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Esta carta Encíclica de San Juan Pablo II, escrita el 14 de septiembre de

1998, nos sitúa sobre las relaciones entre la Fe y la Razón, y como estás no deben
de estar en una pugna sino en una perfecta sinergia para que el hombre como
bellamente lo expresa en el proemio pueda llegar a la contemplación de la verdad.
Antes de entrar de lleno al tema del que versará el capítulo primero, considero
oportuno señalar algunas cuestiones que se presentan en la introducción y que nos
ayudarán a comprender la misma génesis del documento.
Lo primero a comentar es que se nos presenta en este documento un punto de
partida filosófico, en el cual se subraya el anhelo vehemente que el hombre
experimenta para responder las preguntas más profundas y significativas de su
existencia.
Después de esta puntualización, el documento nos presenta a la religión como una
propuesta a la necesidad de sentido que experimenta el hombre. Pero deja esta
consideración meramente fenomenológica y genérica de la religión para situarnos
en la misión que ha tomado la Iglesia como dispensadora de la Verdad Suma, que
se ha revelado en Jesucristo que es “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6) el cual, le
ha revelado al hombre lo que es el mismo y la grandeza de su vocación (Cfr.
GS, núm. 22).
La Iglesia para hacer frente a esta faena que se le ha confiado, se ha hecho auxiliar
por la filosofía, la cual, es la búsqueda de verdades fundamentales relativas al
hombre. Pero también, es una ayuda necesaria para profundizar la inteligencia de
la Fe y comunicar a los hombres el Evangelio.
Después de esta exposición de las relaciones entre Fe y Razón y su importancia
para la Iglesia, el documento pone de manifiesto el contexto problemático en que
se viven en la actualidad estas relaciones y que sin duda son un referente al mismo
contexto de génesis de esta encíclica. Ya que la reflexión filosófica, ha perdido su
dimensión trascendente o ha querido quedarse en un inmanentismo intencionado,
en el cual el hombre es la medida de todas las cosas; generando con ello un
ateísmo, o en el peor de los casos un agnosticismo relativista en el cual cualquier
posición que se tome es igualmente valida y respetada.
Ante este panorama el Papa afirma en el número 6: Que cree firmemente que la
Iglesia por ser depositaria de la Revelación de Jesucristo, le incumbe reafirmar
la necesidad de la verdad (y promover a la filosofía que retome su vocación
originaria). Animando por tanto, a los teólogos y filósofos a emprender un camino
adecuado para alcanzar la verdad y al encontrarla tangan la paz, el descanso y gozo
espiritual que ella ofrece.
Ahora entrando al primer capítulo que se titula: la revelación de la
sabiduría de Dios. Nos sitúa con la base o tesis principal de que a la base de la
reflexión que la Iglesia lleva está la plena conciencia de ser depositaria de un
mensaje que tiene su origen en Dios mismo. Dicho mensaje le fue dado o mejor
dicho, revelado por Dios y tiene como móvil que Él quiere darse a conocer y
revelar su voluntad para hacernos partícipes de la naturaleza divina por medio de
palabras y signos en la historia humana.
El culmen de esta Revelación es Jesucristo, el cual es la plenitud de los tiempos
(Gál 4,4). En este acontecimiento vemos claramente como señala el documento
que se realiza toda la obra de la creación y de la salvación del hombre. Con la
encarnación de cristo, se revela la sabiduría de Dios que ha buscado develarle al
hombre el misterio de su vocación.
Ahora bien, aunque es un hecho la revelación de Dios al hombre que hace que él
eleve su razón a niveles que jamás imaginaría, también es un hecho que el hombre
de suyo se encuentra baldado para comprender plenamente esta revelación, por lo
cual, el hombre se queda ante la certeza de que la revelación también está llena de
misterio, como lo señala el punto trece. Ante este hecho, se vuelve necesaria la Fe
que permite adentrarse en el Misterio, para una inteligibilidad o comprensión
coherente.
Es importante señalar como bien lo expone el documento mas adelante, que
cuando Dios se revela, el hombre tiene que someterse con su Fe. Ya que el hombre
en este acto hace la elección fundamental, en la cual se ve involucrado todo su ser
y su libertad que se ve llevada al máximo nivel. En este acto como -bien lo he
señalado- se conjugan por una parte las facultades más importantes del ser
humano, que son la inteligencia y la voluntad siendo invitadas a vivir el acto más
significativo y pleno, ya que es la participación del Bien y de la Verdad Suma.
