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Un ciclo representa
la trayectoria de un objeto en
movimiento, que luego de partir
regresa a su punto de origen.
Sabemos que el frío nos afecta en forma diferente al calor, y el viento afecta en
forma diferente a la humedad. Quizás hemos percibido que nos sentimos diferente
en la mañana que en la noche. Que hay horas del día cuando preferimos
detenernos y descansar y otras en las que estamos llenos de energía y hasta
eufóricos. Esto hemos llegado a aceptarlo, no obstante, no es tan fácil conocer la
estructura que subyace a dicho fenómeno, más aún cuando el comportamiento de
los ciclos nos afecta a cada uno de manera diferente. Hay quien se siente de
maravillas en el frío y otros no lo soportan. Existe también quien en una etapa de
la vida le molesta el frío y años después cambia y le molesta el calor. Los
ejemplos pueden multiplicarse al infinito y considero que los suministrados bastan
para esbozar la idea de la existencia de influencias cíclicas y naturales cuya razón
y trascendencia no hemos profundizado.
La pregunta que aquí nos concierne es: ¿Será posible conocer y predecir el
comportamiento de los seres vivos frente a cambios cíclicos de la naturaleza, así
como las leyes que rigen ese comportamiento? Sostengo la premisa que ello es
posible.
No pretendo decir ser el primero que se ocupa del estudio de los ciclos. Es un
tema que ha apasionado al ser humano desde el principio de la historia. Desde
las observaciones de nuestros antepasados, en épocas remotas, con relación a
los factores meteorológicos que afectaban la agricultura, hasta los movimientos de
las estrellas con relación a la Tierra -lo cual devino en la doctrina Astrológica-, todo
ha sido una observación de los patrones cíclicos. Estudiosos de la bioquímica
humana, han encontrado que los picos y descensos de la actividad de diversas
hormonas y neuroquímicos ocurre en horarios definidos dentro de ciclos
circadianos predecibles.
Es posible que a algunos de mis lectores no les resulte familiar el uso del oráculo
chino denominado I Ching. Para otros la sola palabra oráculo trae remembranzas
relacionadas con lo oculto y desconocido, si es que no lo vincula con
charlatanería. El I Ching es un ejemplo histórico y categórico de la atención que
nuestros antepasados asiáticos le dedicaron al estudio de los ciclos, a sus partes
integrantes y a la forma de predecirlos para proyectar una vida más adecuada a
sus necesidades. No es este el espacio adecuado para hacer justicia a un libro de
la envergadura del I Ching , no obstante, dada las interesantes conexiones entre la
Quadrántica y la doctrina china de los 5 elementos, haré varios comentarios al
respecto.
Puedo afirmar sin temor a duda, que la empresa más importante que un ser
humano puede acometer durante su estancia en el planeta, es el de conocerse a
sí mismo, en todas sus dimensiones. Ese conocimiento es el punto de partida para
cualquier acción coherente. La Quadrántica es una herramienta imprescindible en
este proceso de indagación de sí mismo, pues permite conocer nuestras fortalezas
y debilidades y la manera como éstas se relacionan unas con otras. Además, en el
momento histórico que nos toca vivir, en que se hace cada vez más necesario una
visión holística de la realidad, el estudio y comprensión del patrón Quadrántico de
la vida es sencillamente indispensable.
Tiempo y espacio están intimamente ligados, pues son aspectos de una misma
realidad. Aunque originalmente tomé la idea de los ciclos de la observación del
tiempo, la idea se extiende hacia la estructura material que conforma el espacio.
Antes de continuar debo advertir, a la vez que dar un consejo a mis lectores. Las
correspondencias numéricas y geométricas, al igual que otros segmentos de
conocimiento humano no convencionales, merecen que les hagamos un espacio
en nuestra mente. Al no encontrar referencias en el modo convencional de ver las
cosas, con frecuencia se genera rechazo. Un acercamiento correcto se logra
permitiendo que estas ideas penetren suavemente sin forzarlas ni pretender
entenderlas en toda su magnitud de una vez. Son como semillas que hay dejarlas
germinar durante meses e incluso años.
Mi objetivo no es atiborrar al lector de información numerológica, sino más bien de
conducirlos hacia una perspectiva holística de la realidad, que le permita asistir a
sus propios procesos creativos y depurativos en una forma más consciente y
efectiva, en lo que podríamos considerar una visión evolutiva, porque la
Quadrántica considera al hombre desde su posibilidad de devenir en un ser
superior, pues un ciclo, aunque comienza y termina en el mismo lugar –aparente-,
en realidad lo hace, tomando una perspectiva tridimensional, en otro lugar de una
trayectoria espiral, mas que simplemente circular, bidimensional.
La tradición afirma: El uno crea al dos, del dos surge el tres y del tres nacen todas
las cosas. Esta simple afirmación contiene una gran sabiduría y nos habla de un
número que no podemos perder de vista pues estaremos refiriéndonos a él con
frecuencia: el 3. Por alguna razón se habla en la religión cristiana de una Trinidad
que es Santísima. Es demasiado curioso que se venere en la religión mas
difundida en la actualidad y se califique de santo a un número o conjunto trinitario.
Mas curioso todavía es que se deje pasar por alto la importancia de la Trinidad. En
mucho este libro, que trata sobre los cuadrantes, mantiene una referencia con la
ley trinitaria, porque el orígen del 4 está en el 3.
Me gusta el simil del ser humano como un arbol de navidad, de esos que tienen
múltiples adornos y lucecitas. En su periplo evolutivo, el hombre, transita por una
etapa en que es un ente oscuro. Pero a medida que avanza, experimenta y
aprende, va prendiendo mas y mas luces, hasta que llega a convertirse,
literalmente, en un ser iluminado. Es utópico creer que podemos desarrollar todas
las virtudes e iluminarnos completamente en una sola vida. No solo es un asunto
de falta de tiempo, sinó que cada cuerpo y su circunstancia permiten experimentar
solo con un pequeño sector de la realidad. Existen condicionamientos genéticos,
estructurales e incluso socio-históricos que obligan y enrumban las experiencias,
permitiendo unas y coartando completamente otras. ¿Podría acaso un romano del
siglo 1, experimentar la comunicación inalámbrica por radio o tv? Este ejemplo,
que puede resultar obvio, puede conducirnos a considerar que existen otras
experiencias, mas sutiles, que también les fueron imposibles a esos hombres,
como el concebir la redondez de la Tierra y su integración en un Sistema Solar. Y
mas sutil aún, su concepción mágica del mundo los obligaba a una perspectiva
animista y por lo tanto esclava de fuerzas mas allá de su control.
Año 1998
oyatros@gmail.com