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c r r í t o r i o s y derechos»
étnicos
Cultura afrocolombiana, entorno y
derechos territoriales
Jaime Arocha Rodríguez, PhD*
Durante aquel medio día del 27 de agosto de 1993, la intensidad con la cual se
oyó el coro Salve, salve ¡oh tierra madre! aumentó cuando -refiriéndose a la Ley
Después de 142 años de haber sido manumitidos, el nuevo estatuto por fin
hace un reconocimiento sociohistórico de la identidad cultural de la gente negra,
así como de sus raíces africanas y, en consecuencia, delimita derechos territoriales
y culturales. Sin embargo, los afrocolombianos guardan escepticismo. Como lo
hace Zulia Mena, adalid de la Organización de Barrios Populares (Obapo), ellos se
interrogan si el primer mandatario no sacrificará la oportunidad de hacer historia
con ese pueblo, y más bien responderá a las presiones que ejercen los países de la
cortina de bambú, los gremios y la clase política para que profundice la apertura
económica, aumentando la oferta internacional de todo lo que abunda en el litoral
Pacífico -oro, platino, petróleo, maderas, aguas para hacer electricidad, llanuras
para sembrar palmas africanas, manglares para talar y erigir criaderos de crustá-
ceos; en fin, mares de los cuales extraer atún-. Y, además, construir nuevas
carreteras, como la que va rompiendo las montañas selváticas del Baudó para unir
a Pereira con el mar y convertir a Tribugá en puerto alterno de Buenaventura.
Artículo 55 transitorio. Dentro de los dos años siguientes a la entrada en vigencia de la presente Constitu-
ción (4 de julio de 1991), el Congreso expedirá, previo estudio por parte de una comisión especial que el
gobierno creará para tal efecto, una ley que le reconozca a las comunidades negras que han venido ocupando
tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus
prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva sobre las áreas que ha de demarcar
la misma ley [...]
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HISTORIAS ALTERNAS
Acatar las voluntades atípicas que han adquirido legitimidad, demanda acep-
tar versiones distintas de nuestra historia. Como aquella que precisa cambiar
nombres y significados como el de esclavo, por el de esclavizado; protagonismos
como el de la Revolución Francesa dentro de los antecedentes de nuestro proceso
emancipatorio, por el del movimiento cimarrón que impulsaron, desde los comien-
zos del siglo XVI, quienes habían sido secuestrados en África. Nociones como la
90 • CULTURA AFROCOLOMBIANA, ENTORNO Y DERECHOS TERRITORIALES
Los dos adalides hablaron de una noción de desarrollo que fue contradicha
por los oradores que los procedieron, al urgir al gobierno para que adelantara
macroprogramas de carreteras que penetren la selva y permitan extraer los recur-
sos de ella; hidroeléctricas que le sirvan a todo el país; nuevos puertos que
aumenten los nexos con los mercados internacionales, y plantaciones que generen
empleo y divisas. Pero hoy ese modelo está sometido a juicio por basarse en la
extracción de recursos sin contemplar la naturaleza frágil del ámbito que los
origina. Mucho menos, que toda esa región es patrimonio universal debido los
servicios que le presta a la humanidad en cuanto al reciclaje y purificación del aire
y las aguas, y también porque la complejidad de las relaciones entre los seres vivos
que sustenta, así como la diversidad de sus formas de vida; contienen claves
importantes para desarrollar, desde nuevas medicinas, hasta materiales para fabri-
car aviones (dentro de esta misma serie, ver el artículo sobre la libélula gigante del
Baudó).
pudran con la humedad y formen camas fértiles para las semillas que se riegan o los
esquejes que se entierran. Ni éstos, ni aquéllas son de una sola planta. Así cuando
crecen, quedan intercaladas frutas con granos, o tubérculos con cereales.