Finalmente considero que el punto 15 de este capítulo, pone patente el carácter
universal de la salvación de Jesucristo, ya que, su revelación y la entrega de esta
misma revelación a la Iglesia es sin duda, (como lo dice textualmente el texto) una
estrella que orienta al hombre. Esta luz tiene como finalidad orientar al hombre
para que llegue a la vocación que desde la creación le ha sido dada que es la vida
de Dios.
En el segundo capítulo la reflexión versará sobre el credo ut intellegam, es
decir, como la sagrada escritura nos presenta con mayor claridad la relación que
hay entre la fe y la razón. Y esto se nota gracias a que la inteligencia, se nos da a
todos, tanto creyentes, como no creyentes, tenemos la posibilidad de alcanzar la
verdad profunda. Es muy sugerente notar como en el mundo bíblico se ha
desembocado un gran mar de la teoría del conocimiento, en una riqueza tremenda
y con una aportación original.
Para el creyente la fe agudiza la mirada interior abriendo a la mente para que
descubra, en el sucederse de los acontecimientos, la presencia operante de la
providencia.Por tanto, la fe y la razón, no se pueden separar sin que se reduzca la
posibilidad del hombre de conocerse de modo adecuado a sí mismo, al mundo y a
Dios. De esto podemos notar que no hay motivo de competitividad alguna entre
la fe y razón: una esta dentro de la otra, y cada una tiene su propio espacio de
realización.
Si el hombre con su inteligencia no llega a reconocer a Dios como creador de todo,
no se debe tanto a la falta de un medio adecuado, cuanto sobre todo al impedimento
puesto por su voluntad libre y su pecado.El hombre por tanto, en este capítulo se
nos presenta como un ser que con su razón alcanza la verdad; y que ademas, si
se abre a la luz de la fe se ve grandemente iluminado y descubre el sentido
profundo de cada cosa y, en particular, de la propia existencia.
Podemos concluir este capítulo notando como se nos presenta al final, que para el
teólogo es importante notar que su relación con la filosofía requiere un
discernimiento radical. En el camino del devenir del tiempo de la iglesia, se ha
notado que la relación entre fe y filosofía encuentra en la predicación el escollo
contra el cual puede desembocar en el océano sin límites de la verdad. Aquí se
evidencia la frontera entre la razón y la fe, pero se aclara también el espacio en el
cual ambas pueden encontrarse.
En el tercer capítulo se nos presenta el camino de la razón hacia la fe, es
decir, intellego ut creadam, es muy significativo notar que el hombre es
esencialmente un buscador de la verdad, es decir, como cala tan profundamente
como el anhelo más natural y vivo de él. El camino de búsqueda de la verdad no
es un camino fácil ni corto, sino como bien se sugiere en el punto 26: la verdad se
presenta inicialmente al hombre como un interrogante, en el cual toda su
existencia se ve bajo la lupa de una búsqueda de su origen, de su camino y de su
destino final.
La verdad más que ser sólo una realidad gnoseológica del hombre, es ante todo
una faceta de su existencia, ya que el hombre no puede fundar su vida en la duda
o la incertidumbre, sino que su vida se guié en una verdad que le da sentido a su
vida, sea cual fuere la verdad a la que el mismo se haya adherido. Es muy bello
notar como bien los postula el documento la capacidad misma del hombre de
buscar la verdad, ya que implica de suyo una respuesta, que a lo largo de la vida
busca perfeccionarse, y en el caso del Cristiano, la verdad suma es Jesucristo, el
cual, en la vida implica un conocer su propuesta de vida y configurarla de tal modo
a la propia vida, para llegar a esa plenitud o contemplación de la verdad en su grado
más grande y plenificante.
En Jesucristo, se conjuga para el cristiano un conocer por medio de la experiencia,
pero también se invita a crear en él, dándose un movimiento que el documento
define como la búsqueda de la verdad y la búsqueda de una persona en quien
fiarse. Por tanto, podemos concluir diciendo que en la vida del hombre debe de
haber una sinfonía entre fe y razón para que se pueda llegar a Dios, que es
fundamento y objeto de esperanzo de todo hombre.
Los capítulos comentados de manera precedente tenían como cometido el
llevarnos al corazón de esta encíclica que es la relación entre la fe y la razón. Y
como primera consideración hay que señalar que la palabra de Dios se dirige a
cada hombre, en todos los tiempos y lugares de la tierra; y el hombre es
naturalmente filósofo. Y la teología busca responder al hombre en su mundo y
contexto guiado por la fe, ya qué hay que recordar que la teologia es esencialmente
ciencia de la fe.
Hay que recordar que la fe, como don de Dios, a pesar de no fundarse en la razón,
ciertamente no puede prescindir de ella; al mismo tiempo, la razón necesita
fortalecerse mediante la fe, para descubrir los horizontes a los que no podría llagar
por sí misma. La fe y la teologia deben de servirse de las diferentes opiniones
humanas dadas por la filosofía, que sin duda, le pueden servir de ayuda a la
teologia.
