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Dietrich Bonhoeffer
Colección
El Pozo de Siquem

Dietrich Bonhoeffer
Dietrich Bonhoeffer, teólogo, pastor y mártir, y uno de Ion
más s ig n ific a tiv o s te stig o s cristia n o s del siglo XX, non
invita constantemente en sus obras a descubrir la presencia
de D ios en el m u n d o y en la h is to ria . Su v a le ro so
resistencia contra Hitler, su prisión y ejecución ilustran do
m anera co n cre ta cuál es «el precio del seguim iento».
Un e s tre m e c e d o r relato de la aza ro sa tra ye cto ria
existencial del teólogo alemán, escrito por la experta mano
de R obert Coles, sirve de introducción a esta selección
de sus escritos y nos proporciona un espléndido acceso
al corazón m ism o del m ensaje de Bonhoeffer.

Escritos Esenciales
R o b e r t C o l e s es profesor de Ética social en la Universidad
de Harvard y autor de más de cincuenta libros, entre ellos
The S p iritual Life o f Children y estudios sobre Dorothy
Day, Sim one W eil y W alker Percy. Algunas de sus obras
han sido trad ucid as al castellano . Entre los num erosos
ga la rd o n e s que ha o b tenido, podem os cita r el Prem io
Pulitzer y la «Medal of Freedom»

Introducción^ edición
9788429313888
Diseño de cubierta:
Robert Coles
ISBN 84-293-1388-5
9 788429 313888
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Colección «EL POZO DE SIQUEM » Dietrich Bonhoeffer


121

Escritos esenciales
Introducción y edición de
Robert Coles

Editorial SAL TERRAE


Santander
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Indice

P r ó lo g o ......................................................... 7
F u e n t e s ......................................................... 11
Momentos en la vida de Dietrich Bonhoeffer . 14
Introducción: Cómo se hizo un discípulo . . 17

1. Jesucristo y la esencia del cristianismo . . . . 58


T ítulo del original inglés: 2. ¿Quién es y quién fue J e s u c r is to ? ........... 65
D ietrich Bonhoeffer W ritings Selected 3. El precio de la gracia: el seguimiento . . . . 72
with an Introduction hy Robert Coles
La gracia c a r a .............. : ................................... 72
© 1998 hy Orbis B o o k s,
M aryknoll, N ew York
El seguimiento y la c r u z ............................. 78
4. Vida en com unidad....................................... 87
Traducción de los textos originales
no pu b licad os previam ente en castellano:
La comunidad c ristia n a ............................... 91
Ramón Alfonso D iez Aragón La fraternidad c r is tia n a ............................. 94
© 2001 by Editorial Sal Terrae La g r a titu d ..................................................... 97
P o líg o n o de R aos, Parcela 14 1 La espiritualidad de la comunidad cristiana . 98
3 9 6 0 0 M aliaño (Cantabria) La comunidad form a parte
Fax: 9 4 2 3 6 9 201
http://w w w .salterrae.es
de la Iglesia cristia n a ................................... 100
E-m ail: salterrae@ salterrae.es La unión con Jesucristo.............................................101
5. Pastor de la Iglesia c o n fe sa n te .................. 102
C on las debidas licen cias
Impreso en España. P rinted in Spain A los jóvenes hermanos
ISB N : 8 4 -2 9 3 -1 3 8 8 -5 de la Iglesia en P om erania......................... 102
D ep ó sito Legal: B I-71-01 Los tesoros del sufrim iento.......................... 108
Christus V ícto r.............................................. 116
F otocom p osición :
Carta de Adviento
Sal Terrae - Santander
Im presión y encuadernación:
a los pastores de la Iglesia confesante . . . . 119
Grafo, S .A . - B ilb ao
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6. É tic a ..................................................................... 122 Prólogo


El a m o r ............................................................... 122
El a fo r tu n a d o .................................................... 128
La c o n c ie n c ia ..................................................... 132
La confesión de las c u lp a s ................................ 138
7. Después de 10 años. Estos escritos -q u e van desde los brillantes ensayos del
Balance en el tránsito al año1943 .................... 142 profesor universitario hasta los últimos pensamientos,
Sin suelo bajo los p i e s ....................................... 143 profecías y especulaciones del m ártir- quieren transm i­
¿Quién se mantiene f i r m e ? ................................ 143 tir un sentido de la travesía de un peregrino cristiano de
Del é x ito ............................................................... 146 mediados del siglo xx. Como sucede con cada uno de
Algunos artículos de fe
nosotros, hubo varios Bonhoeffers y, por tanto, la obra
sobre la actuación de Dios en lahistoria . . . 147
de su vida puede ser leída de diferentes maneras por
Presente y f u t u r o .......................................... " . . 147
varios lectores. El objetivo de esta selección es indicar
Peligro y m u erte................................................... 148
un cierto tema o dirección espiritual que informa todos
¿Aún somos ú tile s ? .............................................. 149
La perspectiva desde a b a jo ............................... 150 sus libros, su correspondencia y sus conferencias, un
aspecto de su ser que, en una m irada retrospectiva, sabe­
8. Cartas y apuntes desde el c a u tiv e r io ............. 152
mos que fue totalmente crucial para él - y revelador para
todos los d em ás- y del que fue tom ando cada vez más
conciencia con el paso de los años.
Ya en sus prim eros años como filósofo religioso, y
como joven y prom etedor teólogo, Dietrich Bonhoeffer
se atreve a afrontar de la manera más audaz cuestiones
de espiritualidad y de fe. En 1930, a la edad de 24 años,
mira al futuro, pero no al del éxito en el mundo. El
«futuro» que él contem pla en Acto y ser es el del abra­
zo de Cristo, una expectativa que en su caso no se debe
identificar con la contem plación o la reflexión que tan
bien había aprendido en su formación universitaria. Ya
mucho antes de que se enfrentara a los «principados y
poderes» de su nación terriblemente caída, estaba pre­
parado para habérselas con una forma especialm ente
seductora de egoísmo: el astuto yo totalmente concen­
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8 ESCRITOS ESENCIALES PRÓLOGO 9

trado en el análisis de lo que ha sucedido y de lo que de los que aún seguían siendo fieles a los valores dem o­
está sucediendo. Como alternativa, él nos apremia a cráticos y también la hum illación de los profesores,
todos nosotros a dar un salto en los brazos de Cristo, doctores, abogados y hombres de Iglesia (llamados cris­
como si El fuera un padre y nosotros sus hijos, en otro tianos) que se reunían en tropel en torno a la cruz gama-
tiempo errantes pero ahora esperanzados y confiados. da, la lucían descaradam ente y defendían sus proclamas
Este énfasis en el futuro y su posible prom esa es, por y propósitos. Bajo tales circunstancias, dignas de com ­
supuesto, dolorosamente irónico, habida cuenta de lo paración con las horas más tenebrosas en la vida de
que esperaba al autor de Acto y ser al cabo de muy Jesús, nació un nuevo Dietrich Bonhoeffer. En este
pocos años. momento el teólogo (que había escrito de manera pro-
En 1933, un año tan fatídico para Alem ania y para fética, aun cuando intelectual, del «futuro», de «acto» y
todo el mundo, mientras Hitler consolidaba su poder co­ «ser», del ejem plo vivido de Cristo como el corazón de
mo canciller de Alemania, Bonhoeffer, el profesor uni­ las cosas y, en definitiva, como el todo para todos los
versitario, im partía en la Universidad de Berlín (de que pretendemos ser fieles al cristianismo) se convierte
mayo a julio) un curso que sería publicado bajo el títu­ en el «Caballero de la fe» de Kierkegaard, probado no
lo Cristología. En este curso apelaba a Jesús de una por sus logros en las conferencias académicas, ni por la
forma más personal y escrutadora, como si ya supiera lo respuesta de los críticos a sus artículos y libros, ni por
que estaba a punto de suceder: la religión institucionali­ el juicio de sus colegas teólogos, sino por su voluntad de
zada de una nación (la Iglesia luterana) se convertiría en rechazar los halagos del régimen nazi, de enfrentarse a
propiedad de una pandilla de asesinos. El amplio hum a­ un poder sin precedentes, de soportarlo todo por Aquel
nismo de Bonhoeffer, su destreza literaria, su voluntad que pronunció los dichos galileos cuando otros corrían
de conectar la fe con la vida vivida y su insistencia en a gritar «Heil» en Nürenberg, de estar solo, en la cárcel
que no se debe confundir lo espiritual con lo intelectual y, finalmente, de estar frente a los fusiles de los repre­
(o lo material, lo convencional, lo popular, lo social­ sentantes homicidas de un imperio rom ano moderno en
mente aceptable) constituyen otra ironía, a la vista de lo el momento en que perpetraban uno de sus últimos
que le esperaba a la vuelta de la esquina en su joven actos de venganza.
vida: el poder secular que reclam aba una aprobación sin Bonhoeffer, el devoto y erudito luterano, se esta­
límites (y la obtenía de muchos pastores y sacerdotes). ba convirtiendo en algo diferente de un estudioso prac­
Hacia 1937, cuando Bonhoeffer escribió El precio ticante, de un escritor y profesor universitario.
de la gracia: el seguimiento, A lem ania había sido em ­ Bonhoeffer buscó la com pañía de Cristo, un «segui­
baucada, engañada, seducida y secuestrada por el D ia­ miento» por el que, en efecto, tuvo que pagar un alto
blo. El régimen nazi estaba por encim a de todo cuestio- «precio». La «vida en comunidad» que Bonhoeffer tra­
namiento efectivo y la humillación se hacía presente por taba de encontrar con la mayor seriedad había pasado a
todas partes: la humillación de los judíos, la humillación ser una vida en una «comunidad» encabezada por Jesús
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10 ESCRITOS ESENCIALES

y no por esta o aquella autoridad secular. La «ética» de Fuentes


la que había escrito se había convertido en un desafío
directo a todo lo que defendían las autoridades de su
país y sus secuaces excesiva y evidentemente sumisos,
decenas de millones que corrían en tropel (y gritando)
hacia un suicidio moral colectivo. En la cárcel, en su
condición de hombre condenado, está completamente
de acuerdo con su «futuro», encuentra una «cristología»
de la carne sufriente, aprende el excesivo «precio» per­
sonal de una fidelidad cristiana practicada diariamente, Las fuentes de las selecciones que com ponen la presen­
descubre una «vida en comunidad» con su Señor en la te obra son las siguientes:
soledad de su celda y busca en medio de densas tinie­
blas una ética del «amor» y del «éxito» que haga frente, C a p ítu lo1. Original alemán: «Jesús Christus und vom
sin regatear esfuerzos y sin reservas, al poder de un régi­ W essen des C hristentum s», en D B W [Dietrich
men diabólico. Bonhoeffer Werke] 10, pp. 302-322, © Chr. Kaiser
En la cárcel Bonhoeffer escribe poemas; en la cárcel Verlag / G ütersloher V erlagshaus, M ünchen /
canta un cristianism o liberado de la bota m ilitar de un Gütersloh 1991.
Anticristo contem poráneo y de una espiritualidad que
nace de una teología opresora y de dogmas eclesiásticos C a p ít u l o 2. ¿Quién es y quién fu e Jesucristo?, © A riel,
arrogantes. En la cárcel se dirige a su amado Salvador Barcelona 1971 (traducción: Sergio Vences y Úrsula
con un «acto» (resistencia al poder nazi) que se con­ Kilfitt); original alemán: Christologie. Vorlesung, en
vierte en «ser» de un creyente firme, con un abrazo Gesammelte Schriften III, pp. 167, 172-175, © Chr.
constante a Cristo como el «centro» de su vida, con un
Kaiser Verlag, M ünchen 1960.
«seguimiento» vivido y por el que cada vez paga un pre­
cio más alto, con una «vida en comunidad» con Él, con
C a p ít u l o 3. El precio de la gracia: el seguimiento,
una «ética» de amor y éxito de naturaleza totalmente
© Sígueme, Salamanca 1 9 6 8 (traducción: José L.
contraria si se la com para con lo que prevalece en torno
Sicre); original alemán: Nachfolge, © Chr. Kaiser
a él y, finalmente, con cartas y apuntes que hablan de la
más ejemplar, apasionada y digna subida hacia Dios de Verlag, M ünchen 1 9 3 7 .
un humilde peregrino -e n la celda de una prisión, en un
calabozo o en un campo de concentración tras otro-: en 4. Vida en comunidad, © Sígueme, Sala­
C a p ítu lo

medio del infierno ve el cielo y a Jesús, el cam arada ele­ manca 1982; original alemán: Gemeinsames Leben,
gido, el agradable compañero. © Chr. Kaiser Verlag, M ünchen 1979.
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12 ESCRITOS ESENCIALES FUENTES 13

C a p ítu lo 5. Originales en alemán: «An die Jünger La Editorial Sal Terrae manifiesta su agradecimiento a
Brüder in Pommern», en Gesammelte Schriften II, Ediciones Sígueme (Salamanca) por su autorización
pp. 297-306, © Chr. Kaiser Verlag, M ünchen 1959. para reproducir las selecciones de E l precio de la gra­
«Predigt über Rómer 5. M árz 1938», en Gesammelte cia, © 1968, Vida en comunidad, © 1982, y Resistencia
Schriften IV, pp. 434-441, © Chr. Kaiser Verlag, y sumisión, © 1983 (incluidas en los capítulos 3, 4, 7 y
M ünchen 1961. «Ansprache zum Abendmahl an 8); a Editorial Ariel (Barcelona) por su autorización
Totensonntag im Sammelvikariat Wendisch-Tychow para reproducir las selecciones de ¿ Quién es y quién fu e
(Sigurdshof). 26. November 1939», en Gesammelte Jesucristo?, © 1971 (incluidas en el capítulo 2); y a
Schriften IV, pp. 453-455, © Chr. Kaiser Verlag, Editorial Trotta (M adrid) por su autorización para
M ünchen 1961. «[29. Novem ber 1942] 1. Advent reproducir la Carta a su prometida, tom ada de Car­
1942», en Gesammelte Schriften II, pp. 596-598, tas de am or desde la prisión, © 1998 (incluida en el
© Chr. Kaiser Verlag, M ünchen 1959. capítulo 8).

C a p ítu lo 6. Ética, © Estela, Barcelona 1968 (traduc­


ción: Víctor Bazterrica); original alemán: Ethik,
© Chr. Kaiser Verlag, München 1962.

C a p ítu lo 7. Resistencia y sumisión, © Síguem e,


Salamanca 1983 (traducción: José J. Alemany); ori­
ginal alemán: Widerstand und Ergebung, © Chr.
Kaiser Verlag, M ünchen 1970.

C a p ítu lo 8. Resistencia y sumisión, © Síguem e,


Salamanca 1983 (traducción: José J. Alemany); ori­
ginal alemán: Widerstand und Ergebung, © Chr.
Kaiser Verlag, M ünchen 1970. Cartas de am or
desde la prisión: © Trotta, M adrid 1998 (traducción:
Dionisio M ínguez Fernández); original alemán:
Brautbriefe Zelle 92. Dietrich Bonhoeffer - M a ñ a
von Wedemeyer (1943-1945), © C.H. B eck’sche
Verlagsbuchhandlung (Oscar Beck), 1992.
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MOMENTOS EN LA VIDA DE DIETRICH BONHOEFFER 15

Momentos en la vida 1931 Profesor de teología en la Universidad de Berlín.


Es ordenado ministro de la Iglesia luterana.
de Dietrich Bonhoeffer
1933 El 1 de febrero, dos días después del nom bra­
miento de Hitler como canciller, interrumpen una
emisión radiofónica en directo en el mom ento en
que él hace una crítica contra el totalitarismo. En
septiembre, junto al pastor M artin Niemóller, se
dirige a los ministros evangélicos alemanes para
1906 Nace en Breslau (Alemania), el 4 de febrero. Hijo explicarles los peligros morales del régim en nazi.
de Karl Bonhoeffer, un distinguido neuropsiquia-
tra, y Paula (Von Hase) Bonhoeffer, de una desta­ 1934 Ayuda a organizar la Iglesia confesante, una res­
cada familia. puesta crítica a Hitler y también a la Iglesia lute­
rana que, en general, muy pronto se ha sometido
1912 La familia de Bonhoeffer se traslada a Berlín. a los nazis y después se ha adherido a ellos.

1923 Com ienza los estudios religiosos y teológicos en


1935 Enseña en el seminario de la Iglesia confesante en
la Universidad de Tübingen.
Finkenwalde (cerca de Stettin). En diciembre los
nazis em piezan a poner freno a las actividades en
1924 Continúa los estudios teológicos en la Univer­
el seminario.
sidad de Berlín.

1927 Com pleta los estudios necesarios para la obten­ 1936 Se prohíbe a Bonhoeffer enseñar en la Univer­
ción del doctorado. Su tesis se titula «La com u­ sidad de Berlín.
nión de los santos».
1937 La Gestapo cierra el seminario de Finkenwalde.
1928 D esem peña el cargo de vicario en la comunidad Se publica El precio de la gracia: el seguimiento.
evangélica alem ana en Barcelona.
1938 Establece contactos con adversarios políticos de
1930 Concluye Acto y ser. En septiembre viaja al Hitler. Se le prohíbe el trabajo pastoral y docente
Union Theological Seminary de Nueva York en en Berlín. Trabaja en la redacción de Vida en
calidad de Sloan Fellow. comunidad.
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16 ESCRITOS ESENCIALES

1939 Viaja a Inglaterra. Comparte sus temores por su Introducción


país natal con pastores y teólogos en Londres.
Visita nuevamente los Estados Unidos, pero des­ Cómo se hizo un discípulo
pués de unas semanas regresa a Alemania, para
gran consternación de sus amigos norteam erica­
nos.

1940 Se le prohíbe hablar en público. Es vigilado de


cerca por la policía. Escribe parte de la Etica.
V isita un m onasterio benedictino cercano a El corazón del cristianismo, huelga decirlo, es la volun­
M unich. tad de Dios de convertirse en un hombre, de vivir en un
lugar y un tiempo concretos, de entrar en la historia,
1941 Visita Suiza, pero regresa a Alemania, donde está experimentar sus posibilidades y lim itaciones, y probar
bajo sospecha por parte de las autoridades nazis. sus límites: Jesús el niño judío nacido en Belén, una ciu­
dad que pertenecía al imperio rom ano, y después Jesús
1942 Viaja de nuevo al extranjero, a Noruega, Suecia y el carpintero, el maestro, el sanador, el predicador itine­
Suiza. Se encuentra con amigos de Inglaterra y de rante y, finalmente, el insistente reform ador que suscita
otros países. la desconfianza del poder hasta tal punto que es arresta­
do, condenado y asesinado. Jesús vivió sólo 33 años;
1943 Se com prom ete form alm ente con M aría von sus amigos íntim os eran gente humilde, pescadores y
W edemeyer; tres meses más tarde es arrestado y campesinos, hombres y mujeres que habían experimen-
encarcelado en la prisión berlinesa de Tegel. lado el sufrimiento, habían transgredido las leyes, habí­
an llevado una vida vulnerable, no previsora o im púdi­
1944 Trasladado de la prisión de Tegel a la cárcel de la ca. Jesús no fue reconocido por la multitud inm ediata­
Gestapo en Berlín. Su herm ano Klaus y su cuña­ mente después de su muerte angustiosa y humillante
do Rüdiger Schleicher son arrestados. (Son asesi­ como el Mesías largo tiempo esperado por los judíos.
nados en 1945.) Hasta sus camaradas más cercanos lo abandonaron en
vida y sólo un puñado de ellos estuvieron preparados
1945 Trasladado al cam po de concentración de para reunirse en torno a él, en un principio, en el
Buchenwald, después al de Regensburg, al de momento de su muerte. También en esto tuvo que adap­
Schónberg y, finalm ente, al de Flossenbürg, tarse a la historia. Sus ideas y pronunciamientos, y su
donde, tras un juicio sumarísimo, es ejecutado el recuerdo vivo en otras personas, se convirtieron en su
9 de abril. conjunto en un factor de trascendencia política, religio­
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18 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d ís c ip u l o 19

sa, social y cultural: la evolución de las luchas de una una fe que en unas pocas generaciones se convirtió en
era con respecto a qué se cree, quién lo cree y con qué una presencia institucional de enorme autoridad y po­
consecuencias. La historia del posterior triunfo del cris­ der. Tales sorpresas han estado siempre presentes en la
tianismo dentro de los confines del im perio romano, y historia del cristianismo: desde el fracaso del papado de
después más allá de ellos, es también la historia de Celestino v -e l monje benedictino que en su ancianidad
muchos mártires que consintieron en sufrir la persecu­ fue llevado al trono de Pedro, pero sólo para tropezar
ción, en ser torturados y asesinados, todo ello en nom ­ gravemente, pues sus virtudes y su ejem plar piedad no
bre de una fe profesada. Más aún; aquel dram a que tuvo sirvieron para responder a las dem andas de la política
a Dios como protagonista histórico (y en el que Cristo institucional- hasta el papado de Juan xxin en nuestro
fue seguido por unos y perseguido por otros, o contó liempo; y desde la aparición de Juan Calvino y Martín
con la adhesión incondicional de algunos a sus m anda­ I .útero en Europa al descubrim iento y la colonización
tos y fue rechazado y ridiculizado por otros) se sigue ile América, que en buena medida fueron una conse­
representando todavía. El Jesús del siglo i se ha conver­ cuencia de las pasiones cristianas que hallaron su expre­
tido en el Cristo que ha estado presente en todas las cen­ sión y resolución en los viajes transatlánticos, en la ex­
turias posteriores, incluida la que puso fin al segundo ploración y el establecim iento en un nuevo continente.
milenio: en efecto, dos m ilenios de creyentes, escépti­ Esto fue también lo que sucedió con la vida de
cos y mártires -todos ellos configurados, de diferentes Dietrich Bonhoeffer: ¿quién, que lo hubiera conocido
maneras, por las circunstancias históricas que condicio­ en su infancia, en su juventud, y hasta como un joven
naron sus vidas. pastor y teólogo luterano, pudo predecir el curso de su
El cristianism o es también una religión de sorpresas: vida, su terrible giro? M urió (el 9 de abril de 1945) en
la m ayor es su entrada en la historia, pero ha habido una cárcel alemana, asesinado como convicto de trai­
otras muchas a lo largo del camino. El niño Jesús sor­ ción a su patria. Tenía sólo 39 años. Y seguramente
prendió a los ancianos en el Templo por su precocidad cuando nació (el 4 de febrero de 1906), o durante su
y, cuando era un joven carpintero, su sabiduría asombró infancia y juventud, este desenlace no pudo preverlo ni
y deslumbró a otros, algunos de ellos prominentes y la imaginación más desbordante. Algunos hom bres y
otros gentes sencillas que siempre habían tenido sobra­ mujeres muestran pronto signos de talento y también de
das razones para desconfiar de los que habían nacido intereses y cualidades temperam entales que, en una
con estrella. Es posible que la Rom a imperial tuviera mirada retrospectiva, han señalado la dirección, si no la
sus descontentos, pero es seguro que la difusión del crítica, de sus vidas -especialm ente si se contemplan
cristianismo a lo largo y ancho del imperio fue un resul­ también sus orígenes fam iliares-, Pero Bonhoeffer,
tado sumamente inesperado, un caso sorprendente de un como otros muchos, llegó a ser la persona que ahora
grupo desconocido de gente hum ilde que vivía en un conocernos y admiramos sólo como respuesta a una
lugar rem oto de un imperio muy poderoso y produjo evolución de la historia difícil de predecir. Después de
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20 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n DISCIPULO 21

todo, en cierto sentido su altura moral y su destino espi­ mente relacionada con esa cuestión: lo que él predicó a
ritual, que tanto lo distinguieron de otros muchos, in­ este respecto sirvió a los intereses de los jefes seculares
cluidos miles de ministros cristianos alemanes, estuvie­ emergentes, ansiosos por verse libres de los derechos
ron directam ente relacionados con el triunfo de A dolf sobre ellos que R om a reclam aba. Por otro lado,
Hitler y sus gorilas nazis. Y, como nos ha mostrado Bonhoeffer no creció en un hogar políticam ente radical
recientemente Henry Ashby Turner, Jr., historiador de o culturalmente cosmopolita. Su m adre provenía de una
Yale, su victoria política, a finales de enero de 1933, no renombrada y acom odada familia, entre cuyos m iem ­
tuvo nada de inevitable; más bien, fue el trágico resulta­ bros se incluían un ministro que perteneció a la corte del
do de traiciones, mentiras, engaños y componendas que emperador y un m ilitar de alta graduación, así como
desconcertaron y asombraron a un gran número de vo­ abogados y hom bres de negocios con títulos de nobleza.
tantes alem anes (la mayoría de los cuales habían recha­ Igualmente, su padre era uno de los principales neurop-
zado al chillón traficante de odios, de origen austríaco). siquiatras alem anes, y entre sus parientes se incluían
Entonces, ¿cómo podemos entender la vida de |in istas e individuos de la alta burguesía. Dietrich nació
Dietrich Bonhoeffer, y especialmente la forma en que en Breslau, pero cuando tenía 6 años su padre asumió
terminó? Del mismo modo que el ascenso de Hitler al un cargo importante en Berlín, aunque también aquí los
poder no fue inevitable, el arresto, el encarcelam iento y Bonhoeffer se mantuvieron apartados de todo el fer­
la muerte de Bonhoeffer no fueron la ineludible conclu­ mento intelectual de la capital, especialm ente durante
sión de un dram a religioso (o ideológico, psicológico, los años de la República de Weimar: una familia sólida,
social y cultural). No pudieron ser previstos hacia 1933, estable y acomodada, protegida por sus valores secula­
por ejemplo, con la subida de Hitler al poder, ni siquie­ res, así como por sus fidelidades luteranas, del escepti­
ra en 1940, cuando sus victorias m ilitares eran eviden­ cismo moral y político que florecía en varios círculos y
tes y su autoridad en Alem ania era una pesadilla real salones de Berlín.
para muchos -q u e, no obstante, encontraron formas de Dietrich Bonhoeffer tuvo siete hermanos. Su herm a­
evitar todo contacto con la Gestapo, sobrevivir a la gue­ no mayor, Karl-Friedrich, ejerció la medicina. Walter,
rra y hablar con dignidad y credibilidad a sus com pa­ otro de los hermanos mayores que él, fue asesinado en
triotas alemanes, como hizo Konrad A denauer-. En el ejército alem án durante la prim era guerra mundial. Su
efecto, en ciertos aspectos Bonhoeffer era un candidato hermano Klaus, tres años mayor, ejerció la abogacía - y
poco probable para el papel que posteriorm ente asumió, se enfrentó a los nazis, que lo encarcelaron y lo asesi­
el de un hombre de principios que luchó hasta la m uer­ naron-, Sus hermanas mayores, U rsula y Christine, se
te contra el Estado alemán. Al fin y al cabo, era un lute­ casaron con abogados (Rüdiger Schleicher y Hans von
rano para el cual el gobierno de una nación merece un Dohnanyi) que se opusieron enérgicamente contra los
enorme respeto, por una cuestión doctrinal. No deja de secuaces de Hitler y también fueron arrestados y asesi­
ser una ironía que la aparición de Lutero esté directa­ nados justo antes de que la guerra terminara. Sabine, la
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22 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d ís c ip u l o 23

herm ana gemela de Bonhoeffer, contrajo matrimonio aunque por otra parte no tenían ningún interés en que
con un abogado y politólogo, Gerhard Leibholz, de ori­ los negros obtuvieran la m ism a igualdad política (y
gen judío, aunque cristiano por su bautismo, y su her­ mucho menos la social o la económica).
mana m enor se casó con un teólogo llamado Walter Huelga decir que tras la subida de Hitler al poder no
Press. Fue una familia que perdió cuatro miembros a liieron sólo los judíos los que tuvieron que aceptar lo
manos de los nazis, lo cual pone de manifiesto una que él representaba, lo que paso a paso quería hacer y lo
resistencia moral de un orden elevado. La familia «per­ que, de una manera muy enérgica, insistía en hacer. En
dió» también una hija y un yerno en el exilio en 1935, realidad, muchos judíos pensaban que el poder iba a
cuando la am enaza nazi se cernía implacable y cruel­ amansar a Hitler, a dom inar su fanfarronería histérica y
mente sobre cualquier persona que tuviera orígenes a refrenar la actividad de sus seguidores proclives a la
judíos. Sin embargo, no era una familia cuyos intereses violencia. Por lo que respecta a la población «aria» ale­
y convicciones, antes del ascenso de Hitler, hicieran mana, incluidos sus m iembros abiertam ente cristianos,
pensar que se convertiría en una adversaria incondicio­ lauto católicos como protestantes, pronto se vio someti­
nal de éste, dispuesta a luchar (como se suele decir, y ca de una manera suficientemente efectiva por un régi­
como sucedería realmente) «hasta la muerte». men totalitario que no perm itía oposición y hacía lo que
En realidad, a Hitler no le faltaron adversarios pro­ quería, respondiendo a las dudas o los recelos de cual­
cedentes de la clase alta, conservadores en muchos quiera con toda la violencia del poder político y con
aspectos, nacionalistas y (tristemente) tam bién antise­ lodo lo que tal control puede hacer para im poner su
mitas a su manera, más reservada y elegante. Los nazis voluntad. De hecho, la rápida acomodación de las Igle­
eran en general gentuza; y al principio atrajeron la aten­ sias protestantes alemanas a Hitler dice m ucho sobre el
ción de gentes que, a pesar de su vulnerabilidad social y papel de la religión en la vida secular de una nación
económica, desdeñaban y temían a la izquierda - la sóli­ industrial del siglo xx. Igualmente importante fue el
da presencia socialista y com unista de la República de papel de las universidades, pues también ellas se pusie­
W eim ar-. Hitler proclamó el nacional «socialismo», un ron muy pronto y amistosamente de parte de Hitler. En
«populismo» demagógico que ofrecía las viejas conso­ muy poco tiempo las facultades fueron depuradas, hubo
laciones y satisfacciones del odio: el judío como chivo libros condenados y quemados, y una multitud de des­
expiatorio que explicaba la situación. Para algunos ale­ lavados intelectuales y sus seguidores se convirtieron en
manes de clase alta, vinculados al poder legal, econó­ cómplices o defensores públicos de la ideología nazi. O
mico y militar, la ordinariez de H itler (y las vulgarida­ bien, de una m anera más silenciosa, se adaptaron a la
des de sus subordinados nazis) eran obviamente repug­ sil nación y reprim ieron toda inclinación a expresar de­
nantes. Una analogía am ericana aproximativa sería el sacuerdo o escrúpulos. M uchos abogados, periodistas,
desprecio que sentían algunos norteam ericanos pudien­ médicos, maestros y ministros cristianos se convirtieron
tes e instruidos de los Estados del sur hacia el Klan. en instrumentos voluntariosos de los diferentes funcio­
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24 ESCRITOS ESENCIALES in tr o d u c c ió n : c ó m o se h iz o u n d is c íp u lo 25

narios de Hitler. Cientos de ministros, en algunas oca­ parecer no les planteaba problemas semejante situación
siones, se pusieron la camisa parda nazi como signo de iitcista.
adhesión a la autoridad del Führer. En contraste con No obstante, en otros aspectos era a todas luces (por
ello, unos días después del ascenso de Hitler al cargo de supuesto, en el Union Theological Seminary) un jo ­
canciller, Bonhoeffer alzó su voz, se enfrentó al nazis­ ven visitante extranjero casi curiosam ente conservador.
mo tachándolo de idólatra, habló en defensa de los ju ­ Mientras el evangelio social dom inaba el discurso en el
díos y advirtió vigorosamente contra la dirección en la seminario -p o r entonces la gran D epresión estaba en
que su nación se encam inaba - y mientras lo hacía, su lodo su apogeo-, este joven luterano de orígenes obvia­
intervención radiofónica fue interrum pida bruscamente. mente elegantes estaba más interesado (al menos inte­
lectualmente) en Dios que en el hombre. Como Karl
¿Cómo explicar semejante resistencia, expresada llarth, a quien admiraba, Bonhoeffer trató de com pren­
públicamente desde los primeros años del nazismo? En der lo que él reconocía que era, finalmente, incom pren­
1933 Dietrich Bonhoeffer tenía 27 años y era un pastor sible: las razones y los caminos de Dios. Es propio de
y teólogo que residía en Berlín y estaba vinculado a la nuestra naturaleza hacer precisam ente esto, tratar de
vida universitaria como profesor y ministro. Por enton­ averiguar todo lo que podamos de lo Divino - y tal vez
ces se había convertido ya en un teólogo prometedor: lodo lo que podamos hacer no sea más que describir
había viajado a España para desem peñar el cargo de nuestro anhelo de realizarlo, la futilidad de nuestra bús­
vicario en la com unidad evangélica alem ana en Barce­ queda y, quizás, especular sobre Su voluntad y hasta
lona y había pasado un año en el Union Theological sobre Sus intereses o deseos-. La austeridad (si no el
Seminary de Nueva York. Es indudable que ya entonces capricho) de semejante postura debió seguramente im­
había dado pruebas importantes de su naturaleza com ­ presionar a algunos en el Union Seminary (bien entrado
pasiva. En Barcelona su corazón lo llevó a entrar en el siglo xx, después de Darwin, Marx, Freud y Einstein,
contacto con los trabajadores, los desempleados en una por no m encionar el aparente colapso mundial del capi-
nación que en aquellos años se enfrentaba a los conflic­ lalismo) como cosa notable, y no sin implicaciones
tos que harían posible la aparición de Francisco Franco, sociales, culturales y psicológicas: la huida hacia el
uno de los principales aliados de Hitler. En América, insondable Dios de Juan Calvino como alternativa al
Bonhoeffer se percató inmediatam ente de nuestro racis­ abrazo a las criaturas de Dios, aquí al alcance de la
mo institucional (en 1930, antes de que H itler llegara al mano, en todo su sufrim iento dem asiado obvio y
poder). Y mostró una intensa y duradera preocupación profundo.
por una nación que segregaba a millones de ciudadanos, Con todo, Bonhoeffer no era indiferente al mundo
manteniéndolos apartados y en un nivel inferior: una del aquí y ahora. Más bien fue un hombre inm ensam en­
afrenta -é l lo vio claram ente- al cristianism o al que se te agradable y serio, y su energía moral y su naturaleza
adherían fácilmente aquellos a quienes, no obstante, al evidentem ente compasiva le perm itieron entenderse
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26 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d ís c ip u l o 27

