que acentúa las pérdidas y socava lo relacionado con la autoeficacia y las realizaciones.
La vejez ya no es lo que solía ser, familias y comunidades estarán constituidas cada vez más por adultos
mayores.
Los cambios culturales han sido directamente responsables del aumento de la esperanza de vida en el S.
XX, sin embargo, el envejecimiento poblacional se enmarca típicamente como una sangría de la
economía, una amenaza al sistema de cuidado de la salud y una carga para las familias. En el plano
individual la vejez se considera como una época de pérdidas y muy pocas ganancias. Parecería que la
mejor manera de llegar a la vejez es evitar del todo envejecer, o al menos, aparentar que no se envejece.
Los ideales acerca de “envejecimiento óptimo” implican frecuentemente preservar la juventud.
Con el debilitamiento de la salud se corre el riesgo de dejar de ser autosuficiente y perder la autonomía, lo
que muchos considerarán esencial para la dignidad y el bienestar humano.
En el plano individual la productividad implica fundamentalmente la reproducción. La misma existencia de
un período post reproductivo es una curiosidad evolutiva.
Existen argumentos que sostienen que la declinación del envejecimiento sucede debido a que la evolución
no actuó en los últimos años de la vida. Se espera que, en los adultos mayores, se manifieste un lento,
pero constante deterioro, tornándose menos capaces de funcionar independientemente.
Estos enfoques prevalecientes sobre la evolución humana dejan de lado dos hechos importantes. Primero,
la evolución no actúa sobre los individuos, sino sobre las reservas de genes que reflejan grupos de

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individuos interrelacionados. Segundo, el éxito con que los genes se dejan en una reserva no depende del
número de hijos que producen los individuos. Es decir, el éxito evolutivo no se mide a nivel individual por el
número de hijos que se tenga, sino más bien por la perpetuación de los propios genes en la reserva
genética.
La ventaja selectiva de compartir recursos dentro de los grupos, y el gran valor de la experiencia individual
acumulada para un grupo social, son pivotes para la supervivencia colectiva.
En la medida en que los adultos mayores contribuyeron a la supervivencia de sus parientes más jóvenes
aportaron al éxito colectivo.
Las explicaciones convencionales sobre la evolución humana se desarrollaron en una cultura de
independencia en la cual la gente estaba más dispuesta a centrarse en la producción individual y en la
reproducción. En una cultura interdependiente sería más probable que se exploraran los aspectos sociales
de la evolución.
Puntos de vista sobre la vejez ampliamente extendidos pueden relacionarse de modo directo con valores
culturales que enfatizan la productividad individual y el funcionamiento independiente, de manera tan
arraigada, que no representan adecuadamente la evolución.
El entendimiento de la vejez como ligada a enfermedad física y mental ha hecho que el envejecimiento
humano parezca ser un problema de salud pública.
En las ciencias sociales, los investigadores tienden a trazar el curso de las pérdidas anticipadas sin
ocuparse de las razones de éstas, y mucho menos de buscar las ganancias logradas con la edad.
Por lo común, las tareas cognoscitivas se evalúan en forma totalmente independiente del contexto vital,
centrándose en habilidades específicas, cuantificables, y no en ejecuciones basadas en la coordinación de
múltiples habilidades y que se beneficien del conocimiento adquirido.
Debido a esta cultura que idealiza la eficiencia, no es sorprendente que en las investigaciones sobre
envejecimiento cognoscitivo se haga énfasis en la rapidez con la que se aprende.
La declinación en la inteligencia fluida o en el procesamiento de información nueva, se compensa
frecuentemente con la inteligencia cristalizada o conocimiento y habilidades adquiridas. Este último tipo de
inteligencia aumenta a lo largo del ciclo vital en función de la experiencia acumulada y la aculturación.
Debido a lo poco que se conocen en forma directa las actividades cotidianas de los individuos mayores,
los análisis se basan, en información anecdótica y en concepciones populares. Es por esto que reciben
mucha menor atención áreas de funcionamiento cognoscitivo que muestran mejoría a lo largo del curso de
la vida, tales como la referente a resolución de problemas sociales.
Los autores afirman que el conocimiento adquirido que se basa en el incremento de experiencia es
responsable de la mayor parte de la variabilidad que se observa en el funcionamiento cotidiano.
El énfasis en la rapidez como un indicador principal de la inteligencia acentúa la idea sobre la declinación
relacionada con la edad. Otros aspectos también parecen influir en la ejecución, incluyendo numerosos
factores motivacionales y de personalidad.
Estas posibilidades se deben explorar antes de inferir que la ejecución que se desvía del estándar de los
adultos jóvenes sea indicadora de deterioro cognoscitivo. El llegar a la vejez en sociedades que dan
prioridad a la rapidez y a la eficiencia puede realmente deteriorar la capacidad de reflexión, contemplación
y juicio certero.
Los enfoques científicos sobre el envejecimiento socioemocional han interpretado negativamente
fenómenos que son neutrales en sí mismos.
Se presumía que la bien documentada y constante declinación que se observa en la cantidad de contactos
sociales de las personas mayores reflejaban otra pérdida gradual por parte de las mismas.
La teoría de la actividad y de la continuidad veían las disminuciones de los contactos sociales a medida
que se envejece, como resultado de un prejuicio: el edadismo social, el cual reduce las posibilidades de
continuar desempeñando papeles y actividades sociales.
La teoría de la desvinculación afirmaba que la disminución de contactos sociales era señal de una retirada
adaptativa de los roles sociales, como preparación para la muerte. Por su parte, la teoría del intercambio
social sugería la disminución de la participación social porque los ancianos tienen menos recursos y se
vuelve menos atractivo interactuar con ellos.
El denominador común de estas perspectivas teóricas era el supuesto de que la declinación social con la
edad es un desarrollo problemático, asociado con soledad y con la proximidad de la muerte.
Investigaciones empíricas han demostrado que contactos sociales poco frecuentes y la disminución del
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tamaño de las redes sociales es un proceso continuo que comienza mucho antes.
La teoría de la selectividad socioemocional explica que cambios en la composición de la red social
relacionados con la edad no constituyen una pérdida, sino que son el resultado de un cambio motivacional
en las metas sociales. La gente, considera el tiempo que tiene por delante en su vida y fija sus metas de
acuerdo con esto. Cuando el tiempo se percibe como algo abierto, son más importantes las metas
relacionadas con el futuro y con la información. Sin embargo, cuando el tiempo por vivir parece limitarse
cada vez más, las metas emocionales se vuelven más importantes y las personas prefieren interactuar con
quienes mantienen relaciones más estrechas. Dentro de una red social no todas las personas se valoran
de igual forma, y en edad avanzada sólo se mantienen las relaciones emocionalmente más significativas.
Hay efectos perjudiciales en los programas que estimulan más contactos sociales entre los adultos
mayores porque ellos pueden sentirse presionados por las expectativas sociales a participar en
actividades que no satisfacen sus necesidades.
Los adultos mayores describen las emociones de manera más compleja y revelan un mayor control sobre
sus propias emociones.
Existen bases para creer que los síntomas depresivos aumentan en edades muy avanzadas, pero es
probables que esto se relacione con enfermedades próximas a la muerte, más que con el envejecimiento
en sí mismo. Los adultos mayores, con excepción de las demencias, parecen tener tasas más bajas de
psicopatología.
También parecen vivenciar una mezcla de emociones más compleja que los adultos más jóvenes, por lo
cual es más probable que indiquen emociones positivas y negativas simultáneamente.
Las expectativas culturales acerca del proceso de envejecimiento tienen la tendencia a convertirse en
profecías que se cumplen a sí mismas.
A lo largo del curso vital, las personas se formulan con frecuencia explicaciones de su vida en un intento
de organizar sus experiencias positivas y negativas en una historia de vida coherente y significativa. Al
conformar tales síntesis de su vida los individuos se basan en teorías implícitas acerca de la estabilidad o
la maleabilidad de los atributos personales durante el ciclo vital.
Las teorías implícitas sobre el envejecimiento abarcan tanto las teorías sociales internalizadas, como las
experiencias personales relacionadas con el propio desarrollo. Las teorías implícitas se derivaron de
estereotipos culturales acerca del envejecimiento.
Las teorías implícitas sobre el envejecimiento que ponen de relieve los cambios y no reconocen las
continuidades, en última instancia, pueden traer como consecuencia percepciones distorsionadas del
propio proceso de envejecimiento.
Las percepciones de los adultos mayores sobre los cambios que ocurren durante el ciclo vital, se
correspondían con las teorías implícitas acerca de la declinación con la edad.
Las teorías implícitas también pueden ejercer influencia sobre la autoevaluación. Los adultos mayores
deliberadamente realizan comparaciones sociales que los llevan a resultados emocionales positivos. Sin
embargo, si las personas no pueden escoger sus referencias para la comparación social, los resultados
afectivos pueden ser, tanto positivos como negativos.
A los adultos mayores les puede ir mejor si realizan una comparación social hacia arriba, para mejorar,
haciéndolo con relación a coetáneos cuyo estado funcional puede parecerles alcanzable.
Un factor crucial que determina los resultados de los procesos de comparación social es el grado de
control que se perciba con respecto al proceso de envejecimiento.
En la medida en que las concepciones culturales sobre el envejecimiento lo consideren como una batalla
contra la declinación que, en último término está perdida, esta socava en la motivación. Las expectativas
pesimistas pueden influir en metas y aspiraciones.
En algunos casos, ajustar las metas puede ser beneficioso para los adultos mayores. Los adultos mayores
se adaptan más a las pérdidas, por medio de tendencias de acomodación que traían como consecuencia
una reapreciación de sus metas personales, desvinculación de metas bloqueadas y adaptación a
limitaciones que imponían las situaciones.
Las bajas expectativas acerca de la ejecución se convierten en profecías que se autorrealizan, ya que las
metas poco exigentes que se fijan para sí mismos se asocian con disminución en el esfuerzo y con
ejecución débil.
Es más probable que los adultos mayores tengan éxito si evalúan sus habilidades y destrezas en forma
realista, en lugar de adoptar expectativas culturales de una declinación continua. Los adultos mayores
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deben beneficiarse de las teorías implícitas que hacen énfasis en aspectos controlables de los procesos
de envejecimiento y que los llevan a fijarse metas personales a la manera de retos alcanzables.
A las personas con un alto grado de autoeficacia en relación con la edad, les va mejor porque establecen
para sí mismos metas más desafiantes y persisten ante los fracasos y contrariedades. Las creencias
culturales y las teorías implícitas sobre el envejecimiento pueden influir en la autoeficacia mediante la
persuasión verbal, o de manera indirecta, por medio de la ejecución activa y los logros que se observan en
otros.
Aún los adultos mayores que tienen expectativas positivas sobre su proceso de envejecimiento parecen
ser vulnerables a las amenazas de los estereotipos. Tales amenazas se sienten cuando las personas
sienten que corren el riesgo de confirmar un estereotipo negativo. Esto produce ansiedad y amenaza al
Yo, lo cual puede interferir con la ejecución de tareas intelectuales y motoras.
Los adultos mayores pueden tener menor oportunidad de experimentar el dominio de un área por su
ejecución exitosa en esta, lo cual podría disminuir su autoeficacia y llevarlos a desvincularse del área en
cuestión.
Valores y expectativas culturales acerca del envejecimiento pueden influir sobre la motivación, así como
sobre los resultados en áreas como la memoria, la salud física y el trabajo. La memoria es un área en la
cual los modestos déficits pueden amplificarse por suposiciones acerca de pérdidas más profundas.
Aunque ciertos aspectos de la memoria muestran algún declive en la vejez, este no es usualmente
suficiente para perturbar el funcionamiento cotidiano.
La baja autoeficacia en relación con la memoria puede relacionarse con pobre ejecución en tareas de
memoria, mediada por menor grado de persistencia y de esfuerzo cognoscitivo, así como por estados
afectivos. Los adultos mayores utilizarían el menor grado de estrategias para la memoria y se distraerían
por preocupaciones sobre su pobre desempeño.
Las expectativas y creencias culturales también juegan un papel en la salud física durante la vejez. El
énfasis en la independencia y la confianza en sí mismo, llevaría a los adultos mayores a sentirse
responsables de optimizar su estado de salud. Dado que la probabilidad de dependencia aumenta con la
edad, sobre todo en los más viejos, la definición de una vejez exitosa como salud física óptima y
funcionamiento independiente es un ideal que puede disponer al fracaso.
La autoeficacia surge como un mediador entre las expectativas culturales y los resultados individuales.
Mientras que una alta autoeficacia puede amortiguar declinaciones funcionales relacionadas con la edad,
una autoeficacia baja generaría niveles disminuidos de funcionamiento cotidiano.
El ejercicio y un estilo de vida saludable pueden contribuir a mejorar el funcionamiento, no sólo mediante
un aumento objetivo de las habilidades, sino también por la experiencia de dominio y los consiguientes
aumentos de la autoeficacia en relación con el estado físico.
Las culturas occidentales definen la productividad como contribución a la fuerza de trabajo remunerado. El
trabajo no remunerado, el cuidado y el trabajo voluntario se excluyen de la productividad.
Los estereotipos negativos acerca de los trabajadores más viejos, en combinación con los incentivos
financieros para retirarse anticipadamente todavía convencen a muchas personas para dejar la fuerza
laboral a edades relativamente tempranas, a pesar de estar en buen estado de salud. Los estereotipos
sobre el envejecimiento pueden traducirse en expectativas de empeoramiento de su desempeño laboral.
El sentir que ya no están en capacidad de trabajar en el mismo nivel que antes puede llevar a los adultos
mayores a trabajar menos, o a retirarse por miedo a mostrar evidencias de la inadecuación con que se
perciben. Es probable que los empleadores no les brinden programas de entrenamiento.
Es probable también que la falta de oportunidades disminuya aún más su autoeficacia con respecto al
trabajo. Aunque sus habilidades físicas y mentales sean todavía suficientes, en las sociedades
occidentales los trabajadores más viejos se desvinculan del trabajo si no esperan alcanzar el éxito. La
pérdida del rol laboral puede socavar el sentimiento de ser una persona productiva y, por ello, valiosa.
El voluntariado de los adultos mayores puede dirigirse implícitamente a su supuesta necesidad de
continuar sintiéndose útiles. Sin embargo, quienes desean ser voluntarios encuentran una gama muy
reducida de oportunidades, que tiene muy poco en cuenta sus habilidades.
Ideales y creencias culturales influyen bastante en la experiencia de envejecer, produciendo, con mucha
frecuencia, resultados lamentables.
Los académicos que estudian el envejecimiento deben mantenerse alerta sobre las formas en que sus
propias creencias y suposiciones acerca del proceso de envejecimiento guían cada una de las etapas de
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investigación. No sólo deben evitarse las miradas negativas acerca del envejecimiento, sino, ante todo,
cualquier circunstancia en la que se utilice inapropiadamente la edad como variable explicativa.
El edadismo es una forma de prejuicio cultural.
Cuando se estudian empíricamente la productividad y la independencia deben situarse dentro de un
contexto cultural. No sólo es necesario reconsiderar las ganancias y las pérdidas asociadas con la edad
cronológica, sino las formas cualitativas en que las personas cambian con el tiempo.
Si se continúa relacionando el envejecimiento con pérdidas y manteniéndolo como opuesto a valores
culturales fundamentales, las personas seguirán temiendo, evitando y negando el envejecimiento. Es
necesario fortalecer las narrativas de vida que caracterizan el envejecer como un proceso continuo y no
como un estado prefijado.
Para que los individuos optimicen su propio proceso de envejecimiento deben fijarse metas con retos
conseguibles, y realizar comparaciones sociales realistas.
Todas las personas envejecemos en forma permanente.
Identidades y envejecimiento – Iacub:
Se tratan de considerar todos aquellos aspectos que afectan a la identidad a lo largo del proceso de
envejecimiento y la vejez. Estos conceptos son interpretados a la luz de una cultura que le da significación
en un contexto particular y cambiante. Ambos conceptos podrían ser pensados como significaciones que
producen cortes en lo social y determinan una medida en la noción de edad.
Identidad alude a “el mismo” “lo mismo”.
La identidad y la diferencia se hallan en función mutua y se apoyan en una posible definición de identidad.
La configuración de la identidad en un sentido psicosocial, es necesaria pensarla en contextos donde la
multiplicidad de interacciones mantienen al sujeto, o a una cultura, en permanente agitación y cambio, lo
cual nos permite cuestionar las homogeneidades solitarias así como ser cautos en determinar lo idéntico.
Freud produce un desplazamiento del Yo, en tanto espacio del sujeto cognoscente, ya que se encuentra
sometido a dos amos que no le permiten sostener una idea soberana, unitaria y permanente.
Lacan destacará la pregnancia del otro en toda la elucubración de la propia identidad. Mirarnos es mirarse
desde el otro. Este Otro al cual Lacan lo escribe con mayúscula por el nivel de determinación que tiene
sobre el sujeto, incidirá permanentemente en nuestras autopercepciones y autoconceptos.
Benoist aborda el problema de la identidad, desde el insustancialismo dinámico, lo cual supone pensar que
la identidad es un fondo virtual, indispensable para explicar cierto número de cosas, pero sin que por ello
le otorguemos una sustancialidad estática. El sujeto se reconoce a sí mismo o a su grupo, ofreciendo con
ello un sentido de continuidad de sí mismo necesario para construir un orden subjetivo.
La identidad surge desde una necesidad en la organización de la experiencia humana que determina un
modo de autorreconocimiento aún sobre el fondo de una ausencia.
Ricoeur afronta el problema de la identidad como una categoría de la práctica, aquella en la que la
cohesión de una vida implica su mutabilidad, la de quien es tanto lector como escritor de su propia vida, la
identidad narrativa acontece en su interpretación.
La identificación en este contexto precisa del otro en el relato, mientras que apropiarse supone un ponerse
fuera de sí, un auténtico ejercicio de autoconfiguración en el que alguien se objetiva, yendo más allá de ser
una representación. Se trata de la figuración de uno mismo a través del otro, a través de la reconfiguración
de sí en el relato.
La identidad narrativa podría considerarse el producto inestable de la intersección y el entrecruzamiento
entre la historia y la ficción.
El relato tiene dos características esenciales:
a) La dimensión lingüística que le proporcionamos a la dimensión temporal de la vida.
b) La posibilidad de encadenar historias discontinuas de la propia vida que dificultarían reconocer un
sentido de identidad.
El relato posibilita una noción de identidad que le da sentido a lo disruptivo (aquello que parece alejado de
lo que creemos ser), así como articula lo propio y lo del otro.
Es a través del relato que se configura la identidad del personaje a lo largo del tiempo.
La identidad narrativa podría ser pensada como la resultante de las transformaciones que establece un
sujeto, referidas a todas aquellas operaciones sobre el relato, en base a formas y regulaciones objetivas

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que tienen las narraciones en nuestra cultura. Todo relato para ser compresible y verosímil debe seguir las
leyes de la completud, del comienzo al fin, totalidad, debe incluir el conjunto de los elementos, y unidad de
la trama, es decir, que ese texto sea seguible a través de nexos narrativos claros.
El sí mismo no se conoce de un modo inmediato, sino indirectamente mediante el rodeo de toda clase de
signos culturales, lo cual determina que toda acción se encuentre simbólicamente determinada. El
conocimiento de sí mismo consiste en una interpretación, mediante la cual uno se apropia del personaje.
El concepto de Yo refigurado es comprendido como una apropiación. Lo cual implica la identificación de un
personaje, interponerse con el otro, jugar variaciones imaginativas que darán lugar a las variaciones del sí
mismo.
La noción de crisis nos indica un cambio, una modificación del estatus anterior. Debe ser pensada
individual y socialmente.
El término crisis significa en griego separar, separación o abismo. Para los existencialistas en los
momentos de crisis se revela ante el hombre lo que éste siempre había tenido ante sí y lo desplazaba con
creencias, roles e ideales sociales: la desesperación. Si el hombre se desespera es porque está
desorientado, porque ha perdido referentes sociales que lo guiaban.
Nos conducimos sin referentes que nos guíen, por ello el hombre en su camino necesita de
identificaciones. Ante la inminencia de un cambio en la continuidad de cierto orden subjetivo aparece la
desesperación ya que carecemos de recursos para ubicarnos en ese lugar y enfrentar ciertas situaciones.
La crisis nos separa de los otros ya que nos ubica en un espacio de significados distinto. La propia
significación de nosotros mismos se encuentra alterada. Nuestra identidad fue construida desde ciertos
límites que nos alojaban en un mapa conocido, ya sea por nuestros roles laborales o familiares. El límite
significa entonces identidad, ya que nos dice algo que somos diferenciándonos de aquello que no
queremos ser.
Los límites también sitúan los centro y los márgenes, por ello la concepción de centro requiere
necesariamente del margen. El cual connotara valores sociales y personales puestos en juego. La persona
en crisis no sólo pone en tela de juicio la identidad, sino que también la amenaza de sentirse excluido de
una posición central.
La crisis se define como una experiencia límite o una experiencia en el margen de lo aceptable. Frente a
esto quedarían dos opciones: encontrar una vía de retorno o ir más allá penetrando en otro dominio que
incluya nuevas formas identitarias que no promuevan la sensación de exclusión.
La mediana edad se define como el periodo entre los 40 y los 60-70. Encontramos una transición lenta o
repentina del trabajo al retiro, además de otros marcadores biopsicológicos y sociales.
Esta época se la podrá circunscribir de acuerdo a las circunstancias sociales tales como la edad jubilatoria,
el cambio a nivel estadístico de los casamientos y la edad de salida de los hijos del hogar.
Es importante destacar la presencia de algunos cambios biológicos propios de la edad que afectan las
facultades y capacidades que interfieren directamente en la ejecución de planes y obligaciones, los cuales
serán elementos que inciden en la lectura y el reconocimiento del sujeto de mediana edad.
La percepción de cambio se relaciona fundamentalmente con una situación de ruptura con un cierto
equilibrio anterior que pone en juego un nuevo sentido de identidad personal.
Las culturas que acentúan la edad cronológica como marcadores de los períodos de la vida tienen un
efecto diferente en la reconstrucción del Yo que aquellas culturas que tienen reglas indiferentes a la edad.
Este último implica que la edad no necesariamente juega un rol importante en la división de roles.
Podemos hacer coincidir la aparición de la mediana edad con una crisis, sin que por ello se ponga en
juego una vivencia depresógena. Por esto la conciencia de uno mismo deberá procesar la experiencia del
envejecimiento, para producir un sedimento del autoconocimiento en el cual se conjugan los modelos
culturales propios y los modelos sociales vigentes.
Una serie de factores clave aparecen en las situaciones vitales de las personas de mediana edad.
Los roles familiares: el rol del adulto mayor en la familia replantea el rol social del sujeto. Aparece el
síndrome del nido vacío. El trabajo de elaboración será el del duelo, ya que deberá ir separándose de ese
espacio con el dolor que implica, al tiempo que buscar nuevos espacios personales. Su resolución
dependerá de las capacidades personales, así como de los diversos roles sociales que lleve a cabo.
También resulta importante rescatar el trabajo de elaboración de los padres frente a sus hijos mayores,
donde sus éxitos personales serán evaluados de una manera personal como el haber sido “buenos o

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malos padres”.
La abuelidad suele aparecer como uno de los logros de esta etapa vital, ya que logra recuperar una
posibilidad de vínculo afectivo intenso, renovar la relación con sus hijos, reparar situaciones que no se
pudieron compartir con los mismos, y sentir que la vivencia de finitud y de pérdidas físicas se compensa
con la continuidad que brindan los más jóvenes.
El cuidado de los propios padres es lo que trae el mayor problema en el área de la vida familiar y que
constituye la mayor fuente de estrés.
Una serie de preguntas por el sentido de la vida parecen tomar un curso predominante en esta etapa. El
cuestionamiento sobre el rol seguido en la vida parece hacer referencia a un cuestionamiento existencial
sobre el cómo seguir y hacia dónde.
Crecimiento del Yo existencial: una característica de la mediana edad es la percepción emergente del sí
mismo con una existencia temporal y dependiente de su propio cuerpo. De la temprana a la tardía
mediana edad, estos aspectos físicos y temporales de la identidad van creciendo en su significación
personal; es decir que estos aspectos se vuelven más frecuentes en los pensamientos, contenido
sentimental y en las propias narrativas.
El Yo físico se relaciona con la tarea de adaptación a la edad biológica. Desde el comienzo hasta el final
del período de la mediana edad, el paso de la edad biológica se experimenta con más fuerza y resulta más
frecuente en el relato. El sexo y los eventos románticos son menos mencionados en la mediana edad y en
la vejez.
La edad biológica que afecta a la apariencia física es un tema para los adultos de mediana edad. Las
representaciones sociales y los modelos culturales del cuerpo en la cultura occidental se encuentran
fuertemente afectados por la economía de mercado y el énfasis en verse joven resulta más problemático
para las mujeres de mediana edad.
El yo temporal se refiere al incremento que realiza el sujeto, en la mediana edad, de referencias
temporales para dar cuenta de su identidad.
La identidad temporal se conecta con la experiencia del movimiento a través del ciclo de vida y del saber
acerca de la mayor proximidad a la fragilidad y a la muerte.
Los adultos de mediana edad y mayores usan constantemente referencias lingüísticas temporales.
Memorias autobiográficas y reminiscencias: la mediana edad es el momento en el que el pasado de
uno es largo y una considerable parte de la vida se ha materializado. El conocimiento acerca de cómo será
la vejez aumenta, y también lo hace la conciencia del tiempo y otros recursos para alcanzar objetivos
importantes desaparecen rápido.
Perspectiva futura: es un factor motivacional y de comportamiento muy importante a lo largo del curso de
vida. Los informes personales dirigidos hacia el futuro muestran un aumento gradual en la anticipación del
proceso de la edad. A partir de los 45 los pensamientos acerca de la edad perturban cada vez más.
Identidad en el trabajo: es un aspecto central de la vida. Se observa que la segunda etapa del trabajo en
la vida, de los 40 a los 65, se caracteriza por una mayor satisfacción laboral, motivación positiva,
experiencia social y profesional, madurez en las relaciones sociales y responsabilidad. La adaptabilidad es
menor comparada a la de los adultos jóvenes.
Puede verse amenazada en la temprana y en la tardía mediana edad. Esto puede afectar la autoestima y
la satisfacción de vida.
Las diferencias de género tienen mayor impacto en la mediana edad. Las mujeres de mediana edad con
altas aspiraciones laborales encuentran barreras para alcanzar posiciones de mayor jerarquía.
La expectativa del retiro laboral puede afectar por diversas vías y de maneras distintas. Por un lado, la
idea de retiro impone límites a la proyección del sujeto el cual puede verse como un trabajador envejecido
en etapas aún de plena mediana edad. Por otro lado, es bueno considerar que la jubilación suele ser
deseada.
Neugarten describe tres características clave de este momento:
 Incremento en la interioridad: supone una mirada introspectiva frente a alguna limitación personal
subjetivantemente vivida. Esta mirada implica un balance acerca de lo que uno fue, acentuándose
fundamentalmente la función de la memoria como defensa. Aparece la reminiscencia como un
trabajo psíquico necesario para mantener la economía mental en un estado equilibrado.

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 El cambio en la percepción del tiempo: se piensa al tiempo futuro como “lo que me queda por vivir”
y se comienza a pensar en un sentido trágico la existencia. La tragedia implicaría saber el final de
la historia. Por otro lado, aparece la pregunta sobre las cosas que quedan por cumplir y eso es
movilizante.
 La personalización de la muerte: aparece como la apropiación de un saber que siempre estuvo,
aunque no aparecía como cierto.
La teoría de la desvinculación se basa en la disminución de contactos sociales que ocurren con la vejez. El
envejecimiento normal se acompaña de un distanciamiento entre las personas que envejecen y los
miembros del sistema social al que pertenecen.
La desvinculación tendría tres factores fundamentales:
 El primero es la pérdida de roles al cambiar la posición del individuo en la sociedad.
 Con el aumento de la consciencia de que el futuro es limitado, el anciano quizás se centre más en
sí mismo y lo que es importante para él.
 Es de orden biológico, ya que la pérdida de las capacidades sensorio-motrices no permitirían
mantener ciertas actividades.
La teoría de la actividad sostiene la importancia de los contactos sociales y de las actividades que realizan
los sujetos. La teoría de la actividad supone una relación entre la satisfacción vital y la actividad social. Se
describen tres tipos de actividades: la informal, con amigos y vecinos; la formal, participar en grupos
voluntarios o recreativos; la actividad solitaria, como cuidar la casa o el ocio.
Se asume que la forma en que pensamos sobre nosotros mismos está relacionada con los roles y
actividades en los que estamos inmersos, lo cual implicaría que su abandono genere una pérdida de
identidad y valoración.
Teoría de la continuidad: propone que no hay ruptura radical ni transición brusca entre la edad adulta y la
tercera edad, sino que se trata de cambios menores u ocasionales que surgen de las dificultades de la
adaptación a la vejez. Por el contrario, se mantendría una continuidad y estabilidad entre estas dos etapas.
Esta teoría tiene dos postulados básicos:
 El paso a la vejez es una prolongación de experiencias, proyectos y hábitos de vida del pasado. La
personalidad, así como el sistema de valores, permanece intacta.
 Al envejecer los individuos aprenden a utilizar diversas estrategias de adaptación que les ayudan a
reaccionar eficazmente ante los últimos sufrimientos y las dificultades de la vida.
La teoría del ciclo vital: postula que cada etapa vital tiene crecimientos y pérdidas, las cuales según
Erikson se postularán como crisis. Cada una de estas según su resolución permitirá afrontar otras nuevas
o dejarán al sujeto con diversas limitaciones en su desarrollo personal.
La teoría del intercambio social: considera que la razón por la cual había una disminución en la interacción
entre los viejos y los jóvenes era que los viejos tenían menos recursos para ofrecer en el intercambio
social y de esa manera tenían menos para contribuir en el encuentro.
El presupuesto central del marco conceptual del intercambio social es que cada uno de los actores
contribuye con recursos para la interacción o el intercambio y que los recursos no necesitan ser materiales
y muy probablemente serán desiguales. Un segundo presupuesto es que los actores sólo continuarán
participando del intercambio en la medida en que los beneficios sean mayores que los costos y mientras
no haya alternativas mejores.
La teoría de la selectividad socioemocional: los mayores parecen vivenciar una mezcla de emociones más
compleja que los más jóvenes, por lo cual es probable que indiquen sensaciones positivas y negativas.
Esto fue denominado patetismo, que parece señalar reacciones emocionales más diferenciadas. Así como
una mejor regulación de las emociones con la edad que hacen que los episodios de tristeza duren menos
tiempo.
Teoría del apego: es un vínculo afectivo muy fuerte, por el cual el sujeto reconoce la sensación de la
propia existencia; vínculo que puede tomar las formas extremas del amor de objeto y de identificación,
recorriendo el abanico de modos de amor intermediarios.
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Lo que caracteriza al apego es su carácter incondicional e imperativo.
A cada edad le corresponden determinados objetos, los cuales son sustituibles a lo largo de la vida, y
aquello que no pareciera sustituirse es el apego.
El apego es lo que sigue sosteniendo a un sujeto conectado a la vida, incluso en las modalidades más
confusas como el delirio, las alucinaciones, etc.
Es necesario llegar a libidinizar el cuerpo propio que lo habilita a otros espacios de deseo.
Una de las variantes más curiosas que encontramos es la de muchos viejos que encuentran su cuerpo
fracturado en dos espacios de edades: un sí mismo joven y un cuerpo viejo.
Hay una serie de adquisiciones yoicas que pueden evaluarse como logros yoicos, aptitudes y logros de la
personalidad:
1. La creatividad: abarca la personalidad total del individuo. El individuo creador está menos
separado psicológicamente de su medio.
2. La empatía: es considerada una facultad del Yo, es el medio por el cual se reúnen datos
psicológicos acerca de otras personas, cuando estas dicen que piensan o sienten, permite imaginar
esa experiencia.
3. Reconocimiento de la finitud: la aceptación de la finitud es un logro del Yo, el cual realiza la tarea
emocional que precede, acompaña y sigue las separaciones.
4. El sentido del humor: es uno de los modos en que se puede superar el temor a la muerte.
5. La sabiduría: deben combinarse el sentido del humor, la aceptación de la muerte y los ideales de
trascendencia para posibilitar la sabiduría. Se la puede definir como una actitud estable de la
personalidad frente a la vida y al mundo.
Erótica y vejez – Iacub:
Desde la segunda mitad del siglo XX se ha producido una serie de transformaciones en la moral social que
han dado lugar a la denominada “revolución sexual”. El erotismo en la vejez no ha sido un tema de
profunda reflexión cultural ni ha tenido la misma dinámica, pero hoy se escucha un nuevo discurso que
posibilita y alienta la sexualidad en los adultos mayores.
Pero lo cierto es que permanece la impresión general de rechazo hacia el erotismo en la vejez. El horror
estético aparece como la categoría más fuerte de descalificación. Surge la referencia a la discapacidad
fáctica para lo sexual, que se inserta dentro de una lógica que piensa al viejo en asociación con la
enfermedad, y cuya sexualidad puede ser causante de un daño físico. Otra de las manifestaciones
descalificatorias se manifiesta con la representación tierna, infantilizada y por ello desensualizada del
anciano, el cual constituye un modelo de viejo aún más fuerte que el de depravado o perverso.
Uno de los argumentos paradigmáticos de la actualidad que ha ido modelando los discursos positivos
sobre la sexualidad en la vejez es la crítica contra la discriminación porque convierte al de los viejos en
uno de los tantos grupos descalificados socialmente, donde la sexualidad resulta tan desconsiderada
como otros aspectos de su vida.
El termino viejismo representa un rechazo por envejecer. Este modo de discriminación se manifestaba en
una serie de estereotipos que ayudaban a sostener la sinonimia entre vejez y cansancio, desinterés
sexual, lentitud intelectual e incapacidad para aprender, improductividad y malhumor, entre otros rasgos.
En las últimas décadas se ha producido una modificación que lleva a un enfoque más optimista,
reconsiderando la salud, la sexualidad y otras variables desde una visión más positiva.
El nuevo tipo de conocimiento gerontológico denuncia como un mito victoriano el modelo anterior de
concebir a la vejez; funda una relación con la temática que se pretende original, laica y científica, y se
convierte en un eje paradigmático desde donde construir la sexualidad. Para no caer en los mitos es
necesaria una revolución cultural.
Este nuevo relato acerca de una sexualidad posible en la vejez toma elementos propios del discurso
posmoderno, hay una nueva comprensión del cuerpo y la sexualidad de los viejos.
La trasformación en la estructura de poder tradicional y el surgimiento de nuevos discursos fueron
generando la relativización de una serie de presupuestos y valores que antes jerarquizaban ciertos roles,
tanto de género como de edad y que demarcaban divisiones estrictas y precisas. Se produjeron
modificaciones en el plano de las identidades y de las experiencias corporales.
Las edades de la sociedad posmoderna se diversifican, se multiplican y explotan; sus definiciones y sus
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características no funcionan más por razones a la vez demográficas, económicas, y culturales. Existe un
cambio en la temporalidad adjudicada a la edad, así como una flexibilización respecto de sus límites, lo
que permite hallar adolescencias alargadas o envejecimientos postergados. Esto determina que se
desvanezcan los elementos simbólicos y que el orden de los acontecimientos que definían las diferentes
edades no tenga vigencia.
El curso de vida posmoderno es una extensión de la adultez en dos direcciones: hacia atrás y hacia
delante, lo que lleva al hombre a vivir como adulto joven, edad que sintetiza las ideas de responsabilidad,
autonomía y consumo diversificado.
Esta nueva lógica de la edad produce un cambio en la posición de los viejos, quienes rechazan la suave
retirada de la vida y se oponen a perder derechos y privilegios obtenidos a través de una politización de la
vejez.
Las búsquedas de placer son similares para padres e hijos y se observa una tendencia hacia un estilo más
informal y uni-age.
Hoy al separar al viejo en grupos de pares y asociarlo a una vejez sin marcos rígidos que presupongan
imágenes estereotipadas acerca de su conducta, se lo incluye dentro del dispositivo social. Y al
presuponer que tiene los mismos deseos que el resto de las personas, se lo inserta dentro de las
demandas generales.
Considerar la edad de esta manera impide conformar un esquema de pensamiento en el cual se suponga
una subjetividad especifica correspondiente a cada etapa. Las diferencias no son más que productos
regionales dentro de una economía globalizada, el curso vital debe ser entendido como un panorama de
culturas.
Este cambio facilita la desagregación en múltiples identidades culturales. Van surgiendo nociones
renovadas sobre las edades que aluden a nuevos lapsos temporales asociados a épocas de la vida.
Observamos una destitución progresiva de los marcadores sociales por edad, uno de los rasgos que
influye en la pluralización de los mundos de la vida al hacer que la organización social se diversifique y se
conforme una subcultura o una minoría referida a los viejos.
La línea moral de realización del yo es la de la autenticidad, basada en “ser fiel a uno mismo”, donde el
progreso pasa por diferenciar el falso del verdadero yo.
Un estilo de vida puede definirse como un conjunto de prácticas más o menos integrado que un individuo
adopta no solo porque satisfacen necesidades utilitarias, sino porque dan forma material a una crónica
completa de la identidad del yo.
La gerontología ha intentado salir de los esquemas discriminatorios al proponer para los viejos un estilo de
vida “activo”, similar al de los jóvenes, que evidenciara el fondo mítico de los prejuicios y pusiera en juego
valores de la juventud en la organización de sus actividades.
La teoría gerontológica ha considerado el campo de las actividades posibles en la vejez no solo como un
instrumento empírico profesional, sino también como un lenguaje critico acerca de las narrativas
prejuiciosas sobre esta etapa de la vida, un nuevo ideal cultural y una racionalidad política.
Lo que importa no es el actual ritmo de actividad, sino la afirmación de su deseabilidad. El “frenesí” de la
actividad en la vejez puede enmascarar el vacío de sentido.
La idea de actividad también hallo espacio en la comunidad, que encontró en la ocupación una continuidad
con el proyecto vital de trabajo, y la percibió como saludable en sí misma en la vejez.
Uno de los fenómenos más llamativos de las últimas décadas es la agrupación de los mayores en
espacios específicos asociados a la recreación, el turismo, y la educación. Estos “micromundos
comunitarios” posibilitan un tipo de sociabilidad que incluyen el erotismo y suponen estilos de vida
definidos por una ideología denominada del “envejecimiento exitoso, activo o positivo”.
Este enfoque considera la vejez a partir de las demandas actuales impuestas a todo sujeto, más allá de
que estos espacios, paradójicamente, estén signados por la diferencia etárea. Su objetivo declamado es la
integración y la equiparación de oportunidades para los mayores.
Esta política de la vejez se funda en la creencia en la restauración conjunta de una doctrina del
crecimiento continuo del ser humano y de una práctica generalizada de la educación permanente.
El aspecto recreativo es uno de los que cobro mayor importancia al incluir salidas, viajes, juegos, o
encuentros.
La denominación de tercera edad surge como resultado de nuevas políticas sociales para la vejez. Uno de
los objetivos es evitar que sea la condición de jubilado la que defina la situación social del viejo y no la
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continuidad con su propio estilo de vida.
Se conforma un nuevo marketing para personas mayores, que introduce la sexualidad como oferta de una
actividad cada vez más demandada, hecho que incide en las nuevas representaciones sociales de la
vejez.
En estos espacios se facilita una estética del amor en la vejez, que permite recrear un escenario en el cual
el envejecimiento no resulta un estorbo, sino un rasgo conducente al encuentro. Se habilita la
readecuación de los deseos asociados a la juventud, de modo que sean admisibles en la vejez. Estos
modos de asociación han abierto el horizonte subjetivo de los mayores y les han permitido desestructurar
muchas limitaciones de su erotismo.
En las sociedades posmodernas, el modo de gobierno del cuerpo se ha modificado: se lo regula con el
objetivo de buscar placer. Con la estetización de la vida cotidiana, el cuerpo se torna un proyecto. Esto
carga con una serie de significaciones asociadas al ideal de la juventud. Se libra una guerra contra el
cuerpo que envejece.
El estilo uni-age enseña que el cuerpo idealizado de la juventud es posible a cualquier edad si se realizan
los esfuerzos adecuados. A esta mascara de la vejez se la considera patológica o desviada, ya que el sí
mismo interior se mantiene como normal.
Frente a una casuística que revela la desidentificación progresiva ante un cuerpo que presenta marcas de
otro no deseado y aun temido, surge como respuesta soluciones biotecnológicas orientadas a relativizar
las marcas de la vejez.
A estos sujetos se los denomina “transetarios”, ya que conforman una nueva categoría social basada en
una identidad emergente. La edad deja de ser un dato preciso no solo para definir un rol social, sino
también la imagen de un individuo que haga de “una persona de cierta edad”.
El cuerpo biológico deja de ser el escenario fijo de una individualidad, para convertirse en un espacio
menos íntimo y más sujeto a intercambios simbólicos. Nos llevan a pensar el cuerpo de una manera más
móvil y menos sujeta a un destino pautado por la biología. Este espacio de libertad individual posibilita la
construcción de un cuerpo a medida y de un devenir biotecnológico en el cual el envejecimiento es uno de
los principales objetivos.
Los orígenes de la sexología se remontan hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Construyo un
nuevo paradigma para pensar, estudiar y tratar la sexualidad. Esta se conformó como objeto de estudio en
si misma al dejar de depender de lo biológico y lo psicológico, y pretenderse como un campo más llano y
menos preñado de profundidades filosóficas o psicológicas.
Los nuevos conocimientos de la sexología habían modificado el Angulo desde donde se concebían las
disfunciones sexuales. Estas no siempre derivaban de trastornos psicopatológicos, sino que podían
reducirse a problemas inmediatos y sencillos.
La terapia sexual se distinguía por la implementación de tareas sexuales y comunicativas, y que debía
apuntar al alivio de la disfunción.
La sexualidad funcionaba a través de aprendizajes, más o menos exitosos, y de una comunicación con la
pareja lo suficientemente fuerte como para encontrar pautas de interacción válidas y esencialmente
móviles en el tiempo.
A pesar de todo esto no se negaba que la excitabilidad erótica descendía constantemente a lo largo de la
vida.
Una educación prejuiciosa y represiva inhibía el acceso a la sexualidad en las personas de edad.
El envejecimiento puede enlentecer la respuesta sexual humana pero no terminar con ella.
El mejor predictor del nivel de la sexualidad humana es el nivel de actividad sexual de los años tempranos.
Si la finalidad era el placer, el adulto mayor podía encontrar caminos auxiliares sin que esto lo llevase a un
goce genital, y sin que eso supusiera un goce perverso.
Una de las formas discursivas desde la cual se produjo una relectura de la sexualidad fue la psicología. La
sexualidad es el eje a partir del cual se conforma lo subjetivo. Según Lacan, el sujeto “es” en su relación al
deseo.
La corriente lacaniana se distingue por presentar a la sexualidad sin edad, y por no estar subsumida a la
genitalidad.
Entre los mitos vinculados con la sexualidad se encuentran los siguientes:
 La sexualidad no es importante en la vejez.

