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Científicas exitosas: ¿cómo lo lograron?

SciDev.Net freelancers
22 junio 2011 | EN | ES

http://www.scidev.net/es/science-and-innovation-policy/overcoming-gender-barriers-in-science-1/features/cient-ficas-exitosas-c-mo-lo-
lograron-.html

Mary Abukutsa-Onyango

Mujeres de Jordania, Kenia, Pakistán, Perú y Filipinas cuentan a SciDev.Net cómo llevaron a cabo
el sueño de desarrollar una carrera científica.

El matrimonio, la maternidad y la pobreza surgen como obstáculos comunes contra el éxito en las
entrevistas que SciDev.Net sostuvo con seis científicas del mundo en desarrollo.

Pero a medida que las mujeres cuentan sus historias se encuentran elementos comunes de éxito:
ambición personal; madres decididas que superaron las adversidades para garantizar que sus hijas
recibieran educación; y, en etapas posteriores de sus vidas, esposos que les dieron su apoyo.

Mary Abukutsa-Onyango, 52, profesora en la Universidad de Agricultura y Tecnología Jomo


Kenyatta de Kenia. Empezó su carrera científica por una alergia infantil. Incapaz de ingerir proteínas
animales, fue alimentada con verduras tradicionales por su madre, quien sabía que contenían nutrientes
importantes.

Ese fue el inicio de la pasión de su vida: evaluar los beneficios de estas verduras. Con el apoyo de su
padre, quien la alentó a estudiar ciencias —algo inusual en un padre de Kenia de esa época— Abukutsa
hizo su carrera combinando sus dos pasiones: la investigación y las verduras tradicionales.

Durante sus estudios de campo, Abukutsa tuvo que enfrentar la oposición de los agricultores porque ellos
insistían que, como mujer, no tenía nada que decirles sobre prácticas agrícolas. "En el campo, mucha
gente mira a las mujeres con suspicacia", señala. Y sus colegas masculinos le decían "las mujeres son
demasiado emotivas para la ciencia, y no quieren darte crédito… he aprendido a defenderme yo sola",
subraya.

Como si fuera poco, a su lucha tuvo que agregar el escepticismo de los científicos sobre la importancia de
las verduras tradicionales y de la biodiversidad en general. "Nadie quería saberlo. El gobierno de Kenia
pensaba que este tipo de investigación no era una prioridad", recuerda.

Décadas después, en 2010, Abukutsa fue condecorada por su trabajo con la Orden Burning Spear, uno
de los reconocimientos civiles más importantes de Kenia. Este año recibió un premio de la Unión Africana
por su investigación de la producción de verduras tradicionales en los países en desarrollo. "Muchas
mujeres que nos ven recibiendo estos premios se sentirán motivadas, y eso influirá sobre las científicas
jóvenes", señala.

Pero el suyo ha sido un largo recorrido escribiendo una propuesta de financiamiento tras otra. Al
final, Abukutsa encontró su propia forma de hacer investigación para apoyar su argumento de que las
verduras son ricas en vitaminas y otros nutrientes.

"Cuando trataba de publicar en las revistas internacionales, no querían reconocer mi trabajo, y no porque
no fuera bueno, sino porque consideraban esos cultivos tradicionales como malezas", afirma. Así que
publicaba sus trabajos en revistas de las universidades locales.

"[Ahora] es gratificante ver más y más iniciativas nacionales e internacionales con los alimentos
indígenas. Yo conduje varios", señala.

Fabiola León-Velarde, 55, fisióloga y rectora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Ella
también conoce la frustración de ser ignorada al vivir en un país que no tiene un ministerio de ciencia y
tecnología y que en la pasada década asignó tan solo el 0.15 por ciento de su Producto Interno Bruto
(PIB) a la ciencia.
León-Velarde: 'Las científicas deben tomar la decisión de hacer todo lo que [ellas] se proponen y hacerlo
bien'

Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH)

Siete años atrás, León-Velarde se planteó un reto: "Si el país no apoya la investigación, yo lo haré".
Desde entonces, esta bióloga y fisióloga —una autoridad internacional en el mal de altura y, de acuerdo
con los analistas, una fuerte candidata a ser la primera ministra de ciencia y tecnología en caso de que el
país decida crear este ministerio— ha hecho una campaña incesante para obtener fondos de apoyo a la
ciencia. "Un estado que no invierte en ciencia y tecnología no puede salir adelante", afirma.

