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Luis. F. Iglesias (1979). Didáctica de la libre expresión. Buenos Aires: Ediciones pedagógicas, p. 129.
Como decía Maite Alvarado (2003), toda consigna de escritura implica la resolución de un problema
y, para resolverlo, debemos apelar a diferentes saberes que requieren el dominio de diferentes
códigos (no solo el lingüístico). Por eso, en esta clase, insistiremos en la necesidad de enseñar (a
enseñar) a escribir, esto es, a construir y a componer diferentes tipos de textos, siempre destinados
a un público lector y con una función comunicativa específica: se trata de formular consignas de
escritura que funcionen no solo como un disparador para el acto de redactar, sino también que
contengan una guía implícita para planificar y crear un escrito.
En este encuentro, reflexionaremos sobre los pasos que implica el desarrollo de la escritura (en papel
y en pantallas): desde la lectura de otros textos, como prólogos para la instancia de escritura, pasando
por el momento crítico de saber qué decir hasta esa ansiedad por despertar el interés de encontrar
quien nos lea. Analizaremos los desafíos y las posibilidades que nos presenta la disponibilidad de
Internet: por un lado, ¿cómo podemos sortear el problema de «copiar y pegar»? ¿Cómo podemos
crear una voz propia y desplegar estrategias para incluir otras voces en los textos? Por otro lado,
¿cómo podríamos aprovechar algunas formas de trabajo con la escritura colaborativa? ¿Cómo
podríamos poner a nuestro servicio las herramientas de corrección en pantalla? En el mismo sentido,
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examinaremos una instancia esencial para la producción escrita: la puesta en circulación de los
textos. Frente a preguntas como «¿Qué quiere que (le) ponga?» o «¿Cómo (se) lo escribo?» —en las
que queda al descubierto que el único lector esperado es el docente—, exploraremos espacios de
escritura en la red para ampliar el público lector de los escritos. Y en función de esta situación de
lectura situada y auténtica, la tarea de corregir se convertirá más bien en una instancia de lectura
entre pares, de un intercambio entre docente-lector y un alumno-escritor, y ¿por qué no? viceversa.
Como leerán en uno de los textos recomendados de esta clase (Alvarado, 2003), enseñar a
escribir es enseñar a resolver problemas. Más allá de la superficie del texto (de su ortografía o
de la puntuación), cuando nos enfrentamos a una tarea de escritura nos preguntamos qué
tenemos para decir (el contenido), a quién/es le estaremos hablando (el auditorio), cómo es
«la forma» de ese texto que debemos escribir (el género y sus posibilidades), etcétera.
Según el grupo Grafein (1981), la noción de consigna linda muchas veces con el juego (con juegos
léxicos, gramaticales, retóricos); otras veces, con un desafío matemático. Desde este punto de vista,
la enseñanza de la escritura pone en marcha una tarea que puede definirse como un problema a
resolver:
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Entendiendo la consigna como el enunciado que plantea el desafío, es importante
que en ella estén contenidos todos los elementos necesarios para una adecuada
representación o definición del problema por parte del que escriba. La consigna
puede proponer la generación de un texto nuevo o la transformación de uno previo,
puede pautar las operaciones por realizar o simplemente fijar algunas características
del texto resultante, puede proponer una situación comunicativa ficticia o real. Pero
siempre tiene algo de llegada, y por eso es también el enunciado de un contrato, de
un acuerdo entre partes, que debe guiar la producción y la evaluación de los textos.
Como herramienta didáctica, la consigna proporciona un marco de referencia
compartido por alumnos y docente, que encauza el comentario y la corrección de los
trabajos (Alvarado, 2003).
Frente a ese desafío de escritura propuesto, el docente como guía puede ponderar el grado de
autonomía y los tipos de ayuda que les brindará a sus estudiantes. Por su parte, los estudiantes
deberán delimitar primero en qué consiste el problema: en qué situación comunicativa se enmarca
y cuál es el objetivo de la tarea que deben completar. Luego, se tratará de organizar el trabajo
(distribuir las tareas), desarrollar el texto (escrituras y reformulaciones) y detenerse en una última
mirada crítica frente a esa versión que consideren final.