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 La práctica sexual no es considerada normal en esa etapa de la vida.
 No debería alentarse a volver a casarse a aquellas personas mayores que han quedado viudas.
 Es lógico que un hombre mayor busque a una mejor joven, pero no lo contrario.
 La gente mayor debería ser separadas en instituciones por sexo, para evitar problemas.
Hay autores que consideran la sexualidad como un remedio, asociada a la salud física y mental, y como
un recurso indispensable para el bienestar. El sexo puede ser un antídoto ante la idea del cuerpo como
una suma de dolores, y puede evitar el descompromiso social, para promover y mantener el contacto
intergeneracional como ejercicio físico, para mantener una saludable autoimagen y para manejar las
ansiedades personales.
La sexualidad de asocia a la búsqueda de placer y de afecto, lo que recupera un sentido más abarcativo
del erotismo. El concepto sensualidad aparece como una percepción personal e íntima y a la vez como
una expresión interpersonal.
Existe una dimensión del erotismo asociada a la fantasía, así como a los sueños sensuales, que revela
una medida de goce privado, muchas veces vergonzante.
La masturbación es una forma aceptable de alivio sexual y es ampliamente practicada.
La intimidad implica cuidado mutuo, responsabilidad, confianza y comunicación abierta.
La educación acerca de los cambios que se producen en la sexualidad durante el envejecimiento
constituyen un factor importante para el logro del goce erótico. La experiencia se convierte en una
instancia que puede ser menos definible en términos cuantitativos y más en términos cualitativos, donde el
peso recaiga sobre el significado y la calidad de sus relaciones.
Los problemas psicológicos experimentados por las mujeres en esta etapa son consecuencia de las
expectativas culturales adversas. Las mujeres que trabajan o tienen otros intereses además de los del
hogar padecen de menor cantidad de síntomas.
En las sociedades occidentales la demanda relativa a la capacidad sexual resulta más exigente para los
hombres que para las mujeres, dado que la falta de rendimiento es vista como falta de virilidad.
Si el vigor es esencial en un hombre, en la mujer lo principal es el atractivo. El cuerpo, la imagen de la
mujer vieja, es connotado por la falta.
En las clases sociales más altas el proyecto del cuerpo es más estético, mientras que en las clases más
bajas el cuerpo parece más instrumentalizado.
La desatención y la invisibilidad han marcado la homosexualidad en la vejez. La vida sexual de los
homosexuales mayores está suficientemente satisfecha.
La particularidad de la discriminación por su homosexualidad es más decisiva que por la condición de
viejos.
Algunos autores creen que ser homosexual puede facilitar el envejecimiento exitoso, atravesar esta
vivencia de discriminación puede mejorar la capacidad para hacer frente a otras crisis.
Un autor investiga el envejecimiento exitoso de los individuos en relación con su grado de compromiso con
la comunidad gay. Establece tres grupos:
 Los estereotípicos: han internalizado la homofobia y se caracterizan por la soledad, la depresión y
la alienación.
 Los afirmativos: se encuentran en el polo opuesto a los primeros y consideran la homosexualidad
como algo positivo.
 Los de paso: se trata de individuos que, aunque hayan aceptado ciertos aspectos de la
homosexualidad, creen que es mejor no ser homosexual.
El problema no es ser ni viejo ni gay, sino la pérdida de identidad que supone el no aceptar el ser
homosexual, a lo que se suman las consecuencias psicosociales que puedan extremarse en la vejez.
Dentro de la cultura gay se crean nuevas formas de relación entre los individuos que llevan a responder
ante necesidades propias de este grupo social en su vejez.
No aparecen diferencias relevantes entre el envejecimiento heterosexual y el homosexual, la cuestión del
viejismo influye negativamente en ambos grupos.
La situación de los geriátricos carga con los estigmas de la asexualidad atribuidos a la vejez. Uno de los
sentidos más fuertes que emergen en relación a esta temática es la falta de derechos sexuales dentro de
esta institución. Los limites son poco claros a la hora de determinar los niveles de autonomía de los viejos:

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por un lado, no siempre se los diferencia, en las internaciones en residencias, según sus características
específicas, sino que solo se lo hace por sus patologías. Por otro lado, los objetivos que presenta esta
institución son confusos. No se precisa si curan, asilan, u hospedan, lo cual impide definir las practicas que
se realizan. El sesgo asilar perdura, y provoca que la disciplina que caracterizaba y daba a estas
instituciones una función social de custodia se haya convertido en un mecanismo de control de las
patologías de la vejez.
La separación del lecho en los matrimonios sigue siendo un rasgo característico, así como la aplicación de
sedantes ante las emergencias de deseos sexuales. La falta de estimulación sensorial y el rechazo a los
derechos del amor en los pacientes son parte de las críticas más habituales. La sexualidad sigue siendo
desaprobada y vista como problemática y anormal.
El trato colectivo expolia la privacidad de las vivencias intimas.
El control que se produce sobre los cuerpos viejos busca eliminar cualquier tipo de riesgo posible, lo que
limita ciertos márgenes de libertad entre los que se incluye la elección de su propio goce. Existen
patologías que pueden determinar restricciones directas o indirectas de la sexualidad, estas pueden ser:
muerte por orgasmo, hipertensión arterial, diabetes, Parkinson, artritis reumatoidea, demencias, confusión,
agitación, angustia.
Existe una serie de medicamentos que se les proveen a los viejos y que inciden en su sexualidad.
El amor y la sexualidad pueden representar la oportunidad de expresar pasión, afecto o admiración; que
pueden ser una afirmación del propio cuerpo como lugar de goce.
El encuentro de nuevas parejas en esta etapa asume un sentido ligado al romanticismo, y a la sexualidad,
así como una nueva posición frente a las expectativas de vida y ante la propia familia.
Enfoques y perspectivas del curso vital – Urbano y Yuni:
1) Desarrollar el trabajo psicosocial del Adulto.
La adultez surge de la juventud y su trabajo psicosocial consiste en abandonar paulatinamente la
moratoria psicosocial y en asumir el compromiso de participar en la vida social, ejecutando una tarea que
le otorgue una posición dentro de la estructura de una comunidad. Ocupar una posición social posibilita
que el adulto se responsabilice de sus propias necesidades y deseos, en un trabajo que concilie las
demandas sociales con los ideales personales respecto de lo que es ser un adulto.
El sujeto adulto realiza un esfuerzo por lograr adhesiones comprometidas respecto de vínculos afectivos,
de trabajo y de asunción y concreción de la orientación sexual decidida. Este compromiso supone una
evaluación más realista que está al servicio de optimizar aquello con lo que se cuenta más que de buscar
idealmente una adhesión irrealizable.
El sujeto pone en juego la integridad conseguida en el trabajo de elaborar/definir su propia identidad; y la
flexibilidad de sus autoconceptos y expectativas para ir al encuentro afectivo de otro que lo complemente
en aquello que le falta, en un vínculo de intimidad que requiere descentrarse de las propias necesidades y
deseos para idear un proyecto compartido.
Elaborar un proyecto compartido en la vida adulta exige establecer una relación de intimidad en donde se
conjugue la convicción de establecer una alianza de estilos de vida diferentes que tiendan solidariamente a
generar un espacio común gobernado por pautas de reciprocidad.
El adulto busca satisfacer una necesidad psicobiológica de procrear junto con la persona con la que ha
establecido una adhesión de mutua solidaridad afectiva. Generar una nueva vida es sintetizar en un nuevo
ser el producto del proyecto compartido y es abrir un espacio para canalizar la necesidad de cuidar del otro
ser al cual se le transfiera el anhelo d los ideales propios.
El sujeto adulto ha realiza un trabajo psicosocial tendiente a afianzar su identidad personal y a desplegar
su potencialidad intelectual y creativa en la expresión de una acción manifiesta en la asunción de diversos
roles. Este trabajo psíquico de afianzar la propia identidad es el emergente de la puesta en juego de la
confianza básica y de la claridad de las definiciones de sus autoconceptos. El adulto ya sabe cuidarse a sí
mismo y necesita vehiculizar esta acción de cuidado hacia otro sujeto, idea o producto que surja de su
inventiva creativa.
La posibilidad de cuidar y de preocuparse por otro/s es el resultado del logro de “ser capaz de cuidarse a
sí mismo y ocuparse de aquello a lo cual se adhiere afectivamente”. Los sujetos adultos se encuentran
dispuestos a ofrecerse como “modelos ejemplares” capaces de preocuparse de la generación anterior y de
la próxima, en un intercambio en donde se trasmitan los valores ideales aprehendidos en el trabajo

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comunitario de hacerse cargo de sí mismo; encarnando la figura prescriptiva/legislativa de los mandatos
sancionados socialmente para delimitar las conductas correctas de las consideradas incorrectas.
El trabajo psicosocial de la adultez consiste en gestar creativamente algún producto que represente y
refleje el trabajo realizado en pos de un proyecto. Estancarse representa no ser productivo.
El adulto se genera a sí mismo en los productos que genera. Gestar la identidad en sus productos es
afianzar raíces que sustenten al yo como un proyecto en sí mismo y al yo en su vínculo con otros.
2) Cuáles serían las características del ciclo vital adultez.
La adultez es un proceso comunal consistente en la organización cultural de la interdependencia de las
personas (ethos). Sostener el ethos comunitario requiere que el sujeto adulto se encuentre plantado en
sus convicciones y proyectos, que pueda hacerse cargo de sostener sus propios ideales de una manera
comprometida y responsable. Tener autoridad para cuidar de aquello que se genera, la conciencia
responsable para no excederse en esta autoridad.
La adultez que se encuentra ante la adolescencia juvenil y la vejez exige al sujeto adulto la comprensión
amorosa sobre estas dos generaciones. De lo contrario, el adulto se transforma en un juez autoritario y
critico que señala con el dedo los errores ajenos y que no propicia pautas de cuidado tendientes a la
convivencia y comunicación intergeneracional.
En la adultez surge la urgencia por gestar algo que constituye la expresión de continuidad del trabajo. La
generatividad abarca la procreatividad, la producción y la creatividad, y por lo tanto la generación de
nuevos seres y también de nuevos productos e ideas, incluida un tipo de autogeneración que tiene que ver
con un mayor desarrollo de la identidad.
El aprendizaje psicosocial del ciclo vital de la adultez esta dado en el aprender a cuidar aquello que se
genera. El cuidado supone ocuparse de aquello que ha sido objeto de preocupación. No se puede cuidar
de aquello que no signifique algo familiar a sí mismo.
La adquisición psicosocial en la adultez se resume en tener cuidado de, preocuparse por sí mismo, por los
productos, ideas y seres que genera; y por el sostenimiento de los intercambios comunicativos entre
generaciones.
3) ¿Por qué nos dicen los autores que en el ciclo vital de la vejez el trabajo psicosocial es permanecer
integrado?Qué relación posee con la experiencia autorreflexiva.
La vejez en tanto ciclo evolutivo supone un arduo trabajo psicosocial consistente en permanecer integrado
en un cuerpo que manifiesta el desgaste natural de los años; una psiquis que ha tenido que afrontar y
enfrentar una sucesión de perdidas, a las cuales mediante un trabajo de otorgar sentido ha debido
extraerle alguna ganancia; y un lugar social que ha variado históricamente desmintiendo la productividad
generativa del sujeto envejecido y restándole poder social en la participación comunitaria.
La vejez plantea el trabajo de permanecer integrado a través de la puesta en juego de la confianza básica
al servicio de la esperanza de continuidad generativa; confianza que trascienda la desesperanza que
produce la conciencia y la anticipación de la propia muerte.
En la vejez el continuar ligado a un compromiso vital es posible en la medida en que el yo psicosocial
consolidado da paso al yo existencial que posee la autoconciencia comprensiva de la historia vivida y que
puede asignarle a la vida un nuevo sentido, conforme a la ganancia que le provee la comprensión en lo
vivido. Durante la vejez se adquiere una identidad existencial que le permite al sujeto integrar la
discontinuidad de los acontecimientos pasados, presentes y futuros, otorgándoles una continuidad
existencial que trasciende la racionalidad objetiva del yo y que lo sitúa como un núcleo invariante a partir
del cual el yo se percibe a si mismo integrado a pesar de los cambios e idéntico a sí mismo. La identidad
existencial permite mirar la vida comprendiendo lo vivido lo cual supone una acción de
procesamiento/metabolización de aquello que sabe por propia experiencia.
La experiencia autorreflexiva en la vejez no libera al sujeto de realizar un trabajo para seguir generando
proyectos de vida generales y enfrentar la sensación de estancamiento respecto del tiempo perdido, la
autonomía debilitada, la iniciativa abandonada, la intimidad faltante y la generatividad descuidada.
4) ¿Qué lugar ocupa la sabiduría en el ciclo de la vejez? Explique y relacione con el logro y el riesgo en
este ciclo.
El sujeto debe emplear su sabiduría y ponerla al servicio de la integridad yoica, la cual supone una
coherencia en la continuidad interna y en la trascendencia de la generatividad a partir de la perdurabilidad

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de los productos, ideas y seres que sobreviven a la existencia finita del sujeto. La sabiduría le permite al
sujeto comprender su finitud y otorgarle sentido a la posibilidad de desintegrarse en la muerte.
El vivir más cantidad de años no garantiza el aprendizaje y la comprensión; es la acción de saborear los
acontecimientos vividos lo que le permite entender/comprender de una manera más integrada la vida y
elaborar un sentido filosófico que trascienda la experiencia sensible.
El riesgo del ciclo de la vejez esta dado en que el sujeto movido por la creencia de que los años traen
aparejados sabiduría puede ubicarse en una posición omnipotente donde su filosofía de vida derive en una
comprensión dogmática de los acontecimientos vitales.
El sujeto realiza una revisión evaluativa de los acontecimientos vividos hasta el presente. Esta tendrá
como objetivo el intentar comprender la propia experiencia de vida a fin de intentar interpretar el sentido de
aquello ganado a partir de lo perdido. La posibilidad de extraer ganancias de las perdidas dependerá del
bienestar subjetivo que sienta el sujeto y de la sensación de esperanza que surja frente a aquello que se
presente como no adquirido.
En la vejez lo que permite arribar a un proceso de madurez sustentada en la fortaleza del yo y en el trabajo
de integración de sus capacidades, es la búsqueda intencional y consciente por alcanzar una visión que
posibilite iluminar la experiencia existencial de una comprensión de aquello que aparece como vedado al
entendimiento racional.
Integridad y sabiduría se complementan como fuerzas que contribuyen a la expansión del yo dentro del
proceso del curso vital.
La sabiduría de la vejez consiste en la captación atenta de los acontecimientos que hay que atravesar y la
escucha consciente de los sentimientos que despierta la vivencia de estos. La sabiduría consiste en
informar a la razón de aquello que se vivencia con el sentimiento e iluminar la experiencia del actuar.
5) ¿Cuáles serían las diferencias en el tiempo de inversión a los proyectos en la adultez, la vejez y
ancianidad? ¿Cuáles serían según el ciclo vital la pregunta existencial?
El sujeto realiza un inventario del patrimonio existencial con el que cuenta. El futuro consiste en el espacio
en el cual pretende ubicar el proyecto esperanzador de adquirir el logro de aquello que se evalúa como
faltante. Esta inversión constituye el último intento que realiza el yo sustentado en un mediano plazo, en el
que intenta decidir conciliando discernimiento-ilustración-intuición.
Durante la vejez el trabajo por sostener la integridad del yo se intensifica y la revisión de la experiencia se
hace de una manera panorámica.
Las decisiones en la ancianidad se emprenden con una iniciativa que pone en juego una acción más
constante y una exigencia ajustada a la finalidad de la acción. Ser competente es un acto de inteligencia
acorde a las propias necesidades y teniendo en cuenta los limites personales.
Mas que la pregunta existencial de quien soy, surge la pregunta psicosocial de cuál es mi función y mi
posición dentro de esta estructura comunal.
En la ancianidad la preocupación esta puesta en la ocupación por resolver los avatares inmediatos que se
presentan en la vida diaria.
Los proyectos a corto plazo se manifiestan en un espacio cuya radio se reduce a la exploración de
acuerdo a las posibilidades que le permiten sus capacidades físicas.
6) ¿Que trabajo realiza el yo en el ciclo vital de la ancianidad?
El sujeto realiza un trabajo psíquico dominado por una tensión amenazante y debe realizar un esfuerzo por
extraer de esta tensión una energía que lo situé en una posición de expansión.
La ancianidad sumerge al sujeto en una posición de retraimiento y contracción; mantener su integridad es
un trabajo arduo y solo puede lograrse en la medida en que el yo utilice debidamente sus defensas y
potencie sabiamente sus recursos.
Las perdidas enfrentan al sujeto con la idea de la muerte como una posibilidad cercana. Para enfrentar
esto el anciano apelara a su confianza básica; la cual constituye el motor de la esperanza y es el soporte
en donde se asienta la fe que otorga razón de ser a la trascendencia y continuidad de la existencia.
La posibilidad que tendrá para afrontar el deterioro y los déficits dependerá del trabajo tendiente a
desarrollar la gerotrascendencia, que es un cambio que realiza el sujeto respecto de la perspectiva del
tiempo, la vida, la muerte, y constituye la resignificación que realiza el yo en relación con el ecosistema
contextual y universal.
El trabajo que realiza el yo en la búsqueda de continuar integrado es despojarse de aquello que no lo deja
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ser sí mismo.
El trabajo de la ancianidad consiste en el compromiso que el yo establece con su propio deseo.
7) ¿Por qué los autores desarrollan la amenaza de desintegración en la ancianidad? Explique.
En la vejez avanzada se produce una gran sensación de desintegración, lo cual amenaza la expansión y el
crecimiento logrado por el yo hasta ese momento.
Se toma conciencia del debilitamiento producido en el cuerpo en ciclos vitales anteriores; ello genera en el
sujeto cierto extrañamiento y desconfianza de sus capacidades. Esta desconfianza instaura la duda
respecto de la autonomía del cuerpo y de las decisiones para emprender alguna actividad que exija cierto
esfuerzo.
El ciclo vital Completado – Erikson:
1) ¿A partir de que ideas y/o conceptos se comienza a desarrollar el noveno estadio?
La sabiduría y la integridad son procesos activos de desarrollo que duran toda la vida, al igual que todas
las fuerzas comprendidas en los estadios del ciclo vital.
La vejez a los 80 y años 90 años conlleva nuevas exigencias, revalorizaciones y dificultades diarias. Estas
cuestiones tan solo pueden discutirse y presentarse si contemplamos un nuevo estadio, el noveno, para
clarificar los nuevos retos.
Incluso los cuerpos más cuidados empiezan a debilitarse y no funcionan como antes. A pesar de todos los
esfuerzos, el cuerpo continúa perdiendo su autonomía. La desesperanza, que aparece en el octavo
estadio es una compañera íntima en el noveno, porque es casi imposible conocer las eventualidades y las
pérdidas de habilidad psíquica que son inminentes. Se debilita la confianza y la autoestima. Afrontar la
desesperanza con la fe y la humildad adecuada tal vez sea la vía más sabia.
Cada persona tiene la confianza básica y con ella, la fuerza de la esperanza. La confianza básica es la
confirmación de la esperanza, nuestro firme apoyo contra todas las adversidades y las tribulaciones de la
vida en este mundo. La desconfianza puede contaminar todos los aspectos de nuestra vida y privarnos del
amor y de la amistad con los demás.
La iniciativa es valiente y esforzada, pero cuando fracasa le sigue una gran sensación de desánimo.
Todo aquello que uno hace o intenta hacer requiere un determinado nivel de competencia para ser
aceptable y comprensible.
Todos interpretamos papeles, y ensayamos papeles que deseamos poder interpretar en la vida real,
especialmente cuando exploramos en la adolescencia.
La generatividad, que implica los compromisos vitales más importantes de las personas activas, ya no se
espera en la vejez. Esto libera a los ancianos de la labor de velar por los demás. No ser necesitado puede
ser sentido como signo de inutilidad. Cuando ya no se presentan nuevos retos puede apoderarse de
nosotros una sensación de estancamiento.
La sabiduría descansa en la capacidad de ver, mirar y recordar, así como de escuchar, oír y recordar. La
integridad, exige tacto, contacto y toque. Es esta una exigencia importante de los sentidos de los ancianos.
La desesperanza del noveno estadio refleja una experiencia diferente en cierto modo relacionada con el
estadio octavo. La vida en este último incluye una mirada retrospectiva de la vida de uno mismo hasta el
momento presente. El grado de disgusto y de desesperanza que uno experimenta dependerá en parte del
grado en que uno considera que ha vivido bien la vida frente a lamentarse de las ocasiones perdidas.
Sin la confianza básica la vida es imposible, y con ella hemos resistido.
2) Describa los logros y desafíos en el Noveno Estadio.
La esperanza puede fácilmente dar paso a la desesperanza ante la continua y creciente desintegración y
ante las afrentas crónicas y repentinas. Incluso las actividades simples de la vida cotidiana pueden
presentar dificultades y conflictos.
Los ancianos ya no confían en su autonomía con respecto a sus cuerpos y a sus elecciones vitales. La
voluntad se debilita, aunque se conserva lo suficiente para proporcionar seguridad y evitar la vergüenza de
la perdida de autocontrol.
Los ancianos que, se tomaron en serio el liderazgo, puede que años más tarde rehúyan la culpa que
acompaña la iniciativa demasiado exigente. A los 80 y tantos sólo queda un entusiasmo memorable. Los
sentimientos de finalidad y entusiasmo se apagan.
No ser competentes debido a la edad nos empequeñece. Con la edad se puede sentir una incertidumbre

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real sobre el estatus y el rol.
Nuestro rol no está claro al compararlo con la firmeza de nuestra anterior postura y finalidad. De hecho,
quizás estemos confusos sobre el rol y la postura que debemos adoptar en este periodo en el que los
viejos valores se vuelven de repente imprecisos y se desmoronan.
Cuando no hay recuerdos que evocar en la vejez mediante una historia fotográfica o mediante la memoria,
pueden hacer en su lugar una dedicación total al arte, a la literatura o a la erudición para compensar la
carencia.
Todos los ancianos que están en el noveno estadio pueden sentirse incapaces de confiar en la manera en
la que solían hacerlo al relacionarse con los demás. La forma usual de comprometerse y de establecer
contacto con los demás puede verse eclipsada por nuevas incapacidades y dependencias.
Las dificultades que se derivan de la confusión sobre la forma de interactuar con alguien que no es como
los demás, puede hacer que muchos ancianos se vean privados de posibles relaciones e intercambios
íntimos.
A los ochenta o noventa podemos empezar a tener menos energía, menos capacidad para adaptarnos con
rapidez a los precipitados cambios impuestos.
A los ochenta y a los noventa años podemos no disfrutar el lujo de tener la desesperanza retrospectiva. La
pérdida de capacidades y la desintegración puede exigir casi toda la atención. El centro de atención puede
circunscribirse totalmente a los problemas de la vida diaria, de manera que pasar un día ileso sea
suficiente preocupación.
Si los ancianos se pueden adaptar a los elementos distónicos de sus experiencias vitales en el noveno
estadio, pueden avanzar en el camino que conduce a la gerotrascendencia.
Nuestra sociedad no sabe realmente como integrar a los ancianos en sus normas y convenciones básicas
o en su funcionamiento vital. En vez de incluir a los ancianos, a menudo se los margina, se los abandona;
los ancianos ya no son considerados como portadores de la sabiduría, sino como encarnaciones de la
vergüenza.
Tener conversaciones francas con los nietos es una de las deliciosas experiencias de los ancianos.
Muchos ancianos se enfrentan a retiros forzados. Las respuestas emocionales y psicológicas al
debilitamiento pueden también reducir la esfera de contactos. La situación se agrava por la sociedad.
En los esfuerzos por construir un sentido socialmente efectivo del Yo en la vejez se pone a prueba nuestra
identidad temporal.
El modelo de sociedad para los ancianos ha consistido en un dejarlos estar, no en buscarles una nueva
vida y un nuevo rol. Este fenómeno de la vejez falsa, o de la abnegación, asfixia el desarrollo normal.
En el estadio noveno hay que desprenderse de algunas posesiones, especialmente de aquellas que
exigen supervisión y cuidados.
3) Describe que experimenta un sujeto gerotrascendente.
Supongamos que hemos atravesado el octavo estadio con mayores o menores pérdidas de amigos y
parientes. La fuerza y las capacidades físicas nos han ido abandonando lenta pero inevitablemente.
Muchos de nosotros no hemos vivido nunca en contacto íntimo con amigos o parientes que hayan vivido
hasta los noventa y no hemos compartido la experiencia de aquello en lo que la vida se convierte en el
noveno estadio.
La gerotrascendencia se contempla como el estadio final en un proceso natural hacia la madurez y la
sabiduría. Define una realidad diferente a la realidad normal de la vida media que lo gerontólogos tienden
a proyectar a la vejez. El individuo gerotrascendente experimenta un sentimiento nuevo de comunión
cósmica con el espíritu del universo, una redefinición del tiempo, la vida y la muerte, así como una
redefinición del Yo. Este individuo puede también experimentar una pérdida de interés por cosas
materiales y una mayor necesidad de meditación solitaria.
El individuo gerotrascendente experimenta:
I. Un sentimiento nuevo de comunión cósmica con el espíritu del universo.
II. El tiempo se circunscribe a la hora.
III. El espacio va reduciendo de dimensiones dentro del radio de nuestras capacidades físicas.
IV. La muerte se convierte en sintónica en el sentido de todo lo vivo.
V. El sentido del Yo propio se expande hasta incluir a una esfera más amplia de otros
interconectados.
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4) Defina trascendencia y trascendanza.
En el seguimiento de los modos en que los ancianos se enfrentan al deterioro de sus cuerpos y de sus
facultades, los geriatras han empezado a usar la palabra trascendencia para describir el estado que
algunos ancianos desarrollan y retienen.
Trascendencia se hace mucho más viva si se convierte en trascendanza que habla al alma y al cuerpo y
los desafía a elevarse por encima de aquellos aspectos distónicos y pegajosos de nuestra existencia que
nos cargan y nos apartan del verdadero crecimiento y aspiración.
Alcanzar la trascendanza es elevarse, sobrepasar, exceder, ir más allá y sentirse independiente del
universo y del tiempo. Implica sobrepasar todo conocimiento y experiencia humana.
Puede ser una recuperación de viejas habilidades, y, un salto enorme por encima y más allá del miedo a la
muerte. Nos ofrece una apertura hacia lo desconocido con un salto de confianza.
Es un arte, está viva, canta, hace música y susurra una verdad al alma.
Crisis Vital – Mouján:
1) ¿Por qué la crisis une el significado de peligro y oportunidad? Desarrolle.
La sensación de peligro que despierta el encontrarse ante el misterio desencadena una inquietud difícil de
explicar, lo que obliga a cambiar de actitudes.
El ideograma chino de crisis une el significado de peligro con el de oportunidad. La crisis podría ser una
ocasión favorable o un campo de posibilidades que nos desafía no solo a poner coraje para enfrentar lo
desconocido, sino especialmente a poner en acción nuestra capacidad creadora.
En el uso corriente, la crisis es algo pesimista, indicador de una situación dificultosa debida a un cambio no
deseado.
2) Defina el concepto de Crisis Vital. Considere primero los términos por separado (crisis-vital) para luego
definirla según el autor.
Crisis evolutivas son acciones inherentes a momentos de cada ciclo vital. Se adjudica así el termino crisis
accidental a toda situación de cambio impuesta.
Crisis vital será una idea que dé cuenta de una experiencia originaria donde la estructura previa Icc da
lugar a otra estructura mítica desde la cual surgirán las imágenes puntuales que participan del contexto
cultural.
Se denomina crisis porque nos saca de estructuras deterministas que nos dan seguridad, y porque nos
pone ante el peligro de lo desconocido. Nos da la oportunidad de producir algo inédito.
Vital porque dicha transformación consiste en la creación de algo naciente en cada ciclo de vida, o
situación traumática asumida.
La crisis no es la pérdida de un objeto psíquico, es la pérdida o el desprendimiento activo de la estructura
que hasta ese momento nos determinaba.
La crisis vital, cuando es asumida, nos sumerge en la cultura viva. En un mundo de constante aparecer
que dinamiza el universo dado de la lógica y la ciencia que hay que descubrir y combinar.
La crisis se produciría cuando los problemas superan las fuerzas reequilibradoras más tiempo de lo
tolerable.
Otros recursos deben ser movilizados para recuperar el equilibrio.
Un organismo en equilibrio es afectado por momentos evolutivos o situaciones accidentales,
modificaciones estructurales para restablecer la estabilidad perdida: situaciones de riesgo que es
necesario enfrentar. De ella se saldrá transformado, sobreadaptado, o desorganizado. Considera lo
biopsicosocial. Las estructuras están al servicio de lo evolutivo y lo adaptativo o equilibratorio.
En el psicoanálisis la noción de crisis ha sido abordada indirectamente mediante el concepto de duelo,
toma en cuenta la situaciones de perdida, tanto accidentales como evolutivas.
El concepto de crisis vital parte de esta posibilidad: alcanzar un nivel estructural sin objetos previos donde
la unidad y lo múltiple son la misma cosa; solo hay diferenciación por estar cada parte en función del resto.
Es el contexto cultural el que presenta esta estructuración necesaria para el desarrollo de lo humano
desde sus orígenes. Se diferencian tres niveles estructurales:
 Primer nivel: definido por las relaciones y configuraciones psicosociales que constituyen sistemas
de interacción inestables. Hay que compensar o afrontar los frecuentes desequilibrios cambiando la
estructura caduca.

