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Universidad de
p a
los Andes
m Faorltad de Admirmtiación
Primera edición, 20) )
Palacios, Marco
¿De quién es la tierra? Propiedad, politización y protesta
campesina en la década de 1930 / Marco Palacios, - Bogotá :
FCE, Universidad de los Andes, 2011
256 p .; 23 x ) 7 cm - (Colee. Historia)
Contiene: hemorografía y bibliografía
ISBN 978-958-38-0165-5
Distribución mundial
ISBN: 978-958-38-0165-5
Levítico, 25, 23
In d ic e
Agradecimientos.............................................................................................. 15
Prefacio............................................................................................................ 17
C apítulo i
El problema.....................................................................:................................ 19
Preliminares................................................................................................ 19
Los tem as.................................................................................................... 21
Sobre "la superestructura jurídica"......................................................... 26
En el 2010.................................................................................................... 29
Los lugares.................................................................................................. 32
Descripción estadística y cartográfica de la propiedad
rural en Cundinamarca....................................................................... 37
C apítulo ii
Campesinos y propiedad.................................................................................; 51
¿De qué campesinos hablamos? .............................................................. 51
Los "estudios campesinos"........................................................................ 56
Sobre las movilizaciones........................................................................... 59
Sobre "el rebelde racional"........................................................................ 64
El concepto de mentalidad propietaria................................................... 65
Moral y derecho.......................................................................................... 68
C apítulo iji
C apítulo iv
C apítulo v
C apítulo vi
*4
Politización y campesinos..........................................' ...........i........................ 139
La disputa por los campesinos inconformes........................................... 139
La clase política y el cliché del feudalismo en Colombia...................... 141
Tradiciones de violencia y conspiración.................................................. 146
La política en el m unicipio........................................................................'150
La “bolchevización": de las bananeras a V iotá....................................... 156
C apítulo vu
C apítulo viii
Epílogo............................................................................................................ 215
En el corto plazo: el apaciguamiento de los arrendatarios.................. 216
Los colonos "comunistas” ........................................................................ 220
Viotá: la invención de la tradición.......................................................... 226
¿Lecciones? .............................................................................................. 232
M arco P a la c io s
MÉXICO, D. F., OCTUBRE DE 2 0 1 0
15
PREFACIO
Este Jibro avanza hacia e) punto de partida. Creo que la primera idea de es
cribirlo surgió en 1975, a raíz de "La ley 200 de 1936 y la modernización del
derecho agrario", informe de investigación que presenté a la Fundación
Ford, Bogotá, (inédito, 130 páginas). Éste fue un importante insumo de la
tesis doctoral presentada en la Universidad de Oxford en 1977, una base de
El café en Colombia, 1850-1970: Una historia económica, social y política,
obra con cuatro ediciones en español (1979, 1983, 2002 y 2009), todas dife
rentes entre sí (de allí que se las cite según el caso), complementada con "La
propiedad agraria en Cundinamarca, 1880-1970: un esbozo sobre la socie
dad de las tierras templadas. Borrador de discusión" (1981 )*. Algunas seccio
nes de este último trabajo, incorporadas en la segunda edición de El café en
Colombia y conservadas en la tercera de 2002, fueron eliminadas en la de
2009. Estaba en marcha este libro y yo en la tarea de hacer relecturas, em
prender otras nuevas y empaparme de la bibliografía reciente123. Y, puesto que
toda historia se escribe desde el presente, el torrente de acontecimientos
mundiales y nacionales de las últimas décadas me puso a repensar, replan
tear, precisar.
Las fuentes primarias de la investigación están desperdigadas: unos
cuantos pactos laborales suscritos en la Oficina Nacional del Trabajo (1925-
1950) y algunos consignados en escrituras públicas (notarías de Bogotá, La
Mesa y Tocaima); secciones de los archivos de la Caja de Crédito Agrario,
Industrial y Minero, en particular las de parcelaciones de haciendas (1926-
1961); boletines oficiales y del Congreso; prensa de la época (incompleta, dis
persa y no siempre bien conservada en los fondos de la Biblioteca Nacional y
la Luis Ángel Arango).
Hablar de años treinta es una convención para referir las aceleraciones
transcurridas de c. 1925 a 1945 que, en lo político, dejan la impresión de ha
1En la Biblioteca Luis Ángel Arango hay copias de la tesis doctoral, [338.17373/P15c4] y de
la citada ponencia [330.01/P55p] presentada en el simposio sobre "El Mundo Rural Colombia
no" que se reunió en diciembre de 1981 en la sede de la Fundación Antioqueña de Estudios So
ciales, faes, Medellín. Ver también Marco Palacios (1979a, pp. 171-191).
2Las ediciones de El café en Colombia, 1850-1970: Una historia económica, social y política,
son: Ia ed., Bogotá, Editorial Presencia/ Fedesarrollo, 1979; 2a. ed., México, El Colegio de Méxi-
co/El Áncora, 1983; 3a. ed., Bogotá, Editorial Planeta/El Colegio de México/Facultad de Admi
nistración de la Universidad de los Andes, 2002 y 4a. ed., México, El Colegio de México, 2009. En
inglés fue publicado por Cambridge University Press, 1980, reimpresa en el 2002, En la edición
de 2009 ofrecí un nuevo capítulo, la Introducción, que es una síntesis interpretativa de la histo
ria cafetera mundial y colombiana desde sus inicios hasta comienzos del siglo xxt.
17
18 PREFACIO
ber tocado cénit en el trienio 1934-1936. El antes de los años treinta fue la
ratificación de un conservadurismo integral como consecuencia de la derro
ta Liberal en la Guerra de los Mil Días. El después marcó el triunfo de la
contra-revolución preventiva so pretexto de las revueltas populares del 9 de
abril de 1948, que remachó la ideología política de La Violencia. Este encua
dre facilita la comprensión de los sucesos que aquí analizamos. Por demás,
es sabido que no bien enfriaban los rescoldos de La Violencia en las décadas
de 1960 y 1970 cuando, ante la fabricación de un miedo continental a la
"amenaza Castro-comunista", resurgió la cuestión campesina y, desde atala
yas opuestas, los años treinta sirvieron de referencia. Así aparecieron nuevos
relatos históricos y nuevas agendas políticas. Con el correr de los años, las
historias paralelas o trenzadas de guerrillas, narcotráfico y paramilitares
ocultaron, más aún, las raíces agrarias de la pacificación de la sociedad co
lombiana. Aclaremos, sin embargo, que los acontecimientos posteriores a c.
1945 están más allá de los límites de este trabajo, aunque doy breve cuenta
de ellos en el epílogo, en tanto que consecuencias de los años treinta.
Salvo en las citas entrecomilladas, a lo largo del texto el vocablo '‘liberal"
lleva minúscula cuando se refiere al liberalismo como una visión del mundo
plasmada en la historia moderna y contemporánea de Occidente; filosofía
política, ética, talante. Un principio similar se aplica a "conservatismo” y a
"comunismo". En las referencias a los partidos Liberal, Conservador y Co
munista de Colombia, esos vocablos siempre van con mayúscula.
Código Civil se abrevia a cc.
Desde ahora mismo valga aclarar que en este libro no aparecen entornos
sociales del mundo rural y campesino tales como las reglas morales, la vida
familiar, la crianza de los niños, el papel de la eseuela, de la religión o de la
generación. '
Se dice que la relevancia de trabajos como el que aquí presento depende
de la forma en que se juzgue válida la síntesis de las fuentes, primarias y se
cundarias, y el aparato conceptual. Este asunto está en manos del lector.
C a pítu lo i
EL PROBLEMA
P r e l im in a r e s
1 AJbert Berry sintetiza maravillosamente este asunto en Berry (2002, pp. 32-40). Sobre la
dimensión política, ver Fajardo (2001, pp. 5-19).
19
20 EL PROBLEMA
1 Una pequeñísima muestra de “voces campesinas" se encuentra, por ejemplo, en cinco car
tas que publicó Acción Ubera!, n° 23. febrero de 1935, pp. 1027-33.
3Ver, por ejemplo, Londoño (2009a) y Londoño (2009b, pp. 47-115).
EL PROBLEMA 21
LOS temas
1 Baste mencionar al respecto, Molano (1989a; 1989b; 1987; 1994), Y, para una perspectiva
que compara dos momentos con un siglo de diferencia, de Calazans y Molano (1988).
5Uniristas se llamaban los simpatizantes de la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria,
unir , fundada y organizada por Jorge Eliécer Gañán (octubre de 1933-mayodc 1935). Agrarisías
y Panistas era el nombre de los simpatizantes del Partido Agrario Nacional, pan, fundado por el
caldense Erasmo Valencia, conocido líder agrario del Sumapaz desde los años veinte. El pan
pretendió reemplazar la unir y se disolvió a la muerte del fundador, en 1949, Juan de la Cruz
Várela asumió entonces el pleno liderazgo de los colonos del Sumapaz.
bPalacios (1982) reproducido en La cíase más ruidosa y otros ensayos sobre política e historia
(2002a). Allí subrayé el pape! del taller político en la formación de la clase política que, corrió a
la par con la incapacidad del "cachaco conquistador" de cumplir su cometido civilizador hege-
mónico.
22 EL PROBLEMA
7 Revisia Nacional de Agricultura, n° 120, junio de 1914. El tono moralista es patético, aun
que del Corra] aspira a encontrar soluciones concretas antes que se desencadene la "revuelta
niveladora" contra "los patrones", pp. 9-10.
EL PROBLEMA 23
Principales orga pee, Casa Liberal y sus ligas unir, pan, gaitanistas,
nizaciones políti agrarias y sindicatos Casa Liberal, olayistas y sus
cas y sociales ligas agrarias y sindicatos
8 Ei cultivador del tema es, por antonomasia, Fem ando Guillén Martínez en varias de sus
obras, principalmente en El poder político en Colombia (1975).
24 EL PROBLEMA
fueron las consecuencias de largo plazo? ¿Fue la Ley de Tierras de 1936 una
reforma agraria? ¿Quiénes fueron los principales beneficiarios de esa ley: los
políticos o los campesinos? ¿Hicieron parte las reformas constitucionales y
legales del 36 de un plan comprensivo de cooptación del campesinado me
diante la expansión del sufragio? ¿Qué intereses pudieron tener los gober
nantes del Estado o los empresarios de la Federación Nacional de Cafeteros
de Colombia, fn c , y de algunas instituciones bancarias en promover “la vía
campesina” de la agricultura?
El presente estudio es una revisita a esos tópicos. Revisita, dice el Diccio
nario de la Real Academia Española, d r a e , es "el nuevo reconocimiento o
registro que se hace de una cosa." La cosa que aquí concierne es la disputa
alrededor de un tema antiguo y recurrente en la historia de la humanidad: de
quién es la tierra De haberse formulado sinceramente esta cuestión, los jefes
de la República Liberal {usualmente, 1930-1946) habrían tenido que reconsi
derar las coaliciones de clase alrededor de la reforma del Estado colombiano
y de la formación de la vida pública; habrían tenido que concebir el Estado y
manejar la maquinaria gubernamental como si campesinos y trabajadores
de las ciudades estuvieran en un plano de igualdad política en relación con
las clases propietarias, capitalistas y rentistas. No se arriesgaron. Por consi
guiente, la Ley de Tierras de 1936, su abracadabra, dejó incólume el lugar de
los grandes terratenientes en la coalición de poder y abrió un nuevo capítulo
de la larga historia de marginación social y política, objeto del presente tra
bajo.
Sostenemos que en los años treinta se abrió más la brecha entre las ilu
siones de sectores de las clases dominantes y de la clase política por alcanzar
un orden social moderno que, por definición, incluía las clases populares, de
un lado, y, del otro, aquellos terratenientes que adoptaron posiciones refrac
tarias y, con base en el poder loca] o regional, persiguieron a los campesinos
inconformes. Tales fracturas se agravaron al fragor del choque sectario bi
partidista de la década de 1940 y se exacerbaron y salieron de control duran
te La Violencia. Influyeron, por fuerza, en las interpretaciones posteriores de
las movilizaciones campesinas y de la cuestión agraria en general y, más im
portante, marcaron con fuego el transcurso mismo de la historia nacional.
Como no es posible seguir omitiéndolas, este libro pretende develar su signi
ficado. Para lograrlo, deben criticarse las posiciones que se limitan a tachar
las reformas legales y constitucionales de los años treinta de regateo prolon
gado, tedioso y socialmente anodino9. De seguro que lo fueron. No obstante,
con esta salida evadimos el saber qué concepción jurídica predominó, de
qué raíces políticas y sociales provenía y qué ramificaciones habría de tener.
9 El punto fue subrayado por Richard Stoller (1995, pp. 368-378) en una aguda crítica de la
historiografía de la "revolución en marcha".
26 EL PROBLEMA
10Según Diego Eduardo López Medina (2004, p. 188), el formalismo latinoamericano (y co
lombiano) dominaba en la época que nos ocupa y era un compuesto de la exégesis francesa y el
conceptualismo alemán, principalmente Zaccarie y Savigny con sus cuatro elementos en la in
terpretación de la ley: gramatical, lógico, histórico y sistemático, reciclados por los tratadistas
franceses.
EL PROBLEMA 27
una sola disposición sobre la prueba de la propiedad (...) Se explica este defecto
de nuestra ley, porque nuestro Código civil fue tom ado de legislaciones extranje
ras, especialm ente de la francesa, en cuyo derecho no se plantea el teorem a, por
que se trata de naciones supercivilizadas. (...) ¿Cómo se prueba el dominio con
respecto al Estado, con respecto al colono, con respecto al poseedor y a otro as
pirante a ese dominio? (Anales de la Cámara de Representantes, 20 de diciem bre
1935, p. 1841).
En el 2010
13A] parecer en ninguna época del derecho romano fue posible la usucapió en el ager públicus.
Puede ser que esta modificación indiana hubiera sido marginal, aplicable sólo en situaciones de
“morada y labranza". Hay múltiples ediciones de la Recopilación y actualmente se la encuentra en
diferentes direcciones en Internet. Sobre la Ley 48/82, ver, Honorio Pérez Escobar (1938, p. 13).
14 Un buen ejemplo de los temas y enfoques de los años setenta se encuentra en el artículo
panorámico de Catherine LeGrand (1977, pp. 7-36). Años después, Jesús Antonio Bejarano pro
puso otra lectura sintética (1983, pp. 251-304); ver también, León Zamosc (1992, pp. 7-41).
30 EL PROBLEMA
15Ver, por ejemplo, Banco Mundial (1994); Roben E. Christiansen y David Cooper (1995); Gio-
vanni Andrea Comía (1985); Johan van Zyl y Hans Binyvnager (1996); Yujiro Hayami, et ái
(J990)y Dina Umali-Deininger, et ál. (¡995).
16El nexo queda bien establecido por Geoffrey Demarest (2003 y 2002); para la dimensión
institucional, ver, Ernesto Parra Lleras (2002).
EL PROBLEMA 31
17 Sobre el tema deben mencionarse los resonantes debates mandstas de la transición del
feudalismo al capitalismo, Dobb vs Sweezy, {el primero sostenía que el motor de la transición
había sido la lucha de clases señores-siervos y el segundo que había sido el comercio de larga
distancia) que hoy día parecen superados teórica, metodológica y empíricamente, a partir de
investigaciones como ias de Brenner (1976) para Europa y Chibber (1990, pp. 1-42) para India.
Ver Dobb (1954). Desde el ángulo de la historiografía francesa, más cercana a la geografía de
Vidal de la Blacbe y la sociología de Durkheim, hay que mencionar al gran medievalisla Marc
Bloch (fusilado por los nazis en 1944), quien había sembrado el surco con semilla nueva al pro
poner una metodología que permitiera analizar de modo sistemático y comparativo (en Euro
pa) las regularidades de los procesos rurales en el largo juego jurídico de sucesivas generaciones
de campesinos, señores, reyes y funcionarios estatales, Les caractères originaux de l'histoire rura
le française (1988, Ia. ed. 1931), una obra que, se ha dicho, culminó Geoges Duby treinta años
después. Su estudio verdaderamente monumental descubre los mecanismos por los cuales el
campesino medieval europeo dél siglo x al xiv, período de cambios acelerados de las relaciones
feudales, fue capaz de m antener su autonom ía (Duby, 1962).
18En la perspectiva neo institucionalista, ver, por ejemplo, Daron Acemoglu (2003), en http://
www.nber.org/papers/wl0037. Para un debate sobre el concepto "acumulación primitiva de ca
pital”, ver, The Commoner, n° 2, septiembre de 2001, en http://www.commoner.org.uk/index.
php?p=5
32 EL PROBLEMA
LOS LUGARES
título, de 1820 a 1920, no muestra una relación estrecha con los lugares del
conflicto aquí estudiados, salvo en el Alto Su mapa z. Los epicentros de los
movimientos campesinos que nos interesan se localizaron en las laderas de
caficultura de las provincias cundinamarquesas del Tequendama y el Suma*
paz que, de acuerdo con nuestra guía de lectura, eran zonas de "latifundio de
frontera", más que zonas de "frontera abierta".
Nos ubicamos, pues, en una pequeña porción de la "Cordillera de Bogo
tá", así bautizada por el eminente geógrafo alemán Alfred Hetiner, quien la
recorrió hacia 1882-1884, un cuarto de siglo después dé las expediciones de
la Comisión Corogràfica dirigidas por el italiano Agustín Codazzi. Esos estu
dios destacaron el papel primordial de la ciudad capital en la conformación
regional y nacional22. Medio siglo después, el censo de población de 1938 in
formaba que los municipios del Tequendama, el Sumapaz y el oriente del
Tolima tenían unos 150.000 habitantes asentados en unos 3.700 kilómetros
cuadrados de topografías ásperas (ignoramos la superficie catastral y la de la
explotación de la tierra), en municipios mal comunicados entre sí, cuya pro
ducción de alimentos y ganados, cubierto el consumo local, iba a Bogotá y
Girardot, puerto por el que se embarcaba rumbo al exterior el café de los
municipios del suroeste cundinamarqués y del Tolima.
Aquí enfocamos con especial atención las tierras de la vertiente surocci-
dental de la sabana de Bogotá que, deslindadas por la serranía del Subía,
formaban en los años treinta las provincias del Sumapaz al oriente, con Fu-
sagasugá como nodo, y la del Tequendama al occidente, con su epicentro
económico en Girardot y en Viotá el principal municipio cafetero23. Pese a
los cambios acelerados de la urbanización y la gravitación de Bogotá, tanto
en la región centro-oriental como en el país, y a las innovaciones tecnológi
cas, diferentes especialistas colombianos comentan la pasmosa desactualiza
ción de las cartas geográficas nacionales de hoy día (Mendivielso, 2008).
Baste apuntar que la región bogotana se forma en una historia de larga
duración. En tiempos prehispánicos había sido la tierra ancestral de los
muiscas, la civilización agraria más avanzada que encontraron los conquis
tadores europeos en la actual Colombia. Su huella queda en algunas prácti
cas agrícolas de los actuales campesinos de los altiplanos cundiboyacenses y,
quizás, en el sistema de propiedad privada de la tierra2*. Al momento de la
2Í Ver Comisión Corogràfica (1957-1959); Alfred Hettner (1966 y 1976); Ernesto Guhl y Mi
guel Fomaguera (1969).
13 La Sierra de Tibacuy es la prolongación suroriental de la altiplanicie de Bogotá que corta
el río Fusagasugá en la cuchilla'del Boquerón. Tiene una altura media de 2,000 metros. En el
presente estudio el Sumapaz se limita a la Provincia de Cundinamarca aunque incidentalmente
se incluyen los municipios tolimenses del sur del río que lleva ese nombre: Cundav, Icononzo,
Melgar y Villarrica de más reciente fundación.
Sobre las prácticas agrícolas actuales, ver Dora Nelly Monsalve Parra (2004); R, C. Eidt,
(1959, p. 385).
34 EL PROBLEMA
25 "Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada’’ (Ramos, 1972); para una síntesis,
ver María Victoria Uribe (1999, pp. 315-341).
26Hettner (1976, pp.222-3). Sobre las razas y la integración en el siglo xix colombiano, Frank
Salford {1991, pp. 1-33).
27 Comisión Corogràfica (1957-1959); Colmenares (ed.) (1989); Salvador Camacho Roldán
(1892-1895); Hettner (1966 y 1976, pp. 222-3); Isaac F. tjolton (1981); Juan de Dios Restrepo
(1859); José María Samper (1857); Miguel Samper (1898); José María Cordovez Moure ( 1899-
1900); Eugenio Díaz Castro (1889); José María Vergara y Vergara (1868).
28Sobre este concepto, ver David Harvey (1990, pp. 418-434),
EL PROBLEMA 35
Puede colegirse que el grado en que una sociedad rural está expuesta al
mercado determina la densidad de su trama de costumbres y competencia,
situación que ilustran los casos que nos ocupan aquí, o los pequeños propie
tarios de San Gil en el siglo xvjii, o los pequeños caficultores de toda Colom
bia en la primera mitad del XX (Salazar, 2009). Sería gratificante reconstruir
la cadena de valor de este comercio conforme a la noción de varios precios
en un mismo mercado que predominó en Colombia hasta fines del siglo pa
sado, si es que no predomina aún.
Si algo dio vuelo al espíritu federalista de la década de 1850 fue la bo
nanza tabacalera con su base fiscal. Ganó así terreno la nueva visión de un
país diverso (e inconexo) que aportaba la Comisión Corogràfica, puesta al
servicio de una campaña internacional de largo aliento y escasos resultados
que presentó a Colombia ante Europa como tierra de promisión, gracias a la
abundancia y feracidad de sus minas y baldíos. En esa década fueron más
visibles los flujos de iniciativa e inversión y, gracias a una acelerada movili
dad geográfica de peones sin tierra, pareció abrirse una época de “mercados
libres" de trabajo. De este modo pudieron juntarse los comerciantes que
transformaban la tierra en medio de producción y los contingentes de cam
pesinos desposeídos que buscaban empleo. Sin embargo, estos síntomas ca
pitalistas fueron tenues, al menos desde un punto de vista geográfico y esta
dístico, y quedaron reducidos al radio de las factorías tabacaleras de
Ambalema que ocupaban entre 500 y 1000 operarios.
Es cierto, empero, que la nueva agricultura comercial del café activó un
mercado de tierras y de trabajo en las laderas templadas, ligado a la ganade
ría de las planicies tórridas de Cundinamarca; en ese proceso el latifundio
colonial se fragmentó y llegó a su fin. Ahí está la génesis de la hacienda cafe-
29 John Stuart Mill (1943, pp. 229). Durante la vida del autor hubo siete ediciones de los Prin
cipios con considerables correcciones y adiciones. Ver Robson (1965).
36 EL PROBLEMA
tandas enormes de un caserío a otro. Sin embargo, la salida del valle de Vio-
tá hacia el río Magdalena, por Tocaima, podía ser un paseo muy agradable.
Esbozaron, finalmente, una sociedad partida en dos, como un queso: en el
pedazo superior estaban los propietarios, caballeros Victorianos en el trópi-
co; en el inferior encontraron campesinos primitivos, miserables, ensimis
mados, embrutecidos por la chicha y el guarapo (Fuhrmann y Mayor, 1914,
p . 1 0 1 ).
En el Sumapaz la tierra estaba apropiada en Fusagasugá, Tibacuy, Pasca,
Arbeláez, Pandi, Jcononzo, Cundav y Melgar, aunque la ocupación era re
ciente. Por ejemplo, entre 1853 y 1880, seis comerciantes bogotanos adqui
rieron concesiones de baldíos por 52.000 hectáreas en Cunday y Pandi y, allí
mismo, otros seis obtuvieron más 12.000 hectáreas entre 1881 y 1921. En la
periferia del Sumapaz, por fuera de estas municipalidades, la situación legal
de la tierra estaba indefinida. Las penetraciones en busca de quinas de fines
del siglo xvm y los cultivos de tabaco de las décadas de 1850 y 1860 dejaron
en la selva pequeños asentamientos campesinos, muy aislados entre sí, y en
las notarías algunos títulos de propiedad, desenterrados en cuanto las tierras
se revalorizaron a fines del xix (Memoria del Ministro de Industrias, 1931, pp.
159). En las vertientes del macizo del Sumapaz que caen a los Llanos Orien
tales predominaban "los baldíos, propiedad del Estado, disponibles a bajo
precio para quienes se crean capaces de tumbar monte y reemplazarlo por
potreros y cultivos" {Heltner, 1976, pp. 213-14). Las crecientes tensiones en
tre colonos y concesionarios de baldíos, muchos dedicados a "engordar"
enormes globos de terreno, llegaron al estallido en la década de 1920, como
veremos adelante.
