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Para el triunfo del materialismo histórico es necesaria la intervención de la teología de forma oculta,
como quien verdaderamente mueve sus hilos.
“Hay un acuerdo secreto entre las generaciones pasadas y la nuestra.” Tenemos una débil fuerza
mesiánica, no podemos desentendernos del pasado, éramos esperados, formamos parte de una historia,
“el materialismo histórico sabe de ello.”
En tanto la historia tiene una relación con el Juicio Final, importan tanto los grandes como los pequeños
acontecimientos, no hay nada que se pierda en la historia, cada instante de pasado se puede citar.
Aunque la lucha de clases se presente como lucha por la materialidad (por los medios de producción),
siempre está presente lo espiritual (¿El Espíritu hegeliano?), es aquello que tiene la decisión para seguir
luchando y que se dirigirá contra los dominadores y apuntará “hacia aquel sol que está saliendo en el
cielo de la historia.”
El pasado no puede ser recuperado en su verdad, más que fugazmente, como imagen que fulgura, esa
imagen verdadera está ausentándose, perdiéndose continuamente, sobre todo si no nos reconocemos
aludidos por ella.
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Es la forma historicista de hacer historia la que está siempre junto a los vencedores empáticamente.
Benjamin asocia esta empatía con la acedia o tristeza de los historicistas que intentan revivir ese pasado.
El botín que portan son los bienes culturales, que tienen en su origen “no sólo el esfuerzo de los grandes
genios que los crearon, sino también la servidumbre anónima de sus coetáneos.”
“No hay nunca un documento de la cultura que no sea, a la vez, uno de la barbarie.” Por eso el
materialista histórico tiene que pasar el cepillo a contrapelo de la historia.
“La tradición de los oprimidos nos enseña que el ‘estado de excepción’ en el que vivimos es regla.
Debemos buscar un concepto de historia que se corresponda con dicho estado.” En lugar de pensar que
es una excepción en el continuo progreso de la historia, sólo así se puede hacer frente al fascismo.
IX Angelus Novus
Los políticos no pueden (no pudieron) hacer frente al fascismo si siguen engañados por una concepción
errónea de la historia que implica fe en el progreso, confianza en “las masas” y “servil integración a un
aparato incontrolable”. Benjamin aboga por abandonar esa visión para “liberar a la criatura política”.
XI Trabajo y progreso
La socialdemocracia ha sido conservadora política y económicamente (y por eso fue vencida por el
fascismo). El trabajo de la clase obrera, unido al desarrollo técnico no juega a su favor, esto es un
marxismo ingenuo o mal comprendido. El progreso técnico domina a la naturaleza, pero los trabajadores
no se benefician de estos avances, que son los avances de la “tecnocracia”.
“El sujeto de conocimiento histórico es la propia clase que está oprimida y lucha.” La clase obrera debe
luchar por redimir el pasado, por sus antepasados sometidos y no por la liberación de sus nietos, no por
la redención de las generaciones futuras, como lo pretende la socialdemocracia, esta idea atempera y
paraliza su accionar.
El dogma del progreso que sostienen los socialdemócratas, cree en un progreso indefinido e indetenible
de la humanidad misma. A la base está la idea de un tiempo homogéneo y vacío, esto es lo que hay que
criticar.
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XIV Pleno tiempo actual
Contra la idea del tiempo homogéno y vacío, Benjamin sostiene un tiempo actual pleno en el que se
construye la historia como historia revolucionaria.
El tiempo revolucionario hace saltar el tiempo homogéneo del historicismo, esa es su intervención.