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 Segundo nivel: es más psíquico. En él lo estructural Icc esta dado por las configuraciones objetales
o mundo representacional.
 Tercer nivel: mítico, estrechamente ligado a lo cultural. La estructura está conformada por partes o
funciones que crean un campo de posibilidades o contexto de creación que promueve la
imaginación activa.
Se denomina crisis porque crea un campo de posibilidades, y vital porque conecta al sujeto con la génesis
del sentimiento de identidad y del pensamiento. La génesis es filogenética, es decir que, estamos ante una
crisis que nos vuelve a colocar como protagonistas de la cultura cada vez que pasamos de un ciclo de vida
a otro, dentro de un contexto global donde se desarrolla la historia como acontecimiento, no como relato.
Pero también este pasaje estructural de cada ciclo está en otra línea de continuidad que es la propia
identidad.
El concepto de crisis vital no se agota en lo evolutivo, sino que lo incluye, pero da importancia a todo
proceso de transformación en cualquier momento del ciclo de vida. Transformación que supone desarrollo
de la identidad y la imaginación activa generadora de acontecimientos. Crisis vital es un momento del
proceso de la búsqueda de la identidad y de la creación humana en el devenir histórico. Alcanzada la
primera etapa, permitirá enriquecer las otras crisis que hemos definido como psicosociales e
intrapsíquicas.
No borra lo anterior o reniega de ello, sino que lo supera transformando las estructuras objetales.
Las crisis vitales nos ponen en contacto íntimo con la cultura-natura; vivenciamos un contexto infinito en el
cual participamos desde una imagen pictórica que simboliza el todo, transformando lo vivido en una
imaginación creativa o activa que nos permite tener acceso al conocimiento científico a través de palabras
convencionales que interpretan la experiencia.
La crisis vital nos instala en el corazón de la cultura y la historia.
Una crisis vital, como proceso, nos integra al contexto cultural vívidamente, cuya estructura Icc nos aporta
una energía reprimida que nos transforma desarrollando nuestro potencial imaginativo para orientar las
nuevas ilusiones yoicas.
3) Explique la siguiente afirmación del autor: “La crisis vital comienza cuando la estructura anterior de la
relación objetal ha perdido vigencia por motivos accidentales o evolutivos…”
Los objetos psíquicos forman configuraciones estructurales que el yo trata de fijar por identificación
introyectiva y proyectiva, revistiéndolos libidinalmente con la finalidad de establecer vínculos afectivos
duraderos y una organización interna coherente y estable.
Estas estructuras dependen también del momento evolutivo, pero sobre todo de la elaboración de las
ansiedades a que la vida nos expone permanentemente. No es una mera relación con objetos dentro de
un sistema estructural, sino que estos objetos poseen particularmente valor en sí mismos, por las fantasías
que suscitan y por los aspectos del yo incluidos en ellos.
El modelo sistémico y el psicoanalítico de crisis consideran la pérdida del equilibrio en relaciones estables
de objetos, en sistemas intersubjetivos e intrasubjetivos. Estructuras ligadas al desempeño evolutivo y
accidental que las pone a prueba en su funcionalidad. Es el cambio objetal, no importa el motivo, el que
pone en crisis toda la estructura, haciendo perder el equilibrio generador de ansiedades y defesas.
Un supuesto de ambos enfoques es que estaríamos sujetos a estructuras determinadas que tratamos de
restituir, ya sea repitiendo, o cambiándolas, con la finalidad de restablecer el equilibrio interno y externo.
En ambos el concepto de crisis está ligado a un peligro que hay que superar y es una oportunidad para
realizar un cambio.
Estamos ante la pérdida de todo objeto y posibles relaciones que nos pone en un estado de crisis especial,
llamada vital porque nos conecta con el origen de la vida humana, es decir, con la cultura.
Una crisis vital pone en cuestión toda estructura de relación de objetos, ya sea consciente o Icc, de tal
manera que el yo queda subsumido en la imaginación activa o creativa.
El hombre necesita del sentimiento de identidad porque es incompleto y esta desajustado. La falta con la
que nacemos nos hace esencialmente humanos y moviliza una búsqueda que jamás concluye. El
sentimiento de identidad está oculto por la falsa ilusión de compleción a la que generalmente nos
aferramos por identificación hasta que entramos en crisis.
Toda crisis vital es una oportunidad para buscar objetos que nos ilusionen, representen, pero a la vez,
también buscamos liberarnos de los objetos para que el ser se manifieste.
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La crisis vital comienza cuando la estructura anterior de relación objetal ha perdido vigencia por motivos
accidentales o evolutivos. Se pone en duda lo que desde esa estructura se percibe, rompiendo con el
prejuicio correspondiente. Esto requiere un desencadenante que cuestione, pero sobre todo un cambio de
actitud ante los objetos conocidos que nos permita dudar. El yo deja de ver como antes y acepta entrar en
confusión.
Al alejarse de los objetos decimos que estamos ante un contexto de creación de máxima posibilidad
transformadora. La pérdida objetal nos lleva a considerar los valores que nos son susceptibles de
identificación, sino solo de participación.
La pérdida del objeto provoca la perdida de las partes del yo ligadas al objeto.
4) ¿Qué hechos se observan en la crisis vital de la edad media de la vida?
La crisis media de la vida se extiende entre los 35 años y los 45-50 años, según la personalidad del sujeto
y su ámbito socio cultural.
Hoy en día vemos una prolongación de la adolescencia hasta los 25 o 30 años, consecuencia de muchos
factores como: la falta de un futuro generador de proyectos de vida que siembra la incertidumbre; una
sociedad cerrada por el consumismo liberalizado que desprecia la producción e idealiza la especulación;
una cultura científica desarraigada de su cultura viva que deshumaniza el progreso como entidad paralela
a la justicia y la solidaridad social; una tecnología que va remplazando al hombre en los lugares de trabajo
sin preocuparse de encontrar nuevas formas de inserción social, y por ultimo un sistema de comunicación
masivo que ha convertido la propaganda en el factor de poder más importante al dirigir la opinión publica.
Los hechos de observación de la crisis de la edad media son:
 Cambios corporales: disminución en su rendimiento cuantitativo y en la tensión muscular.
Trastornos funcionales.
 Cambios sexuales: cambios del ritmo sexual y su intensidad.
 Cambios en la pareja matrimonial: mayor conocimiento y aflojamiento de la responsabilidad
compartida con los hijos.
 Cambios con los hijos que pasan a ser adolescentes y la relación pasa a ser más confrontada que
complementaria. Mas autonomía para todos.
 Cambios en las relaciones laborales, en las que deja de predominar la búsqueda de una inserción
social. Se busca la realización personal.
 Cambios en las formas de pensar y creer, donde la intuición busca un amplio espacio para el
dialogo. Hay un trecho entre el pensar y el actuar. Y este pensar se disfruta enseñando.
 Cambio en el ritmo de vida al tener más conciencia del tiempo pasado y de la muerte más próxima.
El hombre o la mujer no pueden ante estos hechos dejar de pensar que se cerró un ciclo vital. Una
estructura hasta ahora útil para alcanzar los objetivos de la adultez deja de tener vigencia y ponemos en
duda si aceptamos los límites que el ciclo vital nos impone.
5) Explique las posibles salidas.
Los mecanismos defensivos evitan entrar en crisis vitales. El adulto se aferra a lo que siente como perdida,
sea incrementando vínculos narcisistas que lo ligan con la muerte puesta en el pasado, sea negando la
verdadera muerte futura.
Cuando lo que se moviliza son mecanismos transformadores, la identificación proyectiva-expansiva va
desidentificando de su tendencia a aferrarse a lo conocido, melancólica o maniacamente.
El balance lo hace uno mismo desde el grupo psicosocial incorporado como grupo en si del que forma
parte. Esto nos permite mirar lo recorrido sin necesidad de realizar balances pues en identidad grupal todo
es vivido en la identidad con igual valoración.
Los balances deben ser contextualizados en una crisis vital que los conecte con la identidad cultural.
El volver a las fuentes, propio de toda crisis vital, tiene en la crisis media de la vida la importancia que tiene
un volver habiéndose recorrido un ciclo completo, que incluye por primera vez el logro de un lugar en la
serie de sucesos psicosociales.
Cuando ha salido de la crisis, el hombre o la mujer tiene nuevas respuestas para sus pérdidas:
 Ante la disminución corporal, responde con un cuerpo menos omnipotente y más dispuesto a
compartir.
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 Ante la disminución cuantitativa sexual, responde con una sexualidad que incrementa su capacidad
de donación, participación e integración en la vida cotidiana.
 Ante la pérdida de los hijos, responde con más hijos de la vida, en los nietos y alumnos.
 Ante los cambios del apego en la pareja, responde con un desapego donde lo compartido es todo.
 Ante los cambios en el trabajo responde con un incremento de experiencia que permite dominarlo
por objetivos más solidarios.
 Ante una creatividad menos impetuosa, responde con una creatividad escultórica en la que cada
paso va sugiriendo otro dialogalmente. Es una creación más contextualizada.
 Ante un ritmo menos acelerado, responde con un ritmo más dinámico, emergente del consenso.
Esta crisis vital provoca una importante transformación, que es la de recuperar nuestra condición de grupo,
de un nosotros comunitario, que posibilita la interpretación de todo, desde este lugar en la cultura.
Psicología de la Mediana Edad y Vejez – Iacub:
Dolor psíquico en el envejecimiento:
Hay una serie de reacciones emocionales frecuentes que darán lugar a la idea de crisis emocional.
Entendiendo por crisis un cambio de posición subjetiva que acarrea cierto trabajo psíquico para su
resolución y el cual puede relacionarse con el malestar psíquico o dar lugar a una patología psicológica:
- La viudez como uno de los mayores temas psicológicos, ya que representa una serie de cambios que
involucran lo afectivo, el sentirse apoyado y cuidado, la seguridad económica, etc.
- Los cambios en la pareja, en parte relacionados con la ida de los hijos o la jubilación, que implican
cambios en las formas de convivencia.
- Los cambios a nivel sexual, debidos a cambios en la capacidad sexual, nuevas maneras de relación
entre los partenaires, o la no percepción de si, o del otro como alguien erótico.
- La jubilación implica no solo un cambio de rol sino en la propia identidad de un individuo.
- Los cambios económicos que producen una cierta sensación de dependencia.
- Las pérdidas a nivel de los sentidos y capacidades como el oído, la vista o las capacidades cognitivas,
que pueden provocar aislamiento social e inseguridad personal.
- Las enfermedades y discapacidades: sin que la vejez se caracterice por la enfermedad o la discapacidad,
existen más probabilidades de que puedan ocurrir, sumado a los mitos que tienden a exagerar ciertos
cambios dándoles mayor gravedad de la que tienen.
- El temor frente a la hospitalización o la institucionalización: implica abandonar ámbitos que promueven
seguridad, como la casa, cambios en la red social y fundamentalmente la pérdida del control personal o
autonomía.
- La preocupación y ansiedad frente al cambio de imagen o de la capacidad física: ambos ponen en juego
el reconocimiento del otro hacia uno mismo y los recursos de afrontamiento.
- El miedo a la muerte: particularmente en la mediana edad y posteriormente el temor ante el momento y el
modo en que se produzca la muerte.
Con el envejecimiento, ciertas pérdidas pueden resultar más frecuentes.
El duelo es definido como la reacción a la pérdida de un ser querido o de una abstracción equivalente: la
patria, la libertad, el ideal, etc. Bajo estas mismas influencias surge en algunas personas, a las que por lo
mismo atribuimos una predisposición morbosa, la melancolía en lugar del duelo.
El duelo es un examen de la realidad en donde el objeto amado no existe más y la libido deberá
abandonar sus antiguas posiciones, teniendo en cuenta la adhesividad de la libido a sus objetos, es decir
la dificultad de retirarse de los objetos de amor.
Hay dificultades propias de este proceso para lograr su elaboración, donde los mecanismos de defensa,
tales como la negación y la desmentida, funcionan coexistiendo con la aceptación.
Los momentos del duelo son:
1° Paso: sensación de shock y fuerte angustia. Aparecen conductas defensivas maníacas, con
preponderancia de la negación. Lo disociativo y proyectivo prevalece, echándole la culpa a médicos,
familia, etc. Este momento es donde más se manifiesta la agitación, llanto, protestas, desasosiego y
negación de la pérdida.
2° Paso: la pérdida del objeto externo lleva a que se incremente la relación con los objetos ligados a quien
o a lo que se ha perdido, pudiendo adquirir un carácter identificatorio. Dicha identificación se produce con
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ciertos rasgos del objeto.
La relación con los objetos externos se hace más laxa e incluso puede llegar a interrumpirse. La sensación
es desolación, falta de incentivos externos por fuera de aquellos que pudiesen brindar la propia relación al
objeto. El estado es de aceptación, tristeza y resignación.
3° Paso: la relación con los objetos internos se va debilitando y el sujeto es capaz de reestablecer los
vínculos con los objetos externos. El sujeto volvería a conseguir la serenidad, la aceptación de lo sucedido
y se encontraría libre de inhibiciones.
Una serie de variables inciden en las formas de tramitar el proceso de duelo, entre las que se destacan las
siguientes:
- La capacidad psíquica previa: resulta central el nivel de tolerancia que pueda tener un sujeto a lo largo de
su vida para afrontar determinados tipos de pérdidas.
- La significación del objeto perdido: no resulta fácil para los otros ni para el propio sujeto entender lo que
se ha perdido con un objeto en particular. La falta que puede producir no suele ser explicable
conscientemente ni tampoco previsible. Razón por la cual los procesos de comprensión pueden
redimensionarse a posteriori.
- Las expectativas de luto: cada sociedad establece ritos y modalidades acerca de cómo se debe elaborar
el luto.
- La integración psicosocial del sujeto: las redes sociales, el nivel de actividad y las diversas interacciones
sociales pueden incidir positiva o negativamente en la resolución del duelo. Esta integración alude a la
posibilidad de volver a recuperar objetos de deseo y recuperarse como objeto para el otro.
- La forma en que se produjo el suceso: las pérdidas inesperadas, tales como los accidentes; aquellos que
tuvieron un largo proceso por enfermedades con desarrollo largo e infructuoso, que pudieron haber
producido sentimientos altamente contradictorios hacia el fallecido; o las vivencias traumáticas, como los
crímenes o desapariciones, pueden generar modalidades particulares de resolución promoviendo más
angustia, culpa, horror, incomprensión, etc.
Lacan considera que porque hay un Otro que desea al sujeto aparece la posibilidad de desear, y esta
dimensión de ser objeto del deseo del otro quedará como estructura básica en la organización subjetiva
del ser humano. Solo si convocamos el deseo del otro podemos sostenernos como sujetos y desde allí
aparece la idea del deseo como deseo del otro.
Ser sujeto no es una condición de existencia sino de contingencia (variable en el tiempo), es decir: se es
sujeto en tanto cause un deseo al Otro, sino deja de serlo. Lo cual implicaría una posición de no deseo
similar a la tristeza y al desinterés vital.
“Solo se puede hacer duelo de aquel cuya falta fuimos, entiéndase, de aquel cuyo deseo causamos”
Pueden aparecer dos modos de identificación:
La primera es ser objeto causa del deseo del Otro: Esto permite que al perder un ser querido podamos
duelar el objeto deseable que constituimos para el otro, lo cual habilita a otros espacios de deseo que nos
ayuden a recuperar un espacio distinto, más allá del deseo que provocamos en ese otro.
La segunda es ser el objeto irremediablemente perdido en donde el valor del sujeto no tiene más
representación que ser objeto para el otro, sin poder hallar una suplencia metafórica del deseo que
produjimos en el otro.
El sujeto no se encuentra totalmente prisionero de un deseo, sino que puede redimensionarlo y a partir de
allí encontrar una nueva forma de relación con el otro perdido.
Tanto el duelo como la reminiscencia resultan temas centrales para la psicología de la vejez ya que ambas
ponen en juego una serie de pérdidas de lo que el sujeto ha amado, desde los seres queridos, los ámbitos
de residencia y trabajo, hasta las habilidades físicas y los atractivos erótico-estéticos. El penar por esas
pérdidas suele ser un tema habitual en los últimos años de vida.
La reminiscencia obtiene un sentido fundamental en tanto permite recuperar importantes experiencias de
tiempo vividas que serán reordenadas con el fin de preservar una continuidad de sentido y consolidar su
identidad ante las experiencias del envejecimiento. Rememorar eventos puede operar adaptativamente
para ayudar a manejar las pérdidas ocurridas con la edad por lo cual este proceso se vuelve terapéutico.
El duelo y la reminiscencia son modos de penar, al tiempo que de elaborar aquellas personas, funciones o
cosas que les dieron valor y sentido, buscando de esta manera reforzar la identidad y recuperar un sentido
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de pertenencia que se siente haber perdido.
El duelo y la reminiscencia son formas de tramitar ese lugar en el que le hacíamos falta al otro, que nos
validaba, nos ofrecía un lugar y era fuente de reconocimiento.
Los denominados duelos patológicos pueden aparecer en cualquier estructura psíquica y comparte
características comunes con una depresión. a diferencia del duelo normal, en el patológico existe una
relación muy ambivalente (de amor y odio) muy fuerte hacia el objeto. También podríamos considerar que
el modo de relación con el objeto era dependiente, narcisista, y la posición del sujeto aparece
objetualizada en un rol o posición específica que le resta capacidad de reinstalarse subjetivamente como
objeto de deseo para otros.
Las características más importantes del duelo patológico son:
- sensación de ansiedad y angustia.
- malestar en el dormir, pesadillas y sensación de que el objeto perdido viene a buscar al sujeto.
- necesidad de reencontrar al objeto perdido.
- debilitamiento físico pronunciado, peligro de somatizaciones: que se reflejan especialmente en disfagia,
dispepsia y constipación, malestares cardíacos, deseo sexual disminuidos con anorgasmia e impotencia.
- sensación de vacuidad y de un mundo desierto.
- reproches sobre los últimos cuidados.
- posibilidades de suicidio.
- posibilidades de delirios hasta en un 23% de los casos.
Es usual en la clínica con la vejez hallar variantes del duelo patológico que se caracterizan por ser duelos
inconclusos o patologizados en los que se torna particularmente difícil salir del segundo paso del duelo ya
sea por falta de objetos reemplazantes, por la cantidad de duelos que se producen o por formas
defensivas de apoyo constituidas en la pareja. También es posible hallar duelos que aparentemente fueron
elaborados y que en determinado momento reaparecen con todas sus manifestaciones de dolor.
En el primer caso hallamos sujetos para quienes terminar un duelo implica encontrarse con un vacío de
objetos que puede resultar más atemorizante que el seguir llorando por alguien para quien fuimos amados
o deseados.
En el segundo caso hallamos personas mayores que hablan de una suma de duelos en los cuales es difícil
precisar cuál fue la pérdida que motiva su penar. Lo que hallamos es un horizonte de soledad y de
abandono que dificulta el lazo social necesario para encontrar estímulos vitales, la desconexión con los
nuevos tiempos y un recogimiento en un mundo perdido en el cual parecían encontrarse a salvo.
Por último, existen parejas que cuando muere uno de los cónyuges en poco tiempo fallece el otro. Éstos
han armado un sistema defensivo de a dos, en donde fuertes identificaciones y proyecciones pueden
dificultar la individualidad. La falta del otro es sentida como una alta vulnerabilidad personal que incide en
el deterioro físico.
Las posibilidades de enfermar físicamente en el momento del duelo son muy altas, particularmente en los
momentos de aparente resolución, así como las posibilidades de suicidio.
La cura psicoanalítica se basa en una serie de presupuestos, uno de ellos es el hacer consciente lo
inconsciente, lo que llevaría a una lectura profunda acerca de la relación del sujeto con el otro, que
movilizará relaciones ambivalentes, críticas e inestabilizantes para el sujeto. En este sentido, para aquel
que realiza el duelo, este tipo de indagación podría producirle un aumento de la ambivalencia afectiva
hacia el objeto, lo que lo llevaría a desestabilizar una construcción en ciernes en pos de su duelo. En el
duelo normal esta forma de intervenir no sería la adecuada.
El apoyo psicoterapéutico para promover diversas elaboraciones, puede ayudar a elaborar procesos que
no son sencillos, que no siempre tienen el sostén necesario y que pueden tomar el curso menos deseado.
Es posible ver ciertos duelos que tienden a la cronificación y ante los cuales la opción psicoterapéutica
puede resultar esencial para poder prevenir una situación que devenga en un duelo de alto padecimiento.
Lo que deberíamos proponer es un trabajo psicológico, que no resulta necesario en todos los duelos, pero
que si pueden ser oportunos en múltiples situaciones. Este sostén del que realiza un duelo se basa en el
apoyo de las redes sociales, en el trabajo psicoterapéutico y en algunos casos farmacológico.

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Una de las formas más claras en las que se expresa el dolor psíquico es la depresión. Sus síntomas son:
1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día.
2. Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer.
3. Los trastornos en el apetito.
4. El insomnio o la hipersomnia.
5. La agitación o enlentecimiento psicomotores.
6. La fatiga o pérdida de energía.
7. Sentimientos de inutilidad y culpa excesivos, con auto reproches.
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión.
9. Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida.
Estos síntomas provocan un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo.
Los síntomas no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o una enfermedad médica.
Los síntomas no se explican mejor por la presencia de un duelo.
Los síntomas persisten durante más de 2 meses y se caracterizan por una acusada incapacidad funcional,
preocupaciones mórbidas de inutilidad, ideación suicida, síntomas psicóticos o enlentecimiento
psicomotor.
El curso y la duración de las depresiones es variable y dependerá, tanto de las características de la
personalidad de cada sujeto, como del contexto sociocultural donde se desarrolle.
Una de las primeras consideraciones de Freud al respecto, y a la que llama melancolía, es que la pérdida
que se produce es de naturaleza más ideal, es decir la pérdida no es fácilmente comprensible, aunque la
persona sienta que algo ha perdido o no sabe bien que es lo que ha perdido con ese objeto. De esta
manera la depresión o melancolía aparece como una pérdida de objeto sustraída a la conciencia,
diferenciándose así del duelo. La pérdida actual, aparentemente carente de valor como para generar tal
nivel de tristeza, cobra sentido en la medida en que resignifica una pérdida anterior que el sujeto no
elaboro adecuadamente.
Otra de las hipótesis de Freud es que el melancólico sufre un notorio empobrecimiento de su yo que se
refleja en una extraordinaria disminución de su autoestima. Freud dice “Se dirige amargos reproches, se
insulta y espera la repulsa y el castigo”. Esto nos lleva a considerar que su yo se identificó con el del otro y
lo castiga, razón por la cual se infiere que la pérdida se produce en su yo a nivel inconsciente y esto le
dará una particular connotación morbosa.
Los reproches con los que el enfermo se abruma corresponden en realidad, a otra persona, a un objeto
erótico perdido, y han sido vueltas contra el propio yo. Sus lamentos son acusaciones.
La depresión es el diagnóstico más frecuente en las personas de edad y constituye un problema serio que
entraña el sufrimiento y el aislamiento social, una tasa elevada de suicidio y un aumento de la morbilidad y
la mortalidad.
Debido a las creencias viejistas ciertos síntomas depresivos son confundidos con “cambios debidos a la
edad” o con síntomas físicos. Incluso la depresión puede ser tomada como una consecuencia normal del
envejecimiento.
Los procesos emocionales funcionan de modo comparable en los adultos (jóvenes o mayores) y algunos
sugieren que funcionan mejor en las personas mayores.
Los adultos mayores parecen tener tasas más bajas de todo tipo de psicopatología que los demás grupos
de edad.
La depresión en la vejez puede producir deterioros sobre las capacidades cognitivas, que remitirán una
vez que la patología de base se cure. Uno de los cuadros que representa esta situación es la
Pseudodemencia u otros trastornos funcionales. Dicho proceso genera que el primer diagnóstico
diferencial de la demencia se realice con la depresión.
Es importante remarcar que los síntomas depresivos en el hombre suelen estar más influenciados por la
pérdida de roles laborales, de capacidad física y de vigor, mientras que en la mujer aparecen más
asociados con la ida de los hijos, el no sentirse deseadas, etc.
En las teorías de base biológica los factores a considerar son la predisposición genética, la desregulación
del eje hipotálamo - hipofisiosubrenal, la disminución de la tasa de neurotransmisores, los déficits
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sensoriales, la presencia de enfermedades físicas y la ingesta de medicamentos.
Las denominadas depresiones secundarias hacen mención a aquellas derivadas de una patología de
base.
La gran ingesta de medicamentos que consumen los adultos mayores es otro factor que incide en la
depresión.
Teorías de base psicológica y social:
La incidencia de los Eventos y Estresores Vitales Negativos:
Una teoría que cuenta con una fuerte evidencia es la de los eventos vitales negativos, que sugiero que
entre las personas mayores no se deben subestimar los diversos tipos de acontecimientos negativos
ocurridos en su vida y particularmente tener en cuenta dicha situación como dato que nos permita
entender una mayor probabilidad de síntomas depresivos. Así también dentro de esta teoría ubicaremos
las investigaciones sobre los estresores y su relación con la depresión.
Los estresores de la vida cotidiana han sido ubicados como la primera causa de los síntomas depresivos y
del sentimiento de vulnerabilidad.
La teoría de la Selectividad Socioemocional y su lectura de la depresión: cuando un sujeto considera que
tiene menos tiempo de vida, busca afectos más seguros que proporciones gratificaciones más cercanas.
Razón por la cual los adultos mayores prefieren relaciones afectivas intensas que constituyen el motivo
central del intercambio social.
Este tipo de relación puede iluminar ciertas áreas de vulnerabilidad para los adultos mayores a nivel de su
bienestar, ya que podrían volverse más dependientes de ciertos Psicología de la Mediana Edad y Vejez
223 otros. El hecho de querer entablar pocas pero valiosas relaciones y que de estas dependa en gran
medida su bienestar los hace más vulnerables a las críticas.
La Teoría de la Integración Social y los intercambios equitativos: por Integración Social se comprende los
lazos interpersonales con que cuente un sujeto, tales como el número de miembros de la red de relaciones
personales o el número de papeles sociales que un individuo posee o desempeñe. También este concepto
puede ser referido a la pertenencia o sentimiento de inclusión social.
Estas formas de integración social son importantes y deben ser consideradas porque:
(a) la falta de integración social le quita sentido a la vida, generando depresión o estrés;
(b) la integración social fortalece el acceso a las fuentes de ayuda y
(c) la integración social fortalece un contexto dentro del cual las relaciones de soporte y ayuda pueden
desenvolverse fuera de la familia.
Cuanto mayor sea la integración social, menor el número de síntomas depresivos.
Las relaciones sociales:
- están asociadas con el bienestar psicológico en la fase adulta y del envejecimiento, particularmente cuando las
condiciones de salud fallan y las limitaciones físicas aumentan.
- moderan el estrés de los viejos con problemas de salud, de los viudos y de los que tienen problemas financieros.
- permite que se sientan amados, más capaces de lidiar con los problemas de salud y mejorar su autoestima.

Las evidencias resultan consistentes con las previsiones de la Teoría de la Equidad y refuerzan la idea de
que la salud mental, específicamente a nivel depresivo, resulta afectada negativamente por la falta de
interdependencia (desbalance en los intercambios) entre los miembros de una familia.
Los intercambios sociales negativos y positivos: cuando los intercambios negativos y positivos son iguales,
los negativos toman mayor preponderancia y se asocian con más angustia y predicen mejor la depresión
que los positivos. Aun los menores eventos negativos de la vida tienen efectos adversos sobre la salud
mental de los mayores.
Ciertos intercambios positivos pueden relacionarse de manera negativa con la salud mental ya que crean
relaciones de dependencia, a la inversa de lo que sucede con la posibilidad de ofrecer ayuda a otros.
La desintegración social y sus efectos: la exclusión llega en algunos casos a situaciones extremas que
propician la aparición de diversas patologías que permiten ver las graves consecuencias psicológicas que
puede ocasionar el aislamiento social en las personas de edad.
El desarraigo social y los sentimientos de soledad pueden desencadenar en el denominado “Síndrome de

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Diógenes” o “hundimiento senil en los hábitos mínimos de cuidados, higiene, protección y adaptación
ambiental, necesarios para la salud y la supervivencia de los ancianos.
Se conoce como “Síndrome de Invisibilidad” al síndrome que sufren las personas de edad en la sociedad
actual cuando se ignoran sus problemas y necesidades físicas, psicológicas, sociales y económicas. Las
consecuencias que la invisibilidad produce a nivel psicológico afectan el estado de ánimo y la autoestima e
incluyen además ira, vergüenza, aislamiento, indefensión aprendida, depresión y suicidio. Estos cuadros
inciden negativamente sobre el bienestar de las personas incrementando las posibilidades de enfermedad
y muerte.
Teoría de la pérdida de control: una de las formas más acusadas por las cuales los sujetos expresan haber
comenzado con síntomas depresivos es ante la falta de control que sienten por haber perdido fuerza física,
belleza, capacidad, etc. y creer que no pueden manejar su vida tal como lo hacían previamente.
Las limitaciones psicofísicas, económicas y sociales, parecen dejarlos expuestos a un sentimiento de
desprotección que los lleva a temores generalizados, una fuerte evitación ante diversas actividades y un
sentimiento de inadecuación frente a cualquier tipo de proyecto personal que suele presentarse como
síntomas depresivos difusos.
Esta pérdida de control se encuentra íntimamente relacionada con la sensación de pérdida de
reconocimiento y de validación externa. Razón por la cual el fortalecimiento externo puede permitir que el
sujeto recupere una sensación de capacidad que le permite reorganizar proyectos personales.
El tratamiento de la depresión implica el apoyo en tres grandes ejes: la psicoterapia, las redes de apoyo
social y el farmacológico. Cada uno de estos debe ser evaluado a la hora de pensar su terapéutica,
tomando en cuenta la prevención, el tratamiento y la rehabilitación. Cada paciente supone una suma de
circunstancias que deberemos atender y donde la edad va a ser uno de los datos implicados, pero no el
único.
La evaluación y mapeo de la red de apoyo social constituye una herramienta primordial en el trabajo con
adultos mayores. Brinda información detallada de los sostenes de que disponen los adultos mayores,
permitiendo conocer de antemano si es factible que la red pueda responder adecuadamente y brindar los
apoyos suficientes frente a situaciones críticas o a problemáticas ya sean puntuales o que se extiendan en
el tiempo. En este sentido la evaluación de la red puede aportar información valiosa en la elaboración de
un diagnóstico prospectivo.
La depresión requiere dicha evaluación y mapeo por parte del rol profesional. Esta patología plantea
riesgos a la hora de pensar un tratamiento, razón por la cual la evaluación y el mapeo deben ser muy bien
hechos ya que de lo contrario deberíamos pensar en una internación transitoria o diurna si el cuadro así lo
requiriese.
Las opciones psicoterapéuticas disponibles en la actualidad son múltiples. Desde las psicoanalíticas hasta
las de orden cognitivo-conductual, aun ofreciendo lecturas diferentes acerca de la cura, permiten la
elaboración y superación de la problemática. Los enfoques individuales o grupales son importantes de
determinar en relación a una serie de factores tales como la mayor gravedad, donde los primeros pueden
ser más útiles y aplicables, así como las demandas específicas y conocimientos sobre el tema de las
personas atendidas.
A nivel farmacológico resulta necesario tener en cuenta las seis reglas de la farmacocinética que regulan
la elección de un antidepresivo. En el cuerpo humano los cambios estructurales y funcionales que
acompañan al envejecimiento tienen por consecuencia modificar la farmacocinética de los psicotrópicos,
entre los que aparecen los antidepresivos.
Farmacocinética:
- La absorción: se encuentra poco influenciada por la edad, pero si por la toma de otros medicamentos.
- La distribución: los antidepresivos son liposolubles a la masa grasosa, proporcionalmente más grande
según la edad, de lo que resulta un aumento del volumen de la distribución, lo que favorece la
acumulación del medicamento.
- La unión a las proteínas es fuerte por los antidepresivos. La disminución de la albumina y la competencia
con los otros medicamentos en los sitios de unión modifican la fracción libre de los antidepresivos.
- El metabolismo: el cambio del metabolismo hepático disminuye la rapidez de eliminación y prolonga el
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tiempo de acción de los antidepresivos, favoreciendo de esta forma una mayor incidencia de los efectos
secundarios.
- La función renal disminuye con la edad lo que genera una acumulación de metabolitos activos que
aumentan los efectos secundarios.
Reacción anterior: Una reacción anterior, personal o familiar, positiva o negativa, es una buena guía. De
todas maneras, hace falta juzgar la dosis recibida y la duración del tratamiento.
Coexistencia de condiciones médicas: La presencia de ciertas enfermedades físicas puede orientar la
elección del antidepresivo.
Medicación global: en las personas mayores que toman muchos medicamentos, es preferible disminuir el
número, racionalizando el uso y reemplazando aquellos que pueden causar depresión y tener en cuenta
las interacciones medicamentosas.
Síntomas indicadores: la presencia de un enlentecimiento psicomotor importante o, a la inversa, de una
ansiedad muy marcada, podrá orientar la elección en función de las propiedades sedativas de los
diferentes antidepresivos; toda vez que se trate de un criterio más teórico que práctico.
Características y efectos secundarios: los antidepresivos se dividen en 5 grandes clases: los tricíclicos y
los heterocíclicos; las triazolopirimidinas; los inhibidores de monoamina oxidasa (reversibles y no
reversibles), y los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina.
La ansiedad es un afecto caracterizado por tres órdenes de fenómenos:
1- el sentimiento de un peligro inminente.
2- una actitud de espera frente al peligro.
3- el desconcierto por la incertidumbre en la experiencia vivida o anticipada de algo que se encuentra
oculto.
La ansiedad se acompaña de fenómenos somáticos, en parte de naturaleza neurovegetativa. La sensación
física se define como angustia (opresión en el pecho), mientras que la ansiedad es fundamentalmente
psíquica.
La ansiedad puede ser flotante, es decir desprovista de un factor detonante, o puede estar asociada a
fobias definidas, como el temor persistente e irracional de un objeto, de una actividad o de una situación
que detona un deseo compulsivo.
Este problema es caracterizado por un sentimiento continuo de tensión y de aprehensión, una tendencia a
subestimar y a denigrar, un miedo a ser criticado o rechazado, un evitamiento de los contactos sociales y
profesionales por miedo a ser desaprobado.
La ansiedad en la vejez:
Cuando el envejecimiento promueve altos niveles de incertidumbre, existe un riesgo potencial aumentar la
ansiedad. Ciertos factores contribuyen a dicha emergencia:
1- la personalidad: la personalidad ansiosa es un factor favorable a las descompensaciones,
especialmente en las situaciones de estrés.
2- la afectividad: el estado del humor determina el grado de resistencia a la fragilidad psicológica.
3- el funcionamiento intelectual: las limitaciones intelectuales son factores que predisponen a la ansiedad,
por la vulnerabilidad que produce la restricción de recursos para comprender situaciones nuevas.
4- la vida de relación: la vejez puede acarrear un aislamiento progresivo por la pérdida de la pareja y de
amigos. Esta carencias afectivas pueden resultar ansiógenas debido a la falta de recursos seguros con los
que se encuentra un sujeto.
5- la percepción del cuerpo: las pérdidas de eficacia y de control del propio cuerpo pueden producir una
pérdida de seguridad y una serie de limitaciones en las actividades que pueden llevar a incrementar los
montos de ansiedad frente a la carencia de recursos.
6- la enfermedad física: encontrarse enfermo, discapacitado o accidentado produce un sentimiento de
vulnerabilidad y angustia. También es importante destacar que la ansiedad puede ser un síntoma de
numerosas enfermedades físicas.

