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“Los gozos y esperanza, las tristezas y angustias de los hombres de la época actual, sobre
todo de los pobres y afligidos de toda clase, son también los gozos y esperanzas, las
tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay auténticamente humano que no
halle eco en su corazón.” (GS 1)
“Hay que reconocer más y más la fundamental igualdad de todos los hombres... La
idéntica dignidad de todas las personas exige que se llegue a una situación de vida más
humana y más justa.
Porque las excesivas desigualdades económicas y sociales entre los miembros o pueblos
de una misma familia humana dan motivo de escándalo y contradicen la justicia social, la
equidad, la dignidad de la persona humana y hasta la paz social e internacional.” (GS 40)
Durante esta primera etapa, la Doctrina Social de la Iglesia respondía a una emigración de
finales del siglo XIX y principios del XX y también a la emigración de «entreguerras». Esta
emigración se caracterizaba por el desplazamiento de familias y hasta pueblos enteros de
los países europeos sobre todo a América y, después, a los países que se recuperaban
de la II Guerra Mundial o más desarrollados.
A nivel doctrinal afirma el derecho natural y fundamental de cada hombre de usar los
bienes materiales de la tierra, pues son creados por Dios para todos los hombres (destino
universal de los bienes).
Y, así, dice: “Todos los hombres tienen derecho a un espacio vital familiar en su lugar de
origen; en caso de aquel se frustre, tienen derecho a emigrar y ser acogidos en cualquiera
otra nación que tenga espacios libres”
Con Juan XXIII comienza un análisis más global y estructural de la violencia y la injusticia en el
mundo moderno. Los cambios tras la Segunda Guerra Mundial (por ejemplo, la guerra fría, la
descolonización, el inicio de la llamada explosión demográfica, el extraordinario desarrollo
científico... la brecha en aumento que separa a los países ricos y pobres... la mundialización
de los fenómenos… supone un cambio de escenario mundial.
Pero, entrando en los mecanismos que provocan las migraciones y conociendo los
desgarros que producen en los hombres emigrantes, los pueblos deben "establecer
relaciones de mutua colaboración, facilitando entre ellos la circulación de capitales, de bienes
y de hombres". Y especifica …“Creemos oportuno observar que, siempre que sea posible,
parece que deba ser el capital quien busque el trabajo y no viceversa”.
Juan XXIII insiste en la necesidad de integración del inmigrante, que también a él mismo le
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Y también señala que “en lo que atañe a los obreros que, oriundos de otra nación o
región, colaboran con su trabajo al progreso económico de un pueblo o de una región,
• Más aún, todos y en primer lugar los poderes públicos, deben estimarlos no sólo como
meros instrumentos de producción sino como personas
• Y les deben ayudar para que puedan llamar consigo a sus familias, para que puedan
proveerse de una habitación decente y fomentar su inserción en la vida social del
pueblo o región que les ha recibido.
• Sin embargo, en la medida en que sea posible, créense fuentes de trabajo en las
propias regiones.”
Otro número que merece ser tenido en cuenta es GS 27, que proclama el respeto hacia
todo ser humano y su dignidad inviolable “de tal manera que todos sin excepción
consideren a su prójimo como a un “otro yo”, y se preocupen primeramente de su vida y
de los medios necesarios para llevarla dignamente, no sea que imiten a aquel rico, que
no se cuidó en lo más mínimo del pobre Lázaro”, citando específicamente a los
inmigrantes, desplazados, deportados, mujeres víctimas del tráfico para explotación
sexual.
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Después del Concilio, ve la luz un nuevo documento eclesial específico sobre migraciones
que ilumina esta realidad a la luz de la doctrina conciliar. Es el Motu Proprio De pastorali
migratorum cura, promulgado por Pablo VI en 1969.
Las migraciones aparecen como una llamada urgente a las iglesias locales a redescubrir
su condición de Pueblo de Dios que supera todo particularismo de raza y nacionalidad, de
manera que nadie puede, en él, aparecer extranjero. La inmigración es parte integrante
de las mismas y no una iglesia paralela, convertida en cuerpo extraño.
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JUAN PABLO II, Sollicitudo Rei Socialis nº 16
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Sus mensajes anuales en la Jornada Mundial de las Migraciones también son una
referencia para el análisis, la toma de postura y la acción de la comunidad eclesial ante el
fenómeno migratorio y ante las personas inmigrantes.
1. La caridad de Cristo hacia los emigrantes nos estimula (cfr. 2Cor 5,14) a afrontar
nuevamente sus problemas, que ahora ya conciernen al mundo entero.
12. La Iglesia ha contemplado siempre en los emigrantes la imagen de Cristo que dijo: "era
forastero, y me hospedasteis" (Mt 25,35). Para ella sus vicisitudes son interpelación a la fe y
al amor de los creyentes.
14. Por tanto, podemos considerar el actual fenómeno migratorio como un "signo de los
tiempos" muy importante, un desafío a descubrir y valorizar en la construcción de una
humanidad renovada y en el anuncio del Evangelio de la paz.
Destacamos, en primer lugar, el título, marcado por la expresión “caritas Christi”, ‘amor de
Cristo’. Ante la actual pluralidad y variedad de los emigrantes, no cabe plantearse una
pastoral en sentido estricto, como si se tratara solamente de la atención pastoral a
católicos, ni siquiera en sentido ecuménico, dirigida a cristianos de las diversas tradiciones
o ritos. La nueva emigración la componen personas católicas de diversos ritos, cristianos
de las diversas tradiciones, creyentes en otras religiones y no creyentes, de las más
diversas culturas y procedencias.
La Iglesia se siente enviada a todos ellos, y la categoría que puede abarcar a todos no es
otra que «el amor de Cristo». Este tomará, en la práctica, diversas formas y expresiones,
según la condición de los destinatarios de la acción de la Iglesia.”
La emigración no es un mal.
Anticipar el plan de Dios de reunir en una sola familia a todos los pueblos.
“Del trabajo en los próximos años depende la convivencia de las futuras generaciones en
España. La Iglesia tiene una palabra y una tarea propia. Al mismo tiempo, fiel al deseo y al
mandamiento de su Señor de reunir en una sola familia a todos los pueblos y desde una
correcta lectura de los signos de los tiempos tiene la oportunidad de constituirse en signo
que anticipe el futuro y en modelo de referencia para la sociedad futura, que ya se está
percibiendo más fraterna en la unidad de los pueblos diversos”