Con los indios emberáes, los campesinos negros del Baudó comparten la
producción; les delegan el cuidado de los marranos y la limpieza de los cultivos,
entre otras tareas. Lazos tradicionales de compadrazgo integran a ambos pueblos
en una coexistencia dialogante, la cual, con todo y sus tensiones, ha servido de
vehículo para la formación de territorios compartidos por las dos etnias. Así, con
otros sectores del Chocó, el Baudó constituye un refugio de paz, desprovisto de
guerrilleros, grupos paramilitares, soldados o policías. De manera significativa
contrasta con otros lugares de Colombia, donde la gente se vale de balas y metralla
como medios privilegiados para resolver conflictos territoriales, sociales y políti-
cos. De ahí el interés de la Universidad Nacional por apoyar nuestro estudio
antropológico sobre los patrones de convivencia interétnica que imperan allá. Su
realización abre la posibilidad de ofrecernos claves fundamentales para proponer
alternativas que contribuyan a detener la sangría sufrida por los pobladores de
muchos ámbitos de la geografía colombiana.
étnicos. La Ley 89 de 1890 permitió que, mientras los salvajes iban reduciéndose a
la vida civilizada, podían continuar viviendo en sus resguardos bajo el régimen de
sus propias autoridades. No obstante el sentido discriminatorio de la norma, la
resistencia indígena se amparó en la legitimidad temporal que admitía para las
identidades no hispanoamericanas, y fue consolidando un movimiento que en
regiones como el Cauca y el Tolima, para el decenio de 1970, mostraba una solidez
que le servía de ejemplo a otras organizaciones. Dos lustros más tarde, se extendió
por las sabanas y las selvas y en 1985, la Organización Emberá-Waunaná (Orewa)
ya se mostraba como ente capaz de ejercer presión sobre el Estado para que éste
creara nuevos resguardos o los desenglobara de la reserva nacional creada por la
ley 2a. de 1959.
2. Artículo 286. Son entidades territoriales, los departamentos, los distritos, los municipios y los territorios
indígenas. La ley podrá darles el carácter de entidades territoriales a las regiones y provincias que se
constituyan en los términos de la Constitución y de la Ley.
3. Artículo 287. Las entidades territoriales gozan de autonomía para la gestión de sus intereses, y dentro de los
límites de la Constitución y la Ley. En tal virtud tendrán los siguientes derechos:
Entonces se habló de tomar los pasos que hacia el futuro permitieran idear una
nación para los excluidos, entendiendo que la mayoría de éstos últimos estaba
conformada por los amerindios y los afrocolombianos. Unos y otros comparten la
calidad de personas que durante la Colonia fueron discriminadas tanto por su
apariencia física, como por su conducta diversa. En consecuencia, fueron denomi-
nadas «irracionales», en el primer caso, y «bienes muebles» en el segundo. De ese
modo, los colonizadores obtuvieron una justificación moral por la forma como fue
apropiado y explotado el trabajo de ambos pueblos.
HACIA EL AT 55
Las adversidades acicatearon a los adalides del movimiento negro para reco-
rrer el litoral Pacífico, redoblando esfuerzos por escribir y hacer que se firmaran
memoriales ratificando la urgencia de incluir a sus comunidades dentro del articu-
lado definitivo de la nueva Constitución. Comenzaron a surgir comités municipa-
les y veredales que llegaron a realizar tomas pacíficas, como las de las alcaldías de
Quibdó y Pie de Pato y a discutir sobre su identidad como fuente de derecho y no
tan sólo de discriminación. Un año más tarde, los participantes en las dos expedi-
ciones etnográficas que llevó a cabo la Universidad Nacional en el Baudó, se
encontraron a estos grupos de presión sesionando los domingos alrededor del
artículo transitorio 55. Los de Puerto Echeverry, sobre el río Dubasa y los de
Platanares expresaban dudas sobre la propuesta de que los títulos fueran colecti-
vos; les preocupaba algo que aún está por resolverse: las entidades que ejercerán el
dominio sobre las propiedades y, por io tanto, serán depositarías de las correspon-
dientes escrituras.
