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CEREBRUM – ASEDH |1

SERES HUMANOS, SERES SOCIOEMOCIONALES:


UN ENFOQUE DESDE LA PRIMERA INFANCIA

Diana Mariátegui V.

SERES SOCIALES POR NATURALEZA

Cada ser humano tiene una personalidad que lo identifica y lo hace único, sin embargo, es
en esencia un ser social por lo que no puede vivir aislado de los demás.

Desde el momento del nacimiento, formamos parte de un mundo social, dentro del cual
aprendemos una serie de normas y desarrollamos múltiples habilidades. De esta manera,
nos formamos en función a él y logramos una convivencia armoniosa con quienes nos
rodean. Lo descrito, no es más que un proceso de “socialización”, por el cual pasa y ha
pasado todo niño y niña al insertarse en sociedad.

Nuestro cerebro está diseñado para promover las relaciones humanas, por lo que partes de
él trabajan en función a ello. Por ejemplo, reconocimiento de expresiones faciales, placer
tras contacto interpersonal (abrazos, besos), identificación del olor personal de personas
cercanas, e incluso el placer experimentado tras una vivencia agradable.

El primer agente socializador es la familia, al ser el primer contacto social de cada niño y
niña. Además de verse influenciados por el modelo experimentado en casa, la conducta
social de nuestros niños y niñas dependerá también de la importancia adjudicada por los
padres al tema. Esto es, mediante la exposición a situaciones de interacción social desde el
inicio de la primera infancia (momento en el que van apareciendo las diversas redes de
apoyo) desarrollándose así lo que conocemos como “habilidades sociales”. Posteriormente,
dichos círculos sociales se extienden a las aulas, de modo que son influenciados, también,
por sus pares y maestros.

Es por medio de dichas habilidades que nuestros niños y niñas logran interactuar con los
demás de una manera que la sociedad considera aceptable, siendo así, incluidos en ella. A
su vez, se propicia la sensación de pertenencia al grupo, identidad personal, bienestar
general, etc.

Las habilidades sociales pueden ser aprendidas a medida a nuestros niños y niñas crecen, por
lo que como todo proceso, este avanza poco a poco: desde lo más simple hasta lo más
complejo. Por ejemplo, primero se aprende a pedir “por favor”, y luego a controlar el tono
con el que se hace. El detalle es recordar que sin dominar lo simple, no podemos avanzar y
desarrollar lo complejo.

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FOMENTANDO EL AMOR HACIA SÍ MISMO

Al igual que un océano está conformado por millones de pequeñas gotas de agua, una
sociedad está conformada por individuos únicos e importantes. Es así que, además de
aprender acerca de su grupo social, cada ser humano debería aprender también acerca de sí
mismo y de su propia valía. Esto es, considerando que si cada uno reconoce el valor de su
propia vida, lo haría también de manera social por medio de habilidades como la empatía
y compasión.

Como padres y/o educadores, existe un deseo constante por lograr que nuestros niños y
niñas obtengan resultados óptimos en las actividades que realizan y así, alcancen el éxito en
todos los ámbitos de sus vidas. Un factor relevante, aunque pocas veces mencionado, es la
percepción que cada uno tiene de sí mismo. Por ello, una mirada al desarrollo de su
autoestima personal resulta de gran importancia.

Al hablar de “autoestima”, nos referimos a la valoración que tenemos de nosotros mismos,


es decir, cuánto nos queremos y/o sentimos que valemos. Es en base a dicha percepción que
surgen los pensamientos positivos o negativos ante los diversos retos de la vida diaria. Por
ejemplo, “Yo soy capaz de lograr muchas cosas”, vs. “Nada de lo que hago yo, está bien”.
Comprendemos que el ambiente que nos rodea desde niños es vital, ya que en un clima de
confianza y entusiasmo da lugar a pensamientos positivos, mientras que uno donde
constantemente existe la duda y la angustia, sucede lo contrario.