perfectamente con sus anfitriones norteam ericanos. Co­ m ire ellas se encontraba Bonhoeffer, que entonces tenía
mo devoto luterano, se inclinaba ante el p o d e r distante / años y muy pronto hizo pública su oposición a los
e inquebrantable de Dios; era un ser hum ano honrado y nazis.
accesible de buenos instintos y fina sensibilidad, que Ni Bonhoeffer ni ninguna otra persona conocían
se preocupaba por quienes estaban a su lado, cualquie­ hasta dónde, en la dirección del mal absoluto, iban a lle­
ra que fuera su credo o color. En el U nion Seminary, var los nazis a Alem ania y a toda Europa. Pero supieron
Bonhoeffer entabló una profunda am istad con Paul Captar mejor que otros, y al instante, las verdaderas in­
Lehman, pero también con otros; los llevaba en su aniciones de aquellos asesinos y homicidas. Como he­
mente y su alma. M antuvo correspondencia con ellos en mos señalado antes, interrum pieron bruscam ente el pro-
la oscura década de 1930 y volvió a verlos brevemente, fiam a de radio en el que él intervenía, unos días des­
al final de esa década, justo antes del com ienzo de la pués de que H itler tom ara posesión de su cargo, por
segunda guerra mundial. advertir contra la idolatría que acom pañaría al constan­
Tras regresar a Alemania, B onhoeffer se despidió te estrépito del «Führer». Día tras día, mes tras mes, los
pronto de la vida del joven y prom etedor teólogo, el pas­ nazis urdieron su control totalitario sobre la nación y
tor, profesor e investigador vinculado a la universidad, ron él el flagrante racismo del antisem itism o -u n terri­
el berlinés de origen social impecable que tocaba el ble eco, tristemente, que se había hecho sentir a lo largo
piano con brillantez, que también había aprendido a de los siglos y que pudo escuchar, entre otros, el propio
jugar muy bien al tenis, y cuya familia, en medio del I,útero-. Pero con Hitler aquellas lejanas denuncias y,
caos económ ico de la década de 1920, no h ab ía conoci­ más recientemente, los ataques wagnerianos contra una
do nunca el peligro, las dudas y las angustias que opri­ presunción que se adquiría a costa de otros se habían
mieron a la clase media, y mucho más a los pobres. convertido en algo completamente distinto: el odio fo­
M illones de ellos se habían declarado partidarios de los mentado por el Estado con un objetivo homicida. M ien­
comunistas o de los nazis, que no sólo eran adversarios tras que sus com pañeros en el m inisterio se apiñaban en
electorales sino que se habían enzarzado en una batalla torno al Führer, Bonhoeffer y un puñado de pastores se
feroz e incesante por las calles de una nación orgullosa, agruparon en la «Iglesia confesante»: de rodillas pedían
muy instruida e industrial (y también industriosa) al perdón a Dios por lo que se estaba diciendo y haciendo
borde del colapso político y económico. El 30 de enero en su tierra natal, al mismo tiempo que sabían que esta­
de 1933, como consecuencia de las interm inables nego­ ban poniendo en peligro su situación, y su propia vida,
ciaciones y m anipulaciones a puerta cerrada, sucedió lo por sus acciones. Fue un tiempo de una gran prueba, un
peor, lo impensable. A quel día H itler se convirtió en tiempo en el que algunos huyeron, otros se sometieron
canciller de A lem ania y la suerte de m illones de perso­ y otros em pezaron lo que se convertiría en la marcha de
nas de todo el m undo quedó echada: por una u otra muchos m illones a los campos de concentración, las
razón serían asesinadas en los doce años siguientes, y factorías del asesinato que sólo una tecnología «avanza­
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28 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u l o 29

da» en una nación como Alem ania podía posibilitar y legado luterano de una Iglesia ligada al Estado y se esta­
sostener. ba adhiriendo radicalm ente a Jesús, que para él era en
A finales de 1933 Bonhoeffer volvió a salir de aquel m omento un guía plenam ente vivo, tanto ética
Alem ania para dirigirse a Inglaterra. Su oposición a los como espiritualmente. Del mismo m odo que los cléri­
nazis era clara y conocida públicamente, pero tal vez gos alemanes se habían convertido en los autodegrada-
necesitaba tiempo para precisar cómo iba a realizarla. dos «discípulos» del Führer, Bonhoeffer exhortaba a sus
M ientras tanto, los nazis aceleraban su control cultural amigos, sus com pañeros morales en Finkenwalde, a
(y naturalmente político) sobre Alemania, de m anera mantenerse firmem ente adheridos a Jesucristo, a todo lo
que cuando Bonhoeffer regresó, en 1935, el tipo de tra­ que Él sostuvo y transmitió a otros, Sus discípulos. El
bajo que iba a desem peñar - la form ación de pastores en «precio» sería un terrible aislamiento, un creciente
una tradición de oposición orante a los valores propues­ ostracismo. Pero todos en aquella comunidad, todos los
tos diariamente por los nazis y con los que bom bardea­ que compartían aquella «vida en com unidad» se habían
ban las mentes del pueblo alemán bajo la hábil guía de percatado ya no sólo de la intención de los nazis, sino
Joseph G oebbels- se había convertido en algo extre­ de su absoluta determinación de cum plir sus expectati­
madamente peligroso. Pese a todo, en 1935 se había vas a toda costa. De ahí el «precio» que Bonhoeffer
abierto un Sem inario de pastores, situado prim ero tenía en mente para sí mismo y para otros com o él: la
en Zingshof, junto al mar Báltico, y después en muerte, si era necesario, en la búsqueda de una vida
Finkenwalde, cerca de Stettin. Allí, durante los últimos cristiana comprometida.
años de la «vil y deshonesta década» de Auden, en la Hacia 1939 resultaba claro que no había manera de
que el mismo infierno empezó a convocar al pueblo ale­ parar a Hitler en Alemania, ni tampoco en el extranjero,
mán, Bonhoeffer y otros pocos se reunieron, oraron, si no era con otra guerra mundial. Inglaterra y Francia
estudiaron y se prepararon para algo que, com o segura­ habían visto el fracaso de su renuncia desesperada a
mente debieron sentir, iban a encontrarse a la vuelta de Checoslovaquia en M unich. La bestia nazi gruñía feroz­
la esquina. M ientras que la gran m ayoría de los pastores mente en Polonia, y estos dos países se preparaban
luteranos dieron su consentim iento al régim en de Hitler, febrilmente para la inevitable confrontación. En aquel
e incluso le dieron la bienvenida y en algunas ocasiones momento Bonhoeffer hizo su segunda visita a los Esta­
lucieron la esvástica, Bonhoeffer y sus compañeros se dos Unidos. En el Union Seminary era otra persona: ya
opusieron a semejante acom odación, que en algunos había pasado la prueba moral y personal de una manera
casos fue una adhesión, y fundaron una «Iglesia confe­ experimentada por pocos en el seminario - y por ningu­
sante» opuesta a la jerarquía cristiana establecida. D u­ no de nosotros en nuestra v id a - No se había enfrentado
rante aquellos pocos años Bonhoeffer escribió El precio a Hitler con artículos y peticiones por escrito firmadas
de la gracia: el seguimiento (1937) y Vida en com uni­ en países distantes, o con sermones pronunciados lejos
dad (1939). En cierto modo se estaba apartando del del alcance de la (ya entonces) notoria Gestapo, sino
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30 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u l o 31

que había m anifestado de manera transparente sus prin­ mente, cruzó el Atlántico en una visita que, según espe­
cipios a poca distancia de la Gestapo. Más aún; poco raban, se convertiría necesariam ente en una estancia
después de llegar a los Estados Unidos y encontrarse allí prolongada. Pero él no dio nunca una explicación explí­
a salvo en junio de 1939, tomó la decisión de regresar, cita de las razones por las que regresó a Alem ania en el
y lo hizo en julio. Pocas semanas después estallaría la verano de 1939. Habló de «nostalgia», pero de una
segunda guerra mundial y sus amigos norteamericanos, manera más precisa com unicó a Reinhold Niebuhr que,
preocupados, se preguntaban: ¿por qué aquel retorno para poder tener alguna futura credibilidad y valor
apresurado, dada la resistencia que él iba a oponer y la moral ante sus conciudadanos después de la derrota de
consiguiente respuesta vengativa? Hitler, era preciso que participara en la lucha con la que
En relación con esto, recuerdo perfectam ente una se consiguiera esa victoria: «Tengo que vivir este perio­
conversación m antenida en el verano de 1963 con do difícil de nuestra historia nacional con el pueblo cris­
Reinhold y U rsula Niebuhr, y su cortés pero sincero de­ tiano de Alemania. No tendré derecho a participar en la
seo de transm itir no sólo la preocupación que muchos reconstrucción de la vida cristiana en Alemania después
en el Union Seminary sentían por Bonhoeffer, sino tam ­ de la guerra si no com parto las pruebas de este tiempo
bién una interesante y sumamente instructiva variante con mi pueblo». Estas palabras manifiestan el senti­
de esa preocupación. ¿Por qué quiso regresar con tanta miento de alguien que mira al futuro con esperanza, el
urgencia a Alem ania? ¿Qué significaba «realmente» la sentimiento de alguien que ciertam ente quería vivir,
nostalgia [homesickness] de la que con tanta frecuencia pagar libre y totalm ente «el precio del seguimiento»,
hablaba? ¿No sería que estaba «deprim ido»? ¿No le ha­ pero también tener una oportunidad de participar en un
brían ayudado algunas «conversaciones» con un «profe­ momento futuro de redención.
sional»? ¿No habría sido «más prudente» para él que­ Después de regresar a Alemania, no pudo dejar de
darse en los Estados Unidos y contribuir a que una ver un significado implícito de la «nostalgia» [home­
nación significativamente aislacionista tom ara concien­ sickness] que sufrió en Nueva York: su «casa» [homeJ
cia de lo que estaba en juego en Europa? Ya entonces estaba fatalmente «enferma» [sick]. Una vez que Ale­
Paul Tillich y Karl Barth se habían exiliado. ¿Acaso no mania entró en guerra se derribaron todos los obstácu­
había luchado ya Bonhoeffer contra los nazis con más los levantados contra la bestialidad nazi. El monstruo
fuerza que cualquier otra persona en las universidades asesino nazi atravesaba una frontera tras otra con la
alemanas o en el ámbito de la cristiandad? Se había atre­ determinación de proseguir el exterminio en masa de los
vido (pero no con gestos sutiles o indirectos) a decir un judíos y de otros considerados «inferiores» o «enemi­
«no» rotundo a su Estado arbitrario, opresor y sin escrú­ gos» por un régim en que se revelaba, de m anera imper­
pulos. Antes de su segunda visita a Am érica sus amigos turbable, como un mal tan monstruoso que no tenía
en el extranjero habían visto ya que sería encarcelado, si paralelo en la historia. Bonhoeffer, que había m anteni­
no le sucedía algo peor, y se alegraron cuando, final­ do una resistencia sin fisuras, se lanzó hacia adelante,
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32 ESCRITOS ESENCIALES in tr o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u lo 33

mientras el Anticristo lo rodeaba por todas partes. G ra­ siguió orando y sirviendo a otros, y fue al encuentro de
cias a los contactos de algunos miembros de su familia la muerte con un estoicism o inolvidable para aquellos
se integró en la Abwehr, la Agencia de contraespionaje que fueron testigos. Seguramente para él éste era el
militar, que por un tiempo estuvo libre de la vigilancia «precio del seguim iento» no estudiado en escritos, ni
de la Gestapo. A llí no tenía que luchar en las legiones de analizado en argum entos o form ulado en una posición
Hitler, y de hecho se convirtió en un doble agente, que polémica, sino asum ido en el curso de una vida intensa­
ostensiblemente trabajaba para Alem ania mientras esta­ mente espiritual. Estaba a punto de cum plir cuarenta
ba tramando lo mejor que podía la derrota de Hitler. En años y era el prometido de M aría von Wedemeyer. El y
cierto sentido aquí nos adentramos en un territorio que otros prisioneros fueron asesinados por los nazis cuan­
Graham Greene o quizás Joseph Conrad han descrito do éstos estaban en las últimas; al cabo de un mes
mejor que nadie: la pasión moral personal de alguien Alemania (que estaba en una situación desesperada) se
que cuestionó la moralidad convencional en su ex­ rindió incondicionalm ente ante las fuerzas aliadas. Es
presión política establecida. Los com pañeros de difícil imaginar lo que pudieron sentir, en medio de las
Bonhoeffer en la subversión fueron su herm ano Klaus, ruinas de Berlín, los padres de Bonhoeffer y su prom e­
sus dos cuñados y varios oficiales militares, diplom áti­ tida (que había perdido en la guerra a su padre y dos
cos y aristócratas -c a d a uno de ellos con sus razones hermanos) al enterarse de que él, su hermano y sus dos
personales para dar un paso tan radical y extrem ada­ cuñados habían sido ejecutados en los últimos m om en­
mente peligroso-. Es indudable que algunos de ellos no tos de la guerra.
estaban exentos de mancha: nobles de la vieja escuela, El Diablo llegó a Alem ania (gracias a una política
militares de los ejércitos de tierra y m ar que querían una diabólica) en 1933, y no se presentó precisamente con
Alem ania poderosa, pero no regida por un loco lleno de guantes de seda, como se suele decir, sino más bien en
odio que am enazaba con derribar todo y a todos los que una versión acabada, sin disfraz, descarada, moderna,
no estuvieran de acuerdo con sus ideas y las de la gen­ secular y estatal: los asesinatos en masa se convirtieron
tuza asociada con él. Una gran nación se había conver­ en una rutina a lo largo y ancho del continente más
tido en una nación de gángsters. «civilizado», en la cuna del cristianismo histórico -e l
En el caso de Bonhoeffer estaba presente esta enor­ entonces llam ado «eje R om a-B erlín»-. La espirituali­
me ironía religiosa: era luterano, pero ya no estaba dad característica de Bonhoeffer, que consistía en la rea­
enfrentado al Estado con una oposición nominal, sino lización diaria de las verdades morales formuladas por
que trataba de derribarlo con todas sus fuerzas -y , con Jesús y encarnadas en Su vida, es nuestro legado (¡terri­
el tiempo, sería arrestado, encarcelado y asesinado sólo ble ironía!) gracias a aquel horror extremadam ente
unos días antes de que Hitler se suicidara- Aunque la devastador. A dolf Hitler nos dio el Dietrich Bonhoeffer
artillería y los aviones aliados habían conseguido sacu­ al que admiramos y veneramos hoy, más de medio siglo
dir los cimientos donde se encontraba su prisión, él después de su muerte a manos de un verdugo nazi.
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34 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n DISCIPULO 35

«Prisionero Bonhoeffer, prepárese y venga con noso­ pasado puede im pulsar un gran resarcim iento»1. Encon-
tros», le dijeron los que inm ediatam ente después se Iramos aquí una sagaz y amplia explicación psicológica
encargarían de asesinarlo. Y con aquel hecho él «vino» de una dialéctica secular en todas sus posibilidades.
a todos «nosotros». Un testimonio prolongado, una ri­ No obstante, en Bonhoeffer vemos poco del zigzag
gurosa prueba libremente escogida term inaba al fin, evocado de una m anera tan idónea por una observado­
pero para tener una nueva existencia, no sólo la celestial ra magistral de la psicología humana. En la vida de
a la que él aspiraba cuando pronunció las últimas pala­ llonhoeffer la m archa de sus pies, paso a paso, señala,
bras de las que tenemos noticia («Éste es el fin, y para implacablemente, de una manera sumam ente predeci­
m í el comienzo de la vida»), sino la terrena de la que ble, una insistente, persistente y sonora antífona de disi­
han participado varias generaciones después de él. dencia frente a las legiones de odio que desfilaban a tra­
Bonhoeffer fue un hombre de fe -a h o ra ensalzado-; su vés de Alemania y después en otros países: el asesinato
voluntad moral fue tan férrea que desafió las docenas de en constante movimiento (mientras todo el mundo mira)
evasiones, racionalizaciones y autojustificaciones en las infligido por las heces de nuestra especie dotadas de
que todos los demás nos refugiamos de una manera poder militar. Frente a un Anticristo tan terrible, un can­
dem asiado fácil y frecuente. Es indudable, repitámoslo didato a «discípulo» de Jesús com probó por sí mismo lo
otra vez, que este hombre cuya m em oria seguimos hon­ que significaba el seguimiento - y por ello, una vez más,
rando pudo actuar de otra manera. Podría seguir vivo luvo lugar otra crucifixión-. En aquel momento Hitler
entre nosotros, como un respetado y sabio teólogo y estaba ya en su bunker, en su camino -e sto es lo que se
profesor, en otro tiempo activista contra el nazismo y puede esperar- hacia un futuro que ni siquiera el mayor
ahora con más de 90 años, como una persona conocida examinador de nuestro pasado y nuestro futuro, Dante,
por su prestigio intelectual y su altura moral. pudo nunca imaginar.
La inolvidable despedida de George Eliot al final de Cuando contaba poco más de veinte años, parecía
Middlemarch (dirigida a los individuos cuya com pleji­ que Bonhoeffer se encaminaba hacia una prestigiosa
dad de mente y corazón ella había presentando de una carrera com o profesor y pastor luterano que también
manera tan sutil) reza así: «¿Quién puede abandonar estaba llamado a meditar y escribir sobre cuestiones
unas jóvenes vidas después de haber perm anecido tanto teológicas. Entonces era eminentemente leal a la noción
tiempo en su com pañía y no desear saber qué les acon­ de autoridad y jerarquía, a la idea de fe como algo trans­
teció en sus años posteriores? Pues el fragm ento de una mitido de una m anera muy misteriosa desde arriba (más
vida, no importa cuán característico haya sido, no es la que encontrado y explorado dentro de uno mismo). Para
muestra de una simple tela de araña; las prom esas pue­
den no cumplirse, y un ardiente principio puede ir
1. G eorge E l i o t (seudónim o literario d e Mary Ann Evans),
seguido de un declive; los valores en potencia pueden
M iddlem arch. Un estudio de la vida provinciana, Editora Nacional,
encontrar su largamente esperada oportunidad; un error Madrid 1984, p. 1.097.
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36 ESCRITOS ESENCIALES i n t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u l o 37

los luteranos el Estado es, realmente, un aspecto de la doxia, por así decirlo, de la noción bonhoefferiana de un
divinidad de Dios que se nos concede desde lo alto; el Dios mucho más privado e inescrutable de lo que
cristianismo es un cuerpo de creencias y convicciones muchos cristianos, de cualquier confesión, estarían dis­
que es integrado en la vida diaria como ciudadano, puestos a admitir.
como miembro de una comunidad establecida. El pala­ Mientras el joven Bonhoeffer de la década de 1920
cio de justicia no es una iglesia, pero com parten un se recordaba a sí mismo y recordaba a sus lectores que
espacio común en el centro de la ciudad, y se supone la fe exige sumisión a lo significativamente incognosci­
que cada uno de ellos debe influir en la vida diaria del ble, y hasta inaccesible, sencillamente daba por sentado
otro. La declaración de Cristo sobre el césar y Dios es el sistema político que prevalecía entonces en su país
visto como un m andam iento doble o mixto más que natal -u n estado mental (o espiritual) luterano conven­
como un repudio o rechazo de una autoridad civil intru­ cional-. Esto quiere decir que no se vio envuelto en las
sa -u n a petición dirigida a los creyentes para que m an­ considerables tensiones de la Alem ania de Weimar. Vi­
tengan una distancia de seguridad entre sus responsabi­ vió una vida intelectual sin riesgos y no rompió con ella
lidades políticas y la práctica de su vida religiosa. en su país, sino en el extranjero, en España. Después
Ahora bien, los luteranos no están necesariamente viajó a los Estados Unidos, donde (nuevamente) las
obligados a la sumisión institucional. No es necesario Iglesias estaban muy implicadas en las luchas sociales y
recordar que su fe es una fe protestante. Su fundador se económicas de un capitalism o vacilante. Es indudable
enfrentó al catolicismo de Roma, insistiendo en su dere­ que desde la distancia facilitada por estos dos viajes
cho y, por implicación, en el derecho de cada uno a bus­ lomó conciencia de nuevas posibilidades pastorales: el
car a Dios en las formas privadas de oración, pero tam ­ ministro como crítico político y social y, si es necesario,
bién en la reflexión, el debate y la argumentación. El como activista. Pero antes de que Paul Hindenberg diera
luteranismo postula el com promiso civil como una a Hitler el cargo que había estado buscando durante una
expresión de la vida religiosa, pero libera al individuo década, Bonhoeffer no había dado muestras de ningún
que da culto del papel intercesor de los papas y los car­ interés especial en el destino social y político de su país
denales. De forma que cada uno de nosotros tiene liber­ extremadamente perturbado. Sin lugar a dudas se le
tad de acción en el ámbito de la fe, aunque también per­ podía aplicar con toda justicia, como a Karl Barth, el
tenecemos a una familia, un vecindario y una nación. Si titulo de la novela de Zora Neale Hurston, Sus ojos m i­
bien Lutero transfirió parte del poder papal a los pasto­ raban a Dios. No obstante, como hemos indicado, exac­
res y parte a los «principados» a los que esos pastores tamente dos días después de que Hitler tomara pose­
pertenecían, dejó al feligrés individual un cierto territo­ sión de su cargo, Bonhoeffer cuestionó la noción de
rio privado en el que se puede encontrar (imaginar, con­ «I ’iihrer» en una intervención radiofónica que, podemos
siderar y suplicar) a Dios sin que nadie tenga que mirar decir, constituyó el principio de una nueva vida para él,
necesariamente por encim a del hombro. De ahí la orto­ una vida políticamente comprom etida que tendría con­

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38 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u l o 39

secuencias obvias para él, no sólo como alemán sino como lo conocemos ahora. Tampoco llegó a ser quien
también como cristiano y teólogo. No era normal que un lúe por una evolución esencialm ente filosófica o teoló­
luterano de una familia prominente cuestionase la auto­ gica: el «hombre pensante» de Em erson que elige este o
ridad del Estado, y menos que lo hiciese públicamente. aquel camino durante un viaje continuo del yo, em puja­
La petición que dirigió a sus hermanos en el ministerio do por su capacidad de interioridad independiente.
para que «confesaran», para que de hecho hicieran de Bonhoeffer fue un hombre en otro tiempo privilegiado,
semejante postura de contrición la característica con­ admirado y afortunado que llegó a estar sitiado y solo y,
tem poránea de su fe, para que fueran miembros de una en un breve espacio de tiempo, vio cóm o su carrera y su
fe confesante más que luteranos alemanes, fue una misma vida estaban en peligro. No podía enseñar en la
intervención radical y lo apartó mucho de la gran m ayo­ universidad ni ejercer el ministerio de pastor en una
ría de sus colegas, que se declararon partidarios de iglesia. Era objeto de una investigación constante. Sólo
Hitler y hasta vistieron la cam isa parda nazi en algunos la elevada posición de su familia y sus muchos contac­
encuentros. tos lo libraron (provisionalmente) del arresto y de algo
Así pues, Bonhoeffer rompió en dos aspectos con los peor. Ya antes del estallido de la guerra sus amigos del
intereses y la manera de pensar que lo habían caracteri­ extranjero estaban preocupados por él y querían salvar­
zado hasta entonces. Cada vez estaba más interesado en lo. Y los amigos que tenía en Alemania, sus compañeros
el aquí y ahora y estaba públicamente enfrentado a su realmente íntimos, se estaban agrupando en una oposi­
gobierno y la relación de su Iglesia con él. Además, en ción que pasó muy pronto a la clandestinidad. Hay que
aquel momento se convirtió en un «pacifista» convenci­ repetir una vez más que ninguno de estos giros de los
do. Empezó a ver la guerra como una realidad no sólo acontecimientos era necesario: todo lo que Bonhoeffer
inhumana y destructiva sino también, en el sentido reli­ tenía que hacer era guardarse para sí y sus colaborado­
gioso de la palabra, profana: un acto blasfem o por parte res más cercanos sus enérgicas reservas contra los nazis.
de los jefes de la nación y sus cohortes. Incluso quiso ir En cambio, se convirtió en un adversario público de los
a visitar a Gandhi, vivir durante un tiem po en su ashram jefes de su nación, de su Iglesia -cuando ésta se plega­
y aprender de él -u n a ruptura más con la herencia con­ ba a las exigencias de esos je fe s- y de la política que su
servadora, luterana y alem ana que en un prim er m om en­ gobierno perseguía: rearme y anexión de países por
to operaba de manera decisiva en su mente. medio de la am enaza de la guerra.
A finales de la década de 1930 había nacido una per­ En estas circunstancias Bonhoeffer no se volvió a un
sona nueva, la que conocem os la m ayoría de nosotros y, Dios distante y abstracto, ni a su pasado luterano (con la
como es comprensible, a la que consideram os como una esperanza de redimirlo), ni a la tradición intelectual de
presencia teológica y espiritual de prim er orden, un la Ilustración, ni tampoco al pensamiento de moda que
regalo del siglo xx al pensamiento cristiano. Pero este había ocupado un puesto tan destacado en el Berlín de
hombre al que acogemos tan gustosos no vio la luz tal y la década de 1920. Se volvió más bien a Jesucristo, a
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40 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d ís c ip u l o 41

Sus experiencias concretas, Sus discursos, Sus parábo­ politicamente disidente o indiferente que tenía cosas
las, Sus exhortaciones, sugerencias e interpretaciones, a más importantes (podríamos decir, por ejemplo, en
Sus ideas declaradas tal y como surgieron en el curso de 1930) en qué p en sar- en alguien «despreciado y desde-
Su enseñanza y Sus curaciones y, no en último lugar, a ñado», un fuera de la ley en una nación a la que amaba
Su vida tal como eligió vivirla. Un teólogo prometedor profundamente. El cristianism o de Bonhoeffer se con­
se convirtió en un marginado en peligro. Fue como si virtió en el de los primeros años de la religión, antes de
hubiera dado un salto de diecinueve siglos, tratando de su ¡nstitucionalización; de hecho, su fe durante la última
situarse entre los compañeros de Jesús y los camaradas y decisiva década de su vida es com parable a la fe de un
peregrinos que Él escogió, un grupo de humildes segui­ apóstol en el Jesús terreno aún vivo, en medio de una
dores que corrieron riesgos por decidirse a estar con Él. existencia en el límite, si no en constante peligro de
Semejante salto implicaba abandonar (y hasta enfren­ muerte. Bonhoeffer habla con m odestia de «seguimien-
tarse a) la Iglesia y el Estado; y semejante salto em pu­ lo», pero piensa en los apóstoles antes de la llamada
jaba a una vida moral y espiritual característica. Lo gente muy sencilla radicalm ente seducida por Jesús,
importante en ese momento no era defender o urgir hombre de una condición moral irresistible que parecía
reformas, y ni siquiera repudiar la fidelidad al Estado y extrañamente a la deriva y se estaba convirtiendo en una
la Iglesia, sino dar el paso más radical, derribar un orden considerable espina cada vez más clavada en el costado
de cosas establecido, un gobierno excesivamente con­ de toda autoridad religiosa y política establecida.
trolador, con una Iglesia que profesaba en exceso ser su Es innegable que hubo otros intelectuales de la
aliada. misma talla que Bonhoeffer o con un nivel superior (el
La espiritualidad de Bonhoeffer no fue la de un cris­ psicoanalista Cari Jung, el filósofo M artin Heidegger, el
tiano contem poráneo que luchaba por encontrar sus crítico literario Paul de Man, el poeta Ezra Pound) a
correctas relaciones con la Iglesia -co m o , por ejemplo, quienes la historia introdujo directam ente por las puer­
Thomas M erton o Flannery O ’C onnor-, Tampoco era tas del nazismo, o del fascismo, que les dieron la bien­
un ex agnóstico que había recibido el m ilagro de la fe venida. Al final de su vida Heidegger seguía siendo un
-com o, por ejemplo, Simone Weil o Edith Stein-. Si, nazi impenitente: precisamente él, el campeón del
como dice el proverbio, «la historia hace al hombre», o «existencialismo» que nos habló con arrogancia de la
al menos a ciertas personas, que muestran una disposi­ «autenticidad» y se dejó engañar como un imbécil por
ción a verse profundam ente afectadas por un momento Hitler y sus matones mentirosos y asesinos. Jung no dio
histórico particular, entonces fueron «los tiempos» los una respuesta clara y se limitó a explicar una y otra vez
que cambiaron al joven Bonhoeffer -e l devoto luterano, (con la esperanza de justificarse) su coquetería con una
el inteligente estudiante de teología y el erudito que vio oscuridad sin precedentes. Paul de Man trató de ocultar
la distancia que nos separa de Dios como una barrera su afiliación nazi, que fue descubierta sólo después de
difícil e inevitable y, no en último término, el alemán su muerte. Pound encontró en la «locura» una escapato-
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42 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o UN DISCIPULO 43

ría de la traición: su sucia boca es una lección para hambre y sed, cuya propia m anera de buscar la vida
aquellos de nosotros que predicamos «las hum anida­ ellos habían presentado, encontraba un cierto placer en
des» y la «poesía» como una respuesta a la crueldad y el lenguaje áspero y polém ico del «impío» Freud que
la brutalidad de mente y corazón. M ientras tanto, un (en la clasificación que tuvo lugar en la década de 1930
joven pastor tomó a Jesús suficientemente en serio co­ en Alemania y en Austria) terminó exiliándose, mientras
mo para tratar de imitarlo y el destino le dio una opor­ que sus hermanas fueron enviadas a campos de concen­
tunidad de hacerlo de una m anera más intensa de lo que tración y asesinadas. Aunque los nazis quemaron los
nadie se habría atrevido a creer posible. libros de Freud, él mereció por un mom ento la atención
Indudablemente había signos de que Bonhoeffer ten­ agradecida del Señor, a quien Barth y Bonhoeffer invo­
dría que mantenerse erguido frente a las presiones con­ caban ardientem ente desde su condición humana.
formistas de la sociedad más totalitaria de la historia. En En efecto, al final de su vida Bonhoeffer albergaba
el verano de 1931 fue a Bonn para escuchar a Karl serios recelos hacia las Iglesias y su propósito de ser
Barth, siguió sus lecciones durante tres semanas y se supuestos instrumentos del mensaje de Dios. En un
cuenta que citó a Lutero en una clase -e n la que obser­ «Esbozo de un trabajo», escrito en el verano de 1944,
vó que «a veces las maldiciones de los impíos le suenan insiste en que «la Iglesia sólo es Iglesia cuando existe
a Dios mejor que los aleluyas de los piadosos»-. Barth para los demás». A continuación, para que semejante
y Bonhoeffer podían estar de acuerdo en que a h í podría observación no sea considerada excesivamente vaporo­
encontrarse un elem ento del pensam iento del Señor que sa, añade: «Para empezar, debe dar a los indigentes todo
ellos podían detectar y presentar como específicamente cuanto posee»2.
Suyo. ¿A quién de los «impíos» escucharía Dios con Con ello nos encontram os en el mundo patas arriba
agrado? ¿Tal vez a Freud? En su obra inflexiblemente de Alguien que hace mucho tiempo confundió a los
escéptica El porvenir de una ilusión Freud expuso cla­ «principados y poderes» de este mundo, como se refle­
ramente su convencimiento de que usamos la noción de ja en el dicho: «Eos últimos serán primeros, y los pri­
Dios para hablar de nuestras necesidades, deseos y meros últimos». Nos encontramos realm ente en un
temores: la fe como alargamiento del yo. Naturalmente, tiempo pre-eclesial, y estamos seriamente conectados
esta observación nos dice mucho de Freud -e l psicoa­ con una m anera anti-institucional de ver las cosas.
nalista como una persona asaltada por una duda conti­ Fueron necesarios varios siglos para poner bajo control
nua, dentro y fuera de su despacho-. De la m ism a m ane­ la vida de Cristo y Sus palabras, para privarlo de su
ra que Barth y Bonhoeffer no tenían intención de ocul­ desafío radical a los que son propietarios, jefes o perso­
tar su originalidad y, con el tiempo, su deseo común de najes destacados de cualquier clase. Las cartas y otros
retar a los piadosos que se consideraban orgullosamen-
te - s í - ministros cristianos sancionados por los nazis,
2. Dietrich B o n h o e f f e r . R esistencia y sum isión, Síguem e, Salamanca
ninguno de los dos se habría sorprendido si el Dios cuya 1983, p. 267.
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44 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d ís c ip u l o 45

escritos de Bonhoeffer, en ese momento (ni siquiera le Bonhoeffer que «hiciera» en 1938, cuando se planteaba
queda un año de vida), lo sitúan en compañía de Tolstoi, la gran pregunta: perm anecer en los Estados Unidos o
en la contem plación que expresa en Memorias, o de cruzar el Atlántico a fin de resistir al mal - y hacerlo
Silone, en cuya obra Vino y pan el amable y honrado cuando ese mal se estaba convirtiendo en el más grande
profesor, Don Benedetto, se pregunta qué es lo que nos y más implacablemente destructor (y, según parecía,
pasa a m edida que envejecemos. Dirigiéndose a sus ex el más poderoso) de toda la historia-. Naturalmente,
alumnos, que ya han cum plido más de treinta años para nosotros fue fácil dar un vigoroso espaldarazo a
-co m o Bonhoeffer cuando escribe sus apuntes en la cár­ Bonhoeffer, aplaudir de corazón su actitud y cantar sus
cel-, Benedetto recuerda «algo vital y personal» en los virtudes morales. Y sin embargo, como nos recordó el
niños a los que conoció, que sólo unos años después «ya profesor Roberts, Dietrich se encam inaba hacia una
parecen hombres cínicos y aburridos». Su corazón sufre muerte horrible, ignom iniosa y rápida. ¿Qué iba a lograr
al percatarse de ello; anhela otro desenlace, y no sólo «realmente»? ¿Por qué se exponía a un peligro tan gran­
por el bien de los ex alumnos, sino por el bien de todos de? En aquel m om ento yo no sabía lo que los Niebuhr
nosotros: un idealismo de acción como nuestra única me contarían más tarde: que muchos en el Union Sem i­
posibilidad de afirmar valores que, de lo contrario, se nary y en otros lugares se estaban haciendo esas pre­
convierten en las devociones más secas, mero reflejo de guntas y planteándose el tema de esa manera.
nosotros mismos. Pero estos hom bres «crecidos», con el Lamentablemente, no son cuestiones retóricas o un
lenguaje frío, directo y prosaico de su «madurez», le irónico recordatorio de la manera en que la dignidad y
dicen: «En la escuela se sueña, pero en la vida uno tiene utilidad de la psiquiatría psicoanalítica puede convertir­
que adaptarse. Esta es la realidad. Uno nunca se con­ se, y de hecho se ha convertido, en algo muy distinto, en
vierte en lo que habría querido convertirse». un medio para que muchos de nosotros pensemos en
No es extraño que Bonhoeffer en la cárcel albergara nosotros mismos concienzudamente. Y una vez que nos
serias dudas sobre la psicología m oderna y sobre las encaminamos en esta dirección, las exigencias de Dios
Iglesias contemporáneas -so b re todas ellas-, «Reali­ tienen que desvanecerse en el paisaje secular dom inan­
dad», «adaptación»: éstas son las palabras de moda de te. Los escrúpulos morales, la realidad espiritual de las
la vida burguesa de nuestro tiempo; él lo sabía bien, y exhortaciones y advertencias de Cristo, ceden el paso a
por denunciarlo lúcidamente fue arrestado. A este res­ otra clase de realidad, la de la única posibilidad de nues­
pecto, recuerdo perfectamente cómo David Roberts, un tro cuerpo en este planeta, la del deseo de la mente de
profesor del Union Theological Sem inary, hablaba permanecer en una inactividad eterna. De ahí la necesi­
retrospectivamente de Bonhoeffer a m ediados de la dé­ dad de ser «realistas». «El inconsciente es intemporal»,
cada de 1950. Yo era a la sazón un estudiante de m edi­ observó en una ocasión Anna Freud, y ésta era su m ane­
cina que asistía como oyente a un sem inario im partido ra de señalar nuestra repulsa de plano a reconocer que la
por él. Un día nos preguntó qué habríam os aconsejado a muerte es nuestro destino. Y así, vivimos a toda costa y
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46 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u l o 47

