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UNAM

FFyL
Colegio de Historia
Elí Gutiérrez Briseño

La Contrarreforma y el origen del


culto a Nuestra Señora de Guadalupe

Introducción
En la actualidad cada mes de diciembre, entre los días 9 y 12, millones de personas
visitan el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe ubicado en el norte de la Ciudad de
México, siendo así el segundo santuario de peregrinación de la Iglesia Católica más
visitado del mundo. En el presente trabajo pretendo dar un panorama general del origen
de la imagen de la Virgen de Guadalupe, objeto de adoración de millones de mexicanos
y personas alrededor del mundo. Pero no sólo será un trabajo que cuente una historia
solamente porque sí, sino que situaré al fenómeno guadalupano dentro del marco de la
Contrarreforma o Reforma Católica del siglo XVI, cuya influencia fue de suma
importancia dentro del proceso de construcción de la identidad novohispana y sigue
siendo aún hoy un factor determinante del carácter de la sociedad mexicana. No es mi
intención comprobar si Juan Diego existió o no, ni si la imagen de la Virgen de
Guadalupe tiene un origen sobrenatural o fue pintada por manos humanas, sino entender
el origen histórico de este fenómeno. Respeto a quiénes argumentan a favor de la tesis
aparicionista y a los millones de mexicanos que son devotos de la Virgen de Guadalupe,
sin embargo me parece que desde el punto de vista de la crítica histórica ese problema
está más que superado, pues la evidencia histórica es clara y por ello no es mi intención
argumentar ni a favor ni en contra, sino comprender este fenómeno.

Una proceso histórico


No podemos estudiar el fenómeno guadalupano separado de su contexto histórico, y por
ello es necesario situarlo tanto en el marco de los conflictos político-religiosos que
sucedieron en Europa durante el siglo XVI, así como dentro del proceso de construcción
de una identidad propia en la Nueva España, producto del encuentro de dos mundos
diferentes. Nuestra historia, por ello, comienza en Europa, donde la Reforma protestante
sacudió la Unidad Cristiana y con ello se trastocó el orden de lo que se consideraba el
mundo cristiano y que se pensaba tenía un origen divino. Esta separación significó un
duro golpe para la Iglesia Católica, sin embargo sorprendentemente sobrevivió a estos
embates y a lo largo del siglo XVI el papado se fortaleció e incluso adquirió un poder
aun mayor que el que tenía en el momento en que se dio la reforma protestante.
Ya antes de Lutero había habido intentos y demandas de reforma dentro de la
Iglesia Católica en España e Italia, países que permanecieron siempre fieles a la
ortodoxia católica y que impulsaron con mayor fuerza la Contrarreforma. Por ejemplo la
obra reformista de Jiménez de Cisneros en España. Cuando salieron a la luz los ataques
y las pretensiones separatistas de Lutero, en Italia surgieron respuestas también
reformistas pero que permanecieron fieles al papado. Se pensaba que algunos cambios
en la Iglesia podrían traer de vuelta a los protestantes y se pensaba en la reconciliación,
pero factores políticos y económicos no lo permitieron. No pretendo hacer aquí una
historia de la Contrarreforma pues es un proceso bastante amplio y complejo que tiene
muchas vertientes que abarcan tanto lo religioso, como lo político, lo social y lo
económico, y en diversas partes del mundo. Sin embargo me parece que es necesario
que mencione algunas de las características de la mentalidad contrarreformista para así
entender el fenómeno guadalupano.
Las demandas de reforma se venían escuchando desde el siglo XIV, y para el
XVI Lutero y otros reformadores que le siguieron rompieron tajantemente con la Iglesia
de Roma. Sin embargo también hubo personajes que, como aquellos, proponían una
reforma pero sin la ruptura con Roma. Uno de esos personajes fue el importante
humanista Erasmo de Rotterdam. Él proponía una religiosidad cristiana más simple, sin
tanto ritualismo sino donde el creyente experimentara en la vida cotidiana su fe,
anteponiendo la calidad moral a la dogmática. Esta propuesta rechazaba la adoración a
imágenes y un culto repleto de santos, reliquias, formulismos y toda una parafernalia
religiosa que imperaba en la espiritualidad católica de su tiempo. Nunca aceptó a Lutero
por su separatismo y por ello, aunque los protestantes admiraban sus ideas, nunca se
unió a las filas del movimiento protestante. Sus ideas también tuvieron importante
influencia en el mundo católico, sobre todo en España, donde muchos teólogos y
religiosos abrazaron sus ideas y fueron importantes dentro de la renovación de la Iglesia
en España. Sin embargo para mediados del siglo XVI la Iglesia Católica Romana ya
estaba dando marcha a un plan de reforma convocando a un Concilio Ecuménico que
iba a tener una importancia mayúscula dentro del desarrollo histórico de los siguientes
siglos, el Concilio de Trento.1