Es desde los primeros intercambios afectivos entre el recién nacido y quienes lo rodean, que
aparecen sus primeras ideas acerca de sí mismo. Es importante mencionar que uno de los
componentes de la identidad personal, surge de manera social. Esto es, ya que cada ser
humano interioriza aquello que le es transmitido por los demás, para posteriormente
creerlo y volverlo propio. Por ejemplo, un niño al que constantemente se le dice “ Eso lo
hago yo porque tú no puedes. Déjamelo a mí”, es un niño quien aprenderá a creer que
necesita de alguien para hacer muchas cosas, ya que no es suficientemente hábil o capaz
para hacerlo sólo.

Es importante que los niños y niñas obtengan pequeños y grandes logros, según su etapa de
desarrollo ya que esto es lo les brinda un sentido de valía personal. Esto contribuiría no sólo
a que experimenten placer, sino también a que se sientan capaces de enfrentar retos, y con
ello, se quieran a sí mismos.

EL PRIMER AGENTE SOCIALIZADOR

Logrando una comunicación efectiva en casa

Como seres humanos nos diferenciamos de las demás especies, entre otros motivos, por
nuestro complejo sistema de comunicación. Resulta importante recalcar el rol de tal
sistema, dada su naturaleza social y la forma en que ha permitido la supervivencia de la

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especie humana a través de los siglos. Sin embargo, muchas veces éste se ve interferido por
factores como: mal humor, estrés, frustración, distracciones, entre otros. Sin embargo,
tenemos la capacidad para constantemente adquirir herramientas que nos ayuden a
transmitir y captar mensajes de manera asertiva y clara, y de este modo, poder sembrarlas
en nuestros hijos, quienes poco a poco las irán desarrollando.

En términos generales, la comunicación consiste en un intercambio de información entre


dos o más personas. Esto es, un evento social. Además de aquello que decimos, resulta
fundamental la manera en la cual lo hacemos; esto incluye nuestras expresiones, gestos,
tonos de voz, postura corporal, etc.; ya que como dijo el teórico Paul Watzlawick “ es
imposible no comunicar”. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer comunica algo a
nuestros niños y niñas. Es así que terminamos por transmitir mucho más que el mensaje en
sí, de modo que cuando nos comunicamos de forma abierta y positiva demostramos a
nuestros alumnos y/o hijos que son respetados, escuchados, comprendidos, queridos, etc.

Recordemos además, que la comunicación adecuada refuerza vínculos entre las personas,
dando lugar a niños y niñas que tienen claras las normas decididas por los padres en casa y
de los maestros desde la escuela, como rol de autoridad, y promoviendo a su vez la
obediencia, hábitos adecuados, entre otros.

APRENDIENDO A CONTROLAR NUESTROS IMPULSOS

Frecuentemente, somos testigos de diversas circunstancias en las que nuestros niños y niñas
no obtienen lo que desean. Manifiestan claramente su desagrado o frustración empujando,
pegando, mordiendo, etc. Todo ello, como demostración abierta a quienes los rodean, de
su desaprobación por lo ocurrido. Surge una preocupación: “¿Cómo manejo la agresividad
de mi alumno y/o hijo/a?” Para responder esta pregunta, primero debemos mencionar que
estos comportamientos son esperables al inicio de la primera infancia (hasta los cuatro años
de edad), ya que además de estar explorando el mundo con sus propias manos,
acumulando experiencias nuevas, aprendiendo a compartir su espacio y sus juguetes con
otros niños, están aprendiendo a sentir y a reconocer cada una de sus emociones, así como
a actuar en base a ellas.

Ellos se encuentran en una etapa de desarrollo en la que son sus emociones las que los
gobiernan, es decir, si sienten frustración, alegría, tristeza, etc.; van a llevar a cabo una
conducta inmediata que lo evidencie. Por ejemplo, si un niño le quita la pelota que tienen
entre sus manos, podemos esperar que se entristezca y llore, o vaya enojado tras él a
morderlo. Esto es, ya que a su edad no logran regular sus propios impulsos y se enfocan en
conseguir un objetivo.

Además, como se mencionó anteriormente, están teniendo vivencias nuevas cada día, y con
ellas, emociones que dan lugar a conductas diversas. Naturalmente, no podríamos
intervenir ante una conducta hasta que esta se haya dado. Por este motivo, comprendemos

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que además, irán aprendiendo a regular sus conductas según transcurra el tiempo y las
actividades de su día a día. Esto es, experiencias sociales que den lugar a un aprendizaje de
regulación emocional.