por ello nuestros valores y principios se ven constante­ truco de la mente? Kierkegaard se esforzó, en Temor y
mente en peligro: la adhesión a ellos, ¿am enazará la temblor, por ilustrar esa clase de creencia en su versión
clase de ser que más apreciamos? Como dijo Rilke, «la de la disponibilidad de Abrahán para sacrificar a su hijo
supervivencia lo es todo». Isaac como respuesta a la prueba que el Señor ponía a
Bonhoeffer supo captar la medida de este modo se­ su fe. En ese fascinante dram a espiritual se encuentra el
cular de pensamiento (al que hoy muchos se adhieren en más amplio y grave reto a la sensibilidad del siglo xx:
nombre de la religión) de la forma más célebre, en los un padre va a entregar a su hijo al Señor. El que hoy lo
últimos días de su cautiverio, cuando despreció el cre­ lee se estremece y sacude la cabeza porque le resulta
ciente énfasis en la psicología y la filosofía existencial imposible creérselo. En realidad, sem ejante relato es un
de sus compañeros clérigos y sus feligreses. Pero ya en desafío casi absurdo a nuestro pensam iento psicológico
1933, en sus conferencias, estaba turbado por las tenta­ o sociológico, según el cual habría que llevar al padre a
ciones presentes en el camino de la fe: la conciencia que un médico, ayudar a familias como ésta a salir de su
tenemos, gracias a la ciencia y a las ciencias sociales, y ignorancia supersticiosa o sonreír ante el teólogo que,
cómo semejante conciencia m oderna puede convertir en finalmente, tiene que ser asesinado (siendo nosotros
un hazm erreír la religión, los pasajes bíblicos, la tradi­ bufones y terroristas más sagaces que él).
ción recibida, la práctica del convencimiento. Es cierto Abordo aquí el tema que acabo de plantear porque
que Barth dijo: «¡Basta ya!» y que pidió a sus estudian­ creo que el corazón m ism o del «sacrificio» de
tes y lectores que fijaran su atención en Dios; ridiculizó Bonhoeffer (de sí mismo, no de su hijo -aunque hay que
los frenéticos esfuerzos de las Iglesias (incluso la Igle­ pensar en el amor que le profesaban su prom etida y sus
sia católica) por alcanzar, por así decirlo, a la mente amigos, a los que deja por el imperativo espiritual que
moderna, como «psicología pastoral», «Jesús histórico» siente) debe ser visto no sólo como una valiente disi­
o «evangelio social». Bonhoeffer no denunció esos es­ dencia civil (aunque también lo es), sino como disiden­
fuerzos p e r se, sino que vio las aguas de la idolatría en cia cristiana: «Cristo es el centro» y, en este caso, el
las que semejantes barcos querían navegar para term inar centro de la disponibilidad voluntaria de una persona a
fracasando. resistir contra un Estado totalitario y om nipotente, sin
Entonces, ¿cómo ser hoy un cristiano creyente, es que importen las consecuencias. Huelga decir que tal
decir, sin mantenerse en sus trece, retom ando a una postura no era la única posible. Otros, con igual tenaci­
ortodoxia que airadamente da la espalda a todo lo que dad y honor, fueron al encuentro con la muerte en su
ha conseguido la mente secular? Kierkegaard hizo una resistencia contra H itler por diferentes razones de mente
sugerencia y Bonhoeffer la estudió detenidamente: la y corazón, y tal vez entre ellos se hallen Klaus, el her­
«resignación» de Abrahán se hace nuestra; uno cree, no mano de Bonhoeffer, y sus dos cuñados. Pero Dietrich
importa cuáles sean sus dudas. Pero, ¿cómo se convier­ Bonhoeffer esclareció su propia argumentación espiri­
te esta creencia en algo más que un proclam ado y sagaz tual, una forma de ver las cosas que exigía, a largo
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48 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u l o 49

plazo, un testimonio que debía ir más allá de la oración, prueba cristiana digno de Kierkegaard y de la misma
en la Iglesia o mediante otras «salidas» como la escritu­ Biblia.
ra o la enseñanza. No es extraño que en su último año o en los dos últi­
¡Qué ironía, entonces, que en 1952, siete años des­ mos años como prisionero, Bonhoeffer volviera a escri­
pués de la muerte de Bonhoeffer, tras la publicación de bir poemas y literatura de ficción. Trabajó en una nove­
sus cartas y apuntes desde el cautiverio, Karl Barth lo la; escribió cartas; compuso relatos breves y una obra de
describiera como un «pensador visionario impulsivo». teatro. Y nos dejó poemas que cantan triste y alegre­
Durante años Bonhoeffer había esperado y se había pre­ mente, con su lenguaje conciso y denso, su esfuerzo por
guntado qué hacer, cómo comportarse; incluso se retiró decir muchas cosas en el lenguaje penetrante de la poe­
de la escena (Alemania), y es indudable que lo hizo con sía. Semejante escritura indica que se había percatado
el «temor y temblor» en el que Kierkegaard supo poner de que había cruzado un puente y había pasado más allá
el acento. Hoy algunos de nosotros podríamos con de­ de los paradigmas eruditos y conflictivos y de las expo­
masiada rapidez, en nuestra imaginación, donde nunca siciones y controversias teológicas. Su teología era
se ponen a prueba los desafíos morales, subim os al tren, entonces la del individuo como testigo de Cristo, la de
hacer nuestras (santas) promesas. También yo lo habría un cristianism o «sin religión», la de Jesús como un
hecho: enfrentarme cara a cara a Satán. Pero la distan­ maestro espiritual constante, inm ensam ente alentador
cia entre semejante declaración y los hechos es enorme pero terriblemente agotador y exigente, y no la de un
-aterradora para contem plarla como una posibilidad Dios lejano adorado los domingos en la Iglesia o reco­
real e inminente, y no digamos para recorrerla-. De ahí nocido piadosam ente en las oraciones. Estaba en la cár­
la expresión de Kierkegaard: «la suspensión teleológica cel, y a medida que los días se convertían en meses y él
de lo ético». ¿Qué persona cuerda (¡según nuestro punto iba de una prisión a otra, de una m anera cada vez más
de vista!) estaría dispuesta a renunciar a su hijo como lo ominosa, se percató claramente de que podía seguir es­
estuvo Abrahán (si bien, repitám oslo, reacio y tem ero­ perando, pero que, en realidad, sólo podía esperar con­
so)? Cuando Bonhoeffer, el pacifista declarado, el sin­ tra toda esperanza. De esta manera se explican los rela­
cero luterano, decidió tom ar parte en un intento de ase­ tos, la interioridad lírica compartida, los breves m ensa­
sinar a Hitler y se determinó a participar en un desafío jes y las largas incursiones en tramas, personajes, esce­
directo al Estado alemán, no estaba sentado en un sillón nas dramáticas y diálogos: un mundo de palabras pen­
ni en un escritorio o en un aula tom ando una opción que sado para narrar hechos concretos sucedidos, aconteci­
merecería el aplauso inmediato de otras personas de mientos ocurridos.
ideas parecidas. Se encontraba, como A brahán, in Naturalmente, era un novicio. Le faltaba el «arte»
medias res. Y lejos de ser «impulsivo», se había prepa­ para dejarnos una «gran» obra de ficción o poesía. Pero
rado interiormente durante m ucho tiem po para un reto y nos estaba revelando un giro de mente, de corazón. Y
una responsabilidad tan imponentes: un momento de sus cartas se hallan en la tradición de las de Pablo o de
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50 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n DISCIPULO 51

las que escribió alguien más próxim o a nosotros: el La psicología del m ártir es la psicología de la volun­
M artin Luther King en una cárcel de Birm ingham (Ala- tad, por la que se tom a una decisión y se sufren las con­
bama). El objetivo era contar historias, ponerse a la secuencias. En esta era de determ inism os emocionales,
escucha de sus experiencias pasadas, expresar narrativa­ sociales, históricos y económ icos hay poco espacio para
mente su com plejidad de forma que él (como su propio la voluntad en el vocabulario que em pleam os cuando
lector) y otros pudieran comprender, de m anera indirec­ tratamos de entender los asuntos humanos. A veces
ta, lo que había sucedido mientras realizaba este terri­ pasamos por alto las cosas en un prim er mom ento debi­
ble trabajo -u n a teología basada en los Salmos del A n­ do a nuestras prisas por abordar lo m enos obvio. Erik
tiguo Testamento y las parábolas de Jesús el hombre, el Erikson observó en una ocasión a propósito del psicoa­
caminante. nálisis y su estudio sobre Lutero: «A m enudo se piensa
que la voluntariedad es un rasgo secundario. Yo creo
Para muchos de nosotros Bonhoeffer pertenece al que algunas personas han aprendido a ser voluntariosas
grupo de los mártires, hombres y m ujeres que han de­ en sus creencias: su voluntariedad es una parte muy
fendido, hasta la muerte, sus elevados principios m ora­ importante de ellas y recurren a ella en la prosecución
les y espirituales. A diferencia de otros (tenemos que de cualquier cosa que quieran defender. Quizás sea ésta
seguir recordándolo) que fueron acorralados a la fuerza la esencia del “liderazgo” : un líder sería una persona
y enviados a los campos de concentración, él tuvo que no admite un no por respuesta, que cree algo y hace
muchas oportunidades de evitar este final. Pudo hacer­ todo lo posible para que los demás entiendan lo que cree
lo. Pudo vivir una vida segura, cómoda, y ser tenido en y por qué lo cree. ¿Que hay otras personas que tienen la
alta estim a como uno de los prim eros alem anes que misma perspectiva? Bueno, no están tan comprometidas
advirtieron quién era H itler realmente, lo denunciaron con sus ideales o no saben cómo mantenerlos y cumplir
públicamente y perdieron sus puestos pastorales y pro­ su palabra, “bien lo sabe Dios”, como se suele decir».
fesionales - y sólo entonces, por ejemplo, exiliarse, La voluntad de Bonhoeffer no era diferente de la de
como hicieron Barth y Tillich y miles de alem anes dis­ otros peregrinos de su tiempo: Edith Stein, que nació en
tinguidos-. Por el contrario, él rechazó una tras otra las Breslau como él y pasó en esta ciudad los seis primeros
oportunidades de ir al extranjero y perm anecer allí por­ años de vida cuando también Bonhoeffer vivía en ella;
que quería cum plir lo que apasionadam ente creía que y Simone Weil, que tam bién murió antes de cum plir
era su llamada como alemán y cristiano, cuya familia cuarenta años y que, como él, estaba dispuesta a darse
había sido muy bien tratada a lo largo de las generacio­ por entero -co m o luchadora en la Resistencia francesa-,
nes por una nación que ahora a cam bio exigía de sus aunque después moriría, enferma de tuberculosis, dos
líderes morales -e sto era lo que él c re ía- todo lo que años antes que él. M enciono a estas dos intelectuales
tenían que dar. Él lo dio todo, como su Señor y M aestro judías porque creo que sus actitudes, en algunos aspec­
lo había hecho hacía más de mil novecientos años. tos, nos ayudan a entender lo que Bonhoeffer estaba tra­
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52 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d is c íp u l o 53

tando de realizar. Stein llegó a ser una filósofa em inen­ gradación de un campo de concentración, lugar de ase­
te; colaboró estrechamente con Edm und Husserl y con­ sinatos en masa; él en las condiciones relativamente
tribuyó a extender el ámbito de la filosofía y la psicolo­ más confortables (había una gran extensión de campos)
gía fenomenológicas -q u e ponían el acento en el indivi­ ofrecidas a ciertos prisioneros cuyos privilegios, ¡qué
duo en toda su complejidad, particularidad y am bigüe­ ironía!, se habían convertido en un signo de la perpleji­
dad-. Bonhoeffer anhelaba que cada persona viviera dad que como individuos inspiraban en sus lastim osa­
plenam ente sus sentimientos característicos y trató de mente envilecidos guardianes: ¿qué impresión nos pro­
hacer justicia a esta visión en el leguaje universitario duce Bonhoeffer, tan sumamente distinguido y, sin
-u n a tarea nada despreciable-, especialm ente en un embargo, dispuesto a situarse a una distancia tan radical
tiempo en que las ciencias sociales, con sus tajantes y crítica de los que detentaban el poder en su nación?
caracterizaciones y generalizaciones, amenazaban con Por lo que respecta a Simone Weil, dedicó todo el
«meternos a todos en el mismo saco» bajo form ulacio­ tiempo de su breve vida (murió a la edad de 34 años) a
nes de todo punto inadecuadas -e l este o aquel de nues­ estudiar el «poder» tal y como configura la vida de
tros teóricos, que tienen su manera de hacer caso omiso hombres, mujeres y naciones y se encarna en los valo­
de las variedades de la experiencia hum ana-. Con el res de ciertos escritores o culturas. También ella adqui­
tiempo, la mente extraordinariamente dotada de Stein rió una sensibilidad cada vez más despierta para lo reli­
buscó una expresividad interior propia y encontró en el gioso y como consecuencia experimentó un creciente
cristianismo de la Iglesia católica un hogar a la vez inte­ aislamiento com parable a la incom prensión que otros
lectual y personal. Su conversión y su decisión de hacer­ sintieron con respecto a sus intereses, preferencias y
se m onja fueron pasos de afirmación para ella. No obs­ opiniones. Como Bonhoeffer, buscó a Cristo en las igle­
tante, fueron pasos dolorosos, habida cuenta del antise­ sias de Harlem, no movida por una com placencia o un
mitismo endém ico en Europa en aquel momento, un aire de superioridad caprichosos, sino como un aspecto
odio al que no quiso rendirse aborreciéndose a sí m is­ de su conciencia moral y espiritual. Es aquí donde la
ma, mediante lo que se podía interpretar como una esca­ Iradición profética de Isaías, Jeremías, Amos, M iqueas
patoria. M antuvo su cabeza bien alta e intacto su amor y Jesús de N azaret nos exhorta a situarnos: en solidari­
al pueblo judío, pero recorrió un camino de abajam ien­ dad con los extraños y, mas aún, como (aquellos que
to que, según su determinada decisión, era el correcto quieren ser) extraños, cada uno de nosotros en nuestros
para ella -u n a insistencia idiosincrásica e inflexible, distintos y particulares caminos. Weil fue considerada
parecida a la de B onhoeffer-, M ientras que otros se eva­ «loca» por abandonar una vida universitaria, literaria o
dieron, Bonhoeffer y Edith Stein dijeron «sí» al único política para abrazar la de empleada en una fábrica, tra­
destino que pudieron y quisieron elegir para sí mismos. bajadora en una granja, orante en una iglesia de Harlem
Ambos m urieron a manos de los nazis, en 1942 y 1945, y -e lla lo esperó en vano-luchadora en la Resistencia
respectivamente: ella en medio de la indescriptible de­ contra los nazis en su Francia natal. También ella esco­
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54 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n DISCIPULO 55

gió abandonar la seguridad de M anhattan -su s padres manos: dar sentido a alguien cuyas palabras y acciones,
no vivían lejos del Union Theological Sem inary- para discursos e ideas proclamadas, relatos y form a de ser
regresar a Europa. Bonhoeffer se mantuvo siempre des­ equivalían (aju icio de casi todas las personas importan-
pierto mientras abandonaba no sólo voluntariamente les e instruidas) a la locura social y religiosa. Ahora, en
sino debido a la desesperación moral que sentía toda nuestro tiempo, a esos m ismos estudiosos se les pide
suerte de opciones, prerrogativas e inmunidades para que estudien a un individuo que tuvo todo el mundo
abrazar su posición de extraño, la de un «criminal», tal (convencional) en sus manos y, al parecer, se sintió
como lo definió una nación soberana que trataba de con­ empujado a renunciar a él para encam inarse hacia un
vertirse en el centro de otro imperio romano. cautiverio y una muerte cada vez más seguros. «Su deci­
Permanecer fuera de las puertas del dinero, el poder, sión de regresar a Alem ania dio que pensar a m ucha
el rango, el éxito y el aplauso, ser considerado como gente», nos dijo el profesor David Roberts en el Union
irregular, raro, «enfermo» o traidor -q u e es el exilio fi­ Theological Seminary, y ahí precisam ente está un
nal-: este resultado, en esta era, conlleva sus propias aspecto importante del legado de Dietrich Bonhoeffer,
cargas y exigencias especiales: la desaprobación, si no que se convirtió en un m ártir m oderno precisamente
las burlas, de colegas y vecinos, o del m undo más am ­ porque se atrevió a correr el riesgo del ostracismo, la
plio de los comentaristas que meticulosam ente vienen a repulsa y la condena, las presuntuosas miradas por enci­
estar de acuerdo con la autoridad reinante; pero quizás ma del hombro en las facultades, el ceño serio en los
lo más destructor de todo sea el sentido de sí mismo que seminarios psiquiátricos, quizás para él más difícil de
queda en la mente de uno al final del día. ¿Qué estoy tra­ soportar que las acciones de la policía y los jueces nazis,
tando de hacer? Y, después de todo, ¿no es éste un dato lacayos del totalitarismo. De ahí la form a en que arre­
no sólo fútil, sino la prueba de que de alguna m anera me mete en sus últimas cartas contra los de su m ism a
he extraviado? En este aspecto, aquellos de nosotros a (supuesta) escuela, los «psicoterapeutas» y los «filóso-
quienes de alguna manera se nos ha concedido el dere­ los existencialistas».
cho a decidir lo que es «normal» o «anormal», debería­ El corazón del legado espiritual que Bonhoeffer nos
mos ponernos nerviosos por los gustos que Weil o dejó no se encuentra en sus palabras y sus libros, sino
Bonhoeffer tenían -s i mi sospecha es correcta- ya en en la forma en que empleó su tiempo en la tierra, en su
1939, cuando la manera psiquiátrica de pensar ejercía decisión de vivir como si el Señor fuera un vecino y
menos influencia que ahora. amigo, una constante fuente de coraje e inspiración, una
Se puede decir que toda la teología cristiana es un presencia tanto en los afanes como en las alegrías, un
esfuerzo por com prender el significado de un individuo recordatorio de las obligaciones y afirm aciones del
suma y provocativam ente excéntrico, condenado a amor y también del significado decisivo de la m uerte
muerte nada menos que como criminal de todo punto (pues la manera en que morimos m anifiesta cóm o
reprensible. Los teólogos tenían ya bastante entre liemos vivido y quiénes somos). Bonhoeffer abandonó
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56 ESCRITOS ESENCIALES in t r o d u c c ió n : c ó m o s e h iz o u n d ís c ip u l o 57

la destreza en el lenguaje, la brillantez en la formulación mayor «si» posible, un «si» cuyas consecuencias inclu­
abstracta; renunció a los juram entos, las promesas, yen al menos que los otros sacudan la cabeza, por no
declaraciones y argumentaciones en favor de su confe­ m encionar el rechazo, la destitución y cosas peores.
sión religiosa. Al final llegó hasta todos nosotros que «No he venido a traer paz, sino espada», dijo el
ansiamos, hambrientos y sedientos, la gracia de Dios. Y Visitante de visitantes, dando a entender la radical rup­
-e s o es lo que yo creo-, sin darse cuenta (¿cómo podía tura que una fe seria, arraigada en la vida, puede provo­
ser de otra manera?), inconscientemente, se convirtió en car en alguien que ha suscrito, por así decirlo, esa
su testigo y receptor. El don espiritual que nos hizo es, Llegada: nada menos que el Señor aquí, en nuestro
especialm ente, su vida. Los principios que estudió y tiempo, único y exclusivamente mortal, dispuesto a
debatió en sus escritos gozan de autoridad por la m ane­ tomar nuestra mano y -s in que importe el trastorno, la
ra en que vivió su vida. herida e incluso la pena de m u erte- nos conduce a
Al cumplirse los dos mil años de cristianismo, el tes­ su ahí.
timonio de Dietrich Bonhoeffer, con todo su dram atis­
mo casi novelesco, nos recuerda que si el mal puede ser,
como observó Hannah Arendt, «banal» en su realiza­
ción diaria, el bien puede ser sorprendente en su ejecu­
ción, tenaz en su vitalidad, sin que importe el poder de
las fuerzas abrumadoras que luchan contra su supervi­
vencia. Al final, Hitler nos mostró un «corazón de tinie­
blas», que latía con una horrible rapidez, no en una ju n ­
gla distante sino directam ente en medio de nosotros, en
nuestros cuartos de estar y nuestras aulas y, lam entable­
mente, también en nuestras iglesias y seminarios. Es
justam ente esta verdad inm ediata la que D ietrich
Bonhoeffer captó al vuelo, mientras otros cerraban sus
ojos o calculaban con cobardía sus expectativas inm e­
diatas. Pero él dio un paso más; recordó a Jesús no de
una manera intelectual, teológica o histórica, sino como
nuestro maestro íntimo, que es lo que El quiso ser,
Aquel que nos m arca con un sello moral y espiritual y
que no nos abandona, «si» estamos preparados de ver­
dad, dispuestos a correr cualquier riesgo, para perm ane­
cer vinculados a Él, para seguir Sus huellas. Éste es el
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JESUCRISTO Y LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO 59

JL No lo com prendem os si sólo disponem os para él un


pequeño com partim ento de nuestra vida espiritual.
Jesucristo y la esencia del cristianismo Únicamente lo entendemos si la orientamos sólo hacia
él o si le decimos un rotundo «No». No obstante, hay
quienes ni siquiera se toman en serio la exigencia que él
nos plantea cuando nos pregunta: ¿Estás conmigo o
estás contra mí? M ás les valdría no m ezclar su propia
causa con la cristiana. Esto haría un bien inestimable a
En 1928, después de obtener el doctorado, Bonhoeffer la causa cristiana, puesto que tales personas no tienen ya
aceptó el cargo de vicario en la comunidad evangélica
nada que ver con Cristo. La religión de Cristo no es un
alemana de Barcelona. A llí pronunció esta conferencia
el 11 de diciembre de 1928. bocado exquisito después del pan, sino que es el pan o
no es nada. H abría que comprender y adm itir al menos
esto, si uno quiere seguir llamándose cristiano.
La cuestión que hoy abordamos es si Cristo en nuestro Se han realizado muchos intentos por eliminar a
tiempo puede ocupar todavía un lugar donde tomam os Cristo de la actual vida del espíritu; de hecho, lo más
las decisiones sobre los asuntos más profundos que seductor de estos intentos es que parece como si Cristo
conocemos, sobre nuestra vida y la vida de nuestro pue­ fuese colocado por ellos en el lugar correcto, en el lugar
blo. El tema sobre el que queremos hablar es si el Espí­ digno de él. Se define a Cristo según categorías estéti­
ritu de Cristo tiene algo final, definitivo y decisivo que cas como genio religioso, se dice que es el más grande
decirnos. Todos sabemos que Cristo, en efecto, ha sido ele los maestros éticos, se admira su camino hacia la
eliminado de nuestras vidas. Naturalmente, le construi­ muerte como un heroico sacrificio por sus ideas. Sólo
mos un templo, pero vivimos en nuestras casas. Cristo hay una cosa que no se hace: no se le tom a en serio, es
se ha convertido en cosa de la Iglesia o de la eclesiali- decir, uno no pone el centro de su vida en relación con
dad de un grupo de personas, pero no en un asunto vital. la pretensión de Cristo de decir y ser la revelación de
La religión desem peña para la psique de los siglos xix y Dios; se mantiene una distancia entre uno m ismo y las
xx el papel de un acogedor cuarto de estar, adonde uno palabras de Cristo y no se permite que tenga lugar nin­
se retira de buen grado un par de horas, pero sólo para gún encuentro serio. Naturalmente, yo puedo vivir con
volver inmediatam ente después al cuarto donde trabaja. Jesús o sin él, si lo considero como genio religioso,
Sin embargo, hay una cosa clara: sólo entendem os a como maestro ético, como señor -d e la misma manera
Cristo si nos decidimos por él en un tajante «esto o lo que, después de todo, también puedo vivir sin Platón o
otro». El no fue crucificado para adornar y em bellecer sin K ant-, todo esto sólo tiene un significado relativo.
nuestra vida. Si querem os tener/o, entonces él reclam a Sin embargo, si en Cristo hubiera algo que pretendiera
el derecho a decir algo decisivo sobre toda nuestra vida. tomar mi vida por entero con toda la seriedad de que es
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60 ESCRITOS ESENCIALES JESUCRISTO Y LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO 61

Dios en persona el que aquí habla, y que sólo en Cristo al hombre. Por ello es tan radicalm ente absurdo buscar
se hizo presente una vez la palabra de Dios, entonces una nueva moral en el cristianismo. De hecho. Cristo
Cristo no tiene un significado relativo sino absoluto y apenas formuló preceptos éticos que no se encontraran
urgente. Es cierto que aún soy libre para decir «sí» o ya en los rabinos judíos contem poráneos o en la litera­
«no», pero esta opción ya no me es indiferente. Enten­ tura pagana. La esencia del cristianism o se halla en el
der a Cristo significa com prender esta pretensión; tomar anuncio del Dios soberano, el único que merece la glo­
en serio a Cristo significa tomar en serio su absoluta ria sobre todo el mundo, el eternam ente Otro, el que está
pretensión de exigir la decisión del hombre. por encima del mundo, pero que desde lo más profundo
Ahora importa que clarifiquemos la seriedad de este de su ser y por amor tiene misericordia del hombre que
asunto y saquemos a Cristo del proceso de seculariza­ sólo a Él glorifica, el que recorre el camino hasta los
ción en que se ha visto envuelto desde la Ilustración y, hombres para buscar vasijas de su gloria donde la per­
finalmente, que mostremos que también en nuestros sona ya no es nada, donde enmudece y sólo da cabida
días la cuestión a la que Cristo da una respuesta es tan a Dios.
completamente decisiva que es aquí donde el Espíritu A quí resplandece la luz de la eternidad sobre los que
de Cristo justam ente plantea su pretensión. siempre son ignorados, insignificantes, débiles, indig­
Así se formula nuestra prim era y principal cuestión nos, desconocidos, inferiores, oprim idos, despreciados.
sobre la esencia del mensaje cristiano, la esencia del Aquí brilla sobre las casas de las prostitutas y los publí­
cristianismo. [...] canos [...]. Aquí se irradia la luz de la eternidad sobre las
Con ello se expresa una crítica fundamental contra el masas trabajadoras, luchadoras y pecadoras. La palabra
más grandioso de todos los intentos humanos de pene­ de la gracia se difunde a través del calor sofocante de las
trar en lo divino, contra la Iglesia. El cristianism o con­ grandes ciudades, pero se detiene ante las casas de los
tiene una semilla de animosidad contra la Iglesia debi­ satisfechos, los sabios y los que «tienen» en sentido
do a que queremos fundam entar nuestro derecho frente espiritual. Y lanza su mensaje eterno sobre la muerte de
a Dios sólo en nuestra condición de cristianos y m iem ­ las personas y de los pueblos: os amo desde la eterni­
bros de la Iglesia; de esta manera desfiguramos y no dad, permaneced conmigo y viviréis. El cristianismo
comprendemos en modo alguno la idea cristiana. Y, sin predica el valor inagotable de los que aparentemente no
embargo, el cristianism o necesita la Iglesia. Ésta es la tienen valor, y la infinita inutilidad de los que aparente­
paradoja [...] y aquí reside la enorme responsabilidad de mente son tan valiosos. Dios hará que los débiles sean
la Iglesia. fuertes y que los muertos vivan. [...]
Ética, religión e Iglesia se hallan en la dirección del ¿Acaso el cristianismo aportó sólo otra religión, una
hombre hacia Dios. Sin embargo, Jesús habló única y nueva idea de cultura? ¿M ostró sólo un camino del
exclusivamente de la dirección de Dios al hombre, no hombre a Dios que nadie había recorrido todavía? No,
del camino humano hacia Dios, sino del cam ino de Dios la idea cristiana es el camino de Dios al hombre, y la
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62 ESCRITOS ESENCIALES JESUCRISTO Y LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO 63

señal que la hace concreta es la cruz. Aquí está el punto dono de Dios. Jesús muere de verdad desesperado de su
en el que solemos dam os media vuelta sacudiendo la obra, de Dios, pero precisam ente esto significa el coro­
cabeza sobre la causa cristiana. Pablo fue el prim ero que namiento de su mensaje, el anuncio de que Dios ama
puso la cruz en el punto central del m ensaje cristiano; tanto al hom bre que tom a la muerte sobre sí, por él,
Jesús no dijo nada a este respecto. Con todo, la correc­ como prueba de su voluntad de amor. Y sólo porque en
ta interpretación de la cruz de Cristo no es otra cosa que la humillación de la cruz Jesús dem uestra su amor y el
el desarrollo más radical de la idea de Dios que tenía amor de Dios al mundo, la muerte va seguida de la resu­
Jesús. Es, por así decirlo, la forma histórica visible que rrección. La muerte no puede retener al amor. «El amor
ha tomado esa idea de Dios. Dios viene al hombre que es más fuerte que la muerte» (Ct 8,6).
no tiene nada más que un lugar para Él - y este hueco, Éste es el sentido del Viernes santo y del domingo de
este vacío en el hombre, se llama fe en el lenguaje cris­ Pascua: el camino de Dios al hombre conduce de nuevo
tiano-, Esto quiere decir que en Jesús de Nazaret, su a Dios. A sí se une el concepto de Dios propio de Jesús
Revelador, Dios se inclina hacia el pecador; Jesús busca con la interpretación paulina de la cruz; de esta manera
la compañía de los pecadores, va tras ellos con un amor la cruz se convierte en centro y símbolo paradójico del
sin límites. Quiere estar donde la persona humana ya no mensaje cristiano. Un rey que va a la cruz tiene que ser
es nada: el sentido de la vida de Jesús es la prueba de el rey de un reino sorprendente. Sólo quien comprende
esta voluntad de Dios para con los pecadores, los que no la profunda paradoja de la idea de la cruz puede enten­
valen nada. Donde está Jesús, allí está el am or de Dios. der todo el significado del dicho de Jesús: «Mi reino no
Ahora bien, esa prueba se completa cuando Jesús o el es de este mundo» [Jn 18,36]. Jesús tenía que rechazar
am or de Dios no sólo está donde el hombre se halla en la corona real que le ofrecían, tenía que negar la idea del
el pecado y la miseria, sino cuando Jesús tom a sobre sí Imperium Romanum, que habría sido para él una tenta­
el destino que se cierne sobre toda vida, a saber, la ción en todo momento, si quería perm anecer fiel a su
muerte; es decir, cuando Jesús, que es el amor de Dios, idea de Dios, que lo llevó a la cruz.
muere de verdad. Sólo entonces puede el hombre estar Ahora bien, de esta interpretación de la cruz de
seguro de que el am or de Dios lo acompaña y conduce Cristo se sigue la respuesta a otra cuestión apremiante:
a través de la muerte. Con todo, la muerte de Jesús en la ¿qué tenem os que pensar de las demás religiones? ¿Son
cruz de los criminales muestra que el am or divino nada en com paración con el cristianism o? N uestra res­
encuentra el cam ino hasta la muerte de los criminales, y puesta es que la religión cristiana como religión no es de
cuando Jesús muere en la cruz con el grito: «Dios mío, Dios, sino que es más bien sólo un camino humano
¿por qué me has abandonado?» [Mt 27,46 par.; Me hacia Dios, como el budista y otros, aunque, por supues­
15,34; véase Sal 22,2], esto significa que la eterna to, de naturaleza diferente.
voluntad de am or de Dios no abandona al hombre ni Cristo no es el portador de una nueva religión, sino
siquiera en la experiencia de desesperación por el aban­ el que nos trajo a Dios. Por ello la religión cristiana está
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64 ESCRITOS ESENCIALES

junto a las otras religiones como el cam ino imposible 2


del hombre a Dios. El cristiano no puede enorgullecer­
se nunca de su cristianismo, porque éste sigue siendo ¿Quien es y quién fue Jesucristo?
humano, demasiado humano. Pero vive de la gracia de
Dios, que viene a todos y cada uno de los seres hum a­
nos que se abren a ella y aprenden a com prenderla en la
cruz de Cristo. Por eso el don de Cristo no es la religión
cristiana, sino la gracia y el amor de Dios, que culmina
en la cruz.
En la primavera de 1933 A d o lf Hitler se convirtió en
- D B W 10, pp. 302-304, 316-317, 319-321
canciller de Alemania con poderes dictatoriales. El
verano de aquel año, en la Universidad de Berlín,
Bonhoeffer impartió un curso sobre cristología, poste­
riormente publicado bajo el título Christologie [y tra­
ducido al castellano como ¿Quién es y quién fue
Jesucristo?/. La siguiente selección procede de la
introducción de esa obra.

La doctrina sobre Cristo com ienza en el silencio.