La teología ha recurrido a lo largo de la historia de la filosofía, es decir, la teología
ha tenido siempre y continúa teniendo necesidad de la aportación filosófica;
precisamente por ser una aportación indispensable y noble, la filosofía ya desde la
edad de la patrística, fue llamada ancilla theologiae. Hay que notar que esta
categorización, no viene a designar que la filosofía sea menos que la teología o que
su autonomía no valga nada, sino que ambas al caminar en pos de la verdad, tienen
caminos muy distintos, ya que la filosofía se da el camino del hombre por su razón
natural sola; y en cambio en la teología tiene un camino trazado por una razón
elevada por Dios a realidades que por su solas fuerzas la razón jamás hubiera
sospechado llegar, por tanto, para la filosofía ser sierva significa, ser
acompañante de la teologia para que ésta pueda comprender de mejor modo
lo revelado y pueda comunicárselo a los hombres de cada tiempo y lugar.
El magisterio -se nos señala en un apartado- ha elogiado repetidamente los méritos
del pensamiento de Santo Tomás de Aquino, pero con este reconocimiento hay
que dejar claro, que no se da un dogmatismo o se canoniza este sistema, sólo se
propone sus sistema como una vía fiable y clara para que el hombre pueda caminar
de mejor modo en su búsqueda de la verdad, ya que como bien se deja claro aquí,
se respetan y reconocen las aportaciones de otros sistemas filosóficos.
Finalmente en este apartado es muy importante recalcar la sinergia que debe de
darse entre la fe y la razón, para permitir que teólogos y filósofos se dejen guiar
por la única autoridad de la verdad, de modo que se elabore una filosofía en
consonancia con la palabra de Dios. Esta filosofía ha de ser el punto de encuentro
entre las culturas y la fe cristiana, el lugar de entendimiento entre creyentes y
no creyentes.
En el capítulo quinto se nos señalan las intervenciones del magisterio en
cuestiones filosóficas. Este capítulo comienza hablando de discernimiento del
magisterio como servicio a la verdad, el cual, no propone ni canoniza una filosofía
particular en menoscabo de otras; sino que el magisterio busca que el mensaje o
el tesoro de la fe, de la cual es depositaria la Iglesia, no se vea mutilado o destruido
con tesis o postura contrarias. A lo largo de la historia, sin duda, el magisterio ha
tenido que intervenir en la filosofía para censurar o amonestar aquellas posiciones
filosóficas contrarias al depósito de la fe que se le ha confiado, y entre estas
intervenciones podemos destacar especialmente la intervención dada por Leon
XIII en sus encíclica Aeterni Patris, la cual, -como bien se señala en este
documento- ha sido hasta hoy el único documento pontifico de esta categoría
dedicado íntegramente a al filosofía. En este documento de León XIII se recogen
y desarrollan las nociones dadas por el concilio Vaticano primero sobre las
relaciones entre la fe y la razón y se concluye, en que es indudable que el
pensamiento filosófico es una gran aportación fundamental para la fe y la ciencia
teológica, este documento marco un antes y después en la renovación filosófica de
la iglesia, ya que concorde a la invitación del papa de tomar a Santo Tomás como
modelo, se comenzó a dar un diálogo profundo y paulatino con el mundo moderno.
Pasando al siguiente capítulo que versa sobre la interacción entre al
teologia y la filosofía, se nos presenta a la ciencia de la fe y las exigencias de la
razón filosófica. Ya que el camino del teólogo se compone de un auditus fidei y
de un intellectus fidei. Con el primero, se asume los contenidos de la Revelación
tal y como han sido explicados progresivamente en la Sagrada Tradición, la
Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia. Con el segundo, la teologia
quiere responder a las exigencias propias del pensamiento mediante la reflexión
especulativa. Por tanto, el camino del teólogo parte de una fe en un Dios que se ha
revelado a lo largo de la historia y que tiene como cenit a Jesús. Pero esta fe pide
dar razones creíbles de porqué se cree en ella, por tanto, de aquí es donde nace la
teología, como elaboración racional o noética de la fe del cristiano, como razonable
y explícale. Y como máxima representación de la teologia y su elaboración
racional, nos encontramos con la teologia dogmática, la cual, debe de ser capaz
de articular el sentido universal del misterio de Dios uno y Trino y de la economía
de la salvación, tanto de forma narrativa como sobre todo de forma
argumentativa. De la teología dogmática parten las demás ramas con su
especificidad propia, que buscan dar una mejor comprensión del misterio, pero
siempre bajo el criterio de la unidad de lo revelado y profesado en la Iglesia.