Recordemos también, que en la mayoría de casos, la agresión es aprendida tras estar


expuesto a modelos que ejercen la violencia como herramienta para solucionar sus
dificultades. Esto es, ya que suele ser una manera de conseguir lo que cada individuo se
propone, sin embargo debemos guiar a nuestros niños y niñas de modo que comprendan
que existen verdaderas soluciones, efectivas y pacíficas para lograr el mismo resultado.

Por otro lado, las conductas agresivas suelen llamar la atención de los adultos, por lo que
en caso que este sea el objetivo, resulta un método excelente para lograrlo. Así, al dar
atención a cada conducta agresiva, éstas podrían estar siendo reforzadas, es decir, se
repetirán ya que cumplen el objetivo propuesto. Por ejemplo, la rivalidad entre hermanos:
“si le pego a mi hermano, mi mamá me castigará, pero al menos su atención estará fijada en
mí, y no en mi hermano”.

LAS RABIETAS

Como parte de todo lo anterior, resulta importante hablar sobre los berrinches, una
expresión social de la frustración y enojo de nuestros niños y niñas.

¿Quién no ha visto alguna vez a una mamá o papá que se apresura en comprar un juguete,
con el fin de evitar la vergüenza pública, mientras a su lado tiene a un niño/a que llora,
grita y se echa en el suelo porque aún no tiene el juguete en sus manos?

Lo que se presenció lo conocemos como “rabieta”, lo que viene a ser una demostración
explosiva de malestar o desacuerdo relacionado a lo que el/la niño/a no ha logrado hacer,
conseguir o expresar como deseaba. Esto puede darse tras decirle: “Es hora de guardar los
juguetes”, “A dormir”, “No compraremos helado hoy”, etc. Recordemos que nuestros niños
y niñas están explorando y conociendo sus propias emociones, por lo que aún no las
manejan y regulan adecuadamente. Es así, que aquello que sienten se traduce en su
conducta por lo que terminan armando escenas como la previamente descrita.

La manifestación de rabietas forma parte del desarrollo infantil, por lo que son consideradas
esperables a cierta edad. Esta etapa generalmente se presenta en el rango ya mencionado.
Sin embargo, este puede ampliarse dependiendo del manejo en casa. Es por ello que a
medida que nuestros hijos van creciendo, estas conductas van disminuyendo debido a que
van aprendiendo a canalizar su rabia y frustración.

Algunas características relacionadas con niños que manifiestan estas conductas son:

o Dificultad para comunicar sus deseos debido a un lenguaje poco desarrollado, por lo
que la frustración previamente mencionada se expresa mediante actos. Por ejemplo, un

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niño le quita el juguete que tenía en sus manos, y al no poder pedírselo de vuelta o
avisar a un adulto, empieza a rodar por el suelo gritando y llorando.

o Protección o consentimiento excesivo por parte de los padres, por lo que los niños no
aprenden a tolerar la palabra “no”, y pierden el control de sus emociones rápidamente
cuando la situación no se da como esperaban.

o Impedimentos naturales del desarrollo físico. Por ejemplo, un niño pequeño al que no
se le permite deslizarse por un tobogán muy alto. Recordemos que nuestros hijos se
encuentran en constante desarrollo, por lo que cada vez adquieren mayor autonomía e
independencia y quiere conseguir o hacerlo todo, aun cuando no es seguro permitírselo.

RECONOZCO MIS EMOCIONES

Uno de los aspectos más importantes en el desarrollo del ser humano, que nos diferencia de
tantos otros seres vivos, es el área emocional, además de la social ya especificada. Muchas
veces, lamentablemente, dicha área no recibe la importancia o atención que merece. Sin
embargo, es fundamental tener en cuenta que se trata de un proceso muy importante para
cada niño y niña en crecimiento. De este modo, se recomienda que cada padre y madre de
familia, así como cada centro educativo, lo acompañe de cerca.

Resulta útil mencionar que la Neuropedagogía reconoce a las emociones como un impulso
que lleva al cerebro a ejecutar una conducta específica. Son mecanismos que utiliza el
cerebro para actuar, al encontrarse en una situación de emergencia o ante circunstancias
cognitivas y sociales. Son reales y pueden ser positivas o negativas, según cómo cada
persona interprete la situación en la que se encuentra. Recordemos que éstas influyen en el
aprendizaje, en la motivación, en la memoria, en la forma de pensamiento, en la toma de
decisiones, y mucho más.