«Calla, que eso es lo absoluto» (Kierkegaard). Pero este
silencio nada tiene que ver con el silencio mistagógico
que, en su mutismo, no es otra cosa que sigilosa charla­
tanería del alm a consigo misma. El silencio de la Iglesia
es el silencio ante el Verbo. Cuando la Iglesia anuncia el
Verbo, está arrodillada en verdadero silencio ante lo ine­
fable: GlC07lfj 7ipoCK'DV£ÍO0O) TÓ appjjTOV (Cirilo
de Alejandría). Este TÓ ápptjTOV (lo inefable) es el
Verbo hablado. Tiene que ser hablado: es nuestro grito
de guerra (Lutero). Aun gritado en el mundo por la
Iglesia, sigue siendo inefable. Hablar de Cristo significa
callar, callar acerca de Cristo significa hablar. Cuando la
Iglesia habla rectam ente, inspirada en el verdadero
silencio, está anunciando a Cristo.
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66 ESCRITOS ESENCIALES ¿QUIÉN ES Y QUIÉN FUE JESUCRISTO? 67

Lo que aquí pretendem os es cultivar la ciencia de humano no quiere morir, por eso ha de m orir el que
esta proclamación. El objeto de tal ciencia sólo se mues­ sería su muerte, es decir, el Logos de Dios, para que así
tra, a su vez, en la proclamación misma. Por consi­ sobreviva el logos humano con su incontestada pregun­
guiente, hablar aquí de Cristo ha de ser necesariamente ta acerca de la existencia y la trascendencia. El Logos
hablar de Él en el silencioso ámbito de la Iglesia. de Dios hecho Hombre tiene que subir a la cruz por obra
Nuestro cultivo de la cristología lo ejercemos aquí en el del logos humano. Se mata a quien im puso la peligrosa
humilde silencio de la comunidad sacramental y adora­ pregunta y, con Él, se mata asimismo su pregunta.
dora. Orar es tanto callar como gritar ante Dios y a la faz Pero, ¿qué ocurre cuando este anti-verbo se yergue,
de su Verbo. En com unidad nos hemos congregado aquí vivo y victorioso, de entre los muertos, como supremo
en torno a este objeto de su Verbo, Cristo. Pero no en un Verbo de Dios, cuando se levanta contra su asesino,
templo sino en un aula, porque nuestra labor ha de ser cuando el Crucificado aparece como Resucitado? Aquí
científica. [...] culmina en toda su incisiva agudeza la pregunta: «¿Tú,
Volvamos ahora al punto de partida. ¿Hasta qué quién eres?». A quí se yergue, eternamente viva, tanto en
punto la cuestión cristológica es central para la ciencia? su calidad de pregunta como de respuesta, esta pregun­
Lo es ciertam ente por cuanto en ella, y sólo en ella, el ta sobre el hombre, a causa del hombre y en el hombre.
tema de la trascendencia se plantea en su forma existen- El hombre podría luchar contra el Verbo hecho hombre,
cial, y asim ismo por cuanto la cuestión ontológica se pero es impotente ante el Resucitado. Ahora es el hom­
plantea aquí como la cuestión que inquiere por el ser de bre m ism o quien es juzgado y ajusticiado. La pregunta
una persona, la de Jesucristo. El antiguo logos es juzga­ se invierte y recae sobre el logos humano. Pues, ¿quién
do por la trascendencia de la persona de Cristo y así eres tú, ya que así interrogas? ¿Estás realm ente en la
aprende su nuevo derecho relativo, sus límites y su verdad, tú, que así preguntas? ¿Quién eres, pues, tú, que
necesidad. Sólo en cuanto logología, la cristología cons­ sólo puedes interrogarm e si te capacito para ello, si te
tituye la posibilitación genérica de la ciencia. Pero, con justifico y te doy la gracia?
esto, únicam ente nos referimos a su aspecto formal. Sólo a partir del instante en que se sobrentiende esta
Más importante es el aspecto del contenido. La pre­ pregunta invertida queda definitivamente formulada la
gunta por el «quién» reduce la razón hum ana a sus debi­ interrogación cristológica por el «quién». El hecho de
dos límites. Pero, ¿qué ocurre cuando el Antilogos for­ que el hombre, por su parte, sea interrogado en esta
mula su pretensión? Pues que el hom bre aniquila el forma, pone ya de m anifiesto quién es el que aquí inte­
«quién» que se le enfrenta. «¿Tú, quién eres?», pregun­ rroga. Sólo Dios puede interrogar así. Un hombre no
ta Pilato. Jesús calla. El hombre no puede aguardar la puede interrogar de este modo a otro hombre. Por con­
peligrosa respuesta. El logos no soporta al Antilogos. siguiente, aquí, la única contra-pregunta posible es:
Sabe muy bien que uno de los dos tiene que morir. Y por «¿Quién eres tú?». Las preguntas por el «qué» y por el
eso mata al que acaba de interrogar. Com o el logos «cómo» han quedado eliminadas.
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68 ESCRITOS ESENCIALES ¿QUIÉN ES Y QUIÉN FUE JESUCRISTO? 69

¿Q ué puede significar en concreto todo esto? debe desconfiar forzosam ente de Él. El proletario no
También hoy el Desconocido sale al encuentro de los dice: «Jesús es Dios». Pero, al afirm ar que Jesús fue un
hombres de tal modo que sólo cabe preguntarle: «¿Tú, buen hombre, está diciendo más que cuando el burgués
quién eres?» -aunque a menudo los hom bres rehuyan afirma: «Jesús es Dios». Para el burgués Dios es algo
formularle esta pregunta-. Pero no pueden desentender­ que pertenece a la Iglesia. Pero en las naves de una
se de Él. Como no pueden desentenderse de Goethe y fábrica Jesús puede estar presente como socialista, y en
Sócrates, puesto que de ello depende su form ación y su las tareas políticas, como idealista, y en la existencia
ethos. Pero de la posición que adoptan frente a Cristo proletaria, com o un buen hombre. Jesús lucha en las
dependen su vida y su muerte, su salvación y su conde­ filas proletarias contra el enemigo, contra el capitalis­
nación. Desde fuera, esto resulta incom prensible. Pero mo. «¿Tú, quién eres? ¿Eres herm ano y señor?».
en la Iglesia existen unas palabras sobre las cuales todo ¿Acaso esta pregunta es aquí m eram ente esquivada o
se fundamenta: «En ningún otro está la salvación» (Hch bien es formulada, a su modo, con toda seriedad?
4,12). Nuestro encuentro con Jesús tiene una motiva­ Dostoievski, en la luminosidad de su formación
ción distinta de la que determ ina nuestro encuentro con rusa, nos presenta la figura de Cristo como la de un idio­
Sócrates y Goethe. No es posible pasar de largo ante la ta. El idiota no se distancia nunca de los hombres, sino
persona de Jesús, porque Cristo vive. Podemos pasar de que tropieza torpem ente en todas partes. No se relacio­
largo, si es preciso, ante la persona de Goethe, porque na con los adultos, sino con los niños. Es objeto de burla
Goethe está muerto. Y, sin embargo, infinitas veces han y de cariño. Es el loco y el sabio. Todo lo soporta y todo
intentado los hombres tanto resistir como eludir su lo perdona. Es revolucionario y se conform a a ello. Sin
encuentro con Jesús. que se lo proponga, con su mera existencia suscita sobre
Parece como si, para el mundo del proletariado, sí la atención general: «¿Tú, quién eres? ¿Eres un idio­
Cristo estuviese ya finiquitado junto con la Iglesia y la ta o eres Cristo?».
sociedad burguesa. No existe, pues, ningún motivo para Piénsese en la novela de Gerhard Hauptmann, El
situar en un lugar privilegiado el encuentro con Jesús. loco en Cristo M anuel Quinto, o en las representacio­
La Iglesia ha llegado a ser una organización em bruteci­ nes, es decir, en las desfiguraciones que de Cristo nos
da que sanciona al sistema capitalista. Pero precisam en­ ofrecen W ilhelm Gross y George Grosz, tras las cuales
te en esta circunstancia yace la posibilidad de que el acecha la pregunta: «En realidad, ¿quién eres tú?».
m undo proletario separe netam ente a Jesús de su Cristo anda a través de los tiempos siempre interroga­
Iglesia, puesto que Jesús no es culpable de lo que la do y siempre incom prendido, siem pre nuevamente
Iglesia ha llegado a ser. Jesús sí, Iglesia no. Aquí Jesús ajusticiado.
puede ser idealista, socialista. ¿Qué significa el que el El teólogo realiza las mismas tentativas de encontrar
proletario, en su m undo de desconfianza, diga: «Jesús o de rehuir a Cristo. Hay teólogos que le traicionan y
fue un buen hombre»? Pues significa que el hom bre no simulan compadecerle. Cristo sigue siendo siempre trai­
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70 ESCRITOS ESENCIALES ¿QUIÉN ES Y QUIÉN FUE JESUCRISTO? 71

cionado con un beso. Querer desentenderse de Cristo En el fondo, todos son como yo. Se presupone que el
significa arrodillarse, también siempre, con los que se interrogado, en su ser, es idéntico a mí. Las autoridades
burlan de Él, pero le dicen: «¡Salve, Rabí!». En el sólo son portadores de la autoridad de una comunidad,
fondo, sólo existen dos contingencias en el encuentro de un cargo, de una palabra; no son ni el cargo ni la
del hombre con Jesús: el hombre o bien ha de morir, o palabra mismos. También los profetas, en lo que son,
bien ha de matar a Jesús. son tan sólo portadores de una palabra. Pero, ¿qué ocu­
La pregunta «¿Tú, quién eres?», sigue siendo equí­ rre cuando uno se alza con la pretensión de que no sólo
voca. Puede ser la interrogación de quien se sabe ya (iene sino que es autoridad, de que no sólo tiene sino
afectado al form ularla y que entonces escucha la contra­ que es un cargo, de que no sólo tiene sino que es la pala­
pregunta: «¿Y quién eres tú?». Pero puede ser asim ismo bra? Pues que entonces irrumpe un nuevo ser en nuestro
la pregunta de quien al form ularla piensa: «¿Cómo aca­ ser. Entonces toca a su fin la m ayor autoridad del
baré contigo?» - y así su pregunta se convierte velada- mundo, el profeta. Entonces ya no nos hallam os ante un
mente en la interrogación por el «cóm o»-. La pregunta santo, un reformador, un profeta, sino ante el Hijo. Y ya
por el «quién» sólo puede formularse a Jesús si se escu­ no preguntamos: «¿Qué o de dónde eres tú?». Puesto
cha al mismo tiempo la contra-pregunta de Jesús. que ha surgido ya la cuestión que inquiere por la reve­
Entonces no es el hombre quien acaba con Jesús, sino lación misma.
Jesús quien acaba con el hombre. O sea, que la pregun­ - ¿Quién es y quién fu e Jesucristo?,
ta por el «quién» sólo puede darse en aquella fe que ya pp. 13, 18-22
contiene la contra-pregunta y la respuesta. M ientras la
cuestión cristológica sea la interrogación del logos
humano, quedará sujeta a la am bigüedad de la pregunta
por el «cómo». Pero cuando la pregunta resuena en el
acto de fe, entonces tiene, como ciencia, la posibilidad
de plantear la interrogación por el «quién».
En la estructura de las autoridades se dan dos tipos
opuestos: la autoridad según el cargo y la autoridad de
la persona. La pregunta dirigida a la autoridad según el
cargo reza así: «¿Qué eres tú?», en la cual el «qué» se
refiere al cargo. Pero la pregunta dirigida a la autoridad
de la persona dice: «¿De dónde te viene, a ti, esta auto­
ridad?». Y la respuesta es: «De ti, ya que tú reconoces
mi autoridad sobre ti». Ambas preguntas pueden redu­
cirse y clasificarse dentro de la pregunta por el «cómo».
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EL PRECIO DE LA GRACIA: EL SEGUIMIENTO 73

consiguiente, las posibilidades de utilización y de dila­


pidación son también infinitam ente grandes. Por otra
El precio de la gracia: parte, ¿qué sería una gracia que no fuese gracia barata?
el seguimiento La gracia barata es la gracia como doctrina, como
principio, como sistema, es el perdón de los pecados
considerado como una verdad universal, es el amor de
Dios interpretado como «idea» cristiana de Dios. Quien
la afirma posee ya el perdón de sus pecados. La Iglesia
de esta doctrina de la gracia participa ya de esta gracia
En el conjunto de las obras de Bonhoeffer, Nachfolge por su m ism a doctrina. En esta Iglesia, el mundo en­
[traducida al castellano con el título El precio de la gra­ cuentra un velo barato para cubrir sus pecados, de los
cia: el seguimiento?, publicada en 1937, fu e la más que no se arrepiente y de los que no desea liberarse.
radical de las que vieron la luz en vida de su autor. Su Por esto, la gracia barata es la negación de la palabra
preocupación en ella no era sólo la naturaleza idolátri­ viva de Dios, es la negación de la encarnación del Verbo
ca del Estado nazi, sino los compromisos mortales de
de Dios.
los supuestos cristianos alemanes que sustituyeron la
obediencia a la cruz por la lealtad al Reich. La gracia barata es la justificación del pecado y no
del pecador. Puesto que la gracia lo hace todo por sí
sola, las cosas deben quedar como antes. [...]
La gracia cara El cristiano tiene que [...] negarse a sí mismo, no dis­
tinguirse del m undo en su modo de vida. Debe dejar que
La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. la gracia sea realmente gracia, a fin de no destruir la fe
Hoy combatimos en favor de la gracia cara. que tiene el mundo en esta gracia barata. Pero en su
La gracia barata es la gracia considerada com o una mundanidad, en esta renuncia necesaria que debe acep­
mercancía que hay que liquidar, es el perdón m albarata­ tar por am or al mundo - o mejor, por amor a la gracia-,
do, el consuelo malbaratado, el sacram ento m albarata­ el cristiano debe estar tranquilo y seguro (securus) en la
do, es la gracia como almacén inagotable de la Iglesia, posesión de esta gracia que lo hace todo por sí sola. El
de donde la cogen unas manos inconsideradas para dis­ cristiano no tiene que seguir a Jesucristo; le basta con
tribuirla sin vacilación ni límites; es la gracia sin precio, consolarse en esta gracia. Ésta es la gracia barata como
que no cuesta nada. Porque se dice que, según la natu­ justificación del pecado, pero no del pecador arrepenti­
raleza misma de la gracia, la factura ha sido pagada de do, del pecador que abandona su pecado y se convierte;
antemano para todos los tiempos. Gracias a que esta no es el perdón de los pecados el que nos separa del
factura ya ha sido pagada podemos tenerlo todo gratis. pecado. La gracia barata es la gracia que tenem os por
Los gastos cubiertos son infinitam ente grandes y, por nosotros mismos.
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74 ESCRITOS ESENCIALES EL PRECIO DE LA GRACIA: EL SEGUIMIENTO 75

La gracia barata es la predicación del perdón sin senta al espíritu angustiado y al corazón abatido como
arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, una palabra de perdón. La gracia es cara porque obliga
la eucaristía sin confesión de los pecados, la absolución al hombre a someterse al yugo del seguim iento de
sin confesión personal. La gracia barata es la gracia sin Jesucristo, pero es una gracia el que Jesús diga: «Mi
seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin yugo es suave y mi carga ligera». [...]
Jesucristo vivo y encarnado. No es posible interpretar de forma más funesta la
La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el acción de Lutero que pensando que, al descubrir el
que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla pre­ evangelio de la pura gracia, dispensó de la obediencia a
ciosa por la que el m ercader entrega todos sus bienes; es los mandamientos de Jesús en este mundo, y que el des­
el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo cubrimiento de la Reform a ha sido la canonización, la
que le escandaliza; es la llamada de Jesucristo que hace justificación del mundo por medio de la gracia que
que el discípulo abandone sus redes y le siga. perdona.
La gracia cara es el evangelio que siempre hemos de Para Lutero, la vocación secular del cristiano sólo se
buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a justifica por el hecho de que en ella se manifiesta de la
la que se ha de llamar. íorma más aguda la protesta contra el mundo. Sólo en la
Es cara porque llama al seguimiento, es gracia por­ medida en que la vocación secular del cristiano se ejer­
que llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque ce en el seguim iento de Jesús recibe, a partir del evan­
le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la gelio, una justificación nueva. No fue la justificación del
vida; es cara porque condena el pecado, es gracia por­ pecado, sino la del pecador, la que condujo a Lutero a
que justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara síiIir del convento. La gracia cara fue la que se concedió
porque le ha costado cara a Dios, porque le ha costado a I .utero. Era gracia, porque era como agua sobre una
la vida de su Hijo -«habéis sido adquiridos a gran pre­ Iierra árida, porque consolaba en la angustia, porque
c io » - y porque lo que ha costado caro a Dios no puede liberaba de la esclavitud a los caminos que el hombre se
resultarnos barato a nosotros. Es gracia, sobre todo, había elegido, porque era el perdón de todos los peca­
porque Dios no ha considerado a su Hijo demasiado dos. Era gracia cara porque no dispensaba del trabajo; al
caro con tal de devolvernos la vida, entregándolo por contrario, hacía mucho más obligatoria la llamada a
nosotros. La gracia cara es la encarnación de Dios. seguir a Jesús. Pero, precisamente porque era cara era
La gracia cara es la gracia como santuario de Dios gracia, y precisam ente porque era gracia era cara. Éste
que hay que proteger del mundo, que no puede ser lue el secreto del evangelio de la Reforma, el secreto de
entregado a los perros; por tanto, es la gracia como pala­ la justificación del pecador.
bra viva, palabra de Dios que él mismo pronuncia cuan­ Sin embargo, en la historia de la Reforma, quien
do le agrada. Esta palabra llega a nosotros en la forma obtuvo la victoria no fue la idea luterana de la gracia
de una llamada m isericordiosa a seguir a Jesús, se pre­ pura, costosa, sino el instinto religioso del hombre,
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76 ESCRITOS ESENCIALES EL PRECIO DE LA GRACIA: EL SEGUIMIENTO 77

siempre despierto para descubrir el lugar donde puede Pero ¿sabemos también que esta gracia barata se ha
adquirirse la gracia al precio más barato. Sólo hacía mostrado trem endam ente inm isericorde con nosotros?
falta un leve desplazamiento del acento, apenas percep­ El precio que hem os de pagar hoy día, con el hundi­
tible, para que el trabajo más peligroso y pernicioso se miento de las Iglesias organizadas, ¿significa otra cosa
hubiese realizado. Lutero había enseñado que el hom ­ que la inevitable consecuencia de la gracia conseguida a
bre, incluso en sus obras y caminos más piadosos, no bajo precio? Se ha predicado, se han adm inistrado los
podría subsistir delante de Dios porque, en el fondo, se sacramentos a bajo precio, se ha bautizado, confirmado,
busca siempre a sí mismo. Y, en medio de esta preocu­ absuelto a todo un pueblo, sin hacer preguntas ni poner
pación, había captado en la fe la gracia del perdón libre condiciones; por caridad hum ana se han dado las cosas
e incondicional de todos los pecados. santas a los que se burlaban y a los incrédulos, se han
derramado sin fin torrentes de gracia, pero la llamada al
Lutero sabía que esta gracia le había costado toda seguimiento se escuchó cada vez menos.
una vida y que seguía exigiendo su precio diariamente. ¿Qué se ha hecho de las ideas de la Iglesia primitiva,
Porque, por la gracia, no se sentía dispensado del segui­ que durante el catecum enado para el bautismo vigilaba
miento, sino que, al contrario, se veía obligado a él tan atentamente la frontera entre la Iglesia y el mundo y
ahora más que nunca. Cuando Lutero hablaba de la gra­ se preocupaba tanto por la gracia cara? ¿Qué se ha
cia pensaba siempre, al mismo tiempo, en su propia hecho de las advertencias de Lutero concernientes a una
vida que, sólo por la gracia, había sido som etida a la predicación del evangelio que asegurase a los hombres
obediencia total a Cristo. No podía hablar de la gracia en su vida sin Dios? ¿Dónde ha sido cristianizado el
más que de esta forma. Lutero había dicho que la gracia mundo de m anera más horrible y menos salvífica que
actúa sola; sus discípulos lo repitieron literalm ente, con aquí? ¿Qué significan los tres mil sajones asesinados
la única diferencia de que se olvidaron pronto de pensar por Carlomagno al lado de los millones de almas m ata­
y decir lo que Lutero siempre había considerado como das hoy? En nosotros se ha verificado que el pecado de
algo natural: el seguimiento, del que no necesitaba los padres se castiga en los hijos hasta la tercera y la
hablar porque se expresaba como un hombre al que la cuarta generación. La gracia barata no ha tenido com ­
gracia había conducido al seguimiento más estricto de pasión con nuestra Iglesia evangélica. [•••]
Jesús. La doctrina de los discípulos dependía, pues, de Dichosos los que, habiendo reconocido esta gracia,
la doctrina de Lutero y, sin embargo, esta doctrina fue el pueden vivir en el m undo sin perderse en él; aquellos
fin, el aniquilamiento de la Reform a en cuanto revela­ que, en el seguim iento de Jesucristo, están tan seguros
ción de la gracia cara de Dios sobre la tierra. La justifi­ de la patria celeste que se sienten realm ente libres para
cación del pecador en el mundo se transform ó en ju sti­ vivir en el mundo. Dichosos aquellos para los que seguir
ficación del pecado y del mundo. La gracia cara se vol­ a Jesucristo no es más que vivir de la gracia, y para los
vió gracia barata, sin seguimiento. [...] que la gracia no consiste más que en el seguimiento.
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78 ESCRITOS ESENCIALES EL PRECIO DE LA GRACIA: EL SEGUIMIENTO 79

Dichosos los que se han hecho cristianos en este senti­ Pedro, piedra de la Iglesia, quien resulte culpable inm e­
do, los que han experimentado la m isericordia de la diatamente después de su confesión de Jesucristo y de
palabra de la gracia. ser investido por él, prueba que, desde el principio, la
- El precio de la gracia, Iglesia se ha escandalizado del Cristo sufriente. No
selección de las pp. 17-35 quiere a tal Señor y, como Iglesia de Cristo, no quiere
que su Señor le im ponga la ley del sufrimiento. La pro­
testa de Pedro muestra su poco deseo de sumergirse en
el dolor. Con esto, Satanás penetra en la Iglesia. Quiere
El seguim iento y la cruz
apartarla de la cruz de su Señor.
«Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía Jesús se ve obligado a poner en contacto a sus discí­
sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los
pulos, de forma clara e inequívoca, con el imperativo
sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muer­
te y resucitar a los tres días» [...] (Me 8,31).
del sufrimiento. Igual que Cristo no es el Cristo más que
sufriendo y siendo rechazado, del m ismo modo el discí­
La llamada al seguimiento se encuentra aquí en relación pulo no es discípulo más que sufriendo, siendo rechaza­
con el anuncio de la pasión de Jesús. Jesucristo debe do y crucificado con él. El seguimiento, en cuanto vin­
sufrir y ser rechazado. Es el imperativo de la prom esa de culación a la persona de Cristo, sitúa al seguidor bajo la
Dios, para que se cum pla la Escritura. Sufrir y ser recha­ ley de Cristo, es decir, bajo la cruz.
zado no es lo mismo. Jesús podía ser el Cristo glorifica­ Sin embargo, la comunicación a los discípulos de
do en el sufrimiento. El dolor podría provocar toda la esta verdad inalienable comienza, de form a curiosa, con
piedad y toda la admiración del mundo. Su carácter trá­ el hecho de que Jesús vuelve a dejar a sus discípulos en
gico podría conservar su propio valor, su propia honra, plena libertad. «Si alguno quiere seguirme», dice Jesús.
su propia dignidad. No se trata de algo natural, ni siquiera entre los discípu­
Pero Jesús es el Cristo rechazado en el dolor. El los. No se puede forzar a nadie, no se puede esperar esto
hecho de ser rechazado quita al sufrimiento toda digni­ de nadie. Por eso dice: «si alguno» quiere seguirme,
dad y todo honor. Debe ser un sufrim iento sin honor. despreciando todas las otras propuestas que se le hagan.
Sufrir y ser rechazado constituyen la expresión que sin­ Una vez más, todo depende de la decisión; en medio del
tetiza la cruz de Jesús. La muerte de cruz significa sufrir seguimiento en que viven los discípulos todo vuelve a
y m orir rechazado, despreciado. Jesús debe sufrir y ser quedar en blanco, en vilo, como al principio; nada se
rechazado por necesidad divina. Todo intento de obsta­ espera, nada se impone. Tan radical es lo que ahora va a
culizar esta necesidad es satánico. Incluso, y sobre todo, decirse. Así, una vez más, antes de que sea anunciada la
si proviene de los discípulos; porque esto quiere decir ley del seguimiento, los discípulos deben sentirse com ­
que no se deja a Cristo ser el Cristo. El hecho de que sea pletamente libres.
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80 ESCRITOS ESENCIALES EL PRECIO DE LA GRACIA: EL SEGUIMIENTO 81

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí y no a causa de cualquier otra conducta o de cualquier
mismo». Lo que Pedro dijo al negar a Cristo -« n o co­ otra confesión de fe. Un cristianism o que no tom aba en
nozco a ese hom bre»- es lo que debe decir de sí mismo serio el seguimiento, que había hecho del evangelio sólo
el que le sigue. La negación de sí m ism o no consiste en un consuelo barato de la fe, y para el que la existencia
una multitud, por grande que sea, de actos aislados de natural y la cristiana se entrem ezclaban indistintamente,
mortificación o de ejercicios ascéticos; tam poco signifi­ debía entender la cruz como un mal cotidiano, como la
ca el suicidio, porque también en él puede imponerse la miseria y el miedo de nuestra vida natural.
propia voluntad del hombre. Negarse a sí mismo es Olvidaba que la cruz siempre significa, sim ultánea­
conocer sólo a Cristo, no a uno mismo; significa fijar­ mente, ser rechazado, que el oprobio del sufrimiento
nos sólo en aquel que nos precede, no en el camino que forma parte de la cruz. Ser rechazado, despreciado,
nos resulta tan difícil. De nuevo la negación de sí mismo abandonado por los hombres en el sufrimiento, como
se expresa con las palabras: él va delante, mantente fir­ dice la queja incesante del salmista, es un signo esencial
memente unido a él. del sufrimiento de la cruz, imposible de comprender
«...tome su cruz». Jesús, por su gracia, ha preparado para un cristianismo que no sabe distinguir entre la exis­
a los discípulos a escuchar estas palabras hablándoles tencia civil y la existencia cristiana. La cruz es consufrir
prim ero de la negación de sí mismo. Si nos hemos olvi­ con Cristo, es el sufrim iento de Cristo. Sólo la vincula­
dado realmente de nosotros mismos, si no nos conoce­ ción a Cristo, tal com o se da en el seguimiento, se en­
mos ya, podemos estar dispuestos a llevar la cruz por cuentra seriamente bajo la cruz.
amor a él. Si sólo le conocemos a él, no conocem os ya «...tome su cruz»; está preparada desde el principio,
los dolores de nuestra cruz, sólo le vemos a él. Si Jesús sólo falta llevarla. Pero nadie piense que debe buscarse
no nos hubiese preparado con tanta amabilidad para una cruz cualquiera, que debe buscar voluntariamente
escuchar esta palabra, no podríamos soportarla. Pero un sufrimiento, dice Jesús; cada uno tiene preparada su
nos ha puesto en situación de percibir como una gracia cruz, que Dios le destina y prepara a su medida. Debe
incluso estas duras palabras, que llegan a nosotros en la llevar la parte de sufrimiento y de repulsa que le ha sido
alegría del seguimiento y nos consolidan en él. prescrita. La medida es diferente para cada uno. Dios
La cruz no es el mal y el destino penoso, sino el honra a éste con un gran sufrimiento, le concede la gra­
sufrimiento que resulta para nosotros únicam ente del cia del martirio, a otro no le permite que sea tentado por
hecho de estar vinculados a Jesús. La cruz no es un encima de sus fuerzas. Sin embargo, es la misma cruz.
sufrimiento fortuito, sino necesario. La cruz es un sufri­ Es impuesta a todo cristiano. El prim er sufrimiento
miento vinculado, no a la existencia natural, sino al de Cristo que todos debemos experim entar es la llam a­
hecho de ser cristianos. La cruz no es sólo y esencial­ da que nos invita a liberarnos de las ataduras de este
mente sufrimiento, sino sufrir y ser rechazado; y, estric­ mundo. Es la muerte del hombre viejo en su encuentro
tamente, se trata de ser rechazado por am or a Jesucristo, con Jesucristo. Quien entra en el camino del seguim ien­
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82 ESCRITOS ESENCIALES EL PRECIO DE LA GRACIA: EL SEGUIMIENTO 83

to se sitúa en la muerte de Jesús, transform a su vida en y el pecado recaen también sobre el discípulo, le recu­
muerte; así sucede desde el principio. La cruz no es la bren de oprobio y le expulsan, igual que al m acho ca­
m eta terrible de una vida piadosa y feliz, sino que se brío expiatorio, fuera de las puertas de la ciudad.
encuentra al comienzo de la comunión con Jesús. De este modo, el cristiano se convierte en portador
Toda llamada de Cristo conduce a la muerte. Bien del pecado y de la culpa en favor de otros hombres.
debamos, con los primeros discípulos, dejar nuestra Quedaría aplastado bajo este peso si él m ismo no fuese
casa y nuestra profesión para seguirle, bien debamos, sostenido por el que ha llevado todos los pecados. Pero
como Lutero, abandonar el claustro para volver al m un­ en la fuerza del sufrimiento de Cristo le es posible triun­
do, en ambos casos nos espera la m ism a muerte, la far de los pecados que recaen sobre él, en la medida en
muerte en Jesucristo, la muerte de nuestro hom bre viejo que los perdona. El cristiano se transform a en portador
a la llamada de Jesucristo. Puesto que la llamada que de cargas: «Llevad los unos las cargas de los otros y así
Jesús dirige al joven rico le trae la muerte, puesto que no cumpliréis la ley de Cristo» (Gal 6, 2).
le es posible seguir más que en la medida en que ha Igual que Cristo lleva nuestra carga, nosotros debe­
muerto a su propia voluntad, puesto que todo m anda­ mos llevar las de nuestros hermanos; la ley de Cristo
miento de Jesús nos ordena m orir a todos nuestros dese­ que debemos cum plir consiste en llevar la cruz. El peso
os y apetitos, y puesto que no podemos querer nuestra de mi hermano, que debo llevar, no es solamente su
propia muerte, es preciso que Jesús, en su palabra, sea suerte externa, su forma de ser y sus cualidades, sino, en
nuestra vida y nuestra muerte. el más estricto sentido, su pecado. Y no puedo cargar
La llamada al seguimiento de Jesús, el bautism o en con él más que perdonándole en la fuerza de la cruz de
nombre de Jesucristo, son muerte y vida. La llamada de Cristo, de la que he sido hecho partícipe. De este modo,
Cristo, el bautismo, sitúan al cristiano en el combate la llamada de Jesús a llevar la cruz sitúa a todo el que le
diario contra el pecado y el demonio. Cada día, con sus sigue en la com unión del perdón de los pecados. El per­
tentaciones de la carne y del mundo, vuelca sobre el dón de los pecados es el sufrimiento de Cristo ordenado
cristiano nuevos sufrimientos de Jesucristo. Las heridas a los discípulos. Es impuesto a todos los cristianos.
que nos son infligidas en esta lucha, las cicatrices que el Pero, ¿cómo sabrá el discípulo cuál es su cruz? La
cristiano conserva de ella, son signos vivos de la com u­ recibirá cuando siga a su Señor sufriente, reconocerá su
nidad con Cristo en la cruz. Pero hay otro sufrimiento, cruz en la com unión con Jesús.
otra deshonra, que no es ahorrada a ningún cristiano. Es El sufrimiento se convierte así en signo distintivo de
verdad que sólo el sufrimiento de Cristo es un sufri­ los seguidores de Cristo. El discípulo no es m ayor que
miento reconciliador; pero como Cristo ha sufrido por su maestro. El seguim iento es una passio passiva, una
causa del pecado del mundo, como todo el peso de la obligación de sufrir. Por eso pudo Lutero contar el su­
culpa ha caído sobre él, y como Jesús ha imputado el frimiento entre los signos de la verdadera Iglesia. Tam­
fruto de su sufrimiento a los que le siguen, la tentación bién por eso, un trabajo prelim inar a la Confesión de
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84 ESCRITOS ESENCIALES EL PRECIO DE LA GRACIA: EL SEGUIMIENTO 85

Augsburgo definió a la Iglesia como la com unidad de sabe que el sufrim iento pasará en la m edida en que lo
los que «son perseguidos y martirizados a causa del sufra. Sólo cargando con él vencerá al sufrimiento,
evangelio». Quien no quiere cargar su cruz, quien no triunfará de él. Su cruz es su triunfo.
quiere entregar su vida al dolor y al desprecio de los El sufrimiento es lejanía de Dios. Por eso, quien se
hombres, pierde la comunión con Cristo, no le sigue. encuentra en comunión con Dios no puede sufrir. Jesús
Pero quien pierde su vida en el seguim iento, llevando la ha afirm ado esta frase del A ntiguo Testam ento.
cruz, la volverá a encontrar en este mismo seguimiento, Precisamente por esto toma sobre sí el sufrimiento del
en la comunión de la cruz con Cristo. Lo contrario del mundo enteró y, al hacerlo, triunfa de él. Carga con toda
seguimiento es avergonzarse de Cristo, avergonzarse de la lejanía de Dios. El cáliz pasa porque él lo bebe. Jesús
la cruz, escandalizarse de ella. quiere vencer al sufrimiento del m undo; para ello nece­
Seguir a Jesús es estar vinculado al Cristo sufriente. sita saborearlo por completo. Así, ciertam ente, el sufri­
Por eso el sufrimiento de los cristianos no tiene nada de miento sigue siendo lejanía de Dios, pero en la com u­
desconcertante. Es, más bien, gracia y alegría. Las actas nión del sufrimiento de Jesucristo el sufrimiento triunfa
de los primeros mártires dan testimonio de que Cristo del sufrim iento y se otorga la comunión con Dios preci­
transfigura, para los suyos, el instante de mayor sufri­ samente en el dolor.
miento con la certeza indescriptible de su proxim idad y Es preciso llevar el sufrimiento para que éste pase. O
de su comunión. De suerte que, en medio de los más es el mundo quien lo lleva, y se hunde, o recae sobre
atroces tormentos soportados por su Señor, participan Cristo, y es vencido por él. Así, pues, Cristo sufre en
de la alegría suprem a y de la felicidad de la comunión representación del mundo. Sólo su sufrim iento es un
con él. Llevar la cruz se les revelaba como la única sufrimiento redentor. Pero también la Iglesia sabe ahora
manera de triunfar del sufrimiento. Y esto es válido para que el sufrimiento del mundo busca a alguno que lo
todos los que siguen a Cristo, puesto que fue válido para lleve. De forma que, en el seguimiento de Cristo, el
Cristo mismo. sufrimiento recae sobre la Iglesia y ella lo lleva, siendo
«Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplica­ llevada al mismo tiempo por Cristo. La Iglesia de
ba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, Jesucristo representa al mundo ante Dios en la medida
pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú...”. Y ale­ en que sigue a su Señor cargando con la cruz.
jándose de nuevo, por segunda vez oró así: “Padre mío, si Dios es un Dios que lleva. El Hijo de Dios llevó
esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu volun­ nuestra carne, llevó la cruz, llevó todos nuestros peca­
tad”» (Mt 26, 39.42).
dos y, con esto, nos trajo la reconciliación. El que sigue
Jesús pide al Padre que pase de él este cáliz, y el es llamado igualm ente a llevar. Ser cristiano consiste en
Padre escucha la oración del Hijo. El cáliz del sufri­ llevar. Lo m ismo que Cristo, al llevar la cruz, conservó
miento pasará de él, pero únicamente bebiéndolo. Cuan­ su com unión con el Padre, para el que le sigue, cargar la
do Jesús se arrodilla por segunda vez en Getsemaní, cruz significa la comunión con Cristo.
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86 ESCRITOS ESENCIALES