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Las consignas pueden plantear problemas de diferente índole: por ejemplo, problemas de reescritura
y reformulación (una consigna que implique la transposición de un género a otro, o de un registro a
otro) o bien problemas de invención. Si se trata de un problema de invención, la resolución del
problema demanda creatividad, pero también el dominio de los géneros discursivos. En ese juego de
«como si» se habrá de satisfacer la exigencia de la verosimilitud para lograr que el lector crea —al
menos mientras el texto se desarrolla— en esos hechos imaginarios, tal como si acontecieran en el
mundo real. Como dice Gianni Rodari:
Desde esta perspectiva, el trabajo con consignas se alinea con las propuestas para la enseñanza de
la escritura que propone el grupo GREAL (Anna Camps y otros). Para este grupo, los proyectos de
escritura se articulan a partir de situaciones «reales» o de simulación, en las que los estudiantes
participan en dos tipos de actividades simultáneamente: (a) una actividad comunicativa y (b) una
actividad de aprendizaje. Estas actividades implican dos tipos de procesos complementarios: «el de
composición textual, que tiene sus propios objetivos en la dinámica de la comunicación verbal, y el
de enseñanza y aprendizaje de los procedimientos y de los contenidos lingüístico-discursivos del
género sobre el que se trabaja» (Camps, 2003, p. 30).
A jugar con las ideas, con los textos y con las palabras
Los interrogantes que se abren en un primer momento frente a una consigna de escritura —¿qué
queremos lograr con este texto?, ¿quién lo va a leer? — nos guían luego a lo largo de todo el proceso
de redacción y se van reformulando a través de nuevas preguntas: ¿cómo son las convenciones
propias de este género?, ¿cómo expresar esta/s idea/s para este público lector?, ¿cómo cerrar el
texto para que resulte adecuado a esa situación comunicativa?, etc. Pero también en la constante
revisión del texto, resulta crucial apelar a los recursos lingüísticos para lograr diferentes efectos de
sentido (mayor énfasis en una oración, un vocabulario adecuado al contexto discursivo, entre otros).
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Por esto, para aprovechar la tarea de escribir como una instancia de resolución de problemas, vale
repasar cuáles son los saberes y los recursos a los que solemos apelar para superar esos desafíos:
el saber sobre los esquemas textuales (los géneros y las características de los diferentes tipos
de textos),
Estos diferentes saberes ayudan a la resolución de una determinada consigna de escritura tanto en
el nivel global (la distribución del contenido, la organización general del texto, el sostenimiento de
las cadenas referenciales, etc.) como en el nivel local (la conexión entre oraciones en un párrafo, el
uso de una determinada palabra correspondiente a un registro especializado, etc.).
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Tomada de: Alvarado, Bombini, et al. (1996). El nuevo escriturón, p. 52
Como plantea Felipe Zayas, es necesario trabajar sobre la competencia retórica porque a partir de
ella comprendemos que cada texto esconde su propio manual de instrucciones, sus propios recursos
que nos guían sobre cómo ha de ser leído. En este sentido, es importante detenernos en clase, a
partir de lecturas compartidas, en el reconocimiento de esos recursos que estructuran la trama de
los textos y sirven al mismo tiempo como señales para anticipar su contenido.
https://youtu.be/TX92uU_9TfI
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La gramática y la reflexión discursiva para resolver desafíos de escritura
La pregunta que ahora cabe formularnos es: ¿cuál es el papel que desempeña el dominio del código
lingüístico (Alvarado y Yeannoteguy, 1999) a la hora de escribir? En muchas ocasiones, habremos
escuchado apelar al código lingüístico porque “es útil para reforzar” la escritura en el momento de la
revisión de los textos. En otras ocasiones, habremos sido testigos de evaluaciones de producciones
escritas centradas únicamente en el dominio del código lingüístico—léase: los usos correctos o
incorrectos que hacen los estudiantes del léxico, de la gramática y de la ortografía—.