Tras haber mencionado lo anterior, queda claro que las emociones tienen participación en
diversos aspectos de la vida diaria. Asimismo, cumplen una función específica en cada uno
de ellos. Algunas de estas funciones son las siguientes:

o Adaptativa: Se encarga de asegurar la supervivencia (alejarse de algo que produce


temor).

o Comunicativa: Las emociones serán la vía para comunicarse entre padres e hijos/as,
incluso desde antes que se desarrolle el lenguaje verbal (llanto, sonrisa, etc.).

o Regulación de las relaciones sociales: La emociones ayudan a formar vínculos sociales


cercanos con quienes nos rodean, y por ende, posible desconfianza ante desconocidos.

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Las emociones son considerados motivadores poderosos, los cuales influyen en la conducta
de los niños y niñas. Esto es, ya que ellos tienden a actuar en base a lo que sienten. Para
ello, resulta importante tener en cuenta lo siguiente:

A la corta edad en cuestión, las emociones que llegan a sentir son las llamadas “emociones
básicas”. En ellas, está considerada la alegría, la tristeza, la ira, la sorpresa, el temor y
finalmente, la aversión (disgusto). Es en esta etapa que los niños y niñas empiezan a adquirir
mayor independencia para explorar el mundo en el que viven. Por ello, como consecuencia
natural, irán descubriendo nuevos objetos y situaciones; por ende, nuevas emociones.
Comprendemos entonces que la presencia de los padres, como apoyo y guía en este
proceso, será de suma importancia para el desarrollo óptimo del mundo emocional de sus
niños, ya que los ayudarán a regular sus emociones en base a sus nuevas experiencias. Es así
que el desarrollo social influye en el desarrollo emocional, y viceversa.

Por otro lado, a esta edad, cada uno de los niños y niñas aprende a conocer y reconocer
cada una de sus emociones, es decir, generan mayor conciencia de aquello que están
sintiendo mientras dura la emoción en cuestión. Durante los primeros años de vida, los
niños y niñas desarrollan gradualmente la capacidad de inhibir o minimizar la intensidad y
duración de las reacciones emocionales. Así también, poco a poco, empiezan a utilizar el
lenguaje para relacionarlo a ello, y así definir sus estados emocionales y el contexto que da
lugar a ellos. Por ejemplo, reconocer que se asustaron debido a un perro que ladró.

Es importante recalcar que el desarrollo socioemocional adecuado es fundamental, como


parte de un proceso humano integral. Comprendemos entonces que es esperable, e incluso
saludable, que un/a niño/a sienta y exprese sus emociones.

Finalmente, podemos concluir que el camino para lograr una expresión y autorregulación
adecuada de nuestras emociones es conocerlas de antemano. Para ello, es necesario haberlas
experimentado en algún momento (eventos individuales y sociales). El mundo de las
emociones es complejo, y se va conociendo y manejando cada vez mejor, mientras los
niños y niñas se van desarrollando. Todo ello es parte de ser humanos.

ALGUNAS RECOMENDACIONES…

EN CUANTO A LAS HABILIDADES SOCIALES:

o Ofrecer un modelo adecuado a nuestros niños y niñas pues nuestras actitudes en la


convivencia social como mostrar cortesía, respeto, comprensión, cooperación,
tolerancia, solidaridad, etc.; constituyen ejemplos de los que ellos aprenderán.
Recordemos que como padres y/o maestros, somos los primeros referentes en su
educación. Para ello, utilizar siempre expresiones amables tales como: “por favor”,
“muchas gracias”, “de nada”, “buenos días”, “hasta luego”, entre otros; así como
pedirles que las usen.