Es importante notar como en el punto 67 se nos habla de la importancia de la
teología fundamental, que por su carácter propio debe de ser una disciplina que
tenga como misión el dar razón de la fe, debe abocarse en justificar y explicar.
La relación entre la fe y la reflexión filosófica.
En el siguiente capítulo se nos muestran las exigencias y cometidos
actuales. Lo primero qué hay que considerar son las exigencias irrenunciables de
la Palabra de Dios, ya que la contemplación de la Biblia, nos da una visión del
hombre como imago Dei, y como consecuencia se nos plantean indicadores
precisos sobre lo que es su ser, su libertad y su inmortalidad de espíritu. Del mismo
modo la palabra de Dios, plantea el problema del sentido de la existencia y ofrece
su respuesta orientando al hombre hacia Jesucristo, el verbo de Dios, que realiza
en plenitud la existencia humana
En la actualidad la visión dada por la Biblia, se ha visto eclipsada por la ciencias,
dando lugar a una fragmentariedad del saber; y como consecuencia de esto, se hace
difícil y a menudo inútil la búsqueda del sentido. Para superar este problema es
necesario que la filosofía encuentre de nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda
del sentido último y global de la vida. La palabra de Dios ofrece ese fundamento
llamándolo el constitutivo religioso de la persona. El texto nos pone muy en claro
que es urgente esta dimensión sapiencial hoy en día, ya que el crecimiento inmenso
del poder técnico de la humanidad requiere una conciencia renovada y aguda de
los valores últimos.
Es necesaria en la actualidad -como bien no se postula en el texto- una filosofía de
alcance auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos empíricos para
llegar, en su búsqueda de la verdad, al Absoluto y fundamento de todo. Considero
que es muy vigente y viva la afirmación dada por el Papa San Juan Pablo II de un
“gran reto que tenemos al final de este milenio es el de saber dar el paso, tan
necesario, como urgente, del fenómeno al fundamento”.
Ahora bien para la teologia sus cometidos actuales son los siguientes: en cuanto a
la teología dogmática, es necesario que se deje notar con mayor claridad la validez
y perennidad de la palabra de Dios, que conduce al hombre al pleno significado de
su ser. Y este cometido se logrará mostrando como la Palabra de Dios y la verdad
que ella contiene jamás puede ser limitada por el tiempo y la cultura; ya que se
conoce el mensaje de Dios en la historia humana, pero este mismo mensaje supera
a la historia misma humana y se injerta en la trascendentalidad del ser que es Dios
y que el hombre irremediablemente tiende.
Hablando sobre la teología moral en el documento se nos señala como indicación
que, es importante que ella retome y fortalezca una ética, empapada de una
antropología trascendente del hombre y una metafísica del bien.
Como conclusión de esta encíclica considero que es importante señalar en
primer lugar, como el pensamiento filosófico tiene una importancia capital en el
desarrollo de las culturas y en la orientación de los comportamientos personales y
sociales. Y es por esta razón que la filosofía va unida de una manera especial a la
fe, ya que ella busca comunicarse e incidir en la vida de cada hombre de una
manera significativa. La Iglesia ha recibido la diaconía de la verdad, la cual la
empuja a proclamar siempre la dignidad del hombre como imago Dei, dicha
dignidad debe de redescubrirse y ser nuevamente profundizada por una filosofía
cristiana, a partir del un diálogo profundo entre la fe y la razón.
La segunda conclusión que podemos considerar de esta esta encíclica es que la fe
y razón son dos constitutivos, esenciales del hombre. Hemos visto, como nos ha
expuesto la encíclica, que ambos son las dos alas con los cuales cualquier hombre
puede volar a la contemplación de la verdad.
Como tercera conclusión podemos decir con toda seguridad que la filosofía y la
teología, deben nuevamente poder entrelazarse para generar con un sistema claro,
una exposición del carácter cognitivo de da fe del cristiano, ente este mundo que
se vive bajo la trabaja de un inmanentismo o de una incredulidad suma ante todo
lo metafísico o espiritual.
Finalmente señalo como esta encíclica hace que un filosofo o un teólogo tome
conciencia, como Pascal afirma de que el hombre tiene grandeza y fragilidad, no
es mas que una caña sometida al vaivén de los vientos, pero es grande y magnifica
por pensar y poder siempre mantenerse erguida, y yo le agregaría que se mantiene
firme por la fe que le es dada como don de lo alto, que lo hace saberse un ser
trascendente e inmenso, un ser que esta en búsqueda de la verdad suprema que le
de sentido total a su vida y anhelos.

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