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7- la vida social: el corte con la vida social, la perspectiva de discapacitarse, las miradas prejuiciosas sobre
la vejez llevan a que la imagen de si se ponga en duda y se vea de un modo negativo.
La ansiedad en la vejez cuenta con rasgos particulares:
Preocupaciones subjetivas: resultan de un sentimiento de vulnerabilidad y conciernen a temas que tocan la
integridad en los dominios de la salud, del cuidado de los bienes, de la propia persona y de los seres
queridos. La ansiedad suele ser frecuente detrás de un queja de memoria.
Síntomas somáticos: Además de los que se producen en todas las edades, de naturaleza neurovegetativa.
El sueño puede estar perturbado, manifestándose en la dificultad para dormir y las pesadillas.
Consecuencia comportamentales: Los comportamientos de evitamiento predominan. El repliegue en los
hábitos y en la rutina, forman parte de los mecanismos y evitan las confrontación con situaciones nuevas.
Los problemas ansiosos fóbicos son más frecuentes entre las mujeres y su prevalencia disminuye después
de los 75 años.
El pánico es raro después de los 60 años y les afecta a personas que ya lo han sufrido de jóvenes.
El trastorno obsesivo compulsivo comienza raramente después de los 50 años, lo cual no significa que
esté ausente en este grupo etario. Generalmente encuentran un equilibrio con el tiempo, aunque frente a
un cambio importante puede detonar un fuerte acceso de ansiedad.
La ansiedad puede interferir con el funcionamiento de la memoria.
La ansiedad puede ser el resultado de múltiples cuadros entre los que se destacan los comienzos de las
demencias.
Es necesario considerar tres dimensiones básicas: La psicoterapia, el apoyo social, teniendo en cuenta el
apoyo familiar y comunitario, así como los programas socio-recreativos y por último el tratamiento
medicamentoso.
El problema hipocondríaco que se observa tanto en el hombre como en la mujer sobrevienen
generalmente después de los 50 años. El enfermo está convencido que está afectado, o tiene
posibilidades de estarlo, de una o varias enfermedades. Expresa quejas múltiples, repetidas, a menudo
alimentadas por sensaciones o signos físicos normales o anodinos. La ansiedad y la depresión pueden
acompañar este cuadro.
La queja hipocondríaca no excluye que haya enfermedades reales, particularmente en personas mayores
donde puede haber una pluripatología.
Muchos estiman a la hipocondría como un síntoma de la depresión por la atención exagerada al cuerpo y
su funcionamiento, pero existen otras posibles causas.
La hipocondría tiene una alta función adaptativa: ya que le permite desplazar a la ansiedad hacia una
enfermedad imaginaria que pareciera darle un papel más aceptable socialmente; por otro lado permitiría
una expiación de sentimientos de culpa por el malestar que siente con su entorno, y por último implicaría
un goce autoerótico por los cuidados corporales que se brinda.
Las ideas hipocondríacas pueden cristalizarse en ideas estructuradas que permanecen en el tiempo y que
precipitan en trastornos delirantes persistentes. Una serie de factores favorecen su desarrollo en la vejez:
- los cambios físicos asociados al envejecimiento,
- la pluripatología,
- la pérdida de familiares y seres queridos,
- la carencia de actividades importantes,
- la vivencia de un descontrol psíquico acerca del propio cuerpo e incluso de la muerte.
La personalidad normal puede modificar algunos trazos sin que se vuelva patológica. Uno de estos es el
cuidado obsesivo de la vida cotidiana, que privilegia el hábito, el orden, la prudencia, una cierta rigidez en
los horarios y en el estilo de vida, tratando de contener con ello los potenciales peligros.
Aquellos sujetos que tenían problemas con las actividades desarrolladas hacia el exterior tenderán a
disminuir sus actividades. Los sujetos introvertidos tendrán más tendencia a profundizarla, así como a
desarrollar más dependencia psicológica especialmente cuando existen enfermedades invalidantes.
Los problemas se manifiestan de un modo mayor en relación a las circunstancias del entorno y tienen una
fuerte perdurabilidad en el tiempo.
- Alteración senil del carácter: dominada por el egocentrismo, la rigidez, la avaricia, la hostilidad y la
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agresividad. Los pacientes tienen tendencia a no cuidar su higiene, su alimentación y sus actividades. Son
pseudo dependientes ya que no son conscientes de sus problemas y se oponen a toda sugestión, solo una
crisis permite la intervención.
- Síndrome de Diógenes: el enfermo es anosognósico, lo que extrema una situación de negligencia y
abandono de su propia persona. Son sujetos con historia de aislamiento, suspicacia y labilidad emocional.
- Síndrome Frontal: donde las alteraciones de los comportamientos están detrás de la escena: pasividad,
falta de iniciativa, desinterés e indiferencia.
Capítulo 3: El deterioro cognitivo y las demencias:
Las quejas sobre la memoria son muy frecuentes entre los adultos mayores, las quejas de memoria de los
adultos mayores reflejan mas las creencias sobre su perdida de capacidades que el posible trastorno
cognitivo que puedan presentar.
A su vez, existe una fuerte evidencia acerca de la incidencia de la depresión sobre la merma de las
capacidades cognitivas.
Hipocondría mnésica: los pacientes con este perfil clínico presentan quejas sobre eventuales perdidas de
memoria tanto semántica como autobiográfica, resultando complejo que indiquen puntos de comienzo en
su patología. Aparecen fuertes miedos al envejecimiento, fallecimientos de seres queridos, o historia no
comprobada de ataques cardiacos. Es mas frecuente en hombres con perfiles perfeccionistas, alto nivel
educativo, con altos montos de ansiedad encubierta y controlada.
Desorganización cognitiva-funcional: los sujetos suelen ser traídos a la consulta después de un duelo o
cambio estresante y cuyo síntoma se manifiesta por manifestar olvidos, distracción, confusión, ausencias y
en algunos casos incapacidad para organizar cognitiva y emocionalmente su vida, mostrándose incapaces
de vivir solos.
Pseudodemencia: Ha sido encuadrada como una depresión mayor y se la denomina trastorno facticio. Son
casos en los que se manifiestan síntomas de demencia, pero no hay un correlato orgánico y desaparecen
con tratamientos psicológicos o medicamentos antidepresivos. La enfermedad aparece bruscamente pero
el deterioro no progresa, el nivel intelectual resulta desparejo, los problemas mnésicos son variables en el
tiempo tocando tanto los antiguos como los recientes, sin respetar la lógica de los olvidos, y la orientación
temporoespacial es buena. El paciente refleja un negativismo que la distingue de las demencias veras. A
nivel del lenguaje puede haber una desorganización temática.
Perfiles de deterioro:
Deterioro de tipo cortical: se caracteriza por alteraciones que comprometen la corteza cerebral como:
afasia, agnosia, apraxia, alteraciones visuoespaciales, en la abstracción y empobrecimiento del juicio.
El protocolo de este perfil cortical es la Demencia tipo Alzheimer:

 Alteraciones en la memoria inmediata


 Reducción del nivel general de funcionamiento intelectual
 Cociente intelectual de ejecución menor que el verbal
 Alteraciones del lenguaje.
 Fluencia verbal disminuida y alteraciones en la viso construcción.
Deterioro de tipo subcortical: se caracteriza por un enlentecimiento cognitivo general y dificultad en
emplear las estrategias cognitivas necesarias para abordar problemas, olvidos frecuentes, alteraciones
mnésicas, y alteración del estado del ánimo:
El protocolo es la Enfermedad de Huntington:

 Alteración en la atención.
 Disfunción moderada de la memoria
 Déficits visuoperceptuales y constructivos.
 Déficits en la resolución de problemas
 Déficits aritméticos.

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Perfiles mixtos: es en donde encontramos la Demencia Vascular, que puede reunir una combinación de
rasgos corticales y subcorticales, y se observa un predominio de rasgos subcorticales, como lentitud
psicomotora, déficit en las funciones ejecutivas y alteración en el estado de ánimo.
Patologías:
Trastorno cognitivo leve: podría ser descrito como un estadio transitorio entre los cambios benignos del
envejecimiento normal y los problemas mas serios ocasionados por patologías francamente demenciales
como el Alzheimer. Puede afectar áreas de la cognición y áreas de la memoria. Este desorden es dividido
en dos grandes subtipos: los que afectan predominantemente a la memoria, y los que no la afectan,
ubicando en este segundo subtipo los que afectan al lenguaje y la atención.
El subtipo amnésico ha sido asociado a la enfermedad de Alzheimer mientras que el no amnésico a la
demencia Frontotemporal o a la Demencia por Cuerpos de Lewy.
Los signos y síntomas se evidencian cuando se empiezan a olvidar cosas que antes se recordaban o citas
importantes.
Criterios que se utilizan:
1. Memoria deficiente, preferentemente corroborada por otra persona.
2. Esencialmente muestra un juicio normal.
3. Se pueden llevar a cabo las actividades de la vida cotidiana.
4. Performance reducida en las pruebas de memoria.
5. Ausencia de demencia.
6. No existe otra explicación evidente para el trastorno.
Las causas pueden ser agrupadas en: Neurodegenerativas, Vascular o psicológica.
Demencia: bajo este concepto se entiende un deterioro global, progresivo e irreductible de las funciones
intelectuales, debiendo evidenciar un trastorno tal que impida al sujeto cumplir con sus actividades
cotidianas.
La demencia produce daños a nivel de las facultades psíquicas, lo cual implica que habrá una serie de
trastornos sintomáticos que no se corresponderán directamente a la lesión cerebral.
Funciones intelectuales mas dañadas: deterioro de la memoria, deterioro del pensamiento abstracto,
deterioro del juicio, disturbios de las funciones corticales superiores, y cambios en la personalidad.
También pueden encontrarse alteraciones a nivel de la sexualidad, observándose formas autoeroticas y
con bajo nivel de represión.
El prejuicio biologicista que recae sobre las demencias genera la dificultad por una pregunta sobre la
subjetividad de los pacientes, así como niega cualquier tipo de causalidad psíquica en el origen de la
misma.
Etiología de las demencias:
Demencias puras:

 Enfermedades primarias del SNC (degenerativas). Pueden ser: Alzheimer, Pick y Cuerpos de
Lewy.
 Demencias asociadas a enfermedades cerebrovasculares. Pueden ser: Demencias por múltiples
infartos, Enfermedad Vascular Subcortical.
 Demencias asociadas a enfermedades infecciosas.
 Demencias asociadas a Enfermedades inflamatorias y autoinmunes.
 Demencia asociada a factores tóxicos, metabólicos y nutricionales.
El diagnostico de demencia, desde el punto de vista clínico, se basa en la evidencia de una perdida de
capacidad cognitiva previamente alcanzada, asociada a cambios conductuales que afectan la vida del
paciente. Loa síntomas se evalúan mediante una batería de Test.
Tipos de Demencias:
Alzheimer: es la etiología mas frecuente del deterioro cognitivo en la tercera edad, aparece con mayor
frecuencia después de los 65 años, siendo mas frecuente en mujeres. La sintomatología incluye pérdida
progresiva de la memoria, disminución de las habilidades cotidianas, compromiso del juicio, desorientación
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temporal y espacial, dificultad en el aprendizaje y progresiva pérdida de la comunicación verbal. La
presencia de EA en parientes directos aumenta el riesgo de padecerla.
En el estadio inicial hay trastornos en la memoria de corto plazo, desorientación temporoespacial,
trastornos en la concentración, dificultad en hallar palabras y fatiga mental. Se comienzan a tener
problemas en la vida cotidiana.
En el estadio intermedio de demencia se evidencia el compromiso de todos los aspectos de la memoria.
En el estadio avanzado se halla afectada la memoria para hábitos motores o memoria procedural, también
el juicio, pensamiento abstracto y calculo matemático.
En el estadio terminal todas las funciones intelectuales están afectadas, hay un trastorno severo del
lenguaje, e incapacidad de vivir solos.
El énfasis mas importante del diagnostico diferencial esta en identificar desordenes potencialmente
tratables que sean responsables del cuadro o que lo estén exacerbando.
Enfermedad de Pick: su inicio es entre los 40 y 60 años, aunque hay casos reportados de jóvenes de 21
años. Se caracteriza por la presencia de atrofia temporal y/o frontal. En el estado inicial dominan los
trastornos de la personalidad. En el intermedio aparecen trastornos del lenguaje con anomias y
alteraciones en la comprensión. La memoria y el calculo comienzan a deteriorarse. En el estadio final
observamos un severo deterioro cognitivo global, perdida del lenguaje y mutismo. El paciente muere de
complicaciones infecciosas.
Demencia por Cuerpos de Lewy: es mas frecuente en hombres, la edad promedio de inicio es 68 años y la
duración es menor que en la EA. Debemos sospechar este diagnostico ante la presencia de un deterioro
cognitivo que interfiere en la vida social y familiar del paciente, con alteraciones de memoria y alteración
en la función visuoespacial.
Debe haber al menos dos de las siguientes características: parkinsonismo, función cognitiva fluctuante,
alucinaciones recurrentes.
Otros elementos que apoyan el diagnostico son: caídas frecuentes, perdida de conciencia, delirios,
sensibilidad a neurolépticos, y alucinaciones.
Demencia cerebrovascular: se incluye en este grupo las demencias asociadas a múltiples infartos. Las
características clínicas muestran un inicio del cuadro demenciante con un ACV. Para establecer el
diagnostico tiene que existir una declinación cognitiva en más de dos áreas respecto al nivel previo,
establecido por examen neuropsicológico y clínico. El déficit debe interferir en las actividades diarias.
En su cuadro clínico se mezclan el deterioro cognitivo con elementos corticales y subcorticales, y
elementos de compromiso neurológico focal.
Existen patologías con síntomas similares a las demencias.
Síndrome confusional agudo: no es una demencia aunque comparte similitudes en la presentación de los
síntomas. Es un trastorno cognitivo de comienzo brusco que se debe a patologías clínicas, neurológicas o
toxicas agudas tratables. En el predominan los trastornos de atención, percepción y psicomotricidad. Los
síntomas se adjudican a un trastorno agudo del metabolismo neuronal en cerebros, que a causa de su
envejecimiento, se encuentran en un déficit funcional relativo, el cual se agudiza o agrava en condiciones
de desestabilización sistémica.

 Reducción de la atención.
 Pensamiento desorganizado.
 Reducción de la conciencia.
 Percepciones sensoriales falsas.
 Alteraciones en el ciclo sueño-vigilia.
 Desorientación en tiempo, espacio y reconocimiento de personas.
 Deterioro de la memoria.
 Alucinaciones y falsas interpretaciones sensoriales.
 Convicción delirante.
 Pesadillas y sueños de apariencia real.
 Actividad psicomotora alterada.
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 Trastornos emocionales.
La personalidad previa del paciente, así como la existencia de trastornos psicopatológicos anteriores a la
instalación del cuadro confusional, son elementos que deben ser tenidos en cuenta.
El inicio es relativamente rápido y el curso presenta fluctuaciones típicas, la duración suele ser breve.
Las causas mas frecuentes son: infecciones sistémicas, los trastornos hidroelectrolíticos, u otras causas
sistémicas.
Aspectos clínicos de las demencias:
Síntomas psicológicos:
Delirios: los tipos más comunes son los persecutorios, favoreciendo la agresión física, muchas veces
dirigidas hacia el cuidador.
Alucinaciones: las mas frecuentes son las visuales y las auditivas.
Ansiedad: en las primeras etapas de la enfermedad la ansiedad puede ser comprendida como la reacción
del paciente al advertir su declinación cognitiva, pero en periodos posteriores la presencia de este síntoma
ya no puede ser explicada por este mecanismo. La ansiedad puede aparecer formando parte de algunos
síndromes o aisladamente. Una de las expresiones de ansiedad mas habituales en los pacientes con
demencia son las preguntas frecuentes e incesantes sobre lo que esta por suceder.
Animo depresivo: los síntomas depresivos son muy frecuentes en el curso de la evolución de las
demencias, ya sea aisladamente o configurando un desorden depresivo.
Apatía: se manifiesta por la disminución de las interacciones sociales, de la reactividad emocional y de la
expresión facial, la perdida de iniciativa y del interés por las actividades de la vida diaria y el cuidado
personal.
Síntomas comportamentales:
Vagabundeo.
Agitación: es uno de los síntomas mas persistentes. Son aquellas actividades motoras, verbales o vocales
inapropiadas.
Reacciones emocionales o físicas excesivas y repentinas.
Quejas y acusaciones dirigidas a los cuidadores.
Desinhibición: síndrome caracterizado por impulsividad, inestabilidad emocional, incapacidad para
mantener los niveles previos en los comportamientos sociales, llanto, agresión, desinhibición sexual, etc.
Negativismo: se expresa como el rechazo a hacer cosas.
Lenguaje:
En las demencias hay un lenguaje que le es propio que se va conformando con el tiempo de la patología.
Las perturbaciones semánticas se evidencian en todas las situaciones de lenguaje oral. Existen anomalías
en la superficie del relato tales como alteraciones del sistema léxico-referencial, uso de pronombres sin
referencias, incoherencias narrativas, entre otras.
También se manifiestan reproducciones del discurso o Ecolalias, en donde se repiten fragmentos del
discurso del interlocutor; sustituciones de palabras, neologismos, etc.
Tratamientos:
Una de las primeras ramas en abordarla fue la orientación conductista denominada Terapia de Orientación
en la realidad, consistía en mantener permanentemente estimulados con gran cantidad de elementos
como relojes, colores indicativos e informaciones, etc.
Desde la psicología cognitiva se apunta a restablecer las funciones dañadas como la memoria,
razonamiento, etc. Esto se realiza a través de estimulaciones cognitivas que son de gran efectividad en los
primeros estadios de la enfermedad, aunque más adelante es difícil conseguir la disposición a la actividad.
Otras líneas han tratado el reforzamiento de la identidad a través del trabajo con espejos, video
confrontación y todo aquello que aluda al autorreconocimiento.
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El estrés del cuidador aumenta el numero de visitas y prescripciones medidas, afectando la calidad de vida
del paciente.
Las actividades del cuidador más favorables son:

 Esfuerzos del cuidador por comprender el origen y el significado detrás de una conducta.
 Flexibilidad.
 Actitud empática
 Tolerancia
 Respeto por el paciente como persona.
Desde el psicoanálisis lo que se encontró fue un extrañamiento del yo, generando con él una regresión a
etapas anteriores del desarrollo mismo.
Hay etapas en las que se tiene mayor o menor registro de la enfermedad, y vemos como un sujeto ira
aceptando o no su declinación y frente a esta responderá con formas singulares, relativas a su
personalidad previa.
Hay elementos que permiten pensar la clínica:
Depresión: es la respuesta al agravio narcisista que supone la pérdida de las facultades psíquicas.
Regresión: el sujeto se ubica más incapaz de lo que realmente es, intentando recuperar un placer
perdido.
Deterioro: es pensado en relación a la imagen positiva o negativa que la familia posea del paciente.
Transformaciones psíquicas:
Categorías lógicas: se produce una desarticulación de estas categorías, sobre todo las temporales y
espaciales. La forma de rearmar algo de la realidad es con la participación de un tercero que provea
índices.
Formas delirantes y alucinatorias: el estado de conciencia se asemeja a un “sueño en vigilia” que puede
funcionar como una neorealidad que establecerá el principio del placer. Las alucinaciones estarán más
próximas a las ilusiones y pueden ser un modo de contacto con otras personas.
Dimensión del sujeto y el objeto psíquico: en principio se observa la compañía de objetos fantaseados que
pueden ser gratos o pueden generar sufrimiento; luego esto es alucinado y creen hablar o verlos;
finalmente se puede observar como se fijan a algún objeto real.
El demente habla de su vacío.
Existen diversas teorías:
La primera supone en la demencia un retorno en las relaciones de objeto, al objeto materno primario.
La siguiente hace un paralelo entre las demencias y las psicosis por el repliegue de las investiduras sobre
el mundo exterior.
Otra considera la demencia como una descompensación psicopatológica al decurso de un acontecimiento
reciente, siempre asociado con la perdida, que se encuentra ligado con acontecimientos lejanos y con la
propia organización de la personalidad.
Otra sostiene que, en los pacientes con neurosis mal mentalizadas, con un preconsciente con una
insuficiente funcionalidad, ante una perdida puede producirse una descompensación, ya que resultan
dependientes de los objetos reales. La entrada en la demencia puede corresponder a la perdida de un
objeto real primordial.
Finalmente, otra teoría considera que el origen de la enfermedad puede surgir de una situación estresante,
sobre la forma de una perdida.
La ultima considera que la demencia aparecería frente a acontecimientos traumáticos, con el objetivo de
absorber la sobrecarga afectiva no mentalizada.
En el tratamiento se vuelve indispensable el trabajo con la familia o la pareja del demente, ya que
determinara las posibilidades de atención de este.
La evidencia clínica muestra que a pesar de la pobreza cognitiva podemos encontrar variantes subjetivas
que evidencian la posición del sujeto como objeto frente al interés por parte de otro.
Muchas de estas terapias apuntan a sostener en el sujeto a otro que sea un marco de un encuentro
facilitador, a través del cual sea posible acceder a un deseo particular. Solo a través de este otro podrá el

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sujeto reorganizar su campo discursivo.
Nuestro trabajo es ofrecer un espacio de escucha y apoyo con todas las dificultades del caso, pero que
puede generar desde un alivio sintomático, una mejor integración familiar y social y la posibilidad de seguir
haciendo lo mas cercano a su deseo.
El fantasma en la vejez. Leopoldo Salvarezza:
Capítulo 5: La vejez, una cuestión de ética:
Existe una diferencia entre las distintas vejeces, en el sentido en que hay distintas formas de envejecer
entre las personas, según las clases y los estamentos sociales.
Los principios que deben regir la conducta de todo investigador son varios. El mas importante es el de
informar y proteger a la persona que será sujeto-objeto de la investigación, haciéndolo participar de ella en
alguna medida.
Para los americanos la adhesión a los principios éticos en cuanto al consentimiento y a la confidencialidad
del relato, es un tema muy importante. Se ponen en juego dos hechos muy importantes, el consentimiento
que el participante da a los fines de cooperar con el proyecto no puede dar lugar de ninguna manera a
abandonar la premisa de salvaguardar los derechos y el bienestar de los ancianos; y en todo momento
debe darse al participante la opción de retirarse del proyecto. Incumbe también al investigador la
protección de la identidad del participante para minimizar el riesgo social y evitarle la vergüenza del
ridículo.
En el CONICET no hay ninguna regulación sobre la conducta ética de los investigadores en relación con
los participantes de los estudios científicos.
Tomando a Weber, la conducta es toda acción del hombre que toma alguna posición con respecto a un
cierto objeto, encontrando en el una referencia. La conducta pertinente sociológicamente no es cualquier
acción, sino la acción social que es un tipo particular de acción humana que se refiere a otros individuos.
La sociedad se caracteriza por la orientación de la conducta de otros individuos, y la posibilidad de
comprensión a partir de esa orientación. El sentido de una conducta es el sentido subjetivamente dado por
la conducta misma y coincide con su orientación en relación con la conducta de los otros individuos.
Si bien la investigación no puede generar juicios de valor, sin embargo pueden establecer su existencia
empírica y elucidar las condiciones y las consecuencias de su realización.
En nuestras ciencias, las cosmovisiones personales se introducen en la argumentación científica. Pero
habría un trecho entre el reconocimiento de las debilidades humanas y la creencia en que una ciencia
ética podría producir normas concretas por aplicación a su materia de principios éticos universales.
Es importante indicar cuando calla el investigador y comienza a hablar el hombre, en tanto sujeto de una
voluntad; donde los argumentos pertenecen al intelecto y donde al sentimiento, por aquello de que uno es
receptivo a los valores pero se debe a conceptos.
Toda acción éticamente dirigida se puede orientar según la ética de la convicción o conforme a la ética de
la responsabilidad. Se trata de modo de actuar distintos. Quien actúa según la primera en el momento en
que las consecuencias le sean funestas, no se considera comprometido y responsabiliza al mundo, a la
sociedad, a los otros hombres, por haber actuado así. Quien actúa basado en la ética de la
responsabilidad, siempre puede sacar consecuencias a su modo de proceder, pero nadie puede
sentenciar si hay que proceder conforme a la ética de la responsabilidad o de acuerdo con la ética de la
convicción, pero considera conmovedora la actitud del hombre ya maduro que siente con toda su alma la
responsabilidad por las consecuencias y actúa conforme a la ética correspondiente.
La ética no es una ciencia, pero tampoco es un producto irracional no dependiente de decisiones
racionales.
En la ética una sociedad encuentra su propia conciencia; la ética tiene que ver con los tratados de buena
conducta, los escritos edificantes, las enseñanzas de buenas maneras, los sermones, etc.
A veces la ética se manifiesta en forma de un régimen de prevenciones y prohibiciones, a modo de un
tratado que tiene como objetivo los fines socializadores del poder, la cultura.
Por un lado está la ética y por otro lo que pasa en la sociedad real. Podemos advertir la distancia entre
esta gama de condiciones y lo que sufre en la actualidad la vejez: marginación, aislamiento, soledad, etc.
La marginación hacia el hombre viejo es la misma que se da hacia los borrachos, los presos, etc. Se
aparta de la sociedad a todos los individuos que no están en condiciones de producir, que están alejados
de esta condición, en una sociedad que esta basada en la búsqueda de la ganancia de la riqueza. Por una
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reacción natural arribamos ahora a una sociedad donde se produce el ascenso de los jóvenes y un
relegamiento de los viejos. En una sociedad como la actual, el trato que la sociedad reserva para la vejez
con todos los problemas económicos, de exclusión, etc., hace que la persona que se jubila y sale del
proceso de producción sea considerada prácticamente como un muerto, un condenado a muerte, y esta
condena hace que todos los seres humanos que no son viejos muy difícilmente se puedan identificar con
uno. Encontramos que en la sociedad actual, la identificación con el tema del envejecimiento es mayor. En
la familia actual esa muerte es totalmente exterior a si misma. El viejo es excluido totalmente del seno de
la familia y aquí aparecen una serie de problemas de índole psicológica donde esta e mas terrible del ser
humano que es la perdida de afecto.
La vejez resume el peligro porque indica un estado, no un proceso, porque me involucra y me afecta y ni
siquiera separándome de él, ni siquiera pensándolo en general, desinteresadamente, puedo librarme de él;
debo aceptar el temblor que me produce comprenderlo, del mismo modo que debo aceptar que vuelvo a
ignorar completamente cuanto más aprendo de él, porque no se puede decir de la vejez lo que de las
sustancias radioactivas, cuya peligrosidad puede ser disminuida. La vejez no puede ser disminuida si es
vejez, ni aislada porque esta con la gente misma, no es un traje, ni puede ser puesta a distancia, aunque
se lo intente de mil maneras con operaciones intelectuales, previsionales, geriofilicas o recreativas, está
ahí y se viene, y si lo que significa es la proximidad de la muerte, lo único que la puede evitar es la muerte
prematura.
Parecería que algo sabemos de la vejez, así, en consecuencia, como prolongación de ese saber, existe
una psicología y una medicina de la vejez. Así como hay una locatividad y una política.
La política de desprotección es escandalosa, cruel y propia de sociedades que llevan a cabo ritos de
exterminio sin saberlo, como ocurre con nuestros jubilados.
La vejez, por de pronto, es vista, mirada, hablada, es una suma de comportamientos que indica, a partir de
los modos humanos de categorizar los fenómenos que tienen lugar a su alrededor, un estado, comparable
a otro: su marca central es el no regreso.
De todo eso algo se sabe, y eso que se sabe puede ser descrito; de hecho hay discursos que lo hacen, y
en la sistemática que logran, constituyen ciencia.
El estado de la vejez se convierte en el objeto gnoseológico “vejez” y de las operaciones que se hacen
sobre el se sacan consecuencias de varios tipos: conductuales, terapéuticas, sociales, económicas,
imaginarias.
Todas desembocan en tres posibilidades de acción que con frecuencia hacen crisis: cuidar y mejorar, dejar
que el tiempo, la naturaleza y Dios se encarguen disolviendo dicho estado, crear las condiciones para que
ese estado dure lo menos posible.
Podemos dibujar en la primera un campo de opciones que incluye estos puntos: incluir o segregar, hallar
medicamentos y métodos, aumentar los recursos, educar en los cuidados, recuperar ritos familiares,
aprovechar el saber acumulado.
En la segunda se trataría de hacer lo menos posible, lo mínimo indispensable, para que la vejez no
interfiera y esperar o crear las condiciones para que el estado deje de serlo, o sea para que su carácter
estacionario deje actuar en toda su potencia la fuerza desestabilizadora que le es propia, siendo esa
fuerza una energía en fuga que lo altere como estado haciéndolo desaparecer.
La tercera posibilidad es mas perturbadora: se trata de la eliminación razonada y deliberada, la eutanasia
en cualquiera de sus formas, que tropieza con dos estados para llevarse a cabo: la inscripción afectiva y
mitológica, y la definición misma de vejez.
Ahora bien, de lo que en efecto nada sabemos es de lo que es ser viejos, porque, sinceramente, viejos son
siempre los demás, nunca nosotros, salvo en el hipotético caso de que reconozcamos, con el previsible
embargo depresivo, que lo sabemos solo porque los otros nos han obligado a admitirlo.
Y si ser viejos es lo que no se puede saber es, en consecuencia, la zona oscura, el acompañante
enigmático, lo ininterpretable en situación de casi absoluto.
Pero los viejos están ahí, brotan de la vejez y nos asedian: son nuestros ancestros y preanuncian,
representan nuestro propio futuro.
La representación es lo único que nos suministra un saber sobre lo que es ser viejos, y es tanto más eficaz
cuanto más artística sea.
La ancianidad suele promover mal trato o al menos distrato, trato perturbado, displacer. Cosa curiosa, ya
que esto mismo puede decirse del loco, el loco promueve el maltrato, que a su vez, refuerza la locura, que
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a su vez refuerza el maltrato camino a la manicomializacion.
Con el anciano ocurre algo paradojal en cuanto al distrato o trato perturbado, el cual deriva de todo lo
contrario de las dificultades para entender. La ancianidad habla claro, anticipa con claridad un final no solo
para el anciano, sino para su entorno, para nosotros. La ancianidad proclama la condición patética del
hombre, ser que ignora y al mismo tiempo sabe de la muerte.
La ancianidad representa también un acceso directo al sentido patético de la vida. En el anciano este
saber suele ser duro. En el entorno, suele promover dureza que se impacienta. Sin embargo, los viejos no
trasmiten solamente la condición patética del hombre, sino que también presentifican lo mejor de la
cultura, los mejores valores del pasado.
Capitulo 6: Envejecimiento, vida vivida y sobrevivir:
En una cultura como la actual, de producción de bienes materiales y regulada supuestamente a través de
lo que se vende, el ser anciano implica una progresiva perdida del reconocimiento y la valoración social
por no ser un buen miembro de la economía de mercado. En el campo del cuidado de salud, es cotidiano
que el anciano sea rechazado en los sistemas prepagos, o deba ubicarse en lo masivo de instituciones de
corte social como el PAMI.
El tiempo libre resulta una representación ambigua, que puede producir envidia pero que en el fondo no es
algo deseado. Se convierte fácilmente en señal de inutilidad y no de una nueva oportunidad de
enriquecimiento personal, por lo que tampoco tiene importancia social. “Viejo, anciano” implica
progresivamente una idea de terminación de la vida productiva, una amenaza de deterioro y siempre una
minusvalía, algo así como una sobre vida.
El envejecimiento, como forma progresiva e irreversible de alteraciones específicas de la expresión
genética, genera la aparición de proteínas más maduras, quizá con diferenciación celular, pero al mismo
tiempo, perdida de la capacidad de reproducción celular. El envejecimiento produce un resultado final mas
bien uniforme para una población, pero muy impredecible para un sujeto dado, individual.
Hay una tendencia a la alzheimerizacion de la ancianidad.
Esta es la versión actual de la desconsideración clínica de los ancianos, particularmente notable en el
terreno de lo mental, aunque la “arteriosclerosis” sigue siendo de uso corriente como diagnostico en el
publico lego y no tan lego.
En la cultura medica media de hoy, todo anciano con un estado confusional puede llevar a un diagnostico
de Alzheimer, que en realidad solo se puede hacer postmortem, y ser depositario entonces de una muerte
anticipada.
En el caso de los ancianos surge también el problema de profundizar en el tema de las personalidades
fuertemente narcisistas, sea que estuviesen constituidos como lo que parecía ser “un viejo roble” o como
una personalidad muy ansiosa oculta detrás de una gran actividad, o como alguien con mucha
dependencia.
No podemos ni debemos pensar en una demencia como idea primera, sobre diagnosticando este cuadro,
particularmente cuando falta el sustento neurológico para afirmar un trastorno de base orgánica, salvo que
la falta de pertinencia afectiva en términos de una desafectivizacion que sea muy importante y que no se
correlacione con la desorganización, y que el cuadro haya sido progresivo e insidioso.
Debemos empezar a reflexionar sobre el limite entre el envejecimiento y demencia como menos tenue de
lo que en general lo pensamos, y además deberíamos estudiar la posibilidad de un espacio de “demencia
psicógena” diferenciado del de demencia orgánica. Mentes que por su narcisismo no tuvieron un
crecimiento suficiente, pueden llegar a un punto de desmentalizacion mas o menos marcado por una
sobrecarga de angustia.
Terminamos avalando posiciones que están invadiendo la clínica general: desmentimos el sentido común
medico registrando historias vitales conflictivas en ancianos con fuertes rasgos narcisistas para pasar
luego a diagnosticar un cuadro orgánico, bruscamente, ante episodios de desorganización por situaciones
de obvio impacto emocional, a las que de hecho desconocemos.
Se trata de buscar un punto de partida general para una terapéutica psicodinámica y considerar las bases
de una rementalizacion de las personalidades frágiles de los ancianos perturbados.
Una terapéutica centrada en la idea psicoanalítica de conocimiento ayuda a mejorar o preservar la
cantidad de actividad mental, es decir, las neuronas en uso y prevenir demencias psicógenas en personas
que incurrieron en “sobreutilización” de las maniobras sociales instintivas o aprendidas.