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o Llamar a las emociones por su nombre. Por ejemplo: “Me siento muy feliz por la ayuda
que me has dado”.

o Proporcionarle a nuestros niños y niñas experiencias diversas y variadas que le


posibiliten relacionarse en distintas situaciones. Así, les brindamos la oportunidad de
conocer gente nueva y finalmente, damos lugar a una exploración de sí mismo,
determinando lo que le gusta o disgusta, lo que le resulta sencillo o complicado de
lograr, etc.

o Respetar las emociones de los niños y niñas y permitirles sentirlas. Recordemos que lo
que buscamos regular son sus conductas, no sus emociones.

o Comenzar por proporcionarles la sensación de que son socialmente competentes,


dejando al mismo tiempo que adquieran mayor autonomía realizando diversas
actividades por sí mismos. Como consecuencia, esto les reforzaría la seguridad, alta
autoestima, sensación de aceptación entre quienes lo rodean, etc.

o Emplear cuentos, historias pasadas, muñecos, etc., para representar situaciones donde las
habilidades sociales sean necesarias. Por ejemplo: Cuando un amigo/a le quite un
juguete, la llegada de un hermanito/a, etc.

o Supervisar sus interacciones, buscando determinar el progreso de su comportamiento


social. Esto es, con el fin de orientar o reforzarlos en caso lo requieran ante alguna
situación particular. Por ejemplo, si son o no son conciliadores, si se sienten cómodos
ante la presencia de personas desconocidas, si sienten agrado por jugar con niños de su
edad, entre otros.

Recordemos que durante la primera infancia, nuestros niños y niñas aún necesitan de
nuestra ayuda y orientación, sin embargo, a medida que van creciendo resulta beneficioso
permitirles que aprendan valerse por sí mismos en situaciones sociales (resolución de
conflictos, manejo de experiencias nuevas, expresión de ideas y emociones de manera libre
y adecuada, etc.), de modo que desarrollarán las habilidades necesarias que los
acompañarán el restos de sus vidas.

Un niño quien se desarrolla en un clima de confianza, respeto y amor, es un niño quien se


siente seguro de sí mismo y confía en sus propias habilidades, y lo demuestra al momento
de interactuar.

EN BUSCA DE UNA AUTOESTIMA POSITIVA, RECORDEMOS:

o Al momento que se muestren deseosos de hacer algo por ellos mismos, permitírselo
(tomando en cuenta sus habilidades según la edad). Para ello, organizarse con

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anticipación. Por ejemplo, recomendar a los padres alistarse para salir con suficiente
tiempo, de modo que se pongan sus zapatos sin ayuda, y no lo hagamos por ellos al
estar apurados. Así también, les demostramos que son capaces de hacerlo (autonomía e
independencia), y que como adultos, confiamos en ellos.

o Aceptarlos como son, reconociendo aquellos aspectos por mejorar, sin dejar de
enfatizar sus fortalezas. Recordemos que es importante mencionarlas abiertamente, ya
que ellos aún están conociendo el mundo por lo que no saben cuáles de sus
características son consideradas virtudes.

o Permitirles la oportunidad de experimentar. Naturalmente cometerán errores, sin


embargo, comprenderán también que pueden aprender de ellos y que no es que no
sean hábiles, sino que requieren práctica.

o Evitar compararlos. Recordemos que no existen dos personas iguales, pero no por ello
es que una es más ni menos valiosa que la otra. Todos tenemos diferentes talentos y
ritmos de aprendizaje, y es en la variedad que se encuentra la riqueza de la raza
humana.

o Ayudarlos a analizar y resolver sus conflictos. Esto es, sin llegar a hacerlo por ellos, ya
que de esta manera, reconocerán habilidades que quizá no sabían que tenían, y podrán
hacer uso de ellas en el futuro.

o Ayudarlos a explorar y conocer sus propias limitaciones. Si bien recomendamos que


explore, es importante que también reconozca aquellos aspectos en los que necesita
ayuda. Puede ir progresando y fortaleciéndose poco a poco, sin pensar “no soy bueno
para esto”.

o Evitar condicionar nuestro cariño. Muchas veces, sin querer, se puede cometer el error
de darles afecto y/o atención solamente tras un logro específico, por lo que podrían
llegar a pensar que sólo lo merecen en estos momentos.

o Tratarlo siempre con respeto. Recordemos que incluso cuando nuestros niños y niñas
cometen errores, o tienen una conducta indebida, merecen ser respetados. Es así que
una palmada, o incluso un tono de voz burlesco o sarcástico, puede ocasionar que se
acostumbren a ello, y posteriormente acepten ser tratados así por los demás.