Su trabajo parece estar dando resultado, pues el gobierno ha creado las becas del retorno y un
financiamiento de US$10 millones para proyectos de investigación en su universidad; ha colaborado con
el establecimiento de las oficinas de patentes en el sistema universitario y está en conversaciones para la
construcción de un parque tecnológico.

Comprometer al público con la ciencia, particularmente a las mujeres rurales, es esencial para León
Velarde. "Suscitar el interés de las mujeres rurales y tener más científicas en áreas donde estamos
escasamente representadas son dos aspectos que los he tomado como una lucha personal", enfatiza.
Esas áreas son ingeniería y física, en las que menos del 10 por ciento son mujeres.

Como mujer y madre, León-Velarde —distinguida con la Legión de Honor de Francia el mes pasado—
dice que es particularmente importante que las científicas perseveren en esa "etapa crítica" cuando
empiezan a tener hijos.

Subraya que desarrollar una carrera sin dejar de lado a los hijos y la familia es "un tema
complicado…siento que he tenido que hacer un esfuerzo extra en mi vida para ser una buena esposa,
una buena madre y una buena científica", confiesa.

"Si una mujer quiere llegar a ser una científica destacada, con proyectos importantes y
publicaciones…tiene que tomar la decisión de hacer todo lo que se proponga y hacerlo bien", concluye.

Lourdes Cruz, 69, profesora en el Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad Filipina Diliman.
Señala que la maternidad es una de las razones principales para la escasez de académicas en el país y
en otros lugares. Muchas mujeres en Filipinas obtienen sus primeros grados —por ejemplo el 60 por
ciento de los graduados en química son mujeres— pero pocas continúan haciendo una carrera en
ciencias.

Cruz: 'Trabajar con otros ayuda a tener nuevas ideas y desarrolla nuevas actitudes'

Micheline Pelletier for L'Oréal Corporate Foundation

"Las mujeres tienen mejores oportunidades acá que en la mayoría de países asiáticos, pero solamente el
30 por ciento de galardonados [receptores de prestigiosos premios] son mujeres", destaca Cruz. "A veces
se tiene que escoger entre carrera y familia". Cruz dice que esa es una de las razones por las que eligió
permanecer soltera.

Ha pasado la mayor parte de su vida estudiando las toxinas cono del caracol, o conotoxinas, usadas en
las ciencias neurológicas. Por su trabajo recibió el Premio L'Oréal-UNESCO La Mujer y la Ciencia 2010 —
convirtiéndose en la primera científica de Filipinas y del sudeste de Asia en recibirlo— y fue nombrada
Científico Nacional de Filipinas en 2006.

Nacida en una familia de químicos, Cruz ha publicado más de 120 artículos. Sin embargo, aclara que
"apenas ha arañado la superficie".

Cruz alienta a los científicos a explorar el trabajo colaborativo. Su trabajo con las conotoxinas, junto con
un científico filipino radicado en los Estados Unidos, ha permitido desarrollar un medicamento,
actualmente en ensayo clínico, que parece ser más potente que la morfina para el tratamiento del dolor
crónico.

"Es muy importante colaborar con otros científicos y grupos, especialmente para países como Filipinas,
que carecen de equipos, materiales y financiamiento", precisa Cruz. "Trabajar con otros ayuda a tener
nuevas ideas y desarrolla nuevas actitudes que son importantes para el crecimiento personal de los
científicos jóvenes", asegura.

Para quienes escogen tener una familia, la colaboración es incluso más importante, agrega. "Unirse a un
grupo, a un grupo de apoyo o a una red internacional de colaboración para el trabajo, ayuda a conseguir
fondos. El trabajo se ha vuelto más fácil con Internet ya que se puede buscar y comunicarse
directamente, algo que no teníamos en los primeros días".

Sawsan A. Oran, 57, decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Jordania. Fue la guerra
entre Irán e Irak, no la maternidad, la que interrumpió los planes profesionales de esta científica.