Sin embargo, dominar el código lingüístico implica poder realizar elecciones entre diferentes
opciones disponibles: léxicas, gramaticales e incluso ortográficas. De no contar con un abanico de
opciones léxico-gramaticales, el hablante-escritor tendrá más dificultades para encontrar las
palabras que sirvan para expresar sus ideas y le resultará costoso avanzar («se bloqueará») en el
desarrollo de su texto. En palabras de Ciapuscio (2007): «La gramática, por lo tanto, es una
herramienta que permite no meramente “vestir” pensamiento con palabras, sino principalmente
constituirlo. No es, de ningún modo, como se ha sugerido en varios lugares, un mero instrumento de
revisión». En las prácticas de escritura, el contenido (qué decir) y la expresión (cómo decirlo, a quién
decirlo) ocurren en simultáneo: recurrimos a las palabras y a las construcciones gramaticales para
pensar, para articular proposiciones y para desarrollar un texto.
Escribir exige una actividad voluntaria y consciente por parte del escritor, una capacidad
de reflexión y control sobre: la situación diferida entre escritor y lector y sus contextos
correspondientes (escribo para quién, para qué, desde dónde, dónde); el contenido del
texto (escribo sobre qué); el lenguaje en sus diversos aspectos (con qué palabras lo digo,
cómo las organizo para que sean comprensibles) (Milian, 2011, p. 128)
Es frecuente escuchar que los estudiantes escriben mal porque copian las formas de la escritura
propia de los discursos digitales; sin embargo, en general, se inclinan a sabiendas por las formas
disponibles más adecuadas para una determinada situación comunicativa (así, con apenas segundos
para componer un mensaje, las formas preferidas serán los acortamientos, las abreviaturas). Es en la
fase de la composición de un texto cuando el enunciador, con mayor o menor esfuerzo, opta
estratégicamente por una forma lingüística y no por otra, pero esta libertad de elección estará
condicionada por el grado de conciencia metalingüística que haya ido desarrollando y tenga a su
disposición el hablante-escritor.
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Las prácticas de escritura: en papel y en pantallas
Recordemos la idea de que una consigna es «un acuerdo entre partes, que debe guiar la producción
y la evaluación de los textos» (Grafein, 1981). En este sentido, las rúbricas —tal como las hemos
planteado desde la clase 1— permiten prever los diferentes desafíos y los diferentes contenidos a
enseñar que puede demandar un escrito. También, para planificar y acompañar el proceso de
escritura en los escritores aprendices resulta clave reforzar el trabajo bajo la modalidad de taller: las
tareas de escritura en clase nos permiten como docentes guiar a los estudiantes en las diferentes
decisiones que deben tomar a lo largo del proceso de redacción. Pero, ¿en qué consiste este proceso
de redacción?
Como leerán en algunos de los textos recomendados de esta clase, desde el modelo de Flower y
Hayes (1981), el análisis de los procesos de escritura ha contemplado las diferentes etapas para el
desarrollo de un texto: planificar, idear (buscar qué decir), desarrollar el texto (establecer
conexiones, ampliar, precisar), expresar las ideas y plasmarlas mediante recursos lingüísticos en el
texto. También, con variantes, se ha planteado que estas instancias no se dan necesariamente en
una secuencia lineal, sino la mayoría de las veces de forma recursiva. Se trata de operaciones
dinámicas y complejas, en las que a veces se anticipan ideas, otras veces se reparan y, casi en todo
momento, se supervisan.
Durante el proceso de composición, la lectura es una actividad (y una estrategia) clave. Esto es
especialmente cierto para la escritura en pantallas: vamos y venimos entre la escritura y la lectura,
releemos los fragmentos ya escritos, tanto globalmente como localmente, para evaluar y para
revisar, para detectar problemas de coherencia y para corregir. La posibilidad de una revisión ágil y
de poder guardar diferentes versiones suele despreocuparnos de tomar riesgos a lo largo del proceso
de escritura (eliminamos un párrafo, movemos un bloque de texto, etc.). Por esto, como en el
esquema de Flowers y Hayes (1981), la función de monitor —facilitada por el procesador de textos—
hace que los procesos de escritura (planificación/redacción/revisión) en pantalla resulten
particularmente recursivos y menos lineales.