El hombre puede desembarazarse de esta carga que ________ 4 ________


le es impuesta. Pero con esto no se libera de toda carga;
al contrario, lleva un peso mucho más pesado e inso­ Vida en comunidad
portable. Lleva el yugo de su propio yo, que se ha esco­
gido libremente. A los que están agobiados con toda
clase de penas y fatigas, Jesús los ha llamado a desem ­
barazarse del propio yugo para coger el suyo, que es
suave, para coger su peso, que es ligero. Su yugo y su
peso es la cruz. Ir bajo ella no significa m iseria ni deses­
El trasfondo de Gemeinsames Leben [traducida al cas­
peración, sino recreo y paz de las almas, es la alegría tellano cono el título Vida en comunidad/ lo constituye
suprema. No marchamos ya bajo las leyes y las cargas la experiencia de vida comunitaria de Bonhoeffer, de
que nos habíam os fabricado a nosotros mismos, sino 1935 a 1937, en Finkenwalde, un seminario establecido
bajo el yugo de aquel que nos conoce y com parte ese con el objetivo defo rm a r pastores para la Iglesia con­
mismo yugo con nosotros. Bajo su yugo tenem os la cer­ fesante. Bonhoeffer hizo especial hincapié en que la
teza de su proxim idad y de su comunión. A él es a quien formación de los seminaristas no debía estar centrada
encuentra el seguidor cuando carga con su cruz. sólo en el estudio académico, sino también en la ora­
ción, la reflexión sobre la Escritura y la form ación espi­
«Las cosas no deben suceder según tu razón, sino por enci­ ritual. Finkenwalde fu e clausurado por la Gestapo en
ma de tu razón; sumérgete en la sinrazón y yo te daré mi 1937. Vida en comunidad, de donde se toma este capí­
razón. La sinrazón es la razón verdadera; no saber dónde tulo titulado «La comunidad», se publicó en 1939.
vas es, realmente, saber dónde vas. Mi razón te volverá per­
fectamente irrazonable. Así fue como abandonó Abrahán su
patria, sin saber dónde iba. Se entregó a mi saber, abando­ «¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir ju n ­
nando su propio saber, siguió el verdadero camino para lle­ tos y en armonía!» (Sal 133,1).
gar al fin verdadero. Mira, éste es el camino de la cruz; tú
Vamos a exam inar a continuación algunas enseñan­
no puedes encontrarlo, es preciso que yo te guíe como a un
ciego; por eso, no eres tú, ni un hombre, ni una criatura, zas y reglas de la Escritura sobre nuestra vida en común
quien te enseñará el camino que debes seguir; seré yo, yo bajo la palabra de Dios.
mismo, con mi Espíritu y mi palabra. Este camino no es el Contrariam ente a lo que podría parecer a prim era
de las obras que te has escogido, ni el sufrimiento que te has vista, no se deduce que el cristiano tenga que vivir nece­
imaginado; es el sufrimiento que yo te indico contra tu elec­ sariamente entre otros cristianos. El mismo Jesucristo
ción, contra tus pensamientos y deseos. Marcha por él, yo vivió en medio de sus enemigos y, al final, fue abando­
te llamo. Sé discípulo, porque ha llegado el tiempo y tu nado por todos sus discípulos. Se encontró en la cruz
maestro se acerca» (Lutero).
solo, rodeado de m alhechores y blasfemos. H abía veni­
- El precio de la gracia, pp. 77-87 do para traer la paz a los enemigos de Dios. Por esta
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88 ESCRITOS ESENCIALES VIDA EN COMUNIDAD 89

razón, el lugar de la vida del cristiano no es la soledad comunidad, reunida alrededor de la palabra y el sacra­
del claustro sino el campamento mismo del enemigo. mento. Pero esta gracia no es accesible a todos los cre­
A hí está su misión y su tarea. «El reino de Jesucristo yentes. Los prisioneros, los enferm os, los aislados en la
debe ser edificado en medio de tus enemigos. Quien dispersión, los misioneros, están solos. Ellos saben que
rechaza esto renuncia a formar parte de este reino, y la existencia de la com unidad visible es una gracia. Por
prefiere vivir rodeado de amigos, entre rosas y lirios eso su plegaria es la del salmista: «Recuerdo con em o­
lejos de los malvados, en un círculo de gente piadosa. ción cuando marchaba al frente de la m ultitud hacia la
¿No veis que así blasfemáis y traicionáis a Cristo? Si casa de Dios entre gritos de alegría y alabanza de un
Jesús hubiera actuado como vosotros, ¿quién habría pueblo en fiesta» (Sal 42,5). Sin embargo, permanecen
podido salvarse?» (Lutero). solos como la semilla que Dios ha querido esparcir. No
«Los dispersaré entre los pueblos, pero, aun lejos, se obstante, captan intensamente por la fe cuanto les es
acordarán de mí» (Zac 10,9). Es voluntad de Dios que negado como experiencia sensible. A sí es com o el após­
la cristiandad sea un pueblo disperso, esparcido como la tol Juan, desterrado en la soledad de la isla de Patmos,
semilla «entre todos los reinos de la tierra» (Dt 4,27). celebra el culto celestial «en espíritu, el día del Señor»
Esta es su prom esa y su condena. El pueblo de Dios (Ap 1,10), con todas las Iglesias. Los siete candelabros
deberá vivir lejos, entre infieles, pero será la semilla del que ve son las Iglesias, las siete estrellas, sus ángeles; en
reino esparcida en el mundo entero. el centro, dominándolo todo, Jesucristo, el Hijo del
«Los reuniré porque los he rescatado... y volverán» hombre, en la gloria de su resurrección. Juan es fortale­
(Zac 10,8-9) ¿Cuándo sucederá esto? Ha sucedido ya en cido y consolado por su palabra. Ésta es la comunidad
Jesucristo, que murió «para reunir en uno a todos los celestial que, en el día del Señor, puebla la soledad del
hijos de Dios dispersos» (Jn 11,52), y se hará visible al apóstol desterrado.
final de los tiempos, cuando los ángeles de Dios «reú­ Pese a todo, la presencia sensible de los hermanos es
nan a los elegidos de los cuatro vientos, desde un extre­ para el cristiano fuente incom parable de alegría y con­
mo al otro de los cielos» (Mt 24,31). Hasta entonces, el suelo. Prisionero y al final de sus días, el apóstol Pablo
pueblo de D ios perm anecerá disperso. Solam ente no puede por menos de llamar a Timoteo, «su amado
Jesucristo impedirá su disgregación; lejos, entre los hijo en la fe», para volver a verlo y tenerlo a su lado. No
infieles, les mantendrá unidos el recuerdo de su Señor. ha olvidado las lágrimas de Timoteo en la últim a despe­
El hecho de que, en el tiempo com prendido entre la dida (2 Tim 1,4). En otra ocasión, pensando en la Iglesia
muerte de Jesucristo y el último día, los cristianos pue­ de Tesalónica, Pablo ora a Dios «noche y día con gran
dan vivir con otros cristianos en una com unidad visible ;msia para volver a veros» (1 Tes 3,10); y el apóstol
ya sobre la tierra no es sino una anticipación m isericor­ luán, ya anciano, sabe que su gozo no será completo
diosa del reino que ha de venir. Es Dios, en su gracia, hasta que no esté junto a los suyos y pueda hablarlos de
quien permite la existencia en el mundo de semejante viva voz, en vez de con papel y tinta (2 Jn 12). El ere-
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90 ESCRITOS ESENCIALES VIDA EN COMUNIDAD 91

yente no se avergüenza ni se considera dem asiado car­ La comunidad cristiana


nal por desear ver el rostro de otros creyentes. El hom ­
bre fue creado con un cuerpo, en un cuerpo apareció por Comunidad cristiana significa com unión en Jesucristo y
nosotros el Hijo de Dios sobre la tierra, en un cuerpo fue por Jesucristo. Ninguna com unidad cristiana podrá ser
resucitado; en el cuerpo el creyente recibe a Cristo en el más ni menos que eso. Y esto es válido para todas las
sacramento, y la resurrección de los muertos dará lugar formas de com unidad que puedan form ar los creyentes,
a la plena comunidad de los hijos de Dios, formados de desde la que nace de un breve encuentro hasta la que
cuerpo y espíritu. resulta de una larga convivencia diaria. Si podemos ser
hermanos, es únicam ente por Jesucristo y en Jesucristo.
A través de la presencia del herm ano en la fe, el cre­ Esto significa, en prim er lugar, que Jesucristo es el
yente puede alabar al Creador, al Salvador y al Reden­ que fundam enta la necesidad que los creyentes tienen
tor, Dios Padre, Hijo y Espíritu santo. El prisionero, el unos de otros; en segundo lugar, que sólo Jesucristo
enfermo, el cristiano aislado reconocen en el hermano hace posible su com unión y, finalm ente, que Jesucristo
que les visita un signo visible y m isericordioso de la nos ha elegido desde toda la eternidad para que nos aco­
presencia de Dios trino. Es la presencia real de Cristo lo jamos durante nuestra vida y nos m antengamos unidos
que ellos experimentan cuando se ven, y su encuentro es siempre.
un encuentro gozoso. La bendición que m utuam ente se Comunidad de creyentes. El cristiano es el hombre
dan es la del m ismo Jesucristo. Ahora bien, si el mero que ya no busca su salvación, su libertad y su justicia en
encuentro entre dos creyentes produce tanto gozo, ¡qué sí mismo, sino únicam ente en Jesucristo. Sabe que la
inefable felicidad no sentirán aquellos a los que Dios palabra de Dios en Jesucristo lo declara culpable aun­
permite vivir continuam ente en com unidad con otros que él no tenga conciencia de su culpabilidad, y que esta
creyentes! Sin embargo, esta gracia de la comunidad misma palabra lo absuelve y justifica aun cuando no
que el aislado considera como un privilegio inaudito, tenga conciencia de su propia justicia. El cristiano ya no
con frecuencia es desdeñada y pisoteada por aquellos vive por sí mismo, de su autoacusación y su autojustifi-
que la reciben diariamente. Olvidamos fácilm ente que cación, sino de la acusación y justificación que provie­
la vida entre cristianos es un don del reino de Dios que nen de Dios. Vive totalm ente sometido a la palabra que
nos puede ser arrebatado en cualquier momento y que, Dios pronuncia sobre él, declarándole culpable o justo.
en un instante también, podemos ser abandonados a la El sentido de su vida y de su muerte ya no lo busca en
más com pleta soledad. Por eso, a quien le haya sido el propio corazón sino en la palabra que le llega desde
concedido experim entar esta gracia extraordinaria de la fuera, de parte de Dios. Éste es el sentido de aquella
vida comunitaria, ¡que alabe a Dios con todo su cora­ afirmación de los reformadores: nuestra justicia es una
zón; que, arrodillado, le dé gracias y confiese que es una «justicia extranjera» que viene de fuera {extra nos). Con
gracia, sólo gracia! [...] esto nos rem iten a la palabra que Dios m ism o nos diri­
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92 ESCRITOS ESENCIALES VIDA EN COMUNIDAD 93

ge, y que nos interpela desde fuera. El cristiano vive vivir en paz no solamente con Dios, sino también entre
íntegramente de la verdad de la palabra de Dios en Je­ ellos. Ahora los cristianos pueden amarse y ayudarse
sucristo. Cuando se le pregunta «¿dónde está tu salva­ mutuamente; pueden llegar a ser un solo cuerpo. Pero
ción, tu bienaventuranza, tu justicia?», nunca podrá se­ sólo es posible por medio de Jesucristo. Solamente él
ñalarse a sí mismo, sino que señalará a la palabra de hace posible nuestra unión y crea el vínculo que nos
Dios en Jesucristo. Esta palabra le obliga a volverse mantiene unidos. Él es para siempre el único m ediador
continuam ente hacia el exterior, de donde únicamente que nos acerca a Dios y a los hermanos.
puede venirle esa gracia justificante que espera cada día La com unidad de Jesucristo. En Jesucristo hemos
como com ida y bebida. En sí m ismo no encuentra sino sido elegidos para siempre. La encarnación significa
pobreza y muerte, y si hay socorro para él, sólo podrá que, por pura gracia y voluntad de Dios trino, el Hijo de
venirle de fuera. Pues bien, ésta es la buena noticia: el Dios se hizo carne y aceptó real y corporalm ente nues­
socorro ha venido y se nos ofrece cada día en la palabra tra naturaleza, nuestro ser. Desde entonces, nosotros
de Dios que, en Jesucristo, nos trae liberación, justicia, estamos en él. Lleva nuestra carne, nos lleva consigo.
inocencia y felicidad. Nos tomó con él en su encarnación, en la cruz y en su
Esta palabra ha sido puesta por Dios en boca de los resurrección. Formam os parte de él porque estamos en
hombres para que sea com unicada a los hombres y él. Por esta razón la Escritura nos llam a el cuerpo de
transm itida entre ellos. Quien es alcanzado por ella no Cristo. Ahora bien, si, antes de poder saberlo y querer­
puede por menos de transm itirla a otros. Dios ha queri­ lo, hemos sido elegidos y adoptados en Jesucristo con
do que busquemos y hallemos su palabra en el testim o­ toda la Iglesia, esta elección y esta adopción significan
nio del hermano, en la palabra humana. El cristiano, por que le pertenecemos eternamente, y que un día la com u­
tanto, tiene absoluta necesidad de otros cristianos [...]. nidad que formarnos sobre la tierra será una comunidad
Cristo mediador. Este encuentro, esta comunidad, eterna junto a él. En presencia de un hermano debemos
solamente es posible por mediación de Jesucristo. Los saber que nuestro destino es estar unidos con él en
hombres están divididos por la discordia. Pero «Jesu­ Jesucristo por toda la eternidad. Repitámoslo: com uni­
cristo es nuestra paz» (E f 2,14). En él la comunidad dad cristiana significa comunidad en y por Jesucristo.
dividida encuentra su unidad. Sin él hay discordia entre Sobre este principio descansan todas las enseñanzas y
los hombres y entre éstos y Dios. Cristo es el mediador reglas de la Escritura, referidas a la vida com unitaria de
entre Dios y los hombres. Sin él, no podríam os conocer los cristianos. [...]
a Dios, ni invocarle, ni llegarnos a él; tam poco podría­ Por tanto, lo decisivo aquí, lo que verdaderamente
mos reconocer a los hombres como herm anos y acer­ fundamenta nuestra comunidad, no es lo que nosotros
cam os a ellos. El cam ino está bloqueado por el propio podamos ser en nosotros mismos, con nuestra vida inte­
«yo». Cristo, sin embargo, ha franqueado el camino rior y nuestra piedad, sino aquello que somos por el
obstruido de forma que, en adelante, los suyos puedan poder de Cristo. N uestra comunidad cristiana se cons­
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94 ESCRITOS ESENCIALES VIDA EN COMUNIDAD 95

truye únicam ente por el acto redentor del que somos desde el principio de que, en prim er lugar, la fraterni­
objeto, y esto no solamente es verdadero para sus co­ dad cristiana no es un ideal humano, sino una realidad
mienzos, de tal m anera que pudiera añadirse algún otro dada p o r Dios, y, en segundo lugar, que esa realidad es
elem ento con el paso del tiempo, sino que sigue siendo de orden espiritual y no de orden psíquico.
así en todo tiempo y para toda la eternidad. Solamente
M uchas han sido las comunidades cristianas que han
Jesucristo fundam enta la com unidad que nace, o nacerá
fracasado por haber vivido con una imagen quimérica
un día, entre dos creyentes. Cuanto más auténtica y pro­
de comunidad. Es lógico que el cristiano, cuando entra
funda llegue a ser, tanto más retrocederán nuestras dife­
en la comunidad, lleve consigo un ideal de lo que ésta
rencias personales, y con tanta mayor claridad se hará
debe ser, y que trate de realizarlo. Sin embargo, la gra­
patente para nosotros la única y sola realidad: Jesucristo
cia de Dios destruye constantemente esta clase de sue­
y lo que él ha hecho por nosotros. Únicamente por él
ños. Decepcionados por los demás y por nosotros m is­
nos pertenecemos unos a otros real y totalmente, ahora
inos, Dios nos va llevando al conocim iento de la autén­
y por toda la eternidad.
tica comunidad cristiana. En su gracia, no permite que
vivamos, ni siquiera unas semanas, en la com unidad de
nuestros sueños, en esa atm ósfera de experiencias
La fraternidad cristiana
embriagadoras y de exaltación piadosa que nos enerva.
Porque Dios no es un dios de emociones sentimentales,
En adelante, debemos renunciar al turbio anhelo que, en
sino el Dios de la realidad. Por eso, sólo la comunidad
este ámbito, nos em puja siempre a desear algo más.
que, consciente de sus tareas, no sucumbe a la gran
Desear algo más que lo que Cristo ha fundado entre
decepción, com ienza a ser lo que Dios quiere, y alcan­
nosotros no es desear la fraternidad cristiana, sino ir en
za por la fe la prom esa que le fue hecha. Cuanto antes
busca de quién sabe qué experiencias extraordinarias
llegue esta hora de desilusión para la com unidad y para
que piensa va a encontrar en la com unidad cristiana y
el mismo creyente, tanto m ejor para ambos. Querer evi­
que no ha encontrado en otra parte, introduciendo así en
tarlo a cualquier precio y pretender aferrarse a una im a­
la comunidad el turbador fermento de los propios dese­
gen quimérica de comunidad, destinada de todos modos
os. Es precisamente en este aspecto donde la fraternidad
a desinflarse, es construir sobre arena y condenarse más
cristiana se ve am enazada -casi siempre y ya desde sus
tarde o más temprano a la ruina.
com ienzos- por el más grave de los peligros: la intoxi­
cación interna provocada por la confusión entre frater­ Debemos persuadirnos de que nuestros sueños de
nidad cristiana y un sueño de com unidad piadosa; por la comunión humana, introducidos en la comunidad, son
mezcla de una nostalgia comunitaria, propia de todo un auténtico peligro y deben ser destruidos so pena de
hombre religioso, y la realidad espiritual de la herm an­ muerte para la comunidad. Quien prefiere el propio
dad cristiana. Por eso es importante adquirir conciencia sueño a la realidad se convierte en un destructor de la
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96 ESCRITOS ESENCIALES VIDA EN COMUNIDAD 97

comunidad, por más honestas, serias y sinceras que sean vida en comunidad está gravemente amenazada, por el
sus intenciones personales. pecado y la incomprensión, el hermano, aunque peca­
Dios aborrece los ensueños piadosos porque nos dor, sigue siendo mi hermano. Estoy con él bajo la pala­
hacen duros y pretenciosos. Nos hacen exigir lo im posi­ bra de Cristo, y su pecado puede ser para m í una nueva
ble a Dios, a los demás y a nosotros mismos. Nos erigen ocasión de dar gracias a Dios por perm itirnos vivir bajo
en jueces de los hermanos y de Dios mismo. Nuestra su gracia. La hora de la gran decepción por causa de los
presencia es para los demás un reproche vivo y cons­ hermanos puede ser para todos nosotros una hora ver­
tante. Nos conducim os como si nos correspondiera, a daderamente saludable, pues nos hace com prender que
nosotros, crear una sociedad cristiana que antes no exis­ no podemos vivir de nuestras propias palabras y de
tía, adaptada a la imagen ideal que cada uno tiene. Y nuestras obras, sino únicam ente de la palabra y de la
cuando las cosas no salen como a nosotros nos gustaría, obra que realmente nos une a unos con otros, esto es, el
hablam os de falta de colaboración, convencidos de que perdón de nuestros pecados por Jesucristo. Por tanto, la
la com unidad se hunde cuando vemos que nuestro verdadera com unidad cristiana nace cuando, dejándo­
sueño se derrumba. De este modo, comenzam os por nos de ensueños, nos abrimos a la realidad que nos ha
acusar a los hermanos, después a Dios y, finalmente, sido dada.
desesperados, dirigimos nuestra amargura contra noso­
tros mismos.
Todo lo contrario sucede cuando estamos convenci­
dos de que Dios mismo ha puesto el fundam ento único
sobre el que edificar nuestra com unidad y que, antes de La gratitud
cualquier iniciativa por nuestra parte, nos ha unido en
un solo cuerpo por Jesucristo; pues entonces no entra­ Con la comunidad cristiana ocurre lo m ism o que con la
mos en la vida en común con exigencias, sino agradeci­ santificación de nuestra vida personal. Es un don de
dos de corazón y aceptando recibir. Damos gracias a Dios al que no tenem os derecho. Sólo Dios sabe cuál es
Dios por lo que él ha obrado en nosotros. Le agradece­ la situación de cada uno. Lo que a nosotros nos parece
mos que nos haya dado herm anos que viven, ellos tam ­ insignificante puede ser muy im portante a los ojos de
bién, bajo su llamada, bajo su perdón, bajo su promesa. Dios. Así como el cristiano no debe estar preguntándo­
No nos quejam os por lo que no nos da, sino que le se constantemente por el estado de su vida espiritual, así
damos gracias por lo que nos concede cada día. Nos da tampoco nos ha dado Dios la com unidad para que este­
hermanos llamados a com partir nuestra vida pecadora mos constantemente midiendo su tem peratura. Cuanto
bajo la bendición de su gracia. ¿No es suficiente? ¿No mayor sea nuestro agradecim iento por lo recibido en
nos concede cada día, incluso en los más difíciles y ella cada día, tanto mayor será su crecim iento, para
amenazadores, esta presencia incom parable? Cuando la agrado de Dios.
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98 ESCRITOS ESENCIALES VIDA EN COMUNIDAD 99

La espiritualidad de la com unidad cristiana antemano, basándome en un concepto general de amor


y en una nostalgia interior, lo que es el am or al prójimo
La fraternidad cristiana no es un ideal a realizar, sino -p a ra Cristo tal sentimiento podría no ser sino odio o la
una realidad creada por Dios en Cristo, de la que él nos forma más refinada de egoísm o-, sino que es única­
permite participar. En la medida en que aprendamos a mente Cristo quien me lo dice en su palabra. En contra
reconocer que Jesucristo es verdaderamente el funda­ de mis ideas y convicciones personales, él me dice
mento, el motor y la prom esa de nuestra comunidad, en cómo puedo amar verdaderamente a mi herm ano. Por
esa misma medida aprenderemos a pensar en ella, a orar eso el amor espiritual no acepta otra atadura que la pala­
y esperar por ella, con serenidad. bra de su Señor. Cristo puede exigirme, en nom bre de su
En dos aspectos -e n realidad no son más que uñó­ caridad y su verdad, que mantenga o rom pa el lazo que
se manifiesta la diferencia entre amor espiritual y amor me une a otros. En ambos casos debo obedecer a pesar
psíquico: el amor psíquico no soporta que, en nombre de todas las protestas de mi corazón. El amor espiritual
de la verdadera comunidad, se destruya la falsa com u­ se extiende también a los enemigos, porque quiere ser­
nidad que él ha imaginado; y es incapaz de am ar a su vir y no ser servido. No nace este amor del hom bre, ya
enemigo, es decir, a quien se le oponga seria y obstina­ sea amigo o enemigo, sino de Cristo y su palabra.
damente. Ambas reacciones surgen de la misma fuente: Procede del cielo, por eso el amor meramente terrestre
el amor psíquico es esencialm ente deseo, y lo que desea es incapaz de comprenderle, para él es algo extraño, una
es una comunidad a su medida. M ientras encuentre novedad incomprensible.
medios para satisfacer este deseo, no lo abandonará ni Entre mi prójimo y yo está Cristo. Por eso no me
por la misma verdad o la verdadera caridad. Cuando no está perm itido desear una comunidad directa con mi
pueda satisfacerlo, habrá llegado al final de sus posibi­ prójimo. Unicamente Cristo puede ayudarle, com o úni­
lidades y se encontrará en un ambiente hostil. Entonces camente Cristo ha podido ayudarme a mí. Esto signifi­
se trocará fácilmente en odio, desprecio y calumnia. ca que debo renunciar a mis intentos apasionados de
A quí es precisam ente donde entra en escena el amor manipular, forzar o dom inar a mi prójimo. Mi prójimo
de orden espiritual, en el que lo propio es servir y no quiere ser amado tal y como es, independientem ente de
desear. Ante su presencia, el am or puramente psíquico mí, es decir, como aquel por quien Cristo se hizo hom ­
se convierte en odio. Porque lo propio del am or psíqui­ bre, murió y resucitó; a quien Cristo perdonó y destinó
co es buscarse a sí mismo y convertirse en ídolo que a la vida eterna. En vista de que, antes de toda interven­
exige adoración y sumisión total. Es incapaz de consa­ ción por mi parte, Cristo ha actuado decisivamente en
grar su atención y su interés a algo que no sea él mismo. él, debo dejar libre a mi prójimo para el Señor, a quien
El amor espiritual, en cambio, cuya raíz es Jesucristo, le pertenece, y cuya voluntad es que yo lo reconozca así.
sirve sólo a él y sabe que no hay otro acceso directo al Esto es lo que querem os decir cuando afirmamos que no
prójimo. Cristo está entre el prójim o y yo. Yo no sé de podemos encontrar al prójimo sino a través de Cristo.
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100 ESCRITOS ESENCIALES VIDA EN COMUNIDAD 101

El am or psíquico crea su propia imagen del prójimo, de La unión con Jesucristo


lo que es y de lo que debe ser; quiere m anipular su vida.
El am or espiritual, en cambio, parte de Cristo para Probablemente no exista ningún cristiano a quien Dios
conocer la verdadera imagen del hombre; la imagen que no conceda, al menos una vez en la vida, la gracia de
Cristo ha acuñado y quiere acuñar con su sello. experimentar la felicidad que proporciona una verdade­
ra comunidad cristiana. Sin embargo, tal experiencia
constituye un acontecim iento excepcional añadido gra­
tuitamente al pan diario de la vida cristiana en común.
La com unidad forma parte de la Iglesia cristiana No tenemos derecho a exigir tales experiencias, ni con­
vivimos con otros cristianos gracias a ellas. M ás que la
Es de vital im portancia para toda com unidad cristiana experiencia de la fraternidad cristiana, lo que mantiene
lograr distinguir a tiempo entre ideal humano y realidad unidos es la fe firme y segura que tenem os en esa fra­
de Dios, entre comunidad de orden psíquico y com uni­ ternidad. El hecho de que Dios haya actuado y siga que­
dad de orden espiritual. Por eso es cuestión de vida o riendo obrar en todos nosotros es lo que aceptamos por
muerte alcanzar cuanto antes una visión lúcida a este la fe como su m ayor regalo; lo que nos llena de alegría
respecto. En otras palabras, la vida de una comunidad y gozo; lo que nos permite poder renunciar a todas las
bajo la autoridad de la palabra sólo se m antendrá vigo­ experiencias a las que él quiere que renunciem os.
rosa en la medida en que renuncie a querer ser un m ovi­ «¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir
miento, una sociedad, una agrupación religiosa, un juntos y en armonía!». A sí celebra la sagrada Escritura
collegium pietatis, y acepte ser parte de la Iglesia cris­ la gracia de poder vivir unidos bajo la autoridad de la
tiana, una, santa y universal, participando activa o pa­ palabra. Interpretando más exactamente la expresión
cientemente en las angustias, las luchas y la prom esa de «en armonía», podemos decir ahora: es dulce para los
toda la Iglesia. Por eso toda tendencia separatista que no hermanos vivir juntos p o r Cristo, porque únicam ente
esté objetivamente justificada por circunstancias loca­ Jesucristo es el vínculo que nos une. «Él es nuestra
les, una tarea común o alguna otra razón parecida, cons­ paz». Sólo por él tenem os acceso los unos a los otros y
tituye un gravísimo peligro para la vida de la comunidad nos regocijamos unidos en el gozo de la comunidad
a la que priva de eficacia espiritual, em pujándola hacia reencontrada.
el sectarismo. Excluir de la comunidad al hermano frá­ - Vida en comunidad,
gil e insignificante, con el pretexto de que no se puede selección de las pp. 9-27
hacer nada con él, puede suponer, nada menos, la exclu­
sión del mismo Cristo, que llam a a nuestra puerta bajo
el aspecto de ese herm ano miserable. Esto nos debe
inducir a proceder con sumo cuidado.
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PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 103

5___________ cada uno de vosotros personalmente. Trataré de abordar


en ella todos y cada uno de los temas sobre los que me
Pastor de la Iglesia confesante habéis escrito o hablado.
Tenemos que em pezar desde muy lejos. Estaremos
de acuerdo en que, cuando abrazam os la causa de la
Iglesia confesante, dimos el paso con una fe suprema
que era, por esa m ism a razón, una audacia por encima
del entendim iento humano. Nos invadían la alegría, la
seguridad del triunfo y la disposición a sacrificamos:
Los escritos seleccionados en este capítulo reflejan el
toda nuestra vida personal y nuestro m inisterio experi­
papel de Bonhoeffer como pastor de la Iglesia confe­
sante. Con el cierre del seminario de Finkenwalde en mentaron un nuevo giro. Naturalmente, no quiero decir
1937, la Iglesia confesante dejó de existir como institu­ que no estuviera presente toda clase de motivaciones
ción. En general. Bonhoeffer sentía que la Iglesia con­ secundarias puramente humanas -¿q u ién conoce su pro­
fesante había capitulado demasiado pronto y no había pio corazón?-, pero había una cosa que nos hacía sen­
sabido oponer una resistencia efectiva a la creciente tirnos tan alegres, tan dispuestos para luchar y también
atmósfera de opresión. No obstante, con su predicación para sufrir: sabíamos que merecía la pena jugárselo todo
y sus cartas circulares seguía tratando de animar a los
por una vida con Jesucristo y su Iglesia. Creíam os que
hermanos dispersos para que mantuvieran el coraje, la
fe y la esperanza. en la Iglesia confesante no sólo habíam os encontrado la
Iglesia de Jesucristo, sino que también habíam os tenido
experiencia de ella gracias a la gran bondad de Dios.
A los jóvenes herm anos de la Iglesia en Pom erania Para los individuos, para los pastores y para las com u­
(Finales de enero de 1938) nidades había empezado una nueva vida en la alegría de
la Palabra de Dios. M ientras la Palabra de Dios estuvie­
¡Queridos hermanos! ra con nosotros, no queríamos preocupam os e inquie­
En las últimas semanas he recibido cartas y com en­ tam os por el futuro. Con esta palabra estábamos dis­
tarios personales que muestran claramente que nuestra puestos a luchar, a sufrir, a experim entar la pobreza, el
Iglesia, y en Pom erania especialm ente nuestro grupo de pecado y la muerte para entrar finalmente en el reino de
jóvenes teólogos, está pasando por un m om ento de difí­ Dios. Jóvenes y padres de familia num erosa colabora­
cil tribulación. Habida cuenta de que no se trata de la ron aquí codo con codo. ¿Qué fue lo que nos unió y nos
aflicción de un individuo, sino que son muchos los que produjo una alegría tan grande? Fue el reconocimiento,
experimentan la misma tentación, confío en que me per­ antiquísim o y que el mismo Dios nos regaló, de que
mitáis, queridos hermanos, que trate de dar una res­ Jesucristo quiere construir su Iglesia entre nosotros, una
puesta común. No obstante, la carta está pensada para Iglesia que vive sólo de la predicación del puro y autén­
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104 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 105

tico Evangelio, y de la gracia de sus sacramentos, una Si todavía en esto estam os de acuerdo, entonces pre­
Iglesia que obedece sólo a Jesús en todo lo que hace. El guntémonos con toda franqueza qué ha sucedido entre
mismo Cristo quiere quedarse en una Iglesia como ésta; aquellos comienzos y nuestra situación actual o, mejor,
quiere protegerla y guiarla. Sólo una Iglesia com o ésta hagámonos la pregunta apropiada: ¿cuál es la diferencia
puede verse libre de todo temor. Esto, y no otra cosa, es entre la Iglesia en aquellas provincias en las que todavía
lo que reconocieron los sínodos de la Iglesia confesante hoy se vive, se trabaja y se lucha como se hacía al prin­
en Barmen y Dahlem. ¿Fue una ilusión? ¿Se expresaron cipio y la Iglesia en nuestra provincia? ¿Por qué no han
los sínodos bajo la presión de circunstancias externas, cesado en Pom erania desde hace varios meses los la­
que parecían favorables a la «realización» de esta fe? mentos de que nuestra Iglesia está paralizada, en entre­
No, fue una fe suprema, fue la verdad bíblica m ism a lo dicho, de que una estrechez y tozudez interior nos impi­
que se reconoció abiertamente ante todo el mundo. El de hacer un trabajo fructífero? ¿Cóm o ha sido posible
testimonio de Cristo conquistó nuestro corazón, nos dio que algunos hermanos, que se encontraban en la Iglesia
la alegría y nos llamó a actuar obedientemente. Q ueri­ confesante con toda seguridad, digan hoy que han per­
dos hermanos, ¿estamos al menos de acuerdo en que dido la alegría, que ya no saben por qué no pueden hacer
esto fue lo que sucedió? ¿O queremos hoy ultrajar la su trabajo bajo el Consistorio de la Iglesia nacional lo
gracia que tan generosam ente Dios nos ha concedido? mismo que bajo el Consejo de herm anos? ¿Y acaso se
Fue entonces cuando se entabló la lucha por la ver­ puede negar que el testim onio de nuestra Iglesia en Po­
dadera Iglesia de Cristo. ¿O acaso pensáis que el diablo merania se debilita cada vez más últim am ente, que la
se tomó tanta m olestia para aniquilar a un puñado de palabra de la Iglesia confesante ha perdido en gran
obstinados idealistas? No, Cristo se encontraba en la m edida su poder de despertar la fe y, con ello, de llamar
barca y por ello se calmó la tempestad. Desde el princi­ a una decisión? ¿Quién puede negar que las auténticas
pio la lucha exigió sacrificios. Quizás no todos se hayan decisiones teológicas de la Iglesia se ven cada vez más
percatado siempre de cuánta renuncia se exigió a las oscurecidas bajo consideraciones de oportunidad?
personas y las com unidades para que los m iembros de ¿Acaso no ha tenido todo esto su efecto también en
los Consejos de Hermanos pudieran cum plir su misión nuestra predicación? Nos preguntamos por qué ha suce­
para con la Iglesia. Pero fue una renuncia hecha con dido todo esto. Yo creo que la respuesta no es tan difícil
gozo por la causa de Jesucristo. ¿Quién podía echarse como la gente piensa. La supuesta parálisis en la Iglesia
atrás mientras se siguiera escuchando la llam ada de confesante, la falta de alegría y la debilidad del testim o­
Jesús a ser la Iglesia, la Iglesia que sólo le sirve a él? nio proceden de nuestra desobediencia. No queremos
¿Quién podía exonerarse si nadie lo relevaba de su res­ ahora pensar en otras personas, sino en nosotros mismos
ponsabilidad de anunciar el evangelio sin falsificaciones y nuestro trabajo. ¿Qué hemos hecho en nuestras com u­
y de edificar comunidades de acuerdo con la Escritura y nidades con las prim eras y claras decisiones de la
las confesiones de nuestra Iglesia? Iglesia confesante? [...]
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106 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 107

Permitidme que trate de expresarlo de otra manera: no ha llegado el m omento de reedificar el Templo de
hay una lucha de la Iglesia como ley y otra como evan­ Yahvé!” . (Dirigió entonces Yahvé la palabra, por medio
gelio. Por el momento la lucha de la Iglesia se ha con­ del profeta Ageo, en estos térm inos:) ¿Os ha llegado
vertido, por lo que a nosotros respecta, sobre todo en acaso el momento de habitar en casas artesonadas,
ley, una ley contra la cual nos rebelamos, por ser una ley mientras esta Casa está en ruinas?» (Ag 1,2-4). No es mi
amenazadora y colérica que nos golpea. Nadie puede misión «enderezaros», por así decirlo. Pero, natural­
soportar y dirigir la lucha de la Iglesia como ley sin mente, todo depende de que volvamos a despertar en
sucumbir a ella y fracasar completam ente. La lucha de vosotros, con la Palabra de Dios, el coraje, la alegría, la
la Iglesia como ley carece de alegría, de certeza, de au­ fe en Jesucristo que está y perm anecerá con la Iglesia
toridad y de promesa. ¿Cómo se produce esta situación? confesante, querám oslo o no. Tenéis que saber que la fe,
De la misma manera que en nuestra vida personal. La que am enaza con apagarse en vosotros, sigue todavía
palabra de la gracia de Dios, de la que nos apartamos viva como al principio en muchas com unidades y casas
por desobediencia, se convierte para nosotros en dura parroquiales, que algunos hermanos que viven en sole­
ley. Lo que es un yugo suave y llevadero cuando se hace dad en Pom erania y fuera de ella, en lugares perdidos,
por obediencia, se convierte en una carga insoportable si dan testimonio de esta fe con la m ayor alegría. La
no hay obediencia. Cuanto más nos endurecem os en la Iglesia de Jesucristo, que vive sólo de su Palabra y quie­
desobediencia contra la palabra de gracia, más difícil re perm anecer obediente sólo a él en todas las cosas,
resulta la conversión, más obstinadamente nos rebela­ sigue aún viva, y vivirá, y os llama a salir de la tentación
mos contra las exigencias de Dios. Pero, de la misma y la tribulación. Os llam a a la penitencia y os previene
manera que en nuestra vida personal sólo hay un cam i­ contra la infidelidad, que term ina necesariam ente en la
no, el de la conversión, el de la penitencia bajo la pala­ desesperación. O ra por vosotros, para que vuestra fe no
bra de Dios, en la que Dios nos regala de nuevo la vacile. [...]
comunión perdida, así sucede también en la lucha de la Ya no esperáis el éxito de la Iglesia confesante; ya
Iglesia. Sin penitencia, es decir, si la lucha de la Iglesia no veis ninguna salida. Pero, ¿quién de nosotros puede
no se convierte en nuestra penitencia, no recibirem os de ver una salida? Sólo Dios la ve y la m ostrará a aquellos
nuevo el regalo que hemos perdido, el de la lucha de la que esperen humildemente. Quizás en otro tiempo espe­
Iglesia como evangelio. Aun cuando la obediencia a la ramos que la Iglesia confesante alcanzaría un reconoci­
penitencia sea ahora más difícil que antes, debido a que miento público en Alemania. Pero, ¿era esa esperanza
permanecemos en la culpa, es la única m anera por la prometedora? Ciertamente no. Ahora hemos aprendido
que Dios quiere ayudarnos a volver al cam ino recto. [...] a creer en una Iglesia que sigue a su Señor bajo la cruz.
En las últimas semanas hemos perm anecido unidos Esto es más prometedor. Finalmente decís que estaréis
gracias a nuestro texto de meditación, tomado de Ageo preparados para toda clase de sacrificios personales y en
1: «Así dice Yahvé Sebaot: “Este pueblo dice: ¡Todavía vuestro ministerio, a condición de saber por qué son
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108 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 109

necesarios. ¿Por qué?, queridos hermanos. Por ninguna ción, estamos en paz con Dios». Dios ha tenido razón.
razón que los hombres puedan ver: no por una Iglesia En el canto que acabamos de cantar hem os dicho: «Tú
floreciente ni por una dirección eclesial convincente, eres justo, hágase tu voluntad». Dios es justo, tanto si
sino sencillamente porque el camino de la Iglesia con­ comprendemos sus caminos como si no; Dios es justo,
fesante tiene que ser seguido también por extensiones tanto si nos corrige y nos castiga como si nos concede
desoladas de desiertos y eriales, y porque vosotros no su gracia. Dios es justo, nosotros somos los transgreso-
queréis quedaros en el desierto. Y también por la Iglesia res. Nosotros no lo vemos, pero nuestra fe tiene que
pobre -q u e naturalmente aun sin vosotros seguirá ade­ reconocer que Dios es el único justo. Quien reconoce
lante bajo la guía de su Señor-, por vuestra fe y vuestra por la fe que Dios lo juzga con justicia ha llegado a
certeza deberíais perm anecer en la Iglesia confesante. adoptar la actitud correcta ante Dios; está preparado
para mantenerse en presencia de Dios; ha sido justifica­
- Gesammelte Schriften II,
do por la fe en la justicia de Dios, ha encontrado paz
selección de las pp. 297-306
con Dios.
«Estamos en paz con Dios, por nuestro Señor
Los tesoros del sufrim iento. Jesucristo». A sí pues, también la lucha de Dios contra
Sermón sobre Rom 5 (marzo de 1938) nosotros ha concluido. Dios odiaba aquella voluntad
que se negaba a someterse a él. En innumerables oca­
«Habiendo, pues, recibido de la fe la justificación, estamos siones llamó, advirtió, rogó y amenazó hasta que se
en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien agotó la paciencia de su cólera sobre nosotros. Entonces
hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta se dispuso a descargar su golpe contra nosotros; lo des­
gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la espe­ cargó y dio en el blanco. Golpeó al único inocente sobre
ranza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta en
la tierra. Era su Hijo querido, nuestro Señor Jesucristo.
las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la
paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, Jesucristo murió por nosotros en la cruz, golpeado por
esperanza; y la esperanza no falla, porque el amor de Dios la cólera de Dios. Dios mismo lo había enviado para
ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu esto. La cólera de Dios se apaciguó cuando su Hijo se
Santo que nos ha sido dado» (Rom 5,1-5). sometió a su voluntad y su justicia hasta la muerte.
Admirable misterio: Dios ha hecho la paz con nosotros
«Estamos en paz con Dios». A sí pues, nuestra lucha con por Jesucristo.
Dios ya ha concluido. N uestro obstinado corazón se ha «Estamos en paz con Dios». Bajo la cruz está la paz.
sometido a la voluntad de Dios. Nuestros deseos se han A quí está el som etimiento a la voluntad de Dios, aquí
aquietado. La victoria es de Dios, y nuestra carne y san­ está el fin de nuestra propia voluntad, aquí está el des­
gre, que odia a Dios, ha sido quebrantada y tiene que canso y la quietud en Dios, aquí está la paz de la con­
callar. «Habiendo, pues, recibido de la fe la justifica­ ciencia en el perdón de todos nuestros pecados. Aquí,
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110 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 111

bajo la cruz, está el «acceso a esta gracia en la cual nos muchos cristianos que se arrodillan ante la cruz de
hallamos», está el acceso cotidiano a la paz con Dios. Jesucristo, pero que hacen todo lo posible por resistirse
A quí está el camino que se nos ofrece en el mundo para y luchar contra cualquier tribulación en su propia vida.
encontrar la paz con Dios. En Jesucristo la cólera de Creen que aman la cruz de Cristo, pero la odian en su
Dios se apacigua y nosotros somos vencidos en la propia vida. En realidad, de esta form a odian también la
voluntad de Dios. Por ello la cruz de Jesucristo es para cruz de Jesucristo, en realidad son detractores de la
su comunidad fundamento eterno de la alegría y la espe­ cruz, de la que tratan de huir con todos los medios a su
ranza de la futura gloria de Dios. «Nos gloriamos en la alcance. Quien sabe que ve el sufrimiento y la tribula­
esperanza de la gloria futura». Aquí, en la cruz, han ción en su vida sólo como algo hostil y malo, puede por
irrumpido en la tierra la justicia y la victoria de Dios. ello reconocer que aún no ha encontrado la paz con
A quí se revelará él a todo el mundo. La paz que noso­ Dios. En realidad, sólo ha buscado la paz con el mundo
tros recibimos aquí se convertirá en una paz eterna y y tal vez haya pensado que podía arreglárselas con la
gloriosa en el reino de Dios. cruz enfrentándose a sí m ismo y todas sus preguntas, es
Pero aun cuando nosotros desearíam os por encima decir, encontrando la paz interior del alma. Ha necesita­
de todo detenem os aquí, llenos de la m ayor felicidad do la cruz, pero no la ha amado. Ha buscado la paz sólo
que los seres humanos pueden experim entar sobre la tie­ en provecho propio. Sin embargo, cuando llega el sufri­
rra, es decir, llenos del conocim iento de Dios en Je­ miento, esta paz desaparece rápidamente. No era una
sucristo, de la paz de Dios en la cruz, la Escritura no nos paz con Dios, porque él odiaba la tribulación que
lo permite. «Más aún», leemos a continuación. Por con­ Dios envía.
siguiente, todavía no se ha dicho todo. Pero, ¿qué queda Así pues, el que sólo siente odio hacia la tribulación,
por decir, después que se ha hablado de la cruz de la renuncia, la pobreza, la calum nia y el cautiverio en su
Jesucristo, de la paz de Dios en Jesucristo? Sí, querida vida -aunque hable de la cruz con palabras muy elo­
comunidad, aún queda una palabra por decir, a saber, cuentes- odia la cruz de Jesús y no tiene paz con Dios.
una palabra sobre ti, una palabra sobre tu vida bajo la Pero el que ama la cruz de Cristo, el que ha encontrado
cruz, una palabra acerca de cómo Dios quiere poner a la paz en él, em pieza a amar incluso la tribulación en su
prueba tu vida en la paz de Dios, para que la paz no sea vida y finalmente podrá decir con la Escritura: «Nos
sólo una palabra sino una realidad. Aún queda por decir gloriamos hasta en las tribulaciones».
una palabra: que todavía vivirás durante un tiempo Nuestra Iglesia ha sufrido muchas tribulaciones en
sobre esta tierra y cómo conservarás la paz. los últimos años: destrucción de su orden, irrupción de
Por eso dice: «Más aún; nos gloriamos hasta en las una falsa predicación, mucha hostilidad, perversas pala­
tribulaciones». La prueba de que realm ente hemos bras y calumnias, cautiverio y necesidades de todas las
encontrado la paz de Dios estará en la m anera en que clases hasta el momento presente. Y nadie sabe qué tri­
afrontemos las tribulaciones que nos sobrevienen. Hay bulaciones esperan todavía a la Iglesia confesante. Pero,
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112 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 113