INVISIBILIDAD Y DESAFRICANIZACIÓN
Horas más tarde, cuando el Presidente y el director nacional del Plan Nacional
de Rehabilitación instalaron el Consejo Chocoano de Rehabilitación, Zulia Mena
explicó por qué los miembros de las organizaciones de las comunidades negras
habían presionado para que la titulación fuera colectiva: el sistema de producción
de los campesinos negros que ocupan zonas ribereñas del litoral no se basa en una
sola actividad, sino que combina la agricultura con la pesca, la explotación forestal
y, donde pueda hacerse, con la minería. La titulación individual rompería con la
100 «CULTURA AFROCOLOMBIANA, ENTORNO Y DERECHOS TERRITORIALES
unidad que debe existir entre río, orilla, bosque y -en el caso de las comunidades
costeras- estero, playa y mar, máxime cuando algunas de las faenas, como la
minería de la época de lluvias, tienen que hacerse de manera colectiva, convocando
a los miembros de las grandes parentelas que ejercen dominio sobre los yacimien-
tos y que la gente distingue con el apelativo de troncos. Algo parecido puede
decirse de la floresta, la cual pocas veces es objeto de explotación individual, sino
que la colectividad, asociada en sus troncos, vigila la preservación de los recursos.
De otro modo, la caza y la recolección de frutos silvestres también se harían
imposibles. Y por último, argumentó que la gente negra siempre ha mantenido
vínculos con los grandes poblados y los puertos. Apelando a las relaciones que
existen con miembros del propio tronco, hombres y mujeres pasan temporadas
laborales por fuera de sus fincas ribereñas. Otra vez, dijo, si la propiedad se
fracciona, también lo harán las redes de familiares que unen orilla, poblado y
puerto.
Es más bien difundida la noción referente a que quien toma conciencia de sus
raíces históricas y culturales y las reivindica, practica el racismo. El raciocinio que
fundamenta esta idea confunde la igualdad de derechos, con la igualdad de conduc-
tas y, de paso, niega la esencia de la democracia. Así suene obvio, el sello distintivo
de este tipo de régimen consiste en garantizarle los mismos derechos a quienes son
distintos, en el caso que nos ocupa, porque tienen un origen particular, forzado
desde África, y un pasado también particular: el desarrollo de la existencia dentro
de los márgenes estrechos de la esclavitud y la rebelión contra ella escapando con
violencia o comprando la libertad. De no respetar las conductas que se derivan de
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Atrato (Ocaba), quienes habían viajado desde Riosucio (Chocó) para exponerle a
los comisionados la forma como el proyecto afectaría de manera directa a por lo
menos 1.307 familias distribuidas en 25 comunidades y un número mayor de
personas sufriría los efectos indirectos del proceso extractivo.
Esa postura casi unánime quedó consignada en una carta dirigida ese mismo 8
de octubre a la Corporación Nacional para el Desarrollo del Chocó (Code Chocó),
la entidad encargada de darle a Maderas del Darién la aprobación final. Que fue
positiva y que se obtuvo antes de la navidad de 1992, durante una sesión dominada
por la lectura que empresarios y sindicalistas hacían de la nueva Constitución, en
cuanto a la adhesión de ella a los derechos humanos, siendo uno de ellos el de
disfrutar de las condiciones materiales que permitan el progreso individual.
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La emotividad con la cual la multitud coreó Salve, salve, ¡¿oh tierra madre!
parece ser indicio de que el pasado sí ha legado lecciones y que los beneficiarios de
la ley sancionada al medio día de ese 27 de agosto de 1993, no quieren que se repita
la historia de fragmentación de pueblos, así como la subsiguiente usurpación
territorial que sus antepasados han experimentado desde la Colonia.
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REFERENCIAS
AROCHA, Jaime. 1990. Desarrollo, pero con los grupos negros. Cien días vistos
por Cinep, Vol. 3 No. 11, septiembre, págs.: 24, 25.