1
Gonzalo Balderas Vega, Reforma y Contrarreforma, dos expresiones del ser cristiano en la
modernidad. México, Universidad Iberoamericana, 2007, 360 págs.
La historia es mucho más larga y compleja, pero lo que importa aquí es señalar
uno de los rumbos, porque fueron muchos, que tomó el pensamiento contrarreformista.
Se rechazó la propuesta de Erasmo e incluso se introdujeron sus libros al índice de obras
prohibidas, instaurado por la Iglesia Católica como medio de defensa y castigo contra la
herejía. Se escogió una propuesta de reforma que iba justo al lado opuesto de la
propuesta erasmiana, y se afianzó el dogma enfatizando aquellos puntos que
contradecían las tesis protestantes, como el de la justificación por la fe, que era central
en el pensamiento luterano. Roma apuntó su reforma hacia una religiosidad popular,
dando apoyo a la devoción popular a las reliquias, a los santos y sobre todo a la Virgen
María. La devoción mariana se convirtió en un símbolo de catolicismo y de
antiprotestantismo.2 El catolicismo se convirtió así en una religión de imágenes, aunque
en el Concilio de Trento se señalaba que no se adoraba a las imágenes en sí sino a lo
que representan. Pero los teólogos católicos constantemente defendían la adoración a las
imágenes como medio de aprehender la fe y de explicar a los iletrados las verdades del
evangelio.
Dentro de este proceso España tuvo un papel fundamental ya que los reyes
españoles se erigieron como los defensores de la ortodoxia católica y del papa. Así, se
vio al descubrimiento del Nuevo Mundo como una oportunidad divina de convertir a
miles de almas a la fe católica en recompensa de las que se habían perdido con el cisma
protestante. Sin embargo muchos de los primeros evangelizadores, sobre todo
franciscanos, eran erasmistas consumados y por lo tanto no siempre iban en la línea del
pensamiento de la Contrarreforma. Criticaban la idolatría de los indígenas y su
veneración a las imágenes, incluso el mismo Juan de Zumárraga, primer arzobispo de
México, señaló que el tiempo de los milagros y las apariciones ya había terminado,
mostrando así su pensamiento erasmiano. También se comenzaron a fundar centros de
adoración cristiana dónde se adoraba imágenes propias de la religión católica pero que
muchas veces eran meras continuaciones de cultos prehispánicos, y algunos religiosos
criticaban esta práctica por ser una invitación al paganismo y por revivir las devociones
que el cristianismo debería derribar. Y es así como entramos en el desarrollo del
fenómeno guadalupano.

