Vivimos en un mundo que incentiva a los jóvenes a alcanzar sus
metas a través del estudio. Y esta estrategia ha servido para que miles de bachilleres-a diferencia de años atrás- decidan continuar con su formación académica ya sea para alcanzar un título profesional, o un título como tecnólogo.
Y lo hacen fundamentalmente para evitar quedarse rezagados dentro
del mercado laboral siguiendo la premisa de que “el que no estudia no tiene los mejores puestos, ni las mejores oportunidades”.
Lejos quedaron los días en que ya era un gran logró graduarse
del colegio, ahora nunca será suficiente el hecho de tener un pregrado en algo. La era de las especializaciones, maestrías y doctorados impone su ley.
Es tan agresivo y poco agradecido el mercado laboral, que los perfiles
son cada vez más altos de alcanzar para cargos con asignaciones salariales bastante mediocres.
Ya lo veíamos hace unos meses con el paro de los maestros, en
donde pudimos de primera mano darnos cuenta, cómo los educadores recibían en contraprestación a su labor, un salario que no se congraciaba con todos los estudios cursos y post-grados que debían alcanzar para llegar allí.
Incluso las condiciones laborales de un trabajador joven hace unos
treinta o cuarenta años, parecieran ser mejores que ahora.
Es verdad, bastante se ha legislado con relación a los incentivos para
las empresas que contraten personal recién egresado, lo que se conoce como ley del primer empleo, pero por otra parte, en materia pensional a medida que pasa el tiempo y las semanas cotizadas aumentan, la esperanza del trabajador joven en alcanzar una pensión de jubilación se esfuman, solo quedan sus aportes listos para que el sistema pensional (que cada vez se asemeja más a una pirámide) se los apropie. 1 Qué desafortunados son los jóvenes de ahora al no conocer los distintos regímenes pensionales que existían antes de la ley 100 de 1993, en los cuales veinte años de trabajo arduo eran suficientes para alcanzar una jubilación.
Luego, la mejor opción es buscar vertiginosamente mejores trabajos,
mejores ingresos, muchos se quedarán apoltronados en las comodidades de un cargo que les alcance para poder disfrutar de los fines de semana, otros pensarán en alcanzar la meta a través del estudio y les sorprenderá lo costoso que es capacitarse en este país.
Y como todo lo anterior resulta de un problema que requiere solución,
lo primero que hay que hacer para encontrarla es identificar a los culpables.
Por un lado, mayoritariamente la culpa es del mercado laboral
colombiano, que se ha obstinado en llenar de requisitos y condiciones a los jóvenes que a falta de experiencia deben de tener miles de títulos en su pared, de diplomados, cursos, talleres, simposios, especializaciones y demás, cosa que no demuestran nada diferente a que nuestra educación es de apariencias y no muchas veces de calidad. A algunos les sorprendería saber que en países como Estados Unidos o Inglaterra, la oferta de educación “post-grado” solo ofrece dos posibilidades el MBA (LLM)-Maestría- o un PHD-doctorado- y que aquellos que optan por hacerlas, lo hacen por una convicción meramente académica y de superación personal sin que influya considerablemente en su perfil laboral.
Concepto totalmente tergiversado en Colombia, puesto que acá, la
idea de un logro más en la hoja de vida está directamente relacionado en como eso, va a hacer que mi salario aumente de dos millones a dos millones cien mil pesos y no con el verdadero sentir de esta clase de estudios que es por supuesto ahondar en conocimientos y por qué no, generar conocimiento para futuras generaciones a través de verdaderos documentos que tengan valor científico.
Solo a través de la educación, el joven encuentra las herramientas
necesarias para afrontar la adultez de manera adecuada, sobre todo en el ámbito laboral, pero que no sea esta la excusa de algunos sectores económicos del país para negar una oportunidad de trabajo
2 digno a un joven que puede estar capacitado de muchas formas diferentes a un diploma. Esa educación integral es la que debemos buscar.