Al permitir que nuestros pequeños acepten y disfruten de sus actividades día a día,
estaremos contribuyendo a que se conozcan y que se aprecien como individuos capaces,
además de valorar todo aquello que hacen, piensan y sienten.

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ALGUNAS RECOMENDACIONES QUE AYUDAN A LOS PADRES A ESTABLECER UNA


COMUNICACIÓN EFECTIVA DESDE CASA:

Un niño quien proviene de una ambiente de tolerancia, apertura y aceptación, brillará en el


centro educativo. Por ello, tomemos en cuenta lo siguiente con el fin de asistir a los padres
de familia cuyos tesoros formamos día a día.

o Mantener una actitud abierta y dispuesta ante las múltiples preguntas o historias
contadas por nuestros niños y niñas pues al hacerlo les hacemos sentir nuestro amor,
entendimiento, contención e interés en todo aquello que nos tienen que decir; lo cual a
su vez, fomenta la efectividad de la comunicación.

o Al momento de conversar, dejar de lado aquello que tenía nuestra atención


previamente (periódico, laptop, TV, Blackberry, Iphone, etc.), eliminando así los
elementos distractores que impidan mantener contacto visual, o incluso percibir la
intención de comunicar de nuestros hijos y /o alumnos. Recordemos que escuchar
adecuadamente, es una habilidad que se recomienda poner en práctica desde la primera
infancia.

o Incluir frases alentadoras en nuestros mensajes, por ejemplo al momento de recoger sus
juguetes por iniciativa propia, decirle: “Me gusta cuando recoges tus juguetes sin que yo
te lo pida, ¡muy bien!”. Todo lo que les decimos tiene una connotación importante ya
que por medio de ese mensaje damos la opinión que tenemos de ellos.

o Comunicarnos al nivel de nuestros hijos y/o alumnos, tanto verbal como físicamente.
Verbalmente, debemos tratar de usar un lenguaje adaptado según su edad asegurando
su comprensión del mensaje. Físicamente, tratar de ponernos a su altura (de cuclillas,
sentados o agachados), ya que esto facilitará el contacto visual.

o Evitar interrumpir cuando nos hablan. Esperar a que hayan terminado su historia o
comentario, para dar nuestro aporte. Resulta efectivo parafrasear aquello que
escuchamos, mostrándoles así que tuvieron nuestra atención completa.

o Procurar que las reprimendas sean concisas y claras. Recordemos que abrumarlos con
información resulta contraproducente, por lo que debemos ser efectivos con nuestro
tiempo. Para ello, se recomienda tener presente las señales que indican lo contrario, la
inquietud, falta de contacto visual, distracción, entre otros.

o Al momento de corregirlos o llamarles la atención dejar claro que aquello que no


aprobamos o permitimos es la conducta realizada, no a él/ella, evitando transmitirle la
sensación de lo contrario. Dar mensajes como: “Sé que eres un/a niño/a bueno/a, pero
lo que hiciste no es correcto”.

o Invitarlos a opinar o comentar acerca de lo que se ha hablado, o lo que han escuchado


en algún momento del día. De este modo, sabrán que lo que pasa por su mente es
también importante y de nuestro sumo interés.

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o Para mantener el curso y fluidez de una conversación, resulta recomendable hacer


preguntas que fomenten el tema. Debemos recordar que es mejor evitar hacer
solamente preguntas cuya respuesta sea “si” o “no”, así como que la conversación se
convierta en un interrogatorio, puesto que nuestros niños y niñas podrían perder interés
rápidamente.

o Recordemos que al expresar nuestras propias ideas, opiniones y sentimientos con


nuestros hijos y/o alumnos, les enseñamos a hacerlo por medio del ejemplo, lo que es
parte de una comunicación efectiva.

La tarea de lograr una comunicación efectiva toma dedicación y persistencia, y como padres
y/o maestros debemos tener en cuenta que a pesar de los errores cometidos, lo importante
es el esfuerzo diario ya que poco a poco se verán los frutos en una relación cercana y
saludable con nuestros hijos.