Más allá de que incluyamos los recursos digitales en diferente medida en nuestras clases, abordar la
enseñanza de la escritura requiere contemplar las prácticas de escritura en pantallas: la mayor
cantidad de actividades de escritura ocurre “conectados”, en celulares o en computadoras. Por eso,
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los invitamos a explorar algunos recursos para trabajar la escritura en pantallas, para luego
mencionar dos posibilidades que nos brindan las tecnologías digitales para el desarrollo de las
prácticas de escritura —la escritura colaborativa y los espacios para la publicación de producciones
en línea—, sin olvidar un gran desafío: el truco de «copiar y pegar».
+ Recursos
Para el diseño de sus consignas de producción escrita, pueden recurrir a esta colección
de recursos del portal educ.ar:
La escritura colaborativa pone en primer plano la naturaleza social no solo del aprendizaje sino
también de las prácticas del lenguaje. Por esto, resulta una estrategia de trabajo idónea para
reflexionar acerca del proceso de composición. Durante una tarea de redacción grupal los alumnos
suelen estar más atentos y suelen tener que justificar sus decisiones vinculadas con la elección de las
palabras, la construcción de las frases y/o el estilo. Asimismo, esa labor conjunta —caracterizada por
el desafío de incluir diferentes puntos de vista o ideas distintas— exige mayor detenimiento en la
planificación del escrito y una necesidad recursiva de evaluar decisiones y acuerdos sobre el texto.
Estas experiencias contribuyen a mejorar la escritura individual, en tanto cada estudiante puede
apropiarse de las estrategias de planificación, redacción y revisión que se ponen en juego durante el
proceso de composición colaborativa.
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En el ámbito del aula, la incorporación de propuestas centradas en la escritura colaborativa
transforma también nuestro papel docente frente al proceso de composición. En estas instancias de
trabajos, somos guías, facilitadores y participantes en una comunidad de aprendizaje que se organiza
en torno a prácticas de oralidad, lectura y escritura. Así, mediante las tecnologías digitales,
potenciamos simultáneamente aprendizajes de dos órdenes: escribir + colaborar.
Por su parte, las wikis —sitios web donde cada usuario puede colaborar, escribir o modificar el
contenido— son también herramientas digitales valiosas para trabajar proyectos de escritura
colaborativa. Según el tipo de proyecto que planteemos, la escritura colaborativa en una wiki puede
involucrar a usuarios de un grupo conocido (los alumnos o docentes de una escuela, por ejemplo) o
a usuarios que no hayamos conocido antes. Wikispaces o Wikia son plataformas gratuitas donde
construir este tipo de proyectos.
Una wikihistoria
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Las prácticas de escritura en pantallas favorecen también el aprovechamiento de espacios y recursos
digitales para publicar los escritos. Estas posibilidades de puesta en circulación de los escritos
motivan a los estudiantes a componer textos. ¿Por qué? Porque estas tareas de escritura online
hacen posible que el destinatario ya no sea únicamente el docente: las wikis, las redes sociales y los
sitios dedicados a publicar y compartir documentos habilitan el espacio para dar a conocer las
producciones y también para recibir comentarios. De esta manera, publicar online permite ver
inmediatamente los “efectos” de nuestra escritura: “Me gusta”, “Lo comparto”, “Lo reenvío”, “Lo
bloqueo”, “Lo reporto…” Mediante sus comentarios, los lectores intervienen y contribuyen en el
proceso de composición del escrito.
También la Web ofrece proyectos y espacios de escritura que invitan a ampliar la circulación de los
escritos y a brindar un verdadero marco de debate e intercambio de lectura a los autores noveles.