Editores
hasta las rancherías. Unos meses más tarde, en un acto en el que la felicidad y la
tranquilidad del deber cumplido se mezclaron con los discursos sobre el cumpli-
miento de la entidad (entre otras cosas, cierto), la importancia de la participación
comunitaria y las ventajas de tener el agua en cada ranchería, se inauguró el nuevo
acueducto, uno de los primeros de la alta Guajira. Muchos doctores, algunos
periodistas prestos a resaltar lo que les parecía fundamental de acuerdo con lo que
entonces se consideraba fundamental, muchos de los wayúu vecinos al lugar del
proyecto y varios políticos, comieron chivo, bebieron chicha y whisky y se
marcharon con el sol. No más despuntando el nuevo día, los arietes desaparecieron
y los tubos que se podían retirar fueron arrancados y quedaron esparcidos por los
alrededores. Cuando los técnicos se enteraron de lo ocurrido no podían creer lo que
les decían. Hubo muchas explicaciones, planteadas con tono de profecía: algunos
recordaron que a los indios se les debe obligar a pagar los beneficios que reciben
del Estado para que los cuiden; dijeron que no se les puede dar nada gratis porque
no lo valoran. Otros se limitaron a decir que los indios son así y siempre destruirán
lo que el Estado les regale. Otros dijeron que el problema era de educación y que
sólo en la medida en que los indios se educaran estos problemas se acabarían. Pero,
¿qué había llevado a los nativos de ese lugar de la Guajira a destruir lo que habían
acompañado a inaugurar? ¿Cuál era su versión de lo ocurrido? No fue fácil saber
quiénes habían decidido destruir las obras del acueducto ni cómo se había tomado
la decisión, pero sí hubo respuestas claras: «Los doctores nos dijeron que traerían
el agua hasta nuestra ranchería, pero nunca nos explicaron que se la quitarían a
nuestros vecinos para traerla aquí. Desde hace mucho tiempo nosotros vamos por
el agua al charco que está en el territorio de ellos; pero no sólo vamos por el agua
sino que vamos porque ellos son nuestros amigos y varios de nuestros hermanos se
han casado con sus mujeres. Nunca hablamos con los mayores para tomar su agua,
ni dimos nada a cambio. Nunca hubo palabrero para negociar»
PALABRAS CLAVES
La idea de que toda política social debe buscar mejorar la calidad de vida de la
gente también es muy brumosa. ¿Quién establece los estándares para medir la
calidad de vida? ¿Cómo podemos asegurar que nuestro concepto de calidad de vida
es el correcto? ¿Cómo podemos darnos a nosotros mismos el derecho para decidir
por los demás lo que les conviene? La facilidad con la que homologamos conceptos
tales como desarrollo, progreso, calidad de vida y bienestar, nos hace perder de
vista sus matices y desconocer sus profundas diferencias. Se cae en el error de
pensar que desarrollo o progreso y crecimiento económico son la misma cosa y se
piensa que «lo social» está definido tan sólo por el hecho de que existe en el
desarrollo de los programas, definidos desde afuera, la «participación comunita-
ria».
Las sociedades que deben sufrir nuestras imposiciones y las del Estado en
nuestro nombre, no están pasivas ante las agresiones. Desarrollan mecanismos
poco visibles -por lo general- para resistir y para interpretar nuestros actos. Los
wayúu saben lo que significa un proyecto como el de El Cerrejón para su vida y han
desplegado sus formas de explicación para tratar de dar sentido y significado a lo
que están viviendo. No dudan en relacionar los constantes abortos de sus animales
y las deformaciones con las que nacen los chivos, con los efectos del polvillo del
carbón, y nadie pone en duda que desde cuando Cerrejón inició sus obras, ha
dejado de llover como llovía antes. La ausencia de lluvias tiene que ver con la
destrucción que han hecho los alijuna -como llaman a los blancos- de los lugares
donde vivían las pülowi, personajes míticos que se consideran esposas de lluvia,
personaje masculino (Perrin 1980). Por ese motivo Juyá -el señor de la lluvia- ya
no puede volver a visitar a sus esposas, y si él no viene, pues no hay lluvia, no hay
G. I. ARDILA CALDERÓN • 1 1 !
agua, no hay vida. De esa manera, los wayúu han ido dando el papel de originador
de la muerte a las compañías del carbón y al Estado que es su fiador. Entre la
mayoría de los wayúu no hay distinciones entre una empresa y otra; todas son
iguales.
La segunda historia cuenta que por esos días, un barco que se dirigía a
Venezuela transportando un circo se averió frente a las costas guajiras y tuvo
necesidad de atracar para hacer las reparaciones. Entonces, fondeó en el puerto del
carbón. Pero, por un descuido, los animales del circo se escaparon del barco y las
fieras empezaron a atacar a la gente wayúu, hiriendo y matando a muchas personas.
