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El planeta tiene una cantidad fija de agua, cuya forma y ubicación varía de acuerdo al
tiempo y el espacio (World Water Assessment Programme 2009). Los humanos tenemos
poco control sobre la gran mayoría, ya que el agua salada de los océanos, el agua dulce
de los glaciares o el vapor de agua en la atmosfera no es de fácil acceso (World Bank,
2010).
El agua dulce es un recurso finito y vulnerable, esencial para sostener la vida, el desarrollo
y el medio ambiente. Por lo tanto, un manejo efectivo de los recursos acuíferos requiere
de un enfoque integral, que conecte el desarrollo socioeconómico con la protección de
ecosistemas naturales. Un manejo eficiente debe integrar el uso de la tierra y el agua a lo
largo de toda la cuenca hidrológica.
La gente mata por diamantes y los países entran en guerra por petróleo o tierra. Sin
embargo, las materias primas más valiosas pierden valor si no tenemos agua. El agua es
vital y no tiene substituto. A pesar de estar subvaluada, el agua es lo más valioso que hay.
Es una materia prima que tiene un valor económico, pero este varía de acuerdo a su
ubicación, propósito y circunstancias (The Economist, 2010). El agua puede estar
devaluada, pero es un recurso que se está volviendo más costoso, y algunos lugares ya
están agobiados por una demanda insaciable.
Ya sea abundante o escaza, el agua es sobre todo, local. Es pesada (un metro cúbico pesa
una tonelada), así que es costoso moverla. Si queremos controlarla, primero debemos
dividir las áreas de manejo en cuencas hídricas (The Economist, 2010).
Cuando pensamos en temas de impacto global como este, es razonable pensar que se
requiere de una colaboración integrada, planificación y acciones de todos los campos
profesionales y áreas de experiencia. Hay mucho que se puede aportar desde el área de
gestión de proyectos de arquitectura y urbanismo.
EL AGUA EN EL PERÚ
El Perú ocupa sólo el 0.84% de la superficie continental del planeta, sin embargo, contiene
casi el 5% del volumen de agua dulce superficial del mundo (Peña-Herrera, 2004). En el
papel, esto se ve muy bien para el país, pero la realidad es muy distinta si tomamos en
cuenta la distribución del agua en el territorio.
De las 54 cuencas que tiene el Perú, 52 desaguan al Océano Pacífico. Las otras dos son
la Cuenca Amazónica, que ocupa el 75% del territorio peruano, que desagua al Océano
Atlántico a través del sistema fluvial más grande del mundo, y la cuenca endorreica del
Lago Titicaca, contenida por los Andes.
Si bien el Perú tiene cerca al 5% del agua dulce superficial del mundo, solo cuenta con
0.4% de la población del mundo (Schütze, M. et al., 2007). No obstante, incluso teniendo
parte del Río Amazonas y del Lago Titicaca dentro de su territorio, Perú es el único país
de Sudamérica listado entre los 13 países más pobres del mundo en términos de escases
de agua y estrés hídrico a nivel nacional (Valee, D. et al., 2009; Boghetto E., 2006).
ESCACES DE AGUA
A primera vista, los factores geológicos y climatológicos parecieran ser los responsables
por la discontinuidad y falta de abastecimiento y distribución, pero mirando el problema
de cerca, podemos observar que no solo se debe a razones naturales, sin más aún, debido
a factores de comportamiento de los consumidores, influenciados factores sociales y
culturales.
ESTRÉS HÍDRICO