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La psicoterapia en la tercera edad también debe estar orientada a producir experiencias emocionales
capaces de desencadenar el pensamiento, y no experiencias emocionales correctivas. Esta es nuestra
mejor apuesta tanto para oponernos a la desmentalizacion de nuestros ancianos, a la demencia
psicógena, como a la desmentalizacion general.
Se trata de no caer en la postura clínica a ultranza de resolver un problema, sino promover la científica de
incrementar el conocimiento.
En base a esta posibilidad, nuestro paciente tendrá un campo muy especial para atreverse a explorar la
vida emocionalmente vivida, y no la sobrevivida. En ese campo nosotros nos enfrentaremos con una tarea
muy ardua pero bella, por la necesidad de un intenso contacto empático con la historia única de la vida de
nuestro paciente anciano. Analizar juntos y hasta donde se pueda, el resultado de sus vidas, con sus
aspectos positivos y negativos, sus creaciones y fracasos, plasmado quizá máximamente en la existencia
de sus hijos, o en la ausencia de los mismos.
La idea del autor es explorar las posibilidades o los limites del ocuparse a fondo de los semejantes, y en
una edad en la que fácilmente se puede volver critica, esto es uno de los polos de la actividad, curar
psicoanalíticamente.
La idea que se intenta trasmitir es la del no sometimiento a lo biológico que el envejecimiento conlleva.
Dicho sometimiento hace desaparecer fácilmente la casi siempre presente posibilidad del rescate de la
vida vivida y la vida por vivir, incluso, aunque difícil, el rescate a través del acompañamiento en la
elaboración de una “muerte” vivida, el acompañar emocionalmente un sobrevivir.
Psicogeriatría. Teoría y Clínica. Salvareza:
Introducción: El hecho de que los psicoanalistas desempeñaran su profesión casi exclusivamente en el
ámbito privado llevaba a un desconocimiento de las necesidades reales de gran parte de la población.
Al tomar conciencia de la problemática social en la que estaban inmersos, y la repercusión que esto tenia
sobre la salud mental de toda la población, comenzaron a abrirse en su labor terapéutica hacia la
comunidad y se insertaron en los pocos servicios oficiales que entonces existían.
Un gran sector quedo olvidado, los viejos.
En 1970 nació el equipo de Psicogeriatría y psicoprofilaxis de la vejez. En la elección del nombre se nota
la inexperiencia de aquella época, así como el prejuicio que sobre la vejez teníamos, porque el termino
profilaxis remite al concepto de prevención de enfermedades, y la vejez no es una enfermedad.
Solamente tomando conciencia de estos prejuicios, y de nuestra propia participación en ellos, será posible
encarar una verdadera acción social tendiente a erradicar esta practica tan perniciosa. Los profesionales
que pretendan dedicarse a la psicogeriatría, para que su accionar sea efectivo y reparador, deberán
empezar por aceptar que ellos mismos son sujetos que llevan dentro de si el proceso de envejecimiento.
Si intentan negarlo, no se reconocerán en el viejo que serán.
El “criterio funcional” apunta a dejar de considerar la vejez solamente desde el punto de vista deficitario y
encarar la comprensión de sus aspectos saludables.
Capítulo 1. Viejismo, los prejuicios contra la vejez:
La vejez es un tema conflictivo. El grado de conflicto que representa para cada uno y las conductas
defensivas que se adopten para evitarlo estarán determinados por la historia personal de los participantes,
la cual habrá ido sedimentando a través de sucesivas experiencias, fantasías y representaciones en una
ideología general sobre lo que es la vejez, cuales son sus causas y consecuencias, y sobre cual es la
mejor manera de comportarse frente a ella. Esta ideología determinada por nuestra inserción sociocultural
permanece inconsciente para nosotros, y solo es posible detectarla por el ojo entrenado, a través de los
aspectos conscientes de la misma, es decir, observando la conducta cotidiana y reiterada que se utiliza en
el trato directo con las personas viejas.
Estas personas están en nuestras manos, y, por lo tanto, la manera como encaremos el problema influirá
de modo decisivo sobre su destino. Por eso insisto en que es preciso hacer consciente esta ideología
subyacente para evitar que, por desconocimiento, podamos transformar una pretendida actitud terapéutica
en iatrogénica.
Hay dos formas prevalentes de enfocar la problemática de la vejez y ambas se contraponen:
La teoría del desapego indica que a medida que el sujeto envejece se produce una reducción de su interés
vital por las actividades y objetos que lo rodean, lo cual va generando un sistemático apartamiento de toda
clase de interacción social. De acuerdo con esta teoría, la vida de las personas viejas se va separando de
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la vida de los demás, se van sintiendo menos comprometidas emocionalmente y están cada vez mas
absortos en sus problemas. Este proceso, según los autores, no solo pertenece a la vida normal, sino que
es deseado y buscado.
Los puntos sobresalientes sostienen que este es un proceso universal, que es inevitable, porque esta
apoyado en procesos psicobiológicos, y que es intrínseco, es decir que no esta condicionado por la
variable social.
De esta premisa se desprende claramente que la conducta que es aconsejable seguir frente a los viejos,
debe ser inducir o favorecer un apartamiento progresivo de sus actividades como un paso de preparación
para la muerte.
Las críticas a la teoría del desapego pueden agruparse en 3 clases: practicas, teóricas y empíricas. La
critica practica es que creyendo en esta teoría uno se inclina a adoptar una política de segregación o de
indiferencia hacia los viejos o a desarrollar la actitud nihilista de que la vejez no tiene valor. La critica
teórica es que la teoría del desapego no es un sistema axiomático, sino una prototeoria. Y la empírica es
que la evidencia es inadecuada o no cierta.
Algunos autores redefinieron el desapego como un simple proceso mas que como una teoría del
envejecimiento óptimo.
En un entorno positivo la gente vieja generalmente prefiere la actividad y los contactos sociales informales
mas que el desapego. Así, surgió la Teoría de la Actividad, que sostuvo que los viejos deben permanecer
activos tanto tiempo como les sea posible, y que cuando ciertas actividades ya no son posibles deben
buscarse sustitutos para ellas. La personalidad previa del viejo debe servir como llave para comprender las
reacciones a los cambios biológicos y sociales.
El problema en la actualidad se trata de saber como de integrantes de una culturas y de seres
eminentemente sociales llegan a resultar hombres aislados, el hombre aislado es un problema y no un
ideal.
Lo deseable es conservar a una edad avanzada pasiones lo bastante fuertes como para que nos eviten
volvernos sobre nosotros mismos.
Cuando se invoca la disminución de las capacidades sensoriomotrices como el argumento de la teoría del
desapego se esta cometiendo el error de juzgar la posibilidad de satisfacción que pueden obtener los
viejos en sus actividades con la óptica comparativa de las personas mas jóvenes.
A los 65-70 años no será posible mantener el mismo ritmo que cuando se era joven, pero la satisfacción
de sentirse activo, querido y necesitado que provee el goce sexual será la misma. La insatisfacción y la
angustia consecuente solo sobrevendrán en aquellas personas que permanezcan preocupadas en una
situación competitiva con el recuerdo de si mismos cuando jóvenes.
El secreto del buen envejecer estará dado por la capacidad que tenga el sujeto de aceptar y acompañar
estas inevitables declinaciones sin insistir en mantenerse joven a cualquier precio, y esto no quiere decir
que se renuncie, sino que hay que mantener una lucha activa para tratar de obtener el máximo de
satisfacción con el máximo de las fuerzas que en cada momento se disponga.
Nuestra conducta hacia los viejos deberá ser la de tratar que estos se mantengan apegados a sus objetos
y actividades la mayor cantidad de tiempo posible, y cuando no, tratar de encontrar sustitutos derivativos.
Esta será la única forma de hacerles sentir que la vida aun vale la pena ser vivida. La queja mayor que
manifiestan los viejos es la perdida de roles sociales, y que la dolencia mas extendida en esta edad es la
depresión, cuyas causas, como sabemos, son la separación o la perdida de objetos reales o fantaseados
considerados necesarios para satisfacer un deseo.
El termino viejismo define el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a los
viejos simplemente en función de su edad. Hay otro termino, gerontofobia, que se refiere a un temor u odio
irracional hacia los viejos. Esta categoría debe ser incluida dentro del termino viejismo.
Los prejuicios contra la vejez son adquiridos durante la infancia y luego se van asentando y racionalizando,
durante el resto de la vida de los seres prejuiciosos.
Las personas prejuiciosas muestran una llamativa disociación en sus conductas, pues al serles requerida
una explicación sobre su manera de comportarse la dan en términos lógicos y adultos, en tanto que sus
respuestas emocionales muestran una sobreexageracion irracional de la ansiedad, desesperación, temor o
furia, que corresponden a patrones de conducta infantiles de respuesta.
Se intenta explicar el origen del prejuicio hacia los viejos diciendo que en cierto momento durante los años

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de formación educativa, los niños observan que la vejez va asociada con declinación mental y física. Ven
en sus abuelos la perdida de vitalidad. Se agregan a estos muchos otros cambios indeseables que
acompañan a la vejez e inconscientemente rechaza tanto el proceso de envejecimiento como a las
personas que son portadoras de él.
El temor es la base de la hostilidad y la ignorancia la prolonga. El temor es que esto me pueda pasar a mí,
por lo tanto debo escaparme o luchar en contra.
Estos sentimientos irracionales estructurados en conductas prejuiciosas están ampliamente extendidos en
toda la población pero son peligrosos cuando son los médicos o psicólogos los poseen.
Los psiquiatras son pesimistas con respecto al tratamiento de los pacientes viejos.
Algunas de las razones de las actitudes negativas de los psiquiatras para tratar personas viejas son: los
viejos estimulan a los terapeutas temores sobre su propia vejez; reactualizan conflictos reprimidos con sus
figuras parentales; los terapeutas piensan que no tienen nada que ofrecer a los viejos, que estos no van a
cambiar sus conductas; el paciente puede morir durante el tratamiento lo cual afecta el sentimiento de
importancia, etc.
Esta conducta defensiva fracasa por completo cuando entrevistamos a un viejo, porque ya no podemos
separar las cosas: si tenemos el tiempo suficiente todos llegaremos a eso, no hay escapatoria. Un viejo
frente a nosotros es como una especie de espejo, y como todos sabemos el destino que la sociedad
impone a la vejez, nos provoca angustia y nos impulsa a escaparnos de ellos.
El profesional en su momento ha sido niño, luego adolescente y ahora adulto, y esto le permite acceder al
entendimiento de la problemática de sus pacientes a través de una vivencia subjetiva directa, experiencial.
Pero en su inmensa mayoría, no han llegado a viejos, y en su acercamiento a estos faltara la vivencia
personal, creándose una brecha. De todas las realidades, la vejez es aquella de la que conservamos
durante mas tiempo una noción abstracta.
Pero la vejez no es algo abstracto, la vejez no es algo que esta allá, fuera de nosotros, en el futuro, sino
que es presente, actual, y la llevamos adentro activamente. Tomar conciencia de esta realidad personal es
la herramienta fundamental que permitirá que nuestro accionar profesional se desarrolle científicamente en
lugar de formar parte de una nebulosa visión prejuiciosa hacia la vejez.
Uno de los prejuicios más comúnmente extendidos, tanto entre los legos como entre profesionales, es el
de que los viejos son todos enfermos o discapacitados. El resultado de estos prejuicios es que se
establece una fuerte sinonimia: viejo=enfermo que entraña un enorme riesgo, pues pasa a comportarse
como una profecía autopredictiva que termina por internalizarse aun en los destinatarios del prejuicio, en
los propios viejos.
Cuando intentamos romper esta sinonimia, el primer problema que se nos presenta es el de resolver que
significan los términos salud y enfermedad.
La relación entre edad cronológica y enfermedad es bien conocida y esta bien documentada en las tablas
de expectativa de vida al nacer y en los estudios epidemiológicos sobre la distribución de las
enfermedades.
Cuando uno trata de pensar que es la salud, y si nuestro rol profesional es el de médico, además del
generalizado desinterés por las personas viejas, nos damos cuenta de que estamos influenciados por
nuestra formación universitaria, en la cual la ciencia ha estado mas preocupada por lo que anda mal, que
en clarificar los elementos intervinientes que concurren para producir y mantener la salud.
La salud de los viejos se describe en función de la presencia o ausencia de enfermedad, o en función de
cuan satisfactorio es su funcionamiento. La definición en función de la enfermedad es la que utilizan los
profesionales médicos y afines, a esto se le puede llamar “modelo medico de la perspectiva de la salud”.
La definición alternativa de la salud de los viejos según su nivel de funcionamiento es mas o menos así: “la
salud de los viejos es mejor medirla en términos de función; el grado de ajuste mas que la falta de
patología debe ser usado como la medida del monto de servicios que el viejo requiere de la comunidad”.
De esta manera, las cosas que una persona vieja puede, o cree que puede, son indicadores del grado de
su salud como de los servicios que necesita.
Las autopredicciones de los pacientes no deben tomarse como sustitutos del diagnostico clínico, pero si
deben tenerse en cuenta como un criterio realista de su capacidad de funcionamiento comunitario.
El diagnostico funcional es uno de los mas importantes elementos que deben ser introducidos en la
geriatría, la distinción debe hacerse entre el impedimento y la discapacitación producida por una condición
patológica. El primero es una anormalidad psicológica o fisiológica que no interfiere con la actividad normal
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del individuo, la segunda es una condición que resulta en una total o parcial limitación de estas
actividades.
En la autoevaluación que hacen los viejos sobre su salud hay dos aspectos extremos y opuestos de suma
importancia: la negación maniaca de la enfermedad y su exacerbación hipocondriaca. Ambas son graves
por sus consecuencias posibles y manifiestan posibles trastornos de la personalidad.
Con la edad, impedimentos y enfermedades crecen constantemente, y después de los 65 años solamente
una minoría de individuos están libres de un diagnostico de alguna afección crónica. Pero son los roles de
enfermo o sano se juegan en la utilización del prejuicio contra la vejez.
El criterio funcional muestra que la vejez no es una enfermedad, sino que esta ultima influye
negativamente sobre aquella.
Capítulo 2. Factores biológicos y sociales que indicen en la psicología del envejecimiento:
Uno de los mayores problemas que enfrenta el estudio de la gerontología y la geriatría es la excesiva
tendencia a la generalización de los temas que se abordan, como también la utilización de un sinnúmero
de lugares comunes sobre la vejez y los viejos. Es probable que ambas conductas estén íntimamente
relacionadas en un intento de encontrar explicaciones totalizadoras para un fenómeno psicológico que se
quiere evitar y que es tomar conciencia del devenir de nuestro propio envejecimiento.
La investigación gerontológica y geriátrica requeriría una mayor realización de estudios de tipo
“longitudinal”, es decir aquellos que permiten el estudio de los sujetos durante la mayor parte posible de su
vida para poder seguir las vicisitudes de su crecimiento, desarrollo y envejecimiento. Este sería el método
más recomendable pero tendría el inconveniente subjetivo de que investigado e investigador envejecerían
al mismo tiempo, lo cual podría producir transferencias y desvirtuar los resultados.
Tenemos que recurrir entonces al método transversal, que compara una o varias funciones en grupos de
igual edad cronológica. Este método es el mas utilizado pero el menos confiable, ya que no introduce la
variable de tiempo historio.
El termino envejecimiento de por si puede inducir a ambigüedades sobre su ubicación temporal. Por eso
es más recomendable el término “proceso” de transición del ser humano hacia la vejez.
Una de las dificultades con el termino mediana edad reside en que no es una fase que pueda definirse
muy claramente, sino que guarda diferentes significados para la gente según su edad, sexo, estatus, clase
social, etc. Se la debe situar en el periodo entre los 45 y los 65 años. Esta es la época en que la mayoría
de la gente ha encontrado el modo de subsistencia propio y el de su familia, y el momento en el cual han
terminado la crianza y cuidado de sus hijos, actividad que suele suplantarse con el cuidado y preocupación
por los propios padres. En la mediana edad se esta al mando de la sociedad en términos de poder,
influencia y toma de decisiones, lo cual trae aparejado suma responsabilidad en el manejo de temas tales
como los relacionados con la juventud y la vejez.
Las personas que han adquirido un nivel socioeconómico que les brinda seguridad y que mantienen un
buen estado de salud, pueden sentir esta época como la “flor de la vida”. La experiencia acumulada y las
conductas establecidas en las relaciones interpersonales hacen que en general les resulte fácil responder
a las demandas del entorno social y aun mantener adecuadas performances físicas, atléticas o deportivas,
aunque sean modificadas por la experiencia y por cierto grado de limitaciones.
Para otras personas la mediana edad constituye un nicho ecológico, es decir que se han adaptado a un
entorno limitado y que su ajuste a las actividades de la vida cotidiana se reduce a una rutina regular, lo
cual les proporciona sentimientos de seguridad y así se sienten protegidos de los conflictos que podrían
provocarles ansiedad. La experiencia los provee de la paciencia necesaria para hacer frente a los
problemas y al mismo tiempo, para sentir confianza en si mismos.
La mediana edad es la época de la autorrealización y la gratificación, pero al mismo tiempo, es también la
época que marca el paso hacia la vejez, y en consecuencia, gran parte de lo que denominamos buen o
mal envejecer está contenido en este pasaje.
En la mediana edad hay dos temas predominantes que prestan una especie de telón de fondo sobre el
que aquella se desarrolla: la progresiva toma de conciencia del paso del tiempo con el consiguiente
envejecimiento personal, y el cambio en los patrones vitales, donde los hijos crecen, los padres envejecen
y mueren, y eso coloca al individuo bajo el sentimiento de ser el próximo en la fila. Las formas de
expresión intrapsíquicas de esta temática son las siguientes:

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Incremento en la interioridad: en la mediana edad hay un énfasis en la introspección y en el balance vital
con un intento de revaluar el si-mismo. La preocupación por el mundo interno se intensifica, mientras que
el interés por el mundo externo decrece; la disponibilidad para distribuir actividades y afectos en las
personas del entorno se reduce, hay un movimiento desde el mundo externo al interno. Este incremento
de la interioridad es un proceso intrínseco atribuible a la edad mas que a una respuesta adaptativa a los
procesos de cambios. Este repliegue sobre sí mismo podrá tener las características de reminiscencia, en
cuyo caso se conseguirá la integridad del sujeto, o adquirirá la forma de nostalgia y se transformara en
desesperación. El narcisismo es la consecuencia y no la causa del incremento en la interioridad.
Cambio en la percepción del tiempo: la gente comienza a pensar el tiempo, su tiempo, como lo que falta
por vivir, y no como lo que ha pasado desde el nacimiento. Aparece la conciencia de que el tiempo es
finito. Aparece una dificultad para situarse en la propia edad.
Personalización de la muerte: la muerte de pares y amigos hace que esta se convierta en una posibilidad
real para uno mismo y que deje de ser la mágica o extraordinaria ocurrencia que parecía cuando éramos
jóvenes. La muerte en lugar de ser una concepción general o un acontecimiento se convierte en un
problema personal. Todos estamos inconscientemente convencidos de su propia inmortalidad.
Mientras el hombre aparece preocupado por la proximidad de su muerte, la mujer esta preocupada por la
inminencia de su viudez.
En general la mayoría de la gente se ajusta y adapta relativamente bien a los problemas y demandas que
presenta la mediana edad. Pero muchas veces ocurren dificultades en ese transito y aparecen las
llamadas “crisis de la mediana edad”.
El ser que envejece debe hacer un esfuerzo extra, porque al contrario del niño o del adulto, debe
adaptarse no solamente al medio sino, además, a su propia vejez. La imposibilidad de aceptar las nuevas
condiciones que impone el envejecimiento puede llevar a que aparezca una reacción global de rechazo;
rechazo de admitir el envejecimiento intelectual, físico o sexual. Este rechazo puede convertirse en una
auténtica formación reactiva que se traducirá en la adopción de rasgos, maneras y conductas
inapropiadas, correspondientes a otra época, en un intento de detener el reloj. La frustración puede llevar
al sujeto que envejece a sentirse inferior a los jóvenes, puede fomentar sentimientos de envidia, lo cual se
traducirá en un rechazo global de todo lo relacionado con la juventud y el sujeto se mostrara impaciente,
agresivo, autoritario y critico hacia las generaciones menores. La preocupación por los cambios corporales
inevitables puede llegar a ser exagerada y aparecerá en forma de trastornos hipocondriacos, alcoholismo,
depresión, etc.
El temor a los cambios puede producir dos tipos de reacciones opuestas: por un lado, promiscuidad sexual
al tratar de probar que aun se es joven y atractivo. Esto puede conducir a intempestivas rupturas
matrimoniales o por otro lado convertir la situación de pareja en una torturante situación de aburrimiento.
La mediana edad se vera amenaza por múltiples conflictos cuya resolución dará lugar a alteraciones
superficiales y reversibles o bien profundas que serán patológicas.
En el envejecimiento el conflicto principal se plantea entre generatividad y estancamiento. La primera
debemos entenderla como la preocupación por afirmar y guiar a la generación siguiente. Pero cuando este
enriquecimiento falla hay una regresión a una necesidad obsesiva de seudointimidad acompañada por un
sentimiento de estancamiento y empobrecimiento interpersonal. La resolución satisfactoria o no del
conflicto planteado en este estadio dará lugar al ultimo que se planteara entre la integridad y la
desesperación. La primera es el fruto de los otros 7 ciclos vitales, y madura gradualmente en las personas
que envejecen y que se han ocupado de las cosas y de la gente, adaptándose a los triunfos y fracasos.
El fracaso de esta lleva al sentimiento de desesperación, que expresa el sentimiento de que el tiempo es
corto para iniciar el intento de otro tipo de vida que lleve a la integridad.
Cada uno envejece de acuerdo a como ha vivido. Cada cultura produce su propio tipo de envejecimiento,
pero cada viejo es el producto de sus propias series complementarias.
En la mediana edad, alrededor de los 30 se asiste a un deterioro progresivo fisiológico. El aspecto general
refleja el envejecimiento, la silueta se pone pesada por la gordura, la piel pierde elasticidad, se arruga, los
cabellos encanecen y se hacen escasos. A esto se suman las alteraciones oculares y auditivas,
fatigabilidad muscular, etc.
Todas estas modificaciones tendrán repercusiones personales y serán vividas de manera totalmente
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distinta por los individuos que las padecen y dependerá de la personalidad previa de cada uno y el rol
socioeconómico que desempeñe.
El hombre es fundamentalmente un ser social, por tanto toda consideración sobre la psicología del
envejecimiento debe hacerse dentro del encuadre social donde se desarrolla.
Los viejos en nuestra sociedad son discriminados por su edad, esto se llama viejismo. Muchas de sus
manifestaciones son icc. A esta conducta prejuiciosa debe imputarse una gran parte de los problemas del
envejecimiento.
Las personas victimas de viejismo se consideran como enfermas, seniles, deprimidas, rígidas, asexuadas,
etc. Sus problemas tienden a ser ignorados y con frecuencia no se tienen en cuenta sus necesidades
económicas y sociales. El viejismo lleva a las generaciones jóvenes a ver a los viejos como diferentes, a
no considerarlos como seres humanos con iguales derechos y no les permite identificarse con los viejos.
Como resultado de todo esto se tiende a ver a la vejez como algo que no nos pertenece, como algo que
esta allá, en un futuro muy lejano, y por lo tanto, no nos permite prepararnos para enfrentar nuestro propio
envejecimiento.
El distanciamiento social se vio como una consecuencia del desapego individual conectado con la falta de
oportunidades que brinda la sociedad y el escaso interés que manifiesta por las contribuciones de los
viejos.
Tanto la teoría de la actividad como la del desapego se convierten en reduccionistas al centralizar el
envejecimiento en un solo aspecto. El desapego no es ni natural ni inevitable y cuando ocurre es por la
falta de oportunidades que la sociedad brinda a los viejos para que puedan seguir ejerciendo sus roles
sociales con un buen grado de compromiso.
Para entender adecuadamente la interacción sociopsicologica de la transición que va de la mediana edad
hacia la vejez hay que referirse al factor tiempo. Todos los individuos, no importa el grupo social al que
pertenezcan, desarrollan la idea de un “ciclo vital normal y esperable”, es decir, que ciertos eventos deben
ocurrir en determinados momentos de la vida y que un reloj mental interno les va señalando si “están a
tiempo” o si están “fuera de tiempo”.
El llegar a los 40, 50 o 60 años no es en si mismo tan importante, sino mas bien preguntarse si se esta
haciendo lo que corresponde a esa edad.
Desde esta perspectiva se puede argumentar que los eventos normales y esperables no deben
constituirse en si mismos en “crisis”, y que debe reservarse este termino para aquellos que no son
esperables o que alteran el ritmo y la secuencia del ciclo vital.
Estas observaciones no niegan el hecho de que los eventos esperables puedan producir crisis en algunas
personas, y tampoco pretenden negar que la mayoría de los grandes acontecimientos personales que
ocurren durante la mediana edad y en la vejez están constituidos por perdidas individuales unidas a la
pena natural que desencadenan. Pero cuando estos eventos ocurren “en tiempo” pueden anticiparse y al
estar preparados, el trabajo de duelo puede elaborarse adecuadamente sin que se destruya el sentido de
continuidad del ciclo vital del individuo.
Capitulo 3. Las depresiones en la vejez:
La enseñanza medica sigue las vías de la patología y no enseña a pensar al hombre como sano. La
gravedad reside en que la ideologización a la que somos sometidos nos lleva a confundirnos y a invadir el
campo del hombre sano con nuestra visión de las enfermedades como entidades autónomas
independientes de aquel, pudiendo llegar a convertir nuestro accionar en una verdadera iatrogenia.
La vejez es la época de la vida en la cual es más probable la aparición de circunstancias dolorosas.
La depresión es un estado que tiene como condición la perdida de una relación objetal y en la cual el
contenido ideativo es el de que dicha perdida torna imposible la realización de un deseo al que se esta
intensamente fijado.
La palabra depresión puede ser considerada como un síntoma, un síndrome o una enfermedad. El
síntoma principal del síndrome depresivo es la tristeza, con la que se enlazan otros síntomas.
En la clasificación del autor, el hecho de que una depresión sea neurótica o psicópata no depende de la
estructura de la depresión en sí, sino de otros factores que serán aquellos que determinan la neurosis o la
psicosis. No existen las depresiones mixtas.
Depresiones neuróticas: corresponden a aquellas en las cuales las causas que aparentemente determinan
su aparición pueden ser relacionadas con una experiencia vital identificable en un momento mas o menos
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cercano del pasado del paciente. Esta experiencia vital es asimilable a lo que se connota como perdida.
Pero importa poco que esta haya sido real o no, lo que la determina es la vivencia del sujeto de que algo
relacionado con el se ha perdido.
Tenemos dos elementos a considerar separadamente en este cuadro; el motivo: la perdida, la reacción:
desmedida.
El psicoanálisis nos ha familiarizado con la conceptualización de las distintas reacciones frente a la perdida
y ha creado distintas categorías de ellas, estudiándolas con el nombre de duelo normal y duelo patológico.
La palabra duelo tiene dos acepciones: dolor y guerra. Esto nos indica que cuando hablamos de duelo
estamos en presencia de un vínculo, que este es conflictivo y que su resolución es dolorosa.
El duelo es un proceso psicológico que es puesto en marcha por la perdida de un objeto amado y que lleva
al abandono de dicho objeto. La perdida del objeto se acompaña de pena y puede ser seguida o no por el
establecimiento de una nueva relación objetal.
El duelo es la reacción a la perdida de un ser amado o de una abstracción equivalente. Debemos prestar
atención también en el grado de deterioro que el sujeto siente en su inserción dentro de su escala de
valores y que haya afectado su autoestima.
Todo proceso de duelo va o debe ir acompañado de un afecto correspondiente, que en este caso es la
pena o la tristeza.
Por lo tanto, si consideramos previsible que a lo largo de la vida se produzcan perdidas, si creemos que la
reacción adecuada debe ser la tristeza y que la expectativa de satisfacer deseos y necesidades con aquel
objeto ya no será posible, el trabajo de duelo consistirá entonces en el desprendimiento del objeto y en la
búsqueda de otro que si pueda hacerlo. Para que este proceso pueda desarrollarse es necesario que el
individuo haya incorporado a lo largo de su evolución una serie de experiencias integradoras de sus
conductas instrumentales y que conformen una adecuada capacidad de frustración frente a las vicisitudes.
El trabajo del duelo se lleva a cabo en 3 etapas: el primer paso incluye las conductas defensivas
maniacas, entre las cuales adquiere preponderancia la negación. El sujeto tiende a rechazar la idea de
que la perdida ha ocurrido y aparece incrédulo, busca encontrar culpables en algún lado. Aparecen los
reproches contra el y contra el objeto.
El segundo paso lleva a que el yo incremente la relación con los objetos internos. Se ve un estado de
resignación y aceptación de la realidad de la perdida. Aparece la tristeza en toda su magnitud. Hay
abandono personal.
En la tercera etapa la relación con los objetos internos se va debilitando y el sujeto es capaz de
reestablecer vínculos con los objetos del mundo exterior que había abandonado y finalmente puede
conectarse con otros nuevos. El objeto perdido pasa a ser motivo de evocación cariñosa pero lejana, el
duelo ha terminado.
El tiempo de duración de este proceso dependerá de factores individuales: personalidad previa,
significación para el sujeto del objeto perdido, capacidad de tolerancia y características económicas y
socio-culturales.
Al duelo no hay que tratarlo, hay que acompañarlo.
En algunas personas viejas este proceso puede perturbarse viéndose alargada la etapa de resignación
pero profunda tristeza.
La resolución del duelo implica la conexión con nuevos objetos que reemplazan al perdido.
Duelo patológico: se caracteriza por la dificultad de aceptar la perdida y por una reacción desmedida ante
esa imposibilidad.
La primera fase es igual a la del duelo normal, es imposible determinar si esta dentro de lo normal o
patológico. La relación que se establece con los objetos siempre es una relación compleja donde existen
actitudes contradictorias hacia ellos, lo que recibe el nombre de ambivalencia.
En la segunda fase el objeto se internaliza y el yo adquiere diversos grados de identificación con aquel,
pero se reinstala la relación ambivalente. Los reproches hacia el objeto se intensifican al mismo tiempo
que se instala la sensación de que el mundo esta vacío. El paciente esta apático, acentúa su retracción y
esta muy triste, presenta inestabilidad emocional y periodos agresivos. El paciente se ve descuidado.
En la tercera fase la readaptación fracasa, aparecen los autorreproches culposos, se acentúa la abulia, el
paciente aparece temeroso. La probabilidad del suicidio es cierta por lo que se debe tener un cuidado
especial.
En los primeros momentos no suelen presentarse síntomas somáticos, los que se presentan son
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digestivos.
Hay casos en que la primera fase no es seguida por la segunda, sino que en su lugar se instala una
verdadera reacción maniaca. Esto en los viejos puede no ser resistido a nivel corporal.
Descompensación en caractereopatias: los conflictos psíquicos no se manifiestan por la formación de
síntomas, sino por rasgos de carácter, formas de comportamiento o por una organización patológica de la
personalidad. La personalidad previa esta estructurada sobre una caractereopatia depresiva, los rasgos
sobresalientes de este carácter asientan sobre un trípode constituido por pesimismo, temor y humor triste.
Sobre esta estructura caracterológica actuaran una serie de factores que serán de difícil manejo por parte
del viejo.
Lo más común es que aparezca como una preocupación hipocondriaca, a esto sigue una retracción de sus
ocupaciones habituales. Existe una sensación generalizada de infelicidad y de falta de perspectivas
vitales, la tristeza domina el cuadro, y disminuye la autoestima. Aparece una actitud de debilidad y
desamparo. El sentido de la realidad esta conservado, las ideas de suicidio son frecuentes.
En esta época de la vida cuando la sensación de soledad es mayor, cuando los hijos se distancian o
abandonan la casa, la apelación a supuestas dolencias o la magnificación de las reales, es una forma de
llamar la atención, exigir cuidado y tratar de retenerlos.
Depresiones psicóticas: lo que determina la clasificación de psicóticas es la frecuencia de la alteración del
juicio de realidad que siempre esta presente. Su intensidad estará generalmente determinada por la
estructura de personalidad previa del sujeto.
Psicosis maniacodepresivas: debe su nombre a la alternancia de periodos de manía y depresión, la edad
de comienzo es variable, pero generalmente surge en la adolescencia. El papel de la herencia puede ser
comprobado en el 60% de los casos.
Otro aspecto importante a considerar clínicamente es el de la personalidad sobre la que se asientan
generalmente estas afecciones.
Se instala bruscamente, la expresión fácil refleja desesperación. Los pacientes pocas veces pueden llorar.
Lo que determina todo el cuadro es la inhibición psicomotriz, la cual puede variar en intensidad, el paciente
aparece lentificado, la conversación es baja y penosa, aparecen los delirios. El sentido de realidad esta
alterado. Los trastornos del dormir son constantes.
En la melancolía la primera condición es la perdida de objeto, pero se inicia con una intensa identificación
del yo con dicho objeto. Además requiere que la relación con el objeto haya sido ambivalente y conflictiva.
Lleva al sujeto a sentir que no se ha perdido el objeto sino una parte del propio yo, y esto configura el
proceso psicótico. En la medida en que la identificación adquiere esta intensidad, los ataques al objeto
odiado ahora se dirigen contra el propio yo.
Melancolía ansiosa: aparece por primera vez después de los 55 años, sin antecedentes de episodios
previos. Suele instalarse a raíz de algunos sucesos de perdida de relaciones objetales, de enfermedades
físicas, pero en general esta mas ligada a la situación difícil que entrañan el envejecimiento y la vejez.
La personalidad previa del individuo es de suma importancia, esta personalidad es la que se denomina de
tipo obsesivo-compulsivo, y el sujeto se caracteriza por ser rígido, intolerante, meticuloso, etc.
Existe una perdida de interés, insomnio, apatía, refuerzo de las conductas obsesivas, ansiedad,
irritabilidad y agitación.
La ansiedad suele ser mas fuerte al despertar. El juicio de realidad aparece alterado. La disminución de la
autoestima puede derivar en aparición de reivindicaciones paranoides de forma delirante.
Los trastornos somáticos son bastante intensos. Tiene una duración de algunos meses a un año, con
tendencia a la curación.
Depresiones secundarias: el psiquiatra debe estar prevenido ya que, muchas veces son consultados por
pacientes con una sintomatología aparentemente depresiva, pero en realidad presentan otro tipo de
enfermedad, algunas veces de suma gravedad.
Los cuadros depresivos no son fáciles de diferenciar, en la clínica se presentan como un continuum que
transita desde las formas benignas a las severas. Solo su curso puede darnos la pauta para un diagnostico
correcto.

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Capítulo 4: el concepto de narcisismo en la vejez:
En la vejez hay un aumento del narcisismo. El narcisismo primario designa un estado precoz en el que el
niño carga toda su libido sobre si mismo. El narcisismo secundario designa una vuelta sobre el yo de la
libido, retirada de sus catexias objetales.
El narcisismo es un estadio necesario de la evolución sexual y, como tal, susceptible de prestarse como
punto de fijación de la libido con la consiguiente posibilidad de constituirse en polo de atracción para la
regresión.
Aunque muchos viejos pueden presentarlo no es universal.
Corresponde definir al narcisismo como la valoración que el sujeto hace de si mismo colocado dentro de
una escala de valores en cuyo extremo mas alto esta el ideal y en cuyo extremo mas bajo esta el negativo
de dicho ideal. La ubicación en ella dará la medida de la autoestima, la cual podrá observarse tanto en las
conductas instrumentales como normativas del sujeto.
El sujeto que comienza a envejecer se va enfrentando a una serie de cambios que se producen en las tres
áreas de la conducta. Estos se desarrollan en el tiempo como parte de un proceso, y no siempre en forma
simultánea, pudiéndose dar lo que se domina envejecimiento diferencial. No obstante, la mayoría de los
signos estarán presentes.
Modificaciones en la visión y disminución de la audición, disminución del rendimiento corporal, alteraciones
fisiológicas, perdida de turgencia de la piel y aparición de manchas y canas, acumulación de grasa en
lugares muy específicos, son los mas frecuentes en el área corporal.
En el área mental: disminución de la curiosidad intelectual, irritabilidad y cierta sensación de vaga tristeza.
La suma de estas dos alteraciones determina que su conducta en el área social se vea afectada.
Se va creando un grave desajuste entre lo que el sujeto se siente capaz de hacer y la visión de si mismo
que le devuelve el mundo. El problema no depende solamente de esta actitud del otro, sino también de
como el individuo la interioriza, de manera tal que se va creando en él una contradicción entre sus deseos
y su reticencia a la búsqueda de su satisfacción. Esta contradicción a la cual podemos denominar conflicto,
esta asentada sobre el fenómeno mas general de la disociación esquizoide: se pone en marcha a partir del
grado de frustración que experimenta el sujeto como un intento de manejar o evitar la ansiedad generada,
al mismo tiempo que es una forma de mantener la autoestima que se siente menoscabada.
La expresión fenomenológica de este conflicto se traducirá en un cierto retraimiento de la relación con el
mundo externo que se podrá presentar en las formas mas variadas y en el aumento de una relación
reflexiva con su mundo interno activando notablemente los recuerdos de tiempos pasados.
Este aumento de la relación con el mundo interno, producido por el conflicto generado por el proceso de
envejecimiento, es un fenómeno universal. El narcisismo en la vejez adquiere otras características y es la
consecuencia y no la causa de esta vuelta hacia adentro del sujeto.
En el momento en que al sujeto se le plantea un conflicto entre sus deseos y la imposibilidad de
satisfacerlos en virtud de su proceso de envejecimiento, se produce un aumento de la interioridad que lo
llevara a transitar predominantemente por sus huellas mnésicas.
El incremento de la interioridad es uno de los elementos constitutivos de la psicología del envejecimiento.
Destinos de la interioridad:
La integridad: si los modelos de identificación que les ofrecieron no han sido demasiado conflictivos, y si
han tenido la suerte de que tanto el tiempo individual como el histórico que les ha tocado vivir no los han
expuesto a demasiadas situaciones traumáticas, el sujeto tendrá un desarrollo bastante armónico. A estos
individuos les será posible enfrentar los conflictos con un mínimo de ansiedad, mediante la utilización
adecuada del variado repertorio de conductas defensivas que tienen a su disposición.
Cuando un sujeto que se encuentra dentro de estas características comienza a envejecer, se produce un
incremento de la interioridad, que adquirirá la forma de reminiscencia.
El envejecimiento es una fase de la vida que presenta problemas específicos cuya solución exige también
cambios específicos en el yo. La necesidad de mantener la autoestima frente a las declinantes
capacidades físicas e intelectuales, el control de la tristeza, la conservación del sentido de identidad, etc.
Estas conductas deben tener la capacidad de actuar como control. Este ultimo concepto tiene dos
aspectos: uno dirigido hacia afuera juzgado por su eficacia en términos sociales, y otro dirigido hacia
adentro o defensivo contra grados desorganizadores de ansiedad o depresión. La reminiscencia genera un
control yoico.