¿nos hemos percatado también de que Dios quería, y Son como una m ina profunda, en la que, cuanto más se
quiere, ponernos a prueba, que en todo ello sólo había ahonda, más se encuentra: prim ero tierra, después plata
una pregunta importante, a saber, si nosotros tenemos y finalm ente oro. La tribulación produce prim ero
paz con Dios o si hasta ahora hemos vivido en una paz paciencia, después virtud probada y más tarde esperan­
totalmente m undana? ¡Cuánta m urm uración y resisten­ za. Quien evita la tribulación, rechaza con ella el mayor
cia, cuánta oposición y odio contra la tribulación se han regalo de Dios para los suyos.
puesto de manifiesto entre nosotros! ¡Cuántas traicio­ «La tribulación engendra la paciencia». Paciencia,
nes, cuántas huidas y cuánto miedo cuando la cruz de traducida literalmente, significa: mantenerse debajo, no
Jesús empezó a proyectar un poco de sombra sobre arrojar la carga, sino llevarla. Hoy en la Iglesia sabemos
nuestra vida personal! ¡Con cuánta frecuencia hemos demasiado poco sobre la singular bendición que com ­
pensado que podíamos m antener nuestra paz con Dios, porta llevar la carga. Llevarla, no sacudírsela; llevarla,
pero evitando el sufrimiento, el sacrificio, el odio y las pero no derrumbarse; llevarla como Cristo llevó la cruz;
amenazas de nuestra existencia! ¿Y no es lo peor de mantenerse debajo y ahí, debajo, encontrar a Cristo. Si
todo que hayamos tenido que oír a los hermanos cristia­ Dios impone una carga, entonces el paciente agacha la
nos una y otra vez que desprecian el sufrimiento de cabeza y cree que es bueno para él ser humillado, m an­
otros hermanos, sólo porque no les perm ite tener la con­ tenerse debajo. ¡Atención: mantenerse debajo! Es decir,
ciencia tranquila? mantenerse firmes y fuertes; no se trata de doblegarse o
Pero Dios no introducirá en su reino a nadie cuya fe rendirse por debilidad, ni de ser masoquistas, sino de
no haya probado como auténtica en la tribulación. fortalecerse bajo la carga como gracia de Dios, de con­
«Tenemos que pasar por muchas tribulaciones para servar im perturbablem ente la paz de Dios. La paz de
entrar en el reino de Dios». Por ello debemos aprender Dios habita en los pacientes.
a amar nuestros sufrimientos antes de que sea dem asia­ «La paciencia engendra virtud probada». La vida
do tarde; sí, tenem os que aprender a alegrarnos y glo­ cristiana no consiste en palabras, sino en virtud proba­
riarnos en ellos. da. Nadie es cristiano sin esta experiencia. El Apóstol
¿Cómo sucederá esto? «Sabemos que la tribulación no habla aquí de la experiencia de la vida, sino de la
engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la experiencia de Dios. No obstante, tampoco se refiere a
virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla». De varias experiencias de Dios, sino a la virtud probada que
esta m anera la palabra de Dios nos enseña a ver y com ­ reside en la verificación de la fe y la paz de Dios, a la
prender por vez prim era correctam ente la tribulación. virtud probada de la cruz de Jesucristo. Sólo las perso­
Los sufrimientos, que en nuestra vida nos parecen tan nas pacientes tienen esta virtud probada. Quienes no tie­
duros e insoportables, están en realidad llenos de los nen paciencia no tienen virtud probada. Cuando Dios
mayores tesoros que un cristiano puede encontrar. Son quiere regalar esta experiencia - a una persona o a una
como la concha dentro de la cual se encuentra la perla. Iglesia-, envía m ucha tentación, desasosiego y angustia,
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114 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 115

de manera que es preciso cada día y cada hora pedir a mado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
gritos la paz de Dios. La virtud probada, de la que aquí nos ha sido dado». Únicam ente puede hablar así quien
se trata, nos conduce a las profundidades del infierno, a es amado por Dios y por ello ama a Dios sólo y por
las fauces de la muerte, al abismo de la culpa y a la encim a de todas las cosas. La serie de pasos desde la
noche de la increencia. Pero en todo ello Dios no quie­ tribulación a la esperanza no es ninguna evidencia para
re quitarnos su paz. En todo ello experim entam os día el conocim iento terreno. Lutero afirmó que se podía
tras día y cada vez más la fuerza y la victoria de Dios, expresar de una manera muy diferente, a saber: la tribu­
la conclusión de la paz en la cruz de Cristo. lación produce impaciencia; la impaciencia, obstina­
Por ello «la virtud probada engendra esperanza». ción; la obstinación, desesperación; y la desesperación
Porque cada tentación vencida es ya el preludio del últi­ conduce al fracaso. Y así debe ser: cuando perdemos la
mo triunfo, cada ola superada nos acerca más a la tierra paz de Dios, cuando amamos más la paz terrena con el
vivamente deseada. Por ello con la virtud probada crece mundo que la paz con Dios, cuando amamos más las
la esperanza y en la experiencia del sufrimiento se seguridades de nuestra vida que a Dios, entonces la tri­
puede sentir ya el reflejo de la eterna gloria. bulación tiene que causar nuestra ruina.
«La esperanza no falla». Donde aún queda esperan­ Pero el am or de Dios ha sido derram ado en nuestros
za, no hay ninguna derrota; puede haber toda clase de corazones. Aquel a quien Dios le concede, por medio
debilidad, muchos gritos y quejas, m uchas llamadas an­ del Espíritu Santo, que lo incomprensible tenga lugar
gustiosas y, sin embargo, allí se experim enta ya la vic­ dentro de él, es decir, que em piece a am ar a Dios por el
toria. Éste es el m isterio del sufrim iento en la Iglesia y hecho de ser Dios, no por los bienes y dones terrenos, ni
en la vida cristiana, a saber, que precisam ente la puerta tampoco por causa de la paz, sino únicam ente porque es
en la que está escrito «¡Abandona toda esperanza!», la Dios; quien ha experimentado el am or de Dios en la
puerta del sufrimiento, de la pérdida y de la muerte se cruz de Jesucristo, de forma que em pieza a am ar a Dios
convertirá para nosotros en la puerta de la gran esperan­ por Jesucristo; quien es conducido por el Espíritu Santo
za en Dios, en la puerta del esplendor y la gloria. «La a no desear nada más que com partir el amor de Dios en
esperanza no falla». ¿Tenemos todavía nosotros en la la eternidad -e so y sólo eso-, esa persona dice desde
Iglesia y para nuestra Iglesia esta gran esperanza en este amor de Dios y con ella toda la comunidad de
Dios? Entonces todo se ha ganado. ¿Acaso ya no la Jesucristo: «Estamos en paz con Dios». Nos gloriamos
tenem os? Entonces todo se ha perdido. «La tribulación en la tribulación. El amor de Dios ha sido derramado en
engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la nuestros corazones. Amén.
virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla»; pero
- Gesammelte Schriften IV,
esto sólo vale para quienes han encontrado la paz de
pp. 434-441
Dios en Jesucristo y la conservan, y de quienes se dice
a continuación: «Porque el am or de Dios ha sido derra­
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116 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 117

Christus Víctor. del miedo a la muerte en nuestra vida? Ahora bien, Dios
Palabras en la Cena del Señor del día de los difuntos no nos dice nada sobre nuestra victoria, no nos promete
en el vicariato de Wendisch-Tychow (Sigurdshof) que desde ahora nosotros venceremos sobre el pecado y
(26 de noviembre de 1939) la muerte; pero nos garantiza con todo su poder que ha
«La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, habido uno que ha obtenido esta victoria y que si lo
oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh infierno, tu victo­ tenemos como Señor, obtendrá esa victoria también
ria?» (1 Co 15,54-55). para nosotros. No somos nosotros quienes vencemos,
«Un admirable combate tuvo lugar / cuando la vida y la sino Jesús.
muerte entablaron batalla. / La vida obtuvo la victoria / y Esto es lo que hoy proclam am os y creem os a pesar
derrotó a la muerte». de todo lo que vemos a nuestro alrededor, a pesar de los
sepulcros de nuestra vida, a pesar de la naturaleza m or­
Habéis sido invitados a la celebración de una victoria, a tal exterior, a pesar de la muerte que la guerra hace reca­
la celebración de la mayor victoria obtenida en el er sobre nosotros. Vemos el señorío de la muerte, pero
mundo, la victoria de Jesucristo sobre la muerte. El pan proclamamos y creemos en la victoria de Jesucristo
y el vino, el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesu­ sobre la muerte. La muerte ha sido devorada por la vic­
cristo, son los signos de la victoria; porque en ellos está toria. Jesús es vencedor, es la resurrección de los muer­
presente y vivo hoy Jesús, el m ismo que fue crucificado tos y la vida eterna.
y sepultado hace casi dos mil años. Jesús se levantó de Lo que la Sagrada Escritura canta aquí es como una
entre los muertos, hizo estallar la piedra del sepulcro y canción satírica y triunfal sobre la muerte y el pecado:
perm anece como vencedor. Pero es hoy cuando voso­ «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh
tros vais a recibir los signos de su victoria. Y cuando infierno, tu victoria?». La muerte y el pecado se en­
más adelante recibáis el pan y la copa bendecidos, gríen, infunden terror en el corazón humano, como si
tenéis que saber: tan cierto como que yo como este pan fueran los señores del mundo. Pero sólo es apariencia.
y bebo esta copa es que Jesucristo perm anece como Hace mucho tiempo que perdieron su poder. Jesús se lo
vencedor sobre la muerte, y que él es el Señor vivo que arrebató. Por ello nadie que esté con Jesús tiene ya por
nos reúne. qué tem er a estos señores de las tinieblas. El aguijón
En nuestra vida no hablamos con gusto de victorias. con el que la muerte nos hería, es decir, el pecado, ya no
Es una palabra dem asiado grande para nosotros. Hemos tiene ningún poder. El infierno no puede hacer nada
sufrido muchas derrotas en nuestras vidas; la victoria se contra nosotros, porque estamos con Jesús. Han perdido
ha visto arruinada una y otra vez por demasiadas horas todo su poder; están furiosos, como un perro rabioso
débiles, por demasiados pecados viles. Pero, ¿no es atado a una cadena, pero no pueden hacernos ningún
cierto que el Espíritu en nosotros anhela esta palabra, la daño, porque Jesús los tiene bien sujetos. Él sigue sien­
victoria definitiva sobre el pecado y sobre la angustia do el vencedor.
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118 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 119

Ahora bien, nos preguntamos, si esto es así, ¿por qué hecho cosas admirables. Cuando estaba en el lecho de
todo parece tan diferente en nuestra vida, por qué vemos muerte, en medio de un gran torm ento y angustia, su
tan poco de esta victoria? ¿Por qué el pecado y la m uer­ hijo se inclinó y gritó al oído del moribundo: «Padre, la
te nos dominan de una m anera tan terrible? De hecho, victoria ya está conseguida». Cuando llegan horas oscu­
esta pregunta es la misma que Dios os dirige: ¡he hecho ras y cuando nos llegue la hora más oscura, escuchemos
todo esto por vosotros y vivís como si nada hubiera la voz de Jesucristo, que nos dice al oído: «La victoria
pasado! ¡Os sometéis al pecado y al tem or a la muerte ya está conseguida». La muerte ha sido devorada por la
como si aún pudieran esclavizaros! ¿Por qué hay tan victoria. Consolaos. Y Dios nos conceda que entonces
poca victoria en vuestra vida? Porque no queréis creer podamos decir: «Creo en el perdón de los pecados, en la
que Jesús ha vencido sobre la muerte y el pecado, sobre resurrección de la carne y en la vida eterna». En esta fe
vuestra vida. Es vuestra increencia lo que os acarrea queremos vivir y morir. Para ello tomamos la santa
vuestras derrotas. Pero ahora se os proclam a una vez comunión. Amén.
más la victoria de Jesús en la santa Cena del Señor, la - Gesammelte Schriften IV,
victoria sobre el pecado y la muerte tam bién para ti, pp. 453-455
quienquiera que seas. Acógelo en la fe: Jesús te perdo­
nará hoy una vez más todos tus graves y numerosos Carta de Adviento
pecados, te hará com pletam ente puro e inocente, de a los pastores de la Iglesia confesante
forma que a partir de ahora ya no tienes que pecar, el (29 de noviembre de 1942)
pecado ya no tiene que dom inar sobre ti. Jesús reinará
sobre ti, y él es más fuerte que cualquier tentación. En Queridos hermanos:
la hora de la tentación y en el mom ento del miedo a la Al comienzo de una carta cuya intención es exhorta­
muerte Jesús vencerá sobre ti y tú confesarás: Jesús ha ros a la alegría en una hora difícil tienen que estar los
resultado victorioso sobre mis pecados, sobre mi m uer­ nombres de los herm anos que han muerto desde la últi­
te. Siempre que reniegues de esta fe, te hundirás y serás ma vez que os escribí [...].
derrotado, pecarás y morirás; siempre que confieses esta «Habrá alegría eterna sobre sus cabezas» (Isaías
fe, Jesús m antendrá la victoria. 35,10). En cierto modo esto nos da dentera; más aún,
En el día de los difuntos se nos pregunta junto a las ¿no deberíamos decir que en el silencio algunas veces
tumbas de nuestros seres queridos: ¿de qué manera les envidiamos? Desde la antigüedad la acedía -la tris­
morirás un día? ¿Creemos en el poder de la muerte y del teza del corazón, la «resignación»- es para la Iglesia
pecado o creemos en el poder de Jesucristo? Sólo es cristiana uno de los pecados mortales. «Servid al Señor
posible una de las dos cosas. En el siglo xix hubo un con alegría» (Salmo 100,2), nos exhorta la Escritura.
hombre de Dios que durante su vida había predicado Para esto se nos ha dado la vida y para esto se nos ha
muchas veces sobre la victoria de Jesucristo y había conservado hasta este momento. La alegría pertenece no
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120 ESCRITOS ESENCIALES PASTOR DE LA IGLESIA CONFESANTE 121

sólo a los que han sido llamados a la mansión eterna, mientos producidos por estos años de guerra. Hace poco
sino también a los que vivimos, y nadie debería arreba­ tiempo alguien me dijo: «Pido todos los días que no me
tárnosla. Somos uno con ellos en esta alegría, pero vuelva insensible». Ciertamente ésta es una buena ora­
nunca en la pena. ¿Cómo vamos a poder ayudar a los ción. Con todo, hemos de tener cuidado para no con­
tristes y desanimados si nosotros m ismos no estamos fundirnos con Cristo. Porque Cristo padeció todos los
llenos de alegría y ánimo? No estoy pensando en algo sufrimientos y toda la culpa de los hom bres hasta el
fabricado o forzado, sino en algo regalado y gratuito. La extremo; en efecto, fue Cristo porque todo lo sufrió él y
alegría habita con Dios, de él desciende y se adueña del sólo él. Pero Cristo pudo sufrir con los demás porque al
espíritu, el alm a y el cuerpo; y cuando esta alegría pren­ mismo tiempo podía salvar del sufrimiento. Su fuerza
de en una persona, se propaga, va cundiendo y derriba para sufrir con los demás procedía de su am or y su fuer­
puertas cerradas. Hay una alegría que no conoce la za para salvar a los hombres. Nosotros no somos llama­
pena, la necesidad y la angustia del corazón; no tiene dos a cargar con el peso de los sufrimientos de todo el
duración y sólo puede aturdir a la persona m om entáne­ mundo; en el fondo no podemos sufrir en modo alguno
amente. La alegría de Dios pasó por la pobreza del pese­ por los demás con nuestras fuerzas porque no podemos
bre y la angustia de la cruz; por ello es insuperable e salvar. El deseo reprim ido de sufrir con los demás que
irrefutable. No niega la angustia allí donde ésta se procede de las propias fuerzas tiene que convertirse en
encuentra, pero encuentra a Dios en medio de ella, pre­ resignación. Sólo somos llamados a m irar con toda la
cisamente en ella; no pone en tela de juicio el pecado alegría a aquel que realmente padeció con los demás y
más grave, pero encuentra el perdón precisam ente de se convirtió en el Salvador. Tenemos que creer con toda
esta manera; mira a la cara a la muerte, pero encuentra la alegría que existió y existe un hombre al que ningún
justam ente en ella la vida. Esta alegría, que ha vencido, sufrimiento humano y ningún pecado humano le resulta
es la que nos importa. Sólo ella es creíble, sólo ella ajeno y que con el amor más profundo consiguió nues­
ayuda y sana. La alegría de nuestros seres queridos que tra redención. Sólo en esta alegría en Cristo, el Salva­
han sido llamados ya a la mansión eterna es también la dor, nos veremos libres de la insensibilidad cuando nos
alegría de los vencedores -e l Resucitado lleva las m ar­ encontrem os con el sufrimiento humano, o nos librare­
cas de la cruz en su cuerpo-; nosotros tenemos que con­ mos de resignam os ante la experiencia del sufrimiento.
seguir la victoria todos los días, pero ellos vencieron Creemos en Cristo sólo en la m edida en que... en
para siempre. Sólo Dios sabe cuán lejos o cuán cerca Cristo... [carta incompleta].
estamos de la últim a victoria, en la que nuestra propia
- Gesammelte Schriften II,
muerte podrá convertirse en alegría. «Con paz y alegría
pp. 596-598
me dirijo hacia allí...»
Algunos de nosotros sufrimos m ucho por una cierta
insensibilidad interior frente a los num erosos padeci­
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ÉTICA 123

6 De acuerdo con todo lo que hem os dicho hasta ahora


prescindimos aquí de todas las definiciones que tratan
Etica de entender la esencia del am or como una conducta
humana, como una convicción, como entrega, como sa­
crificio, como voluntad de comunidad, com o sentim ien­
to, como fraternidad, com o servicio, como acción. Todo
esto, sin excepción -a s í acabamos de escucharlo- se
puede dar sin «amor». Todo lo que estam os habituados
a llam ar amor, lo que vive en los abismos del alm a y en
la acción visible, incluso lo que procede del corazón
Bonhoeffer trabajó durante varios años en su Ethik
[traducida al castellano bajo el título Ética/, una de sus piadoso en el servicio fraternal, puede ser sin «amor», y
obras principales, que se encontraba dividida en fra g ­ esto no porque en toda conducta hum ana siempre hay
mentos en el momento en que fu e arrestado. Más tarde presente un «resto» de am or propio, que obscurece
su amigo Eberhard Bethge se encargó de la edición de com pletam ente el amor, sino porque el amor es algo
esta obra clave, publicada de manera postuma en 1949. completamente diferente de lo que se entiende por estas
cosas. Amor tam poco es la relación inm ediata de perso­
nas, el penetrar en lo personal, en lo individual en opo­
El amor sición a la ley de lo objetivo, del orden impersonal.
Prescindiendo de que aquí «personal» y «objetivo» se
«Y si yo pudiera profetizar y supiera todos los misterios han disociado de una m anera totalmente ajena a la
y todo conocim iento y tuviera toda la fe de m anera que Biblia y abstracta, el amor se convierte aquí en un pro­
pudiera trasladar montañas, y no tuviera amor, yo sería ceder humano aun cuando sea parcial. En este caso el
nada. Y si diera todos mis bienes a los pobres y dejara «amor» es un ethos más elevado de orden personal para­
que mi cuerpo fuera pasto de las llamas y no tuviera lelo al ethos inferior de lo puramente objetivo y correc­
amor, todo eso nada me aprovecharía» (1 Cor 13,2-3). to que accede como perfeccionam iento y complemento.
Aquí se pronuncia la palabra decisiva con la que el hom ­ Cuando por ejem plo el amor y la verdad entran en con­
bre de la disensión se distingue del hombre en el origen: flicto entre sí, corresponde a esta situación el que el
el amor. Hay un conocim iento de Cristo, hay una fe am or como algo personal se subordine a la verdad como
poderosa en Cristo, hay un sentimiento y una entrega de a algo impersonal, con lo que se incurre en directa con­
amor hasta la muerte -s in am or-. Esto es así. Sin este tradicción con la frase de Pablo en el sentido de que el
«amor» todo se descom pone y todo es recusable, en este am or se alegra de la verdad (1 Cor 13,6). El amor no
amor todo está unido y todo es agradable a Dios. ¿Qué conoce el conflicto por el que querría definirla, pertene­
es este amor? ce más bien a su esencia el estar más allá de la disen­
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124 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 125

sión. Un amor que atenta contra la verdad o la neutrali­ su am or precede a nuestro amor a él. No en nosotros,
za, lo llama Lutero un «maldito amor», aun cuando se sino en Dios tiene su origen el amor, el am or no es un
presente con la más piadosa apariencia. Un amor que comportamiento de los hom bres sino un com portam ien­
sólo abarca el ámbito de las relaciones humanas perso­ to de Dios. «En esto consiste el amor: no en que noso­
nales, pero que capitula ante lo objetivo, nunca es el tros hemos amado a Dios, sino que él nos ha amado y
amor del Nuevo Testamento. ha enviado a su hijo para el perdón de nuestros peca­
Por consiguiente, si no hay una conducta humana dos» (1 Jn 4,10). Lo que es el am or sólo lo conocemos
imaginable, que como tal pueda llamarse unívocam ente en Jesucristo y, además, en su acción por nosotros. «En
«amor», si el amor está más allá de toda disensión en la esto hemos conocido el amor, en que él ha dado su vida
que vive el hombre, y si todo lo que el hom bre puede por nosotros» (1 Jn 3,16). Tampoco aquí se da una defi­
entender y practicar como amor sólo puede imaginarse nición general del am or por ejem plo en el sentido de
como proceder humano dentro de la disensión dada, que es la entrega de la vida por los demás. Aquí no se
entonces subsiste aquí el enigma, la cuestión abierta llam a amor a esto tan general, sino a lo total y absoluta­
acerca de qué puede ser el «amor» para la Biblia. La mente único de la entrega de la vida de Jesucristo por
Biblia no nos niega la respuesta. Incluso nos es sufi­ nosotros. El amor está indisolublemente ligado al nom ­
cientemente conocida, sólo que muchas veces la inter­ bre de Jesucristo como revelación de Dios. A la pregun­
pretamos mal. Ella dice: Dios es amor (1 Jn 4,16). Por ta de qué es amor, el Nuevo Testamento responde de una
razón de claridad tenemos que leer prim eramente esta m anera completamente clara, al referirse exclusivamen­
frase acentuando la palabra Dios, mientras que nos te a Jesucristo. Él es la única definición del amor. Pero
hemos acostumbrado a acentuar la palabra amor. Dios una vez más confundiríamos todo si de la mirada a
es amor, es decir, no es com portam iento humano, un Jesucristo y a su acción y pasión fuéramos a sacar una
sentimiento, una acción, sino que Dios mismo es amor. definición general de amor. No lo que él hace y padece,
Sólo quien conoce a Dios sabe lo que es amor, pero no sino lo que él hace y padece es amor. A m or es siempre
al revés, no se sabe prim eramente lo que es am or y, él mismo. El am or es siempre Dios mismo. El amor es
además, por la naturaleza y por ello lo que es Dios. siempre revelación de Dios en Jesucristo.
Nadie conoce a Dios a menos que Dios se le revele. Así Precisam ente la más estricta concentración de todas
nadie sabe lo que es amor, a menos que se le manifieste las ideas y frases sobre el am or en el nombre de Jesu­
en la auto-revelación de Dios. A sí pues, el am or es tam ­ cristo no puede degradar este nombre reduciéndolo a un
bién revelación de Dios. Pero revelación de Dios es concepto abstracto, sino que siempre tiene que enten­
Jesucristo. «En esto se ha revelado el am or de Dios derse en la concreta plenitud de la realidad histórica de
hacia nosotros: que Dios ha enviado al mundo a su Hijo un hombre vivo. Reteniendo todo lo anteriormente di­
unigénito, para que tengam os vida por él» (1 Jn 4,9). La cho, sólo la acción y pasión concreta de este hombre
revelación de Dios en Jesucristo, la revelación divina de Jesucristo hará inteligible lo que es amor. El nombre de
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126 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 127

Jesucristo, en el que Dios se revela, se explica a sí A m or significa el padecer la transform ación de toda la
m ismo en la vida y en las palabras de Jesucristo. Final­ existencia llevada a cabo por Dios, la integración en el
mente el Nuevo Testamento no consiste en la repetición mundo, tal como sólo puede vivir ante Dios y en Dios.
indefinida del nombre de Jesucristo, sino que lo que ese Por consiguiente, am or no es elección del hombre, sino
nombre encierra, se explica en acontecim ientos, con­ selección del hombre hecha por Dios.
ceptos y frases que nos son inteligibles. Así también la Pero ¿en qué sentido puede hablarse todavía del
fuerza del concepto «amor» no es sencillamente arbitra­ amor como de una acción de los hombres, del amor de
ria; pero en la medida en que este concepto recibe una los hombres a Dios y al prójimo, tal como lo hace bien
determinación com pletam ente nueva gracias al mensaje claramente el Nuevo Testamento? ¿Qué significa frente
neotestamentario así no carece de relación con lo que al hecho de que Dios es el amor, el que tam bién el hom ­
todos entendemos al decir «amor»; pero la cosa no es bre puede y debe amar? «Nosotros le amamos, pues él
como si el concepto bíblico del am or fuera una forma de nos ha amado prim ero» (1 Jn 4,19). Esto significa que
lo que entendemos ya en general con ese concepto de nuestro amor hacia Dios descansa exclusivamente en el
amor, sino que se presenta éste frente al concepto bíbli­ ser amados por Dios, que en otras palabras nuestro amor
co del amor como precisamente lo invertido, es decir, no puede ser otra cosa que el abandonarse al am or de
que sólo el am or es la base, la verdad y la realidad del Dios en Jesucristo. «Así ama a Dios el que es conocido
amor y además de tal m anera que todo pensamiento por él» (1 Cor 8,3). Conocido en el lenguaje bíblico sig­
natural sobre el amor tiene verdad y realidad en tanto nifica «escogido, producido». A m ar a Dios significa
participa de este origen suyo, es decir, del amor que abandonarse a su elección, a su creación en Cristo. Por
Dios mismo es en Jesucristo. consiguiente, la relación entre el amor divino y humano
Así pues, a la pregunta de en qué consiste el amor, no hay que entenderla de m anera que el am or divino
seguimos respondiendo con la Escritura: en la reconci­ preceda al humano, lo que es cierto, pero con la finali­
liación del hombre con Dios en Jesucristo. La disensión dad de poner en movimiento el am or ¡humano como una
del hombre respecto de Dios, respecto de los demás acción independiente, libre y propia de los hombres
hombres, del mundo y de sí mismo llega a su fin. Nue­ frente al am or divino. M ás bien respecto de todo lo que
vamente se le restituye el origen. hay que decir del amor humano vale esto, que Dios es el
Por consiguiente, el am or designa la acción de Dios amor. Es el amor de Dios y no otro -p o rq u e frente a él
sobre el hombre por la que ha sido superada la disensión no hay un am or libre autónom o- con el que el hombre
en la que vive el hombre. Esta acción equivale a Jesu­ ama a Dios y al prójimo. Por consiguiente, en esto el
cristo, se llama reconciliación. Por tanto, el am or es al­ amor del hombre permanece en pura pasividad. Amar a
go que acontece en el hombre, algo pasivo, algo de lo Dios es la otra cara del ser amado de Dios. El ser amado
que no dispone por sí mismo, porque se encuentra sen­ de Dios incluye el amar a Dios, pero el am ar a Dios no
cillamente más allá de su existencia en la disensión. es algo paralelo a ser amado por Dios.
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128 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 129

Para que esto resulte comprensible, el concepto de él a todos los hombres. Sólo en cuanto es juzgado por
pasividad en este contexto necesita de una palabra acla­ Dios puede vivir el hombre ante Dios, sólo el hombre
ratoria. Aquí se trata -co m o siempre que en la teología crucificado está en paz con Dios. En la figura del Cru­
se habla de pasividad de los hom bres- no de un con­ cificado el hombre se conoce y se encuentra a sí mismo.
cepto psicológico, sino de un concepto teológico que Acogido por Dios, juzgado en la cruz y reconciliado,
afecta a la existencia del hombre ante Dios. Pasividad ésa es la realidad de la humanidad.
respecto del amor de Dios no significa ese descansar en Para este mundo el éxito es la m edida y la justifica­
el amor de Dios que excluye pensam ientos, palabras y ción de todas las cosas; pues bien, la figura del juzgado
acciones, am or que me pertenece solamente en seme­ y crucificado sigue siendo extraña y en el mejor de los
jante «hora silenciosa». El amor de Dios no es tan sólo casos digna de com pasión para el mundo. El mundo
un puerto de refugio, en el que me escondo durante la quiere y debe ser vencido por el éxito. No son las ideas
tempestad del mar. El ser amado por Dios no prohíbe al o los sentimientos, sino las acciones las que deciden.
hombre en m odo alguno pensam ientos robustos y accio­ Sólo el éxito justifica la injusticia realizada. La culpa
nes jubilosas. Nosotros somos amados de Dios en Cristo cicatriza en el éxito. Es insensato censurar al afortuna­
como hombres completos, que piensan y que actúan, así do sus vicios. Con esto nos quedamos en el pasado y
hemos sido reconciliados con Dios. Amam os a Dios y a mientras tanto el afortunado avanza de hecho en hecho,
los hermanos como hom bres com pletos, hombres que alcanza el futuro y convierte el pasado en irrevocable. El
piensan y actúan. afortunado crea un estado de cosas que ya no puede vol­
- Ética, pp. 31-35 ver atrás, lo que él destruye ya no puede repararse, lo
que él edifica tiene el derecho de subsistir por sí al
menos en la siguiente generación. N inguna acusación
El afortunado puede reparar la culpa que cometió el afortunado. La
acusación pierde vigor con el transcurso del tiempo, el
Ecce homo!, ¡ved al hombre juzgado p o r D ios\ La figu­ éxito perm anece y determ ina la historia. Los jueces de
ra de la aflicción y del dolor. Ese es el aspecto que tiene la historia desem peñan un triste papel junto a sus figu­
el reconciliador del mundo. La culpa de la humanidad ras. La historia avanza por encim a de ellos. Ningún
ha caído sobre él, lo arroja a la ignom inia y muerte bajo poder de la tierra osará atribuirse con tanta libertad y
el juicio de Dios. Tan caro ha costado a Dios la reconci­ autonomía el principio de que el fin justifica los medios
liación con el mundo. Sólo al llevar a cabo el juicio Dios como lo hace la historia.
en sí mismo, puede hacerse la paz entre él y el mundo y En lo que llevamos dicho se trata de hechos, no
entre los hom bres entre sí. Pero el m isterio de este ju i­ hablamos todavía de valoraciones. Existen tres actitudes
cio, de esta pasión y muerte es el am or de Dios al diferentes de los hom bres y de los tiempos respecto de
mundo, al hombre. Lo que sucedió a Cristo, sucede en estos hechos.
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130 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 131