2
David Brading, La Virgen de Guadalupe, imagen y tradición, México, Taurus, 2002, p. 60
Un culto de sustitución
La tradición cuenta que desde el año de 1531 en que la Virgen de Guadalupe se le
apareció a Juan Diego, el obispo Zumárraga mandó construir una ermita en el cerro del
Tepeyac, y se tiende a pensar, entre los especialistas, que efectivamente existía, pocos
años después de la conquista, una ermita en el Tepeyac donde se veneraba una cierta
imagen de la Virgen María que, muy seguramente, era diferente a la que después se
denominó de Guadalupe. Se cree que esta ermita fue construida por los franciscanos
alrededor del año de 1530, justamente en un lugar sagrado para los mexicanos, en el
cerro del Tepeyac, donde antes los indios veneraban a su diosa Tonantzin, diosa de la
tierra y madre de dios. Así lo confirman los testimonios de Sahagún y Torquemada. 3 El
propósito de los franciscanos que hicieron esta labor fue, seguramente, sustituir aquella
adoración pagana por un culto mariano, ayudados por la coincidencia de que seguían
adorando a la Madre de Dios, Tonantzin en náhuatl. El famoso historiador del siglo
XIX Joaquín García Icazbalceta afirma que pudo no haber ninguna imagen en aquella
primitiva ermita del Tepeyac, y que si la hubo bien podía ser una imagen sin advocación
particular, pero que es improbable que fuera una imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe, originaria de Extremadura en España y objeto de la veneración de muchos
de los conquistadores, pues más bien era una ermita de indios, y no de españoles.4
Así, en un principio, la adoración en el Tepeyac era sólo un culto de sustitución
que los franciscanos había instaurado como parte del proceso de cristianización de los
indígenas y, en principio, no existen indicios para pensar que su fundación tuvo que ver
con un hecho sobrenatural. De aquel relato fantástico de la aparición de la Virgen al
indio Juan Diego no se tiene noticia hasta la publicación en 1649 por Luis Lasso de la
Vega del Nican Mopohua, atribuido a diversos autores indígenas y del que se ignora la
fecha de redacción. En este texto se relata en náhuatl que el día sábado 9 de diciembre
de 1531, muy de mañana en el cerro del Tepeyac Juan Diego escuchó el cantar del
pájaro mexicano tzinitzcan, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Ella
se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y le encomendó decir
al entonces obispo, fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un
templo. La Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas que
misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro para llevarlas al obispo

3
Richard Nebel Santa María Tonantzin Virgen de Guadalupe, continuidad y transformación religiosa en
México, FCE, 1996, p. 122
4
Joaquín García Icazbalceta, Carta acerca del origen de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de
México, México, M. A. Porrúa, 1982, p. 34
Zumárraga en su ayate. Cuando Juan Diego mostró al obispo las hermosas flores se
apareció milagrosamente la imagen de la Virgen impresa en el ayate. El prelado ordenó
la construcción de una ermita donde Juan Diego viviría por el resto de sus días
custodiando el ayate. La tradición dice que el texto fue escrito por Antonio Valeriano un
indio letrado y alumno preferido, en un colegio franciscano, de Bernardino de Sahagún5.
Antes de la llegada del segundo arzobispo de México Alonso de Montúfar en
1554, no se encuentran pruebas de una gran devoción en la ermita del Tepeyac, sino
más bien sólo silencio. La primera mención pública que tenemos de la supuesta
aparición mágica es de 1556 en un sermón de Montúfar en el que hace alusión a la
imagen y a sus supuestas cualidades taumatúrgicas. Edmundo O’Gorman supone que la
imagen debió colocarse en la ermita del Tepeyac entre noviembre de 1555 y septiembre
de 1556, momento en que Montúfar pronuncia un sermón en apoyo a la veneración de
esta imagen. No hay seguridad en cuanto al autor de la imagen, aunque Fray Francisco
Bustamante, provincial de la orden de los franciscanos durante estos mismos años,
afirmó que fue pintada por un indio llamado Marcos, en un discurso frente al virrey y la
gente más importante de aquella sociedad, y parece que nadie puso objeción a aquella
afirmación. Tampoco se sabe quién la pintó, y se cree que se colocó subrepticiamente
por aquellos que estaban interesados en que se propagara su culto, e incluso el mismo
Sahagún ignoraba el origen de este culto. Lo cierto es, en fin, que los indios siguieron
adorando en aquel santuario como lo hacían antes de la llegada de los cristianos e
incluso seguían llamando al objeto de su adoración como antes: Tonantzin, ahora Santa
María Tonantzin. Hasta donde vamos el nombre de Guadalupe no se le ha impuesto a
aquella imagen del Tepeyac, veamos cómo fue que se le adhirió aquella advocación.

Una devoción española


La Virgen de Guadalupe es una advocación mariana cuyo santuario original está situado
en la villa de Guadalupe, Cáceres. Es la Patrona de Extremadura y es una de las siete
Patronas de las Comunidades Autónomas de España. Se trata de una talla románica de
finales del siglo XII o XIII, tallada en madera de cedro, que según una antigua leyenda
fue encontrada por un pastor de nombre Gil Cordero, vecino de Cáceres, a quien se le
apareció junto al río Guadalupe, del cual toma el nombre la Virgen y el pueblo. Según
esta antigua leyenda la imagen había estado siglos atrás junto al cuerpo de San Lucas,