Esta obra (el catastro, Mp ) es una simple enum eración de las propiedades raíces
en cada distrito, del nombre del propietario, del valor de la finca, y de la contribu
ción que le corresponde. (...) No expresa la extensión del distrito, ni la de cada
propiedad, ni los cultivos dominantes, ni el valor de la hectárea de tierra, ni los
grados de tem peratura, ni la configuración del suelo, ni su calidad especial, ni el
valor anual de sus producciones, ni el valor de los anim ales, ni el valor de las m e
joras hechas en la tierra, ni nada, en fin, de lo que se acostum bra en otros países
que llevan el nombre del que nos ocupa. Pero es algo, es el principio de una esta
dística agrícola; en su género es lo prim ero que se ve en este país y sobre esa base
puede adelantarse ya todos los años (Camacho, 1892-1893, pp. 585-612).
En todos los años se excluye Bogotá y, en 1935 y 2006, además, los predios de los cascos ur
banos.
F u e n t e : Elaboración propia con base en Catastro de la Propiedad Inmueble del Estado de
aumento del número de predios rurales a lo largo del tiempo, que sugiere
una pulverización del tamaño promedio de estos. Puesto que los tres prime
ros catastros no traen información sobre el tamaño de los predios, no es
factible sugerir nada con respecto a la estructura de la propiedad por área.
Se asume entonces que a menor valor del predio menor su tamaño, una de
ducción no del todo exacta, pero que considero apropiada.
Con base en estos datos se presentan algunas estadísticas descriptivas de
la distribución de la propiedad catastral de Cundinamarca preparadas para
este libro por David Gelvez33. Dado que se trabajó con precios corrientes, no
hay ninguna pretensión de sugerir valorización o desvalorización de la pro
piedad; empero, sí pueden analizarse los cambios en su distribución según el
avalúo de los predios, y discutir si se modificó la posición relativa de los m u
nicipios, vista desde el avalúo total de la propiedad rural de cada uno.
Para ilustrar la evolución de la estructura de la propiedad, fue calculada
y graficada la desviación estándar de los precios de los predios y del avalúo
total de la propiedad en los municipios. Para cada año catastral ésta se mi
dió como la diferencia porcentual entre el avalúo de los predios y del m uni
cipio, y el valor de promedio de cada una de estas variables34. El histograma,
33 Los gráficos presentados pueden entenderse como una versión continua del histograma
generado por los datos. En términos técnicos, estos gráficos son kemeles gaussianos univariados
(Silverman, J986).
34 Así, por ejemplo, la cifra 0.1397 obtenida para el valor total de la propiedad rural en Usa-
quén en 1878 implica que el avalúo catastral en este municipio está un 13.97% por arriba del
valor promedio de la muestra.
40 EL PROBLEMA
elaborado con base en las fuentes citadas en el Cuadro 1.3, muestra cómo se
distribuyen los precios de los predios, respecto del valor promedio.
La figura muestra que la mayor parte de los precios de los predios se ubi
ca a la izquierda del promedio y de la media marcada con el número cero.
Esto sugiere, en primer lugar, que tienen avalúos muy cercanos pero inferio
res al avalúo promedio. En segundo término, que hay unos pocos munici
pios con avalúos muy altos que elevan el promedio; estos últimos serían los
latifundios arriba mencionados cuya diferencia de valor afecta el promedio
de los predios de cada municipio, a pesar de ser pocos. Esto se aprecia en el
eje horizontal de la gráfica, que, de cero a diez, mide qué tanto se alejan del
precio promedio los grandes predios. Resultados similares se obtuvieron al
realizar este ejercicio para el avalúo total de los municipios, por lo cual re
sultó innecesario repetirlos en detalle. En síntesis, la mayoría de muncipios
se agrupa en tomo a la media y sólo unos pocos se alejan de ésta, pero afec
tan el promedio.
Histograma
P uerto
Zipaquirá El Colegio M adrid M osquera Soacha Fusagasugá M adrid
Lié vano
Puerto
N em ocón Boj acá La Mesa A napoim a Fusagasugá Nariño Cajicá
Salgar
A= Municipios con precios del avalúo total municipal por fuera del rango
B= Municipios con precios promedio de los predios por fuera del rango
EL PROBLEMA
Bosa 9 Bosa 7 Bosa 8 f
C abrera 7
._ ___ Cachipay 7
Cajicá 6 Cajicá 5 Cajicá 4 Cajicá 9
C aparrapf 3 C aparrapf 2 C aparrapf 5 C aparrapf 4
C áqu^a 2 C áqueza 2 Cáqueza 1 C áqueza 2
- •Caí-upa 3 C am pa 4
C haguaní S C haguaní 4 C haguaní ó C haguaní 3
Chía 1 Chía 8 Chía 3 Ch ía 10
C hipaque 4 C hipaque 2 C hipaque 2 C hipaque 2
CHoachí 2 C hoachf I C hoachí 4 C hoachí 3
C hocontá 3 C hocontá 3 C hocontá 2 C hocontá 5
Cogua 5 Cogua 4 Cogua 2 Cogua 8
Cota 8 Cota 9 Cota 8 Cota 9
C ucunubá 1 C ucunubá 2 C ucunubá 2 C ucunubá 3
El Colegio 10 El Colegio 10 El Colegio .10 El Colegio 6
El C árm en 6 El Cárm en 5 fc ,
El Peñón 1 El Peñón 3 El Peñón 6 El Peñón 1
EL PROBLEMA
1 M anta 10 M anta 1 M anta
■ ■ -- ------- ,,----- "J M edina 1 M edina 1 M edina 6
M osquera 10 M osquera 1 M osquera 10 M osquera 10
Na riño 5 Na riño 10 N ariño 10 N ariño A
N em ocón 8 N em ocón 6 N cm ocón 7 N em ocón 9
Nilo 9 Nilo 8 Nilo to Nilo 9
N im him a 4 N inaim a 9 '* N im aim a 8 N im aim a 3
N ocaim a 4 N ocaim a 3 N ocaim a 6 N ocaim a 5
Pacho 5 Pacho 4 Pacho 3 Pacho 3
Paim e 1 Paim e 5 Paim e 8 Paim e 1
Pandí 5 Pandi 1 Pandi
r 7
1 Pandi
■ P a ra tc b u cn o
7
9
Pasca Pasca 6 Pasca 6
Puerto Bogotá Puerto Bogotá Puerto Bogotá
Pulf
10 P uerto Bogotá 10
Pulf Pulí 9 Pulí 4
Q u eb rad an eg ra Quebradanegra Q uebradanegra 6 Quebradanegra 5
Q uotarne Q ueiam c O uetam e 2 Quotarne 2
2 S asaim a 8 S asaim a 8 tn
S asaim a 9 S asaim a r-
8 Sesquilé 5 Sesquilé 8
Sesquilé 7 Sesquilé _ 50
1 Sibaté 10 O
Silvania 5 co
Sim ijaca 5 rrt
Si m ijaca 6 Sim ijaca 7 Sim ijaca 1 23>
5 Soacha 9 Soacha 9
Soacha 9 Soacha
9 Sopó 7 Sopó __ 10
Sopó 10 S opó
10 Suba 8 Suba ó . . _ r . -p— ■ -
Suba 9
S u bachoque 10 Subachoque 6 S ubach o q u e
S ubach o q u c 8
6 Suesca 5 Suesca 5
Suesca 6 Sviesca
8 S upatá 7 S upatá 3
S u p atá
6 Susa 1 Susa 4
S usa 4 Susa
2 S u ta la u sa 3 S u ta la u sa 4
S u ta tu a sa 1 S u ta tu a sa
1 Tabio 3 Tabio 9
Tabio 7 Tabio
4 Tausa 2 T ausa 7
Tausa 2 Tausa
Tena 9 Tena 4
Tena 7 Tena 3
9 Tenjo 4 Tenjo 10
Ten jo 7 Ten jo
5 Tíbacuv 10 Tibacuy ó
) Tibacuy
46 EL PROBLEMA
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C u a d r o i .5 Posición de los m unicipios de Cundinamarca
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EL PROBLEMA 47
Fuente: Elaborado para este estudio por Ana María Silva Campo {2007).
EL PROBLEMA 49
F uente: Elaborado con base en los dalos catastrales citados y el mapa de Cundinamarca y
sus municipios del Censo de Población de 1938 (Vol. vm) por Raúl Lemus Pérez del Departa
mento de Información Geográfica de El Colegio de México.
¿De o u é c a m p e s in o s h a bla m o s ?
las m asas indígenas constituyen el factor trabajo, nò sólo p o r razón de sus activi
dades tradicionales, sino tam bién por su vinculación biológica a la tierra. De tal
m anera que tienen un dóble valor económ ico y social, que multiplica en esa pro
porción la gravedad de los conflictos en que puedan incurrir. El indio am ericano,
que fue recogido por la acción colonizadora en el principio de form ación de
nuestra nacionalidad, pertenecía y pertenece virtualm ente a la estructura geo
51
52 CAMPESINOS Y PROPIEDAD
gráfica y clim atérica del suelo en que subsisiieron sus antepasados, e inviene en
él la totalidad de sus facultades hum anas (M artínez, 1939, pp. 47-8).
Como consecuencia del am or a la tierra, todos los actos y contratos con ella rela
cionados son verdaderos ritos que cum ple el boyacense, cualquiera que sea su
condición, con u n a inquietud secreta, con un invencible estupor. El cam pesino
cuida mejor su traje, se baña con más esm ero los pies para e n tra r a la notaría
que a la Iglesia. Tal vez hasta se encuentre alguno que se limpie las uñas cuando
debe firm ar a ruego una escritura (Solano, 1973, pp. 25, 31 y 61).
1En un estudio sobre la población de Atánquez, en la Sierra Nevada de Santa Marta, el an
tropólogo Gerardo Reichel Domatoff sugirió que, quizás, la mayoría de poblaciones y aún de
ciudades colombianas pasaron en algún momento de su historia por una dinámica de trasfor
mación de castas coloniales en clases económicas v clases sociales. Ver Reichcl-Domatoff
(1956).
7Ver Shanin (1973, pp. 63-80); Galeski (1972, pp. 54-75); M óm er (1970, pp. 3-15). Para una
crítica de la noción de "explotación”, implícita en la definición, ver, George Dallon (1974, pp.
553-561).
CAMPESINOS Y PROPIEDAD 53
5 Ver Pierre Bourdieu (2004a, p. 129); este libro, publicado pòstumamente, recoge sus artículos
sobre la familia campesina, publicados en 1962, 1972 y 1989 en Eludes Rurales y Les tempes mo
derne*. Ver también Bourdieu (2004b, pp. 579-99).
CAMPESINOS Y PROPIEDAD 55
6Ver Delgado (cd). (1965); Florescano (coord.) (1975); Duncan y Rutledge (eds.) (1977),
56 CAMPESINOS Y PROPIEDAD
11 Ñola Reinhardi (1988). El'trabajo empieza con una presentación de las escuelas que com
petían por “la cuestión campesina".
11Ver Alavi (1965, pp. 241-77; 1973, pp. 23-62); Hobsbawm (1968); Hobsbawm (1967, pp. 43-
65) versión en español en Pensamiento Crítico, n° 24, enero d e .1969. Una comprensiva critica
bibliográfica del tema se encuentra en Gilbert (1990, pp. 7-53) y para Colombia, Sánchez Meer-
tens (1987, pp. 151-70).
58 CAMPESINOS Y PROPIEDAD
IJ Ver Skocpol (1984); ver también Skocpol (ed.) (1998) que recoge escritos sobre e] impacto
de la obra de Barrington Moore en la historiografía y las ciencias sociales contemporáneas.
CAMPESINOS Y PROPIEDAD 59
S obre las m o v il iz a c io n e s
nuevas preguntas sobre el papel del cam pesinado, los cam pesinos en política, los
lazos de los cam pesinos con el E stado, el liderazgo cam pesino, su predisposición
o su renuencia a e n tra r en una rebelión y la participación cam pesina en una re
volución (Wolf, 1975, pp. 385-386)14.
14 Una revisión critica sintética de las principales tesis de la época se encuentra en Redclift
(1975. pp. 135-44).
,s Por ejemplo, Posada (1969, p. 90) y Bejarano (1977, pp. 365-86).
60 CAMPESINOS Y PROPIEDAD
no pugna por salir de su condición social de vida, la parcela, sino que, por el c o n
trario, quiere consolidarla (...) som bríam ente retraído en este viejo orden, quiere
verse salvado y preferido, en unión de su parcela, (...) No rep resen ta la ilu stra
ción, sino la superstición del cam pesino, no su juicio, sino su prejuicio, no su
porvenir, sino su pasado (Marx, 1961 ) 17.
16 De esa ideología industrialista no hacían pane otros estudios pioneros como los de Fierre
Gilhodés (1971) o Gaitán (1976) que habían precedido el de Sánchez.
17Ver también Riquclme (1980, pp. 58-72).
CAMPESINOS Y PROPIEDAD 61
1SLa violencia contra Jos colonos, particularmente asesinatos, fueron objeto de constante de
nuncia en Claridad; por ejemplo, n6 113, 5 de junio de 1933; el n° 118,21 de julio de 1932 informa
que un grupo de 35 colonos del Sumapaz fueron atacados por la Guardia de Cundinamarca', in
cluye un Memorial de Jorge Eliéccr Gaitán sobre este asunto. En el n* 138, 10 de mayo de 1935
denuncia "Bárbara persecución contra colonos de Colombia (Huila)", p.l; n° 149, 17 mayo 1936,
acusación las atrocidades de la Cía Cafetera de Cnttday por evicciones con Guardias del Tolima.
19 Ver Palacios (1979b; J981); Jiménez (1985; 1989, pp. 185-219); González y Marulanda
(1990); Marulanda (1991); Fajardo (1993; 1994, pp. 42-59); ver también Vega (2004, pp. 9-47)
que subraya el predominio de la gran propiedad a lo largo y ancho del país.
62 CAMPESINOS Y PROPIEDAD
20 De una amplísima literatura, el principal expositor de esta tesis es Eric Wolf (1972)-, el
principal contradictor es, quizás, Mancur Olson (1979).
21 Ver los reportes sobre incidentes violentos por la misma causa, "Contrabando de aguar
diente" en las haciendas El Chocho, Subía y los Olivos, publicados en El Espectador, 22 de marzo
de 1919 que sugieren el patemalismo de los hacendados dfl suroeste de Cundinamarca, que pro
curaron defender los campesinos ante las autoridades. Un aspecto más comprehensivo que in
cluye detalles del contrabando de aguardiente, los procedimientos empleados para erradicarlo
en la zona cafetera y la represión, ver Forero (1937, p. 58).
CAMPESINOS Y PROPIEDAD 63
23E n e s ta d ir e c c ió n r e s u lt a p e r t in e n t e la o b r a d e P o p k in (1 9 7 9 ), p o c o a p r e c ia d a e n lo s m e
d io s l a tin o a m e r ic a n o s q u iz á s p o r s u “in d iv id u a lis m o m e to d o ló g ic o ”.
66 CAMPESINOS Y PROPIEDAD
14 Ver Getzlcr (1996, pp. 639-669); para una concepción de la propiedad privada como dere
cho, verWaldron (1985, pp. 317, 321-3).
CAMPESINOS Y PROPIEDAD 67
11 Sobre la necesidad de ampliar y hacer más flexible este postulado neo institucional, ver
Getzler (1996), Encontré muy iluminador el artículo de Congost (2003, pp. 73-106).
Ib Ver, por ejemplo, Bonilla (2006, pp. 207-233); Rico (2009).
17 La "posesión inscrita”, originada en el derecho patrimonial de Justiniano y contenida en
las Siete Partidas, daba garantía de publicidad a las trasíerencias de los bienes inmuebles. An
drés Bello argumentó fuertemente □ favor de consagrar la inscripción como "la única forma de
tradición de todo derecho real (...) y asf se va caminando aceleradamente a una época en que
inscripción, posesión y propiedad, serán términos idénticos”. Reitera Bello que la inscripción
"pone a la vista de lodos el estado de las fortunas territoriales". Ver, "Exposición de motivos"
(1855) en Obras Completas de Andrés Bello (1954, pp. 9-11). La institución fue adoptada en los
respectivos códigos chileno y colombiano. Según el an. 2.637 del cc; "El registro o inscripción
de los instrumentos públicos tiene principalmente los siguientes objetos: Io Servir de medio de
tradición de dominio de los bienes raíces y de otros derechos reales constituidos en ellos. (...)”
que debe verse en concordancia con los art. 756, 759, 785, y 2652. Estos artículos se referían a
las condiciones de título inscrito, reglamentadas, además de la citada Ley de 1821, por las leyes
56 de 1905 y 84 de 1927. De unos años para acá la Corte Constitucional, y otros tribunales, la
consideran "institución obsoleta".
70 CAMPESINOS Y PROPIEDAD
el instrum ento de ese aberrante individualismo liberal tan severam ente condena*
do por la Iglesia, que lo califica, por boca de uno de sus más ilustres pontífices,
como fuente em ponzoñada en donde nacieron todos los errores de las ciencia
económica que entregó a los hombres al libre juego de la concurrencia p ara que
de la lucha consiguiente surgiera la prepotencia económ ica, inm oderada, violen
ta, y despótica, cruel e implacable contra la cual la Iglesia proclam a las m ás ele
vadas norm as de justicia social y de caridad cristiana (p. 4).
se esfuerzan por definir la naturaleza íntim a de los deberes que gravan sobre la
propiedad y concretar los límites que las necesidades de la convivencia social
trazan al mismo derecho de propiedad y al uso q ejercicio del m ism o (p. .7).
1Ver Mcpherson (1962: 1978) y el debate que siguió: Vtner (1963, pp. 548-559): Gilí (1983.
pp. 675-695): WaldronO 987, pp. 127-150; 1989, pp. 3-28).
71
72 SOBRE EL 'INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO
]a del derecho continental europeo. Valga subrayar que la economía neo ins-
titucional encuentra más afinidades con la primera y está llena de reservas
frente a la segunda12.
Recordemos que las principales corrientes o escuelas de economía (la
clásica, el marxismo, la neoclásica y la nueva escuela de economía institucio
nal) asumen, acríticameme, que el caso inglés ofrece el modelo universal del
desarrollo moderno: gran terrateniente -» arrendatario capitalista - » jorna
lero. Subrayamos arriba la crítica de John Suart Mili a la supuesta universa
lidad de un modelo que desconocía olímpicamente otras opciones empíricas
válidas para eJ desarrollo económico, corno las de los regímenes de pequeña
propiedad campesina y algunas formas de aparcería.
En la época de la fundación de Estados Unidos, país singular por la rela
ción de una naturaleza pródiga y abundante (tierra, agua, minerales) y la
mano de obra escasa, un pensamiento de Montesquieu pareció tener gran
acogida: que las constituciones políticas estaban para proteger la libertad y
las leyes, y los tribunales civiles para proteger la propiedad3. La tradición
jurídica colombiana, una de tantas en la familia Iberoamericana originada
en el tronco castellano-indiano, pasó por un doble cedazo: primero, por el
paradigma constitucionalista francés y estadounidense; después, por la civi-
lística napoleónica. En cualquier caso, solamente investigaciones en archivos
notariales y judiciales podrán resolver razonablemente la cuestión del papel
específico del cc en el fortalecimiento de la mentalidad propietaria individua
lista del campesinado colombiano y, de contera, en su acusado conservadu
rismo4.
Los conjuntos de reglas que gobiernan la adquisición, conservación y
disposición de los bienes y que definen cuatro'tipos de propiedad (estatal,
pública, comunitaria, privada) han evolucionado permanentemente desde la
Conquista española, así como han cambiado sus doctrinas de legitimación
social y política. Una evolución igualmente compleja se advierte en la forma
ción del mercado, más limitado en cuanto a la tierra. Puede decirse entonces
que la propiedad privada hace parte de un sistema más amplio de propiedad
y que, con el mercado, está incrustado en un sistema social más comprensi
vo.
Dos grandes inflexiones Liberales ofrece la historia de la propiedad de la
tierra en Colombia: primero, la desamortización de bienes y censos eclesiás
ticos, limitada en 1821-1827 y extendida en 1851-1861 que, desde el punto de
1Ver, por ejemplo, el estudio temprano, con base en la teoría de los costos de transacción de
Demsetz (1967, pp. 347-359). A mi juicio, una visión más comprensiva de los derechos de pro
piedad desde el punto de vista económico-lega! se encuentra en Merrill y Smíth (2001, pp. 357-
398).
3Sobre este tópico constitucional en Estados Unidos, ver Cokcr (1936, pp. 1-23).
4 Ver la interesante hipótesis de los “tipos ideales de propiedad", tradicional, comercial y
social que propone Rengifo (2003. pp. 18-29).
SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 73
vista fiscal puede ser considerada como una continuación de las desamorti
zaciones emprendidas por los Borbones españoles, aunque no así en sus at
mósferas religiosas y anticlericales. La segunda inflexión fue la Ley de Tie
rras de 1936. Si cada una representó un avance en la dirección de hacer de la
propiedad privada el sistema dominante de propiedad, sus contextos políti
cos y coaliciones de poder fueron muy diferentes5.
En efecto, de mediados del siglo xvu en adelante aparecieron nuevas
concepciones sobre el sujeto y sus derechos. Con fundamento en la filosofía
de un precursor como Locke y con las luces de les philosophes, muchos fun
cionarios regalistas de Carlos 111 (1759-1788) consideraron que la prosperi
dad de la agricultura del Imperio requería la abolición de aquellas restriccio
nes jurídicas que sacaban los bienes raíces de las "fuerzas naturales” del
mercado. Si la "utilidad” de los bienes se decidía conforme a 'Tas leyes natu
rales del mercado", cuyo agente es el individuo emancipado, entonces la pro
fusión de "manos muertas", mayorazgos, bienes municipales, de las corpora
ciones eclesiásticas y de gravámenes a perpetuidad (como capellanías y
patronatos sobre los que se constituían censos enfitéutícos) debían conside
rarse desperdicio social y fuente de atraso6. En consecuencia, para acortar
el rezago económico y militar de la monarquía respecto a las potencias riva
les, demostrado en las tomas de la marina de guerra británica de La Habana
y Manila en 1762, era menester desvincular o desamortizar la propiedad in
mueble y solucionar la paradoja de "tierras sin hombres, hombre sin tierra".
En la desamortización borbónica y republicana, el conflicto de legitima
ción versó sobre el ejercicio de la soberanía estatal frente a la titularidad de
los bienes y censos de las corporaciones eclesiásticas, mediante la expropia
ción, nacionalización y puesta de los bienes en subasta pública, salvólos que
pasaran directamente al servicio de instituciones estatales. No obstante la
baja urbanización del país en el siglo xix, la masa principal de los bienes y
censos eclesiásticos consistía en edificaciones y solares urbanos. En la refor
ma constitucional y legal de 1936 el conflicto versó sobre el fundamento eco
nómico o "función social” de la propiedad de la tierra (quedó excluida expre
samente la finca raíz urbana) como criterio de validez de la titularidad
jurídica individual. La tierra debía ser explotada "en función" del "desarrollo
económico".
Un e sb o zo h ist ó r ic o d e la pr o pied a d
DE LA TIERRA EN COLOMBIA
7Sobre el concepto de "frontera agraria" aquí empleado, ver Mombcig (1966); Street (1976)
y Watters (1971). En la historia Colombia, ver, entre otros, Parsons (1968); LcGrand (1988) y
Appclbaum (2007).
*Ver Parsons (1968); West (1972); Colmenares (1973); Meló (1977).
SOBRE EL ’INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 75
9 La Corona que, además, controlaba la Iglesia por el régimen del patronato, mató en su
cuna una nobleza feudal que, de crecer y desarrollarse, habría buscado independencia y separa
ción de la monarquía. Hasta la década de 1810, derecho y administración facilitaron al rey
mantener el control y afianzar la lealtad de los criollos a cambio de dispensarles mát^enes de
discrccionalidad en el manejo de las complejas relaciones de dominación social sobre los indios
y las “castas". Discrecionalidad siempre conflictiva y que trataría de circunscribir al máximo los
ministros de Madrid en el siglo xvm. El fenómeno queda mejor expuesto bajo una perspectiva
comparativa en McFarlane (1992).
10La composición consistía en convertir una situación de hecho (aquí, sobre un bien inmue
ble) en situación de derecho mediante el pago de una mulla. Ots Capdcqui (1959, p. 37).