Los escritos circulan y ese texto producido por un autor recibirá comentarios no solo del docente sino
de otros compañeros y, por qué no, de un auditorio más amplio. Tal como cuenta Emilia Ferreiro en
esta charla, ampliar el público lector y expandir las fronteras de publicación más allá del cuaderno o
de la carpeta da sentido y contextualiza realmente las prácticas de escritura.
https://youtu.be/fDT1xStVpE8
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El problema de «copiar y pegar»
Wikipedia, por ejemplo, resulta así una de esas construcciones fantasmáticas escolares: ¿quién
autoriza esa fuente de la que se está copiando?, ¿quién está detrás de esa voz?
Por eso, apelar a fuentes en Internet requiere estrategias de lectura expertas, esas que permitan
tomar distancia de la inmediatez del texto que se está leyendo para hacernos conscientes de que son
palabras de otro; sobre todo, en esas ocasiones en las que esa voz encontrada en una página web ni
siquiera aparece referenciada con un nombre. Esta falta de marcas de identidad y esta contribución
permanente con textos, imágenes, audios, que todos los usuarios aportamos a la Web potencian la
experiencia de Internet como una comunidad abierta. La noción de autor y de propiedad deben
batallar en Internet para sostener su vigencia: «Los escritos en línea rechazan la idea de lo “cerrado”
de un texto, la noción de autor, de “propiedad literaria” para privilegiar el ensamblaje de fragmentos
heterogéneos» (Chartier, 2011, p. 178).
Aunque, quizá, la pregunta más relevante sea aquella que nos lleva de vuelta a la consigna como
construcción didáctica: ¿cómo logramos a partir de una propuesta de escritura transformar la
información en conocimiento? Por estas nuevas configuraciones, es importante justamente enseñar
nociones de polifonía, estrategias de reformulación, formas de cita, etc., pero también qué significan
los derechos de autor y el dominio público, qué recursos deben ser citados/referenciados y cómo.
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Sin duda, reflexionar sobre estas dimensiones es también parte de la formación de un lector y escritor
crítico y, por lo tanto, parte de los contenidos de Lengua.
Para analizar y debatir: ¿en qué consiste el desafío de escritura que propone
Umberto Eco en este artículo?
Ahora bien, considero que existe una forma muy eficaz de aprovechar
pedagógicamente los defectos de Internet. Planteen ustedes como ejercicio en
clase, trabajo para casa o tesina universitaria, el siguiente tema: "Encontrar
sobre el argumento X una serie de elaboraciones completamente infundadas
que estén a disposición en Internet, y explicar por qué no son dignas de
crédito". He aquí una investigación que requiere capacidad crítica y habilidad
para comparar fuentes distintas, que ejercitaría a los estudiantes en el arte del
discernimiento.
En la primera clase reflexionamos sobre las diferentes formas de retroalimentación y de diálogo con
las producciones que realizan los estudiantes. Mencionamos allí que una forma provechosa para
comentar los escritos es la que posiciona al docente como lector del texto. En este encuentro, y a
propósito de la enseñanza de la escritura, queremos volver a plantearnos: ¿cómo podríamos lograr
que la corrección de los textos escritos resulte una tarea provechosa y de verdadero aprendizaje para
los estudiantes?, ¿cómo podríamos romper ese círculo infructuoso de «volver a corregir siempre lo
mismo»? En definitiva, ¿debemos corregir todos los errores?
Como plantea Daniel Cassany (2016) —y también Gil y Reyes (2016) y Manresa y Vila (2016), lecturas
recomendadas de esta clase—, las prácticas de escritura han cambiado, se han expandido a otros
entornos y a otros géneros. Por eso, trabajar sobre la escritura hoy es más complejo e implica muchos
matices emergentes desde hace algunas décadas:
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Aunque muchos docentes siguen corrigiendo sobre papel con tinta roja, los alumnos
escriben en pantallas (pequeñas y grandes), con corrector ortográfico (en muchos
casos), en nuevos géneros digitales (chats, wikis, blogs), conectados a la nube y
colaborando con otros alumnos-autores-lectores, haciendo “copiar y pegar” de los
recursos más corrientes, de modo que la corrección hoy tiene más matices y
controversias (Cassany, 2016, p. 38).