A llí donde la figura de un afortunado se hace espe­ El eterno lamento de los acusadores de la historia es
cialmente visible, la m ayoría comete el pecado de divi­ que todo éxito procede del mal. Con una crítica estéril y
nizar el éxito. Se convierte en ciega ante el derecho y la farisaica de lo acontecido no se llega jam ás al presente,
injusticia, verdad y mentira, decencia e infamia. La m a­ a la acción, al éxito, y en esto se ve una vez más la con­
yoría sólo ve la acción, el éxito. La capacidad de juicio firmación de la m aldad del afortunado. Pero sin preten­
ético e intelectual se mella ante el brillo del afortunado derlo, también aquí se convierte el éxito en criterio -au n
y ante el deseo de participar de algún modo de este cuando sea negativo- de todas las cosas, y no existe
éxito. Hasta se llega a ignorar que la culpa cicatriza con diferencia esencial en que el éxito sea criterio positivo o
el éxito, precisam ente porque ya no se conoce la culpa. negativo de todas las cosas.
El éxito es el bien sin más. Esta actitud es excusable y La figura del Crucificado desvirtúa totalmente todo
auténtica sólo en el estado de embriaguez. Después que pensamiento orientado en el sentido del éxito; pues es
se ha impuesto la lucidez se la puede adquirir solam en­ una negación del juicio. Ni el triunfo del afortunado ni
te en el caso de una profunda mendacidad interna, de un el odio amargo del fracasado contra el afortunado po­
consciente autoengaño. Entonces se llega a una corrup­ drán hacerse con el mundo. Jesús no es ciertam ente abo­
ción interna de la que es muy difícil lograr la curación. gado de los afortunados en la historia, pero tampoco
A la afirmación de que el éxito es el bien, se opone dirige la insurrección de los desafortunados contra los
aquella otra que considera las condiciones de un éxito que tuvieron éxito. En él no se trata de éxito o infortu­
permanente, es decir, la afirmación de que sólo el bien nio, sino de la aceptación complaciente del juicio de
tiene éxito. A quí la facultad de juicio queda a salvo ante Dios. Sólo en el juicio se da la reconciliación con Dios
el éxito, aquí el derecho sigue siendo el derecho, y la y entre los hombres. A todo pensamiento en torno al
injusticia injusticia. A quí no se cierran los ojos en el éxito y fracaso Cristo opone al hom bre juzgado por
momento decisivo, para volver a abrirlos después que Dios, tanto afortunado como fracasado. Dios juzga al
ha tenido lugar el hecho. También aquí se conoce de hombre porque por puro amor quiere que el hombre siga
manera consciente o inconsciente una ley del mundo, de existiendo ante él. Se trata de un juicio de gracia, que
acuerdo con la cual el derecho, la verdad, el orden son Dios trae a los hom bres en Cristo. Frente al afortunado
más estables a la larga que la fuerza, la m entira y la arbi­ Dios muestra en la cruz de Cristo la santificación del
trariedad. Sin embargo, esta tesis optim ista conduce a dolor, de la bajeza, del fracaso, de la pobreza, de la sole­
ciertos errores: o hay que falsear los hechos históricos dad, de la desesperación. No como si todo esto tuviera
para dem ostrar el infortunio del mal y con ello se vuel­ valor en sí mismo. Pero todo ello recibe su santificación
ve enseguida una vez más a la afirmación contraria de por el am or de Dios que tom a sobre sí todo esto a modo
que el éxito es el bien, o con su optim ism o se fracasa de juicio. El sí de Dios a la cruz es el juicio sobre el
ante los hechos y se concluye con una condenación de afortunado. Pero el fracasado debe saber que no es su
todos los éxitos históricos. fracaso, que no es su posición de paria como tal, sino
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132 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 133

solamente la aceptación del juicio del am or divino lo La actuación contra la conciencia se encuentra en la
que hace que pueda subsistir delante de Dios. El que dirección de una conducta suicida contra la propia vida,
precisam ente entonces la cruz de Cristo, es decir, su fra­ y no es casualidad que ambas conductas vayan ligadas
caso en el mundo, conduzca nuevamente al éxito histó­ entre sí con bastante frecuencia. Una actuación respon­
rico, es un m isterio del gobierno divino del mundo, del sable, que en este sentido formal quisiera hacer fuerza a
que no puede establecerse regla alguna, pero que se re­ la conciencia, sería reprobable en realidad.
pite una y otra vez en los sufrimientos de su comunidad. Pero con esto no hemos agotado la cuestión en modo
Sólo en la cruz de Cristo, y esto significa en cuanto alguno. Si es cierto que la voz de la conciencia viene de
juzgada, llega la humanidad a su verdadera figura. haberse puesto en peligro la unidad del hombre consigo
mismo, también hay que interrogar por el contenido de
- Ética, pp. 51-53
esta unidad. Este contenido es prim eramente el propio
yo en su pretensión de querer ser «como Dios» -sic u t
d e u s- en el conocim iento del bien y del mal. La voz de
La conciencia la conciencia en el hombre natural es la tentativa del yo,
de justificarse en su saber del bien y del mal ante Dios,
Es exacto que nunca se puede aconsejar que se obre ante los hombres y ante sí mismo y poder subsistir en
contra la conciencia. En esto toda la ética cristiana está esta autojustificación. El yo que no encuentra asidero en
de acuerdo. Pero ¿qué significa esto? La conciencia es su individualidad contingente, se rem onta a una ley
la voz que viniendo de una profundidad que está más general del bien y en la coincidencia con él busca la uni­
allá de la propia voluntad y de la propia razón, se hace dad consigo mismo. De este modo la voz de la concien­
oír para que la existencia humana, cuya voz es, llegue a cia tiene su origen y su objetivo en la autonomía del pro­
la unidad consigo misma. Se manifiesta como acusación pio yo. Secundando esta voz, es preciso realizar nueva­
contra la unidad perdida y como advertencia frente al mente cada vez esta autonomía, que tiene su origen más
hecho de perderse a sí mismo. Se dirige prim ariamente allá de la propia voluntad y conocim iento «en Adán».
no a una determ inada acción, sino a un determ inado ser. De esta manera el hombre permanece ligado en su con­
Protesta contra una acción, que pone en peligro este ser ciencia a una ley que ha encontrado por sí mismo, que
en la unidad consigo mismo. en concreto puede presentarse en form a diferente, pero
En esta determ inación formal la conciencia sigue que en la pérdida del propio yo sigue siendo una ley ine­
siendo una instancia, y actuar contra ella se desaconse­ ludible.
ja de la m anera más imperiosa; el desprecio de la voz de La gran transformación tiene lugar en el momento
la conciencia debe tener como consecuencia la destruc­ en el que la unidad de la existencia humana ya no con­
ción -n o una oblación llena de sentido-, por ejemplo, siste en su autonomía, sino que -gracias al milagro de la
del propio ser, una destrucción de la existencia humana. fe - la encontram os más allá del propio yo y de su ley,
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134 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 135

en Jesucristo. Desde el punto de vista formal esta trans­ los hombres llegó al abandono por parte de Dios en su
formación del punto de la unidad tiene su analogía en el última hora. Como amante inocente se convirtió en cul­
terreno secular. Cuando el nacionalsocialista dice: «mi pable, quiso estar en la comunidad de la culpa humana;
conciencia es Adolfo Hitler», con esto se pretende fun­ rechazó la tentación del demonio que quiso apartarlo de
dam entar la unidad del yo más allá de sí mismo. Esto este camino. De este m odo Jesucristo es el liberador de
tiene como consecuencia la pérdida de la autonom ía a la conciencia para el servicio de Dios y del prójimo, el
favor de una heteronom ía absoluta, lo que a su vez es liberador de la conciencia incluso y precisam ente allí
sólo posible si el otro hombre en el que busco la unidad donde el hombre entró en la com unión de la culpa
de mi vida desem peña la función de redentor mío. humana. La conciencia liberada de la ley no retrocede­
Existiría aquí el paralelo secular más estricto y a la vez rá ante la participación de la culpa ajena por amor a los
la contradicción más estricta con la verdad cristiana. demás, más bien y precisam ente así se m anifestará en su
Cuando Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, pureza. La conciencia liberada no es temerosa, como la
viene a ser el punto de unidad de mi existencia, la con­ que está ligada a la ley, sino que está ampliamente abier­
ciencia -desde el punto de vista form al- sigue siendo la ta para el prójimo y su necesidad concreta. De este
voz que procediendo de mi ser auténtico im pulsa a la m odo se une a la responsabilidad fundada en Cristo,
unidad conmigo mismo, pero esta unidad ya no puede para cargar con la culpa por amor al prójimo. Aun cuan­
realizarse retornando a la autonomía que vive de la ley, do la conducta del hombre - a diferencia de la esencial
sino en comunión con Jesucristo. La conciencia natural inocencia de Jesu cristo - nunca sea inocente, sino
-incluso la más rigurosa- se manifiesta ahora con la ju s­ em ponzoñada por el pecado original, esencial al hom ­
tificación propia más impía, y es vencida por la con­ bre, participa, sin embargo, en cuanto actuación respon­
ciencia liberada en Jesucristo, que llama a la unidad sable de una m anera indirecta -e n oposición a toda con­
conmigo mismo en Jesucristo. Jesucristo ha llegado a ducta de principio orientada hacia la autojustificación-
ser mi conciencia. Esto significa que yo sólo puedo de la actuación de Jesucristo. Por consiguiente, para la
encontrar la unidad conmigo mismo en la entrega de mi conducta responsable hay una especie de inocencia rela­
yo a Dios y a los hombres. No una ley, sino el Dios tiva, que se m anifiesta precisamente en la aceptación
viviente y el hombre viviente, es el origen y la m eta de responsable de la culpa ajena.
mi conciencia. El hombre que sale a mi encuentro en Kant saca una consecuencia grotesca del principio
Jesucristo. Por Dios y por amor a los hombres Jesús se de la veracidad. Dice él que a un asesino que entra en mi
convirtió en quebrantador de la ley: quebrantó la ley del casa con intención de m atar a un amigo mío y me pre­
sábado, para santificarlo en el amor a Dios y a los hom ­ gunta si está escondido allí mi amigo, yo debo respon­
bres; abandonó a sus padres, para estar en la casa de su derle afirmativamente con toda honradez. En este caso,
Padre y de este modo purificar la obediencia hacia los la justicia propia erigida en criminal soberbia sale al
padres; comió con pecadores y depravados, por amor a paso de la conducta responsable. Si la responsabilidad
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136 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 137

es la respuesta total, acomodada a la realidad, por parte soportar, sin sufrir con ello una destrucción, ya se trate
del hombre, a la exigencia de Dios y del prójimo, aquí de una declaración de guerra, de la ruptura de un pacto
queda fuertemente subrayado el carácter parcial de la político, de una revolución o simplemente del despido
respuesta de una conciencia vinculada a los principios. de un solo padre de familia, que por ello se queda sin
La negativa a hacerme culpable respecto del principio trabajo, o ya se trate finalmente de un consejo en una
de la veracidad y esto por amor a mi amigo, la negativa decisión vital de la persona. Es cierto que debe ir cre­
a m entir fuertemente por amor a mi am igo -p u es toda ciendo la fuerza para cargar con las decisiones respon­
tentativa a transform ar de otra m anera esta naturaleza de sables, y tam bién es cierto que toda negativa ante una
la m entira procede a su vez de la conciencia legal de responsabilidad equivale a una decisión responsable; sin
autojustificación-, por consiguiente, la negativa a cargar embargo, en el caso concreto la voz de la conciencia que
con la culpa por am or al prójimo, me pone en contra­ llam a a la unidad consigo mismo en Jesucristo sigue
dicción con mi responsabilidad fundada en la realidad. siendo insuperable, y partiendo de esto se explica la
Precisamente al tom ar responsablem ente sobre sí la infinita m ultiplicidad de decisiones responsables.
culpa y la inocencia de una conciencia ligada exclusiva­ En segundo lugar, también la conciencia liberada en
mente a Cristo, se manifiesta esto de la manera más Jesucristo sitúa la acción responsable por encim a de la
perfecta. [...] ley, por cuyo seguimiento el hombre perm anece en la
Por mucho que la conciencia liberada en Cristo y la unidad consigo m ismo fundada en Jesucristo, y de cuyo
responsabilidad quisieran unirse, sin em bargo perm ane­ desprecio sólo puede proceder la falta de responsabili­
cen enfrentadas en una tensión ineludible. El cargar con dad. Se trata de la ley del amor a Dios y al prójimo, tal
la culpa ajena que en la actuación responsable llega a como se explica en el decálogo, en el sermón de la m on­
ser necesario en cada caso, sufre una lim itación por la taña y en la parénesis apostólica. La observación exacta
conciencia en un doble aspecto. de que la conciencia natural muestra en el contenido de
Primeramente, incluso la conciencia liberada por su ley una coincidencia sorprendente con el contenido
Cristo, por su naturaleza, es la llam ada a la unidad con­ de la conciencia liberada en Cristo, se funda en el hecho
sigo mismo. El asumir una responsabilidad no puede de que en el caso de la conciencia se trata precisamente
aniquilar esta unidad. No se puede confundir jam ás la de la existencia de la m isma vida y que por eso contie­
entrega del yo en servicio desinteresado con la destruc­ ne rasgos fundamentales de la ley de la vida, aun cuan­
ción y aniquilación de este yo, con lo que además ya no do sufra desfiguraciones en los detalles y esté perverti­
sería capaz de asum ir responsabilidad alguna. La m edi­ da en lo fundamental. La conciencia, incluso en su cali­
da de participación en la culpa que va ligada a la actua­ dad de liberada, sigue siendo lo que era en su estado
ción responsable, tiene su límite concreto en cada caso natural, la que previene contra la transgresión de la ley
en la unidad del hombre consigo mismo, en su capaci­ de la vida. Pero com o la ley ya no es lo último, sino
dad de soporte. Hay responsabilidades que yo no puedo Jesucristo, por eso en la disputa entre la conciencia y la
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138 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 139

responsabilidad concreta debe imponerse la libre deci­ tom a sobre sí. La Iglesia es la com unidad en la que
sión por Cristo. Esto no significa un conflicto eterno, Jesús realiza su figura en medio del mundo. Por esta
sino la adquisición de la última unidad; Pues el funda­ razón sólo la Iglesia puede ser el lugar del renacim ien­
mento, la esencia y meta de la responsabilidad concreta to y de la renovación personal y comunitaria. [...]
es el mismo Jesucristo, que es el señor de la conciencia. La Iglesia confiesa que su predicación acerca de un
De este modo, la responsabilidad está ligada por la con­ solo Dios, que se ha revelado en Jesucristo para todos
ciencia, pero la conciencia es libre gracias a la respon­ los tiempos y que no tolera otros dioses junto a sí, no ha
sabilidad. Ahora aparece que es lo mismo decir «el res­ sido orientada abiertam ente y con suficiente claridad.
ponsable se convierte en inocente culpable» o «sólo el Confiesa su temor, su defección, sus peligrosas conce­
hombre de conciencia libre puede cargar con la res­ siones. M uchas veces ha renegado de su oficio de vigi­
ponsabilidad». lancia y consolación. Con ello ha negado muchas veces
Quien con responsabilidad toma sobre sí la culpa - y a los desterrados y a los despreciados la misericordia
ningún responsable puede sustraerse a esto-, ése se atri­ que les debía. Fue muda cuando debió haber gritado,
buye a sí mismo esta culpa y no a otro y la representa, porque la sangre de los inocentes clam a al cielo. No ha
se siente responsable de ella. No lo hace con la insolen­ encontrado las palabras justas dichas de m anera justa en
te soberbia de su poder, sino con el conocim iento de que el tiempo justo. No se ha opuesto a la defección de la fe
se ve forzado a esta libertad y que en ella depende de la hasta derram ar su sangre y es culpable de la impiedad
gracia. Ante los demás hombres la necesidad justifica al de las masas.
hombre de la libre responsabilidad, su conciencia lo La Iglesia confiesa haber abusado del nombre de
absuelve ante sí mismo, pero ante Dios él solamente Jesucristo, al haberse avergonzado de sí misma ante el
espera en la gracia. mundo y al no haber impedido el abuso de este nombre
- Ética, selección de las pp. 168-173 con suficiente fuerza; ella ha visto que bajo el pretexto
del nombre de Cristo se han com etido injusticias y
acciones violentas. Pero asimismo ha perm itido sin opo­
La confesión de las culpas nerse el escarnio manifiesto del nombre más sagrado y
con ello ha ayudado a ese escarnio. [...]
Precisamente la Iglesia es la com unidad de hombres que La Iglesia confiesa haber visto el empleo arbitrario
por la gracia de Cristo es guiada al conocim iento de la de la fuerza bruta, el dolor corporal y anímico de innu­
culpa en Cristo. [...] La Iglesia es hoy la com unidad de merables inocentes, la opresión, el odio y el crimen, sin
hombres que, aprehendida por el poder de la gracia de haber elevado la voz en favor de ellos, sin haber encon­
Cristo, conoce su propio pecado personal como el aleja­ trado el cam ino para correr en su ayuda. Se ha hecho
miento del mundo occidental respecto de Jesucristo culpable de la muerte de los más débiles e indefensos
como culpa para con Jesucristo, la reconoce así y la hermanos de Jesucristo. [...]
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140 ESCRITOS ESENCIALES ÉTICA 141

La Iglesia confiesa haber asistido silenciosam ente a Iglesia se vio rodeada por todas partes de dificultades y
la expoliación y explotación de los pobres, al enriqueci­ ataduras? ¿No se enfrentó contra ella todo el poder tem ­
m iento y corrupción de los fuertes. poral? ¿Podía la Iglesia haber puesto en peligro su ideal
La Iglesia confiesa haberse hecho culpable para con definitivo, su culto divino, su vida com unitaria, al acep­
los innumerables cuya vida ha sido aniquilada por la tar la lucha con los poderes anticristianos? A sí habla la
calum nia, la denuncia y el deshonor. No ha persuadido infidelidad, que en la confesión de la culpa no ve la
al calum niador de su injusticia y de este modo ha aban­ recuperación de la figura de Jesucristo, que llevó sobre
donado al calum niado a su suerte. sí el pecado del mundo, sino solamente una peligrosa
La Iglesia confiesa haber deseado seguridad, des­ degradación moral. La libre confesión de la culpa no es
canso, paz, posesión, honor a los que no tenía derecho, algo que se podría hacer o dejar de hacer, sino que es la
y de este modo no haber frenado las concupiscencias de irrupción de la figura de Jesucristo en la Iglesia, que la
los hombres, sino haberlas fomentado. Iglesia permite que acontezca en ella o deja de ser
La Iglesia se confiesa culpable en los diez m anda­ Iglesia de Cristo. El que apaga o corrompe la confesión
mientos, con ello se confiesa de su defección respecto de culpa de la Iglesia, se hace reo ante Cristo de m ane­
de Cristo. ¡No ha dado testimonio de la verdad de Dios ra que no ofrece esperanza.
de tal modo que toda investigación de la verdad, toda Al reconocer la Iglesia su culpa, no libera a los hom ­
ciencia conozca su origen en esta verdad; no ha predi­ bres de la propia confesión de culpa, sino que los llama
cado la justicia de Dios de tal manera que todo derecho a entrar en la com unidad de la confesión de culpa. La
real debiera ver en ella la fuente de propio ser; no se ha humanidad corrom pida sólo puede subsistir ante Cristo
esforzado en hacer digna de crédito la providencia de como humanidad juzgada por Cristo. Bajo este juicio
Dios, de manera que todo gobierno humano haya reci­ llama la Iglesia a todos los que alcanza.
bido de ella su misión. Por su propio silencio la Iglesia
- Ética, pp. selección de las 76-80
se ha hecho reo de la pérdida de una acción responsable,
de la pérdida del coraje y disposición de sufrir por lo
que se conoce como justo. Se ha hecho culpable de la
defección de la autoridad respecto de Cristo.
¿Hemos dicho dem asiado? ¿Se levantarán quizás
aquí algunos justos y tratarán de dem ostrar que no es la
Iglesia, sino los demás a los que afecta la culpa?
¿Querrían algunos hombres de Iglesia apartar de sí todo
esto como burdo ultraje y con la presunción de haber
sido llamados a ser jueces del mundo, a pesar y repartir
aquí y allí la m edida de la culpa? ¿No es cierto que la
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DESPUES DE 1 0 AÑOS. BALANCE. 143

7 es ciertam ente una gracia, así la memoria, la repeti­


ción de enseñanzas recibidas, pertenece a toda vida
Después de 10 años. responsable. [...]
Balance en el tránsito al año 1943
Sin suelo bajo los pies

¿Ha habido alguna vez en la historia personas que en el


presente tuviesen tan poco suelo bajo los pies, y para
quienes todas las alternativas posibles del presente apa­
Bonhoeffer escribió estas reflexiones para un reducido recieran igualmente insoportables, contrarias a la vida y
grupo de amigos conspiradores y algunos miembros de carentes de sentido? ¿Personas que, más allá de todas
su fam ilia involucrados en el complot contra Hitler. Un las alternativas presentes, buscasen la fuente de su ener­
ejemplar fu e conservado bajo las tejas de la casa de los gía tan com pletam ente en lo pasado y en lo futuro y que,
padres de Bonhoeffer en Charlottenburg. Se incluyó en sin ser soñadores, pudieran esperar sin embargo el logro
la obra postuma Widerstand und Ergebung /Resistencia de su causa en forma tan tranquila y confiada como
y sumisión/. nosotros? O m ejor dicho: ¿habrán tenido alguna vez los
pensadores responsables de una generación, situados
ante un gran cam bio histórico, unas sensaciones dife­
En la vida de una persona, diez años son m ucho tiempo. rentes a las nuestras de hoy, precisamente porque estaba
Puesto que el tiempo, por ser lo menos recuperable, es surgiendo algo realm ente nuevo, que no se agotaba en
el bien más valioso de que disponemos, en toda ojeada las alternativas del presente?
retrospectiva nos inquieta la posibilidad de haber perdi­
do el tiempo. Sería tiempo perdido todo aquel en que no
hubiéramos vivido como hombres, en que no hubiéra­ ¿Quién se m antiene firme?
mos acumulado experiencias, aprendido, creado, disfru­
tado y sufrido. El tiempo perdido es un tiempo no col­ La gran m ascarada del mal ha trastornado todos los con­
mado, vacío. No ha sido ésta ciertam ente la característi­ ceptos éticos. Para quien proviene de nuestro tradicional
ca de los últimos años. Hemos perdido mucho, bienes mundo de conceptos éticos, el hecho de que el mal apa­
inconmensurables, pero no hemos perdido el tiempo. rezca bajo el aspecto de la luz, de la acción benéfica, de
Cierto que los conocim ientos y las experiencias adqui­ la necesidad histórica, de la justicia social, es sencilla­
ridos, de los que únicam ente después tenemos concien­ mente perturbador. Para el cristiano que vive de la Bi­
cia, sólo constituyen abstracciones de lo auténtico, de la blia, este hecho constituye la confirmación de la abis­
vida propiamente vivida. Pero así como el poder olvidar mática maldad del mal.
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144 ESCRITOS ESENCIALES DESPUES DE 1 0 ANOS. BALANCE. 145

Queda patente el fracaso de los hom bres sensatos, El camino seguro del deber parece ser el indicado
quienes con las mejores intenciones del mundo y con un para evadirse de esa desconcertante profusión de deci­
ingenuo desconocim iento de la realidad, creen poder siones posibles. Aquí se tom a lo ordenado como lo más
com poner de nuevo, con ayuda de la razón, el armazón seguro; la responsabilidad de la orden concierne a quien
com pletam ente desvencijado. Con su deficiente visión, ordena, no a quien ejecuta el mandato. Pero, lim itándo­
quieren hacer justicia a todos. Debido a ello son aniqui­ se a cum plir con el deber, no se llega nunca al riesgo de
lados por las fuerzas que chocan entre sí, sin haber solu­ la acción realizada en nombre de la responsabilidad más
cionado lo más mínimo. Desengañados de la insensatez personal, la única que es capaz de acertar al mal en su
del mundo, se ven condenados a la esterilidad: se retiran centro y de vencerlo. El hombre del deber tendrá final­
con resignación o caen incondicionalm ente en manos mente que cum plir su deber incluso ante el mismo
del más fuerte. diablo.
Pero aún resulta más sobrecogedor el fracaso de Sin embargo, quien se dispone a m antenerse firme
todo fanatism o ético. El fanático cree poder enfrentarse en el mundo con ayuda de su propia libertad, quien da
al poder del mal con la pureza de sus principios. Pero al más valor al acto necesario que a la pureza de su con­
igual que el toro, se lanza contra la m uleta roja en lugar ciencia y de su reputación, quien está dispuesto a sacri­
de hacerlo contra el torero. De esta forma se cansa y ficar un principio estéril al fructífero compromiso, o
sucumbe. Se enreda en lo accesorio y cae en la trampa incluso una estéril sabiduría de la m ediocridad a un ra­
que le tiende el más sagaz. dicalism o productivo, tenga cuidado de que esta libertad
El hombre de conciencia lucha en solitario contra la no le tienda una trampa. Aceptará lo malo para evitar lo
superioridad de unas situaciones coactivas que le exigen peor. Y al hacerlo, ya no será capaz de reconocer que
una decisión. Pero la envergadura de los conflictos entre precisamente lo peor que él quiere evitar podría ser lo
los que tiene que escoger -s in el consejo ni el soporte de mejor. A quí se halla la m ateria prim a de las tragedias.
nadie, excepto el de su propia conciencia- le destroza. Huyendo de todo debate público, hay quien alcanza
Los innumerables disfraces, honorables y seductores, el refugio de una virtud individual. Pero tiene que cerrar
con los que se le acerca el mal, provocan el miedo y la ojos y labios ante la injusticia que se comete a su alre­
inseguridad de su conciencia, hasta que por último se dedor. Sólo a costa de engañarse a sí m ismo puede m an­
contenta con tener una conciencia tranquila en lugar de tenerse limpio de toda mancha debida a una acción res­
una conciencia buena, hasta que, por tanto, engaña a su ponsable. Todo cuanto haga no le tranquilizará jam ás de
propia conciencia para no desesperar. Porque el que una todo lo que ha dejado de hacer. Esta intranquilidad le
conciencia mala pueda ser más saludable y fuerte que aniquilará, o bien le convertirá en el más hipócrita de los
una conciencia engañada, es algo que no logrará com ­ fariseos.
prender jam ás el hombre cuyo único apoyo es la con­ ¿Quién se mantiene firme? Sólo aquel para quien la
ciencia. norma suprema no es su razón, sus principios, su con­
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146 ESCRITOS ESENCIALES DESPUES DE 1 0 AÑOS. BALANCE. 147

ciencia, su libertad o su virtud, sino que es capaz de algo en el terreno de los principios que en el de la res­
sacrificarlo todo, cuando se siente llamado en la fe y en ponsabilidad concreta. La joven generación intuirá
la sola Unión con Dios a la acción obediente y respon­ siempre con la m ayor seguridad si se ha actuado sólo
sable; el responsable, cuya vida no desea ser sino una por principios o a partir de una responsabilidad viva;
respuesta a la pregunta y a la llamada de Dios. ¿Dónde pues lo que está en juego en ello es su propio futuro. [...]
están estos responsables? [...]

Algunos artículos de fe
Del éxito sobre la actuación de Dios en la historia

Ciertamente no es verdad que el éxito justifique un acto Creo que Dios puede y quiere hacer surgir el bien de
malo y unos medios reprochables, pero tam poco es todo, incluso de lo más malo. Para ello necesita hom ­
posible considerar el éxito como algo completamente bres para quienes todas las cosas concurran al bien.
neutral desde un punto de vista ético. La realidad es que Creo que Dios nos concederá en cada situación difícil
el éxito histórico crea el único suelo sobre el cual la vida tanta capacidad de resistencia como precisemos. Mas no
puede continuar; por ello sigue siendo dudoso si ética­ nos la concede por adelantado, a fin de que no confie­
mente resulta más responsable em prender una campaña mos en nosotros mismos, sino únicam ente en él. En una
a la manera de don Quijote contra una nueva época o fe así tendríamos que superar todo miedo ante el futuro.
bien, confesando la propia derrota y en definitiva con­ Creo que tampoco nuestras faltas y errores son en vano,
sintiendo libremente en ella, ponerse al servicio de los y que para Dios no resulta más difícil entenderse con
nuevos tiempos. Al fin y al cabo el éxito hace la histo­ ellos que con nuestras presuntas buenas acciones. Creo
ria, y por encim a de la cabeza de quienes deciden los que Dios no es un hado intemporal, sino que espera y
acontecimientos, el conductor de la historia convierte responde a nuestras oraciones sinceras y a nuestras
siempre de nuevo el mal en bien. [...] acciones responsables. [...]
Hablar de un ocaso heroico ante una derrota inevita­
ble constituye en el fondo un acto muy poco heroico, ya
que no se atreve a m irar al futuro. La últim a cuestión Presente y futuro
responsable no es cómo puedo yo evadirme heroica­
mente del asunto, sino cómo debe continuar viviendo Hasta ahora nos parecía que uno de los derechos más
una generación venidera. Sólo a partir de esta cuestión inalienables de la vida humana era el de trazarse un plan
históricamente responsable pueden surgir soluciones para su vida personal y profesional. Esto ya ha pasado.
fructuosas, aunque de momento sean muy humillantes. Debido a la fuerza de las circunstancias, nos encontra­
En pocas palabras: es mucho más fácil perseverar en mos en una situación en la que nos vemos obligados a
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148 ESCRITOS ESENCIALES DESPUES DE 1 0 AÑOS. BALANCE.. 149

renunciar a «afanarnos por el día de mañana» (Mt 6,34). de nuestros coetáneos. Ya no podem os odiar tanto a la
Pero hay una diferencia esencial si esto ocurre por una muerte; en sus rasgos hemos descubierto cierta bondad
actitud libre de la fe, como lo quiere el sermón de la y casi nos hemos reconciliado con ella. En el fondo pre­
montaña, o por una involuntaria servidumbre de cada sentimos que ya le pertenecem os, y que cada nuevo día
instante. Para la mayoría de las personas, esta forzada es un milagro. Seguramente no sería justo decir que
renuncia a todo plan para el futuro significa entregar­ morimos a gusto - a pesar de que nadie desconoce aquel
se al mom ento presente de forma irresponsable, irrefle­ cansancio que, con todo, en ningún caso debemos per­
xiva o resignada; algunos pocos sueñan aún con nostal­ m itir que aflore-, pues somos dem asiado curiosos, o,
gia en un futuro más hermoso e intentan olvidar así el dicho de form a más seria, aún querem os ver algo del
presente. sentido que cobra nuestra vida desbaratada. Tampoco
Para nosotros, ambas actitudes resultan igualmente revestimos a la muerte de rasgos heroicos, pues para
imposibles. Únicamente nos queda el estrecho y en oca­ ello la vida nos es dem asiado cara y grande. Y con más
siones apenas visible camino de aceptar cada día como razón aún nos negamos a ver en el peligro el sentido de
si fuese el último, pero vivir con tal fe y responsabilidad nuestra existencia, pues para ello no estamos lo sufi­
como si aún existiese un gran futuro. «Aún se com pra­ cientemente desesperados y sabemos dem asiado de los
rán en esta tierra casas, heredades y viñas» (Jer 32,15) bienes de la vida. Y también conocem os demasiado el
tuvo que anunciar Jeremías -e n paradójica contradic­ miedo a la muerte y todos los demás efectos destructi­
ción a sus predicciones de desgracia- inmediatam ente vos de una constante am enaza para la vida. Aún estim a­
antes de la destrucción de la ciudad santa, como signo y mos la vida, pero creo que la muerte ya no nos puede
prenda divina de un nuevo y gran futuro ante aquella sorprender demasiado. Desde las experiencias de la
ausencia total de futuro. Pensar y actuar con vistas a la guerra, apenas nos atrevemos a confesar nuestro deseo
generación futura y al mismo tiempo estar preparado de que la muerte no nos sorprenda por casualidad, súbi­
cada día a partir sin temores ni preocupaciones: tal es la tamente, apartados de lo esencial, sino en la plenitud de
actitud a la que prácticamente nos vemos obligados y en la vida y en la totalidad de la acción. No serán las cir­
la que no resulta fácil, pero es necesario, perseverar cunstancias externas, sino nosotros m ismos quienes
valerosamente. [...] convertimos nuestra muerte en lo que puede ser: una
muerte libremente consentida.

Peligro y muerte ¿Aún som os útiles?