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La reminiscencia se puede precisar como una actividad mental organizada y que posee una finalidad
instrumental: la de permitirle al sujeto reafirmar su autoestima. En la medida en que eso sucede el sujeto
podrá sentirse en paz consigo mismo y con los que lo rodean, podrá sentir que pertenece a su sociedad y
a su momento histórico.
La integridad es la aceptación de un ciclo vital único y propio. Significa la aceptación de un proceso del
cual el sujeto forma parte y que se extiende a un futuro que lo trascenderá.
La desesperación: cuando la integridad no se consigue o se pierde, sobreviene un estado llamado
desesperación, que expresa el sentimiento de que el tiempo es corto para iniciar otro tipo de vida y para
probar diferentes alternativas que lleven a la integridad. El fracaso de la integridad puede deberse a:
perturbaciones mas o menos severas del desarrollo del individuo a lo largo de su vida, o a alteraciones
bruscas de un estado de equilibrio, que se convierten en crisis.
En estos casos en que la integridad no llega a lograse, aparece el recuerdo con tonalidades afectivas mas
o menos dolorosas. Esta manera de recordar se llama nostalgia. Nostalgia significa tristeza dolorosa por el
recuerdo de los momentos buenos obtenidos con un objeto que creo una ilusión de independencia y que
ahora puede añorarse.
El incremento de la nostalgia llevara al sujeto a transitar por sus recuerdos poniendo énfasis en todo
aquello que considera que ha perdido y que ahora siente que pertenecen a otros, tanto como todas
aquellas realizaciones que siente que no ha podido concretar. El yo ideal se le presenta como inalcanzable
y si sentimiento de autoestima se resiente severamente.
El grado de severidad de este proceso dependerá de la personalidad previa del sujeto.
Se pueden detectar dos formas principales y abarcativas que dependerán de que el yo ideal se haya
constituido sobre la base de sentimientos de perfección o de sentimientos de culpabilidad. Cualquiera sea
la forma, la desesperación será el sentimiento dominante, y se irán estableciendo conductas diversas con
el fin de recuperar el equilibrio homeostático.
La perfección narcisista: esta personalidad narcisista es aquella cuya preocupación central esta constituida
por su valoración ante si y ante los otros. El código que estas personas utilizan para medir sus conductas
estará en función del valor que estas tengan, es o no es perfecto. En las personalidades narcisistas, el no
cumplimiento de la identificación con el yo ideal, las hará caer automáticamente en una identificación con
el negativo del yo ideal, quedando excluidas las posiciones intermedias de la escala.
Para que esto suceda se deben cumplir dos condiciones: que funcione la lógica binaria y que funcione la
lógica del rasgo único prevalente.
Cuando los sujetos con estas características personales se enfrentan durante el proceso de
envejecimiento con su recordar nostálgico, reactivan su ubicación dentro de su escala de valores. Al
confrontar la visión que de si mismos tienen con el yo ideal que se han forjado y comprobar que no han
cumplido con él, o esto ya no será posible, se verán enfrentados con la posibilidad de caer en la
identificación con el negativo del yo ideal, lo cual genera un colapso narcisista.
La angustia así generada promueve la utilización de conductas defensivas, las cuales pueden ser
generales o específicas. Las primeras son las conductas defensivas típicas, (negación, represión,
idealización) es el caso del viejo impaciente, colérico y autoritario.
Las conductas especificas son todas aquellas que dependen de las compensaciones, aquellas que tratan
de restituir al sujeto en el orden imaginario del yo ideal como un intento de salvaguarda de la autoestima.
Si estas conductas son efectivas el sujeto narcisista recuperara su estado de equilibrio, aunque este será
siempre transitorio y sometido a innumerables recaídas, toda vez que las situaciones vitales que deba
atravesar amenacen su autoestima. Cuando esto suceda el ciclo se reinstalara, una y otra vez, y las crisis
de angustia serán mas frecuentes.
El equilibrio emocional de las personalidades narcisistas es muy precario.
Cuando las defensas no son efectivas, aparece el colapso narcisista, la identificación con el negativo del
ideal, lo que implica la invasión masiva de sentimientos de inferioridad. El resultado será la aparición de
una depresión clínica.
La personalidad culposa: el individuo en desarrollo no solo va adquiriendo conocimientos sino que al
mismo tiempo sus mayores le van proporcionando un método para procesar y pensar estos conocimientos
en términos lógicos. Así existe un grupo de individuos cuya vida esta regida por su inserción en una escala
de valores morales, en la cual el extremo superior esta ocupado por un yo ideal con características de “no-

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agresivo”, en cuyo caso la conducta del sujeto identificado con el estará determinada por el “no-dañaras”, y
en el extremo inferior estará el negativo del yo ideal con características de “agresivo” y la identificación con
este determinara la conducta “culpable”.
Cuando los sujetos con esta estructura de personalidad culposa se enfrentan al proceso de la vejez, el
incremento de la interioridad adquirirá formas de desesperación y nostalgia, se reactivara su confrontación
con el yo ideal dentro de la escala de valores morales, y surgirá la inminencia de la caída en la
identificación con el negativo del yo ideal.
No es exacto considerar el incremento del narcisismo en los viejos como un fenómeno universal y
constitutivo de este periodo de la vida. Lo que si debe considerarse un fenómeno universal es el
incremento de la interioridad como resultado de la disociación que produce el conflicto de envejecer.
Cuando este repliegue sobre si mismo tenga las características de reminiscencia el resultado será
conseguir la integridad del sujeto, y se favorecerá un adecuado proceso de envejecimiento.
Cuando adquiera la forma de nostalgia, no será posible adquirir la integridad y en su lugar aparecerá la
desesperación. Según la personalidad previa de cada sujeto, esta adquirirá la forma de desesperación
narcisista o culposa, lo que determinara cuadros psicopatológicos.
Capitulo 5. La sexualidad en la vejez.
Veamos lo que concierne a los viejos en si mismos. Hay que reconocer que aun hoy subsiste una fuerte
ola de puritanismo que se enraíza con la fuerte influencia victoriana de fines de siglo pasado. Esto es
notable en los pacientes que vemos hoy en nuestra practica clínica.
El psicoanálisis nos ha familiarizado con la noción de que el individuo construye su identidad por
identificación con las figuras significativas de su infancia. Hay una especialmente significativa y es la que
se refiere a la identificación con las conductas normativas (superyó) y que se establece en relación con las
conductas normativas de los padres. Estas conductas que abarcan todo lo que el sujeto “debe ser” y todo
lo que “no debe ser”, y que incluyen la constitución de una escala de valores en cuyo extremo superior
esta el yo ideal y en el otro extremo el negativo del yo ideal, se establecen con normas y valores vigentes
en el siglo pasado, muy difíciles de modificar por si solas.
Esta visión puritana de la sociedad despliega sus aspectos moralistas en conceptos tales como que la
sexualidad en los viejos no es ni posible ni necesaria, y si ocurre, no es normal. Se constituye así un doble
juicio de valores. Por un lado se niega la sexualidad y la idea de su presencia escandaliza, y por el otro se
torna fuerte el clise de “viejo verde”. El viejo queda de esta manera atrapado en la disyuntiva de no tenerla
o tenerla, pero ser desplazado por enfermo.
Sus propios deseos le avergüenzan, los niega; se rehúsa a ser ante sus propios ojos un viejo lubrico, una
vieja desvergonzada.
Esta moral puritana impone al mismo tiempo la prohibición de verbalizar esta problemática, lo que implica
que a la angustia proveniente de la conflictiva individual se le suma la imposibilidad de buscar ayuda.
La impronta que esta moralidad ha dejado en la generación vieja no es la misma para los hombres que
para las mujeres.
Nuestra cultura esta hecho por los hombres y para los hombres, y por lo tanto podemos hablar de una
cultura falocentrica.
El hombre desde niño encuentra en su pene un objeto valorizado y valorizante de su personalidad, y sobre
la valoración de este objeto primero y de su función después, estructura gran parte de su narcisismo.
Otra fuente de puritanismo sexual contra la vejez son los clises de una sociedad fijada a la juventud. Los
avisos comerciales de la televisión nos dan un estereotipo en el que la sexualidad existe solo para la gente
linda con músculos duros y cuerpos agiles; la idea de personas viejas gozando se nos aparece como
lubrico y como repugnante. Influenciada por los medios masivos de comunicación, la juventud ha
terminado por creerse la depositaria de la totalidad de la sexualidad y del placer, negando y descalificando
a la de los viejos.
Al negarse a reconocer la sexualidad de los viejos, los jóvenes y los adultos se niegan a reconocerse a si
mismos en los viejos que serán, en sus deseos y en sus posibilidades, y esto, sino lo modifican,
inevitablemente les acarreara tremendas consecuencias cuando no sepan como lidiar con la vejez.
Aceptar la sexualidad de los viejos implicara aceptar la de los propios padres, y al hacerlo, reinstalara el
primitivo objeto del deseo infantil, entonces el joven deberá enfrentarse con una nueva puesta en escena
de un conflicto temido y doloroso, ya que lleva el sello de la primera derrota.
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En la persistencia activa de este conflicto inconsciente debemos buscar las razones profundas de nuestras
dificultades profesionales, para comprender y desarrollar científicamente el conocimiento sobre la
sexualidad en la vejez. Si no conseguimos hacerlo estamos expuestos a sufrir una segunda y definitiva
derrota: no poder comprender ni manejar nuestra propia sexualidad cuando nuestras limitaciones
psicofisiológicas nos muestren que hemos llegado a la vejez.
La persistencia de conflictos infantiles inconscientes en relación con nuestros propios padres; la
persistencia de concepciones ideológicas moralistas, trasmitidas por el interjuego de las identificaciones
primarias y la reactualización represiva impuesta por factores dominantes en nuestra cultura actual, se
conjugan para mantener una conducta de negación activa sobre el conocimiento psicobiosocial de la
sexualidad de los viejos, convirtiéndola, de hecho, en un problema. En lugar de poder acceder a ella con
un auténtico conocimiento científico solo podemos manejarnos con seudoconocimientos, mezcla de
prejuicios y falacias.
Aunque para las mujeres hay un cambio en la sexualidad en la vejez y una disminución de las hormonas
en la postmenopausia, esto de ninguna manera implica asumir que la mujer vieja no pueda mantener una
capacidad amatoria que satisfaga plenamente sus deseos, los que estarán determinados por su edad, su
experiencia y capacidad de goce previo y, sobre todo, por la ejercitación regular de su sexualidad. A pesar
de los cambios involutivos de los órganos reproductores, la mujer añosa puede presentar una respuesta
sexual normal al nivel orgásmico de tensión sexual, en particular si se expone de manera regular a una
estimulación sexual efectiva.
En los hombres, una palabra puede ser utilizada para definir la acción del paso del tiempo sobre la
respuesta sexual: lentificacion. En el hombre de edad, las mayores diferencias en la respuesta social se
relacionan con la duración de cada una de las fases del ciclo sexual. El hombre añoso es lento en la
erección, en el acoplamiento y en la eyaculación.
A medida que envejece el hombre es mas lento para llegar a la erección y esto con independencia de la
efectividad de la técnica estimulatoria empleada. Una vez alcanzada, esta erección puede mantenerse
durante largos periodos antes de la eyaculación. Una vez alcanzada esta erección completa, si por alguna
razón se pierde sin que haya ocurrido la eyaculación, se hace sumamente difícil retornar a la fase de
excitación y recuperar la erección.
Las variaciones fisiológicas que determinan la mayor lentitud, de ninguna manera deben implicar la
apreciación de que el hombre no puede obtener satisfacción y placer en el ejercicio de su actividad sexual.
De acuerdo con la concepción corriente, la vida sexual humana consiste esencialmente en el impulso de
poner los órganos genitales propios en contacto con los de una persona del sexo opuesto. Pero es
necesario establecer una distinción entre sexual y genital. El primero es un concepto más amplio y
comprende muchas actividades que no guardan relación alguna con los órganos genitales.
Psicológicamente la sexualidad ha sido definida como el conjunto de los impulsos, conductas, emociones y
sensaciones que están relacionados con la actividad reproductiva o con el uso de los órganos genitales
como fuente de satisfacción.
El psicoanálisis llamo la atención respecto a su descubrimiento, que implicaba que la sexualidad adulta
tiene su precursor en una sexualidad infantil, que existe desde la constitución misma del individuo en
forma de una pulsión ubicada en el limite entre lo psíquico y lo somático.
Cualquier parte del sujeto puede constituirse en si y por si en una zona erógena capaz de ser asiento de
una excitación de tipo sexual.
La genitalidad queda subsumida en el movimiento más abarcativo de la sexualidad, de la cual solo es un
representante, pero no el único.
Los individuos que soportan una disminución o desaparición de sus funciones genitales no por eso son
asexuados y deberán realizar su sexualidad a pesar de sus limitaciones.
La sexualidad puede aumentar, disminuir, desplazarse, dando contenido a infinidad de conductas que,
para un observador no advertido, podrían pasar desapercibidas o llevarlo a pensar que nada tienen que
ver con ella.
La sexualidad no tiene limite de edad para su exteriorización; desde el nacimiento hasta la muerte siempre
estará con nosotros. Podrán variar sus manifestaciones, pero solo eso. Ya sea que se busque la descarga
de tensión, o el placer con el otro, o una afirmación narcisista de si mismo o todos estos fines al mismo
tiempo, la dialéctica del deseo no se interrumpe nunca; solo la represión, interna o cultural, la distorsiona
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de manera nefasta, produciendo no solo los graves trastornos que vemos en los viejos privados del deseo
de desear, sino también nuestras absurdas creencias prejuiciosas sobre ellos.
No hay ninguna causa para que un sujeto, en un razonable buen estado de salud general, no pueda
continuar experimentando deseos sexuales y ejercitando su función genital hasta estadios de edad muy
avanzados.
La probabilidad de que esto ocurra efectivamente está en razón directa de la actitud que el sujeto haya
tenido para con su sexualidad a lo largo de su vida. Aquellos que han sabido gozar de ella, convirtiéndola
en fuente de placer en el goce compartido y de autoafirmación de su identidad deseante más allá de los
tabúes, prejuicios e imposiciones socioculturales, son los que se mantienen activos durante mas tiempo.
Por el contrario, los que han actuado con temor, repugnancia o rechazo y los que la han acatado solo
como imposición, son los que antes invocaran las razones de la edad para retirarse.
En ningún caso debe tomarse comparativamente como medida de normalidad la actividad de la juventud o
la adultez joven. Cada momento de la vida tiene sus propias posibilidades funcionales.
El placer se obtiene del ejercicio de la función y no de la cantidad.
El peor enemigo del viejo lo encuentra en la comparación con el mismo cuando joven.
Las modificaciones fisiológicas que la vejez impone son lo suficientemente importantes como para
provocar trastornos funcionales si el sujeto no cuenta con un adecuado desarrollo psicológico que le
permita sobreponerse a este déficit, a la par que enfrentar las condiciones desventajosas que su inserción
sociocultural le determina.
Gran cantidad de mitos rodean el concepto de menopausia, incluyendo el temor a la locura, el final del
deseo, la perdida del atractivo femenino y sobre todo, la idea de la inevitable depresión.
Muchas mujeres con una actividad sexual normal durante toda su vida comienzan a sentir malestar físico
durante o inmediatamente después del coito a partir de la menopausia.
Esta aceptación pasiva del malestar se produce solo en aquellas mujeres que han tomado la relación
sexual como formando parte de los “deberes conyugales”.
No existe correlación entre la intensidad de los síntomas físicos y la disminución hormonal, y la
oportunidad y forma de estos trastornos se ven afectadas por graves problemas de desajuste psicológico.
Todos los autores están de acuerdo en señalar la importancia que tiene la actividad sexual regular sobre la
prevención de la aparición de trastornos en el desempeño sexual de las mujeres viejas.
Se puede decir que la enorme mayoría de los trastornos que se observan en la menopausia son
consecuencia directa de desórdenes neuróticos que han pautado la vida de la paciente con anterioridad a
este periodo. La falta de sensación de bienestar y los trastornos físicos solo contribuyen a aumentar y
reactivar patrones de conducta anteriores.
Un factor que hay que tener en cuenta es el estado civil de la mujer. Aquellas que están casadas o
mantienen una relación de pareja estable tienen mas probabilidades de mantenerse regularmente activas
sexualmente que las que no lo están.
En la medida en que los contactos sexuales se reducen por viudez o divorcio, las mujeres suelen retomar
actos masturbatorios anteriores, como un intento de salida de la penosa situación de frustración de sus
deseos activos.
La vejez es mayormente un problema para las mujeres.
Hay que considerar otro factor de suma importancia en la consideración de la sexualidad de la mujer. En
muchas de ellas, la escala de valores que determina la medida de su narcisismo incluye un yo ideal de
características físicas hermosas y siempre joven. La búsqueda de satisfacer este ideal provoca en ellas
una desmesurada conducta ansiosa con preocupación permanente por su apariencia física, cuidado
personal y por su posibilidad de seducción. Cuando el paso del tiempo comienza a traer los signos
irreversibles del proceso de envejecimiento, suelen generarse fuertes sensaciones de tensión narcisista
que acarrean serios trastornos de la personalidad y que pueden organizarse en variados cuadros
psicopatológicos.
En lo que respecta a los hombres, además de su evidente situación de desventaja biológica en la que se
encuentran respecto a las mujeres, hay que sumarle su mayor sensibilidad a la influencia negativa de los
problemas psicológicos, físicos y sociales. No existen dudas con respecto a la disminución de la respuesta
sexual del hombre a medida que envejece, pero hay una enorme disparidad de respuestas de un individuo
a otro, y aun en un mismo individuo en distintos periodos de su vida.

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En el hombre, como en la mujer, el factor mas importante para el mantenimiento de una sexualidad activa
hasta edad avanzada es la regularidad de las relaciones, pudiendo llegar activo hasta los 80 años o más.
El estado civil influye mucho.
Tradicionalmente al hombre le esta permitida la actividad sexual extramatrimonial, los amores venales y el
acercamiento a mujeres mucho más jóvenes que él. Esta circunstancia favorece la posibilidad de rehacer
el contacto sexual cuando por diversas razones el objeto habitual se pierde.
Factores psicológicos, fisiológicos y sociales que determinan la perdida progresiva de la función sexual:
Temor por el desempeño: el sujeto se pone ansioso y no tolera la espera; intenta la penetración con el
pene en semiereccion pero suele encontrarse con que su compañera presenta las modificaciones
anteriormente señaladas, la penetración se dificulta y allí pierde la poca erección que tenía, la cual, o no se
recupera fácilmente o no se consigue. Lo invade una sensación de fracaso y la ansiedad aumenta.
Problemas derivados de la inserción socioeconómica: el ascenso en la escala social hace que la
sexualidad se torne problemática. Este ascenso social determina el sometimiento a una estructura
competitiva, consumista, que exige del sujeto un enorme esfuerzo desgastante en su afán de conseguir
seguridad económica o la preservación de su estatus.
La búsqueda del prestigio y honores consume su actividad diaria, transformada en una actuación
narcisista de la cual no hace partícipe al cónyuge. Este interés del hombre fuera del hogar, al mismo
tiempo que va desgastando sus capacidades mentales al sobrecargarlas de tensiones conflictivas, va
reduciendo el tiempo necesario para su pareja.
Enfermedades: cualquier deterioro, agudo o crónico, que se manifieste en el ámbito de la mente o del
cuerpo, que actúe reduciendo las condiciones generales del sujeto o la eficiencia de su economía
orgánica, puede estar en relación con cualquier perturbación física o mental, aguda o crónica, puede
complicar, y de hecho lo hace, la capacidad de respuesta sexual del hombre.
La actividad sexual puede actuar tanto en función terapéutica como preventiva. Hay alguna evidencia de
que la actividad sexual ayuda a los artríticos, probablemente por la producción de cortisona. El acto sexual
es una forma de actividad física y ayuda a la gente a estar en buenas condiciones, al mismo tiempo que
reduce las tensiones tanto físicas como psicológicas.
Para muchas personas, la ansiedad generada por la restricción sexual puede ser mas perniciosa que el
riesgo físico posible.
La aparición de alguna enfermedad que reduzca la capacidad de respuesta sexual en cualquiera de los
cónyuges suele acarrear consecuencias deteriorantes para el funcionamiento de la pareja.
Excesos en la comida y en la bebida: la excesiva ingesta de alimentos y el sobrepeso consecuente tiende
a reducir el deseo tanto como la capacidad de goce sexual.
Moratoria en la relación sexual: la perdida de interés en el coito debida al aburrimiento en la relación
sexual es el factor mas constante en la disminución de la frecuencia de los contactos sexuales con su
pareja que se produce en el individuo de edad avanzada.
En los viejos la sexualidad no solo es posible sino que es necesaria. Posible porque, si bien la fisiología
nos muestra la diferencia con los sujetos más jóvenes, la satisfacción psicológica que proviene del
ejercicio de la función no se altera; y es necesaria porque el ejercicio regular de la misma es el factor de
mayor importancia en su mantenimiento.
Nos queda por delante vencer la resistencia que proviene de la sociedad con toda su cohorte de prejuicios,
prohibiciones y sanciones que se abaten sobre los viejos privándolos del ejercicio de una parte de su vida.
La acción debe emprenderse desde la temprana infancia tratando de que el ser humano pueda sentir sus
deseos sexuales cotidianos como algo no solo natural sino saludable y necesario. En este sentido los
mayores, responsables de su orientación y formación, no deben ejercer sobre los niños una acción
represiva y deben ofrecerse como un modelo de identificación positiva para el placer compartido.
Para no “caer” en la vejez – Zarebski:
Pensar en el envejecimiento implica percibir el transcurso del tiempo de la propia vida, implica
pensar en su final. Una vida que se va acabando.
De acuerdo a como la vivamos y como vivamos la muerte, soportaremos o no la idea de
envejecer.
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Algunos literalmente se suicidan. Otros, la atraviesan como una caída en picada y se van
matando. Envejecen cayéndose. Y están los que toman precauciones para evitar la caída, para
que la vejez forme parte de la vida.
Podemos hablar de tres distintas maneras de enfrentar el envejecimiento:
1. Los que piensan que es inevitable la caída y no quieren llegar a viejos;
2. Los que caen en la vejez, cayéndose
3. Los que piensan que es evitable la caída y se cuidan para no caerse. Y, podríamos
agregar…
4. Los que aprenden, en la vejez, a no caer.

El amor en tiempos de cólera, de G. García Márquez es una novela que trata acerca de la vejez y
de os distintos modos de envejecer. Sus personajes principales son ejemplos de esta
clasificación.
Replanteándonos nuestro modo de ser adultos, favoreceremos un sano envejecer.
No “caer” en la vejez: Jeremiah.
Él tenía la determinación de quitarse la vida a los sesenta años. Su deseo era suicidarse a una edad que
para el significaba el comienzo de una caída.
A medida que la fecha se acercaba había ido sucumbiendo a la desesperación, como si su muerte no
hubiera sido una resolución propia sino un destino inexorable.
Si el amaba la vida, el mar y el amor apasionadamente y decidió ponerle fin a esa edad, era porque la
consideraba como un límite, más allá del cual no habría mar y no habría amor ni pasión. No habría vida.
El anticipaba su propia vejez como el fin del amor, de la sexualidad, del goce compartido del cuerpo. Una
vida que no merece la pena ser vivida, atormentada de recuerdos de lo que fue. Para el, la vejez no forma
parte de la vida.
Así se la concibe en estas personalidades a la vejez: como un destino inexorable de entrada en una zona
de muerte en vida.
La problemática en relación al envejecimiento tiene que ver con un problema de identidad. Cuando se vive
toda la vida tapando algo que no debe aparecer, la vejez se vive como siniestra. Porque si toda la vida se
trabaja para sostener una imagen engañosa en cuanto a tapar las propias fallas y debilidades, la vejez,
con la declinación de las fuerzas que acarrea, se supone que llegara como el momento en que esta
imagen ya no se podrá sostener, que arrasara con todos los maquillajes, revelara todo lo malo.
El problema que representa la vejez para estas personas se refiere a dos cuestiones:
1. El considerar que nuestros aspectos negativos, feos, nuestras fallas y faltas, deben estar a buen
resguardo de la mirada de los otros, no deben manchar una imagen que se pretende inmaculada y
perfecta y a cuyo cuidado se destina el máximo de energía. 2.El considerar la vejez como el depósito de
todo lo malo, lo despreciable, lo inútil y feo.
Poder aceptar el propio envejecimiento requeriría entonces un doble desengaño: 1. De que por ser
jóvenes poseemos todo: la vida, el poder, la belleza, la completud. 2. De que por ser viejos carecemos de
todo: nada de vida, nada de poder, nada de belleza, nada de completud. Para lograr un buen envejecer
deberemos superar las dicotomías absolutas del todo o nada entre la juventud y la vejez y deberemos
cuestionar nuestra idea de adultez, de plenitud, de que es ser un adulto acabado.
La imagen de un viejo cuestiona, como un espejo anticipado, nuestra imagen, nuestra identidad. Nos
enfrenta a una imagen en que no nos reconocemos. Nos muestra la discrepancia entre la apariencia y el
ser del sujeto. Al viejo no se lo reconoce como adulto, como semejante en algo a nosotros. De aquí la idea
de que “los viejos son como los chicos”, es decir, el pensar que en la vejez nos infantilizamos, perdemos el
control racional de nuestros actos, dejamos de ser sujetos supuestamente dueños de nuestro deseo y
pasamos a ser objetos dependientes de los otros.
De esta manera, lo que debería ser la aceptación de un proceso gradual de deterioro orgánico, una
metamorfosis gradual de nuestra imagen se anticipa como un caer repentino. El envejecer es para algunos
el ir transformándose en un viejo conocido (lo cual significa que esa imagen no nos choca, no nos
perturba), pero para otros es más bien transformarse en un viejo desconocido.
Si nos podemos reconocer en ese viejo que seremos es porque aceptamos que algo tenemos que ver con
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él.
Llegar a viejo es continuar ese camino que ya recorrieron nuestros padres.
Jeremiah sintió en ese momento de intenso goce, que el amor es perecedero, que se desgasta y muere al
igual que otros bienes.
Si en la vejez no hubiera amor, no se soportaría. El suicidio es no poder aceptar nuestra condición de
mortales, que es a lo que nos enfrenta el envejecer. Porque morir de viejo es ir reconociendo la evidencia
de que se es mortal. Esta idea de detener la vida en un punto responde a la idea de que el crecer y el
envejecer son dos etapas distintas. Esta suposición de que la vejez es un camino de bajada, una caída en
picada se ve confirmada brutalmente en nuestra sociedad, la que coloca a los viejos al margen del
sistema, en el lugar del desecho, de lo descartable.
Caer en la vejez. Juvenal urbino.
El Dr. Juvenal Urbino había descubierto, frente al suicidio de Jeremiah que este había ocultado un aspecto
importante de su identidad durante 20 años. Tan alto fue el impacto que produjo en el un desenlace fatal.
En esta muerte algo lo conmovió profundamente porque lo enfrento a un cuestionamiento de su propia
existencia que lo dejo abrumado. Él era consciente de que la muerte, a su edad, era una probabilidad
cercana y esta angustia lo acompañaba permanentemente desde hacía muchos años.
En realidad, este fue su primer real enfrentamiento a la muerte. Esta presencia física le impresiono porque
se sintió identificado con el suicida, pues, le hizo reconocer cuanto de inauténtico había en su propio
existir. Era la suya una vejez sin amor y la vivía con profundo rechazo. Le pesaban las pérdidas de sus
conocidos, le pesaban sus olvidos, le pesaba lo que percibía como el olor de la vejez. Lo suyo era un
dejarse llevar por la vida sin cuestionar su existir. Cuando se cotejo con alguien que si lo había hecho, se
acentuó en el la idea de la vejez como caída pues, carente de amor, solo iba deslizándose hacia la muerte.
No es casual que el sienta rechazo por su vejez y que al mismo tiempo su sexualidad se haya extinguido.
Si no hay sexualidad en alguien que siempre pudo disfrutarla, es porque no se aceptan las limitaciones del
deterioro, porque no se acepta la vejez. En ambos no hay una concepción de la vejez dentro de las
posibilidades del goce de la vida. El vio en ese suicida, como en un espejo, su propia vida engañosa y a
partir de ese momento, la tristeza y la incertidumbre ya no le dejaron vivir.
Se arrojo en pos de algo y cayo, sin saber que así, el también se mataba. Este es un instante repentino y
siniestro de enfrentamiento a una vejez que no se acepta, que no se reconoce como propia. Otros
aconteceres como una enfermedad o una perdida producen este efecto, sumiendo a estas personalidades
en el pozo de la depresión, que se traduce como “la vejez, que se me vino encima”, como si la vejez se
manifestara de un día para otro y no como el proceso gradual que nunca pudieron aceptar. El resultado de
este modo de envejecer es el total derrumbe del sujeto. Así es como se producen las depresiones y la
disposición a toda clase de enfermedades orgánicas.
Mientras haya disposición para detenerse a reflexionar y autocuestionarse, se estará peleando por la vida.
La vejez no es demasiado tarde si pensamos que la vejez es vida. Un modo frecuente de derrumbe en la
vejez es a través de las caídas. La caída es una consecuencia de un derrumbe emocional ya instalado, de
una primera caída que ya se produjo. Viene a ser un efecto, un modo de resolver las cuestiones del
envejecimiento, cuando se carece de recursos para resolverlas de otro modo.
Los que las padecen son, habitualmente, personalidades narcisistas que se manejaron toda su vida con
una lógica del todo o nada. Cuando ya no pueden todo o no tiene todo (el poder, la belleza) caen en la
nada.
Como no aceptan perder, las circunstancias de perdida propias del envejecer representan para ellos
sucesos difíciles de elaborar, carecen de la posibilidad de detenerse a reflexionar y resuelven el conflicto
actuando impulsivamente. Las circunstancias de cambio en la vejez se constituyen en una tarea que
excede sus posibilidades.
Con el comentario “es la vejez” y adjudicándolo a la causalidad o a la fatalidad, se evita el preguntarse
acerca de cuanto uno mismo está implicado en su determinación. o. La cultura promueve el rechazo de la
conciencia de los afectos y pensamientos que producen conflicto y dolor. Si toda la vida hubo dificultad
para aceptar los propios limites, tampoco se podrán aceptar los límites de la vida.
Se presentan así habitualmente en la vejez, dos modalidades básicas como contexto psíquico en la
producción de una caída:
Depresiva: que se presenta como el dejarse llevar, dejarse caer, dejarse atropellar, es decir, dejarse,

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entregarse como un objeto al otro, sobre la base del autocastigo y el autorreproche, asumiendo toda la
falla.
Querellante: que pone la culpa en otro, con intentos fallidos de rebeldía y actúan entonces
atropelladamente. Estos son los casos que se caracterizan por su resistencia a los cambios que acarrea el
paso del tiempo: la falla está en lo nuevo, lo mejor era lo de antes.
En lugar de pensar que “ahora no se puede nada” se trata de poder entender que “nunca se pudo todo” y
que “ahora se puede distinto”, y aquí se pone en juego la elaboración de nuevos ideales y aspiraciones, lo
que conlleva la posibilidad de un cambio de actitudes, de ritmos y de organización de la vida diaria, que se
requiere para prevenir caídas. Cuando esto no sucede, se vive tratando de demostrarse a sí mismo y a los
otros que aún se puede como supuestamente antes se podía, lo que lleva a una sobrecarga y a una
sobreexigencia en el rendimiento a distintos niveles.
Todos estos mecanismos constituyen una oportunidad y un riesgo permanente de producción de caídas.
Es decir que, lo que lo que debería ser la aceptación de una perdida a través de la elaboración del duelo,
es vivenciado como caída y derrumbe y desencadena un proceso amenazado permanentemente de una
caída real. Estas características de perdida de la autonomía y desapego que representan a la vejez
patológica suelen ser tomados como ejemplo de la vejez, no solo por los otros sino por el viejo mismo,
atribuyendo entonces a la vejez, vivida como una violenta caída, la causa de la caída. La propensión a las
caídas puede ser leída entonces como síntoma de que la vejez se vive como crisis. Y sabemos que esto
no es inevitablemente así; la vejez no es sinónimo de caída, derrumbe y crisis. La vejez plantea una
opción: dejarse caer, dejarse llevar por la enfermedad, la queja, el ponerse en manos de otro, o la
participación activa en nutrirse con nuevos valores, poniendo a trabajar el narcisismo en la actividad
creativa.
No caerse en la vejez: Florentino Ariza.
Había sido el primer pretendiente de Fermina, y nunca dejo de pensar en ella. Toda su vida fue un
prepararse para ese momento que sabía podía plasmarse en la vejez. Es por eso que a el no le
preocupaba la idea de llegar a viejo. El deseaba la vejez. Tenia un motivo para querer llegar a viejo y se
cuidaba. Quería llegar entero.
Lo que hace alguien que se propone llegar sano a la vejez:

 Observa, desde joven, con interés a los viejos, tratando de aprender de ellos lecciones de la vida.
 Piensa, por lo tanto, que se puede aprender a envejecer.
 Puede reconocerse en ese espejo porque acepta llegar a viejo. No constituye para él una imagen
siniestra que le anticipa un final rechazado.
 No le teme a la muerte.
 Le teme a la dependencia en la vejez, es decir, a la vejez patológica que puede diferenciar de una vejez
sana.
Lo que el se propone es mantenerse joven a pesar del paso del tiempo. Se preocupa por no arrastrar los
pies y es por eso que no se admite viejo frente a los demás, aunque para lograr esto corre algunos
riesgos.
El trataba de mantenerse joven. Lo que no entendía era que, para serlo, no hacia falta poner tanto énfasis
en cuidar las apariencias, ni hacia falta exigirse tan alto rendimiento. Ser un viejo joven pasa por tener un
proyecto, cualquiera sea y luchar activamente por alcanzar a realizarlo. Eso alcanza para mantenerse vital
y lucido, aunque haya que lentificar el paso, adecuar los ritmos y modificar los hábitos. O sea, adecuarse a
un cuerpo viejo. Se puede ser viejo para algunas cosas pero no para otras. Se puede serlo sin sentirlo y
sentirlo sin serlo.
Lo material es viejo. Al ser humano no lo podemos encasillar. Se puede hablar de viejo en el ser humano
en los aspectos biológicos y en los aspectos sociales. En lo biológico los órganos, el organismo envejece y
se deteriora.
La vivencia de la vejez es otra cosa. Desde el punto de vista psíquico, la vivencia de sentirse viejo, de
saberse viejo, de estar viejo, es absolutamente relativa a cada uno y sus circunstancias: en qué momento
vital, en relación con que o para qué. Lo biológico y lo social, son para el ser humano, como receptores de
la temporalidad.
Si envejecemos mal anímicamente, se amplían las posibilidades de enfermar en lo biológico y en lo social.
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Lo crucial para un buen envejecer es poder aceptar el sobrellevar la discordancia entre lo que se es y lo
que se parece. Poder aceptar que uno se siente joven pero que el cuerpo envejece. Reconocer que algo
se va perdiendo. El problema es la pretensión de borrar toda evidencia, toda marca.
El error parte de pensar que la muerte es la ultima tarea a encarar en la vida, el ultimo motivo de crisis. En
realidad, es el primero.
La condición humana es una oscilación permanente entre su conciencia de ser necesariamente mortal y
su inconsciente posibilidad de inmortalidad.
Fermina Daza: Aprender a no caer en la vejez.
Para aquellas mujeres que vivieron anuladas tras su rol de esposa en una relación de pegoteo con su
maridos, la viudez vendrá a marcar el final de la misión que les fue adjudicada y que fue su misión: atender
su casa y su hombre. La viudez las enfrenta a una difícil encrucijada: re/conocerse como auto/validas. La
caída aparece como asunción de una derrota, el resignarse a no poder, la claudicación del deseo.
La pérdida de su sostén, de su bastón, las lleva frecuentemente a tener que recurrir un nuevo bastón,
ahora material, que viene a confirmar que siempre necesitaron una prótesis para sostener su identidad; ya
que al perder a su marido la viuda queda sumida en la invalidez psíquica, tardando muy poco en
desencadenarse la invalidez física real.
En la medida en que contemos con cada vez mayor número de emprendimientos socioculturales
recreativos, con mayor grado de participación, en los cuales los viejos tengan la oportunidad de sentirse
activos y productivos, menor será el número de geriátricos que se necesiten.
Fermina quería ser otra vez ella misma, porque en el matrimonio había dejado de serlo. Le ayudo su
determinación de no regodearse en el dolor y también le ayudaron las cartas de amor. Pero para esto, tuvo
que ser capaz de abrirse al futuro. Ella no se encierra.
Quien ha vivido una vida aletargada, en segundo plano, atrás de otro, por las circunstancias de la vejez, se
dispone a cambiar, a asumir sus deseos.
La reminiscencias indica que hay una elaboración normal de las perdidas, ya que representan la
satisfacción por lo que se cosecho. Pero cuando la función y el lugar del viejo, cuando el sentido de su
vida pasa a ser solo transmitir buenos recuerdos, la reminiscencia se transforma en nostalgia.
La vejez no es una etapa en que ya no pasa nada, no se define por la perdida, no es el duelo por la vida.
Por el contrario, puede ser la mejor oportunidad para proponerse ser autentico consigo mismo.
Ante todos esos cambios que conlleva el paso del tiempo, si uno los vive pasivamente, como objeto a
merced de ellos y uno no cambio y no sigue por poner en esas realidades el sello propio, no alcanzara a
darse cuenta de que se esta transformando de persona en cosa, se ira deslizando por el camino de la
muerte psíquica, perderá la capacidad de curiosidad y asombro, por no estar dispuesto a cambiar y a
seguir luchando.
Muchas veces son los otros los que no aceptan que un viejo cambie, que se proponga salir del lugar que
se le adjudica. Es necesario estar dispuesto a enfrentarse a prejuicios y reproches. Implica ser capaz de
pelear por defender las propias diferencias, la vejez se puede transformar en un momento de claridad y
fortaleza como quizás nunca se tuvo.
A veces recién en la vejez se descubre lo verdadero. Lo importante es no pensar que ya es demasiado
tarde.
Psicogerontología, psicosomática psicoanalítica de la vejez. – Korovsky; Karp:
Envejecer es algo que todos hacemos por el mero hecho de permanecer en el tiempo que
deviene. Consideramos a la Psicogerontología como la forma de expresión de la Psicosomática
Psicoanalítica de la vejez.
Al hombre le resulta imprescindible la búsqueda del sentido de la vida y de las cosas.
Estamos acostumbrados a ver cómo se entiende la enfermedad como un castigo. Estas categorías llevan
implícitas atribuir a la enfermedad ser el producto de una transgresión, de un pecado, de un destino
azaroso. que se ensaña con crueldad. y se derivan de la acción de fuerzas espirituales.
Con la aparición del psicoanálisis el porqué de la enfermedad puede ser incluida entre las respuestas
científicas.
La más somática de las enfermedades, con su causa más “física”, ha de resultar psicosomática por el
sentido (psicológico) que tiene para quien la padece, aun cuando permanezca inconsciente para él. Su
enfermedad se manifestará predominantemente en uno de estos tres planos: el mental, el corporal o el
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conductual.
Psicoterapia no es el tratamiento del psiquismo o del alma, sino el tratamiento de la persona total, única,
mediante técnicas psicológicas.
Físico y psíquico son dos maneras que tiene nuestra conciencia de percibir la realidad.
El ser humano que es un cuerpo, que es un psiquismo, es una totalidad. También habría que agregarle la
historia: el ser humano vive en un tiempo histórico, pero además tiene una historia propia, que se
entrecruza con la historia de aquellos con quienes convive y que se vincula también con la de sus
antepasados.
El psicoanálisis es un método de investigación del inconsciente, a la vez que una teoría del funcionamiento
del psiquismo y una técnica psicoterapéutica. Precisamente, la aplicación de los conocimientos
psicoanalíticos a la medicina ha abierto las posibilidades del encare denominado "Medicina
Psicosomática".
No existen enfermedades, existen personas enfermas. Y la biología está impregnada por la psicología.
Todo cuerpo vivo es un cuerpo erógeno.
Lo interesante es que cuando hay demasiada incompatibilidad en la depositacion, es decir, entre la
fantasía desplazada y el órgano sobre el que se produce el desplazamiento, se genera una patología por
alteración de la función y/o de la forma de ese órgano.
La enfermedad somática es una de las maneras a través de las cuales se expresa el sujeto inconsciente;
no en algunas enfermedades, sino en todas ellas; y no sólo en la enfermedad: también la forma, la función
y el desarrollo, son la expresión de la interioridad del ser vivo.
Las enfermedades son la forma que la persona tiene de expresarse cuando la palabra o el gesto no
alcanzan, no existen o no pueden ser pensados. Fundamentalmente se expresan los afectos.
Las emociones se pueden expresar como sentimientos conscientes acompañados de manifestaciones
corporales, o bien estos sentimientos no aparecen en la conciencia, pero sí aparecen síntomas corporales.
En las enfermedades orgánicas la consciencia sólo percibe las manifestaciones somáticas, y los afectos
permanecen inconscientes. Por eso los pacientes rehúsan un tratamiento psicoterapéutico, porque sienten
que su enfermedad "es del cuerpo".
El paciente se siente incomprendido porque piensa que el médico "no le cree" que le duela, ya que no
encuentra una causa orgánica que explique ese dolor. Pero, además, para este paciente, que le digan que
su dolor es psicológico significa que "es irreal", que él se lo está inventando.
Cuando investigamos psicoanalíticamente nos damos cuenta de la íntima relación que existe entre su
enfermedad o su accidente y su biografía, entre la enfermedad y la conflictiva por la que atraviesa. Esta
relación es de significado, y no de causa a efecto.
El comprender el sentido de una enfermedad no implica decir que ésa sea su causa. Pero el hecho de
hallar el sentido inconsciente de una enfermedad no asegura necesariamente su modificación o su
curación.
Hacer consiente el sentido en algunos casos hace cesar el síntoma, en cualquier caso, ayuda a
transformar el padecimiento corporal en un conflicto de vida así más sobrellevable.
Se ha definido el signo como lo que señala una presencia, y al símbolo como lo que señala una ausencia.
Los síntomas son a la vez, símbolos de un referente que “en ese momento” permanece ausente,
inconsciente tanto para el paciente como para el médico.
Definimos crisis como cambios, mutaciones, momentos nodales que requieren decisiones. Periodo crítico
sería el momento durante el ciclo vital en el cual el organismo es más sensible a una determinada
influencia externa diferente de lo observable en otros momentos.
Cuando hablamos de la mitad de la vida nos referimos a un período variable que abarca, según los
individuos, desde los treinta y ocho hasta los cuarenta y seis años, para algunos hasta la cincuentena.
Corresponde, desde el punto de vista vivencial, al momento en que se empieza a sentir que se puede
estar envejeciendo, a admitir que existen límites a la vida.
En esta etapa muy habitualmente se han concretado determinados logros: la familia establecida; el trabajo
o la actividad profesional organizada, etc.
Las depresiones ocurren por lo que no se ha podido realizar aún, y las defensas más utilizadas, las
maníacas., mientras que en la vejez, los duelos son por los objetos de amor perdidos, por los cambios
corporales que incluyen la pérdida o disminución de funciones, y por la identidad socio-profesional al llegar
el momento de la jubilación.
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En este período de la mitad de la vida se produce una vivencia depresiva vinculada al temor a que se
“pase la vida”, a “envejecer”, con el sentimiento de “no haber vivido” determinadas cosas, de “no haber
cumplido”.
Estos sentimientos quedan vinculados a dos factores: a la ruptura de la negación de la muerte propia y al
juicio de los ideales insatisfechos.
Esta relación con los ideales insatisfechos puede llevar a: estados depresivos, actuaciones que intentan
demostrar que uno está todavía “vigente”, manifestaciones hipocondriacas como defensa y ambiciones.
Exigencias desmedidas pueden resultar en enfermedades orgánicas.
Otra posible vicisitud de la crisis de cambio, cuando el conflicto entre el deseo de cambio y la resistencia
narcisista al mismo se hace inelaborable, es el accidente. Hay quienes necesitan accidentarse para poder
cambiar; otros se accidentan para evitar los cambios.
Es el crecimiento de los hijos lo que da la noción del transcurso del tiempo y del propio envejecimiento.
Resignación seria darles un nuevo sentido a esas metas, posibilitando la resignificacion.