Entonces, ¿cuál es el valor y el sentido de enseñar ortografía hoy? Como respuesta tentativa, creemos
valioso retomar a Camps et al. (2007), quienes hacen foco en la importancia de transmitir a los
estudiantes el lugar que ocupa la ortografía en el conjunto de las habilidades lingüísticas, la relación
que tiene en el conjunto del sistema de la lengua y, también, cómo refleja sus distintos subsistemas;
en otras palabras, se trata de descubrir los vínculos entre el sistema gráfico y los diferentes niveles
de análisis de la lengua (fonológico, prosódico, morfológico, sintáctico y léxico).
En este sentido, las nuevas prácticas y espacios de escritura nos invitan a reconsiderar las formas de
comentar y de corregir los textos: quizá debamos poner más empeño en guiar a los estudiantes para
que ellos mismos puedan detectar los problemas de expresión en sus escritos y orientarlos en el uso
de herramientas en las que podrán apoyarse aun cuando no seamos los docentes sus lectores
principales, siempre listos para advertirles sobre sus errores. En palabras de Castellò (2008), «se
trata, pues, de progresar desde una evaluación centrada en el profesor, externa y poco formativa
hacia una valoración, tanto del proceso como del producto, interna, autorregulada y auténtica»
(Castellò, 2008, p. 19). Mediante rúbricas, podremos fijar los criterios de valoración que se tendrán
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en cuenta en cada texto y evitaremos la trampa de «corregir todo», porque probablemente
terminaremos señalando solo esos problemas que saltan a la vista (la ortografía, la puntuación, la
sintaxis).
Por último, queremos detenernos en el lugar que suele otorgarse a la enseñanza de la puntuación en
el conjunto de las normas ortográficas. Al respecto, Zayas (1995) señala que, a pesar de que se
reconozca la importancia de los usos de los signos de puntuación en la organización de los escritos,
este saber «ortográfico no se suele atender de una manera sistemática, sino que se abandona a los
alumnos, bien a su intuición bien a unas reglas que son imprecisas o inaplicables». Con Zayas (1995),
coincidimos en que la enseñanza de la puntuación resulta más desafiante. Quizá esta dificultad se
deba a que los diferentes signos recorren un escrito desde el ámbito oracional hasta el ámbito
textual. Por lo tanto, el uso del punto, la coma o los dos puntos habrá de explicarse en el marco de la
organización y del sentido local y global de las oraciones y de los textos, y esto supone siempre una
mirada continua que exceda el marco normativo para invitar a reflexionar sobre la sintaxis y el
discurso.
Los recursos digitales de los procesadores de texto pueden «darnos una mano», pero para esto –
sabemos– es necesario contar con un repertorio de conocimientos ortográficos y gramaticales, así
como con criterios lingüísticos que nos permitan aceptar o desestimar sus sugerencias. Entonces, el
valor estará en enseñar cuándo «sospechar» de estas herramientas: los correctores ortográficos no
entienden de homófonos o suelen desconocer, por ejemplo, los paradigmas verbales de ciertas
variedades lingüísticas del español; así, por ejemplo, no indican tildes que faltan o no borran tildes
que sobran.
En este encuentro exploramos algunos de los desafíos actuales a la hora de formar docentes que
enseñen a escribir. Presentamos algunos recursos y consignas que invitan a una apropiación crítica
de los recursos digitales y que buscan superar la limitación de imaginarnos únicamente como
consumidores de tecnologías para —como veremos en el próximo encuentro— afianzarnos en un
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lugar de escritores multimodales, cuyas herramientas de trabajo se ampliaron y ahora –además del
lápiz, el cuaderno, el pizarrón– comprenden aplicaciones web, celulares, teclados y pantallas.
Sin embargo, estos nuevos escenarios no suponen dejar atrás una pedagogía de la escritura que,
creemos, sigue muy vigente: el trabajo en forma de taller y el diseño de consignas de invención que
nos ponen a jugar con el lenguaje y que siempre tienen «algo de valla y algo de trampolín». Al
contrario, esta pedagogía invita a ser releída y reescrita a partir de estos recursos digitales y de estos
nuevos modos de circulación hoy disponibles: escribir-leer-publicar. La construcción de textos a partir
de situaciones comunicativas genuinas, la ampliación real del público lector y el aprendizaje grupal a
partir de la escritura colaborativa pueden funcionar como favorables pre-textos.