5
Richard Nebel, Op. Cit. p. 123
expuesta en Roma y en Sevilla, hasta que en 714, en plena invasión musulmana, la
imagen fue escondida junto al río Guadalupejo, donde permaneció hasta su hallazgo por
Gil Cordero. Desde el siglo XIV aparece vestida con ricos mantos y joyas, dándole esa
imagen triangular, que la caracteriza. Esta imagen y su santuario eran objeto de
devoción de muchos de los conquistadores que llegaron al Nuevo Mundo a principios
del siglo XVI.6 Y ahora veamos la relación que guarda con la Guadalupe mexicana.
En una información al rey español en el año de 1575 el virrey Martín Enríquez
cuenta que esta imagen había sanado a un ganadero de la región y que a partir de
entonces se había propagado su culto entre los españoles, quienes le pusieron “de
Guadalupe” por su parecido con aquella imagen extremeña. Seguramente esto ocurrió
antes de mayo de 1556, fecha en que Montúfar puso bajo su directa jurisdicción a la
ermita del Tepeyac. La verdad es que la imagen adorada en el Tepeyac no tiene ningún
parecido con la extremeña, aunque un estudio del que desconozco su fiabilidad afirma
que se han descubierto varias capas de pintura sobre la supuesta tilma de Juan Diego y
que una de las primeras pintura en efecto tenía semejanza con la imagen de la
Guadalupe extremeña7. Como haya sido, lo cierto es que a partir de ese momento
aquella imagen que para los indios era Nuestra Santa Madre Tonantzin, fue para
españoles y criollos la Virgen de Guadalupe. Y es que al convertirse en una devoción
española, era normal que se le diera una advocación particular, un nombre propio, pues
así era la costumbre. No se puede asegurar la razón de escoger el nombre preciso de
Guadalupe, pudo ser por el parecido o para transferirle el prestigio de aquella, por la
profunda veneración que aun se guardaba de aquella Virgen de Extremadura entre la
población española y criolla, o bien para distinguirla de la adoración indígena y quitarle
tintes idolátricos, quizá para individualizarla e integrarla en una sociedad netamente
novohispana, o por todas las razones anteriores. Y es que en este momento la sociedad
novohispana se estaba definiendo y tenía que encontrar elementos que sin dejar de ser
española la hicieran algo diferente y particular. En ese sentido O’Gorman señala que la
Virgen de Guadalupe fue uno de los resortes del cobro de conciencia de la sociedad
criolla novohispana.8

6
Íbid., p 53
7
Leoncio Garza-Valdés. Tepeyac, cinco siglos de engaño. México, Plaza y Janés, 2002.
8
Edmundo O’Gorman, Destierro de sombras, luz en el origen de la imagen y culto de Nuestra Señora de
Guadalupe del Tepeyac. México, UNAM, 1991, p. 35
Una devoción indígena
Edmundo O’Gorman señala que la adoración a la imagen de la Virgen de Guadalupe
tuvo varias transformaciones en imagen criolla e indígena, para convertirse así,
finalmente, en símbolo mestizo de lo novohispano y a la postre de la mexicanidad,
siendo el símbolo incluso de la lucha independentista, e incluso fue parte de la campaña
presidencial de Vicente Fox. O’Gorman afirma que a partir de que los criollos le
adhirieron la advocación de Guadalupe a la imagen del Tepeyac fue necesaria una
transformación de la imagen para que los indígenas tomaran con agrado aquel cambio.
En esta transformación señala que el texto Nican Mopohua fue fundamental.
Siguiendo a Miguel León Portilla, se puede decir que el Nican Mopohua
presenta algo así como cuatro capítulos. El capítulo inicial relata el primer
aparecimiento de la Virgen María al indio Juan Diego y reproduce los primeros diálogos
entre los dos, en los que ella hace de él su mensajero para que transmita a las
autoridades religiosas su deseo de tener un santuario en el cerro del Tepeyac. Cuenta
además el fracaso de su primera gestión con Zumárraga. El capítulo siguiente refiere el
segundo encuentro de Juan Diego con la Virgen donde le comunica su fracaso, que él
atribuye a la humildad de su persona, y le pide que envíe en lugar suyo a gente de valía
y distinción, sólo para recibir de ella la orden de volver e insistir ante el prelado, puesto
que su voluntad es que su embajador sea precisamente él, el indio humilde, y no otros
de rango elevado. El tercer capítulo cuenta el segundo encuentro de Juan Diego con el
obispo Zumárraga y la exigencia que éste pone de una prueba del aparecimiento y la
voluntad de la Virgen. Así, se reproduce el tercer intercambio de la Virgen con Juan
Diego, al que, después de reconfortar con la curación de su tío gravemente enfermo,
envía nuevamente a San Francisco portando la milagrosa prueba de unas flores
imposibles. El último capítulo relata el cumplimiento de esta orden y cuanto ocurre
entonces en el palacio del prelado: los diálogos finales y el que se describe como
desenlace, el portento de la imagen de la Virgen, dejada por las flores en la tilma de
Juan Diego.9
Este es el primer y único relato que se tiene como fuente del suceso de la
aparición de la Virgen a Juan Diego. Como ya he mencionado, no se sabe con exactitud
ni la fecha ni el autor de la obra, aunque se tienen varias hipótesis. Miguel Sánchez y
Luis Lasso de la Vega, quienes recuperaron el texto a mediados del siglo XVII, después