11 El vocabulario legal indiano tomaba prestado de la Reconquista peninsular por ejemplo,
en las medidas agrarias se introdujeron las peonías y caballerías que, originalmente, hacían alu
sión a si el soldado recompensado con tierra iba a pie o a caballo. Sus modificaciones posteriores
76 SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO
Por entonces los aborígenes, cada vez más amestizados, iban mermando
en número y vivían 'congregados" o "protegidos" en pueblos de indios y res
guardos12. Los derechos de usufructo de los indios de resguardo dieron pie a
una hostilidad larvada de los criollos vecinos entre sí v con las comunidades
indígenas. Estos desataron también conflictos en el seno de los resguardos,
ya que sus tierras solían dividirse en las parcelas familiares de pan coger y
las tierras de trabajo comunitario destinadas a pagar el tributo. Al ser tribu
tarios, la superficie de cada resguardo dependía del número de indios, lo
cual, dadas las fluctuaciones de población, aumentaba la conflictividad en
tomo a la propiedad de la tierra (Bonnett, 2002, p. 1 ] 5). De este modo, en la
Audiencia de Santa Fe, la "catástrofe demográfica" liberó tierras de comuni
dades indígenas que disputaron criollos y mestizos. El latifundio criollo se
configuró jurídicamente y despegó, siguiendo la célebre máxima de Bartolo
de Sasoferrato (según los entendidos el principal comentarista medieval del
derecho romano) que hubo de transcribir el Código de Napoleón, en lo fun
damental: la propiedad absoluta {perfecte disponendi) de la tierra y las aguas,
no siendo contraria a la ley’3.
En la ocupación española del territorio americano —entendida como la
transmisión del dominio de Jas tierras realengas o baldías a individuos, fami
lias y corporaciones bajo diferentes formas de titularidad— radica el meollo
de un largo juego fáctico-jurídico, para usar la expresión de Marc Bloch. Es
un juego multidimensional del que la historiografía destaca dos planos: pri
mero, la integración legal y simbólica al territorio político de la monarquía
hispánica que debió entrañar un engranaje de equilibrios barrocos; engrana
je heredado por la República que, para dar visos de realidad social a lo que
era ficción jurídica, convirtió la codificación en fetiche. Segundo, la ocupa
ción material de los latifundios con hombres, aríimales, herramientas y culti
vos, historia social y económica llena de altibajos, sobresaltos e inercias. Dos
planos que solían yuxtaponerse dando origen a litigios futuros, al dejar gran
des superficies indeterminadas en sus linderos cuando había hombres que
debían trabajarlas para sobrevivir.
Así, pues, ¿cómo ubicar la cuestión lega) en el contexto económico y so
cial? A mediados del siglo xvin era evidente que el crecimiento demográfico
dejaba a Santa Fe como uno de esos virreinatos de "tierras sin hombres y
hombres sin tierra", conforme a la paradoja de Jovellanos. Se inició entonces
crearían mayor confusión en la agrimensura, máxime si se te añadían otras unidades como es
tancias de ganado ma\x>r, de ganado menor, de pan coger, de pan llevar. Ots Capdequi (1959, pp.
21-23).
12Ver Villamarín (1972); González (1970). Para una síntesis de la situación ver Tovar (1999,
pp. 98-139); para un breve síntesis en la Cordillera Oriental, ver Palacios y Safford (2002, pp.
100-t 15); Palacios 0983, pp. 132-3).
13 Quid ergo est dotniniunt. Respondeo dominium est ius de re corporali perfecte disponendi
nisi lege prohibeatur. Bartolo de Sasoferrato (xrv scc.) Commentaría ad D.41.2,17,1.
SOBRE EL “INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 77
una nueva fase de poblamiento dirigida por el Estado que, con altibajos, lie*
gó hasta c. 1870. Este plan borbónico, aplicado principalmente en las actua
les regiones santandereanas, caribeñas y antioqueñas, se formuló buscando
que un equilibrio entre población y territorio fuera la base para incrementar
la riqueza que la monarquía española anhelaba extraer de América (Herrera,
J996). Mientras hubiese tierras disponibles y la presión de la población im
pulsara hombres monte adentro, esta lógica del discurso ilustrado pareció
funcionar, incluso en el período republicano.
Ahora bien, es muy importante distinguir la realidad Iberoamericana del
modelo europeo. Aunque en la Europa del período de transición del capita
lismo agrario y comercial al industrial las explotaciones agrícolas seguían
considerándose el núcleo principal de "la riqueza de las naciones" (Moníes-
quieu, Smilh), la pluralidad de "derechos subjetivos" con base en distincio
nes de clase y rango, propia de las organizaciones postfeudales, hacía extre
madamente engorroso el manejo y administración de los predios rurales, y
fue sometida a una crítica incisiva.
En Iberoamérica debieron ser muy raros los embrollos legales del mane
jo de las fincas, tal como los describe Tarello. Por esto, quizás, no se planteó,
como en Europa continental, lo que Grossi llama la dicotomía del domirtium
y los usufructos (Grossi, 1992, pp. 81-116). En otras palabras, en las institu
ciones indianas los derechos de propiedad adoptaron el alcance absoluto del
derecho romano, reinterpretado por los glosadores y juristas medievales
como, por ejemplo, la doctrina de la legitima portio en las herencias, colo
quialmente llamada "legítima". Este fue un absolutismo atenuado, también,
por el Derecho Canónico y por diferentes estatus personales, fueros y formas
comunitarias y corporativas. De este modo, en la América española las viu
das tenían más derechos asegurados que las de las colonias británicas pro
14He cambiado la palabra fundo, empleada en esta traducción, por la palabra finca.
78 SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO
16Esta lógica viene del catch-22, expresión acuñada por Joseph Heller en la novela de ese título.
80 SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO“ COLOMBIANO
10Ver su interesante planteamiento en López (2004, p. 135 y pp. 298-306). Zúlela Ángel había
llamado la atención sobre el tema pero citó los art. 1“ y 4o del cc Suizo de 1907. Ver Zúlela
(1936. p. 5).
11 Para la síntesis interpretativa más reciente. Palacios y Safford (2002) capítulos vn y vni.
82 SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO” COLOMBIANO
una vez cruzó ]a Cordillera desde los Llanos Orientales y conquistó el cora
zón de Bovacá en julio de 1819 (O'Leary, 1915, p. 213).
Quizás por todo esto el cc pudo ser un instrumento idóneo para que las
arraigadas creencias populares en las virtudes justicieras de la pequeña pro
piedad familiar se transformaran en un principio cardinal de legitimación
del Estado nacional22.
La primera legislación republicana plasmó los ideales del racionalismo
bajo la forma argumenta! de) materialismo y utilitarismo de Jeremías
Bentham, admirado por Bolívar hasta 1828, y siempre por Santander y sus
amigos. La dicotomía que estableció el utilitarista inglés entre el derecho
sobre bienes tangibles, materiales, que llamó "propiedad corpórea", frente a
la "propiedad incorpórea", "ficticia y figurada", orientó algunos razonamien
tos del Bolívar legislador, propietario de cuerpos ciertos: esclavos, plantacio
nes de cacao y minas, por demás, empedernido admirador de “la civilización
inglesa"23. ■*
En 1823 el secretario del interior, el bolivariano José Manuel Restrepo,
manifestó que el sistema de leyes, las españolas y las nuevas, no era más que
"un edificio gótico arruinado, compuesto de cien partes heterogéneas y dis
cordantes" y urgía a los colombianos a “pensar.de preferencia en la forma
ción del código civil y criminal" (López (comp.$, 1990, pp. 131-133). En 1825
Bolívar dejó sentado en el Discurso al Congreso Constituyente de Bol ivi a,
que "La verdadera constitución liberal está en los códigos civiles y crimina
les; (...) Poco importa a veces la organización política, con tal que la civil sea
perfecta" (Carrera (comp.), 1993, p.120)2*. Aquí también se registra la in
fluencia de Bentham: la ley civil da certidumbre y facilita el cálculo econó
mico, de lo cual Bolívar parecía inferir que los edificios constitucionales es
taban muy lejos de tal "perfección". Las guerras de independencia, a fin de
cuentas, habían sido una fuente de inseguridad de los derechos de propie-
” La relación de la ley positiva y el "hecho social" o norma del "derecho objetivo" (donné) fue
un lema central en las reinterpretaciones sociológicas del derecho y la superación jurispruden
cial de la "escuela de la exégesis’ , particularmente en Francia. Gény (2000).
53 Bentham citado por Waldron (1985, pp. 323-4); es probable que se haya exagerado la in
fluencia de Bentham en los dirigentes de la g e n e ra c ió n ^ las Independencias Hispanoamerica
nas. Ver H anis (1998, pp. 129-49).
14 La transición lega! y judicial, de la Colonia a la República, es tratada sumariamente en
Bushnell (1966); in externo para las compañías comerciales en Means (1980) capítulo 2,
SOBRE EL “INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 83
25“Io. Las leyes ya dictadas o que en los sucesivo dictare el Poder legislativo. 2o. Las pragmá
ticas, cédulas, órdenes, decretos y ordenanzas del gobierno español sancionadas hasta el 18 de
marzo de 1808 y que habían venido rigiendo en el territorio de la nueva república. 3o. Las leyes
de la Recopilación de Indias. 4o; Las leyes de la Nueva Recopilación de Castilla y 5o. Las de las
Siete Partidas". (Uribe, 1963, pp. 15-6).
26 De la abundante literatura con motivo del biccntcnario de Código Civil francés, baste citar
este par de artículos: Blanc Jouvan (2004) en http'V/Isr.nelIco.org/comell/biss/papers/í, consulta
do el 9 de julio de 2006; Halpérin (2002) en http://ahrf.revues.org/document628.hlm], consultado
el 14 de agosto de 2006.
84 SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO
Ahora bien, en la matriz del derecho napoleónico, el catastro (junto con los
sistema regístrales o de "posesión inscrita" del CC de Bello) se elevó a la con
dición de institución fundamental, complemento directo del Code, arma fis
cal del Estado y garantía para los propietarios puesto que, junto con el regis
tro de propiedad, se daba publicidad a la condición juiidica actual de los
predios.
Con todo, la gran propiedad (la tierra, los ganados, las bestias, los capita
les) estuvo más amenazada por las expropiaciones en las guerras civiles co
lombianas que la propiedad campesina, como se aprecia inclusive en tierras
de colonización. Como ya dijimos, las tierras baldías de la Cordillera Central
son un claro ejemplo del punto. Pero también debemos subrayar que en esas
regiones la ausencia de un sistema moderno de catastro y registro público de
la propiedad rural, o su debilidad institucional, fue la espada de Damoclès,
poderoso aliciente a la coacción en todas sus formas, como hubo de compro
barse en el Quindío durante La Violencia (Ortiz, 1985).
Hay que subrayar, asimismo, una idea fundamental del capitalismo mo
derno: que los derechos de propiedad privada tienen prelación sobre los de
rechos de las personas. El punto fue puesto lacónicamente a comienzos del
siglo xx en una reflexión sobre la práctica de cónfiscación en las guerras civi
les. Por ejemplo: ’*
9
17El art. 544 'del Code Napoléon decía: La propriété est le droit de jouir et disposer des choses de
la manière la plus absolue, pounat q u ’o n n'en fasse pas un usage prohibé par les lois ou par les
règlements. Sobre este modelo, el art. 669 del cc colombiano, trascripción textual del art. 582 del
chileno o Código de Bello, estableció que El dominio (que se llama también propiedad) es el dere
cho real en una cosa corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente, no siendo contra ¡a ley
o contra el derecho ajeno. La propiedad separada del goce de la cosa se llama mera o nuda propie
dad. El adverbio "arbitrariamente" fue declarado inexequiblc por la Corte Constitucional en
Sentencia del 18 de agosto de 1999, cc 595.
SOBRE EL ‘INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 83
Piñeres amonestaba a los practicantes por "el uso de los conceptos del dere
cho privado español en la redacción de contratos y otros documentos legales
(...) y (por emplear) las viejas formas tradicionales de redacción de contratos
ya que ellas hacen parte de un uso indiscriminado del viejo derecho (Rodrí
guez, 1913)" (López, 2004, pp. 136-137). Con el "viejo derecho" se refería el
tratadista al anterior a la Revolución francesa y su Code Civil.
Reiteremos que aún prevalece el desconocimiento general sobre el perío
do de transición jurídica y legal que abarca de la Novísima recopilación espa
ñola de 1806 al año de 1887, cuando formalmente cesó la vigencia de la le
gislación española en Colombia. Según el historiador Víctor Manuel Uribe
Urán, de este laberinto puede salirse con la brújula conceptual del dualismo
“público-privado'' (Uribe-Urán, 2006, pp. 251-297).
En tanto fenómeno colectivo, la mentalidad propietaria no estaba cir
cunscrita al reducido mundo de abogados y tinterillos. Aun así, dos aspectos
merecen subrayarse: el predominio de los abogados en el Congreso y en ge
neral en todo el proceso legislativo, y la estrechez del mercado de la profe
sión legal. Este segundo aspecto nos lleva a un asunto trascendental, y es que
si los abogados no eran llamados a resolver conflictos civiles de las familias
campesinas ricas, mucho menos de las pobres. Pensemos en un hecho bási
co de la historia agraria colombiana: la prolongada tradición de la posesión
como “un poder de hecho general y exclusivo sobre una cosa". Este poder se
desdobla en la relación física (possessio corpóre) y en el tener la cosa como
dueño {animus domini). Para transformar la posesión en propiedad, el po
seedor (a justo título y de buena fe) debe probar la usucapión en un juicio y
registrar el título. En esta perspectiva, es probable que futuros estudios his
tóricos de la titularidad jurídica demuestren qpe la propiedad campesina en
general ha sido protegida no sólo por las normds de la posesión (que dan vía
al juicio posesorio), sino por el reconocimiento social del vecindario. Debe
mos investigar si se fragmentó menos de lo esperado gracias al posible papel
del primogénito en la cultura campesina, que en todo caso pudo ser contra
rrestado (después de la década de 1960) por la oferta de "empleo informal’'
urbano y semiurbano, atractivo para los miembros jóvenes de las familias
campesinas. Para demostrarlo habríamos de construir una especie de índice
del paso de la posesión y "propiedad extralegal" a la plena propiedad en Jas
zonas de predominio campesino, distinguiendo, quizás, las de viejo asenta
miento colonial de las sociedades formadas en los procesos colonizadores
posteriores a c. 1840.
Es posible que en el período republicano la usucapión o prescripción de
baldíos fomentara abusos, considerada la negligencia y precariedad de la ad
ministración pública. Pero cuando la ya citada Ley 48 de 1882 los declaró
imprescriptibles, se abrió una nueva fuente 'del conflicto agrario colombia
no. En muchas ocasiones la concesión ponía en flagrante contradicción la
legalidad con principios de "justicia natural" de la tradición católica. En sus
SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 89
obras sobre el lema, LeGrand y Tovar, enire otros, citan numerosos casos de
cultivadores de baldíos que, después de trabajarlos 20 o más años, sufrían
evicción judicial, "despojos", a raíz de demandas de concesionarios que te
nían títulos válidos de concesión (LeGrand, 1995). Por esto quizás el Código
Fiscal de 1912 en su art. 47 estableció que
31 Sobre baldíos a militares. Ley 29 de septiembre de 1821 en cn, vol 1, pp. 74-8; sobre bal
díos e inmigración. Ley I de mayo de 1826, CN, vo). 3, p. 335 y Ospina (1955, pp. 113-148). Este
autor señala que las concesiones a Tyreell Moorc de 1836 y 1837 fueron quizás el único caso
bajo el régimen de fomento a la colonización europea (p. 219).
90 SOBRE EL “INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO
33 El asunto fue tratado inicialmente por Parsons (1968, pp. 72-74). Con información de ar
chivos que no había conocido Parsons, Palacios matizó la historia (1979b, pp. 263-5).
33 Una síntesis del problema en los años treinta se encuentra en Pineda (2009, pp. 183-222).
SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 91
"áreas baldías" c. 1870, arriba citada, con las cifras oficiales de adjudicación
de baldíos, éstas resultan inverosímiles. Verbigracia, que en el siglo xix se
adjudicaron unos 20.000 kilómetros cuadrados de baldíos a particulares y
un poco más de 10.000 kilómetros cuadrados en el primer tercio del xx
(1827-1936).
La historia de las zonas de colonización muestra que la asignación y
ocupación de baldíos fue campo abonado al litigio legal y a la disputa políti
ca. Pero no debe exagerarse. Si bien colonos, autoridades locales y aun terra
tenientes solían enviar memoriales a Bogotá en los que denunciaban “usur
pación de baldíos", estos no provenían de organizaciones de terratenientes o
de movimientos campesinos organizados. Pero, ¿en qué medida hubo acapa
ramiento de baldíos por la vía de adquirir títulos de concesión y cómo po
drían equipararse al cercamiento de tierras (enclosures) de la Europa de los
siglos xvi al xvni? La pregunta nos permite desbrozar y encontrar un campo
fértil para la investigación de la historia agraria colombiana. Si los enclosu
res expulsaban gente y desposeían al campesinado de su medio de produc
ción, el acaparamiento de baldíos hacía parte de procesos inmigratorios en
que los campesinos desposeídos en sus lugares de origen buscaban, de nue
vo, ser poseedores; de este modo el conflicto por la tierra proseguía, al me
nos en estado latente. Es más: el acaparamiento de baldíos, tan diferenciado
local y regionalmente, planteaba un problema de legitimación: cómo justifi
car la desposesión legal de los colonos ya afincados.
Resumiendo, más que acción colectiva campesina para recuperar bal
díos, los documentos indican la creciente preocupación y malestar de mu
chos funcionarios íntegros, encargados de adjudicarlos en Bogotá. Más ver
sátil y variada parece la actitud de los alcaldes de las zonas de colonización
quienes, crecientemente interesados en el control político territorial, tercia
ban del lado de los colonos, como fue el caso de la Cordillera del Quindío a
comienzos del siglo xx.
Puesto que muchas disposiciones quedaron en letra muerta, se generali
zó la idea que eran inocuas. Ejemplo socorrido fue el de la reversión al Esta
do en caso de que las tierras no se cultivaran o sembraran con pastos dentro
de un término legal (antiguo principio colonial) o cuando se fijaban exten
siones máximas y mínimas de adjudicación. En el mensaje presidencial al
Congreso de 1916, el abogado José Vicente Concha prendió la alarma sobre
"el despojo” de los baldíos, achacado a lo que hoy se llamaría debilidad del
Estado. El avance campesino sobre la frontera no preocupaba y más bien
tranquilizaba al presidente Concha, Conservador y católico como era. Su
desvelo venía del "despojo" que hacían los grandes concesionarios (Mensaje
del Presidente, 1916, p. 41).
Año y medio después de) citado mensaje, la Ley 71 de 1917 restringió a
20 hectáreas las superficies adjudicables a los colonos con cultivos perma
nentes y, aunque agilizó el procedimiento para adquirir baldíos, el peticiona
92 SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO” COLOMBIANO
rio pobre debía conseguir tres testigos que fuesen propietarios de bienes raí
ces, situación nada fácil ( d , o., 27 de noviembre de 1917). Esta discriminación
fue eliminada finalmente por la Ley 74 de 1926, destinada a resolver los con
flictos sociales que Concha previo diez años atrás y que fue el antecedente
legislativo más importante de la Ley de Tierras de 1936 ( d . o., Io de diciembre
de 1926).
En todo caso, en zonas del Chocó, la región Caribe, Tolima y el Sumapaz
se agudizaron los conflictos por la tierra entre colonos, nuevos empresarios
agrícolas y ganaderos que marcaron su presencia en ellas. Aunque en ocasio
nes se manchara de sangre, esta era una conflictividad legalista sobre la po
sesión y propiedad de tierras públicas en condiciones de una frontera que
aún ofrecía posibilidades (de hecho o de derecho) al campesinado migrato
rio. Una solución fue la de las colonias agrícolas. Veamos.
34 Se reconstruye con base en: Memoria de Industrias {1930, pp. 240-242; 1931, pp. 221-222;
1932, pp. 280; 1934, pp. 142-143; 1935, pp. 261); Memoria de Agricultura {1938, pp. 215-221). Ver
también, Práctica y Espíritu del Instituto de Colonización en Inmigración (1954, pp. 11 v 44-45).
SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 93
S u p e r fi c ie S u p e ific ie S u p e r fi c ie C a m in o s C asas
C o lo n o s H a b i t a n te s C a m p a m e n to s
a d j u d ic a d a d e s m o n ta d a c u lt i v a d a km c o n s tr u i d a s
1931 70
1933 N .D .
Aunque La Colonia “produce frutos de los tres climas que tiene”, los co
lonos se asentaron inicialmente en las tierras frías (...) Pero últimamente se
ha establecido, procedentes de las regiones cafeteras, un fuerte núcleo de
colonos que invadirán los climas templado y caliente". Dos años después,
había 400 colonos; 1,500 habitantes
esparcidos en más de 10.000 hectáreas de las cuales hay trabajos en 4,000. Hay
edificadas 140 casas de madera y teja metálica y de los colonos que aún no han
edificado, 260 viven en 60 cam pam entos. La Colonia tiene 120 kilómetros de ca
minos y una "escuela alternada” con 66 estudiantes.
Colonización y violencia
38Ver, por ejemplo, Buenaventura (1962, p. 53); Ramírez (1990, pp. 57-72).
SOBRE EL "INDIVIDUALISMO AGRARIO" COLOMBIANO 97
En medio de estas condiciones caóticas, (La Violencia, m .p.) en que hombres, mu
jeres y niños son asesinados por miles, en que la seguridad personal de la mayo
ría de la población está seriam ente amenazada, es evidente que hay muy pocas
probabilidades para un verdadero progreso en la resolución del conflicto de filo
sofías sobre los derechos de propiedad de la tierra. Esto solamente puede lograr
se en los tribunales o en el Congreso y, en cualquier caso, requiere un largo y
concentrado esfuerzo de parte de los dirigentes colombianos. Por eso podemos
decir con seguridad que las incertidum bres sobre los derechos de propiedad de
la tierra, continuarán afligiendo a Colombia y a los colombianos todavía durante
m uchos años (Smith, 1958, p. 384)39.
El censo que presentam os- señalaron los directivos de la fnc- perm ite conocer la
división de la propiedad, que es un factor de gran trascendencia social y que es
de elem ental im portancia para conocer las modalidades de la industria y las ne
cesidades de ella en cada municipio. Según los datos obtenidos en el censo (...) el
98.08% constituyen lo que se llam a la pequeña propiedad. Sólo hay en el país
321 em presas cafeteras de m ás de 100 mil árboles, lo cual constituye apenas el
0.23% del núm ero total de propiedades cafeteras. Todos estos datos interesantes
y verdaderam ente sorprendentes dem uestran cómo la industria cafetera no sólo
es el factor fundam ental y decisivo en nuestra economía nacional, sino que cons
tituye a la vez un elem ento adm irable de equilibrio social, que por la índole mis
ma de su organización y por las circunstancia excepcionalmente favorable de
proporcionar trabajo adecuado y casi perm anente a las mujeres y a los niños, va
realizando por sí sola, en forma autom ática, sin necesidad de leyes ni de expro
piaciones, el fenóm eno de la división de la propiedad (Federación Nacional de
Cafeteros, Boletín de Estadística 1933,1, (5) pp. 112-113).
1 Baste mencionar que existe una amplia y conocida bibliografía sobre la economía cafete
ra mundial y colombiana. Hay que tener presente que en los años treinta el cultivo de café no
tenía economías de escala y era intensivo en mano de obra altamente estacional; que había tie
rra y trabajo para ampliar la producción nacional; que estaban bajando los costos intem os de
transpone y que los mercados mundiales el café presentaban bajas elasticidades de oferta y de
manda. El ciclo climático del Brasil determinaba el ciclo de precios mundiales y las políticas
caFeteras de dicho país, y protegían la economía cafetera colombiana.
102 LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO
3En este sentido soy escéptico con respecto a la sugerencia de Lapp (2004).
104 LA CUESTIÓN CAMPESINA V LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO
los de ruana" (Jiménez y Chemick, 1993, pp. 61- 82). Denunciaron agravios y
reclamaron derechos. Irrumpieron por su cuenta en actividades políticas y,
en el camino, se estrellaron con poderes sociales y estatales reacios al cam
bio. De este modo muchos conflictos de tierra y trabajo se saldaron con san
gre. Este fue el caso de grupos campesinos de Fusagasugá y Viotá, localiza
dos entre polos que contenían liderazgos y fuerzas radicales (Bogotá y el
puerto de Girardot) que saltaron a la arena pública en un país que parecía
entrar en la atormentada y tortuosa transición de la "república oligárquica"
a la "democracia de masas”. Si hubo este tipo de democracia quedó incon
clusa, porque en 1948, con el asesinato de Gaitán y en el contexto de la Gue
rra Fría, Colombia pasó abruptamente de un tiempo de esperanza democrá
tica, representada por el caudillo populista asesinado, a una hegemonía
plutocrática que disolvió el proyecto de inclusión social.
