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Índice

1. Antecedentes históricos del apego infantil .....................................................................................2


2. La idea de la muerte en los niños. ....................................................................................................4
3. Terapias de apego en los niños ......................................................... Error! Bookmark not defined.
1. Antecedentes históricos del apego infantil

El término del apego infantil, surgió después de la segunda guerra mundial, bajo la teoría
del Apego de John Bowly (psicoanalista ingles), el cual baso sus estudios en los niños
huérfanos de la segunda guerra mundial. Dentro de su teoría, analizo diversas teorías de
las cuales llego a retomar diferentes puntos, tales como la teoría de la evolución, y la
teoría de los sistemas de información.

Bowly plasmo los momentos tempranos de una constitución psíquica y sostuvo que los
procesos psicológicos fundamentales de un infante se establecen gracias a la presencia
de una figura de apego, la cual debe de brindar seguridad, un cuidado y una protección
frente a las necesidades. Lo cual lleva a un óptimo desarrollo emocional saludable y
equilibrado del infante.

En su teoría, nombro como Modelos Operativos Internos a la acción mental del infante
con respecto al mundo que lo rodea y que le hace posible el anticipar, interpretar y
responder a los estímulos de otros sujetos y las situaciones que se presenten a lo largo
de su vida, haciendo que los MOI se integren a la estructuración de la personalidad, y
puedan ser de guía en las futuras relaciones intrapersonales significativas. Bowly (1969)
estipulo que “el apego, una vez desarrollado, tiende a persistir. A medida que el niño
crece, la pauta se convierte cada vez más en una característica del niño mismo, lo que
significa que tiende a imponerla en las nuevas relaciones” (p. 148).

En el año de 1970 Mary Ainsworth (psicóloga estadounidense), realizo una investigación


en Uganda, sobre los efectos de la presencia-ausencia de las madres, la investigación
surgió de los principios fundamentales de la teoría de Bowlby, en donde su objetivo fue
observar la conducta exploratoria de los infantes de esa región. Gracias a los resultados
se pudieron valorar las distintas situaciones. De los resultados se pudo tipificar tres tipos
de apego presentes en los infantes: el apego seguro, el apego ansioso resistente y el
apego ansioso.

En el apego seguro, las circunstancias del infante son favorables, ya que existe confianza
entre él y las figuras parentales, muestran actitudes colaboradoras ante las necesidades
y situaciones que requiera, esto ocasionara que el infante se muestre seguro ante las
futuras exploraciones de mundo. Mientras que el apego ansioso resistente, las figuras
parentales se muestran accesibles y colaboradoras en ocasiones y en otras no,
generando inseguridad acerca de la accesibilidad e inestabilidad con referencia a dichas
figuras en caso de necesitarlas, dado esto el infante se muestra ansioso con respecto al
mundo exterior, y suele ser propenso al aferramiento o a tendencias de separación
ansiosa. El apego ansioso elusivo se presenta cuando el infante es rechazado
constantemente por parte de uno de los progenitores provocando que el niño no busque
una protección o consuelo, busca el ser desairado y así hacerse emocionalmente
autosuficiente para evitar una desilusión.

Mikulincer, Shaver y Pereg (2003), reportaron “que en el apego seguro existe baja
ansiedad y evitación, seguridad y comodidad con la cercanía y con la interdependencia,
y confianza en la búsqueda de apoyo y otros medios constructivos de afrontamiento al
estrés” (p.77). Dejando ver nuevamente que bajo un resguardo seguro el infante será
capaz de desarrollarse plenamente, teniendo una postura de confianza y ansiedad casi
nula ante los problemas, mientras que aquellos que presentan un apego deficiente,
mostraran ansiedades, y dificultades ante los problemas a enfrentar.

Ainsworth también estudio el comportamiento de las madres ante las necesidades


expuestas por sus hijos y las clasifico en dos tipos: La madre sensible es aquella que
responde a las necesidades del bebe de manera inmediata y adecuada, haciendo que el
infante desarrolle su seguridad en sí mismo con un alto grado de confianza y pueda
disfrutar de su crecimiento junto con su figura de apego. Mientras que la madre insensible
es la que tarda en responder ante las necesidades del niño, de una manera inadecuada,
haciendo a sus hijos desdichados y ansiosos ante el mundo.