La idea de la muerte se nos ha hecho cada vez m ás fam i­ Hemos sido mudos testigos de actos malos, estamos de
liar en estos últimos años. Incluso nos extrañamos de la vuelta de todo, hemos aprendido el arte del disim ulo y
impasibilidad con que recibimos la noticia de la muerte de la palabra equívoca, la experiencia nos ha enseñado
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150 ESCRITOS ESENCIALES DESPUES DE 1 0 AÑOS. BALANCE. 151

a desconfiar de los hombres. A menudo hemos privado principio más fecundo que la buena suerte personal para
a nuestro prójimo de la verdad o de una palabra libre explorar el mundo con el pensam iento y la acción. Esta
que le debíamos. Insoportables conflictos nos han perspectiva desde abajo no debe convertirse en la toma
reblandecido o nos han hecho quizás cínicos; ¿somos de partido de los que están eternam ente insatisfechos,
aún útiles? Lo que necesitaremos no serán genios, ni sino que más bien debemos hacer justicia a la vida en
menospreciadores de hombres ni sagaces tácticos, sino todas sus dim ensiones desde una satisfacción superior,
hombres sencillos, humildes y rectos. ¿Será bastante cuyo fundamento está más allá de cualquier visión
fuerte nuestra capacidad de resistencia interior contra lo «desde abajo» o «desde arriba». Ésta es la m anera en
que nos ha sido impuesto y suficientemente despiadada que lo afirmamos.
nuestra sinceridad frente a nosotros mismos como para
poder reencontrar el camino de la sencillez y de la - Gesammelte Schriften II, p. 441
rectitud?
- Resistencia y sumisión,
selección de las pp. 13-22

La perspectiva desde abajo

Queda una experiencia de incom parable valor: hemos


aprendido a ver los grandes acontecimientos de la histo­
ria del mundo desde abajo, desde la perspectiva de los
marginados, los sospechosos, los maltratados, los sin
poder, los oprimidos, los insultados, en suma, desde la
perspectiva de los que sufren. Lo más importante es que
ni la amargura ni la envidia deberían haber roído el
corazón durante este tiempo, que deberíamos haber lle­
gado a mirar con ojos nuevos lo grande y lo pequeño, la
felicidad y la infelicidad, la fuerza y la debilidad, que
nuestra percepción de la generosidad, la hum anidad, la
justicia y la m isericordia debería haberse vuelto más
clara, más libre, menos corruptible. Tenemos que apren­
der que el sufrimiento personal es una clave más útil, un
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CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 153

8 mentó; a lo largo de estos últimos meses lo he leído con


mucha m ayor frecuencia que el Nuevo. Sólo cuando se
Cartas y apuntes desde el cautiverio conoce la inefabilidad del nombre de Dios, puede pro­
nunciarse alguna vez el nombre de Jesucristo; sólo
cuando se ama tanto la vida y la tierra que con ella todo
aparece acabado y perdido, nos está perm itido creer en
la resurrección de los muertos y en un nuevo mundo;
A Eberhard Bethge sólo cuando nos sometemos a la ley de Dios, podemos
hablar alguna vez de la gracia; y sólo cuando la cólera y
[Tegel] 27 de noviembre de 1943 la venganza de Dios contra sus enem igos subsisten
La intensidad con que nos vemos obligados a vivir los como realidades válidas, puede sentir nuestro corazón
aspectos más crueles de la guerra nos ofrecerá más algo de perdón y am or por nuestros enemigos. Quien
tarde, si es que sobrevivimos a ella, la base de experien­ quiere ser y sentir con dem asiada rapidez y directam en­
cia necesaria para constatar que una reconstrucción de te según el Nuevo Testamento, no es, a mi juicio, un
la vida de los pueblos en sus aspectos interiores y exte­ cristiano. A menudo hemos hablado de esta cuestión,
riores sólo es posible a partir del cristianismo. Por eso pero cada día que pasa me confirm a que así es efectiva­
hemos de conservar realm ente en nosotros, elaborar y mente. No podemos ni debemos pronunciar la última
hacer fructificar todo cuanto vivimos, en lugar de sacu­ palabra antes de la penúltima. Vivimos en lo penúltimo
dírnoslo de encima. N unca hasta ahora habíam os perci­ y creemos en lo último, ¿no es así? [...]
bido de forma tan palpable la cólera de Dios, y esto es - Resistencia y sumisión, p. 116
una gracia. «Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros
corazones». La tarea que nos aguarda es inmensa; para
ella debemos ser ahora preparados y madurados. A su prometida
- Resistencia y sumisión, p. 110
[Tegel] 13 de diciembre de 1943
Mi queridísim a María:
A Eberhard Bethge Sin perder aún la esperanza de que mi situación
pueda m ejorar a tiempo, quiero escribirte ahora m i carta
[Tegel] segundo domingo de adviento de Navidad. Hazme el inestimable favor de ser valiente
[5 de diciem bre de 1943] por mí, mi adorada M aría, aunque en las Navidades no
Querido Eberhard: tengas más señal de mi am or que esta carta.
Por cierto, caigo en la cuenta cada vez más de hasta Sé que a ambos nos va a costar algunas horas de
qué punto pienso y siento según el A ntiguo Testa­ sufrimiento, ¿por qué vamos a ocultárnoslo m utuam en­
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154 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 155

te? Y sé que nos va a costar entender lo incomprensible gracias a Cristo, que es el que me da esa fuerza» (Flp
de nuestro destino, mientras nos oprime la acuciante 4,13). El es el único que podrá ayudarnos a vencer las
pregunta de por qué, además de la trem enda oscuridad dificultades, especialm ente en la próxim a Navidad. No
que se abate sobre los seres humanos, nos ha caído enci­ se trata aquí precisamente de la im perturbabilidad del
m a el tormento de esta angustiosa separación que no estoico ante cualquier acontecim iento externo, sino de
podemos comprender. ¡Qué difícil es aceptar interna­ sufrimientos reales y auténticas alegrías, porque sabe­
mente lo que escapa a toda capacidad de comprensión! mos muy bien que es Cristo el que está con nosotros.
¡Cuánto peligro hay de sentirse inexorablem ente a m er­
Queridísima M aria, vamos a celebrar así estas Navi­
ced de un destino ciego! ¡Qué inquietante es la facilidad
dades. Participa con los demás en esa alegría que sólo
con que en tiempos como éstos se cuelan en nuestro
puede experimentarse en una fiesta como la Navidad.
corazón la desconfianza y la amargura! Y ¡qué fácil­
No te imagines cosas terribles sobre mi situación en la
mente se apodera de nosotros una m entalidad errónea,
celda. Piensa, más bien, que Cristo también pasa por las
como si toda nuestra vida, nuestros caminos y los acon­
cárceles, y que cuando llegue hasta mí no va a pasar de
tecimientos que nos envuelven estuvieran en manos de
largo. Por lo demás, espero encontrar un buen libro para
los hombres! Pues bien, precisam ente cuando eso se
entretenerme leyéndolo con calma durante las fiestas. Y
abre paso en nuestro interior, sin apenas posibilidad de
eso es también lo que te deseo de todo corazón.
defendernos, llega la Navidad en el mom ento justo y
Olvidarse un poco de todo lo que nos rodea es perfecta­
con un mensaje que nos revela con claridad meridiana
mente legítimo. Primero hay que haber superado honra­
que nuestros pensamientos son erróneos, porque aque­
damente una preocupación, después habrá que aprender
llo que nos parece oscuro y depravado es, en realidad,
a relativizarla y, finalmente, ya se puede echar en el
luminoso y benéfico, porque viene de Dios. Nuestros
olvido. Pero ¡en ese orden! Porque, si se invierte el pro­
ojos no ven más que contrasentidos: Dios en un pesebre,
ceso, aparte de correr el peligro de equivocarse, no se
la infinita riqueza en la absoluta pobreza, la luz en la
sacaría nada en limpio.
noche más cerrada, la potencia en el abandono. Pero no
podrá sucedemos nada malo. Por mucho que se em pe­ Pero, mi querida Maria, ¿por qué seguir hablando de
ñen los hombres, no son más que instrumentos al servi­ nuestros mutuos sentim ientos? Sabemos que cada pala­
cio del plan de Dios, que se revela en lo escondido como bra no hará más que enconar la herida. Ante todo, debe­
fuente de amor y que gobierna el mundo y lleva en su mos guardarnos de com padecernos a nosotros mismos,
mano nuestras vidas. Bueno sería que aprendiéramos a porque eso sería una auténtica blasfem ia contra Dios,
decir con el apóstol Pablo: «Puedo vivir con estrechez y que sólo pretende nuestro bien. En todas nuestras prue­
puedo nadar en la abundancia; puedo estar harto y bas ¿no tendríamos que repetir, incluso en estas fiestas
puedo pasar hambre; puedo tener de sobra y puedo su­ de Navidad, aquellas palabras de Isaías: «No lo eches a
frir necesidad. En fin, me siento con fuerzas para todo, perder, que es una bendición»?
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156 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 157

Ahora m ismo acaban de llegar dos cartas tuyas, una en Konstantin [von KleistRetzow]. Y no te olvides de
del 27 del mes pasado y otra del 1 de los corrientes, más saludar de mi parte a los de Lasbeck.
una de tu abuela. Cuando tú me escribes con esa alegría Y para ti, mi queridísima, mi adorada M aria, el salu­
tan tuya, tocas dentro de m í una fibra que no parará de do más cariñoso, un abrazo y un beso de tu Dietrich
resonar por largo tiempo. Me parece muy bien, aunque - Cartas de am or desde la prisión, pp. 108-110
altamente irrespetuoso, tildar de «tontería» el com enta­
rio positivo de tu abuela sobre tu «madurez» personal.
Desde luego, debo decirte que yo no soy muy amigo de A Eberhard Bethge
esa clase de constataciones. Pero creo que una abuela
[TegelJ 11 de abril de 1944
está en su perfecto derecho a expresar así sus senti­
mientos. A propósito, dale las gracias de mi parte por su Ayer oí a alguien decir que para él todos estos últimos
amable y preciosa carta. Estoy seguro de que, con el años habían sido años perdidos. Me satisface m ucho no
tiempo, tú también llegarás a escribir cartas tan bonitas haber experimentado esta sensación por mi parte ni un
como las de tu abuela, porque de toda la fam ilia eres la solo instante. Tampoco me he arrepentido nunca de la
que más se le parece. Entre tanto, me alegro de que decisión que adopté en el verano de 1939, y por extraño
escribas como escribes. En tus cartas te m uestras como que pueda parecer tengo la impresión de que mi vida se
realmente eres; y eso es, precisam ente, lo que yo quie­ ha desarrollado en form a rectilínea sin el m enor quie­
ro: a ti, tal como eres. Lo que me hace feliz no es esta bro, por lo menos en lo que se refiere a la forma exter­
cualidad tuya o la otra, sino tú, tú misma, con tu propia na de llevarla. Ha sido un ininterrumpido enriqueci­
personalidad. Y, por favor, ahórrame hablar de mí miento de experiencias, por el que sólo puedo estar
mismo. Sé que no te puedo ofrecer nada que dé un agradecido. Si mi actual situación fuese la etapa final de
nuevo contenido a tu vida, sino sólo mi deseo y mi peti­ mi vida, esto tendría un sentido que yo creería com ­
ción de que perm anezcas junto a mí, que vengas conm i­ prender; pero también podría ser todo una concienzuda
go, que seas mi adorada esposa y mi auténtica «ayuda», preparación para un nuevo comienzo que estaría carac­
como yo te prom eto ser tu marido, que te quiere. terizado por el matrimonio, la paz y por una nueva tarea.
Ahora, hazme el favor de estar alegre y contenta en - Resistencia y sumisión, p. 192
estos días, y déjame participar en vuestra felicidad.
Saludos a tu madre, con mi mejor agradecim iento; y lo
A Eberhard Bethge
mismo a tus hermanos, de parte de este su hermano
mayor. Un saludo muy especial a tu abuela, por la que [Tegel] 30 de abril de 1944
siento un afecto de la m ayor fidelidad. Saludos a los de A lo sumo, te extrañarían, o quizás incluso te preocupa­
Kieckow, con los que me unen im borrables recuerdos rían, mis pensam ientos teológicos con sus consecuen­
tanto de alegría como de tristeza. Pienso muchas veces cias, y es aquí donde tú me haces verdadera falta, pues
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158 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 159

no sabría con quién poder hablar, sino contigo, sobre tualmente deshonestos. ¿Tendrán que constituir éstos
tales problemas, a fin de aclararme. quizá el escaso número de los elegidos? ¿Debem os pre­
Lo que incesantem ente me preocupa es la cuestión cipitarnos nosotros llenos de celo, am or propio o indig­
de qué es el cristianismo, o quién es Cristo realmente nación precisamente sobre este dudoso grupo de hom­
hoy para nosotros. Ha pasado ya el tiempo en que a los bres para colocarles nuestra mercancía? ¿Tenemos que
hombres se les podía explicar esto por medio de pala­ abalanzam os sobre unos pocos desdichados en sus
bras, sean teológicas o piadosas; ha pasado asim ism o el momentos de debilidad y, por decirlo así, violarlos
tiempo de la interioridad y de la conciencia; es decir, religiosam ente?
justam ente el tiempo de la religión en general. Nos Si no querem os nada de todo esto, y si, en definitiva,
encaminamos hacia una época totalmente arreligiosa. hemos de juzgar la forma occidental del cristianismo
Simplemente, los hombres, tal como de hecho son, ya como mera etapa previa de una com pleta arreligiosidad,
no pueden seguir siendo religiosos. Incluso aquellos que ¿qué situación surge entonces para nosotros, para la
sinceramente se califican de «religiosos», no ponen esto Iglesia? ¿Cóm o puede convertirse Cristo en Señor,
en práctica en modo alguno; sin duda con la palabra incluso de los no religiosos? ¿Existen cristianos arreli-
«religioso» se refieren a algo muy distinto. giosos? Si la religión sólo es un ropaje del cristianismo
Pero toda nuestra predicación y teología cristianas, - y dicho ropaje ha ofrecido un aspecto muy diferente en
con sus mil novecientos años, descansan sobre el «a las distintas épocas-, ¿qué es entonces un cristianismo
priori religioso» de los hombres. El «cristianismo» ha arreligioso?
sido siempre una forma (quizás la form a verdadera) de Barth, el único en com enzar a pensar en esta direc­
la «religión». Ahora bien, si un día resulta claro que este ción, no ha desarrollado estos pensam ientos hasta sus
«a priori» no existe, sino que ha sido una form a de últimas consecuencias, sino que ha desem bocado en un
expresión del hombre históricamente condicionada y positivismo de la revelación, que a fin de cuentas no
transitoria, si, pues, los hombres llegan a ser arreligio- deja de ser esencialm ente una restauración. Para el tra­
sos de una m anera verdaderamente radical - y creo que, bajador o para el hombre arreligioso en general no se ha
más o menos, esto es ya lo que sucede actualm ente (¿a ganado aquí nada que sea decisivo. Porque los proble­
qué se debe, por ejemplo, que esta guerra, a diferencia mas a solucionar serían: ¿qué significan una Iglesia, una
de todas las anteriores, no provoque ninguna reacción parroquia, una predicación, una liturgia, una vida cris­
«religiosa»?)-, ¿qué significa entonces esto para el tiana en un mundo sin religión? ¿Cómo hablar de Dios
«cristianismo»? sin religión, esto es, sin las premisas temporalmente
Todo el «cristianismo» precedente queda privado de condicionadas de la metafísica, de la interioridad, etcé­
su fundamento, y ya no podemos pisar tierra firme tera, etcétera? ¿Cóm o hablar (pero acaso ya ni siquiera
desde un punto de vista «religioso» sino en algunos se puede «hablar» de ello como hasta ahora) «m unda­
«últimos caballeros» o en unos pocos hom bres intelec­ namente» de «Dios»? ¿Cóm o somos cristianos «arreli-
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160 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 161

giososm undanos»? ¿Cóm o somos éKKA,Tjüí(X [ekkle- na al que ponen en movimiento, bien para la aparente
sía], «los que son llamados», sin considerarnos unos solución de problemas insolubles, bien como fuerza
privilegiados en el plan religioso, sino más bien como ante los fallos humanos; en definitiva, siempre sacando
perteneciendo plenam ente al mundo? partido de la debilidad humana, o en las limitaciones de
Entonces, Cristo ya no es objeto de la religión, sino los hombres.
algo com pletam ente diferente: realm ente el Señor del
Semejante actitud sólo tiene posibilidades de perdu­
mundo. Pero ¿qué significa esto? ¿Qué significan el
rar, por su propia lógica, hasta el mom ento en que los
culto y la plegaria en una ausencia de religión?
hombres, por sus propias fuerzas, desplazan algo más
¿Adquiere aquí nueva im portancia la disciplina del
allá los límites, y Dios, como deux ex machina, resulta
arcano, o sea la diferenciación (que ya conoces en mí)
superfluo. Por otra parte, hablar de los límites humanos
entre lo último y lo penúltimo? [...]
se me ha convertido en algo cuestionable (la misma
La cuestión paulina sobre si la 7l8piTO|lfj [peritomé]
muerte, puesto que los hombres ya apenas la temen, y el
es condición de la justificación, quiere decir hoy a mi
pecado, que apenas comprenden, ¿son todavía unos ver­
juicio, si la religión es condición de la salvación. La
daderos límites?). Siempre tengo la impresión de que
libertad ante la 7iepiXO(J.f| [peritomé] es también la li­
con ello sólo tratam os de reservar medrosamente un
bertad ante la religión. A menudo me pregunto por qué
espacio para Dios. Pero yo no quiero hablar de Dios en
un «instinto cristiano» me atrae en ocasiones más hacia
los límites, sino en el centro; no en las debilidades, sino
los no religiosos. Y esto sin la menor intención m isio­
en la fuerza; esto es, no a la hora de la muerte y de la
nera, sino que casi me atrevería a decir «fraternalm en­
culpa, sino en la vida y en lo bueno del hombre. En los
te». Ante los religiosos, me avergüenzo con frecuencia
límites, me parece mejor guardar silencio y dejar sin
de nombrar a Dios, porque en ese contexto su nombre
solución lo insoluble.
me parece que adquiere un sonido casi ficticio y yo
tengo la impresión de ser algo insincero (esto llega a ser La fe en la resurrección no es la «solución» al pro­
especialm ente grave cuando los demás com ienzan a blem a de la muerte. El «más allá» de Dios no es el más
hablar con terminologías religiosas; entonces enm udez­ allá de nuestra capacidad de conocimiento. La trascen­
co casi por completo y el ambiente me resulta pegajoso dencia desde el punto de vista de la teoría del conoci­
y molesto). En cambio ante los no religiosos puedo, miento no tiene nada que ver con la trascendencia de
cuando hay ocasión, nom brar a Dios con toda tranquili­ Dios. Dios está más allá en el centro de nuestra vida. La
dad y como algo obvio. Iglesia no se halla allí donde fracasa la capacidad hum a­
Los hombres religiosos hablan de Dios cuando el na, en los límites, sino en medio de la aldea. Así es
conocim iento humano (a veces por simple pereza m en­ según el Antiguo Testamento y, en este sentido, leemos
tal) no da más de sí o cuando fracasan las fuerzas hum a­ dem asiado poco el Nuevo Testamento a partir del
nas. En realidad, se trata siempre de un deus ex m achi­ Antiguo.
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162 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 163

Estoy reflexionando mucho acerca de los rasgos de agitado por la espera de grandes cosas,
este cristianism o arreligioso y sobre la form a que adop­ impotente y tem eroso por los amigos en la infinita
ta; pronto te escribiré más a este respecto. Quizá recai­ lejanía,
ga sobre nosotros, situados entre Occidente y Oriente, cansado y vacío para orar, pensar y crear,
una importante misión precisamente en este contexto. agotado y dispuesto a despedirme de todo.
- Resistencia y sumisión, pp. 197-199
¿Quién soy? ¿Éste o aquél?
¿Seré hoy éste, m añana otro?
¿Quién soy? ¿Seré los dos a la vez? ¿Ante los hom bres un hipócrita,
y ante m í mismo un despreciable y quejum broso débil?
¿Quién soy? M e dicen a menudo ¿O bien, lo que aún queda en m í sem eja el ejército
que salgo de mi celda sereno, batido
risueño y firme, que se retira desordenado ante la victoria que tenía
como un noble de su palacio. segura?

¿Quién soy? Me dicen a menudo ¿Quién soy? Las preguntas solitarias se burlan de mí.
que hablo con los carceleros Sea quien sea, tú me conoces, tuyo soy, ¡oh Dios!
libre, amistosa y francamente,
- Resistencia y sumisión, pp. 243-244
como si mandase yo.

¿Quién soy? M e dicen también


que soporto los días de infortunio A Eberhard Bethge
con indiferencia, sonrisa y orgullo,
como alguien acostum brado a vencer.
18 de julio de 1944
¿Soy realmente lo que los otros dicen de mí? ¿Se habrán perdido algunas cartas debido al bombardeo
¿O bien sólo soy lo que yo mismo sé de mí? de M unich? ¿Recibiste la carta con las dos poesías?
Intranquilo, ansioso, enfermo, cual pajarillo enjaulado, Salió precisamente aquella noche y contenía además
pugnando por poder respirar, com o si alguien me algunos pensam ientos preliminares sobre el tem a teoló­
oprimiese la garganta, gico. La poesía «Cristianos y paganos» contiene una
hambriento de colores, de flores, de cantos de aves, idea que volverás a encontrar aquí: «Los cristianos están
sediento de buenas palabras y de proxim idad humana, con Dios en su pasión». Esto es lo que distingue a los
temblando de cólera ante la arbitrariedad y el menor cristianos de los paganos. «¿No habéis podido velar
agravio, conm igo una hora?», pregunta Jesús en Getsemaní. Esto
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164 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 165

es la inversión de todo lo que el hombre religioso espe­ la muerte y la resurrección. Creo que Lutero vivió en
ra de Dios. El hombre está llamado a sufrir con Dios en esta intramundanidad.
el sufrimiento que el m undo sin Dios inflige a Dios.
Recuerdo aún una conversación que hace trece años
Debe vivir, pues, realmente, en el m undo sin Dios, y
sostuve en Am érica con un joven pastor francés. Nos
no le es lícito intentar escamotear, transfigurar religio­
habíamos preguntado sencillamente qué queríamos ha­
samente su carencia de Dios; debe vivir «m undanam en­
cer con nuestra vida. Él me dijo que quería ser un santo
te» y así precisam ente es como participa en el sufri­
(y creo muy posible que haya llegado a serlo). En aquel
miento de Dios; le está perm itido vivir «m undanam en­
entonces, esto me impresionó mucho. No obstante, le
te», es decir, está liberado de todas las falsas vincula­
contradije y le repliqué poco más o menos que yo que­
ciones e inhibiciones religiosas. Ser cristiano no signifi­
ría aprender a creer. Durante mucho tiempo no he com ­
ca ser religioso de una cierta manera, convertirse en una
prendido la profundidad de esta contradicción. Creí que
clase determ inada de hombre por un m étodo determ ina­
podría aprender a creer al llevar algo así como una vida
do (un pecador, un penitente o un santo), sino que sig­
santa. Al escribir El precio de la gracia, llegué cierta­
nifica ser hombre; Cristo no crea en nosotros un tipo de
mente al final de este camino. Hoy veo con toda clari­
hombre, sino un hombre. No es el acto religioso quien
dad los peligros de dicho libro, del que sin embargo sigo
hace que el cristiano lo sea, sino su participación en el
respondiendo plenamente.
sufrimiento de Dios en la vida del mundo.
- Resistencia y sumisión, p. 253 Más tarde hice la experiencia, y la sigo haciendo
actualmente, de que sólo en la plena intramundanidad
de la vida aprendemos a creer. Cuando uno ha renun­
ciado por com pleto a llegar a ser algo, tanto un santo
A Eberhard Bethge como un pecador convertido o un hombre de Iglesia (lo
que llamamos una figura sacerdotal), un justo o un
[Tegel] 21 de julio de 1944 injusto, un enfermo o un sano - y esto es lo que yo llamo
Durante estos últim os años he aprendido cada vez más intramundanidad, es decir, vivir en la plenitud de tareas,
a ver y com prender la profunda intram undanidad del problemas, éxitos y fracasos, experiencias y perplejida­
cristianismo. El cristiano no es un homo religiosus, sino d es-, entonces se arroja uno por completo en los brazos
sencillamente un hombre, tal como Jesús, a diferencia de Dios, entonces ya no nos tomamos en serio nuestros
quizá de Juan Bautista, fue hombre. No me refiero a una propios sufrimientos, sino los sufrimientos de Dios en el
intramundanidad banal y vulgar, como la de los hom ­ mundo, entonces velamos con Cristo en Getsemaní.
bres ilustrados, activos, cómodos o lascivos, sino a la Creo que esto es la fe, la |J £ T á v o ia [m etanoia], y así
profunda intram undanidad que está llena de disciplina, nos hacemos hombres, cristianos (cf. Jer 45). ¿Cómo
en la que se halla siempre presente el conocim iento de habríamos de ser arrogantes a causa de nuestros éxitos
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166 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 167

o sentirnos derrotados ante nuestros fracasos, si en la Sufrimiento


vida intram undana también nosotros sufrimos la pasión ¡M aravillosa transformación! Las fuertes, activas manos
de Dios? te son atadas.
- Resistencia y sumisión, pp. 257-258 Impotente, solitario, contem plas el fin de tu acción; pero
tú respiras profundam ente y depositas el bien,
silenciosamente consolado, en una mano más fuerte y te
Estaciones en el cam ino hacia la libertad quedas contento.
Sólo un instante rozaste feliz la libertad,
Disciplina luego la entregaste a Dios, para que él la perfeccione
magníficamente.
Si sales en busca de la libertad, aprende ante todo la dis­
ciplina de tus sentidos y de tu alma, para que tus Muerte
deseos y tus miembros no te arrastren sin descanso,
aquí y allá. Ven ya, fiesta suprema en el camino hacia la eterna
Casto sea tu espíritu, y tu cuerpo a ti sumiso del todo libertad;
y obediente para perseguir el fin que le ha sido muerte, abate las molestas cadenas y murallas de nues­
señalado. tro cuerpo perecedero y nuestra alm a obcecada,
Nadie sondea el misterio de la libertad, a no ser por la para que por fin avizoremos lo que aquí se nos niega
disciplina. contemplar.
Libertad: te hemos buscado largo tiempo en la discipli­
na, la acción y el sufrimiento.
Acción Al m orir te reconocem os en persona en la faz de Dios.
- Resistencia y sumisión, pp. 258-259
No hacer y osar lo arbitrario, sino lo justo;
no oscilar entre posibilidades, sino acom eter valerosa­ A Eberhard Bethge
mente lo real;
la libertad no está en el torrente de los pensamientos, [Tegel] 21 de agosto [de 1944]
sino sólo en la acción. En esta época turbulenta olvidamos continuamente la
Lánzate desde tus miedosas indecisiones a la tem pestad razón por la cual de hecho vale la pena vivir. Creemos
del acontecer, que porque tal o cual persona vivan, también tiene sen­
solamente sostenido por el m andam iento divino y por tido que vivamos nosotros. Pero la realidad es ésta: si se
tu fe, consideró que la tierra era digna de albergar al hombre
y la libertad recibirá jubilosa tu espíritu. Jesucristo, entonces y sólo entonces tiene sentido que
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168 ESCRITOS ESENCIALES CARTAS Y APUNTES DESDE EL CAUTIVERIO 169

nosotros, los hombres, vivamos. Si Jesús no hubiese A su madre


vivido, entonces nuestra vida - a pesar de todos los
[Calle PrinzAlbrecht]
demás hombres que conocemos, honramos y am am os-
28 de diciem bre de 1944
estaría falta de sentido. Quizás en estos tiempos no vea­
mos con claridad el significado y la misión de nuestra Q uerida mamá:
profesión. Pero, ¿no podemos expresarlo así, en su Con gran alegría por mi parte acabo de recibir el per­
form a más sencilla? Porque el concepto tan poco bíbli­ miso de escribirte para el día de tu cumpleaños. Debo
co del «sentido» sólo es una traducción de lo que la hacerlo con cierta prisa, pues la carta ha de salir ense­
Biblia llama «promesa». guida. En realidad sólo tengo un único deseo: el de
poderte dar alguna alegría en estos días tan sombríos
- Resistencia y sum isión, p. 273
para vosotros. Q uerida mamá, debes saber que cada día
pienso infinitas veces en ti y en papá, y que doy gracias
A Eberhard Bethge
a Dios por perm itir que vosotros sigáis en vida, para mí
[Tegel] 23 [de agosto de 1944] y para toda la familia. Sé que siempre te ha animado el
Por favor, no te preocupes ni te inquietes nunca por mí; deseo de vivir para nosotros, y que para ti no ha existi­
pero no olvides la oración de petición; aunque no dudo do una vida propia. De aquí que todo cuanto yo vivo,
de que la harás. Estoy tan convencido de que la mano de sólo lo pueda vivir pensando en vosotros. Me resulta un
Dios me guía, que espero ser siempre m antenido en esta gran consuelo saber que M aria está en vuestra casa. Te
certeza. No debes dudar nunca de que recorro con gra­ doy las gracias por todo el amor que en el transcurso de
titud y alegría el camino por el que soy conducido. Mi este año me hiciste llegar a la celda y que me hizo más
vida pasada está colm ada de la bondad de Dios, y sobre llevadero cada día. Creo que estos años difíciles nos han
la culpa se halla el amor perdonador del Crucificado. Mi unido más estrecham ente que antes. Os deseo a ti y a
mayor gratitud se despierta por las personas que he papá y a M aria y a todos nosotros, que el nuevo año nos
conocido de cerca, y sólo deseo que nunca se aflijan por depare por lo menos acá y allá un rayo de esperanza y
mí, sino que también ellas puedan tener la agradecida que de nuevo podamos alegrarnos todos juntos. Que
certeza de la bondad y el perdón de Dios. Perdona que Dios os conserve la salud. Te saludo, querida, querida
escriba estas cosas. Por favor, no dejes ni por un mamá, y piensa en ti de todo corazón en el día de tu
momento que te entristezcan o te intranquilicen: que sir­ cumpleaños,
van tan sólo para alegrarte de verdad. Quería decirlas Tu agradecido Dietrich
una vez por lo menos, y no sabía a quién, fuera de ti, - Resistencia y sumisión, p. 279
podía colocárselas de tal manera que las escuchase tan
sólo con alegría.
- Resistencia y sumisión, pp. 274-275
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Colección «El Pozo de Siquem»


TÍTULOS PUBLICADOS

1. D o ro th e e S o lle
Viaje de ida 160 págs.
4. E rn esto B a ld u cci
La nueva identidad cristiana 180 p ág s.
12. J e a n V a n ie r
No tem as am ar 4 a e d . 134 págs.
15. A n th o n y d e M e llo
El canto d el pájaro 28 a ed. 2 1 6 págs.
17. H.J. R ahm y M a J.R. L am ego
Vivir la tercera ed a d en la alegría d el Espíritu
4 a ed. 112 p ág s.
1 9. A nthony de M ello
El M anantial 13 a e d . 2 8 8 págs.
20. Jean D ebruynne
¡
Eucaristía. G racias, Señor, gracias! 136 págs.
22. A nthony de M ello
¿Quién pu ede hacer que am anezca? 13a e d . 248 págs.
24. T e ó f il o C a b e s t r e r o
O rar la vida en tiem pos som bríos 128 p ág s.
25. A n t o n io L ó p e z B a e z a
Canciones d el hombre nuevo 2a ed. 168 p ág s.
26. G iu s e p p e F l o r io
La palabra de Dios, escuela de oración 152 p ág s.
28. C a r lo s G o n z á le z V a llé s
D ejar a D ios ser D ios 1 Ia ed. 192 p ágs.
30. T e ó f il o C a b e s t r e r o
Sabor a Evangelio 104 p ág s.
31. A nthony de M ello
La oración de la rana - 1 17 a e d . 2 8 6 págs.
32. B e n ja m ín G onzález B uelta
B ajar a l encuentro de D ios 2a ed. 104 p ág s.
33. C arlos G onzález Va lles
Por la f e a la ju sticia 5a ed. 2 1 6 págs.
34. P ie t van B reem en
El nos amó prim ero 3a ed. 208 págs.
35. A nth o n y d e M ello
La oración d e la rana - 2 13a e d . 256 págs.
36. C a rlo s G o n zá lez Valles
Busco tu rostro 14 a e d . 272 págs.
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37. C arlo M a r ía M a r t in i 61. D olores A l e ix a n d r e


La alegría del Evangelio 3a ed. 120 págs. Círculos en el agua - 4 a ed. 2 4 8 págs.
38. Jea n L a place 62. A n t o n io L ó pez B a eza
El Espíritu y la Iglesia 192 págs. Imágenes y profecías de la A m istad 176 págs.
39. B e n ja m ín G onzález B uelta 63. L u is A lo n so Schokel
La transparencia del barro 2a ed. 144 págs. D ios Padre - 2a ed. 176 págs.
40. L o u is É v e l y 64. P e d r o T r ig o
Cada día es una alba - 3a ed. 208 págs. Salmos d el Evangelio 188 págs.
41. C arlos G onzález Vallés 65. J e a n - C l a u d e L a v ig n e
G ustad y ved - 7a ed. 184 págs. El prójim o lejano 128 págs.
42. L o u is É v e l y 66. C arlos G onzález V alles
Tú me haces ser - 2a ed. 168 págs. «Crecía en sabiduría...» - 3a ed. 112 págs.
44. C arlos G onzález Valles 67. B e n ja m ín G o n z á l e z B u el ta
«Al andar se hace camino» - 7a ed. 248 págs. En el aliento de D ios 176 págs.
45. L u is A l o n s o S c h o k e l 68. J a v ie r M ello n i R ib a s
Esperanza - 3 a ed. 3 1 2 págs. Los cam inos del corazón 192 págs.
46. A nthony de M ello
69. A u r el B rys y J o e P u l ic k a l
Contacto con D ios - 9 a ed. 2 4 8 págs. Nosotros hemos oído cantar al pájaro - 2 a ed. 128 págs.
47. L uis A l o n s o S c h o k e l 70. PlE T VAN BREEMEN
M ensajes de Profetas 184 págs. Transparentar la gloria de D ios - 2a ed. 248 págs.
48. S t a n R o u g ie r 71. D olores A l e ix a n d r e
...Porque el am or viene de D ios 152 págs. Com pañeros en el cam ino - 3a ed. 23 2 págs.
49. A nth o n y d e M ello
72. M ic h e l H ubaut
Una llam ada al am or - 17a ed. 136 págs. O rar las pa rá b o la s 23 2 págs.
50. C arlos G onzález Va llés 73. M a it e M elen d o
Salió el sembrador... - 4 a ed. 2 0 0 págs. Vivir de verdad 160 págs.
52. Jesús A lm ón
74. L u is A l o n s o S c h o k e l
El vuelco del Espíritu 2 7 2 págs. Contem pladlo y quedaréis radiantes 2 2 4 págs.
53. A n t o n io C ano M oya
75. F ra n cesco R o ssi de G a s p e r is
Las otras horas 144 págs. La roca que nos ha engendrado 184 págs.
54. PlE T VAN BREEMEN
76. M ic h e l H ubaut
Como pan que se p arte - 3 a ed. 192 págs. O rar los sacram entos 160 págs.
55. B e n ja m ín G o n z á l e z B uelta
77. C arlos G onzález Va llés
Signos y p arábolas para contem plar la historia 176 págs. ¿Una vida o muchas? - 2a ed. 144 págs.
56. J o a q u ín S u á r e z B a u t is t a 78. C arlo M a r ía M a r t in i
Los otros salm os 2 5 6 págs. Una libertad que se entrega - 2a ed. 176 págs.
57. M a r ia n o C orbí
79. H en ri N ouw en
Conocer desde el silencio 2 0 8 págs. Cam inar con Jesús - 2a ed. 112 págs.
58. A nthony de M ello
80. M a d e l e in e D elbrél
Un minuto para el absurdo - 7a ed. 3 5 2 págs. La alegría de creer 248 págs.
59. C arlos G onzález Valles 81. L u is A lo n so Schokel
Vida en abundancia - 3a ed. 20 8 págs. «Com o el Padre me envió, yo os envío» 160 págs.
60. L ou is É v e l y
E ternizar la vida 128 págs.
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82. C a r lo M a ría M a rtin i 103. J ea n -Y ves L el o u p/L eo n a r d o B o ff


El itinerario del discípulo Terapeutas del desierto 184 págs.
a la luz del Evangelio de Lucas 2 2 4 págs. 104. Jo rge M ig u e l C astro F errer
83. P lE T VAN BREEMEN La cálida sinfonía d el am anecer 208 págs.
«Te he llam ado p o r tu nombre» 2a ed. 2 4 8 págs. 105. H enri N ouw en
84. É loi L eclerc E scritos esenciales 22 4 págs.
El Reino escondido - 2 a ed. 2 0 0 págs. 106. C arlo s G . V alles
85. C arlos G onzález Vallés «Estad, siem pre alegres» 2a ed. 136 págs.
Cuéntame cóm o rezas - 2a ed. 168 págs. 107. A n t o n io L ó pez B aeza
86. D olores A l e ix a n d r e Ráfagas del Espíritu 144 págs.
Bautizados con fuego - 2a ed. 208 págs. 108. PlE T VAN BREEMEN
87. Ja c q u e s L o e w Lo que cuenta es el am or 160 págs.
Vivir el Evangelio con M adeleine D elbrél 136 págs. 109. S im o n e W e il

88. J o s é L u is B l a n c o V ega E scritos esenciales 176 págs.


...Y tengo am or a lo visible 192 págs. 110. M eg a n M cK enna

89. T h ie r r y G a m e l in María. Sombra de gracia 2 0 0 págs.


Camino de curación 136 págs. 111. PlERRE PRADERVAND
90. É lo i L eclerc El arte de bendecir 144 págs.
El D ios m ayor 152 págs. 112. Jo sep O tón C atalán

91. L uis A l o n s o S c h o k e l El inconsciente, ¿m orada de D ios? 200 págs.


Al aire del Espíritu. M editaciones bíblicas - 2a ed. 128 págs. 113. L eo n a rd o B o ff
92. Jorge M ig u e l C astro F errer La oración de San Francisco 152 págs.
D espertar a la libertad - 2a ed. 152 págs. 114. Joan C h it t is t e r

93. T homas H. G r e e n , sj En busca de la fe 2 2 4 págs.


A brirse a D ios 128 págs. 115. Jo sé -V íc e n t e B onet
94. W lLLIAM A . BARRY, SJ Teología d el «gusano» 176 págs.
¿Quién decís que soy yo? 160 págs. 116. É lo i L eclerc
95. C arlos G onzález Vallés El sol sale sobre Asís 152 págs.
Siglo nuevo, vida nueva 2 0 0 págs. 117. A nthony de M ello
96. H enri N ouw en E scritos esenciales 176 págs.
El cam ino hacia la paz 2 7 2 págs. 118. A n t o n io L ó pez B aeza
97. C arlo M a r ía M a r t in i Un D ios locamente enamorado de ti 20 0 págs.
Por los cam inos del Señor 5 0 4 págs. 119. H enri B o u la d
98. C arlo M a r ía M a r t in i El hombre y el m isterio del tiempo 216 págs.
Hombres y mujeres del Espíritu 184 págs. 120. M ahatm a G andhi

99. B e n ja m ín G onzález B uelta Quien sigue el camino de la verdad no tropieza 128 págs.
La utopía ya está en lo germinal 160 págs. 121. D ie t r ic h B o n h o effer

100. T u l l io B e n in i Escritos esenciales 176 págs.


Orar el Padrenuestro 2 2 4 págs.
101. T homas H. G r e e n , sj
Cuando el p o zo se seca 2 0 8 págs.
102. A u g u sto C avadi
E D IT O R IA L SA L T ER R A E
Ser Profetas H oy 112 págs
SANTANDER

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