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Tal como indicamos en el artículo anterior, las bujías principalmente se dividen por
su grado térmico. No obstante, en el mercado, encontramos una amplia variedad
de bujías, que aunque parezcan iguales, aportan valores añadidos según la
motorización que lleve equipado nuestro automóvil.
Hay muchas formas de clasificar las distintas clases de bujías que existen.
Atendiendo a su tipología, estas son algunas de las más comunes.
Aunque damos por hecho que las bujías son propias de los vehículos a gasolina,
lo cierto es que también podemos encontrarlas en otras motorizaciones bajo las
siguientes condiciones:
Bujías para gas: Suelen tener el voltaje de ignición más alto, puesto que la
mezcla para la combustión es en estos vehículos entre aire y gas, y resulta
más estable que la de gasolina. Van recubiertas en níquel para soportar
mejor la temperatura y evitar que la corrosión del gas desgaste rápidamente
los electrodos
Según resistencia:
Dependiendo del material con el que estén elaboradas, podremos obtener mejores
rendimientos:
Bujías de platino o iridio: Son más caras pero pueden duran hasta cuatro
veces más que las tradicionales (sobre 100.000 kilómetros). Su resistencia
se debe a que tienen menos conductividad. Para compensar su labor,
tienen un electrodo central con punta que optimiza el salto de corriente.
Sustituir las bujías por pequeños láseres es una idea que lleva años madurándose
en Japón, pero al final ha sido la estadounidense Princeton Optronics la que lo ha
puesto en marcha. Lleva funcionando desde noviembre de 2014 y asegura un
27% más de eficiencia en el consumo, al poderlo dirigir al centro exacto de la
mezcla de carburante/aire y optimizar la combustión.