Existen dos posiciones respecto al envejecimiento:


Una afirma que el envejecimiento no es “parejo” en todo el ser, y aparecen órganos o sistemas que
envejecen más rápidos que otros.
Otra sostiene que todo el proceso es ordenado, que mantiene una línea evolutiva pareja determinada por
la interacción del ser con su medio ambiente, y la interacción del medio ambiente con el ser.
El envejecimiento estaría controlado por mecanismos de relojería que determinaran el momento en que
cada una de nuestras funciones orgánicas se presenten o cesen.
Normal es lo común en el ser humano, tal es el caso del envejecimiento. El deterioro es una forma anormal
de envejecimiento.
Cada caso y cada envejecimiento es individual e irrepetible, las variaciones personales son las verdaderas
determinantes.
El envejecimiento puede constituir una herida narcisista. Consideramos herida o afrenta narcisista aquellas
situaciones que el individuo las vive como ataques a su amor propio, con sentimientos de minusvalía de su
estima.
El ritmo que la sociedad imprime a su evolución y cambio, determina que el anciano se autoexcluya por
considerar que está imposibilitado de adecuarse a ellos.
La adultez de los hijos; el nacimiento de los nietos; la jubilación, con el cortejo de consecuencias que
habitualmente acarrea, la muerte del cónyuge y de amigos; los cambios en la imagen corporal; el rol que la
familia y en general su entorno le otorga; todo esto configura lo que puede llamarse la crisis de la
senescencia.
Toca realizar el duelo por las funciones corporales perdidas, por la imagen corporal destruida o perdida.
Por eso resulta importante comprender muchos de los síntomas atribuibles a la vejez como
manifestaciones de defensas narcisistas.
El envejecimiento trae aparejado una acomodación de las funciones orgánicas a las nuevas condiciones.
Se mantiene la fuerza de lo pulsional, la capacidad para controlarla va disminuyendo, así como también la
capacidad para adaptarse a los requerimientos del mundo- exterior. Ello hace que muchas veces se
recurra a la somatización como manera de control.
La modalidad de envejecimiento estaría signada por nuestras propias series complementarias. Todo
proceso de envejecimiento sería un proceso normal para cada persona.
La función del Sistema Inmunitario es defender al sujeto de la intromisión de sustancias u organismos
extraños a él, que pudieran modificar su identidad. En psicoanálisis el concepto de mecanismo de defensa
se utiliza de una manera bien definida para referirse a modalidades mediante las cuales el Yo evita la
intromisión de estímulos internos o externos que pueden provocar displacer o que pueden llegar a
desestructurarlo. Los mecanismos de defensa, al evitar el displacer, tienen como misión defender el
narcisismo y la identidad del sujeto.
El sistema Inmunitario es el correlato biológico del narcisismo y de la defensa de la identidad, o si se
prefiere, que éstos son el correlato psicológico del primero.
Esta demostrada la relación entre el antecedente de pérdidas afectivas y el desencadenamiento de

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enfermedades autoinmunes.
La aparición de la patología autoinmune da cuenta de un proceso por el cual el ataque al objeto con el cual
hasta ese momento se pudo convivir, ya sea por la pérdida de ese objeto, o por la imposibilidad de
compatibilizar le relación, y ante la incapacidad de expresar el conflicto, éste es introyectado y el ataque se
produce en la intimidad del sí mismo.
Patología osteoarticular:
El esqueleto cumple funciones de protección, especialmente del sistema nervioso, de los órganos
torácicos, y de contención en la pelvis.
Las futuras funciones de protección y sostén, requerirían de la identificación con un objeto interno,
representante de la madre posnatal que cumple esas mismas funciones.
De la relación con esa madre y la identificación con ella provendría también el tipo de relación que se
establecería con el propio sistema osteoarticular.
Articulación nos remite a: "unión de un hueso u órgano esquelético con otro". Preferimos comprenderla
como la zona flexible, no osificada, del esqueleto visto como un todo, que permite adaptarse en cada
oportunidad u ocasión, articulando los distintos movimientos adecuados.
En el proceso de envejecimiento, el tejido conectivo que constituye el cartílago pierde elasticidad y tiende a
fijar calcio. También las fibras elásticas pierden su resistencia y se calcifican.
La senectud implica la dificultad para adaptarse a las nuevas condiciones vitales cuando disminuye la
capacidad de crear nuevas respuestas. Ya no se articulan nuevas soluciones a las demandas del
presente, sino que se repiten inflexiblemente modalidades que inmovilizan al sujeto en su búsqueda de
nuevas respuestas.
La falta de flexibilidad equivaldría al aferrarse a las viejas posturas por el temor a no poder adaptarse a
nuevas exigencias.
Aparato respiratorio:
La respiración implica el intercambio, el pulmón es un órgano social. El aire es el medio que nos une y
vincula a todos los seres humanos.
En los ancianos los cambios en la función pulmonar facilitan la posibilidad de expresar los afectos. En el
paciente asmático hay un cierre de “compuertas”, se pone alérgico con el exterior, porque este aparece
irritante, hiriente.
Aparato cardiovascular:
La hipertensión esencial expresa la necesidad de estar "a tono" con las exigencias ideales, y la reacción
frente a sentimientos de rabia y humillación inconscientes. La rigidez que se manifiesta a través de
síntomas osteoarticulares, en un intento de "sostener el narcisismo" y prevenir el desmoronamiento,
cuando el sistema óseo no alcanza a cumplir esta función, el sistema vascular puede subrogarlo.
Aparato digestivo:
La anorexia en el anciano puede aparecer ligado al negativismo y como síntoma que integra el cortejo de
la melancolía, expresando así el deseo de dejarse morir por inanición. También aparece a veces como
expresión delirante de ansiedades paranoides de ser envenenado. Los trastornos en la garganta, en la
deglución, pueden expresar la dificultad para "tragar" afrentas.
En muchas ocasiones, el anciano que presenta disfagia con la consiguiente dificultad para tragar sólidos,
debe recurrir a la ingesta de papilla. Ello es la manifestación de la regresión a aquellas etapas donde este
tipo de comida eran habituales (primera infancia), a la vez que resulta en un factor que facilita y
potencializa la misma regresión. En el anciano el vómito apunta a eso que "estuvo dispuesto a tragar" pero
finalmente no la pudo asimilar, y ello por la misma ambivalencia.
Aparato urinario:
La insuficiencia renal representaría entonces la imposibilidad de filtrar los impulsos provenientes del ello y
la incapacidad del yo para distinguir entre lo "ideal" y lo "posible", o aquellos aspectos del ideal que son
posibles de materializar y los que no. En el caso de la retención urinaria, ésta implicaría una incapacidad
para resignarse, una dificultad para realizar el duelo por aquellos objetos o partes del objeto que deben ser
abandonados para poder materializar lo posible.

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Respecto a las prohibiciones de parte de los hijos a sus padres en lo que se refiere a la vida sexual,
entendemos que en el pasado el padre ejerció la ley. En el presente, el hijo, retaliativamente tal cual lo
expresamos, “devuelve la atención” negándole toda vía de expresión de su sexualidad, también
castrándolo simbólicamente.
Por otra parte, el anciano evita la vida sexual previniendo así una serie de complicaciones asociadas en
lugar de enfrentarse a las dificultades que implicarían la readaptación de su sexualidad.
En toda disfunción sexual se expresaría una fantasía tanática.
Cada mujer va a vivir su menopausia de acuerdo a cómo ha vivido su desarrollo psicosexual previo a esta
etapa. En el caso del vaginismo, proponemos comprender este síntoma como una manera de expresar por
parte de la mujer su disconformidad con la vida sexual activa, tanto en el presente, como las fantasías
asociadas a una vida sexual futura.
Respecto a la memoria:
Cuando el "dato" queda asociado a un determinado afecto displacentero que no ha podido ser
descargado, es reprimido y con él sofocado el afecto correspondiente. De esta forma, se logra eliminar un
recuerdo displacentero e implícitamente el dato que lo acompañaba.
El anciano, que intenta infructuosamente recordar el dato, se queja de su pérdida de memoria sin advertir
que está evitando una situación más displaciente que la desmemoria misma.
Rasgos de la perdida normal:

 Dificultad para recordar solo determinados datos.


 Esta dificultad es solo transitoria y reversible.
 Los olvidos son parciales.
 No es progresiva.
 No interfiere con la vida diaria.
 La persona sabe administrar su dinero.
La pérdida "normal" de la memoria del anciano debe diferenciarse de la patológica. Mientras que ésta se
asocia a procesos de deterioro irreversibles, la primera nos señala un momento existencial de difícil manejo
para el anciano.
Entendiendo la "Perdida Normal" como un síntoma, deberemos profundizar en el momento vital del anciano,
el estado de su personalidad, y la capacidad de éste para hacer frente a los cambios y a las pérdidas que
caracterizan esta etapa de la vida.
El correcto manejo de la ansiedad y la depresión en particular, o de la problemática narcisista en general,
serán importantes para poder superar esta dificultad.

El objetivo principal de la geriatría es mantener o devolver al adulto a su propio domicilio en condiciones


funcionales y sociales que garanticen una digna calidad de vida.
Se ha definido la invalidez como el estado de disminución o perdida de las facultades básicas para atender
por sí mismo las necesidades individuales y sociales de la persona, consecuencia de una deficiencia mental
o física y que determina la necesidad de una ayuda instrumental y humana.

La capacidad continente del grupo familiar hacia el anciano estaría vinculada a la capacidad de
éste de seguir “asumiendo tareas” y cumpliendo con ellas.
La nueva situación intrafamiliar es vivida de diferente manera por cada uno de sus integrantes,
según sea la historia de los vínculos familiares.

A pesar de los distintos grados de invalidez que puedan causar las diferentes patologías, no debemos
olvidar que la calidad de vida del anciano depende de la conservación de su movilidad y autonomía, lo que
nos permite afirmar que manteniéndolo con un núcleo continente en su hogar siempre conservaremos
un mayor grado de movilidad y de autonomía que en cualquier albergue.
La abuelidad:
Muchas veces el ser abuelos adquiere el sentido reparatorio de una segunda oportunidad que otorga la
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vida de poder rectificar, posiblemente más a los abuelos que a las abuelas, las fallas de contacto que se
pudiera haber tenido con los hijos. A la vez, el nieto pasa a ser el depositario del yo ideal que ha de venir a
cumplir las aspiraciones.
En otros casos el nieto viene a ocupar el lugar de otro hijo, lo que permite obturar el espacio que de lo
contrario correspondería al “síndrome del nido vacío".
Cuando los abuelos son quienes requieren el sostén, no pueden cumplir su función de abuelos.
Cuando los abuelos pueden seguir siendo padres de sus hijos, los habilitan a su vez a ser padres. Otra
función que los abuelos pueden y deben cumplir es el de ser memoria para las nuevas generaciones. Son
quienes transmiten las sagas, las historias familiares, quienes recuerdan las raíces, ayudando entonces a
dar continuidad a las familias.
Violencia en ancianos:
Se define al abuso de los ancianos como cualquier tipo de conducta que pueda resultar en daño físico,
psíquico, afectivo, moral o socioeconómico. Afecta a todos los estratos sociales, sin diferencias étnicas,
religiosas o socioeconómicas, rurales o urbanos. Resulta desapercibido con frecuencia. Mientras que el
agresor oculta su actitud, el anciano no la denuncia por miedo a la pérdida del sistema de apoyo del que el
agresor, por lo general, forma parte.
Los aspectos sádicos actuados por el cuidador en su relación con el anciano, son el producto de la
imposibilidad de otro tipo de manejo de su propia angustia, aquélla que la convivencia con el anciano le
genera.
En la clínica se identifican los siguientes rasgos:
La culpa: tomando en cuenta que el cuidador es por lo general un familiar directo suyo, un hijo, por
ejemplo, el conflicto es verbalizado como “esto me lo merezco por no haber sido
un/a buen/a padre/madre".
El ser bondadoso en exceso: con el propósito de lograr el perdón o demostraciones de afecto que
signifiquen ese perdón, el anciano se convierte en extremadamente bondadoso, encubriendo de esta
forma la posible agresividad de la que se puede sentir responsable.
El temor: toda la conducta del anciano agredido estará dirigida a evitar fallidamente esa agresión. En el
discurso del anciano suelen aparecer sentimientos de ternura, comprensión y justificación para su
cuidador, a pesar de la agresividad que puede caracterizar el vínculo.
Accidentarse puede ser entendido como una particular modalidad de acto fallido. Y tiene la característica
de aparecer como desprovisto de toda intención y ser solo obra de la casualidad.
Es menos humillante aparecer como accidentado que como enfermo.
El accidente es la forma sadomasoquista y expulsiva de resolver una situación conflictiva de cambio. Cada
accidente tendrá un desarrollo y características propios, en relación significativa con la naturaleza personal
del conflicto y con la configuración individual de la fantasía general de accidentarse para este sujeto y en
ese momento dado.
Asimismo, las lesiones y los daños provocados por el accidente en el cuerpo y en los objetos participantes
simbolizan el conflicto, a la vez que implican una descarga con modificaciones cuanti y cualitativas, que
son el punto de partida para iniciar su solución.
También el accidente puede tener un carácter auto punitivo: sería la forma de pagar una culpa, lo que
habilitaría al sujeto para un cambio.
A su vez, una caída podría ser la representación de ese desvalimiento, del sentirse sin tener en quién
apoyarse.
Respecto a la muerte digna: la sociedad, de la mano de la tecnología médica, ha convertido a la muerte en
un proceso aséptico, aparentemente desprovisto de toda emoción, y encarado desde una óptica basada
en la “obligación de hacer todo lo que esté al alcance del sistema para ayudar a prolongar la vida”. Será
necesario pues el replantearse conceptos tales como “bienestar del paciente”, “hacer todo lo posible” y
contestarlo desde la voluntad del dueño de su propia historia: el enfermo.
No existe en verdad en el envejecimiento un hecho puntual que señale su comienzo. Es un proceso que se
inicia con el nacimiento o tal vez antes y se continúa a lo largo de toda la vida. El envejecimiento trae
aparejado una acomodación de las funciones orgánicas a las nuevas condiciones determinadas por
variaciones metabólicas.
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Vejez y pulsión de muerte. – Peruchon; Renault:
La omnipresencia de la muerte es el rasgo característico de la vejez. Ninguna otra etapa de la vida se ve
más interesada por la muerte.
La pulsión es un empuje inherente al organismo vivo hacia el restablecimiento de un estado anterior que
este ser vivo debió abandonar bajo la influencia perturbadora de fuerzas exteriores. Freud define a las
pulsiones como fuerzas que actúan tras las necesidades imperiosas del ello y que representan en el
psiquismo a las exigencias de orden somático.
Durante todo el tiempo en que esta pulsión actúa interiormente como pulsión de muerte, permanece muda
y solo se manifiesta en el momento en que se vuelve hacia el exterior.
Las dos pulsiones fundamentales son antagónicas o pueden hallarse combinadas. Este acuerdo y este
antagonismo de las dos pulsiones fundamentales confieren justamente a los fenómenos de la vida toda su
diversidad característica.
La consecuencia de la intrincación es la neutralización de los efectos de la pulsión de muerte.
La libido tiene a su cargo la labor de volver inofensiva esta pulsión de destrucción, y la cumple derivando
una parte al exterior. Sin embargo, otra parte permanece en el interior del organismo y queda ligada
libidinalmente; en ella debemos reconocer al masoquismo originario.
La pulsión de muerte puede convertirse en pulsión de dominio y expresarse en el mundo exterior, o
cargarse de erotismo y convertirse en masoquismo.
Una fracción de autodestrucción permanece en el interior del individuo hasta el momento en que consigue
matarlo.
La pulsión de muerte aparece definida por Freud como una fuerza de desligazón y destrucción que obra
en silencio para devolver al individuo al estado inorgánico, pero que puede ser desviada por su
antagonista, la pulsión de vida, cuando esta se intrinca con ella y la pone a su servicio.
La vida humana vale la pena ser vivida siempre que el hombre reconozca y acepte sus límites y no
despilfarre una energía en intentar restablecer su omnipotencia.
Freud reconoce en los lazos afectivos la capacidad de contener a Thanatos y de inclinar la balanza del
lado de la vida.
Cuando Freud se entusiasmaba con un trabajo, los más inquietantes problemas de salud casi no lo
afectaban.
El padre del psicoanálisis pudo desenvolverse de la mejor manera en su ancianidad, logrando mantener su
equilibrio entre los goces que la vida le aportaba y los sufrimientos que no le ahorró.
Mas que la adquisición de la serenidad, es bueno en el anciano preservar cierta pasión, pasión de justa
medida en investiduras bien elegidas y que puedan ayudarlo a luchar contra la enfermedad, la angustia, el
dolor y la muerte.
Cuando hay agotamiento libidinal y desintrincacion pulsional, las investiduras pierden su calor. Thanatos
queda librado en exceso y el sujeto puede volcarse hacia la desvitalización.
Algunos sujetos han establecido un corte entre el soma y la psique para ponerse a resguardo de una
conmoción afectiva insoportable. Se instala así una economía psíquica capaz de favorecer la
somatización.
La alteración corporal cumple un papel decisivo en las modificaciones del funcionamiento psíquico que
sobrevienen con la edad.
Las excitaciones externas van a desbordar con facilidad el funcionamiento mental, constituyendo impactos
traumáticos frecuentes; este exceso de excitaciones perturba la ligazón psíquica y refuerza el efecto de la
pulsión de muerte.
Se inicia así un círculo vicioso, con una evolución hacia la retirada protectora lejos de los estímulos
nocivos, hasta la depresión por desinvestidura y la desorganización mental.
El anciano sobreinvestiría sus disfunciones corporales al no poder colocar su libido en otros objetos aparte
de su cuerpo.
Se proponen terapias de relajación.
La vejez en el curso de la vida. -Yuni; Urbano:
El imaginario social de las sociedades contemporáneas asocia la noción de aprendizaje con las edades
tempranas del curso vital. El abordaje del aprendizaje como objeto de estudio se ha centrado en la infancia
y la adolescencia.

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La perspectiva del curso vital permite replantear la construcción de este objeto de interés y obliga a la
revisión de los posicionamientos y de las formas actuales.
En este capítulo se puede dar cuenta del modo en que la “experiencia educativa” en edades avanzadas se
articula con procesos de desarrollo personal que implican la resignificacion identitaria de los adultos
mayores.
Para algunas teorías el proceso de envejecimiento normal afecta la velocidad de pensamiento y las áreas
del aprendizaje decrecen. Estos mismos estudios, demostraron que no es posible determinar un proceso
universal y necesario de decremento y enlentecimiento cognitivo en el envejecimiento, ya que los
decrementos y las áreas afectadas son variables en la población de mayor edad. El ritmo y la magnitud de
las pérdidas de procesamiento no son generalizables.
El proceso de aprendizaje de las personas mayores difiere del de los jóvenes; las diferencias relacionadas
con la edad se encuentran en aquellos procesos que requieren mucho esfuerzo; el enlentecimiento no es
equivalente a procesos de deterioro.
El proceso de envejecimiento cognitivo normal se caracteriza por una serie de transformaciones
cualitativas que denotan la presencia de habilidades y estilos de pensamiento y de resolución de
problemas que poseen notables diferencias con el pensamiento formal.
La psicología del ciclo vital enfatiza el carácter autorregulado del desarrollo psicológico y resalta el papel
modulador que tienen las características de personalidad de los sujetos, las posiciones subjetivas frente a
los procesos de cambio y el grado de integración psicoafectiva.
En el envejecimiento se observan transformaciones cualitativas, lo que permite postular que en las edades
avanzadas se produce cierto desarrollo cognitivo. Este es comprendido como un proceso en el cual
algunas formas de integración intelectual se disuelven mientras que ocurren otras nuevas.
El desarrollo cognitivo se caracteriza por el interjuego entre ganancias y pérdidas; este balance es
gestionado por el sujeto a través de mecanismos de compensación y optimización de recursos y
capacidades.
El funcionamiento intelectual en la vejez está ligado a distintas dimensiones de la pragmática de la vida.
Los estudios muestran que para los adultos mayores las capacidades cognitivas son una herramienta para
la autorregulación de su proceso de desarrollo; un indicador del cual se derivan sus creencias de
autoeficacia y su sentido de control.
Los cambios en el funcionamiento intelectual no son solo el producto de transformaciones
neurofisiológicas, sino también de fuertes procesos internos de autorregulación.
La concepción clásica ha definido el aprendizaje como un proceso por el cual ocurren cambios duraderos.
El aprendizaje es el proceso mismo, independientemente de si el material o la habilidad a ser adquiridos
son nuevos o familiares para el sujeto. Las perspectivas evolutivas entienden el aprendizaje como una
forma de adaptación continua durante todo el curso vital. La perspectiva cognitiva considera el aprendizaje
como un conjunto de procesos de adquisición de información y destrezas a través de la practica o de la
experiencia.
Aprender es el proceso por el cual los seres humanos transforman su experiencia en otros materiales a
través de los cuales pueden reelaborar sus concepciones del mundo, resignificar su identidad personal, y
elaborar nuevas narraciones de sí mismos. El aprendizaje es la acción que despliega el sujeto a través del
curso de la vida con la finalidad de comprender, gestionar y dar sentido a los cambios que el tiempo
impone.
Aprender como proceso de actualización:
Una importante cantidad de adultos mayores considera que el aprendizaje en este momento de su vida es
parte de su proceso de actualización. En primer lugar, se observa que la noción de actualización se
plantea como una adquisición vinculada a la continuidad en un intento de no interrumpir el ritmo vital y
conectarse con ciertos patrones de la vida adulta, y a la vez lograr «aggiornarse».
Aprender es para estos adultos mayores la incorporación de conocimientos externos que lo ayuden a
sostener la continuidad con un orden de pertenencia y a conservar el «contacto» con el mundo. En el caso
de las personas mayores de 75 años, se observa que la noción de actualización adquiere un giro de tipo
existencial en el que la principal inquietud es «no quedar guardados». Mientras que en la vejez temprana
el énfasis se pone en la actualización como una forma de mantenerse activo.

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Aprender como proceso de desarrollo personal:
Para otros encuestados aprender es una acción que emprenden estos sujetos como un acto integral que
une placer, tiempo, ocupación, desarrollo de intereses y mantenimiento de las capacidades intelectuales y
relacionales. Aprender es una experiencia que le permite a estos adultos mayores vivenciar cierta plenitud
y compensar con esa sensación de despliegue y desarrollo la percepción de enlentecimiento de ciertas
capacidades.
En ese proceso reconstructivo, estos sujetos reconocen el potencial educativo del intercambio social. El
encuentro con los pares y con el entorno personal próximo es el espacio escénico en el que se traduce y
se traslada el enriquecimiento y se propicia la descentración como situación precipitadora de nuevas
rupturas y desafíos respecto de lo ya conocido. El fantasma que aparece en sus discursos remite al
estancamiento, a la posibilidad de «quedarse».
Aprender como desafío de superación:
Otro grupo de mayores conciben el aprendizaje como un desafío, como una forma de poner a prueba las
capacidades y de fortalecer sus creencias de autoeficacia. Estos adultos mayores expresan una posición
personal que denota una percepción de riesgo y fragilización de sus capacidades (especialmente las
intelectuales) como resultante del proceso de envejecimiento. Aprender es una forma de afrontar los
fantasmas del viejismo y del deterioro cognitivo. El énfasis del proceso de aprendizaje está en la
ejercitación, la reafirmación y reconfirmación de que las capacidades intelectuales se conservan y, por lo
tanto, la vejez aún no ha hecho su obra.
Insisten en «repasar», «reforzar» y «sostener» lo adquirido.
Aprender cómo situación de afrontamiento:
Para otro grupo de adultos mayores encuestados, la acción de aprender se relaciona con el despliegue de
estrategias de afrontamiento que le permitan adaptarse a determinadas situaciones y condiciones que
contextualizan su proceso de envejecimiento. Aprender es el proceso por el cual estos mayores intentan
adquirir y apropiarse de recursos y capacidades que les permitan afrontar determinadas situaciones. Las
respuestas de este grupo de mayores muestra que poseen una percepción diferenciada y precisa de sus
necesidades, cambios y problemáticas, lo que contribuye a que puedan seleccionar estratégicamente las
actividades, recursos y capacidades que necesitan.
En el caso de los mayores de 75 años, se advierte que el afrontamiento se vincula más a la elaboración de
pérdidas y el aprendizaje es resignificado como una herramienta que ayuda a «llenar los vacíos que se
producen en los cambios».
Aprender como proceso de autocomprension:
En estos sujetos se advierte que el aprendizaje se vincula a la exploración de nuevas experiencias y a la
experimentación personal en nuevas situaciones. Aprender es la acción de exploración de potencialidades
y capacidades aún no conocidas o ejercitadas, y como un proceso de autodescubrimiento que propicia una
renovación, «un renacer intelectual y espiritual». Aprender es descubrir/se y trazarse nuevas metas que
sostengan el proyecto vital. El aprendizaje es investido de cualidades transformadoras y motivadoras en
tanto sostiene el trabajo del yo para proyectarse en el tiempo y conservar la esperanza.
Durante el proceso de envejecimiento, el trabajo psicosocial que enfrentan las personas mayores pone en
conflicto los logros y adquisiciones básicas asimiladas y adquiridas en otros ciclos del curso vital. Este
conflicto psicosocial es el que impulsa a los mayores a reactualizar sus esquemas de percepción para
promover procesos progresivos de maduración que permitan incorporar, asimilar y significar los cambios
que se producen en sus capacidades físicas, psíquicas y sociales. Los dispositivos de educación no formal
aparecen como continentes legitimados socialmente para satisfacer esas necesidades y, a la vez, brindar
herramientas y recursos para afrontar los cambios.
El trabajo de resignificación identitaria que deben afrontar los AM se produce en el interior de dispositivos
socioculturales que disponen al yo particular y subjetivo a la realización de un trabajo psicosocial que
complejiza y apuntala sus núcleos estables y renueva sus soportes móviles, en los que se reconoce como
idéntico a sí mismo a través de sus cambios.
A continuación, se exponen las cualidades básicas del trabajo psicosocial vinculado a los procesos de
resignificación de la identidad personal y social como adultos mayores:
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Vigencia vs obsolescencia: competencia.
Estas cualidades básicas aparecen predominantemente en el aprendizaje que adquiere la significación de
actualización. La vigencia es la cualidad básica promovida por la cultura, que mueve al AM a realizar una
revisión tendiente a evaluar si los logros psicosociales adquiridos se encuentran actualizados y son
funcionales en relación con las demandas actuales. No basta con creerse capaz para hacer, sino que
también hay que demostrar que se es capaz de sostenerse aggiornado en el despliegue de la dinámica de
la vida social.
La obsolescencia deja al adulto mayor fuera de la novedad y hace que su competencia sea insuficiente
para acoplarse de modo transformador o tan solo funcional a la dinámica social que se presenta como
cambiante.
La resolución de las tensiones que se dan entre las cualidades básicas de la vigencia y la obsolescencia
se traduce en el logro psicosocial de la competencia, entendida como la capacidad para hacer que conecta
al adulto mayor con una posición subjetiva de «ser capaz de y para» continuar enfrentando, afrontando y
resolviendo adecuadamente las situaciones que se presentan en el trabajo de vivir.
Autodeterminación vs dependencia: voluntad.
La autodeterminación es la cualidad básica que se liga con la fuerza confiada de poder ejercer la voluntad
para decidir acerca de la propia vida y sus circunstancias. En la autodeterminación se encuentra el germen
de la potencia que apuntala la necesidad del AM de sostenerse por sus propios medios y mediante las
propias convicciones. La cualidad básica de la autodeterminación conlleva implícita la apropiación de sí
para sí y la posibilidad de hacer por sí lo que se necesita y desea para sí.
La contrapartida de la autodeterminación encuentra su complemento en la cualidad básica de la
dependencia que suscita en el AM la desconfianza en las propias posibilidades para orientar su vida
conforme a las prescripciones de sus necesidades, intereses y deseos.
Despliegue vs repliegue: finalidad.
Estas cualidades básicas se encuentran concentradas predominantemente en el aprendizaje concebido
como desafío de superación. El despliegue es una cualidad básica que se asocia al reconocimiento por
parte del AM de las posibilidades de declinación y deterioro que pueden sobrevenir con el trascurso del
tiempo. Mediante el despliegue, el mayor emprende la iniciativa por conservar, explorar y expandir los
límites potenciales de sus recursos. La cualidad básica del despliegue adquiere un carácter de incentivo
que moviliza al AM hacia la acción consciente y voluntaria de renovar los motivos e intereses en el trabajo
de seguir obteniendo logros e ideales de superación que apuntalan el sentimiento de autocontrol que
orienta la finalidad del desarrollo personal. La cualidad básica del despliegue permite al adulto mayor
animar el movimiento de su vitalidad.
El repliegue amenaza con detener el despliegue potencial del desarrollo y estancar las intenciones y
finalidades de evolucionar progresivamente hacia procesos de mayor integración. Esto genera en la
persona mayor el apaciguamiento de la iniciativa que orienta la finalidad de sus intenciones hacia el
trabajo de superación, obstruyendo la circulación de la energía vital generativa.
Apuntalamiento vs claudicación: fidelidad.
Se encuentran predominante en el aprendizaje entendido como situación de afrontamiento. La cualidad
básica de apuntalamiento sobreviene al reconocimiento del AM de que en el atravesamiento del acontecer
temporal hay algo de cambio que se impone y desubica de las certezas y seguridades elaboradas en los
aprendizajes psicosociales previos. La cualidad básica de apuntalamiento le permite al AM buscar,
explorar y decidir hacer algo para sostener no solo las capacidades sino el sentimiento de integridad de
quién es él a través del tiempo. El apuntalamiento adquiere connotaciones extrínsecas que surgen del
reconocimiento por parte de la persona mayor de que es necesario anticiparse a las imposibilidades que
sobrevienen con el paso del tiempo. Se hace necesario reaprender a pensarse a través de los cambios
respecto a la identidad social de AM, que reubica en roles y posiciones diferentes a las conocidas.
Tiene como su contrario a la claudicación, que apaga el deseo vivaz de ser fiel para sostener la intención
de seguir siendo y seduce al mayor a quedar anclado en aquello perdido. Esto genera en la persona mayor
una angustia existencial que añora lo perdido y que lo extravía del tiempo presente en la búsqueda de lo
irrecuperable, sin la iniciativa de rescatarse de aquello que se ha sido; en que todo tiempo pasado fue
mejor.