Como cierre, la enseñanza de la escritura nos demanda siempre relacionar los usos del lenguaje
escrito con los contextos en los que hacemos uso de él, guiar a los estudiantes en el proceso de
composición y proponerles consignas diversas y situadas que exijan el despliegue de diferentes
registros, de diferentes géneros, en los que, al final, más allá del docente, siempre encuentren un
lector listo para comentar el texto. Aunque a menudo escuchemos «Se escribe más, pero se escribe
peor», quizá sea momento de reconsiderar este juicio en función de las posibilidades que las
tecnologías abren para ampliar los repertorios de escritura en nuestras aulas, a nuevos modos, a
nuevos lenguajes, a nuevos géneros.
Actividades
Actividades de la cuarta clase
ALVARADO, M. (2003). «La resolución de problemas». Revista Propuesta Educativa Nº 26. Buenos Aires:
Ediciones Novedades Educativas. Disponible en: <https://isfd87-bue.infd.edu.ar/sitio
/upload/Alvarado_Resolucion_de_problemas.pdf >. Fecha de consulta: 5 de septiembre de 2018.
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<https://issuu.com/editorialgrao/docs/tx061_final_z_tot>. Fecha de consulta: 5 de septiembre
de 2018.
GIL, R. Y REYES, L. (2016). «La revisión de la escritura en el primer ciclo de primaria». Textos. Didáctica
de la Lengua y la Literatura, 71, pp. 26-33. Disponible en: <https://issuu.com/editorialgrao/docs/
te071_mg>. Fecha de consulta: 5 de septiembre de 2018.
SANZ PINYOL, G. (2012). «Del papel a la pantalla y del aula a la nube. Ideas para dinamizar la expresión
escrita en secundaria». Textos. Didáctica de la Lengua y la Literatura, 61, pp. 59-71. Disponible
en: <https://issuu.com/editorialgrao/docs/tx061_final_z_tot>. Fecha de consulta: 5 de
septiembre de 2018.
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Después de haber recorrido esta clase y de haber leído los textos sugeridos, los invitamos ahora
a explorar estas entradas del Diccionario combinatorio práctico del español contemporáneo
(a) ¿Qué imágenes de la escritura y de los escritores evocan las distintas combinaciones?
(b) Elijan una de las combinaciones (una que les llame la atención) de alguna de las
entradas del Diccionario y propongan una definición/caracterización con un ejemplo.
(c) Cuando abordan la tarea de escribir, ¿qué imágenes de la escritura y/o de los
escritores suelen evocar los estudiantes? ¿En qué medida esas imágenes implican
«algo de valla y algo de trampolín» en el proceso de escritura?
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medios masivos como en las instituciones escolares es deudora del romanticismo, que
instauró la originalidad como valor, el predominio de la inspiración en el proceso de
producción de la obra artística y el don como aquello que por naturaleza y en forma
misteriosa poseía el artista gracias a su Musa. Pero la representación social opera una
selección y una descontextualización, elidiendo del modelo romántico todo aquello
que relaciona la visión del escritor con el espacio de lo político, de lo remunerable y
de lo productivo» (pp. 9-10).
¿Qué vínculos pueden establecer entre esta cita de Alvarado y Setton y las imágenes
del escritor y de la escritura en sus aulas?
(e) Por último, ¿cómo podrían trabajar sobre estas imágenes del escritor y la escritura en
sus aulas, con el fin de reflexionar sobre la escritura como una práctica social y situada?
Nos leemos.