9
Miguel León-Portilla, Tonantzin Guadalupe : pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el "Nican
Mopohua", México, FCE, 2000, p. 83
de que el culto a la Virgen de Guadalupe había venido a menos, afirman que el texto fue
escrito por Antonio Valeriano alrededor de 1544 y que el mismo Juan Diego fue quien
le había contado lo sucedido, O’Gorman está de acuerdo con esta hipótesis en cuanto a
que el autor haya sido Valeriano, pero no con la fecha, pues él la sitúa en 1556.
Independiente de ello lo importante aquí es ver cuáles son los elementos fundamentales
de la obra, eso que le hace tener la importancia que tiene dentro del guadalupanismo.
Para empezar, es el único documento que habla de la aparición, pero no sólo es eso. Es
un texto en lengua náhuatl que va dirigido a los indios, y los protagonistas de su historia
son igualmente indios, Juan Diego y Juan Bernardino, y así, dice O’Gorman, se inventa
el guadalupanismo indígena.10 La Virgen María crea un vínculo particular con los indios
al ser su protectora y su madre y al mismo tiempo elegirlos para tan grande misión aun
antes que a un español. Es la misma Virgen quien se hace llamar de Guadalupe y con
esto se esquiva cualquier posibilidad de conflicto entre la adoración española-criolla y la
indígena.

Un producto de la Contrarreforma
Si me regreso al punto en que me quedé al final de mi primer apartado dejé un
panorama en que el erasmismo era la principal línea de pensamiento de los frailes
evangelizadores, pero comenzaban a enfrentarse con una corriente de pensamiento
contrarreformista que les era contraria. Mientras tanto, en España se estaba viviendo un
proceso de construcción y consolidación de su propia conciencia e identidad, en el cual
se presentaba a la monarquía española como la defensora de la ortodoxia católica. Y es
en esa época en la que vive Alonso de Montúfar, nacido en 1489, y en la que llega a la
Nueva España, en 1554. En España era defensor de la política de represión que se hacía
contra todo lo que fuera reformista, incluso de los seguidores de Erasmo. La elección de
la corona de Alonso de Montúfar para el arzobispado de la diócesis mexicana tuvo que
ver con esa finalidad de romper con todo lo que tuviera tintes de reforma religiosa en el
sentido contrario al de la Contrarreforma Católica. Convocó, Montúfar, al Primer
Concilio Provincial Mexicano en 1555, y en él se proponía estructurar la Iglesia
novohispana con estricto apego a la ortodoxia católica, y aprobar el formulismo ritual,
sacramental y ceremonial tradicional, y las prácticas y costumbres piadosas de devoción
popular, en franca oposición a la corriente erasmista. Además de sentar las bases de la