3. El tercer aspecto de la transformación colombiana tiene que ver con la
forma como afectó a la clase política. Los protagonistas del teatro político
popular de los años treinta pertenecían a una generación de reformadores
que, bajo la tutela de sus padres putativos, los Centenaristas, y con clara vo
luntad de poder y decisión de formar una nueva élite política, propusieron
visiones y concepciones de transformación social, aunque no consiguieron
escapar, si es que lo intentaron seriamente, del campo histórico del Estado
oligárquico. Demostraron, eso sí, capacidad para transformar las inconfor
midades y agravios de colonos y arrendatarios'en demandas congruentes al
Estado, y de inducirlo a elaborar doctrinas agrarias contra el latifundismo y
adecuar las instituciones legales para el cambio social. En este proceso forta
lecieron el Estado de derecho, pero sin reformar el derecho, ni la práctica
judicial. Puesto que partían de la premisa liberal (le que la ley se cambia con
la ley (y, por tanto, que esa era la vía de redefinir los derechos de propiedad,
pública, privada, de los resguardos) a medida que incorporaban nuevos elec
torados tuvieron que dramatizar la centenaria discordia bipartidista.
La pacificación del contrato social laboral, es decir, la institucionaliza-
ción de las luchas obreras con sus sindicatos y sus huelgas; la salida consen
suada y gradual a los problemas crecientes de pobreza urbana, y las solucio
nes legales y judiciales a Jas demandas de tierra de los campesinos y colonos
habían ganado un lugar en el discurso público. Más aun, se cuestionó "la
ametralladora oficial" como medio de confrontar la inconformidad de las
clases populares. Paradójicamente, el propósito se desnaturalizó al anudarse
a la mecánica de la lucha rojiazul. Por todo esto quedó flotando la idea que
el cambio de la llamada República Liberal o Revolución Liberal no había
encontrado el cauce democrático, extraviada en un laberinto de ilusiones y
artimañas legalistas.
4. Los políticos reformistas entendieron que la acción colectiva de distin
tos campesinados ponía en evidencia las "imperfecciones" del sistema legal
de titularidad de la propiedad, de modo que un Estado moderno debía abolir
LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO IOS
l£ Anticresis ■ Mejoras
6 Esta enorme propiedad llevaba el nombre de un hermoso árbol (Eryhtrina edulis) que da
sombrío al cafeto y crece hasta 14 metros; produce unas flores de color rojo carmesí, de semillas
comestibles; su madera se usa para cercar. En las zonas cafeteras de Cundinamarca se le llama
chocho, balú, chachafruto. „
1Estoy muy agradecido con la profesora Rocío Londoño Botero por haberme facilitado copias
de los reglamentos de El Chocho. Hay que subrayar la rareza de este tipo de documentos. Ver,
Reglamento para los arrendatarios (18%); Reglamento de la Hacienda de El Chocho (1916; 1930).
LA CU ESTIÓ N CAM PESINA Y LOS AVATARES D EL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 109
Frontera “cerrada”
Causas del descontento Frontera “abierta“
El Tequendama y
campesino Sumapaz
Fusagasugá
Propiedad de la tierra 3 1
Régimen laboral ] 3
Sistema muít¡-empresarial I 3
Ahora bien, la posición social del arrendatario era ambigua: decidía so
bre los cultivos en su estancia (excepto sembrar café), pero no en los grandes
cafetales de las haciendas. De ahí la complejidad social de su ingreso mixto:
el de la estancia y el del jornal en la plantación, a) que debe sustraerse el ca
non en dinero por la parcela o estancia. *
Poco se sabe, e n cambio, del grupo de peones asalariados al que el pcc
asignó el papel de clase de vanguardia, aliado fundamental de los campesi
nos en la “lucha antifeudal". Este grupo se abordará aquí en la medida en
que aparezcan en las fuentes. »,
Hasta mediados de la década de los veinte lá hacienda de café había fun
cionado mediante la combinación pragmática de diversos sistemas de arren
damiento precapitalista y una organización laboral centralizada en cuanto a
disciplina del trabajo, metas y formas de producción de café (Palacios,
1979b, pp. 111-173). Es decir, mediante un equilibrio precario que dejaba
latente el conflicto. Por eso en las haciendas de Viotá y Fusagasugá hubo es
tallidos campesinos en el proceso de comercialización de los productos de
las estancias. En principio, la producción de éstas se repartió conforme al
patrón común de las economías campesinas: a) autoconsumo familiar; b)
fondos de reposición y ampliación, como semillas; c) excedente de intercam
bio. En algunas haciendas el arrendatario no se obligó a pagar en trabajo
sino en alimentos producidos en la estancia, pero en la mayoría de casos el
excedente salió a los mercados locales aunque con restricciones: el arrenda
tario pagaba peajes y "aduanillas" por utilizar los caminos de la hacienda;
debía estar al día en sus obligaciones y, finalmente, sólo podía sacar sus pro
ductos un día a la semana, a pesar de que los pueblos tenían dos días de
mercado.
U CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 11!
Si, aparte de estos problemas internos, las haciendas habían sido desplaza
das por las fincas medias y campesinas en el volumen de producción nacio
nal, entonces, ¿en qué situación quedaron los hacendados cafeteros de la re
gión bogotana frente a los dirigentes del Estado y a la clase alta como
conjunto?, ¿modificaba esta relación las trasformaciones inducidas por el
desarrollo económico y los cambios en las configuraciones de poder regio
nal, político y social?, ¿cómo fraccionaba el desarrollo económico los intere
ses de la clase alta? En el estado actual de la investigación estas preguntas
sólo pueden ser absueltas parcialmente.
A lomo de la crisis mundial se debilitaba el prestigio social que los ha
cendados de Cundinamarca y el Tolima habían consolidado en el último ter
cio del siglo xix. Los negociantes antioqueños del eje Medellín-Manizales ha
bían tomado la delantera en la comercialización del café aunque, por otra
parte, dependían cada vez más de las estrategias de las casas tostadoras esta
dounidenses que empezaban a buscar el control comercial a escala mundial.
En consecuencia, se reorganizó el poder gremial como se aprecia en los
cambios internos de estructura organizacional y estilo de liderazgo de la fnc ,
a raíz de la gerencia de Mariano Ospina Pérez, y se adoptó una orientación
campesínista, respaldada en el Censo Cafetero de 1932. Los pequeños cafi-
cultores eran los héroes de la nueva Colombia: con sus cultivos de pan coger
parecían imbatibles frente a la drástica caída del precio internacional del
grano (Ospina, 1934). De este modo, la política económica del Estado y la
estrategia de la fnc se orientaron a incrementar la productividad en la co
mercialización y a ampliar la base campesina de la caficultura, antes que a
resolver los problemas financieros y de manejo de las haciendas.
Entre tanto, las haciendas más extensas fueron más propensas al conflic
to. En búsqueda de explicaciones puede pensarse, en primer lugar, que tales
unidades tenían una masa crítica de arrendatarios que, a su tumo, podían
movilizar a sus familiares y dependientes como los subarrendatarios. Segun
do, estas haciendas no podían controlar grandes extensiones de reserva mon
tañosa y enfrentaban invasiones clandestinas. Visto el fenómeno más de cerca,
y con informaciones fragmentarias, puede decirse que la mayoría de conflictos
se presentó en unidades en las cuales fue baja la relación entre la superficie
explotada (superficie de las estancias + superficie de la plantación de café +
superficie de potreros y cañaduzales) y la superficie predial. En Calandaima
y Buenavista de Viotá, sólo el 10% de la superficie total estaba explotada en
los términos descritos. De los pocos informes sobre parcelación de hacien
das puede deducirse que en El Chocho, Ceilán, Florencia y Liberta el porcen
taje de tierra explotada oscilaban entre el 12% y el 21% de la cabida predial
(Palacios, 1979b, pp. 135-136) Por el contrario, haciendas que pudieron evitar
I ]2 LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO
El caudal de los ríos y quebradas de Ceilán se dism inuye en el verano pero que se
agota del todo gracias a que se ha logrado conservar el bosque no obstante los
intentos de invasión por p arte de los colonos a quienes se ha conseguido tener a
raya con la intervención de un retén perm anente de la Guardia de Cundinamar-
ca, costeado por la hacienda (Archivo de ¡a Cajh de Crédito (1948).
Noticia aparecida Espectador ayer poniendo sobre aviso todo vecindario hará in
fructuosa comisión pensaba organizar sem ana con fin constatar quienes son res
ponsables tala de bosques. Respetuosamente perm ítam e opinar debe rectificarse
noticia en sentido decir alcalde no saber por el m om ento si individuos destruyen
bosques son en realidad miembros-liga campesina o trátese bandoleros mero
dean esta región (Archivo Municipal de Viotá, Correspondencia, 1937).
F ra c c io n a m ie n t o s
ciencias sacándolas prácticamente del mercado. Esto fue evidente en las ope
raciones del bah o de la Gobernación de Cundinamarca.
Las haciendas Java, Ceilán y Buenavista, en Viotá, negociaron la venta
de parcelas a comienzos de 1930. En El Colegio le entraron al juego Entre
m os, Santa Helena, San José y Golconda. Bajo la dictadura derechista -de
Laureano Gómez y Alberto Urdaneta Arbeláez, así como en la de Rojas Pini-
11a, se aceleraron las parcelaciones voluntarias en El Colegio y Viotá. Al co
menzar el Frente Nacional quedaba muy poco de las viejas haciendas: Misio
nes en El Colegio y Java y Atala en Viotá. La Violencia había hecho retroceder
el país, pues, como en los años veinte, una invasión de trabajadores y arren
datarios a la hacienda Florencia de Viotá se consideró caso de "orden públi
co". Según el respectivo boletín interno de las Fuerzas Armadas la invasión
había comenzado con 50 personas pero "ahora llegan a diario 50, 80 y 100";
se aseveró que muchos eran ex guerrilleros de Villarrica, que habían instala
do un cuartel sobre el que ondeaba el pabellón nacional, que habían fijado
un puesto de observación y que la ciudadanía del casco estaba alarmada12.
Con todo, la época había cambiado; aunque sobrevivirían grandes hacien
das, como Aguadila y Usatama en Fusagasugá y muchas en Viotá, su preemi
nencia social era cosa del pasado, como lo puso de presente la “incorización"
en el oriente del Tolima en la década de los sesenta.
El proceso de parcelación puede considerarse un laboratorio de actitu
des y pautas sociales en el reparto limitado, controlado y selectivo de la tie
rra que contribuyó a contener el movimiento de protesta, tal como se infiere
en el Cuadro iv.l.
El número de municipios afectados, muchbs de tierra fría, que aparente
mente no conocieron expresiones de descontento rural organizado, rebasa
considerablemente el número de municipios dafeteros afectados por éstas,
como se aprecia en el Cuadro iv.2. Aquí se muestra el alto grado de relación
entre haciendas con algún tipo de conflicto, y parcelaciones privadas o gu
bernamentales.
En resumen, ahora el Estado oligárquico tenía que lidiar con una crisis
de las formas de servidumbre en las haciendas cafeteras de Cundinamarca
que, no eran feudales. Más adecuado es comprenderlas con el concepto seu-
do servidumbre andina, que acuñó Juan Martínez Alier, consideradas las con
diciones de movilidad de la mano de obra (Martinez-Alier, 1977). Esas ha
ciendas combinaban la plantación cafetera del hacendado y las estancias o
parcelas de subsistencia de los campesinos residentes. Los colonos, de su
lado, quisieron transformar la posesión parcelaria en plena propiedad y en
frentaron otro tipo de hacendados y de intermediarios. Frecuentemente las
17Archivo General de la Nación. Ministerio de Gobierno, Caja 4, Carpeta 30, Despacho del Mi
nistro, Boletín Informativo de las Fuerzas Armadas n°, 227, 19 de noviembre de 1958 y n° 229, 21
de noviembre de 1958.
LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 115
Municipios afectados 38 51 97
Departamentos afectados 6 6 10
Propiedades afectadas 62 102 240
Número de parcelas vendidas 3 206 5 608 11315
Superficie afectada (hectáreas) 42 439 62 607 223132
Razón parcelas/propicdades 51.71 54.98 47.15
Municipios afectados en zona cafetera II 19 23
Valor de las ventas (miles de $) 1217 2413 5577
Superficie promedio de las parcelas 13.24 11.16 19.91
Valor promedio de 1 hectárea ($) 28.67 38.55 24.91
I
C uadro iv .2 . M u e s tr a d e c o n f lic to s re g is tr a d o s e n la octy p a r c e la c io n e s ( c o n l i n u n c i ó n )
F uente: a) De los conflictos (1926-1930) v íase C. S ánchez. 1977, pp. 44 y ss. b) De tas parcelaciones v oluntarias. I-a Mesa, Oficina de Regis
tro, c) De las dem ás parcelaciones: B anco Agrícola H ipotecario. La parcelación (le tierras en Colom bia. anexos, Bogotá. 1937 y Antiario Ce- _
neral de Estadística. 1940, c u a d ro 197. pp, 174-176. ~J
C a p ít u l o v
En 1937, el gerente del b a h , Alfredo García Cadena, explicó que las parcela
ciones de haciendas tenían el "objetivo supremo (...) de evitar conmociones
violentas" como en México. En la parcelación, "el Banco actúa en perfecta
inteligencia con grandes o medianos propietarios en tierras cercanas a los
centros de consumo". En cuanto al futuro beneficiario, el Banco consideraba
que "todo trabajador campesino en cuya mentalidad y costumbres se haya
formado la cultura elemental, para llegar a ser propietario, puede adquirir
una parcela por medio del ba h ". Este individuo era, según García Cadena,
aquel que "se sustrae de la taberna y del agitador profesional". El Banco,
sentenció, no es para el
asalariado trashum ante, cliente intem perante de la chichería oficial, hom bre sin
hogar norm alm ente constituido, sin sentido de orden, sin ambición legítima, vi
ciado y analfabeto (Banco Agrícola Hipotecario, 1936, pp. 9-24).
convendría aconsejarles (a los campesinos) que las fueran reem plazando de ma
nera paulatina. A pesar de que el clima y el terreno se prestan para el cultivo de
gran variedad de frutas, los arrendatarios no las conocen y en cuanto a herra
mientas sólo usan azadón y m achete (pp. 545-547).
radores de parcelas", pues a los más pudientes se les admitieron hasta cinco
propuestas; no se reconocieron los derechos sobre las mejoras, o sea que "se
pagaban de nuevo". Reconocieron que la parcelación era buena pero no los
métodos: despotismo, "misterios", usurería y amenazas1. El 6 de septiem
bre los parceleros calificaron la operación como "sin plan cooperativo y de
previsión alguna. El que no compra sobre las bases que se le dan... se va a la
cárcel" y sostuvieron que el "criterio es de negocio". En J 935 era claro que el
asunto se había politizado completamente y que la parcelación se cruzaba
con el juego electoral2. En agosto de 1936 Claridad, periódico campesinista
de Erasmo Valencia, denunciaba que en El Chocho no había parcelación
sino un "comité electorero" en provecho de Carlos Lleras Restrepo {Uniris-
mo, n° 151,24 de agosto de 1936).
Dos años atrás, el 15 de marzo de 1934, los arrendatarios se habían diri
gido al Gobernador, solicitándole fijar en $5 el precio de la fanegada. Clari
dad señalaba que el precio sería de $30 fanegada. Pero el "campesino (...)
afila la guadaña y siega la cabeza del patrón" (Claridad, n.° 134, 15 de diciem
bre de 1934, pp. 1-3).
Según los arrendatarios se trataba de “rocas, laderas y esterilidad prove
nientes del largo laboreo". Señalaron que varios cultivadores, “los más nece
sitados", fueron "excluidos del favor social de la Gobernación porque los sec
tores donde quedan sus parcelas... no entran en la fabulosa negociación" y
denunciaban que los Caballero, dueños de El Chocho, no vendieron cinco
potreros, cuya extensión no estaba delimitada en el documento, reservándo
se el derecho "de captar el agua del Río Subia para establecer dos acequias a
tomas de agua que conducirá a los potreros"3.
En los memoriales de los arrendatarios hay avalúos de la tierra y las me
joras. De estas tierras, las más valiosas eran los pequeños cafetales; por ejem
plo, de un avalúo por $ 1,519, $ 1,489 correspondían al cafetal y $30 al rancho
(íhiirismo, n° 132, 19 de noviembre de 1934, p. 1).
Las condiciones de la parcelación de la hacienda Ceilán de Viotá en 1948,
fueron similares: la propiedad estaba "deteriorada" y aumentaba la presión
campesina. Los dueños, una empresa denominada c o f e x , estaban aún más
acosados por deudas hipotecarias y el proyecto fue, en realidad, del acree
dor, el Banco Francés. La parcelación voluntaria de Ceilán comprendía 111
propiedades que serían su utilidad neta en la operación. Contrataron a los
prestigiosos abogados bogotanos Francisco Urrutia Holguín y Camilo Silva
de Brigard, con el objeto de obtener de la Gobernación de Cundinamarca un
'Ver Unirismo, n° 4, 5 de julio de 1934; n° 6,19 de julio de 1934; n° 8,2 de agosto de 1934; n° 9,
3 de agosto de 1934 y n° 13, 6 de septiembre de 1934,
: Ver por ejemplo los debates de la Asamblea de Cundinamarca, transcritos en El Tiempo
del 4 al 11 de julio de 1935.
3 Ver Unirismo, n° 128, 15 de mayo de 1934, p. 1; n° 13), 9 de julio de 1935, p. 1 y na 141, 12
de agosto de 1935, p. 1.
122 EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA
Fuente: Archivo Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero, a.ca , Parcelaciones del Banco
Agrícola Hipotecario y otras. 1926-6] (Cartera).
* Agradezco al sociólogo Teófilo Vásqucz la copia que me sum inistró de su "Esbozo biográ
fico de Víctor J. Merchán: la articulación entre social vJo político", presentado en un seminario
reglamentario del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, Bogotá, Julio de
2008. Este trabajo me ha permitido tener una idea más clara de este importante dirigente Co
munista de Viotá y de las trayectorias del liderazgo Comunista colombiano.
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 123
fueron a esa entidad con razones fuera de la verdad a gestionar para que no se
vendiera esa parcela, que los fines de esos señores son cogerse como ya lo han
hecho las parcelas sin vender sin que hasta el m om ento hayan llegado a esa enti
dad a gestionar ninguna negociación y así violando todos los principios de la ley
(a.c.a ., "El Chocho").
Las haciendas que resuelven parcelar sus tierras, preferirán siempre, en la venta
de parcelas, a sus trabajadores-arrendatarios, en igualdad de condiciones esta
blecidas en ellas. En circunstancias análogas se procederá cuando las parcelas
vayan a darse en arrendam iento. Además, declaran los patronos y los trabajado
res que e) gobierno es el llamado a hacer las parcelaciones en ejercicio de la ley
100 de 1944, procedim iento de solución que de antem ano aceptan las p an es en
toda su amplitud, como el único efectivo y viable para obtener la parcelación de
las dichas haciendas en beneficio de los trabajadores actuales (“Convención Co
lectiva", 29 de marzo de 1946).
124 EL ESTADO LIBERAL IN TER V EN C IO N ISTA
Anhelo que el parlam ento libera) expida esta ley (la 200 de 1936, m p ) en cuyo estu
dio intervinieron, desde 1933, juristas conservadores tan distinguidos como los
doctores Esteban Jaramílio, Rafael Escallón, Enrique Casas, Guillermo Amaya
Ramírez; que responde a postulados nacionales de justicia, que comenzaron a in
teresar el gobierno desde la Administración del Presidente Abadía Méndez, quien
supo considerarlos con levantado criterio social* que yo recuerde por su Ministro
de Industrias, doctor José Antonio Montalvo, cuyo pensam iento quedó fijado en
la notable resolución sobre el latifundio de B urila, y po r su Ministro de Gobierno,
doctor Alejandro Cabal Pombo, quien dictó, para favorecer a los colonos y cam pe
sinos, el justiciero decreto 992 de J 930 (...) (Martínez, 1939, pp. 126-7).
t
(1927). En esa década se dieron los primeros pasos para establecer institu
ciones encargadas de atender los conflictos laborales y, desde su fundación
en 1923, la o g t intervino en los frentes urbano y rural {Ministerio de Indus
trias, 1928).
Aunque en 1929 el régimen pagaba caro la feroz represión militar al mo
vimiento huelguístico de la zona bananera de Santa Marta de diciembre del
año anterior, no había consenso en las clases dirigentes sobre cómo estable
cer una línea que demarcara "la cuestión social” y el "orden público”.
En agosto de 1929 apareció el Boletín de la Oficina General del Trabajo
que, en el siguiente número, cambió la voz "general” por "nacional". La Ofi
cina conservó el nombre y de ese año en adelante se la cita como o g t . El bo
letín representaba una corriente modernizadora que subrayaba la necesidad
de que el Estado colombiano se pusiera en línea con los mandatos y reco
mendaciones internacionales; es una fuente indispensable para seguir el
conflicto agrario de Cundinamarca y el Tolima. En el primer párrafo procla
mó la superioridad de la ciencia para entender la "organización del trabajo”
y en una sola frase soltó las expresiones "trabajos de sociología”, "investiga
ciones científicas” y "la estadística”. Declaró que seguía el modelo de comu
nicación "de la o it con su revista, su boletín mensual, el informe anual, nu
merosos documentos y estudios de los más connotados sociólogos del
mundo" (Boletín de la Oficina General de Trabajo, n° 1, agosto de 1929, p. 1).
Ni por un instante imaginaron los editores que, del primer número de 1929
al 81 de 1942, fijarían el sentido institucionalista del discurso oficial en el
campo de las relaciones de trabajo. Tampoco les debió pasar por la cabeza
que aquel agosto empezaba el último año de casi medio siglo de regímenes
Conservadores.
La h ip ó t e s is d e lo s "d o s c o n f l ic t o s ”
hom bres que hace m ucho tiem po que vincularon todo cuanto son a aquellas tie
rras, (del Sum apaz) y después de m ucho tiem po de hallarse al frente de sus pro
pios cultivos, (...) les vinieron las persecuciones, prim eram ente p o r parte de los
propietarios, persecuciones que no solam ente los han m olestado en sus bienes
126 EL ESTADO LIBERA L IN TER V EN C IO N ISTA
las justas peticiones de los colonos, son tachadas de com unism o, cuando en rea
lidad, los campesinos no entienden del coco del com unism o, sino p o r el contra
rio, son gentes buenas y trabajadoras, am antes de la Patria, com o pudim os ob
servarlo por la gira por esas regiones. Con gran entusiasm o los colonos
contribuyeron para los bazares que en bien de la P atria se efectuaron en distin
tos municipios. El verdadero com unism o lo está fom entando es el señor Gober
nador de Cundinam arca, con la persecución de ordena contra los colonos, verda
deros productores de riqueza {Anales de la Cámara de Representantes, 11 de
noviembre de 1932, p. 767),
Hay que mencionar de pasada que estos bazares patrióticos hacían parte
de la formidable movilización de Olaya en "la guerra con el Perú'', a la que se
opusieron, y hubieron de pagar caro por ello, los Comunistas colombianos y
peruanos.
El interés del régimen Conservador no se limitaba a la legislación de bal
díos. La nación sería católica en la medida en que se conservase campesina.
De allí el interés en resolver el problema agrario que amenazaba con romper
equilibrios antiguos y la presteza en buscar soluciones tradicionales, borbó
nicas si se quiere, particularmente en las colonizaciones dirigidas.
La segunda categoría de conflictos de la ogt se presentaba en "haciendas
sin problema de titulación jurídica", y se debía'al "doble carácter de la rela
ción contractual". El trabajador era simultáneamente arrendatario de predio
rústico (conforme a la legislación civil estaba expuesto a la evicción) y man
tenía una obligación laboral de hecho, puesto que los hacendados no se inte
resaban en “obtener renta en dinero por arriendo de parcelas, sino disponer
de brazos necesarios para beneficio de la hacienda" (Boletín, junio de 1930,
p. 414). Esta “doble relación contractual”, junto con la disciplina laboral en
la plantación, fue impugnada con más frecuencia en las haciendas cafeteras
del Tequendama.