1. Prácticas en acción. Actividad #4: Con todas las letras y diferentes teclados
Modalidad: individual o en parejas | Tiempo de resolución: 2 a 3 horas | Entrega: obligatoria
Les proponemos diseñar una propuesta de escritura en la que incluyan con alguna finalidad el
recurso que aquí presentamos. Después de leer/ver este video atentamente, los invitamos a
desplegar toda su creatividad y a diseñar una consigna que: (a) implique una instancia de
escritura colaborativa y (b) tenga «algo de valla y algo de trampolín»:
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«El tiburón», de María Elena Walsh: <https://youtu.be/LErNuQH9GyE>
(1) Formulen, por lo menos, (a) un propósito que se oriente a pensar conexiones entre el
desarrollo de la escritura y la reflexión sobre el lenguaje; y (b) dos objetivos específicos que
se centren en contenidos y/o prácticas correspondientes al eje de la escritura (la narración,
los diálogos, la descripción de personajes, etc.).
(2) Imaginen su consigna para alcanzar estos objetivos. Enúncienla a la manera de las
consignas de El escriturón, y tal como la presentarían en clase.
(3) Desarrollen una breve fundamentación (un párrafo) en el que discutan por qué su consigna
diseñada implica la resolución de un problema. ¿De qué tipo de problema se trata?
(4) Expliquen brevemente: (a) ¿cómo trabajarían la escritura colaborativa?, ¿en papel, en el
pizarrón, en pantallas?, ¿en parejas, en pequeños grupos o toda la clase?; (b) ¿qué
aportaría la escritura colaborativa a diferencia de una consigna de desarrollo individual?
Puede ser útil (re)leer el artículo de Gil y Reyes (2016) para pensar alternativas de trabajo.
(5 ) Elaboren una rúbrica que les permita guiar el desarrollo y evaluar la resolución de esta
consigna de escritura. Recuerden que esta rúbrica deberá reflejar los objetivos formulados
en (1). Como siempre, les sugerimos validarla (ponerla a prueba) con las consignas resueltas
—a modo de prueba— por un pequeño grupo de sus estudiantes.
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2. Reflexión sobre la tarea: Crónica de una corrección anunciada
Los invitamos aquí a reflexionar sobre su tarea docente. A la manera de una entrada de diario
personal, en esta clase les proponemos que escriban un breve texto, guiados por estas
situaciones/preguntas:
a. Repasen su planificación (cuatrimestral/anual) del curso. ¿Qué lugar y qué tiempos tiene la
enseñanza de la escritura en sus clases?
Dejen registradas sus reflexiones en la sección Portafolio del aula virtual. Desde allí podrán
compartirlas con su tutor/a y también con sus colegas.
Bibliografía de referencia
Lecturas recomendadas
ALVARADO, M., BOMBINI, G. y otros. (1996). El nuevo escriturón. Buenos Aires: El Hacedor.
CAMPS, A. (comp.) (2003). Secuencias didácticas para aprender a escribir. Barcelona: Graó.
CASTELLÒ, M. (2008). «Escribir para aprender: estrategias para transformar el conocimiento». Aula de
Innovación Educativa, 175, pp. 15-21.
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CHARTIER, A.-M. (2011). «La lectura y la escritura escolares ante el desafío de las nuevas tecnologías»
en Goldin, D., M. Kriscautzky y F. Perelman. Las TIC en la escuela. Nuevas herramientas para
viejos y nuevos problemas. Barcelona: Océano.
CHARTIER, A.-M. (2014). Enseñar a leer y a escribir. Una aproximación histórica. México: Fondo de
Cultura Económica.
MAGADÁN, C. (2014). Enseñar Lengua y Literatura con las TIC. Buenos Aires: Cengage Learning.
MILIAN, M. (2011). «La enseñanza de la composición escrita», en Ruiz Bikandi, U. (ed.). Didáctica de la
lengua castellana y la literatura (pp. 121-138). Barcelona: Graó.
RODARI, G. (2017). Escuela de fantasía. Reflexiones sobre educación para profesores, padres y niños.
Barcelona: Blackie Books.
Créditos
Autor/es: Cecilia Magadán
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Magadán, Cecilia (2018). Clase 4. «Sin copiar y sin pegar»: la enseñanza de la escritura en entornos
digitales. Lengua: Enseñanza y evaluación en la Formación Docente. Buenos Aires: Ministerio de
Educación de la Nación.
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