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Buenos Aires, Argentina.

Del otro lado del charco,


la Educación en conflicto.
Hace ya unos meses que los estudiantes de Buenos Aires vienen
llevando adelante y protagonizando un conflicto por el aumento del
presupuesto destinado a la educación pública, entre otras reivindicaciones.
Estudiantes de nivel secundario, terciario y universitario, así como docentes y
funcionarios no docentes, vienen dando la pelea por la mejora en las
condiciones edilicias de las instituciones educativas, por la construcción de
nuevos edificios, por becas y viandas, por validación de cursos, salarios, etc.
Corte de calles, movilizaciones y paros vienen conformando el escenario.
Cerca de 30 centros de estudio fueron ocupados por sus estudiantes y
muchos otros centros se declararon en conflicto. No sólo fueron ocupados
colegios secundarios sino también institutos terciarios (Profesorado) y las
facultades de Ciencias Sociales, Psicología, Arquitectura y Filosofía y Letras de
la Universidad de Buenos Aires (UBA).
El eje en común que atraviesa todos estos conflictos: la demanda de
mayor presupuesto para la educación pública al Gobierno Nacional.
El gobierno porteño, con Mauricio Macri a la cabeza, reaccionó contra la
medida de los estudiantes y docentes con persecución. La prensa comenzó a
tirar contra los ocupantes. Se inició toda una campaña de deslegitimación. El
jefe de Gobierno exigió que se realizaran listas con los nombres de los jóvenes
que participaban de las ocupaciones (listas negras en los hechos) y aseguró
que se iban a “tomar las sanciones que correspondan para retomar las clases”.
Pero ni los dichos de los medios de derecha ni las amenazas ni los ataques de
los funcionarios macristas pudieron debilitar la lucha a la que, por el contrario,
se iban sumando cada vez más centros de la capital federal.
Y es que ha sido notorio el avance y el rol de la educación privada en el
proyecto educativo de la gestión del Gobierno porteño. Cada vez son más altos
los subsidios que se destinan para financiar la educación para unos pocos, la
educación que excluye. Parece ser una característica común a todos los países
de nuestra América Latina, un avance que se da a nivel regional, incluyendo al
Uruguay. El gobierno de Macri ha seguido profundizando un modelo de
vaciamiento y abandono del sistema educativo público y priorizando los
subsidios a la gestión privada. Un ejemplo de esto: en ocho años los recursos
destinados a la problemática educacional se redujeron en casi seis puntos
porcentuales. Y la falta de presupuesto no se viene expresando solamente en
los bajos salarios docentes sino también en las penosas condiciones edilicias,
en la infraestructura, en la calidad de la educación, etc. En Buenos Aires se
vienen dando fenómenos similares a los que vivimos aquí en nuestro país:
grupos superpoblados, deserción estudiantil, instalaciones precarias (recuerden
lo que pasó en la escuela del Cerro), etc. Incluso la política en materia
educacional del gobierno argentino es similar a la del gobierno de Mujica.
Mientras que en el proyecto presupuestario que ingresó al parlamento se
duplicaron los rubros destinados al tema “seguridad”, para la educación se
mantuvo el mismo y mentiroso 4,5% del PBI. ¿Y acaso no ha habido también
un significativo avance de la educación privada?

La noche de los lápices

El 17 de setiembre pasado se movilizaron desde el Congreso a la Plaza


de Mayo cerca de 30 mil personas. Se conmemoraba otra vez más “La noche
de los lápices”. Aquella noche de hace 34 años en la que los militares
secuestraban y desaparecían a un grupo de estudiantes que reclamaban entre
otras cosas el boleto gratuito. Noche en la que se iniciaba toda una operación,
una acción sistematizada, que desaparecería a cientos de estudiantes más.
Bajo la consigna “A 34 años los lápices seguimos escribiendo” se
desarrolló la marcha multitudinaria. Centros de estudiantes de más de
cincuenta colegios secundarios, terciarios, bachilleratos populares, siete
facultades de la Universidad, docentes, sindicatos y otras organizaciones
sociales marcharon recordando a los estudiantes secuestrados y
desaparecidos y en defensa de una educación pública y digna. Esta fue la
reivindicación principal de la movilización, aunque cada sector contenía las
suyas propias.
Los universitarios, entre otras cosas, reclaman el pago de los haberes a
más de quinientos docentes cuyos cargos fueron recortados por el rectorado de
la UBA y el cese de las causas abiertas contra estudiantes y docentes que lleva
adelante el mismo rectorado. Los docentes reclaman un plan de obras para el
sector secundario, el cese a la precarización laboral y al cierre de grados y
cursos. Los docentes universitarios, la reapertura de la negociación salarial, la
regularización de interinos y carrera docente.
En el momento en el que se produjeron las primeras ocupaciones, los
estudiantes secundarios sostuvieron que “A fines del año pasado nos
enteramos de que el presupuesto edilicio destinado a la escuela pública iba a
recortarse a la mitad, y luego de que el presupuesto total destinado a la
educación iba a partirse en dos. También supimos que esa mitad que nos
estaban quitando a nosotros iba a ir a parar al subsidio de la educación
privada. Esto es una clara manifestación de la clase de prioridades que tiene el
gobierno de la ciudad. Se favorece a un espacio que no es de todos y para
todos, sino del que puede pagar y para el que paga. La realidad es que la
mayoría de las personas en edad escolar no tienen la posibilidad de pagar su
educación, y que si la tuvieran aún así sería injusto. La educación pública nos
brinda una oportunidad única que es la de la autogestión y la colaboración en
comunidad. Todos nos esforzamos por mantenerla y mejorarla, y todos nos
beneficiamos con ella. Es un aprendizaje excepcional el de hacerse cargo de
nuestro propio espacio. Nos forma como ciudadanos y nos vuelve capaces de
construir nuestra libertad. Es evidente que el objetivo de la actual gestión no es
formar ciudadanos libres.”

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