Como el boletín de la o g t daba buena cuenta de la preeminencia de la
economía agraria y cafetera y del atraso industrial del país, el tema central
de los primeros números fue la búsqueda de "una solución adecuada a las
diferencias surgidas entre trabajadores y patronos en las haciendas de Cun
dinamarca" (Boletín, junio de 1930, p. 2). En ese quehacer se plantea un nue
vo discurso estatal frente a la cuestión campésina bajo estas líneas: a) alcan
zar la igualdad civil en un doble ámbito: las relaciones de los campesinos
con las haciendas y con el Estado, y muy especialmente con las autoridades
EL ESTADO LIB E R A L IN TERV EN CIO NISTA 127
M e n s a je a los hacend a do s c a fe t e r o s :
"n a d ie viaja l e jo s e n e l carro d el a b u elo ”
El primer número del boletín reprodujo una circular de tono deferente, algo
quejumbroso, enviada en enero de 1929 por la o gt “a los principales cultiva
dores de café en Cundinamarca” en relación con "el problema del trabajo
entre los cafeteros”. Observaba la circular que las “reclamaciones de los la
briegos”, atendidas por la ogt desde que había empezado a operar, habían
sido recibidas "con indiferencia" por parte de los patrones que juzgaron “el
movimiento" como un mero resultado de "la labor de propaganda que mu
chos individuos, a título de socialismo y reivindicación de los derechos del
trabajador, llevaba a cabo con miras nada desinteresadas” (pp. 3-4). Ahora,
el editor se congratulaba puesto que la indiferencia patronal cedía y los gran
des propietarios empezaban a estudiar seriamente el asunto. En este punto
la o g t puso sobre el tapete sus puntos de vista y estableció que el fondo "del
problema social" era el sistema de arrendatarios o estancieros de las hacien
das:
la emigración del pueblo rural hacia las ciudades en busca de trabajo (construc
ciones, fábricas, etc.), o hacia las obras públicas, ha hecho dism inuir sensible
m ente el núm ero de arrendatarios y de voluntarios dedicados a las faenas agríco
las, al paso que ésta se ensanchan (pp. 4-5).
L
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 129
das que en algún momento registraron peticiones; este fue el caso de las más
conflictivas de Viotá, especialmente de 1930 a 1933.
Sin embargo, dada la naturaleza de las fuentes, es posible que la intensi
dad de la agitación se haya subestimado, aunque no al grado de aceptar el
testimonio del dirigente Comunista Víctor Julio Merchán (1975) quien afir
mó que se liquidaron 70 latifundios o haciendas grandes y regulares, con
una cabida de unas 300.000 fanegas y unas 70.000 familias campesinas
(Merchán, 1975, pp.l 15-6). Los datos disponibles nos harían dividir por dos
el número de haciendas afectadas y por 30 el de familias beneficiadas. Pare
ce, pues, que se ha exagerado la magnitud y cobertura geográfica de las agi
taciones de arrendatarios5. Aunque no hay cifras confiables, la agitación en
las zonas de baldíos fue más continua y, por su dispersión, más soterrada
que la de las zonas de hacienda cafetera.
En 1930, bajo el nuevo gobierno de la Concentración Nacional, la o gt
dio cuenta de sus arbitrajes en ocho conflictos de grandes haciendas de café,
cuatro de Viotá, dos de Fusagasugá y dos de El Colegio. El nuevo Ministro de
Industrias, Francisco José Chaux, quien duraría el cuatrienio y habría de con
vertirse en personaje central de la transformación legal, criticó las normas
que facilitaban la evicción de arrendatarios (Boletín Nacional del Trabajo, n°
7, junio de 1930, pp. 419-33).
Volvió a la carga en una "circular a los Gobernadores, Intendentes, Co
misarios, Alcaldes, Agrónomos y Veterinarios". El campesino, subrayó, se
hallaba en medio de dos fuerzas, las autoridades que
lo requieren con energía inm isericorde y con sanciones m uchas veces arbitrarias
(...) en los m unicipios hasta se llega a creer que el funcionario pierde en su digni
dad o en su im portancia si se m antiene en actitud sencilla o y si es accesible al
trato com ún y co m en te con las gentes h um ildes," y, "los agentes de la propagan
da política y social (...) que desvían el criterio de las gentes sencillas con la ense
ñanza de derechos dem ocráticos con prescindencia absoluta de la enseñanza de
los deberes sociales correlativos (Boletín, n° 33-35. julio a septiem bre 1933, pp.
1277-9).
con nuevas actitudes políticas. Esta forma de politización, plausible, aún está
por investigarse. Lo cierto es que para la ogt se había desplazado el eje del
conflicto de las haciendas cafeteras de Cundinamarca, convirtiéndose en un
movimiento por el libre cultivo de café en las estancias de los arrendatarios.
Según idea muy difundida, los cafeteros de C undinam arca form an casta de seño
res privilegiados, dueños de enormes fortunas, de costum bres bárbaras, señores
feudales que atem orizan a los vasallos con el látigo y a las autoridades con su
EL ESTADO LIB E R A L IN TERV EN CIO NISTA 133
desprecio, algo así como esos nobles ingleses del siglo pasado cuyos días pasa
ban en la caza del zorro y las noches en festines que avergonzarían a Rabelais.
Los señores cafeteros en sus nueve décimas partes son hombres pobres, que tie
nen necesidad de vivir en los cafetales en pésimas condiciones y después de ha
ber trabajado por espacio de m uchos años no lograron hacer una fortuna. Des
piertos desde la hora que canta el gallo hasta la noche, sobre una muía muy de
m añana suben, bajan, luchan contra la sequía, contra el rastrojo que al m enor
descuido invade la plantación, escasos siempre de dinero, venden por adelantado
la cosecha y apegados a la tierra pasan sus días sobre ella. Hay necesidad de dar
m ayor ilustración a los campesinos, de corregir ciertas deficiencias, de pagar a
buen precio el trabajo del jornalero, de civilizar, pero esta obra de largos años no
podrá hacerse bajo el signo de Rusia como aspiran muchos individuos (p. 1290).
son las que (los campesinos) acatan y las que ordenan que no se respeten las
disposiciones de las autoridades legítimamente constituidas".
El Comité Cafetero concluyó que una vez el arrendatario "siembra su
estancia de café, se convierte, por arte de los profesionales azuzadores, en
enemigo y elemento absolutamente perjudicial para la pacífica posesión, do
minio y explotación" de las haciendas (pp. 1295-1296). Sostuvo que el peque
ño propietario adolecía de graves deficiencias en el beneficio del café en pul
pa, por lo que habría que construir "centrales de beneficio”. Por lo demás, si
el estanciero cultivaba café no estaría disponible para la cosecha del cafetal
de la hacienda; por el contrario, si sembraba otros productos su parcela deri
varía "abundante subsistencia". En suma, la caficultura de Cundinamarca y
el Tolima requería prescindir de fórmulas impracticables y "acabar con el
medio de azuzadores profesionales, que viven de los problemas que ellos
mismos crean entre los dueños de las haciendas y sus trabajadores" (pp.
1298-1999).
El Sindicato de Propietarios abundó en los mismos argumentos, aña
diendo que los pequeños cultivadores no estaban en condiciones de sostener
la calidad, indispensable para mantener el buen nombre internacional del
café colombiano y apuntó al aspecto político:
No ignora S. S. que la Liga cam pesina del Tequendama, afiliada al Comité Nacio
nal del Partido Comunista, ha ordenado recicrttemenle, como medida de lucha y
agresión contra los patrones y el derecho de propiedad que sus afiliados, que lo
son la mayoría de los trabajadores de los cafetales, procedan a sem brar café en
sus parcelas, con violación del contrato celebrado con el dueño, lo cual habrá de
producir nuevos y numerosos conflictos; y en m ohientos en que esto sucede se da
a la publicidad el im portante concepto de S. £., el que im perfectam ente com
prendido por los trabajadores y hábilm ente explotado por sus azuzadores, trae
rá, como es evidente, serias complicaciones que habrían podido evitarse si los
aspectos que trata S. S. en la atenta nota que contestam os, se hubieran reservado
para ser discutidos con am plio y cuidadoso espíritu en la Comisión de asuntos
sociales recientemente creada por el gobierno nacional, de la cual hace parte S.
S. Sucede que hasta las simples notas del m inisterio en que se acusa recibo a los
trabajadores de sus memoriales, han sido explotadas en diversas ocasiones, por
los leguleyos y comunistas para hacer creer a los trabajadores que el gobierno les
otorgará la propiedad de las haciendas y que obligará a los propietarios a retirar
se de sus fincas. (...) El partido com unista, que ha visto que las restantes causas
de conflictos van desapareciendo porque los trabajadores mismos se convencen
de su sinrazón, y porque los propietarios acceden a lo que tiene un principio si
quiera de justicia, ha optado p o r ordenar a sus afiliados la siem bra de café en las
parcelas o la presentación de quejas p o r falta de licencia para esas siembras,
para crear nuevos y fuertes conflictos que servirán los fines que se partido persi
gue (pp. 1301-1303).
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 133
dó que “nadie viaja lejos en el carro del abuelo": la época actual no está para
el crudo individualismo de los laboriosos antepasados porque si se defienden
los intereses propios con ese criterio,
en otro sitio está agrupado al mismo tiem po otro grem io, el de los trabajadores,
que, a su vez, pretenden, siguiendo naturalm ente el error de que nosotros les da
mos ejemplo, que los intereses de la industria son los suyos solamente (pp. 1328-
1329).
e. El libre cultivo de café en las estancias, que era "el problema más di*
fícil de arreglar" (pp, 8-12).
Por su parte Claridad había denunciado dos años atrás el sistema de
multas y penas económicas que imponía El Chocho a los cultivadores. En
una especie de consolidado el periódico denunció que se habían impuesto
multas a 78 arrendatarios por $142,60; que no se habían pagado 59 jornales
y que se habían decomisado un caballo y 403 cargas de carbón. Por otra par
te, se había ordenado destruir tres mil matas de café (Claridad, n° 109, 20
agosto de 1932, p. 3).
Enunciadas las causas, pasó Lleras a describir la situación de los estra
tos campesinos de El Chocho: de 950 arrendatarios, 100 estaban ubicados en
la tierra fría de Subía y Noruega, y 850 en tierra templada que ocupaban
unas 5.500 hectáreas en "mejoras de café y potreros y producían anualmente
20.000 sacos de café, panela de excelente calidad y otros productos". De
acuerdo con sus datos, el tamaño promedio de las estancias en la zona cafe
tera de El Chocho era de unas 6.5 hectáreas y la producción promedio de
cada estancia de unos 23 sacos de café pergamino. Conforme a las condicio
nes de los cafetales de la zona, puede calcularse que esta producción reque
ría unos 6.000 cafetos productivos por estancia que, en época de cosecha,
exigía el empleo de fuerza de trabajo extra familiar. Al respecto, el informe
señaló que “los arrendatarios de la región baja" empleaban jornaleros volun
tarios cuyo número llegaba a dos mil.
Por entonces, la Federación de Arrendatarios de El Chocho denunciaba
la invalidez de los títulos de propiedad que exhibían los Caballero. La Fede
ración, que planteó su lucha en términos de un crudo legalismo, aceptó, sin
embargo, un sesudo concepto jurídico del jefe del Departamento de Baldíos,
Guillermo Amaya Ramírez, del 29 de septiembre de 1933, publicado en el
boletín de la ogt (Ministerio de Industrias, Boletín, n° 36-38, octubre-diciem
bre de 1933, pp. 1549-1631). Pero no cesaron las presiones de revisión de tí
tulos, y los periódicos de Jorge Eliécer Gaitán y Erasmo Valencia agitaban
consignas como "dos tercios de las tierras de El Chocho son bienes baldíos"6.
El problema venía de atrás. En 1928 Claridad informó sobre el arribo a Fusa-
gasugá de una marcha de 200 cultivadores que se dirigían a Bogotá “en re
presentación de todos los cultivadores" del “feudo El Chocho" contra el des
pojo, las evicciones, la prohibición de vender café y los cepos; marcha que,
según el periódico, recibió apoyo de las autoridades locales7. Seis años des
pués, en un esfuerzo por ilustrar a sus lectores con "un vivo retrato de feuda
lismo en Colombia”, el primer número del periódico de u nir transcribió un
El labriego -apuntó Forero- vivió sin ningún contacto con la civilización. En cali
dad de arrendatario entró a las haciendas establecidas" y recibió un jom al, una
estancia que paga en trabajo, un área transitoria de limpia de monte o de potre
ros. Estas son sus condiciones de productor. Su relación con el Estado tam bién
era de opresión. El gobierno representaba para un arrendatario: (a) el alcalde
que lo mete a la cárcel por violar una disposición que ignoraba; (b) la autoridad
que lo lleva a la cárcel por fabricar aguardiente, o por beber aguardiente de con
trabando; (c) el que cobra peajes y pontazgos y (d) "la autoridad que se apresura
a lanzarlo de su estancia tan pronto com o se lo pide el terrateniente (Forero,
1937, pp. 58).
tes) y dos cuchillos. Se llevaron tam bién un anteojo de larga vista. En una época
que estuve enferm a entrababan a mi casa sin permiso, abrían los baúles, los es
culcaban, levantaban la paja de la casa {hifomte rendido por Ramón Lozano Carcés,
1935, pp. 1044-45).
POLITIZACIÓN Y CAMPESINOS
1Entre estos se destacan, por ejemplo, los estudios de Renán Silva (2006; 2005; 2009),
139
140 POLITIZACIÓN Y CAMPESINOS
ban decirlo) en el momento del ascenso de Stalin que, según parece, fue si
multáneamente el momento más anticampesinjsta y el más sectario de la
historia soviética (1929-1933), Con el sello de la ic extremaron el lenguaje
contra los "putchistas". Purgados estos, la emprendieron contra los Liberales
de todos los matices y contra los kulaks2. Aunque en 1934 empezaron a re
coger velas, los Liberales les habían aceptado el desafío y ofrecían lenguajes de
cambio social más sutiles y efectivos, y parecían dispuestos a adoptar solucio
nes prácticas y versátiles contra el latifundio.
Una vez que los Comunistas proclamaron su internacionalismo, los Li
berales, los Conservadores y la Iglesia pudieron estigmatizarlos a discreción:
ateos, materialistas, exóticos y extraños a la tradición cultural colombiana
(Jaramillo, 2007, pp. 257-275). Simultáneamente, hicieron el elogio de la
propiedad campesina. En la opinión colombiana, o, si se quiere, en la redu
cida "esfera pública de la burguesía”, el PCC aparecía fraguado en un crisol
moscovita, en la periferia autocràtica de la civilización europea. Considera
da la impronta eurocèntrica de la cultura política colombiana, semejante
percepción llamaba al estigma indeleble. Como reacción, los Comunistas an
claron en el sectarismo y el intercambio retórico que fue particularmente
intenso con Jorge Eliécer Gaitán, su competidor más fuerte en las bases po
pulares.
El año 1935 fue como la divisoria de aguas de esta confrontación: a) los
Comunistas dieron un viraje de 180 grados; déla política "clase contra clase"
se movieron hacia las alianzas del Frente Popular; b) la agitación social ce
dió no sólo porque los efectos de la crisis mundial empezaron a remitir, sino
porque las soluciones prácticas y la poderosa rbtórica del gobierno de la 're
volución en marcha" incrementaron la capacidad de cooptación popular.
Los Liberales lograron negociar en el Corfgreso iniciativas de cambio
constitucional y legal para resolver el conflicto de los baldíos. Parceladas va
rias haciendas y desmontado el conflicto de Fusagasugá, se despreocuparon
del tema de los arrendatarios que para ellos se limitaba a Viotá, municipio
controlado por el p c c . Más importante, los Liberales ya no eran el pararrayos
de la contrarrevolución preventiva fraguada por los Conservadores y la Igle
sia; este papel lo transfirieron a los Comunistas que, habida cuenta de su de
bilidad en el frente electoral, resultaron marginados de la negociación de
una ley agraria.1
1En este contexto cundínamarquós kulak, palabra rusa, se refiere al arrendatario que tiene
la capacidad de emplear otros campesinos como jornaleros temporales o subarrendatarios per
manentes en la explotación de la parcela o estancia que le entrega la hacienda. Genéricamente
es el campesino acomodado. Estos campesinos fueron beneficiarios importantes cuando se par
celaron haciendas de café en Fusagasugá y Viotá. Los kulaks fueron considerados el enemigo
principal en la colectivización de la agricultura soviética emprendida bajo la directriz de Stalin,
(1929-1933).
POLITIZACIÓN y CAMPESINOS 141
4 Una crítica sugestiva sobre la versión de Marx de la Revolución francesa y el carácter am
biguo que allí juegan los campesinos, se encuentra en McPhee (1989, pp. 1265-1280).
PO LITIZA CIÓ N Y C A M PESIN O S 143
¿Qué m ucho, pues, que los conservadores y los pseudoliberales atribuyan a las
doctrinas de Lenin y Trotzky (sic) el .fermento social contra el orden y los intere
ses creados por ellos, p ara no reconocer que María Cano predica la rebeldía con
tra estos intereses y contra el orden en que descansan desde la roca escarpada de
la injusticia general a que se encuentran som etidas las m asas populares? (López
a Nemesio Camacho, en El Tiempo, 24 de mayo de 1928, p. 4).
6 Futuros dirigentes y publicistas del Partido Liberal como Gabriel Turbay (candidato presi
dencial en 1946), Moisés Prieto y José Mar (seudónimo literario de José Vicente Combariza)
eran, en los años de 1920, activistas prosoviéticos. El primero, por ejemplo, pidió en la Confe
rencia Socialista de 1924 erigir un monumento al recientemente fallecido Vladimirlllich Lenin.
Como muchos otros, jugarían papeles importantes en el Liberalismo, las letras y el periodismo;
la política y la administración. (Mcschkat, 2008, pp. 39-55); (Vancgas, 2008, pp. 25-38).
7La carta del 25 de abril de 1928 fue publicada en El Tiempo, jueves 26 de abril de 1928, pp. 1
y 4, La del 20 de mayo de 1928 también fue publicada íntegra en El Tiempo, jueves 24 de mayo de
1928, pp. I y 9. La primera cana fue reproducida en Eastman (comp.) (1979, pp. 55-61).
146 PO LITIZA CIÓ N Y C A M P E S IN O S
si Jos principales revolucionarios que quedan en arm as, como son los de Suma-
paz, Tequendama, La Palma, Norte y Centro del Tolima, las deponen y se some
ten al gobierno, los presos políticos y prisioneros de guerra que están a disposi
ción de éste, serán puestos en libertad y en trarán 'en pleno goce del indulto8.
t
jos; las armas, especialmente las de la facción roja, fueron el machete, el ar
tefacto más empleado en la mortífera batalla de Palonegro (11-25 de mayo
de 1900), la mayor confrontación en toda la guerra.
Con todo, la leyenda de terrible destrucción apaciguó los ánimos y abrió
camino a la concordia, de suerte que las décadas posteriores han sido consi
deradas por la historiografía como un oasis de paz nacional. Sin embargo, a
la atmósfera política de entonces bien puede aplicarse la metáfora del capí
tulo XJIJ de El Leviatán de Hobbes, sobre la guerra y el mal tiempo. Puesto
que la naturaleza de éste no consiste en uno o dos aguaceros sino en la pro
pensión a llover varios días, la naturaleza de la guerra no consiste en la lucha
activa sino en la determinación a luchar durante todo el tiempo en que no
haya seguridad de lo contrario. Era, pues, una paz armada. La violencia elec
toral confirmaba que el sectarismo bipartidista subyacía en la cultura políti
ca, aunque un ejército profesional mediaba en las disputas electorales y di
suadía a los jefes de partido a emplear las armas9.
El ambiente volvió a calentarse en 1910, cuando se reanudaron las pujas
electorales. Abundaron los incidentes de fraude electoral, intimidación y vio
lencia desembozada y, a raíz de las elecciones presidenciales de 1922, el país
volvió al borde la guerra civil. Poco antes de morir, en febrero de 1924, Ben
jamín Herrera, uno de los jefes de los Mil Días y candidato derrotado, envió
un “memorial político" al presidente Conservador, Pedro Nel Ospina, denun
ciando una serie de asesinatos de ciudadanos Liberales en unos 50 munici
pios del país.
La historia del mundo m oderno nos enseña que allí donde la justicia y la iniqui-
dad han pretendido perseverar, e im ponerse o el fraude y 'la violencia', los pue
blos reaccionan naturalm ente por medio de ‘Ja violencia’, m as no ya p o r actos
colectivos de guerra y asonada, sino por actos individuales que procuran la eli
minación o supresión de determ inados individuos a quienes se considera res
ponsables de actos oficiales contra las garantías sociales o contra la riqueza pú
blica. Este modo de reaccionar es como una etapa en la evolución social de los
pueblos, que en esa forma, en vez de guerra civil, consideraran hacer labor más
eficaz y menos costosa en beneficio de los grandes intereses sociales. (...) Cuando
se cierran los caminos legales y pacíficos, se abren los de 'la violencia’ y se preci
pita a los oprimidos y explotados (...) en la pendiente del atentado personal,
como único medio de hacer la defensa personal y la defensa social. No es cues
tión política; es pura cuestión social (pp. x x x -xxxjv )101
.
10Renacimiento, órgano del Directorio Liberal del Departamento del Huila, n° 12, 18 de mar
zo de 1922,
11 Sobre estos conceptos de rebelión e insurgencia annada ver Desai y Eckstein (1990, pp.
441-465); Lichbach (1994, pp. 383-418).
PO LITIZA CIÓ N Y C A M P E S IN O S 149
porque en el socialismo
somos jefes y soldados.
Porque el liberal es de oro
y los goditos de plata
pero cuando nos arañan
lo mismo es gato que gata.
Ypa aumentar los salarios,
ypa que haya economía
mataremos a los Zánganos
que tiene la policía
(Claridad, n° 50, 13 de abril de 1928, p. 3).
12 Sobre UNIR es iluminador López (1936), fuertemente resentido por la vuelta de Gaitán al
Partido Liberal, signo irrefutable, escribe, de su ambición desmedida.
150 PO LITIZA CIÓ N Y C A M P E S IN O S
La política en el municipio
13 Sobre la reducida violencia en estas movilizaciones, Marco Palacios (1979b, pp. 159-173).
El sistema de vasos comunicantes de la estructura agraria y la violencia política en Colombia
fue tópico en los análisis marxistas de la década de los sesenta. Ver, por ejemplo, Posada (1960,
pp. 9-69) y Gilhodés (1974).
PO LITIZA CIÓ N Y C A M PESIN O S 151
l4Sin fecha. Posiblemente de comienzos de 1933. rgaspi,f. 495, op. 104, d.59,11. 143-144, en
Meschkat v Rojas (comps.) (2009, p. 743).
J 52 POLITIZA CIÓ N Y C A M P E S IN O S
En la Inspección de Policía del Sum apaz (1932) se cometen las más flagrantes
tropelías. Tanto el personal de la Inspección como los guardias puestos a su ser
vicio, viven y comen en la casa de la hacienda, m ontan en bestias de la hacienda
y se embriagan con aguardiente de contrabando producido en la misma hacien
da. Allí los señores latifundistas hacen lo que a bien tienen con los colonos, y no
hay autoridades ni tribunales que im pidan semejantes expoliaciones. Las auto ri
dades de esa región han iniciado una cam paña de terrorism o contra aquellas
gentes humildes que no han cometido otro delito que reclam ar los derechos que
poseen sobre sus labranzas. El m ayordom o de'la hacienda ordena al Inspector
arrebatar a los colonos sus anim ales, efectuar lanzam ientos sin forma alguna de
juicios, cobrar multas, efectuar embargos y otras funciones que sólo correspon
den al Poder Judicial. Todos estos docum entos reposan en poder la Comisión (de
la Cámara de Representantes) y pueden ser consultados por los que lo deseen
(Anales de la Cámara de Representantes, 11 de noviembre de 1932, pp. 768-9).
(...) La Gobernación de C undinam arca señaló los lím ites provisionales entre los
municipios de Pandj y San B ernardo (...) y la casa donde funciona la Inspección
de Policía de Paquiló quedó dentro dei m unicipio de Pandi. Sin embargo, el se
ñor Alcalde de San Bernardo instaló allí un Inspector y decretó varios lanza
mientos. El señor Alcalde de Pandi declaró que dicha Inspección estaba dentro
de su jurisdicción, y dijo a los colonos lanzados que él los restablecería en el do
minio de sus labranzas. Con este halago acudieron los colonos en núm ero consi-
PO LITIZA CIÓ N Y C A M PESIN O S 153
derabie, en septiem bre 16 Í1932). Pero resulta que el Alcalde de Pandi fue apre
sado por los guardas, y éstos abrieron un tiroteo contra los colonos, resultando
de esto una señorita m uerta y varios heridos. (...) La Guardia sostuvo durante
varios días un tiroteo nutrido en todo e) sector, de modo que nadie podía volver a
sus casas.
El cadáver de la señorita m uerta por los guardias perm aneció durante trece
días en el sitio donde cayó, hasta que unas mujeres se atrevieron a desafiar las
iras de los guardianes de la ley y sacaron el cadáver y lo enterraron en un cem en
terio campesino. (...) En Cunday e Icononzo la situación es todavía m ás grave.