ALGUNAS RECOMENDACIONES EN RELACIÓN AL CONTROL DE IMPULSOS:

o La presencia de modelos pacíficos serán la mejor manera de prevenir agresiones entre


nuestros niños y niñas. Por ejemplo, no gritar al estar enojados sino hablar
pausadamente.

Esto podría incluir la presentación de modelos positivos de personajes encontrados en


cuentos o películas.

o Conversar con él/ella y explicarle que lo que está sintiendo es aceptable, pero que su
comportamiento no lo es. Por ejemplo: “Hijo, entiendo que estás molesto, pero no por
eso se tiran los juguetes al piso”. (similar a ejemplo ya mencionado, con especificidad en
relación conducta/emoción).

o Evitar atención excesiva ante una conducta agresiva, ya que esto podría reforzarla en
busca de la atención de los padres o adultos que lo/la rodean.

o Recordar premiar conductas asertivas o aquellas en las que el niño o niña logra
regularse. Muchas veces se brinda atención a aquello que nos disgusta, pero olvidamos
reconocer aquello que es adecuado. Por ejemplo: dar una felicitación o una caricia
cuando el niño o niña dice: “estoy molesto, devuélveme el juguete que me has
quitado”, sin llegar a golpear a quien lo hizo. Para ello, se puede colocar un cuadro en
lugar visible por el niño o niña, en que se lleve la cuenta de cada vez que realiza
conductas adecuadas. Esto es, a manera de motivación.

o Recordemos siempre explicar y atender de manera asertiva y calmada a los niños y


niñas. Así, se enseña mediante un ejemplo firme pero cariñoso que les demuestra interés
por lo sucedido, sin llegar a promoverlo más.

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o Elaborar un plan de acción. En él se identifica la conducta agresiva a cambiar. Por


ejemplo: morder. Luego, determinar en qué momentos muerde, a quien muerde y qué
sucedió antes que lo hiciera. Por ejemplo: muerde al hermano mayor cada vez que éste
le quita un juguete. Posteriormente, determinar una meta y establecer un tiempo
prudencial para alcanzarla, así como estrategias adecuadas para lograrlo. Por ejemplo:
conversar con su hermano mayor para evitar aquello que suscita las mordidas, brindar
ejemplos positivos a ambos niños, y promover actividades de juego entre ambos.

o Imponer sanciones concretas que se cumplan ante cada conducta agresiva. En caso de
no haber límites, sentirán que es algo permitido y lo repetirán.

Recordemos que se trata de un proceso paulatino, por lo que los resultados no son
inmediatos. Modificar una conducta agresiva no es sencillo, sin embargo con paciencia y
constancia sí se logra moldear la conducta social. No olvidemos que tales conductas son
características de la edad, por lo que irán avanzando con el tiempo, pero el abordaje
oportuno y adecuado asegurará el éxito.

EN CUANTO A LAS RABIETAS, RECORDEMOS:

o En ocasiones las rabietas son una manera de llamar la atención de los padres o adultos
por el éxito que tuvieron en ocasiones anteriores, Es decir, aprenden que es una forma
de conseguir lo que desean.

o Existen situaciones en las que nuestros hijos, quienes no suelen hacer rabietas, las hacen
debido a algún factor como cansancio, hambre, incomodidad en la vestimenta, resfríos,
etc. Es decir, eventos aislados debido al mal humor o irritación.

o Es importante ser preventivo ante una situación que posiblemente provoque una
rabieta. Por ejemplo: No enseñarle un chocolate si sabemos que no lo puede comer
debido a alergias.

o Permitir que tomen decisiones de acuerdo a lo previamente acordado como padres. Por
ejemplo: “Es hora de tiempo libre, ¿quieres jugar o ver TV? Esto es, ya que al hacerle
una pregunta abierta como “¿Qué deseas hacer?”, podríamos generar que opte por
“Visitar a mi amigo Juan”, lo que no sería posible y podría desencadenar una rabieta.

o Mantener una actitud firme durante cada rabieta, ya que es la única manera que
comprenda que no conseguirá nada con ello.

o Evitar salir de la habitación cuando nuestros niños y niñas hacen un berrinche, ya que
deben sentir que los escuchamos, pero aun así no cedemos. De lo contrario,
comprenderán cuánto deseamos evitar la situación y con ello, se intensifica el berrinche.

