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Años después en 1956, los residentes del lugar pidieron en varias ocasiones a los miembros
de un comité, que por favor exorcizaran a un cañón antiaéreo japonés que se encontraba
abandonado en la playa, pues según relatan que todos los días a la media noche, los
fantasmas de los soldados japoneses, sumamente esqueléticos y con cascos viejos, parecían
manejar el viejo cañón oxidado, velando a la espera de un posible ataque.
Se dice que el cañón sigue en la playa, al igual que los espíritus de aquellos leales soldados
japoneses.
Un Sueño de Aviso
Mi familia y yo íbamos a viajar a la ciudad a la boda de un primo, pero unos días antes del
viaje mi padre tuvo un sueño donde veía claramente un accidente justo donde había un
letrero de Guadalajara, que es por donde íbamos a pasar.
Mi papa es muy paranoico, así que al final no hicimos ese viaje y un día después de la
boda, unos familiares nos hablaron desde un hospital para avisarnos que habían tenido un
accidente en la autopista de Guadalajara…
Sueño Premonitorio
Una vez cuando tenía 7 años, soñé que estaba haciendo mi tarea encerrada en mi cuarto,
cuando de pronto escuche que me llamaba una voz que no reconocía, salí a ver quién era,
pero ya no estaba en mi casa, ahora estaba en un lugar lleno de niebla. La hermosa voz
seguía llamándome y al ir a su encuentro vi a una hermosa mujer vestida de blanco que
estaba sobre una roca, la mujer estiro su mano y al ir acercándome note como ella iba
envejeciendo y se convertía en mi bisabuela.
Justo cuando le iba a dar la mano, el sonido del teléfono de mi casa me despertó, me
levante de la cama mientras mi madre contestaba y de un momento a otro se puso a llorar,
le pregunte qué había sucedido y ella me dijo que había muerto mi bisabuela…
La Oveja negra
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en
el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las
armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse
también en la escultura.
EL BURRO Y LA FLAUTA
Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día
un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce
de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos
creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro
habían hecho durante su triste existencia.
EL PARAÍSO IMPERFECTO
—Es cierto —dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la
chimenea aquella noche de invierno—; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo
único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.
Como él estuvo de acuerdo, ellos se retiraron corridos, como la vez que la Cigarra se decidió y
dijo a la Hormiga todo lo que tenía que decirle.
EL ECLIPSE
Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido acepto que ya nada podría salvarlos. La selva
poderosa de Guatemala lo había opresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia
topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna
esperanza, aislado con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento
de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para
decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intento algo.
Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en el una idea que tuvo por digna de su talento y de si cultura universal y de su
arduo conocimiento de Aristóteles.
Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo mas intimo,
valerse de ese conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que
se produjo un pequeño consejo, y espero confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre
la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los
indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que
se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían
previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se
cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y
comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber
si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de
manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y
sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la
consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella
todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.
La Tortuga y Aquiles
Por fin, según el cable, la semana pasada la Tortuga llegó a la meta.
En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le
pisó todo el tiempo los talones.
En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón
de Elea, llegó Aquiles.