Pues el señor Secretario de la G obernación del Tolima (...) por medio de un de
creto declaró que no había tierras baldías, a pesar del decreto 1110 (...) y a pesar
de que el señor Procurador General de la Nación le informó que no tenía faculta
des para conocer de estos asuntos. En Cunday el alcalde hace lodo lo que los se
ñores feudales le ordenen, y todos los días reduce a prisión a los labriegos, les
impone fuertes m ultas y los lanza de sus labranzas, destruyéndoles sus habita
ciones. Y como ocurre que en el Tolima son los Concejos municipales los que fi
jan los sueldos de los Alcaldes, estos están som etidos a lo que digan los señores
que tienen mayoría en dichas corporaciones (Anales de la Cámara de Represen
tantes, 11 de noviem bre de 1932, p. 769).
Por aquella época dom inaba a las m asas trabajadoras del campo un individuo de
nombre Juan Sánchez quien en abierta pugna con los elementos moderados de la
población, se propuso ordenarle a los campesinos la ocupación de hecho de los
sectores de varias haciendas vecinas en su m ayoría de propiedad de familias con
servadoras como los De Narváez. (Hacienda Subia, MP) El gobierno liberal orde
nó la protección de la propiedad privada y de la vida de sus m oradores sin discri
15Herbert 'Tico" Braun traza una breve semblanza del personaje y de su asesinato en "Lau
reano y Saúl", UNPeriódico, n° 54, 7 de marzo de 2004.
,6Parmenio Cárdenas fue gobernador de marzo de 1936 a abril de 1938 (Velandia, 1979, p.
406).
154 POLITIZACIÓN Y CAMPESINOS
m inación de partido. Con tal motivo hubo escaram uzas entre la Guardia y los
elementos cam pesinos im pulsados por el señor Sánchez y un raquítico juez m u
nicipal de apellido Acero. Vino entonces un choque de fuerzas civiles. Los habi
tantes de la zona urbana, en abierta pugna con Sánchez, se fueron a las manos.
Resultado de la refriega, un señor de apellido Medina a quien Sánchez, el agita
dor, le propinó un barberazo en el brazo derecho. Medina se desquito más tarde
con el flacucho juez, Sr. Acero, a quien casi decapita de un trem endo navajazo en
el cuello (Fajardo, 1952).
n Según Rodo Londoño este p a n no fue un partido político, sino una etiqueta para participar
en las elecciones departamentales y municipales, fundado una vez que Gaitán disolviera la u n i r .
Pero, a diferencia de ésta, el p a n incluía dirigentes campesinos. Londoño (2009a, p. 15 y p, 197).
156 PO LITIZA CIÓ N Y C A M PESIN O S
Hace treinta años, reuniendo los escasos sobrevivientes del naufragio socialista
en la alta marea del liberalismo en ascenso, surgió el 17 de julio el Partido Comu
nista como una agrupación sectaria y estrecha que aspiraba a abrirse campo en
la realidad colombiana, disputándole su derecho a la vida a las dos gigantescas
fuerzas de los partidos tradicionales, aunados pára sofocarlo en su infancia. El
entonces reciente desastre del socialismo revolucionario era apenas el últim o y
más ruidoso de una larga serie de fracasados intentos p o r vencer el descomunal
obstáculo de la tradición bipartidista (Treinta años de lucha, 1960, p. 151).
*t
El "desastre" se compendiaba en la matanzakie la Zona Bananera de di
ciembre de 1928, seguido de los fallidos y atropellados levantamientos "bol
cheviques" de El Líbano, Tolima18, y La Gómez, Santander, de mediados de
1929.
Como la mayoría de partidos comunistas del mundo, el colombiano nació
en el proceso de bolchevización de grupos socialistas conforme al mandato del
Comintern o Tercera Internacional Comunista, ic, fundada en Moscú en mar
zo de 1919. En su segundo congreso (Moscú, 19 de julio - 9 de agosto de 1920),
la organización aprobó estatutos y definió el objetivo principal:
luchar por todos los medios, inclusive m ediante las arm as, para derrocar a la
burguesía internacional y crear la República soviética internacional, como etapa
de transición hacia la desaparición completa del E stad o 19.
Según las directrices de 1924 y 1925, para pertenecer a este "partido co
munista mundial" los partidos nacionales debían bolchevizarse. En el cami
no fueron desapareciendo la autonomía de los grupos socialistas locales y
sus gacetillas variadas, dispares y a veces pintorescas (Núñez, 2006, Anexo,
pp. 221-30).
Lo que muestran ejemplos de la historiografía postsoviética es que, a pe
sar de la uniformidad de la "bolchevización”, los resultados nacionales fue
ron muy dispares. El colombiano, como sabemos, no fue de los más ejem
plares. Gracias a la reciente publicación de la parte más sustanciosa de la
documentación (1929-1933) que reposa en los archivos estatales rusos, sabe
mos algo más de la bolchevización colombiana, que ya había sido esbozada
en las historias oficiales del pcc de 1960 y 198020. Con base en estas tres pu
blicaciones que vieron la luz en el lapso de medio siglo, puede trazarse la
formación azarosa del PCC y distinguirse dos fases posteriores al “primer
p c c ", 1923 a 1925, que no consiguió reconocimiento de la ic. La primera fase
es la del trienio 1924-26 que fue ambivalente porque la ic ni rechazó ni acep
tó la incorporación de los grupos comunistas colombianos. En las minutas
de los funcionarios de Moscú hay críticas a la "incertidumbre del plantea
miento de los problemas teóricos y de la táctica comunista" (Jeifets, 2001, p.
13). Los juzgaron extemporáneos y fuera de lugar, como si
Además, les endilgaron tres errores capitales: las tácticas terroristas, los
acuerdos electorales con los Liberales y la ausencia de proletariado en sus
filas, con el consiguiente predominio de los intelectuales que, a su vez, con
llevaba el peligro de adoptar líneas pequeño burguesas, personalistas y cau-
dillistas (pp. 35-37). Por todo esto, les aconsejaron "realizar un gran trabajo
ideológico de educación" (pp. 13-16 y 27).
La siguiente fase comienza con la creación del psr que, en vano, intentó
montar una estructura organizativa centralizada y adoptar principios clasis
tas y de lucha por la dictadura del proletariado (p. 16). Ante el auge de huel
gas de mediados de la década de los veinte y a la luz del concepto leninista
de “situación revolucionaria", la ic oteóla posibilidad del despegue comunis
ta en Colombia. El viaje de Guillermo Hernández Rodríguez a Moscú en
1927 en representación del Sindicato Nacional Obrero —la primera ocasión
que un revolucionario colombiano participaba oficialmente en un acto de la
Internacional Sindical Roja (Profintem) en Moscú— abrió un intercambio
20 Ver Tt^einta años de Lucha (1960, pp. 5-25); Medina (1980, cap. i, secciones 1.3,1.4, 1.5 y I-6).
De la investigación reciente, ver Lázar y Jeifets (2001, pp. 7-37); Meschkat (2008, pp. 39-55).
158 POLITIZACIÓN Y CAMPESINOS
hace poco el grupo com unista recibió reconocim iento de la Tercera Internacio
nal. Sin embargo, no hay el m enor peligro de que o curra algún disturbio serio en
los próximos diez años. (...) La reciente huelga de las bananeras, se originó en la
propaganda subversiva de un grupito de agitadores colom bianos con sim patía
bolcheviques. (...) pasada la huelga se m ilitarizó |a zona y la situación está com
pletam ente controlada. Los am otinados tuvieron varios cientos de bajas y fueron
reprim idos después de causar serios daños a las propiedades de la United Fruit
Co., resultando seriam ente afectado el Ferrocarril de Santa M arta (Public Re
cord Office ( p r o ) Foreign Office ( f o ) 371/13479, Bogotá, 12 de abril de 1929, Mr.
Monson to Sir Austen Chamberlain, p,4). * •
entrever la m aniobra del Ministro para pedir un aum ento del pie de fuerza del
Ejército, plan que no cuenta con respaldo popular ni con el del ejecutivo (p.2).
21 Sobre la represión y las respuestas y dilemas de las organizaciones obreras ver Núñez
(2006, pp. 136-42).
22 Carta de Juan de Dios Romero a la Academia Comunista de Moscú, Bogotá, 14 de junio de
1928, rcasp ], f. 495, op. 104, d. 16, 1.5. transcrita en Meschkat y Rojas (2009).
23 Carta de Juan de Dios Romero a Virgilio Verdaro, Bogotá, 2 de junio de 1929, en rgaspi, d.
16, 1.5, transcrita en Jeifets (2001).
160 POLITIZACIÓN Y CAMPESINOS
u Carla del Buró del Caribe al cc del p c c , Nueva York, 1J de agosto de 1931.
I! Cancionero Popular Mexicano, selección, recopilación y textos de Alda na y Mendoza (1987,
vol.l, p. 334). De las muchas versiones se puede escuchar "música mexicana de banda" en Yon-
lube: hltp:/Avww,youlube.com/watch?v=XJepOZwUEMY
16Varios documentos al respecto se encuentran citados en Jeifets (2001) y están transcritos en
Meschkat y Rojas (2009); Treinta Años de lucha (1960, p. 15).
POLITIZACIÓN Y CAMPESINOS 161
Ahora bien, el proceso por el cual el pcc logró ganarse una masa sustancial
del campesinado viotuno y mantener la fidelidad de generaciones sucesivas
permanece inédito, atiborrado, como debió estar, de contingencias. El infor
me del prefecto de Girardot (12 de enero de 1922) registró que
i 65
166 DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS
1Carta del Buró del Caribe al cc del pc de Colombia, New York, 11 de agosto de 1931, r g a s p i ,
F, 495, OP. KM, D. 48, h. 3-6.
2Carta de! Buró del Caribe a) cc del pc de Colombia,Wew York, 11 de agosto de 1931, r g a s p i ,
F. 495, o p . 104, D. 48. n. 3-6.
3 Notaría 4 de Bogotá, Escritura 1360 de 1928; Notaría de la Mesa, Escritura 29 de 1931 y
Notaría de Tocaima, Escritura 22 de 1934; Palacios (2002b, pp. 366-72).
DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS 167
cuando ya era inevitable el ataque, y los disparos de los cam pesinos se sucedían
unos a otros, hicieron fuego sobre uno de los grupos de revoltosos, hiriendo va
rios de los atacantes y dejando a uno de ellos m uerto (p.l).
Después de lo cual
se sucedieron otros choques que culm inaron con la m uerte de dos m ás de los
atacantes, cuyos nombres se ignoran hasta el mom ento. R esultaron igualm ente
cerca de 24 heridos, algunos de ellos de gravedad (p .l).
banderas rojas y de otros colores, de diversos tam años y carteles, uno de los cua
les decía 'Pedim os pan, tierra y techo para las m adres p roletarias’. Se detuvieron
un buen rato y, a la señal de un cohete, a las doce en punto, em pezaron a b ajar
170 D E UNA PLAZA D E PU E B LO A L O S L IN O T IP O S B O G O TA N O S
por las distintas entradas de la población, donde la policía, con los refuerzos re
cibidos contaba con once agentes, el com andante y el alcalde (pp. 1 y 12).
entraron en colum nas, prim ero de niños, luego de m ujeres y p o r últim o los hom
bres, dando vivas al com unism o y llevando ostensiblem ente, adem ás de b ande
ras y carteles, m uchas arm as como m achetes, cuchillos, hachas y palos que ellos
dicen presentaban como símbolo del trabajo. (...) El señor Pioquinto Rodríguez,
residente en la población y herido de revólver ése día, vio a dos cam pesinos con
escopetas y dos con revólveres. El Alcalde, apostado en la puerta de la alcaldía,
en com pañía del señor com andante de G uardias de C undinam arca (...) observa
ba el desfile de las mujeres y de los niños que m archaban de a tres en fondo,
dando vivas al comunism o.
Al presentarse la colum na de hom bres, el Alcalde se dirigió de improviso a
su encuentro y los intim ó que no podía e n tra r arm ados; como ellos avanzaran, le
arrebató a uno un cartel y se lanzó a quitarle a José F ranco u n a bandera grande
que llevaba, éste se resistió y entraron en lucha asidos del asta de la bandera. En
estos m om entos un hom bre que portaba un hacha, le tiró con ella al alcalde,
pero no por el filo, sino por e] ojo, causándole heridas contusivas (sic) en la cabe
za que sangraron abundantem ente en seguida. A pesar de esto, el alcalde no soltó
el asta de la bandera, pero a poco entraron a luchar con él, adem ás del abandera
do otros individuos y lo derribaron. !
Cuando esto ocurría el com andante de la G uardia de C undinam arca (...) se
dirigió a la m ultitud declarándole que él les dab'a garantías para hacer la m ani
festación, siem pre que en traran en orden y sin arm as, pero nos decía el señor
Com andante, era tal el alboroto que ya se había form ado, que probablem ente no
le oyeron y entonces se devolvió hacia el grupo de la Policía que com andaba con
el ánim o de ordenarle p rep arar las arm as (...) cuando alguien siguió detrás de él
y le lanzó un m achetazo que lo alcanzó a h erir en la nuca.
El Com andante entró al patio de la casa consistorial, seguido del Cabo Valencia,
a quien tam bién habían herido ya en la boca de u n a pedrada. La m ultitud se es
taba agolpando a la puerta de la Consistorial, lanzando piedras y esgrimiendo
arm as, (...) En este punto el Cabo Valencia pidió órdenes y el C om andante se las
dio de sacar los guardias que esperaban en el patio y de que hicieran fuego. (...)
el Alcalde, una vez derribado, disparó su revólver repetidam ente {Anales de la
Cámara de Representantes, 27 de septiem bre de 1932, p.435)s.5
tradicional y así lo esperaban los gamonales. Pero las nuevas formas de poli
tización que aparecen en el Viotá de los años treinta dividieron a los pobla
dores, El miedo a la muchedumbre campesina estaba instalado en algunos
sectores de la población y los rumores eran su combustible natural. Que los
directorios municipales de los partidos políticos pidieran permiso para ma
nifestarse un domingo era cosa de rutina. No era así que grupos de campesi
nos notificaran a un alcalde que harían una manifestación de protesta. A
esta rareza se sumaba el evidente patrocinio de la hoz y el martillo. En esta
situación no debe extrañar que algunos habitantes del casco vieran armas
mortales en las herramientas de trabajo campesino, de un modo tan natural
como los comisionados de la Cámara de Representantes que no considera
ron qué tan probable era que unos campesinos fueran a una manifestación
con armas de fuego y acompañados de sus niños. Los habitantes, como el
telegrafista que rechazó a Sáenz, parecieron entender la situación de otro
modo. En las dos versiones del incidente, la de la Comisión de la Cámara de
Representantes y la de El Tiempo, se exhibe la fractura abierta en la sociedad
viotuna: de un lado, los cultivadores del campo; del otro, los habitantes del
casco, azorados y divididos frente a los acontecimientos6. No estamos ante
la brecha civilización/barbarie, así algunos habitantes del casco fuesen pro
clives a comportarse conforme a los paradigmas culturales de la "superiori
dad" del orden político y comercial en una sociedad rural. A fin de cuentas
los habitantes de un casco viven de almacenes, tiendas y talleres artesanales
de clientela campesina, y su minúscula capa social que vive de cumplir unas
cuantas funciones de rutina administrativa, política o religiosa.
Además de lo anterior, hay que mencionar que en la tradición política
colombiana los pueblos no han sido fáciles apéndices de las grandes hacien
das o, dicho de otro modo, las haciendas no han sido ni tan extensas ni tan
poderosas para avasallar el arraigado municipalismo de las cabeceras. Es
posible que el arribo de los políticos movilizadores a lugares como Fusaga-
sugá o Viotá alterara los ánimos, creara expectativas, revolviera tirrias, con
sejas y prejuicios. Desde la perspectiva nacional, reportajes como los de El
Tiempo hacen pensar en la espesura de una mentalidad oligárquica de exclu
sión y miedo a las manifestaciones de inconformidad popular. En el libera
lismo de los oligarcas no había cabida para tolerar el ejercicio de los dere
chos fundamentales de reunión y de expresión, en caso de que los sujetos
fuesen campesinos inconformes.
¿Qué pasó con el arzobispo de Bogotá? Aparte del telegrama de alarma
el prelado, guardó silencio. Poco antes de estos acontecimientos, en junio,
había condenado (“deploro y repudio" fueron sus palabras) a los senadores
que se negaron a dar un saludo de cortesía al nuncio (La Iglesia. Órgano Ofi
cial, 1932, p. 178), y en la edición de julio-agosto de la revista de la Arquidió-
7Caita de Vieira y Vidales al Buró del Caribe, 19 de mayo de 1933, rgaspi , f. 495, op. 104, d.
63.11. 36-90. Vidales, el prim er director de El Bolchevique, duró unos dos meses en el cargo; fue
retirado discretamente de esa dirección en octubre 1934 y reemplazado por Aurelio Rodríguez,
obrero de Bucaramanga": El Bolchevique, n° 28, 6 de octubre de 1934.
D E UNA PLAZA D E PUEBLO A LOS L IN O T IP O S BOGOTANOS 175
abolición del sistema de enganche, del salario en vales, de los castigos corporales,
de la restricción a la libertad personal; jom ada de ocho horas, descanso dom ini
ca] pagado y aumento de salarios... (El Bolchevique, 24 de marzo de 1935, p. 4).
en Viotá obtuvimos un éxito político resonante, colocando por prim era vez m a
yoría com unista sobre el Partido Liberal en una ciudad (sic) de Colombia. Por
sobre la reacción y las maniobras, a pesar de que el carácter de las elecciones
exigía saber leer y escribir, en un m edio cam pesinato (sic) de gran analfabetis
mo, los cam aradas lograron 480 votos sobre 360 votos liberales y 20 votos con
servadores. La indignación de la burguesía y los latifundistas la verán reflejada
en el recorte de ‘El Tiempo' que les incluimos (Meschkat y Rojas, 2009, p. 760)9.
bajo el control del partido com unista em ergió una clase de prósperos granjeros
de clase media, (sic) con sus propias plantaciones cafeteras, granjeros que pagan
sus cuotas al partido, pero que son básicam ente recuperables (ahora en 1968,
diríam os que ya han sido recuperados) p o r la sociedad tradicional (p.45).
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B-
5
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C uadro vii .1. V o ta c ió n p o r el pcc, p a r a c o n c e jo s m u n ic i p a le s , 1 9 3 5 - 1 9 4 7 ( c o n tin u a c ió n )
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DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS 179
para una reforma en el campo, así sea fragmentaria, es necesario que exista un
m ovimiento campesino, con base precisam ente en las m asas que m ás la requie
ren, o sea, en el caso presente, en los campesinos sin tierras. Sin esta condición,
ni Lenin, ni Stalin, harían una reform a de masas en el campo: Cuando López
mira el agro colombiano, sólo existen focos aislados y en general muy débiles de
rebeldía campesina, focos de dirección comunista, cuando el comunismo se halla
desconectado de las masas liberales y conservadoras del campo en casi todo el país
(vol. v, p.7).
cilla técnica de navegación ideológica los Liberales pudieron cumplir sus ob
jetivos pragmáticos; ésta nos da una clave para comprender por qué izquier
distas, incluidos marxístas, terminaron siendo los "intelectuales orgánicos"
de la "república Liberal".
En vísperas de la campaña electoral de 1929 el dirigente Liberal Alfonso
López Pumarejo, un clubman ajeno a los énfasis, modas y gestos de los inte
lectuales, remozó el sectarismo tradicional. Pasó por alto la reconocida divi
sión de su partido entre "militaristas" y "civilistas" y etiquetó socarronamente
unas seis variedades de Liberales: reaccionarios, Conservadores, gobiernis
tas, antigobiemistas, de tendencia socialista y revolucionarios. En este regis
tro, López era revolucionario sencillamente porque estaba preparado para la
caída inminente del Partido Conservador en la urna electoral, que en aquel
año los observadores más perspicaces veían como algo ilusorio (Tirado,
1986, p. 165)10. Aunque la predicción de López resultara correcta, lo cierto
fue que con Olaya Herrera llegaba al poder presidencial una coalición bipar
tidista y de independientes, llamada Concentración Nacional. Por esto, la
"revolución Liberal" tuvo que esperar en la amplia antesala que, meticulosa
mente, le amobló el nuevo presidente.
Los partidos colombianos solían m archar desunidos y en desorden, y los
años treinta no fueron la excepción. Por lo tanto, no debe extrañamos que la
bancada Liberal en el Congreso de 1930, donde todavía era minoría, no pre
sentara un proyecto legislativo orgánico sobre los temas agrarios. Leemos
iniciativas sueltas de individuos o de pequeños grupos de congresistas. Pue
den citarse, entre otros, un proyecto sobre “Contrato de concertaje habla de
“patrones” y "amos” y recordaba que "peones conciertos" son "quienes alqui
lan sus servicios”. Aun así, “todos los amos estámobligados a proporcionar a
sus peones la enseñanza gratuita de leer, escribir y contar..." (Anales de la
Cámara de Representantes, 7 de julio de 1932, p. 35). Otro proyecto se queda
ba en las nubes de la "protección de derechos a los cultivadores de tierras".
Su autor reconocía que era similar al del senador Salvador Iglesias (1922) y,
como aquel, trataba de resolver "el problema del cultivador que es a la vez
político y económico" (Anales de la Cámara de Representantes, 30 de agosto
de 1932, p. 268). Eduardo López Pumarejo, hermano de Alfonso y colocado
a la derecha de éste, ofreció uno sobre "el fomento de las parcelaciones de
fincas rurales" (Anales de la Cámara de Representantes, 14 de noviembre de
1932, p. 861), y Luis Felipe Latorre (secretario de la presidencia de Olaya)
otro sobre “arrendamiento rural”.
En cualquier caso los Liberales, que desde 1930 manejaban segmentos
importantes de la administración nacional y después de 1931 alcanzaron
mayorías en el Congreso, no estaban dispuestos a perder la oportunidad de
ejercer patronazgo y politizarlo que les brindaba el descontento rural.
13El núcleo intelectual del grupo, originario de Boyacá, estuvo integrado por Plinio Mendo
za Neira, el director, con Darío Samper, y Armando Solano, Germán Arciniegas, Antonio García,
Gerardo Molina, Moisés Prieto, Jorge Padilla, José Mar, Abelardo Forero Benavides, Luis de
Greiff, Eduardo Zalamea Borda, Darío Achurv Valenzuela, Diego Mejía, César Uribe Piedrahita,
Arturo Vallejo y Felipe Lleras, la mayoría abogados, algunos de los cuales venían del bolchevis
mo de tertulia chocolatera. Todos admiraron la obra de Alejandro López; a este respecto ver
"Liberalismo izquierdista", Acción Liberal, Año ], n° 2, Tunja, junio de 1932, pp, 53-4. Inmedia
tamente después del editorial citado en la nota anterior venía una carta de Alejandro López a
Jorge Eliécer Gaitán, fechada en Londres, 5 abril de 1932, que la revista tituló "Ideas del izquier-
dismo", en Acción Liberal, año I, n° 2, pp. 55-59.
ME1 personaje espera su biógrafo. Palacios, G. {2000, pp. 431-76); Medófilo Medina no dudó
en calificar a Cuadros de "oportunista de ambigua trayectoria internacional" (1980, p. 199).
15Aquí quiero recordar a Víctor Urquidi quien me contó en detalle su difícil vida de adoles
cente en el Bogotá de esa época, en razón de ser hijo del Ministro de la Legación de México.
16Por esta época, el movimiento Alianza Popular Revolucionaria Americana (afra ) o apro
nto, creado en México en 1924 por el peruano Haya de la Torre, se concebía como un frente
amplio de intelectuales, campesinos y obreros que proyectaba un nacionalismo más inspirado
en la Revolución mexicana que en la ideología marxista v reservaba a las clases medias un pues
to más prominente en la acción política.
DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS 183
no adm ite que se deje en los campesinos la im presión de que ellos valen m ás por
la agitación que por el trabajo, de que basta con que ellos descubran las miserias
{legales, de titulación, m p ) de los patrones, para que el Estado arrebate a éstos las
tierras y las ponga en sus manos, sin que una nueva moral se im ponga como re
guladora de la vida rural. El plan liberal izquierdista consiste en hacer al Estado
dueño de la tierra para que la dé en arrendam iento a los campesinos. Los cam pe
sinos sabrán así que tienen deberes sociales y que responderán ante el Estado
constituido para su bien y para coordinar los esfuerzos de la comunidad (Arci-
niegas, 1933, pp. 344-51).
17 Para sus principales concepciones del problema agrario ver especialmente Acción Liberal,
n° 3 y 4, Tunja, julio-agosto de 1932, pp. 243-58; n° 5-7, Bogotá, septiembre-noviembre de 1932,
pp. 210-40; n° 19, agosto de 1934, pp. 735-89; n° 23, febrero de 1935, pp. 1029 y ss., n° 24 marzo
de 1935, pp. 1085-6; n° 27, agosto de 1935, pp. 1245 v ss. Gaitán se retiró del grupo en 1934,
cuando ya estaba en marcha su experimento de unir .
I!“E1 trabajo frente al latifundio".