10
O’Gorman, Op. Cit., p. 54
destrucción de la iglesia misional de inspiración erasmiana que se pretendía mantener al
margen de la autoridad diocesana y eximirse de la estricta observancia de los
formulismos ritualistas en la administración de los sacramentos a los indios.11 Para
dicho fin se necesitaba sustituir a los frailes por clérigos seculares y cobrar diezmo a los
indios para obtener recursos, con lo cual los frailes estaban en franco desacuerdo, y de
ahí comenzó un enconado conflicto que duró todo el tiempo que Montúfar fue arzobispo
de México. Por orden real y en apego a los fines establecidos Montúfar necesitaba
asumir bajo la responsabilidad de su propia autoridad el pastoreo sobre los indios, y en
su intento de ganárselos encontramos una fuerte razón para la cual dio un gran apoyo a
la causa del culto a la Virgen de Guadalupe, apoyo fundamental para la expansión de
este culto. Montúfar debía emprender una campaña de seducción para arrebatarles a los
frailes el monopolio espiritual que tenían sobre los indios. Y en ese sentido, les toleró la
libertad en el ejercicio de prácticas y costumbres de su antiguo culto idolátrico, que por
otro lado iban muy a tono con el Catolicismo, también idolátrico, de la Contrarreforma,
y en contraste con la intolerancia erasmiana a las imágenes de los miembros de las
órdenes religiosas. Con el apoyo al culto guadalupano se cumplían dos propósitos,
excluir a los frailes y atraerse a los indios. Así, Montúfar renovaba un culto de
sustitución que ya tenía algunos años, y seguramente a él se debe el impulso de colocar
aquella imagen en la ermita.
El 6 de Septiembre de 1556 Alonso de Montúfar predicó un sermón en apoyo a
la adoración a la imagen del Tepeyac, enfatizando su poder milagroso. En respuesta a
este sermón muchos franciscanos se mostraron en desacuerdo, particularmente fray
Francisco Bustamante, el provincial de la orden, quien el día de la natividad de la
Virgen María, 8 de septiembre, pronunció un discurso en el que descreditó el sermón de
Montúfar. Se le reprocharon a Montúfar principalmente dos cuestiones: que con el
apoyo a aquel culto promovía la adoración idolátrica que los evangelizadores debían
destruir y el hecho de no corroborar los milagros que supuestamente había realizado la
imagen. Independientemente de que este episodio eche abajo la tesis aparicionista al no
encontrar ninguna mención sobre Juan Diego, ni el relato de la aparición, ni a
Zumárraga como actor en aquel supuesto prodigio, lo que nos hace notar es aquel
conflicto entre Montúfar y los frailes nos revela al apoyo del culto guadalupano por
parte de Montúfar como producto de la Contrarreforma.

11
Íbid. p. 120
Conclusiones
He ofrecido un breve panorama de cómo fue el surgimiento del culto a la Virgen de
Guadalupe, cuyo santuario es, el día de hoy, el más importante de nuestro país y el
segundo más importante de la Iglesia Católica en el mundo. Me he limitado a analizar
su origen porque mi propósito era demostrar que el apoyo que Montúfar ofreció a este
culto en sus orígenes fue parte de un pensamiento y una línea de acción propios de la
Contrarreforma. Y dado que ese apoyo fue fundamental para la expansión y
consolidación de aquella devoción mariana dentro de la sociedad mestiza novohispana,
podemos decir que el culto a la Virgen de Guadalupe es un producto de la
Contrarreforma. Así, concluimos que esta veneración por Nuestra Señora de Guadalupe
es un proceso histórico complejo, en origen un culto de sustitución que luego se
convirtió en una devoción española para después convertirse en una devoción también
indígena y a la postre ser un símbolo de la mexicanidad.

Bibliografía

Balderas Vega, Gonzalo, Reforma y Contrarreforma, dos expresiones del ser cristiano
en la modernidad. México, Universidad Iberoamericana, 2007, 360 págs.

Brading, David, La Virgen de Guadalupe, imagen y tradición, México, Taurus, 2002,


645 págs.

García Icazbalceta, Joaquín, Carta acerca del origen de la imagen de Nuestra Señora
de Guadalupe de México, México, M. A. Porrúa, 1982, 141 págs.

León-Portilla, Miguel, Tonantzin Guadalupe: pensamiento náhuatl y mensaje cristiano


en el "Nican Mopohua", México, FCE, 2000, 202 págs.

O’Gorman, Edmundo, Destierro de sombras, luz en el origen de la imagen y culto de


Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac. México, UNAM, 1991, 306 págs.

Nebel, Richard, Santa María Tonantzin Virgen de Guadalupe, continuidad y


transformación religiosa en México, FCE, 1996, 445 págs.

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