Oran: hallar el equilibrio entre una carrera científica y la familia 'toma tiempo y esfuerzo pero no es
imposible'

Sawsan A. Oran

Nació en una aldea pobre de la provincia de Tafila, al sur de la ciudad capital, Ammán. Su padre murió
cuando ella tenía dos años y su madre analfabeta la animó a ir a la escuela, esperando que algún día
llegara a ser exitosa.

Había pocas oportunidades educativas para las mujeres en esa época, y Oran dice que fue afortunada al
poder completar su educación secundaria. Su ambición era estudiar ciencias biológicas en la universidad,
aún cuando las capacidades de las mujeres eran subestimadas, especialmente en las ciencias.

De alguna manera, Oran convenció a su tío y a su abuelo para que le financiaran sus estudios y le
permitieran hacerlos en la Universidad de Bagdad, en Irak, porque su especialidad no estaba disponible
en Jordania. Pero tuvo que abandonar sus planes de obtener una maestría cuando estalló la guerra entre
Irán e Irak en 1980. Regresó a Jordania, donde se casó con un profesor de botánica, con quien tuvo tres
hijos.

Casi diez años más tarde, el sueño de Oran de convertirse en una científica eminente estaba más vivo
que nunca. En 1989, con sus hijos a cuestas, se matriculó en la Universidad de Reading, en el Reino
Unido, y obtuvo su doctorado en ciencias biológicas. Desde entonces, ha publicado más de 50 artículos y
presentado sus investigaciones en más de 80 conferencias alrededor del mundo, y es miembro activo de
14 organizaciones científicas y medioambientales.

En 2009, Oran finalmente alcanzó el sueño que su madre tenía para ella, cuando se convirtió en la
primera decana mujer de la facultad de Ciencias de la Universidad de Jordania, a la que pertenece su
esposo.

"Actualmente las cosas son diferentes", reconoce. "Las niñas pueden completar todos sus estudios en
Jordania, sin la carga añadida de permanecer lejos de sus familias y de su país". Agrega que la sociedad
jordana es mucho más abierta a la idea de las mujeres científicas y aprecia el aporte que ellas hacen.

No obstante, Oran aconseja a las estudiantes e investigadoras científicas "romper las limitaciones
sociales para alcanzar sus ambiciones científicas y persuadir a sus padres y esposos de la importancia de
sus logros científicos y de su impacto en el desarrollo de su país". Dice que hallar un equilibrio entre la
carrera científica y la familia "toma tiempo y esfuerzo pero no es imposible".

Tazeen Mohsin, 42, investigadora genética de la Universidad de Karachi, Pakistán. Su familia ha


jugado un importante papel en su carrera, especialmente cuando le diagnosticaron cáncer de mama en
2008.
Mohsin: 'Tengo una gran ayuda de mi esposo. Pero no todas tienen la misma suerte'

Suhail Yusuf

Mohsin estaba terminando su doctorado en genética bioquímica de plantas en ese momento y tuvo que
hacer a un lado los estudios durante casi un año mientras se sometía a radioterapias, quimioterapias y
cirugía.

Ahora, ya superada su enfermedad, obtuvo su doctorado y publicó su tesis. También ha recibido el


Premio al Joven Científico, una subvención para una investigación de tres años que le permitirá continuar
sus estudios en el mejoramiento de la glutenina, una proteína nutritiva en el pan.

Mohsin reconoce el apoyo brindado por su esposo a lo largo de su carrera y ayudándola a encontrar un
balance entre la investigación, la enseñanza y las responsabilidades familiares.

"El apoyo de [un] esposo es muy importante, es como un mundo nuevo que se abre", dice. "Yo tengo una
gran ayuda de mi esposo, pero no todas tienen la misma suerte", subraya.

Recuerda a otra investigadora que contrajo matrimonio después de obtener su maestría en filosofía. "Ella
intentó hacer su doctorado muchas veces, pero no pudo sustentar su investigación debido a la falta de
apoyo de su esposo y sus suegros".

Las científicas enfrentan numerosos obstáculos en la sociedad pakistaní, afirma Mohsin. Tienen menos
probabilidades de estudiar ciencias pues hay una falta de inversión en la educación de las niñas. Los
padres también invierten menos en la educación superior de sus hijas porque por lo general esperan que
permanezcan en el hogar después de casarse.