184 DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS
proporcionando los medios eficaces, a fin de que tan lógica aspiración no se de
tenga en el plano de los simples deseos retóricos. E sta tiene que ser obra del Es
tado; obra ardua, en la cual el obstáculo de mayor resistencia será, en ocasiones
múltiples, el misoneísmo, la rutina, el hábito y falta de aspiraciones del trabaja
dor (Anales de la Cámara de Represen tan íes, 10 de octubre de 1933, pp. 615-.
620)19.
20Sobre las versiones del incidente ver. El Tiempo, 4 de febrero de 1934, pp. 1 y J2.
21 Ver por ejemplo La Lucha, n°l, 1 de julio de 1934, p. 1; n° 10, 16 de agosto de 1934; n° 20,
25 de noviembre de 1934.
188 DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS
Siempre he sostenido —dijo el General— que sólo armando a los elementos agra-
ristas que han sido, son y serán el baluarte firme de la Revolución se les podrá
capacitar para que sigan cumpliendo su apostolado, en vez de continuar siendo
víctimas de atentados como ocurre en toda la República. Entregué a los campesi
nos el ‘mauser' con el que hicieron la Revolución para que la defiendan, para que
defiendan el ejido y la escuela Wnirismo, n6 36, 21 de febrero de 1935, p. 6).
a. Los colonos eran considerados el principal grupo del campo cuya aspiración
era ser propietarios. Estaban organizados en la Sociedad Agrícola de la Co
lonia de Sum apaz, bajo el liderazgo de E rasm o Valencia, que contaba con
seis secciones distribuidas en Cundinam arca, Bovacá, Tolima, Huila y
M eta23. Con base en la Ley 74 de 1926 sobre colonización y parcelación de
latifundios,la Sociedad había em plazado al Gobierno a efectuar el reparto
inm ediato de la tierra "aunque hasta la fecha han logrado arrebatar a los la
tifundistas cerca de 700.000 hectáreas en Bogotá, Pasca, Arbeláez, San Ber
nardo, Pandi, Icononzo y Cunday". Cifra bastante infiada.
b. Los arrendatarios que se lim itan, "las más de las veces”, a rebajar las obliga
ciones, m ejorar la alim entación y las condiciones de la jom ada laboral. Los
describe com o "poco organizados y por tanto muy fluctuantes" y sugiere que
no aspiran a la tierra.
c. Los pequeños propietarios, que tienden a “copiar todos los defectos y abusos
de los grandes terratenientes" y viven en pleitos de linderos y servidum bres
(Claridad, n° 152, 30 de septiem bre de 1936).
!J Digamos de paso que Juan de la Cruz Varela haría sus primeros pinitos políticos en la
Sociedad, su escuela política que lo llevaría a ser uno de los líderes agrarios más importantes de
Cundinamarca y el oriente del Tolima de la década de los cuarenta a mediados de la del sesenta.
Ver su "Carta al presidente de la República” en Claridad, n° 156, 2 de abril de 1937, p. 3 en la que
denuncia con respeto y buena escritura la violencia y arbitrariedades en la hacienda El Palmar
de la Compañía Cafetera del Tolima. Rocío Londoño Botero ofrece un aspecto de la semblanza
del dirigente en "Cómo leyó Juan.de la Cru2 Varela?”, Análisis Político, n° 15, enero-abril de
1992. pp. 100-130.
190 DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS
Siguiendo la directiva del Comintem de 1930, el pcc rompió con los Libera
les y pasó a tildarlos ya de “pequeñoburgueses”, ya de "terratenientes bur
gueses", o sencillamente de "fascistas", como el presidente Olaya. Todavía en
1934 el pcc consideraba que no había lugar en Colombia para las alianzas de
clase con una burguesía
no se refiere a las diferentes capas del cam pesinado y m enos aún a la m asa fun
dam ental de cam pesinos pobres y m edios si no a la delgada tela de kulaks, es
decir a los grupos de burguesía agraria que podría beneficiar una ley de crédito
(n° 31, 27 de octubre de 1934, p.4).
24 Sobre u n i r , ver El Bolchevique, n° 25, 15 de septiembre de 1934, p.4 y sobre La Casa Libe
ral, n° 19,4 de agosto de 1934, p. 2.
DE UNA PLAZA DE PUEBLO A LOS LINOTIPOS BOGOTANOS 191
en ocasión mem orable el Dr. Alfonso López dijo que (en Colombia) no se justifica
la creación de un Frente Popular; no la reclam an las realidades políticas ni exis
ten las circunstancias que le han dado origen y explicación en ciertas naciones
europeas25.
Sin embargo, la afinidad del pcc con la versión Liberal de la historia co
lombiana y las restricciones que se autoimpuso para tener en pie el espanta
pájaros del Frente Popular y luego la alianza antifascista, lo orillaron a ser
aliado menor de los Liberales en un trayecto de diez años (1935-1945). En
esa imaginada alianza con el Partido Liberal se diluyó la estrategia clasista y
contra el bipartidismo. En las cañadas y bosques de las haciendas de Viotá
proliferaban reuniones clandestinas de las que salían ligas y secciones sindi
cales bautizadas con los nombres de los héroes Liberales del siglo xix. El
mascarón "Frente Popular" requería una estrategia política, y ésta un conte
nido de clase. Así surgió la necesidad de inventarse la burguesía "antifeudal
y antiimperialista"; en esta operación pareció ocurrirles lo que al señor Jour-
dain: hablaban en Liberal sin saberlo, enfermedad agravada por el "obreris
mo", "revisionismo" o "brawderismo" de 1941 a 1947, años en que el pcc
pasó a llamarse Partido Socialista Democrático y mejoró un poco sus ma
gros resultados electorales. '
C apítu lo v in
LA COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936
Algunos oradores han dicho que este proyecto es liberal y no marxista; eso es
evidente. El proyecto es liberal y menos que liberal, pues en otras partes el libe
ralismo ha ido más lejos; en Europa, por ejemplo, a raíz de la guerra, la reforma
agraria se hizo por el procedimiento directo de expropiar el latifundio para re
partirlo; y fue una reforma liberal. Aquí no nos hemos atrevido nosotros a seguir
ese camino, y por eso hemos tomado un método indirecto, el de la extinción de la
propiedad por el no cultivo, procedimiento tardío, demorado y poco científico
que, como se verá, con el tiempo, no tendrá eficacia. Quiero tranquilizar a los
1Un estudio del proceso legislativo exigiría, naturalmente, escudrinar, en primer lugar, los
Archivos del Congreso. Para los propósitos de este estudio fue suficiente la consulta de los dos
tomos de la compilación de Marco A. Martínez Régimen de tierras en Colombia (1939), que
recogen casi todos los debates tal como aparecieron en los Anales del Senado y de la Cámara de
Representantes. Las noticias, a veces extensas, que aparecieron en )a prensa capitalina o de las
provincias, fueron más bien esporádicas y de oportunidad. Lo mismo puede decirse de las pocas
notas editoriales.
193
194 LA COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936
elementos nerviosos del Senado, diciéndoles que a lo largo de esta iniciativa ju rí
dica no se encuentra ningún atisbo de socialismo (M artínez, 1939, p. 294).
- El proyecto aparece firmado por Carlos Lleras Restrepo, J. V. Combariza, Moisés Prieto,
Plinio Mendoza Neira, Germán Arciniegas, Hernán Gómez C., G, Peñaranda Arenas, Jorge Urí-
be Márquez, Mariano Jaramillo, Alberto Camacho Angarita, Edgardo Manotas W., Emilio Jara-
millo, Guillermo Londoño M., B. Velasco Cabrera, Mario Ruiz C., Diego Luis Córdoba. “Los fir
man por considerarlo buena base de discusión", Edilberto Escobar y Alirio Gómez Picón. Para
el contexto político de los debates, ver la versión de uno de los protagonistas, en Lleras Restre
po, Crónicas 1 (1983, pp. 65-75).
196 LA COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936
Partimos de la base de que, ya a virtud del sistem a de trabajo por medio de arren
datarios o aparceros, ya a causa del trabajo de colonos sobre tierras ajenas, se
encuentra incorporado a tierras de propiedad privada, en vastas regiones de]
país, un valor que representa el esfuerzo de innum erables trabajadores, y que
encam a un interés cuya oposición con el de los propietarios titulares de la tierra,
es el origen indiscutible de la m ayor parte de los conflictos agrarios (p. 142).
y ahora Jorge Eliécer Gaitán, el que impide que los campesinos se arm en para
defender sus derechos (...) quiere encaram arse como siempre sobre los cadáve
res de los cam pesinos caídos para capitalizar en su provecho la sangre derram a
da (El Bolchevique, n° 20, 18 de agosto de 1934, pp.1-4)3.
3 Ver Vnirismo, n° 10, 16 de agosto de 1934, pp. 1 y 8; un año después y a raíz de la revisión
de títulos que piden "los colonos de Hacienda Tolima”, el periódico Claridad, n° 14], ] 2 de agos
to de 1935, recordó la masacre.
198 LA COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936
abogado en la Universidad de Chile con una tesis sobre La posesión en el Código de Bello, Santia
go de Chile. Imprenta Renovación, 1936.
U COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936 199
y Boyacá, los sitios de conflicto álgido con los arrendatarios, eran ensayos
inconexos e ineficaces que no atacaba el problema de raíz. Este ataque sólo
se lograría mediante una reforma agraria, o sea la subdivisión de latifundios.
Así, de un lado, se frenaría la subdivisión de las propiedades de los campesi
nos independientes, y del otro, disminuiría esa masa campesina sin tierra y
sin posibilidades de independizarse. López Michelsen reconoció, sin embar
go, que no sería fácil crear un campesinado independiente a partir de "peo
nes subyugados durante generaciones por el feudalismo agrario que nos
aqueja". Finalmente, dijo que el papel de la escuela dé "educar para peoni-
zar” no era más que "seguir en la tela de Penèlope”. Es muy interesante seña
lar que el entrevistado no hiciera mención del problema de los baldíos. Con
cautela, y quizás esto fue lo sustancial del propósito de la entrevista, adelan
tó que si la reforma agraria requiriese una reforma constitucional, habría
que hacerla.
La mayoría de los hombres de la junta que elaboró el proyecto de ley de
1935 suscribió la idea según la cual los baldíos eran una prueba de la incapa
cidad del Estado de traspasar la propiedad a los ciudadanos para que la ex
plotaran. Aunque adujeron, llamativamente, que la explotación económica
era el fundamento mismo de la titularidad jurídica, conforme a la levedad
del espíritu de una época de culto infinito a la palabra escrita, no contempla
ron que el Estado colombiano no estaba en condiciones de verificar semejan
te principio en caso de transformarse en ley. Si el Estado no controlaba el
ager publicus, ¿cómo podría controlar un ager priva tus que perdería su esta
tus legal en cuanto dejase de ser explotado económicamente?
En su Exposición de Motivos el Ministro de Gobierno, Darío Echandía,
completó el cuadro y reiteró que la situación era, efectivamente, de res nu-
Uius: "el régimen actual de la propiedad raíz es inseguro para el propietario,
perjudicial para el trabajador e inconveniente para el Estado" (Martínez,
1939, p. 137)5. A fines de 1935 el magistrado de la Corte Suprema de Justi
cia, Eduardo Zuleta Ángel, en una exposición ante la Cámara de Represen
tantes fue más enfático: por razones de interés nacional y de orden público
era urgente aprobar la reforma al régimen de tierras que había presentado el
gobierno Liberal:
La Corona española adjudicaba tierras, y eran tantos los sistemas que empleaba
para la adjudicación, tantos los funcionarios que intervenían, que por motivos de
esa prodigalidad, es rarísimo encontrar un palmo de territorio colombiano con
respecto al cual no surja, cuando algún colono tiene interés económico en él, el
título colonial con el cual se reclama la propiedad privada del terreno (...) De tal
manera que por estos dos motivos: la prodigalidad de la Corona española (...) y
s Ver también Darío Echandía, "Memorandum sobre régimen de tierras", Bogotá, 11 de abril
de 1935, citado en Martínez (1935, pp. 98-99).
200 LA COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936
además, porque no debemos tener en cuenta sino los terrenos donde pueda ha
ber explotación económica, por esos dos motivos, sí surgen y tienen que surgir, y
hay motivos para que suijan, graves conflictos sociales, y es necesario acabar el
estudio de estos asuntos, rápidamente, urgentemente, antes de que todos estos
problemas de gravedad excepcional, estallen en una forma contraria a los intere
ses nacionales, a la seguridad social y al orden público (Anales de la Cámara de
Representantes, 20 de diciembre de 1935, p. 1840).
El pleito con la frutera deja ver con claridad meridiana que reinaba la
incuria administrativa generalizada. El Estado V‘los propietarios privados
podían pagar un alto precio por la ausencia de un catastro moderno y de un
régimen confiable de notariado y registro.
Volvamos. El proyecto de ley de 1935 asumió a la ligera que su efecto
sería neutral en los conflictos socioeconómicos que enfrentaban a colonos
con terratenientes:
En primer lugar, y por medio de la presunción de dominio privado sobre los terre
nos económicamente explotados, sustrae la riqueza agrícola del país del campo
6El título genérico del documento es Alegato de primera instancia en el pleito que adelanta la
nación contra la United Fuit Co., sobre la reivindicación de los baldíos nombrados Santa Ana en el
Departamento del Magdalena, Bogotá, Imprenta Eléctrica, 1913. Pero este libro trae todos los
alegatos de todo el proceso, c! juicio de apelación y de casación en la Corte Suprema de Justicia,
incluida la sentencia de ésta. Se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de los Andes,
[347.072/A 231 193. Raros y Curiosos], *
7"Salvamento de voto del Magistrado doctor José Gnecco Laborde" en "Corte Suprema de Jus
ticia, Sala de Negocios Generales, Juicio Civil Ordinario de Reivindicación", Bogotá, Imprenta
Mogollón, 1917, pp. 45 y ss. Este documento cierra el volumen citado en la anterior nota de pie.
LA COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936 20]
Pero cuando con motivo de una industria, por razón de la explotación del petró
leo, digamos, o las m inas, se van los hom bres de empresa y de trabajo a ocupar
para el desarrollo de esa industria, una determ inada región del territorio nacio
nal, que se ha considerado como baldío, surgen inm ediatamente, pero en el tér
mino de sem anas, los propietarios particulares de ese terreno que encontraron
en la N otaría de la población A (...) unos papeles que hacen creer o presum ir
aquello le fue adjudicado a un tatarabuelo del cual es descendiente (Anales de la
Cámara, 20 de diciem bre de ] 935, p. 1841).
* Para la defensa legalista de los colonos, ver, por ejem plo, "Memorial de los vecinos de Su-
m apaz, 26 de octubre de 1932. Anales de la Cámara de Representantes, 4 de noviem bre de 1932,
p. 711.
202 LA COMPOSTURA DE LA LEY 200 DE 1936
tas para resolver, de una vez por todas, el problema de la res nuílius, plantea
do por la sentencia de 1926. Me parece que el proyecto Chaux planteó la ne
cesidad de salvaguardar el ager publicus colombiano, obligando a que los
poseedores demostraran la explotación económica de los predios para ase
gurar los derechos de propiedad privada. El proyecto Echandía sostuvo que
el mismo objetivo se lograría si el Estado reconocía paladinamente que no
controlaba el ager publtcus, presumía que todo predio rural explotado era
privado y condicionaba este estatus a que siguiera explotándose continua
mente. De no cumplirse la condición, los predios revertirían al Estado.
Por una conjunción muy compleja de circunstancias sociales, legales y
políticas, el problema de la res nuílius no se resolvió y en los casos frecuentes
y permanentes de conflicto, la presunción del art. I o de la Ley 200 de 1936
fue interpretada como un triunfo de la mentalidad propietaria absolutista.
Un punto que, claro, no es sólo de tratados de derecho de bienes, doctrinas
legales y jurisprudencias, sino que puede ser de vida o muerte. Sugiero esta
hipótesis al considerar las principales diferencias de los dos proyectos.
Comentando los dos proyectos, el promotor del primero, Francisco José
Chaux, condescendió políticamente y ofreció la mejor síntesis conocida de la
cuestión jurídica:
C uadro v iii . ]
Artículo 1“. Se repulan baldíos y por Artículo Io. Se presume que no son bal
consiguiente de propiedad Nacional, díos, sino de propiedad privada, los fun
los terrenos no cultivados que existen dos poseídos por particulares, enten
en la República, con las limitaciones diéndose que dicha posesión consiste en
que establece esta lev. (...) Los títulos la explotación económica del suelo por
de dominio que se aduzcan contra la medio de hechos positivos propios de
presunción establecida en el inciso an dueño, como las plantaciones o sem en
terior, se hacen valer ante las autorida teras, (...) Las porciones incultas cuya
des com petentes en la forma que para existencia sea necesaria para la explota
cada caso determ inen Jas leyes, pero la ción económica del predio o como com
propiedad privada queda som etida al plemento para el mejor aprovechamien
régimen establecido en la presente ley. to de este, como los rastrojos destinados
a la rotación de los cultivos (...) quedan
am parados por la presunción que esta
blece este artículo.
Artículo 2o. Se extingue por prescrip Artículo 2o. Se presumen baldíos los te
ción a favor del Estado el derecho do rrenos no poseídos en la form a que se
minio o propiedad sobre las tierras que determ ina en el artículo anterior.
perm anezcan abandonadas, sin cultivar
o explotar, durante diez años a p artir de
la expedición de la presente ley, y hayan
perm anecido en la m ism a condición
durante los diez años anteriores. La
misma prescripción extintiva se esta
blece para las tierras que habiendo sido
cultivadas o explotadas, se abandonen
en cualquier tiempo durante diez años
consecutivos.
Artículo 3o. Las tierras afectadas p o r la Artículo 3o. Acreditan propiedad priva
prescripción de que trata el artículo an da (...) los títulos inscritos otorgados
terior ingresan ipso jure al patrim onio con anterioridad a la presente ley en
del Estado con el carácter de baldíos. que consten tradiciones de dom inio por
(Martínez, 1939, l,pp.25-27) un lapso no m enor del térm ino que se
ñalan las leyes para la prescripción ex
traordinaria (20 años, MP).
(Martínez, 1939, 11. p. 66)
204 LA COM POSTURA DE LA LEY 200 D E 1936
E l Congreso de 1936
9 El chantaje político fue planteado en las sesiones del 2 de noviembre de 1936. Ver Martínez
U939, pp. 187) y El Tiempo, 3 de noviembre de 1935, pp. 1-13.
LA CO M PO STUR A D E LA LEY 200 DE 1936 205
La perpetuidad del domino de la tierra es una de las cualidades (...) que más
realce o valor intrínseco da a la tierra (...) como elem ento objetivo del p atrim o
nio individual (...) Y esta peculiaridad de que ha gozado siem pre en Colombia la
propiedad rural (...) está en trance de recibir un duro golpe con el actual proyec
to sobre tierras. Dice así: ‘A p artir de la vigencia de la presente ley, se extingue a
favor de la Nación el derecho de dominio o propiedad sobre los fundos en los
cuales haya dejado de ejercerse posesión (...) durante diez años continuos,’ (...)
Esto constituye un atentado del Gobierno, peligrosísimo, contra el sagrado dere
cho de propiedad (p.l 19).
la propiedad es una función social" que había producido tanto alboroto y debate,
era "un solecismo cargado de propósitos de gran alcance que ofrece, claramente,
la doctrina radical del M inistro de Gobierno (...) Pero, hasta ahora, ¡a legislación
social del actual gobierno liberal se ha lim itado a reform as tardías y del carácter
m ás inofensivo. Sin embargo, como este país ha vivido m ás de trescientos años
bajo la variedad española de feudalismo, no debe ser fácil Henar odres viejos con
vino nuevo1h
!0 Sobre este punto, ver Sánchez (1977, pp. 125-47) y Medina (1980, pp.322-26).
11 Mr. Paske to Mr. Edén, Bogotá, 11 de abril de 1937, Colombia Ammal Repon, ¡936, fo / pro
371/20623, p . 12.
LA C O M P O S T IR A D E LA LEY 200 D E 1936 207
la reforma ha sido sugerida por un líder de las aspiraciones cam pesinas, (Gaitán,
mp) patrocinada por un gobierno liberal, aceptada p o r un sindicato de propieta
rios y mirada con simpatía p o r el partido Conservador colom biano (Martínez,
1939, i, p.84).
(...) hay que tener en cuenta que esta ley viene a cavar muy hondo, y sin m edir
las proyecciones de la ley, me atrevo a afirmarlo, en el estatuto fundam ental del
trabajo rural. ¿De dónde surge la necesidad de dictar esta ley de tierras? (...) Na
ció de tres hechos: I o de una confusión (...) entre lo que es un baldío y el derecho
de dominio. 2° de invasiones que presuntos colonos hacían en tierras cuyo dom i
nio particular o cuya pertenencia al grupo de baldíos no era clara; y 3o que es
muy grave y hacía e) cual llamo la atención de la honorable Cámara: el de la re
belión de arrendatarios o personas vinculadas a propiedades reconocidam ente
poseídas por particulares, que se rebelaron por las condiciones de explotación en
que vivían o por las crueldades de que se Ies hacía víctimas. Este es el hecho más
frecuente: el propietario abusaba del asalariado, y ese hecho no )o va a resolver
la ley de tierras. El hecho del arrendatario rebelado contra el patrón no lo va a
resolver la ley de tierras. Ambos quedan vigentes (M artínez, 1939,1, pp.332-3).
Ésta fue una pésima noticia para los campesinos arrendatarios de luga
res como Viotá que, debido a la debilidad electoral del pcc, no tuvieron re
presentación en esta ley pero, acaso, buena noticia para los dirigentes Comu
nistas que podrían proseguir la lucha de clases en las haciendas. No obstante,
sin que nadie pudiera imaginarlo y mucho menos predecirlo, el avance sobre
las fronteras interiores, en particular en las inmensidades del Sumapaz,
abriría nuevos espacios a los Comunistas. Esa es otra historia que se situaría
en el fuego cruzado de la pugnacidad bipartidista de la década de 1940 y La
Violencia.
La transacción final, la Ley 100 de 1944, debió esperar el segundo gobier
no de López Pumarejo. Aunque suele calificársela de retroceso, fue el comple
mento esperado y lógico de la Ley 200; un complemento porque fue algo más
que una ley de titularidad jurídica y de baldíos. Orientada al "incremento del
cultivo de tierras y de la producción agrícola por sistemas que entrañen algu
na especie de sociedad o de coparticipación en los productos", la Ley 100, "de
conveniencia pública", estipuló que tales sociedades debían establecerse con
forme a las "previsiones que son de orden público económico y no podrán ser
renunciadas por el respectivo arrendatario, aparcero, agregado, porambero,
cosechero, viviente, mediasquero, etc." (Diario Oficial, n° 25.759, 6 de febrero
de 1945, p. 434). Esto fue un avance considerable en los derechos de los cam
pesinos, siempre y cuando se tenga presente, insisto, que la Ley de Tierras fue
una forma de saneamiento masivo de la propiedad rural.
210 LA C O M P O S T U R A D E LA LEY 200 D E 5936
L a L ey 200 y la r e f o r m a agraria
Se supone que las reformas agrarias dan respuestas más o menos duraderas
a la pregunta de quién es la tierra. ¿Cómo absolvió el asunto la ley del año
36? Hito y mito, las doctrinas agrarias de aquel año fueron objeto de regis
tros sucesivos de las ciencias sociales12. Informes técnicos de la primera mi
tad de la década de 1950 (del Banco Mundial, la Misión del Padre Lebret, la
cepal ) demostraron con cifras que unos pocos propietarios concentraban las
mejores tierras del país y que el nivel de vida de la abrumadora mayoría de
familias de cultivadores era demasiado bajo13, todo lo cual fue ampliamente
confirmado por el Censo Agropecuario de 1960.
Reforma agraria es, en primer lugar, una práctica que puede remontarse
a los tiempos bíblicos y a la antigüedad clásica, griega y romana. A partir de
la Revolución francesa fue tomando cuerpo en un concepto laxo que se em
pleaba para designar el fin del feudalismo, es decir, de las cargas y rentas que
aún pesaban sobre los campesinos que ganaron de jure lo que tenían de facto:
la posesión de la tierra. Aunque todas las grandes revoluciones posteriores
impulsaron reformas agrarias (el régimen soviético en la URSS, la República
Popular China, Cuba, México y Bolivia, para citar las más representativas)
también las hubo de signo preventivo, es decir, reformas para sortear o cir
cunnavegar la revolución social. Es el caso muy conocido de las políticas y
doctrinas de reforma agraria en Europa Central y Oriental después de la Pri
mera Guerra Mundial, concebidas en gran medida para conjurar un desenla
ce comunista de tipo soviético. Así conoció su fin, en esas latitudes, el predo
minio de la aristocracia terrateniente y so m arcó el ascenso de un
campesinado potencialmente capitalista, acompañado de nuevas clases me
dias rurales.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en el nuevo mundo bipolar que
enfrentaba Estados Unidos a la u r s s , replicó un fenómeno semejante de
oleada reformista. Suelen citarse las reformas agrarias de Japón e Italia, dos
de las grandes potencias fascistas derrotadas y, más adelante, las de Taiwán y
Corea del Sur, países situados política y geográficamente frente a la nueva
República Popular China. En la oleada de descolonización de esa época fue
ron ejemplares las reformas agrarias de India y Egipto y, posteriormente, las
de Argelia y Vietnam del Norte que, con excepción de Egipto, trataron explí
citamente de recompensar al campesinado, base de los ejércitos de libera
ción nacional. América Latina no escapó al fenómeno y, con excepción de
Cuba, se inscribe en el campo de las reformas preventivas.