La narradora aseguraba conocer al esposo de la mujer muerta y había visto a uno de
los niños heridos por «las fieras».
Habría mucho qué decir a partir de estas narraciones, pero lo que me parece
importante, para el caso, es que en las dos historias se presenta a Intercor relaciona-
do con la muerte. Ambas constituyen formas veladas pero muy efectivas de
resistencia a las empresas mineras y a los programas de desarrollo que no contem-
plan a las personas en sus planes. Lo grave es que, poco a poco, en la medida en que
los recursos simbólicos y la resistencia a través de los mitos y las transformaciones
112» COMUNICACIÓN, RESISTENCIA E IMPOSICIONES: EL JUEGO DE LA PARTICIPACIÓN
en el ritual se agoten, los wayúu tendrán que ir haciendo uso de la única alternativa
que les queda y a la que recurren en caso extremo: la violencia. Entonces, la
presencia del Estado y sus acciones habrán tenido como efecto todo lo contrario de
lo que deseaban.
LA POLIFONÍA DE LA PARTICIPACIÓN
Para terminar estas reflexiones, quiero subrayar el hecho de que toda relación
entre dos o más individuos o sociedades es un acto de comunicación y que toda
comunicación se hace desde los códigos de significación y las analogías propias de
una historia y unas experiencias vitales particulares. Por tanto, todo intento de
comunicación consiste en un esfuerzo por entender el sentido que tienen los
discursos del otro, del que escuchamos. Por desgracia, hasta ahora sólo se han
dado monólogos (como los llamó Mónica Espinosa (1991) en su trabajo de grado),
intentos desesperados de las diversas etnias por lograr comunicarse con nosotros y
generar un nuevo y más respetuoso pacto social. Pero por ignorancia y también por
arrogancia, no estamos preparados para entender la significación de sus esfuerzos
de comunicación, de sus intentos casi desesperados por evitar la guerra, por
impedir que el conflicto llegue hasta la instauración de la violencia. Por eso es
necesario aprender, para entender mejor lo que la gente quiere y para tener
seguridad de lo que nosotros queremos de la gente. Tenemos todas las pruebas de
que la ignorancia es base de la arrogancia y de la injusticia. Sólo en el conocimien-
to, en la investigación para la comunicación, encontraremos sentido al mundo en
que vivimos y podremos juzgar nuestras acciones y omisiones en su verdadera
dimensión. No habrá «participación comunitaria» hasta cuando la polifonía nacida
de la diversidad de culturas se pueda escuchar con sus múltiples voces; hasta
cuando logremos entender que necesitamos conocer para comprender mejor nues-
tro mundo y las relaciones que establecemos con nuestros semejantes. Mientras
que exista un mínimo atisbo de imposición en la toma de decisiones y en la
elección de su futuro, las comunidades no habrán logrado todavía el derecho de
participar en el diseño de su destino.
El ordenamiento territorial*
Orlando Fals Borda**
l ^ a configuración del país por regiones le permite a la entidad territorial tener sus
propias autoridades, capacidad de obtener sus recursos y fijar tributos y derecho a
percibir de las rentas nacionales, especialmente del Fondo Nacional de Regalías.
Para poder aprovechar estas puertas que la Constitución ha abierto a la
reconformación del país, desde el punto de vista territorial, se ha venido discutien-
do en la Comisión de Ordenamiento Territorial lo que podría llamarse una filosofía
de la territorialidad, unos principios generales, una concepción que lleve hacia una
política territorial integral, coherente, del Estado colombiano para el pueblo co-
lombiano.
* Transcripción .
** Secretario General de la Comisión de Ordenamiento Territorial.
114 • E L ORDENAMIENTO TERRITORIAL
una de las herencias coloniales que aún tenemos, de 14 departamentos del país
siendo que los ríos en sus cuencas no dividen a los pueblos que se han desarrollado
en sus riberas sino que los unen.
L o s PRINCIPIOS GENERALES
E L MANDATO CONSTITUCIONAL