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Continuidad vs estancamiento: sabiduría.
Estas cualidades básicas están presentes predominantemente en el aprendizaje significado como proceso
de autocomprensión. La continuidad es una cualidad básica que adquiere connotaciones introspectivas
mediante la cual el AM se otorga la oportunidad para generar y gestionar procesos de autocomprensión de
las inscripciones que ha dejado sobre su existencia el acontecer temporal. La continuidad genera en el
mayor una actitud de apertura para observarse y objetivarse a través de los cambios; lo que le permite
realizar acciones de reconocimiento, reorientación y restitución de las condiciones parciales propias de la
necesidad de autorrealización.
El estancamiento promueve en el adulto mayor experiencias de autoaislamiento, que no representan
modos de contacto creativos consigo mismo; sino por el contrario, constituyen expresiones de desánimo y
desdén de la confianza ilusionante de lo que se avecina en lo porvenir.
La sabiduría es el logro psicosocial que se extrae de las tensiones entre las cualidades básicas de la
continuidad y el estancamiento, y consiste en una posición subjetiva que integra y articula
versiones/visiones de sí mismo que son paradójicas.
Familia y vejez: la abuelidad – Iacub:
El concepto de abuelidad debemos emplazarlo en el núcleo de las familias propias de Occidente.
Hay tres modalidades de familias:
En la postfigurativa aparece una concentración de saber-poder en los mayores y un sometimiento de los
jóvenes hacia estos. Son culturas en las que los cambios son lentos.
Las preguntas fundamentales son contestadas por un orden de ideas que las precede.
En el tipo configurativa la familia está marcada por un quiebre real o simbólico de las formas culturales
anteriores. Aparecen nuevas tendencias culturales que fragmentan las generaciones.
En el tipo prefigurativa existe una propuesta mesiánica, ya que el saber aparece ubicado en el que
vendrá. Siendo los jóvenes los más favorecidos.
El avance de la tecnología genera una difícil adaptación de las personas mayores, las cuales caducan
rápidamente en sus roles de saber y son reemplazadas por individuos jóvenes.
La familia se caracteriza por una suma de relaciones singulares que engendran obligaciones absolutas con
pocas personas, no anónimas, ligadas a través de una historia y que nos reconectan con un pasado que a
su vez nos determina. Es sólo la estructura familiar quien sostiene y transmite un núcleo social singular.
La familia es el núcleo conformador de la subjetividad.
Bleger plantea que la función institucional de la familia es la de ser el reservorio de control y seguridad
para la satisfacción de la parte más inmadura y narcisista, pero a su vez permitiendo que funcionen las
partes más adaptadas en el extragrupo.
Habrá dos elementos frente a los cuales el grupo familiar deberá protegerse: la separación y la fusión. Por
esto establece dos modalidades defensivas: la familia aglutinada y la esquizo-paranoide.
El lugar que para un niño tengan sus abuelos devendrá del rol que le otorgue la madre o el padre.
Existen tres elementos inquietantes en torno a la abuelidad. El primero tiene que ver con el cambio de
estatus interno en la familia, en el cual se puede observar la pérdida de ciertos roles ligados al ser padre o
madre. En segundo lugar, notamos la modificación en las relaciones afectivas que se producen en tanto
los hijos devienen padres. Por último, la asociación que se realiza entre el ser abuelo y ser un adulto
mayor.
Tal vez la abuelidad sirva de función reparadora para contrabalancear algunos de los golpes que sufre la
propia autoestima durante el envejecimiento.
Cada momento histórico y cada grupo social va determinando modos de contactos, de interacciones,
regulaciones del afecto e incluso posibilidades educativas.
Se pueden diferencias cinco estilos de abuelidad:
Abuelos formales: manifiestan un interés constante por los nietos, pero estableciendo un ligadura
convencional que no interfiere con el rol parental.
Abuelos alejados: muestran poco interés por sus nietos y no tienen con ellos más que contactos
episódicos.
Abuelos reservorios del saber familiar: son los encargados de transmitir los valores y de ofrecer
modelos de comportamiento a los nietos.

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Abuelos lúdicos: es una relación percibida como una fuente de placer y de satisfacción.
Abuelos padres sustitutos: reemplazan a los padres, en general es ocupado por las abuelas.
Autoestima e identidad – Hornstein:
La autoestima es una experiencia afectiva y cognitiva, y desempeña la función de termostato emocional,
pues modula el impacto de las emociones negativas, evitando que se extiendan al resto de la vida.
Se nutre de factores externos.
La autoestima necesita estrategias de sostenimiento, desarrollo y protección. Algunas personas realizan
enormes esfuerzos para proteger la autoestima.
Un individuo apático es un individuo no motivado por la sociedad ni por él mismo.
Los talleres de creatividad son buenos para descubrir lo que se quiere hacer para uno mismo.
El amor propio, la imagen y la confianza en sí mismo son indispensables para la autoestima.
Amor a sí mismo supone quererse aceptando defectos, límites y fracasos. No depende exclusivamente de
los logros y vínculos actuales. Su presencia consigue resistir a la adversidad y sobrellevar decepciones.
Ese amor a uno mismo depende de cómo fuimos y somos amados y valorados.
La autoconfianza se alimenta del sentirse capaz de actuar satisfactoriamente en situaciones en situaciones
diversas.
La confianza procede de antiguos vínculos. Los vínculos y logros valorizados son indispensables para la
autoestima.
La confianza escasa nos hace sentir vulnerables para proteger nuestra autoestima.
La identidad consiste en una combinación de opiniones y experiencias. Es una mirada condicionada por
múltiples juicios y la mirada de los otros. Si la identidad y la autoestima no tomaran en cuenta a los otros,
se acercarían al autismo.
Es una suma más o menos integrada de identificaciones.
La autoestima se manifiesta a través de las emociones, de los pensamientos y la acción: influye en
nuestras relaciones sociales y proyectos. Nadie carece de ideas acerca de sí mismo y de su valor. Y estas
ideas influyen en nuestras acciones y sentimientos.
La autoestima facilita la acción: la acción alienta, modela y construye la autoestima.
La autoestima es un juicio. Nos juzgamos a partir de lo que creemos que es el juicio de los demás, con
razón o sin ella.
No existe una buena autoestima sin los otros, pero tampoco contra los otros o a costa de los otros.
La autoestima ocupa un lugar esencial en el bienestar subjetivo en sus variados componentes: mantener
relaciones afectivas insatisfactorias, lograr cierta autonomía y cumplir ciertas metas.
Las personas se evalúan a sí mismas según su habilidad en la ejecución de tareas, su concordancia con
los patrones éticos y estéticos, la forma en que otros la aman o aceptan y el grado de poder que ejercen.
Tener autoafirmación es respetar nuestros anhelos y deseos, y expresarlos adecuadamente defendiendo
nuestras convicciones, valores y sentimientos, lo que requiere identificar nuestros objetivos y llevar a cabo
las acciones que nos permitan alcanzarlos.
Existen seis pilares de la autoestima:
1) La práctica de vivir conscientemente: los que no evitan pensar y no niegan ciertos hechos
desagradables, reflexionando acerca de las elecciones y decisiones.
2) La práctica de aceptarse a uno mismo: implica asumir como propio lo que pensamos, lo que sentimos,
lo que hemos hecho y quienes somos.
3) La práctica de la responsabilidad: necesitamos responsabilizarnos de nuestras acciones y sus efectos.
4) La práctica de la autoafirmación: afirmarse es respetar nuestros deseos, valores y convicciones.
Enfrentar los desafíos de la vida y no eludirlos.
5) La práctica de vivir con un proyecto: los proyectos impulsan hacia un futuro deseable.
6) La práctica de la integridad: es ser congruente con los valores profesados. Si mis acciones entran en
conflicto con mis valores, mi autoestima se lesiona.
Hemos pasado de una civilización del deber a una cultura de la felicidad y los placeres.
El deber ser feliz lleva a evaluarlo todo desde el punto de vista del placer.
La felicidad es una utopía. El hombre sufre por no querer sufrir.
La tristeza es un ingrediente de la vida.
Lo más frecuente es que se agregue a la tristeza una sensación de soledad y aislamiento.

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El amor permite existir y ser, permite no diluirse. Construye un refugio.
El infantilismo y la victimización son dos modos de la irresponsabilidad.
El infantilismo combina una exigencia de seguridad con una avidez sin límites, y a la vez evita cualquier
obligación.
La autovictimización es la tendencia a concebirse según el modelo de los damnificados. Convertirse en
inimputable.
Aunque el hombre haya dejado de ser su propio soberano, sigue siendo responsable de sí mismo y no
puede rectificar sus errores descargándolos sobre una historia desfavorable. Cuanto más consciente se
vuelve el individuo más intenta revivir el niño que fue.
Existe un buen uso de lo infantil. Puede reconciliar lo intelectual y lo sensible y recupera el asombro.
Tal vez una vida más plena sea eso: una vida en estado de renacimiento. Basta con recuperar la
espontaneidad y el encanto de la infancia.
Ser adulto es renunciar a las pretensiones desorbitadas, aceptando los obstáculos, condición misma de la
libertad.
La identidad requiere que el ser pueda acontecer. La impostura consiste en considerar la identidad como
algo hecho, cuando todavía está por hacer.
La alteración es poder convertirse en otro sin dejar de ser uno mismo. Es la forma viva de la identidad.
Mientras que la alteridad supone una relación entre dos seres.
El carácter designa el conjunto de disposiciones permanentes o habituales de una persona, su manera de
sentir, de experimentar, de actuar y de reaccionar; su forma de ser.
Si el carácter de una persona es demasiado estable, hablamos de patología del carácter.
Existen vínculos estrechos entre los problemas de autoestima y la mayoría de los trastornos psíquicos.
La soledad y el aislamiento social son factores de riesgo en materia de depresión, dependencia de drogas
y alcohol.
La difícil tarea de morir – Schwarz:
Todo viejo se enfrenta con la tarea de morir y es en relación a esta tarea que se nos abren múltiples
interrogantes respecto al cómo, cuando, donde y para que de nuestra intervención terapéutica.
Las estrategias psicológicas conscientes e inconscientes frente a la muerte son múltiples.
Hay viejos que hablan de su muerte próxima, que la anuncian, que se preparan y hay quienes la niegan
sistemáticamente. Están los que se mueren sorpresivamente y los que se van muriendo lentamente. Hay
quienes luchan y quienes se entregan. Quienes deciden morirse y otros se mueren a pesar de ellos.
El modo de morir adquiere un carácter personal. Mucho tiene que ver con los modos de haber vivido. Pero
la muerte individual es también un hecho social. Acontece en determinado contexto sociocultural.
Si comparamos al hombre de las sociedades arcaicas con el de nuestra sociedad industrial observamos lo
siguiente:
El primero se caracteriza por su espíritu comunitario y una concepción circular del tiempo que le confiere
un sentimiento de continuidad y de comunicación entre el mundo de los vivos y de los muertos. Los viejos
son valorados socialmente, ya que su proximidad a la muerte los transforma en intermediarios
privilegiados entre los vivos y los muertos. Su concepción le permite aceptar la muerte integrada al ciclo
vital. Se siente protegido y acompañado.
El hombre moderno hace una exaltación del individualismo, debilitando su sentido comunitario. Reemplaza
el tiempo circular por la concepción lineal del progreso, en la cual la ciencia y la técnica desplazan al mito y
al pensamiento religioso.
De esa manera el hombre actual enfrenta la muerte como un destino individual, cargado de contenidos de
soledad, vacío y pérdida.
Así es como la muerte aceptada dio lugar a la muerte temida y por ende a la muerte negada. Una
sociedad con una actitud tan negadora frente a la muerte no puede más que rechazar y aislar al viejo a
quien asocia con la muerte y sus fantasmas, de los cuales pretende defenderse.
El contacto con la muerte que caracteriza a los niños y jóvenes de hoy es la muerte violenta, que se
consume como espectador detrás de una pantalla.
La muerte natural no está incorporada a la vida cotidiana.
Vida y muerte quedan enfrentadas, como fuerzas opuestas.
El viejo se enfrenta tarde o temprano a la inexorabilidad de la muerte.

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Existen distintas calidades en el proceso de morir, pero como vive un viejo su muerte es algo que en
realidad sólo podemos inferir, y nuestra impresión está muy impregnada por la proyección de nuestros
propios deseos y temores.
La relación que guardamos en nuestro mundo interno con nuestros muertos más significativos, es decir,
como y con quienes nos encontraremos del otro lado, si nos recibirán con sentimientos amorosos u
hostiles, son fantasías que parecen influir en nuestro tránsito a la muerte.
La cuestión del adonde iremos a parar influye en el proceso de morir.
El modo práctico de encarar la muerte puede transformarse en un último acto de amor y cuidado o por el
contrario en un acto de hostilidad y venganza hacia los deudos. Esto determinará en gran medida el lugar
que ocupará el muerto en la memoria de los vivos.
Los sueños cumplen una función importante en nuestro modo de elaborar el morir y la muerte. A través de
ellos escenificamos nuestras fantasías anticipatorias de lo desconocido, dándole contenidos familiares a lo
que podríamos llamar la escena temida por excelencia.
La aceptación de la muerte no significa la ausencia del miedo.
Cuanto más acompañada se siente la persona en su tránsito a la muerte, mejor podrá afrontar el
inevitables miedo. Los familiares y amigos son irremplazables en ese sentido.
Ficha de cátedra “memoria” – Soler:
Las redes neuronales se distribuyen en el cerebro de tal modo que el hemisferio izquierdo se especializa
en lenguaje y pensamiento lógico y el derecho en percepción visual, procesamiento espacial, arte,
creatividad y procesamiento de la información.
Neuroplasticidad: capacidad del sistema nervioso para modificarse o adaptarse a los cambios. Es un
mecanismo que permite que las neuronas se reorganicen en respuesta a las distintas situaciones.
Memoria: es el proceso de codificar, almacenar y recuperar información. Existen distintos sistemas según
el material involucrado, el marco temporal sobre el que opera y las estructuras neuronales que la soportan.
Podemos hablar de memoria explícita o declarativa e implícita o procedural. A su vez, la memoria explícita
o declarativa puede dividirse en episódica y semántica. La episódica se refiere a experiencias personales
ocurridas en tiempo y lugar específico-personal. La semántica se refiere a hechos y conceptos, palabras y
significados: conocimiento del mundo.
Tenemos la memoria de trabajo o working memory, la memoria de largo plazo y la memoria prospectiva.
En la memoria de trabajo se encuentra la información presentada hace unos segundos. Se trata del
recuerdo inmediato de cantidades limitadas de información disponible para la manipulación mental
inmediata. La memoria a largo plazo almacena información hasta que se la necesite e incluye la memoria
diferida, presentada hace unos minutos, la memoria reciente para los eventos que pasaron o información
presentada hace unos días, y la memoria remota para los eventos que pasaron hace unos años. La
memoria prospectiva se encarga de aquello que planeamos hacer en el futuro.
Lo nuevo que se debe aprender requiere de la memoria para que el conocimiento persista, se conserve y
pueda recuperarse cuando sea necesario. Aunque no es correcto hablar de memoria en singular ya que
ésta es una COLECCIÓN DE HABILIDADES MENTALES QUE USAN DISTINTOS SISTEMAS
NEUROANATOMICOS CEREBRALES.
MEMORIA EMOCIONAL: es la capacidad de adquirir, almacenar y recuperar información relacionada con
la emoción. Dependería de la amígdala mientras que la memoria general depende del hipocampo.
MEMORIA AUTOBIOGRAFICA: colección de los recuerdos de nuestra historia, sin esta memoria
perderíamos gran parte de lo que somos. Recordar implica la creatividad y la imaginación ya que las
memorias se reconstruyen cuando las evocamos.
FUNCIONES INSTRUMENTALES: son los instrumentos de nuestra inteligencia. Divididas en LENGUAJE,
PRAXIAS Y GNOSIAS.
La adquisición de estas funciones instrumentales depende de la maduración del sistema nervioso y
cualquier trastorno en su funcionamiento provoca los síntomas conocidos como afasia. apraxia y agnosia.
ENFERMEDAD DEGENERATIVA: es un cuadro crónico en el que la función o la estructura de tejidos u
órganos afectados empeora a medida que avanza la enfermedad en el tiempo.
ALZHEIMER: la función que cumple el cuidador es fundamental ya que el sujeto que padece demencia
lentamente pierde su capacidad de autovalía.
Son ocho los dominios cognitivos que con más frecuencia se dañan en el Alzheimer: memoria, lenguaje
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percepción, atención, habilidades constructivas y de orientación, resolución de problemas, capacidades
funcionales.
La memoria es la función que permite el reconocimiento de sí mismo y de los otros a través del tiempo, lo
que nos hace seres históricos.
Los olvidos "benignos" normales en el anciano se relacionan con dificultad para recordar solamente
determinados datos: y es una dificultad temporaria y reversible, los olvidos son parciales ya que no afectan
períodos completos de la vida, no hay pérdida progresiva de memoria, no se pierde la capacidad para
razonar, el juicio, los sentimientos hacia la familia, no interfieren con las AVD.
Pero esta situación puede agravarse por presencia de déficit sensoriales ingesta de medicamentos,
enfermedades asociadas, toxicomanías, etc. Resulta importante la observación, el acompañamiento y la
atención.
Institucionalización en adultos mayores – Soler:>
Institucionalizar es dar a una cosa carácter de institución e Internar equivale a encerrar, así como
Internamiento es sinónimo de reclusión en un hospital.
Pensar en la institucionalización es considerar que la persona es la institución (implica carácter
permanente) y que es cosificada cuando esta situación ocurre.
Hablamos de Institucionalización para referirnos a la incorporación de una persona a una institución, lo que
supone haberla apartado de su medio familiar-social-laboral, etc., para insertarla en un ambiente que no le
es propio. Ambiente integrado por otras personas en igual condición de salud, enfermedad, edad, situación
socioeconómica y familiar, entre otras. Todo esto con un fin específico.
La internación puede entenderse como temporaria pero la institucionalización pasa a tener carácter
permanente y es precisamente éste el rasgo que provoca las múltiples alteraciones observadas en las
personas que la sufren.
Uno de los problemas que la gerontología debe afrontar actualmente es determinar hasta qué momento el
sujeto debe permanecer junto a sus familiares, sus objetos queridos, sus recuerdos, sin que esto resulte
perjudicial para él mismo o para los otros. Se habla de "polipatología" para señalar la sumatoria de cuadros
que el anciano presenta y que hay que considerar en el momento de tomar una decisión respecto del
futuro del. anciano y su familia.
Hay otros casos en los que no se presenta un cuadro patológico, sino que intervienen otros factores en el
momento de decidir el futuro del anciano y su familia. Podemos pensar en lo que sucede con el ingreso de
una persona a una institución por cuestiones de edad. También es cierto que hay personas que
"voluntariamente" deciden su internación.
Aquí la institución viene a llenar el espacio que la familia deja respecto de los cuidados, compañía,
atención especializada, contención, respuesta a las demandas del anciano, entre otras.
Las instituciones geriátricas cubren una necesidad social, se presentan como una opción a considerar para
aquellas familias que tienen dificultades para manejarse con su familiar anciano, o en aquellos casos en
que la persona anciana no cuenta con familiares que puedan ocuparse de ella. Esto ocasiona
innumerables dificultades.
La institucionalización es un recurso extremo pero a menudo es usado en primera instancia frente a la
situación de "vejez" de un miembro de la familia.
Cada familia enfrenta la vejez de uno de sus miembros de manera diferente.
Es por esto también que resulta de gran importancia la capacitación adecuada del personal que trabaja en
las Instituciones para que pueda brindar los cuidados integrales que el anciano necesita y atender las
demandas de los familiares y la institución misma, cuidando (al mismo tiempo) su salud y bienestar.
Sin dudas, las llamadas “residencias para la tercera edad", "hogares geriátricos", etc. responden a una
necesidad de la población: aquella que tiene que ver con el tener que hacerse cargo de un familiar anciano
que no puede vivir de forma independiente y la imposibilidad de brindarle de otro modo, la atención que
necesita. Aquí la internación se vuelve una solución al problema de la familia, pero para el anciano
comienza a convertirse en un problema cuando se transforma en institucionalización.
Toda institución es un sistema que sufre cambios permanentes al igual que lo son cada una de las partes
que lo integran. Asimismo, la persona que ingresa a ella posee características propias y pertenece a otros
sistemas que, a partir de ese momento, comenzarán a interactuar con el sistema institución.
Una vez ingresado el anciano a la institución, la familia entra en relación con la misma ya que aún aquellas
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que abandonan allí a su familiar, establecen con la misma un tipo de relación particular.
El respeto por el paciente y la adecuada formación del personal que tomará a su cargo su cuidado son los
pilares fundamentales sobre los cuales se puede trabajar en pos de la salud, entendiendo como tal el
proceso de búsqueda permanente del equilibrio que proporciona bienestar integral a las personas.
¿De qué hablamos cuando hablamos de Demencia?:
Las quejas sobre el funcionamiento de la memoria son muy frecuentes entre la población de adultos
mayores.
Los olvidos forman parte de la vida cotidiana en lo que llamamos “normalidad”. Sin embargo, hay que
diferenciar los olvidos “benignos” de aquellos que interfieren con las actividades de la vida diaria y vuelven
difícil que el adulto mayor siga viviendo de manera independiente.
Y además de todo esto, la incertidumbre frente a lo que se presenta como inevitable: la posibilidad de que
se trate de un síndrome demencial.
La consulta con el médico es el paso que se sigue habitualmente. Aquí resulta esencial que el profesional
pueda determinar si se trata de los llamados “olvidos benignos” o si se está en presencia de síntomas que
pueden hacer pensar en un cuadro demencial.
La conformación de un equipo interdisciplinario de salud resulta sumamente valioso y necesario para el
abordaje de cualquier patología.
También existen pruebas neuropsicológicas de aplicación sencilla y rápida que permiten tener una idea
más adecuada de la situación cognitiva del paciente. Para lo cual es indispensable la capacitación
continua y adecuada del personal de salud.
Tampoco puede descartarse la riqueza que aporta la comunicación con los familiares.
Frente a los trastornos de memoria aparece el fantasma de la Demencia sostenido por las
representaciones sociales: Viejo=enfermo, olvido=demencia, etc.
También hay que considerar, en cuanto a la definición del término SINDROME DEMENCIAL, la amplitud
de factores que involucra la dificultad para realizar un diagnóstico diferencial y por tanto la complejidad del
abordaje adecuado.
Las demencias han sido siempre relacionados exclusivamente con lo biológico, aunque sus síntomas
pertenecen mayormente al plano mental.
De esta forma, la consulta al médico y la medicación se presentan como la solución a todos los problemas
del paciente que consulta por estos trastornos. (biomedicalización del envejecimiento)
La Demencia es un síndrome caracterizado por una declinación de la función intelectual que interfiere en
las AVD. Comporta distintos síntomas, entre los cuales los olvidos se presentan tempranamente. Otros
síntomas que aparecen son: desorientación espacial y dificultad en relación con las tareas espaciales,
pobreza de introspección y juicio crítico, conciencia (o no) de pérdida de memoria y otras anomalías
cognitivas, violencia , comportamiento suicida, alteraciones de la marcha, comportamiento desinhibido,
falta de cuidado en el aspecto personal y la higiene, trastornos del lenguaje, del sueño y del apetito, ideas
delirantes persecutorias, alucinaciones visuales, alta susceptibilidad a factores estresantes biológicos y
psicosociales, entre otros.
La depresión, por ejemplo, incide sobre la merma de las capacidades cognitivas, por eso es necesario
abordar el análisis del cuadro que presenta el paciente antes de rotularlo con un diagnostico que, luego, es
difícil (si no imposible) quitarle.
Cuando hablamos de Demencias nos referimos a “…un deterioro global, progresivo e irreductible de las
funciones intelectuales…” como refiere Iacub, citando al DSM IV. Es global porque involucra todas las
funciones: memoria, pensamiento abstracto, juicio, funciones corticales superiores y produce cambios en
la personalidad. Es progresivo porque a partir de su comienzo insidioso progresa atravesando estadios
con mayor o menor rapidez hasta su desenlace. Es irreductible porque no se ha encontrado aún la forma
de frenar este progreso de la enfermedad ni de revertirlo, aunque es posible retrasar el avance del
deterioro y mejorar la calidad de vida del sujeto y su entorno.
Frente al deterioro cognitivo, el sujeto responde como una unidad en sus múltiples dimensiones. Esto es
importante porque permite comprender el error que se comete al considerar a la enfermedad como
exclusivamente biológica, al tiempo que nos permite apuntalar otras áreas con menor grado de deterioro y
trabajar con el paciente y su entorno para sobrellevar su enfermedad.
El diagnóstico precoz y diferencial es absolutamente necesario ante cualquier consulta porque es la

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herramienta que nos permite poner en funcionamiento el mecanismo de abordaje adecuado.
En el caso del síndrome demencial esto puede verse dificultado por la variedad de tipos que presenta.
Frente a la irrupción de la demencia hay un “extrañamiento del yo” de este sujeto. Sigue siendo él mismo,
pero es, a la vez, otro extraño.
Podríamos decir que los familiares-cuidadores duelan distintos aspectos del sujeto a medida que el cuadro
demencial avanza.
Actualmente se sabe que frente a un paciente con demencia son posibles algunas vías de tratamiento,
pero antes de que aparezcan los primeros síntomas son muchas las formas que tenemos de retrasar la
aparición de la enfermedad: es bien conocida la importancia que tiene la estimulación cognitiva y sus
beneficios sobre el funcionamiento neuronal.
Es habitual el uso de fármacos en el tratamiento de este cuadro, a lo que debe sumarse de manera
integrada el trabajo con el paciente y el trabajo con los familiares-cuidadores porque resulta imprescindible
resguardarlos del deterioro que también ellos experimentan y porque el bienestar del paciente depende, en
gran medida, de ellos.
Siempre debemos recordar que, frente a un paciente con demencia debemos seguir ciertos lineamientos:
1. Procurar el consenso, evitar la confrontación
2. No dar órdenes sino hacer pedidos claros y sencillos
3. No obligar al paciente, sino intentar convencerlo
4. No hacerlo sentir molesto, avergonzado o frustrado
5. No pedirle que recuerde, más bien que imagine
6. Hacer que se sienta lo más seguro posible
7. Motivarlo
También es mucho el trabajo que podemos hacer con los familiares-cuidadores.
1.Informarlos acerca del cuadro sin crear falsas expectativas y evitando acentuar una visión demasiado
negativa de la situación del paciente.
2.Estar disponibles (y hacérselos saber) en los momentos de crisis para acompañarlos y sostenerlos, lo
que genera tranquilidad en ellos que redunda en bienestar para el paciente.
3.Mostrar distintas actividades que faciliten el ejercicio de la creatividad y guiarlas a fin de que, tanto ellos
como el paciente, puedan disfrutar de un momento que los conecte con lo placentero.
4.Brindar asistencia psicológica toda vez que lo requieran y asesorar respecto de los cambios que se van
presentando en el sujeto-paciente y, necesariamente, en las relaciones.
Para la evaluación del paciente siempre debe contarse con un Equipo de Salud Interdisciplinario, sea que
se trabaje en forma privada o en una Institución. La interconsulta con otras profesiones garantiza una más
amplia visión de la situación y posibilita efectuar un diagnóstico más adecuado.
La Entrevista es fundamental en cualquier diagnóstico porque permite recabar información acerca del
paciente y de su entorno.
Pero, como en cualquier cuadro, el criterio a seguir es la observación y escucha atenta del problema que
se presenta y el abordaje interdisciplinario del caso tanto como el seguimiento de este.
En ocasiones, un paciente puede traer un diagnóstico inicial parcial o erróneo y de este modo requerir del
Equipo de Salud la revisión de los hallazgos obtenidos en el examen del caso y la corrección del curso del
tratamiento en beneficio del paciente y su entorno.
Psicoanálisis de la vejez – Aducci:
La imagen idealizada que se propone de los viejos es la del sabio. O por su virtud, o por su abyección se
sitúan fuera de la humanidad.
La vejez es un concepto socio-cultural.
Podríamos definir la senescencia como el período de la vida en que el menoscabo de las funciones
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mentales y físicas se hace cada vez más manifiesto, en comparación con los períodos anteriores de la
vida.
La OMS eligió la edad de 65 años como marca del comienzo de la vejez.
Podríamos definir el envejecimiento como una evolución que conduce al organismo desde su nacimiento a
su muerte, pasando por la infancia, la adolescencia, la adultez y llegando finalmente a la senescencia.
A medida que transcurre el tiempo y el individuo envejece, se observa una disminución de la actividad
metabólica global.
En el curso del envejecimiento en particular se produce un aumento de la rigidez de la organización
molecular y una disminución del poder de hinchazón del colágeno, aumentado notablemente la resistencia
al estiramiento.
La disminución de la masa metabólica activa, la lentitud de las respuestas a los estímulos exteriores, la
desorganización progresiva de los sistemas de control, acaban por concluir en una disminución progresiva
de la eficacia en el funcionamiento de los diferentes órganos y de las diferentes funciones del organismo
en respuesta a las agresiones exteriores.
Podemos definir los factores del envejecimiento clasificándolos así:
Intrínsecos genéticos, que determinan el termino de vida de toda una población con variaciones
individuales, a veces considerables.
Extrínsecos, entre los que podemos señalar los ecológicos por un lado y los patológicos por otro.
Uno de los objetivos de la gerontología y la geriatría es la determinación de factores de envejecimiento,
para poder actuar sobre ellos y evitar los riesgos de sobre mortalidad que imponen al género humano,
tratándolos profilácticamente.
Mayores conocimientos sobre estos mecanismos, la aplicación de mejores procedimientos en el campo de
lo biológico, lo epidemiológico, lo sociocultural, lo médico y lo psicológico, aumentaran las posibilidades de
prolongar la vida activa del hombre.
El cerebro que envejece muestra un grado variable de atrofia.
Se ha confirmado el hecho según el cual muchos individuos “normales” de edad avanzada presentan
alteraciones que no pueden distinguirse cualitativamente de las observadas en individuos con demencia
grave.
Existen etapas en el desarrollo psicofísico del hombre que se distinguen por características propias.
Freud se muestra contrario a la aplicación del tratamiento psicoanalítico en personas de más de 50 años
de edad.
El tiempo requerido para la curación se torna demasiado largo y la capacidad de deshacer procesos
psíquicos empieza a desfallecer.
Suelen carecer de la plasticidad de los procesos anímicos de la que depende la terapia.
Pero es más importante determinar la edad de la neurosis más que la edad del paciente.
La importancia de una mayor expectativa de vida radica en que las formas de enfermedad mental debidas
a alteraciones degenerativas del cerebro y de su sistema vascular abundan cada vez más a partir de la
edad de 60 años, y no alcanzan su incidencia máxima sino en la octava y la novena décadas de vida.
La hospitalización no se prevé sino en último externo, cuando los esfuerzos de la comunidad no bastan ya
para que el anciano lleve una vida aceptable.
Muchos trastornos atribuibles a la senectud son simplemente estados que con frecuencia se observan en
épocas anteriores de la vida.
Se piensa que la creatividad declina con el envejecimiento cronológico y no siempre es así.
En todo proceso creativo debe tenerse en cuenta no sólo la cantidad de lo creado, sino el aspecto
cualitativo de lo creado.
Longevidad y creatividad, más calidad, parecen estar asociadas.
La creatividad aparece en el anciano como una forma de prolongar su propia existencia.
Es un deseo de afirmar su propia identidad, en forma imperecedera a través de la actitud creadora.
La actitud creativa le permitiría revisar su experiencia de vida y visualizar una nueva perspectiva de la
misma.
Si disminuye la capacidad creativa el envejecimiento cronológico es acompañado por: perturbaciones de la
personalidad, condiciones socioeconómicas o culturales adversas, enfermedades, etc.
En los casos en que esta capacidad creativa se encuentra paralizada es donde se indica el psicoanálisis,

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ya que brinda al individuo la oportunidad de restablecer todas sus relaciones objetales abandonadas.
La reminiscencia puede dar nostalgia, pesar, dolor, culpa, desesperanza o resolverse en reorganización
constructiva, creatividad, sabiduría, deseos de vivir en el presente.
En la segunda mitad de la vida y en la vejez se han acumulado capacidades y funciones potenciales que
estimuladas son la fuente de la capacidad creativa.
Conocimientos acumulados, juicio, erudición, prudencia, autonomía, honestidad, madurez y autoridad
permiten expresarse con mayor facilidad en una experiencia creativa.
El envejecimiento no siempre es declinación, puede en algunos casos ser consumación. El mantenimiento
de la capacidad de crear es el nexo que tiende un puente entre la tercera edad y la madurez.
No sólo debe tenerse en cuenta la cantidad de lo creado; vale el aspecto cualitativo del mismo, su
sabiduría y erudición. Longevidad y creatividad, y calidad y erudición parecen estar asociados.
El anciano afirma su propia identidad en una actitud imperecedera.
Todo paciente de edad avanzada, capaz de dialogar y narrar libremente, es pasible de ser psicoanalizado.
Toda perturbación psíquica psiconeurótica que tenga como fundamento un conflicto infantil, reprimido
sexual y cuyo paciente se avenga a respetar las normas de la asociación libre y las más elementales del
encuadre psicoanalítico, horarios, honorarios, vacaciones, etc., obtiene beneficios incuestionables, que
son observados primariamente como desaparición de los síntomas y aplacamiento de la angustia.
En la medida que el proceso psicoanalítico progresa y se establece la transferencia y la neurosis de
transferencia, único camino licito de la cura, los avatares del tratamiento no se diferencian de los
tratamientos clásicos de pacientes adultos con sus regresiones y progresiones.
El termino depresión expresa un síntoma complejo, pleno de significados.
Representa un humor triste, junto al se agrupan, a veces, la inhibición y el dolor moral.
Se pueden asociar malestares somáticos variados, generalmente vinculados a desequilibrios
neurovegetativos.
Las vivencias depresivas pueden manifestarse a través de una expresión de dolor moral, o sentimientos
de autoacusación o culpabilidad.
Existen:
Depresiones endógenas o crisis melancólicas: atribuidas a trastornos biológicos de las aminas
biógenas, que responden positivamente al tratamiento con psicofármacos, antidepresivos y ansiolíticos.
Depresiones psiconeuróticas o crisis depresivas: responden al tratamiento psicoanalítico.
Reacción depresiva: provocada por origen traumático, toxico, patológico, reacciones de adaptación a
situaciones de cambio.
Depresiones mixtas: presentan aspectos sintomáticos y formales de los tres tipos de depresiones y al
comenzar un tratamiento de una de ellas en uno presenescente o un senescente es necesario detectar si
se está frente a una personalidad previa depresiva.
En la vejez, el paciente puede tener antecedentes de cuadros depresivos, esto puede acompañarse de
angustia, inhibición, sentimientos de culpa y diversos síntomas. Puede ser un cuadro depresivo cíclico.
El paciente describe que, a raíz de una causa externa real, se ha precipitado la crisis depresiva.
Puede ser un cuadro depresivo que aparezca por primera vez.
El cuadro depresivo calificado como reacción de adaptación a la vejez, suele presentarse con un
sentimiento de rechazo asociado al retiro forzoso y al retraimiento social.
Las depresiones en la senescencia están apoyadas en las identificaciones más primarias, vinculadas al
narcicismo primitivo, y a la simbiosis, a lo que se llama parte psicótica de la personalidad y cuya defensa
frente a la ruptura de esta simbiosis se pude presentar como hipocondría, fobias intensas o enfermedades
psicosomáticas.
Duelo es la reacción frente a la perdida de una persona amada o de una abstracción que haga las veces.
La melancolía se singulariza por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el
mundo exterior, la perdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda la productividad y una rebaja en
el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una
expectativa de castigo.
Toda depresión comienza con la herida narcisista correspondiente al sentimiento de pérdida de la
creatividad, la iniciativa, las tentativas de producir recuerdos subjetivos que sustenten las fantasías de

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omnipotencia recuperada; como esto entra en círculo vicioso en la dinámica mental del individuo
incrementando la injuria narcisista, la depresión no se aliviara naturalmente con psicofármacos, sino con la
ayuda psicoterapéutica.
En el viejo la depresión puede ocurrir ante la imposibilidad material de ejecutar sus conductas maniacas.
No es frecuente la presentación de pacientes de edad avanzada con cuadros maniacos. Esta etapa del
desarrollo es poco propicia para prestar un marco de referencia adecuado a la exteriorización de los
rasgos de carácter y actividad de tipo maniaco.
Los principales motivos de consulta del paciente añoso son característicos y los constituyen generalmente
la depresión, la angustia grave, la elaboración de severos duelos por las más diversas perdidas, los
problemas de convivencia, los temores creados por el enfrentamiento con esta etapa de la vida, sus
estructuras socioculturales, etc., temor a contraer enfermedades, temor a la invalidez y la soledad; pero no
hay duda que el conflicto neurótico es el punto de partida que debe ser puesto de manifiesto, que la
neurosis de transferencia ha de instalarse irremediablemente y que debe ser tratada en consecuencia.
Uno de los principales aspectos de la psicología del sujeto de edad avanzada es su preocupación por el
pasado. Es común que buena parte de su dialogo esté compuesto por reminiscencias. Ella es usada como
un mecanismo compensatorio frente a los cambios de esta etapa.
La senescencia es una etapa evolutiva de la vida, que, liberada de prejuicios socioculturales, no tiene por
qué ser enfermedad o decadencia, sino que puede ser consumación.
La característica de la sexualidad de la senescencia es la persistencia de la tensión libidinal y la
disminución de la capacidad orgásmica y de erección.

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