Aparte de la dimensión política revolucionaria, contrarrevolucionaria,
preventiva de la reforma agraria, ésta tiene una dimensión económica aún
más compleja. Muchas veces las reformas que nacen de procesos revolucio
narios no terminan ni en mayor desarrollo económico, ni mejoran sustan
cialmente las condiciones de los campesinos, como es el conocido caso de
México. El tema económico suele tener como punto de partida la constata
ción del aumento de la población en relación con los recursos o el problema
de la razón tierra cultivable/población. Si no aumenta la productividad agra
ria, o el área cultivada, bajará el ingreso de la población. En el nivel de los
predios, los más chicos no podrán sostener familias cada vez más numerosas
y la solución se reduce al éxodo rural. En este punto la reforma agraria se fija
objetivos de bienestar que pasan por la redistribución y la fijación de topes
máximos de propiedad privada, particularmente en situaciones de gran con
centración de la tierra. Pero no es sólo cuestión de topes porque también se
trata de mejorar el manejo de los predios y en este punto surgen problemas
de escala, educación y capacidad empresarial de las familias. En este campo
los gobernantes deben dirigirse a otro tipo de asuntos. Por ejemplo, qué tipo
de propiedad debe favorecerse: ¿individual, colectiva, cooperativa, pública?
Con base en conocidos trabajos y, simplificando un poco en aras de esta ex
posición, considero que la reforma agraria debe afectar o transformar todos
o algunos de los siguientes aspectos:
a. El régimen de titularidad jurídica de la propiedad o de la tenencia de
la tierra.
b. El grado de concentración de la tierra cultivada y cultivable.
c. La gestión y escala del manejo de los predios.
d. La estructura socio política en todos los niveles territoriales de un
país, lo que naturalmente produce fuertes divisiones en tomo a la
reforma.
e. Los objetivos económicos pueden poner en tensión la relación de la
agricultura con los demás sectores de la economía, y socialmente en
tre ciudad y campo14.
En relación con los dos últimos aspectos, la literatura reciente sobre
América Latina ha desarrollado diferentes formulaciones y modelos sobre el
“sesgo urbano-industrialista" de las política económicas en los períodos de
14Elias H. Turna ofreció dos trabajos de síntesis: Agrarian Reform in Historical Perspective: A
Comparative Study, Comparative Studies in Society and History 6(1), octubre de 1963, pp. 47-75 y
Agrarian Reform in Historical Perspective Revisited, Comparative Studies in Society and //istorv
2/(1), enero de 1979, pp. 3-29.
212 LA CO M PO STURA D E LA LEY 200 D E 1936
L a "super e str u c tu r a ju r íd ic a ”, d e n u ev o
El problema que aborda este libro, de quién es la tierra, está lejos de resol
verse en Colombia que, según muy citados informes del Banco Mundial, pre
senta una de las más altas concentraciones del mundo. Detrás de la concen
tración de la tierra hay derechos de propiedad de tipo "oligárquico'’ que
alimentan el conflicto, abierto o soterrado, violento o legal. Cualquier ma
nual de derecho agrario de hoy día enumera y describe un conjunto de nor
mas y jurisprudencias sobre la cuestión de los baldíos, definitivamente in
corporados al campo agrario, al derecho ambiental y a la territorialidad que
corresponde al pluralismo étnico y cultural de la nación redefinida en 1991.
Pero la mentalidad propietaria de los abogados y jueces que se forman en
esos manuales no difiere de la que predominó en los años treinta, ni tampo
co difieren las expectativas de los empresarios, ávidos ahora de explotar las
reservas territoriales indígenas y afrocolombianas.
La estructura de la tenencia de la tierra cambió en el Tequendama y el
Sumapaz Cundinamarqués. La historia del Alto Sumapaz está irrevocable
mente ligada a la lucha política, ya que en sus brumas parece esconderse el
eslabón perdido del antes y el después de La Violencia. Aunque el tema no es
objeto de este libro, el autor se siente obligado a decir algo en un epílogo
que, dice el drae , es la "última parte de algunas obras, desligada en cierto
modo de las anteriores, y en la cual se representa una acción o se refieren
sucesos que son consecuencia de la acción principal o están relacionados
con ella".
La inferencia alude, creo, a los apartados analíticos del libro. Se sugieren
áreas de investigación pendientes: a) la historia de legalización y saneamien
to de la pequeña propiedad rural que puede aprender mucho del citado pro
yecto de pluralismo jurídico en Bogotá. Al fin y al cabo los barrios llamados
"de invasión" o "piratas" se forman con apreciables contingentes de campe
sinos inmigrantes y, sociológicamente, por un tiempo al menos, son barrios
de campesinos que traen su propia cultura lega] y su mentalidad propietaria;
b) el posible papel de la primogenitura en estabilizar los predios y frenar en
alguna medida la subdivisión de las herencias; c) el problema de la represen
tación política en los municipios que sub representa a los campesinos (las
veredas) y sobre representa a los pueblerinos (los cascos) en los Concejos
Municipales. La victoria Comunista en Viotá debiera plantear interrogantes
sobre los sistemas imperantes de representación política en los municipios,
y d) la hipótesis de que la politización partidista (incluida la Comunista)
subsume la dinámica social de clases y razas en las zonas de colonización
215
216 EPÍLO G O
Dijimos que la Ley 200 de 1936 fue eficaz en el plano discursivo y simbólico,
y en los imaginarios políticos de los intelectuales orgánicos de "la república
Liberal", dada la poca mella que hizo en las estructuras de clase, de poder y
en la tenencia de la tierra. De hecho fue una mera ley de titulación de baldíos
que abortó unos años después. En localidades importantes como Anolaima,
El Colegio o Quipile, que ya eran bastiones de lo que podemos llamar Libe
ralismo oficialista, cesaron las movilizaciones en 1934 y al año siguiente en
el resto del país. Los intermediarios políticos que consolidaron poder electo
ral se retiraron discretamente de las escenas del conflicto y se pusieron a le
gislar o a gobernar. En paralelo, el Departamento Nacional de Trabajo acele
ró la concesión de personerías jurídicas a los sindicatos y ligas campesinas
para que, conforme a la ley, pudieran ventilar sus problemas laborales, y en
el trienio 1937-39 se expidieron 36 (Informaciones nacionales sobre cuestio
nes de trabajo 1937-39, pp. 373-379). Hubo ramalazos de protesta campesina
en 1943 y 1944 en algunos municipios Liberales del Tequendama y el Suma-1
1Agradezco a María Alejandra Vélez facilitarme una copia de su trabajo "Collective Titling
and the Process of Institution Building: Common Property Regime in the Colombian Pacific”,
Working Paper la c e e p y Bogotá, Facultad de Administración Universidad de los Andes, 2009,
que arroja luz sobre "la ley en acción" en el Pacífico.
EPÍLOGO ZJ7
paz (Medina, 1980, p. 420). Pero, ¿qué pasó con los titulares de las parcela
ciones?
Los archivos de la Caja Agraria dan indicios. La desorganización e in
competencia burocrática, la discrecionalidad de las adjudicaciones y el
abandono de los parceleros son los hechos más destacados. Con los años,
distintas agencias gubernamentales administraron las parcelaciones o sim
plemente se hicieron "cargo de la cartera”. En los traspasos aumentaba la
negligencia administrativa y los parceleros que habían cumplido sus obliga
ciones quedaban esperando el título de propiedad, requisito indispensable
para tener acceso al crédito de la Caja Agraria. Así, entraron las parcelacio
nes al laberinto burocrático. Las de la Gobernación de Cundinamarca pasa
ron en 1948 al Instituto de Parcelaciones, Colonización y Defensa Forestal;
extinguido éste, fueron tomadas en 1953 por el Instituto de Colonización e .
Inmigración, y en 1961 pasaron al Departamento de Parcelaciones de la Caja
Agraria, cuyos archivos exploramos. En 1970 algunas haciendas como Java
tenían problemas pendientes con el Instituto Colombiano de la Reforma
Agraria, in c o r a . Los traspasos de una burocracia a otra afectan la vida de los
parceleros y aumentan los costos de administración que, creo, fueron sumi
dos finalmente por el Presupuesto Nacional.
En un memoria] de los parceleros de Viotá al Gobernador, fechado en la
Hacienda Liberia, el 21 de noviembre de 1961, se dice que a pesar de haber
cubierto el valor total, al reclamar las escrituras correspondientes
se nos contesta que estos títulos deben ser legalizados p o r el propietario parcela-
dor y vendedor que en este caso fue el Departam ento de Cundinamarca... A falta
de escrituras los ocupantes com pradores (sic) nos estamos perjudicando ya que...
no podem os adquirir el crédito... ("Convención Colectiva", 29 de m arzo de 1946).
febrero de 1962, informándole que la mayor parte de las fincas del antiguo
Chocho "carecen de agua precisamente por tala de bosques localizados en la
cordillera y especialmente en los nacimientos de las fuentes y representa un
grave problema para el servicio humano y para la producción del café” ( a .c a ,
"El Chocho"). No deja de ser irónico que la parcelación hubiera sido admi
nistrada por un instituto público llamado de Defensa Forestal.
No siempre hubo claridad sobre los efectos legales del traspaso de una
oficina gubernamental a otra. En 1959 los parceleros que solicitaron escritu
ras de propiedad no sabían a quién recurrir. El Instituto de Parcelaciones “se
extinguió automáticamente" y había cesado el contrato de mandato conferi
do por el Departamento en 1951, de suerte que sólo la Caja Agraria estaba en
capacidad de expedir títulos a quienes habían cancelado sus obligaciones en
las parcelaciones de Liberia, El Chocho y el Soche {a .c a , "El Chocho").
La solidaridad entre los nuevos propietarios campesinos se esfumó, una
vez hechas las adjudicaciones. Eso lo atestigua la vida efímera de la Coope
rativa de Pequeños Cultivadores de El Chocho creada en febrero de 1936
(Gaceta de Cundinamarca, 12 de febrero de 1936). La diferenciación econó
mica de los parceleros y la existencia de un mercado de tierras, abierto súbi
tamente, crearon las condiciones de concentración de la propiedad hacia
nuevos estratos medios.
De las diversas suertes que conocieron los parceleros, dos fueron las más
frecuentes: 3a muerte del adjudicatario, en general el padre de familia, y la
emigración de las familias que preferían vender las mejoras o abandonar las
parcelas, lo que complicaba el panorama legal. Los informes de las comisio
nes que periódicamente visitaban las parcelaciones retrataron las condicio
nes de vida de los nuevos propietarios. A veces hay que restablecer el contac
to perdido con ellos, lo que generalmente se hacía en el sermón de la misa
dominical12. La mayoría de los comisionados simpatizaban con los campe
sinos y recomendaban no subirle el precio a la tierra porque había suelos,
como en la vereda Yayatá, de “muy mala calidad, casi sin capa vegetal y en
donde para obtener un producto de calidad inferior los campesinos deben
realizar un intenso trabajo de abonos y cuidado del suelo"3. Algunos suge
rían una nueva parcelación en vista de que había “una situación de minifun
dio que no permite ya la producción suficiente para Ja provisión familiar"
( a .c a , "El Chocho", J954). No sólo en la vereda Yayatá la tierra era mala;
también en las de San José, Panamá y Loma Alta, como reportó otro funcio
nario. El cultivo básico era el café, sembrado con "apeñuscamíento" porque
la plantación se hizo
1El informe del D.A. Gutiérrez J. sobre las parcelaciones de El Chocho y El Soche, 4 a 9 julio
de 1954, A.C.A., 1954.
3Informe de la Comisión de la Parcelación del Chocho, 15 de junio de 1954, a.c.a „ “El Chocho”.
EPÍLO G O 219
con el presentim iento de contar m atas al desocupar la tierra. Pero hay mucho
sombrío, por miedo a que se agote la leña y un corto verano obliga a los vecinos
a conseguir agua a grandes distancias (...) Imagínese las dificultades en el benefi-
cío del café (a.c,a., "El Chocho”, 1954)4.
Por la época de esta inspección se afirmó: “el precio del café es alto y a no ser
por esto tendríam os aquí una colonia de indigentes” (a.c.a., "El Chocho", 1954).
Señores Parceleros
Tengo la pena de volver a) mismo tema de mi m em orando anterior, de llamarles
la atención sobre el pago de sus cuotas, a fin de evitarles las funestas consecuen
cias que la m orosidad puede acarrearles, pues he recibido un oficio del Instituto
de Colonización e Inm igraciones en el cual me ordena el señor Director del De
partam ento de Parcelaciones que Ies haga saber a las personas que están en
m ora en e) pago de dos o m ás cuotas, que si no se ponen al día en el m enor tiem
po posible, perderán el derecho a la parcela, sin excepción alguna puesto que el
Instituto entablará dem andas judiciales para el lanzam iento de los parcelarios
morosos.
Causa verdadera sorpresa que en esta región, cuyos habitantes son en general
tan buenos ciudadanos, haya gentes que se encarguen de darle desprestigio a su
terruño. Bien parece que acepten las instigaciones de elem entos disociadores
quienes movidos por el odio satánico a las benéficas doctrinas de la Iglesia Cató
lica, apoyadas por el Gobierno de las Fuerzas Armadas, sólo desean el crimen, el
caos y la ruina de la República.
En las parcelaciones de Florencia, Ceilán y Liberia en jurisdicción de Viotá, don
de perm anecí algunos meses al frente de su adm inistración tuve ocasión de ob
servar a pesar de su fam a de rebeldía, el estricto cum plim iento de esa gente; allá
no existe la desm oralización deplorable de esta parcelación, pues aquí, da pena
decirlo, hay parcelarios que pagan la cuota inicial y no fue más. A propósito voy
a contarles: hace muy poco se presentó un parcelario en mi oficina a pagar una
cuota, cuando tenía pendientes m ás de diez y quería que se la recibiera sin inte
reses, por supuesto no pude complacerlo, al tiempo que este pobre señor deseaba
solicitar un em préstito de la Caja Agraria para hacer algunas m ejoras a la finca...
4A. Gutiérrez 3. a Jefe Sección de Tierras y Cartera I.C.I. Silvana 31 de agosto de 1954.
220 EPÍLOGO
Con un poco más de aplomo, otro empleado había sugerido que los ele
mentos disociadores estaban en la desorganización de las parcelaciones: "los
parcelarios se habían formado el criterio de que se les había engañado, pues
to que no contaban con promesas de venta, ni escrituras o título de ninguna
clase..." (a.c .a., "El Chocho", 1954)5. En todo caso, parceleros o no, las buro
cracias medias, quizás representativas en esto de una mentalidad urbana,
clasificaban a los campesinos en la clase más inferior de Colombia.
era sustituida por el Ejército Nacional, creado para otra función esencial:
defenderla soberanía internacional del país. A costa de los ámbitos del dere
cho, la seguridad ciudadana (interna) y la seguridad nacional (externa) se
fundieron en una, dando lugar a una ambigüedad en el ejercicio de la sobe
ranía del Estado que llega a nuestros días (Giddens, 1987, pp. 169-77).
Pasadas las ''guerras" de La Violencia, los combatientes aparecieron
como los agentes centrales del proceso colonizador, actuaron con alguna au
tonomía y, de paso, quedaron marcados por el estigma (González, 1962).
Una contrapartida del asunto subyace en un dato aportado por el geógrafo
Ernesto Guhl:
las tienras de colonización espontánea, (...) con todavía escasa población carecen
de vías y son de difícil penetración; tam poco existen cartas topográficas, y mu
cho menos catastrales, pero sí existe el deseo p o r parte de los ocupantes de no
denunciar la verdadera situación, porque el Estado en la inmensa mayoría del
territorio colom biano es considerado como enemigo, al cual, entre otras cosas,
se deben o cultarlos bienes (Guhl, 1965, pp. 1-2).
6 “Proyecto de Ley número 79 sobre Reforma Agraria" (presentado por los I 1 representantes
del mrl); Londofio (1999, pp. 78-91).
EPÍLOGO 223
7 Archivo General de la Nación, a g n , Fondo Ministerio del Interior, Despacho del Ministro,
Boletines Informativos de las Fuerzas Armadas, Oficina de Orden Público, n° ] 78, 20 de septiem
bre de 1958 (sobre Bogotá) y n° 183,26 de septiembre de 1958 (sobre Cali) Caja 4, Carpeta 30.
*Vcr Parsons (1968); Nieto (1958); López (1970).
224 EPÍLO G O
la famosa República del Tequendama" (...) que com prende las poblaciones de
Viotá, Sumapaz, (sic) Villarrica, Dolores, Gaitania, El Pato, Cumarai, etc. (...) El
"jefe" es Víctor J. M erchán y el cacique en Sum apaz es Juan de la Cruz Varela",
suplente en la Cámara de Alfonso López Michelsen.
Uno de estos informes aseguró que dicha "república" tiene cinco frentes
guerrilleros muy bien organizados: Sumapaz, Viotá, La Hoya en el río Mag
dalena, el Ouindío y los Llanos Orientales1213.
Así, de nueva cuenta, los colonos que veníañ de las tradiciones rojas del
decenio de 1926-1936 fueron acosados sobre el terreno y estigmatizados en
la opinión pública, conforme a los arquetipos más manidos del anticomunis-
mo. i
Vuelto a la legalidad limitada del Frente Nacional, el pcc festejó sus lo
gros de Viotá. Algún militante debió toparse con úna canción asturiana de la
Guerra Civil Española, adaptó la letra y le puso la música del famoso Quinto
Regimiento:
12 Archivo General de la Nación, agn ,Fondo Ministerio del Interior, Despacho del Ministro,
"El comunismo en Colombia" Informe General de Orden Público, 14 de abril de 1961, Caja 16,
Carpeta 134.
13Agradezco a Teófilo Vásquez haberme facilitado las transcripciones de sus entrevistas con
los dirigentes comunistas Alvaro Vázquez y Alvaro Delgado, realizadas en julio de 2008.
E P ÍL O G O 227
Los com unistas, m ejor que cualquier otro grupo, le dieron un centro organiza-
cional a la resistencia cam pesina contra los grandes terratenientes y en el proce
so dem ostraron ser bastante persistentes en la construcción de las instituciones
necesarias y en la im plem entación de las tácticas propias de una rebelión agraria
limitada, y esto por tres décadas. Esto fue posible por varias razones. Primero,
Una de esas batallas m encionadas se había librado un día antes de llegar a la re
gión, en ocasión de que fui com isionado por la dirección del partido para obte
ner noticias. Y me recuerdo que cuando relataban la forma como habían sor
prendido a los invasores en un recodo del cam ino, la crueldad se pintaba en las
caras de los que fueron combatientes.
Podría decir sin exagerar, que esta crueldad era el estim ulante principa] que
aglutinaba las energías de los cam pesinos y los apretaba para la lucha. (...) Los
trofeos de la batalla recién librada, eran las ropas militares de los policías m uer
tos. Quienes reclam aban la gloria de haber sido sus m atadores, lucían sus gorras
y sus fusiles; otros que se suponían habían contribuido eficazmente a su m uerte,
las botas, las cartucheras. Era como si los hubieran descuartizado sim bólica
mente.
H ablando con algunos de estos héroes me enteré que la batalla no fue tal,
sino simple y llanam ente una em boscada en la que al parecer las pobres víctimas
se portaron como anim ales espantados. Un cam arada, de los “m ás desarrollados
políticam ente”, hom bre adem ás afectuoso, fraternal y al parecer muy bondado
so, me relataba haberle disparado a un policía y luego haberlo rem atado a pesar
de sus súplicas. Me m ostró orgulloso la fotografía que "su muerto" llevaba en el
bolsillo y en la que aparecía la víctima, su esposa y sus hijos. Era com o si en el
fondo de esta crueldad hubiera una solidaridad parecida a la del cazador que
eterniza a sus presas después de m atarlas, disecándolas.
En los últim os años hemos desarrollado en Colombia (el escrito fue publica
do en 1962, MP) refinadas m uestras de crueldad, ai lado de las cuales los senti
mientos de aquel cam arada son cosa de nada (pp. 91-93).
de La Violencia del sur del Tolima. Esas zonas, con un componente caracte
rístico de campesinado indígena y haciendas cafeteras de tipo cundinamar-
qués, penetradas tempranamente por el pcc, no tuvieron la larga experiencia
política de las movilizaciones agrarias del Tequendama y el Sumapaz. En
puntos periféricos del sur tolimense, con sus trochas hacia el Huila, el Ca-
quetá y el Cauca se establecieron grupos de "autodefensa" que, en reacción a
diferentes operaciones de cerco realizadas en J962 y 1964, terminaron con
formando unas guerrillas Comunistas circunscritas, pero de vocación ofensi
va (Pízarro, 1989).
Subrayemos que esas guerrillas estaban aisladas del heterogéneo campe
sinado del país que, una y otra vez, ha confirmado el conservadurismo de sus
valores sociales y políticos. Al mismo tiempo, conforme a las líneas del PCC,
esas guerrillas surgieron ajenas a cualquier brote o mera posibilidad de rebe
lión campesina. No sobraría recordar que a) las bandas de La Violencia no se
decantaron por la revolución, sino por un bandidaje de naturaleza centrífu
ga y anárquica; b) en las localidades estos bandidos podían convertirse en
héroes, justicieros y vengadores de una "rebelión rural minoritaria”16, y c)
que, a pesar de la conciencia que hubo del fenómeno en el pcc , in siíu las
guerrillas operaban con los códigos culturales de la tradición bipartidista.
En 1966 esas formaciones se llamaron Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia, farc , y unos 20 años después, en las diminutas y distantes man
chas Comunistas del mapa de Colombia, empezaron a desplazar al PCC y a
tensar otro lienzo con otros hilos y en otros marcos mentales, culturales y
geopolíticos que, después del 11 de septiembre de 2001, y un poco al margen
de su propia historia, entraron a formar parte de una nueva trama mundial:
la del "terror/contra-terror".
A fines del siglo xix el caudillo Liberal Rafael Uribe Uribe había adminis
trado una de las grandes haciendas de Viotá y en la Guerra de los Mil Días
los Liberales insurrectos llamaron la población "nodriza de la revolución".
Medio siglo después, la Secretaría de Agitación y Propaganda del pcc se in
ventó "Viotá la roja". Más recien (emente ésta ha sido postulada al título de
"paraíso en los Andes colombianos". Paraíso que recoge el ascenso limitado
de familias de arrendatarios Comunistas a la propiedad parcelaria, más que
el cumplimiento de la reforma agraria que implica el ascenso de toda una
clase social en el juego por redistribuir el poder, afianzar la democracia libe
ral y extenderlos confines del reino del mercado.
Llegados a este punto, quizás puedan abrirse nuevas vías para interpre
tar (aparte del análisis de los aspectos organizacionales y militares y del ac
ceso a recursos económicos, en particular el narcotráfico y los secuestros
extorsivos) el pragmatismo campesino que atraviesa la historia de las farc
(Palacios, 2008a, pp. 70-73). Quizás haya empezado a mostrarse, sutilmente,
en las formas organizad onal es de las luchas agrarias de Viotá y quizás pasa
ron su primera prueba de fuego en los apoyos de Comunistas viotunos a la
'lucha armada del Sumapaz y del sur del Tolima. En septiembre de 2000, Pe
dro Antonio Marín, o Manuel Marulanda Vélez, o ‘"Iirofijo" confesó al direc
tor de Voz, el semanario Comunista de Bogotá, que se había conmovido en lo
más profundo al enterarse del fallecimiento en Viotá del dirigente Comunis
ta Raúl Valbuena. "Con él anduvimos en El Davis cuando yo tenía nueve
años y Raúl Valbuena unos más. Desde entonces ya luchábamos por buscar
una nueva Colombia" (Lozano, 2001, p. 94). El autor de la letra del himno de
Viotá (1994) sugiere otra Colombia;
¿ L e c c io n e s ?
17 Cf. United Nations Office on Drugs and Crime, unodc, World Drug Report 2009, New York,
2010.
J-, -
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