En 1999 el psicólogo y psicoanalista Peter Fonagy sostuvo que “los trastornos de límites
de la personalidad en los adultos suelen ocurrir como resultado del maltrato ejercido al
niño, de cuidados extremadamente insensibles o como consecuencia de una conducta
parental desconectada”, en este punto es necesario mencionar la acción cadena, en la
cual se podría estipular que aquellos padres que padecieron en su infancia y que no
lograron resolver esos traumas de una manera adecuada se les suele dificultar la relación
o contacto con sus hijos.

Para el psicoanalista el apego es un sistema regulador bio-social, al cual en su teoría de


la mente (1999), le dio el término de “función reflexiva o capacidad de mentalizar la
capacidad humana de suponer que otros tienen mentes y comprender la conducta de uno
mismo y de otros en términos de estados mentales” (p.57).

Esto podría decirse que aquellos padres que poseen una mayor capacidad reflexiva y
observadora acerca de los estados mentales, así como las necesidades de sus hijos,
podrían poseer una mayor comunicación y tener la probabilidad de promover y fomentar
un apego de alto alcance, haciendo que el niño se facilite un desarrollo de la capacidad
reflexiva.

En el año 2000 Mary Main (psicóloga estadounidense), continuó con las investigaciones
de Ainworth, postulando un categoría de apego más, la cual menciona que el apego
desorganizado es aquel que muestra a los infantes desorganizados o desorientados, sus
características se componen por partes de los otros postulados de una manera carente
de coherencia. De igual manera se dedicó al estudio del apego en los adultos, lo cual
sugirió que “en los adultos es fácil de visualizar los efectos del pasado en las relaciones
actuales”.

2. La idea de la muerte en los niños.

Bajo la teoría de Piaget, el desarrollo cognitivo se caracteriza por la sucesión de las


etapas, lo cual se ve como una representación de las secuencias en el desarrollo del
infante, en otras palabras, se explica como el progreso por el cual los niños se van
desenvolviendo, y cabe mencionar que ninguna etapa puede ser brincada, pues el
desarrollo posterior se cimienta sobre el anterior y así sucesivamente.

En su teoría, estipuló que el desarrollo mental inicia en el nacimiento y se finaliza en la


edad adulta, según el autor, el objetivo de esta evolución es el ir formando pensamientos
más complejos hasta llegar a un equilibrio cognoscitivo. Mostrando el equilibrio entre los
procesos de pensamiento individuales y el medio en el que se desarrolla.

Como parte también del equilibrio, se ve a las estructuras cognoscitivas en procesos de


afectación de la comprensión de ciertos hechos de la realidad, las nociones de objetos o
la explicación y comprensión de sucesos externos lo cual en este caso se utilizará como
la comprensión del hecho de la muerte, debido a que en un momento determinado se
cuente con un desarrollo cognoscitivo, el cual muestre posibilidades de explicación,
comprensión y asimilación de dicha realidad. Los puntos o factores a tratar dependerán
considerablemente el desarrollo intelectual presente en el infante, esto quiere decir que
habrá que tener presentes distintos factores en cuenta, tales como la edad, el
pensamiento infantil al momento, una vez teniendo esto se desarrollarán las posibilidades
de explicación con respecto a su evolución mental.

Teniendo como referencia al periodo sensoriomotriz, que abarca de los 0 a los 2 años
aproximadamente, vemos el desarrollo de una construcción de las categorizaciones de
los objetos, espacios y tiempos, sin embargo aún no forman parte de una noción de
pensamiento, ya que el infante no reconoce la existencia de los objetos una vez salidos
de su campo visual, en dicha situación Piaget argumentó que “bastaba ver la reacción
del niño cuando se le cae algo o se le aleja de su campo visual, éste no lo buscará, así
como no lo hará con un objeto que se cubre debajo de una almohada” (p. 398).

Lo siguiente que desarrollará el infante será el reconocer dichos objetos que ocupan un
espacio, más adelante comenzará la búsqueda de objetos escondidos y mucho más
adelante tomara en cuenta el desplazamiento del objeto, así como los cambios de
trayectoria.