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o Mantener la calma, evitando enojarnos con nuestros hijos y/o alumnos. Esto puede
resultar difícil al inicio, sin embargo les sirve de ejemplo de cómo manejar nuestras
frustraciones.

o Evitemos dar explicaciones mientras se da la rabieta, ya que en ese momento ellos no


escucharán ni se interesarán por lo que les decimos. Además, puede reforzar la
conducta. Demos un mensaje corto como “Si gritas no te entiendo, esperaré a que te
calmes y conversaremos”.

o Es mejor esperar que se calme sólo/a, lo cual se dará cada vez más rápido al notar que
no recibe atención por ello. Además, así evitamos cortar la emoción que lo llevó a ello,
ya que lo importante no es evitar que sienta enfado, frustración, tristeza etc., sino
ayudarlo a manejarla adecuadamente.

o Cuando se haya tranquilizado, explicar brevemente que no es la manera adecuada de


reaccionar ante un disgusto, así como conversar acerca de lo sucedido. De este modo,
enseñamos a nuestros hijos a ser asertivos, a comunicarse de manera adecuada, a
comprender los motivos por los que a veces se les dice que “no”, etc.

o Reforzar y elogiar cada vez que se mantengan tranquilos y manifiesten debidamente sus
frustraciones. Darles besos, abrazos, frases motivadoras, diversos premios, etc. De este
modo, aprenderá que estas conductas tienen más éxito que las rabietas, y optarán por
continuarlas.

NO OLVIDEMOS LA IMPORTANCIA DEL RECONOCIMIENTO EMOCIONAL:

o Guiar al niño o niña en el proceso de reconocimiento de emociones. Por ejemplo, hacer


comentarios o preguntas aclaratorias cuando la situación lo amerite: “¿Te sientes
feliz?”/“¿Te sientes triste?”/“¿Te sientes molesto?”, “¿Cómo te sientes?”, “Eso que sientes
se llama alegría”, etc.

o Brindar explicaciones o aclaraciones que le demuestren comprensión por aquello que


sienten. Por ejemplo, “entiendo que te sientas molesto, te sientes así porque tu amiguito
te quitó tu juguete”.

o Ante cualquiera de las emociones mencionadas, (alegría, tristeza, enojo, etc.), evitar
cortarlas o cohibir a los niños/as quienes las están experimentando. No podemos evitar
que las sientan ante un determinado suceso por lo que nuestra guía consiste en modelar
su conducta ante dicha emoción. Es decir, lo que se censura es la conducta, no la
emoción. Por ejemplo, evitar comentarios tales como “no estés molesto/a” ya que es
natural que el niño o niña se sienta así en algún momento. La intervención adulta radica
en enseñarle a no pegar cuando esté molesto/a. Para ello, darle mensajes tales como
“entiendo que te sientas molesto, pero no por eso debes pegar a tu amiguito”.

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o Evitar reconocer y/o etiquetar a los niños y niñas en base a lo que sienten. Por ejemplo,
llamarlo/a “llorón/llorona”, “agresivo/a”, etc.

o Comprender que el desarrollo socioemocional es un proceso por el que pasa cada niño
y niña. Esto es, debemos comprender que se logrará regular cada vez más con el tiempo
y la acumulación de experiencias previas. Por ello, comprendemos que durante la
primera parte de la primera infancia, aún no se les puede exigir un control absoluto en
momentos de frustración por lo que se les orienta en base a lo ya mencionado. Por
ejemplo, comprendemos que se den berrinches, pero no por eso los permitimos o
promovemos por ser parte de la edad. Ello irá progresando por medio de sus
experiencias sociales.

o Recordar que, como adultos, es importante regular nuestras propias emociones y


expresarlas de manera adecuada y saludable. Esto es, ya que como siempre, la mejor
manera de enseñar es por medio del ejemplo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

BENSON, Janette y HAITH, Marshall (eds.) (2009). Social and Emotional development in infancy
and early childhood. Estados Unidos. Department of Psychology, University of Denver.

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LINKS:
http://www.unicef.org
http://www.researchgate.net/

VIDEOS:
http://www.youtube.com/watch?v=N7iOgbldksQ
http://www.youtube.com/watch?v=KHi2dxSf9hw

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