La pobreza es otro obstáculo. Aunque Mohsin perdió a su padre muy joven, no tuvo problemas financieros
porque él era terrateniente y la familia obtenía una significativa cantidad de ingresos por la tierra. Para las
mujeres menos afortunadas, las becas y subvenciones son las únicas opciones.

Hace énfasis en que es importante que las mujeres científicas compartan sus experiencias, algo que no
se hace actualmente. Sugiere un foro presencial o virtual donde las mujeres puedan compartir sus ideas e
intercambiar investigaciones.

Pero Shazia Anjum, 39, investigadora asociada de la Universidad Saskatchewan, Canadá, no siente
que las mujeres estén en desventaja en la esfera de su trabajo en Pakistán.

Anjum: '[En Pakistán], las mujeres tienen libertad… no me siento discriminada'

Shazia Anjum

"[En Pakistán], las mujeres gozan de libertad. Veo a las mujeres trabajando con los hombres. No me
siento discriminada", sostiene Anjum, con más de diez años de experiencia en investigación química,
quien fuera profesora asistente en el Instituto de Investigación Química HEJ del Centro Internacional de
Ciencias Químicas y Biológicas en Karachi. Admite que eso pudo no ser así hace cinco años, pero cree
que la globalización ha precipitado el cambio en Pakistán.

"La gente está más consciente de lo que está sucediendo en otras partes del mundo y se ha dado cuenta
que no se puede alcanzar el progreso si más del 50 por ciento de la población está sentada en casa sin
hacer nada", comenta.

Anjum, quien ha visitado Malasia y España para mejorar profesionalmente, es autora y coautora de más
de 80 investigaciones y tiene una patente en Estados Unidos por el aislamiento de cuatro compuestos
antibacterianos y antidiabéticos derivados del arbusto del mirto de hoja perenne de Pakistán. En 2006 fue
galardonada con el Premio Presidencial Izaz-i-Kamal, otorgado a muy pocas mujeres.

El papá de Anjum murió cuando ella era muy joven así que su madre decidió ir a la escuela —la primera
mujer de su familia en hacerlo— para ganar el dinero que necesitaba para criar a sus dos hijas.
"Recuerdo que yo estaba en tercer grado cuando mi mamá presentaba sus exámenes del octavo grado",
dice.

Cuando Anjum eligió estudiar química, se convirtió en la primera mujer de su familia en asistir a la
universidad. "Fue un reto para mí. Tuve que hablar sin rodeos y convencer a mi madre de que yo estaba
comprometida", señala.

Recientemente ha decidido regresar a Pakistán a proseguir una carrera en su país, y espera crear un
instituto de investigación en su ciudad natal, Bahawalpur.

Según Anjum, el verdadero reto para la comunidad científica en Pakistán no es la discriminación de


género, sino la falta de instalaciones y la disminución del apoyo político y financiero a la investigación. El
régimen actual de Pakistán, que fue elegido interinamente en 2008, no apoya a la ciencia, enfatiza. "No
invierten fondos en la educación superior. Hay una enorme fuga de cerebros" , sostiene.

Cerrando la brecha

Científicas como Anjum siguen siendo la excepción y no la regla. La mayoría cree que falta mucho por
hacer para acabar con los estereotipos y cerrar la brecha de género, especialmente en las posiciones
más altas.

Los científicos desempeñan un papel clave para que más investigadoras escalen posiciones superiores,
dice Mary Abukutsa-Onyango. "Solo las mujeres que asuman posiciones de liderazgo en la ciencia
tendrán un impacto sobre las mujeres que siguen [una carrera en la investigación]". Ella cree que los
programas de tutoría —como el plan Mujeres Africanas en la Investigación y el Desarrollo Agrícola, que
vincula investigadoras en ciernes con las de alto nivel— pueden ayudar a que ello, finalmente, suceda.

Entrevistas realizadas por Joel D. Adriano, Hanan El-Kiswany, Smriti Mallapaty, Zoraida Portillo, Yojana
Sharma y Suhail Yusuf

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