Aquí la inteligencia del niño se le conoce como la inteligencia práctica, la cual está
completamente basada en el ejercicio, la coordinación y donde aún no es posible detectar
la realidad que los rodea.

Con esto se puede comenzar a formar la ideología de existencia e inexistencia de los


objetos, así como las personas que lo rodean, al no estar a la vista, no se cuentan en la
mente del niño y al no poseer el término del tiempo, las ausencias se verán de una
manera definitiva, tal como una muerte.

Una vez que el niño entre en la etapa preoperatoria, que abarca de los 2 a los 7 años, ya
tendrán la habilidad de la lógica del pensamiento, no tan desarrollada como la del adulto.
Podrá realizar el juego simbólico, la imitación y su capacidad de lenguaje ya tendrá un
cierto grado de desarrollo. El niño pasara de la inteligencia práctica a la inteligencia de
pensamiento, en la cual ya es capaz de detectar la realidad, tanto como aprender a
manipularla, mediante símbolos, imágenes, y conceptos previos, puede desarrollar
esquemas de pensamiento interno.

En este punto la interpretación de la muerte de un ser cercano, Piaget lo tradujo de tal


manera “un niño podría interpretar la causa de la muerte de un ser querido debido a un
mal comportamiento o a un mal pensamiento, incluso a un deseo no expresado, dicho
en otra palabras, a la omnipotencia de su pensamiento” (p.402). Mientras que por su
parte Bruno Bettelheim en su obra del Psicoanalisis de los cuentos de hadas (1999),
estipuló que “un niño menor de 6 años percibe la muerte como una separación de sus
padres, cree en la reversibilidad de la muerte y en la recuperación de la vitalidad”
(p. 463).

El infante, con base a su pensamiento lógico, podrían llevarlo a personificar la muerte


como un personaje de caricatura, de algún cuento, o inclusive como las figuras de día de
muertos, sin en cambio el decirle que un Dios, se lo llevó, podrían desarrollar temores e
inclusive ansiedades, con respecto a la ideología que, al igual se lo podría llevar a él.

Conforme el infante va desarrollándose, los pensamientos infantiles se irán


transformando por pensamientos más lógicos y realistas, el concepto de la muerte
también se transforma, creando ya una ideología de permanencia, irreversibilidad y de
inevitabilidad.

En el año de 1979, la psicóloga Bárbara Kane en su investigación titulada el concepto de


la muerte en los niños, puntualizó tres etapas de duelo, que los niños enfrentan: la etapa
preoperacional es donde el niños en su estado egocéntrico y fantasioso, no tiene la
capacidad de comprender el tema de la muerte. La autora agregó que “ellos más bien
piensan que la muerte es un tipo de cambio o estado, como el estar hambriento o
soñoliento, pero siempre como continuación de la vida” (p. 141). La siguiente etapa
se le conoce como la etapa operacional concreta, en esta aparecen los primeros miedos
ante la muerte, y el infante comprende que ya no hay una continuación de la vida. Por
ultimo aparece la etapa operacional formal, aquí el niño será capaz de definir a la muerte
con términos médicos y biológicos. Puede verla con otras perspectivas y poder realizar
una reflexión, ya sea desde el punto religioso, científico.

3. Terapias sobre el apego emocional en los niños.

4. Estudio de caso

En el presente trabajo, se tomó como apoyo el estudio de caso de dos personas, las
cuales presentan un perfil casi igualitario, ya que en ambos caso existe la perdida de la
madre en una edad temprana, ambos con la situación de muerte. Los instrumentos a
utilizar son la entrevista, el test HTP. En el caso de la persona A se utilizó el diagnostico
que el psicólogo utilizo.

Se les realizó una entrevista por separado, y posteriormente se reunieron ambas para
realizar un análisis sobre las posturas de cada una y poder realizar una hipótesis sobre
los resultados obtenidos.

La persona A, expone la situación en donde la madre murió un día después del parto por
causa de una negligencia médica. Al suceder esto, es entregada con los familiares más
cercanos, en este caso con los abuelos maternos ya que el padre no enfatizó problema
alguno. Los abuelos al estar a cargo de los servicios funerarios, la dejaron al cuidado de
la cuñada de la madre, la cual brindo un cuido y protección desde los primeros días vida.
Una vez pasando los servicios funerarios (alrededor de 10 días después de la muerte),
los abuelos no presentaron intenciones de recuperar a la niña.
La persona a cargo de su cuidado, permaneció brindando el cuidado y protección
necesarios, hasta la edad de tres años, cuando dicha persona mostró los primeros signos
de una enfermedad terminal. La persona falleció a los dos meses de recibir el diagnostico
(cáncer). La niña pasó a manos de sus hermanas, las cuales decidieron acudir en busca
de apoyo psicológico, tanto para ellas como para la niña. Las terapias psicológicas
comenzaron en una edad temprana (a los 5 años) duraron alrededor de un año. La
persona siguió recibiendo los cuidados necesarios, por parte la familia adoptiva y no
presentó desequilibrio emocional o algún otro problema, hasta ahora. En la actualidad
terminó su vida escolar con una licenciatura a la edad de 22 años, soltera y aun al cuidado
y respaldo de su familia adoptiva. Menciona que el acudir al psicólogo, no fue de gran
importancia, ya que fue criada como una niña normal de familia, sin distinciones y con
apego emocional estable, haciendo que la asimilación de su situación fuera fácil de
manejar y asimilar.

La persona B perdió a su madre a la edad de 5 años, por causa de fallecimiento por


enfermedad, quedo al cuidado de su padre y su abuela paterna, al tener que trabajar el
padre, sus cuidados y necesidades recayeron en su abuela, una persona ya mayor de
sesenta y cinco años. La abuela al no contar ya con las habilidades necesarias para cubrir
todas sus necesidades, la niña se vio en la necesidad de valerse por sí misma,
haciéndose autosuficiente a la edad de 6 años. A la edad de 7 años el padre le impuso
una madrastra, la cual llevaba consigo dos hijos más pequeños (no siendo hijos de su
nueva pareja), llegó a sufrir maltrato por parte de la madrastra y de su padre. No logró
entrar a la preparatoria, quedándose en la escuela secundaria. En la actualidad cuenta
con 24 años continua viviendo con su abuela y su padre. Es necesario mencionar que el
padre sufre de alcoholismo no controlado, y en varias ocasiones ha llegado a golpearla
y amenazarla con armas pulso cortante. No ha recibido ayuda psicológica hasta el
momento, en cambio, reconoce que lo pudo haber necesitado en algún momento de su
infancia o adolescencia. Agrega que si posiblemente hubiera acudido en la búsqueda de
un psicólogo, muchas cosas en su vida hubieran mejorado.

En el caso A se encontró que la persona presenta un grado mínimo de dependencia, con


respecto a la madre adoptiva, y aun no le es posible cerrar círculos (en torno a su pasado),
a pesar de la ayuda psicológica brindada. No muestra miedo frente al concepto de
muerte, sin embargo muestra temor con la cuestión de abandono.

Con el caso B, se encontró que la persona muestra una dependencia significativa hacia
el padre, a pesar de ser una persona autosuficiente, presenta desequilibrio emocional,
así como también una autoimagen personal deficiente. La habilidad cognitivas como la
de toma de decisiones no se encuentra completamente desarrollada para su edad, así
como las afectivas hacia el mundo exterior. Muestra retraimiento, y falta de tolerancia
hacia las personas que la rodean, con excepción del padre.

La terapia de apego, no consiste solo en ofrecer una base segura para el paciente; si no que también se
relaciona con la empatía, responsabilidad, con la diferenciación del terapeuta – capacidad para tener
mente propia y trabajo en la transferencia- y con los modos en que los pacientes manejan el ritmo del
apego y la separación que es integral en la relación terapéutica. Tal como señala el autor: “Solo en el
contexto de un objeto hallado, perdido y reencontrado es que un paciente puede acceder al desarrollo
de la autonomía – una sensación sobre la persona a la que puede recurrir en los momentos de stress”
(Pág. 63)

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