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Opinión
En foco
Alcadio Oña
Energía Eléctrica
Vaca Muerta
Habría sido un milagro, al menos para quienes creen en milagros, que en apenas dos años
se remontara una crisis que fue amasándose a lo largo de una década. Con esa prevención
y desde ya sin hacerse demasiadas ilusiones, tiene sentido ver cómo anda el sector
energético.
El macrismo liberó exportaciones antes retenidas, pero como las importaciones siguieron
su ruta el saldo del balance comercial energético no varió. De un déficit de US$ 2.870
millones para los primeros diez meses de 2016 subió a otro de US$ 3.000 millones durante
el mismo período de este año: hubo una pérdida de 5.870 millones de dólares, nada más
y nada menos.
Así de costosos son los efectos de una producción de hidrocarburos hace rato insuficiente,
que fuerza traer de afuera lo que adentro escasea. Y, limpiamente, así son los efectos de
la caída del autoabastecimiento.
Pese a inversiones que hicieron aflojar la pesadilla de los cortes, la gran carga sigue puesta
en la producción de gas y petróleo y, como ahí late el corazón que mueve la economía,
mientras eso no mejore a cada salto de la actividad le corresponderá aumento de
importaciones vitales. Que es igual a decir dólares o, al fin, dependencia de divisas que
el país no genera.
Entonces, ¿qué ocurre hoy con insumos tan esenciales? Según datos privados tomados de
fuentes oficiales, no hubo nada que en principio implique un cambio ni nada que, en
realidad, pudiese cambiar significativamente de un momento al otro.
Entre enero y octubre, comparada con enero-octubre del año pasado, la extracción de
petróleo baja 6,8% y 0,6% la de gas. Los porcentajes son una medida del problema, pero
la verdadera medida del problema atraviesa el horizonte económico: es que retrocede
justo aquello que debería crecer.
Mejor dicho, que sigue retrocediendo. De 2004, plena gesta kirchnerista, a 2016 al
petróleo le tocó repliegue del 17% y 14% al gas.
Un cantar semejante surge cuando, para los mismos años, se usa el metro de las reservas
comprobadas: en petróleo caen 13% y se desploman 38% en gas, nada menos que las de
la pieza central del sistema energético. Y eso que fue exprimiéndose sin reponerlo explica
por qué la producción está cómo está.
¿Y qué sucede con las de ese enorme reservorio llamado Vaca Muerta?
Hubo, hay todavía, augurios de inversiones homéricas: desde 5.000 millones de dólares
hasta 10.000 millones anuales.
Según cálculos del sector, reales lo que se dice reales rondaron US$ 2.300 millones tanto
en 2016 como en 2017 y sumarían US$ 3.300 millones el año próximo. “Son montos
ciertamente importantes, así no se acerquen a los pronósticos de quienes parecen
conocer poco del tema”, dice un especialista.
Traducido, el conjunto que dice todavía faltan inversiones cuantiosas y sostenidas, para
que esa gran promesa reporte volúmenes acomodados a las necesidades del país.
Donde parece ser mucha la intención de poner plata es en las energías alternativas,
renovables o no contaminantes, como la eólica y la solar. Ahí juegan garantías y
subvenciones diversas del Estado, aunque los hechos están chocando contra el objetivo
oficial de que este año esa fuente cubriera el 8% del consumo interno: estudios privados
afirman que sólo se habría llegado a alrededor del 2%.
Aunque entrando por la ventana, el cuidado del medio ambiente asomó bajo la forma de
un fuerte impuesto al uso de dióxido de carbono en los hidrocarburos. Estaba computado
en la reforma tributaria y terminaba en las tarifas. Protestaron las provincias petroleras,
protestaron desde un ministerio clave, se cruzaron los expertos, y el impuesto tambalea
si no se cayó definitivamente.
Así quedó también la idea de que la movida ambientalista pudiese ser funcional a la
afanosa búsqueda de colocar a la Argentina dentro de la OCDE, ese club de países
desarrollados y de desarrollo intermedio. Quizás subsistan otras vías, pero esa parece
bloqueada.
Otra cosa cambió y cambió radicalmente. Del brazo de aumentos considerables a la luz y
al gas, los subsidios energéticos van camino de ser reducidos a su mínima expresión.
Incentivo para las compañías, empuja sobre todo la decisión política de achicar el déficit
fiscal hasta dónde sea posible.
Clarin.com
ARQ
Energías renovables
Paneles solares. A fines de este año, el 8% de la matriz eléctrica deberá usar fuentes
renovables.
Energías Renovables
Energía Eólica
Energía Eléctrica
Rotando el eje del debate, Federico Nores Pondal, del Laboratorio de estudios de la
energía solar de la UTN, comentó que realizan ensayos bajo norma para determinar
curvas de rendimiento y de durabilidad. El objetivo es implementar el etiquetado de
eficiencia energética de los equipos que se comercialicen. También destacó el rol de la
universidad en la formación temprana para los estudiantes: “Este año se aprobó una
materia electiva en ingeniería civil sobre energías renovables donde hacemos un paneo
de los sistemas más comunes y damos herramientas básicas de dimensionamiento”
señaló.
Esta ley establece que para fines de 2017, un 8% del consumo eléctrico nacional deberá
provenir de fuentes limpias. La normativa obliga a los grandes consumidores (más de 300
Kw de potencia anual) a proveerse de ese porcentaje de renovables para fines de año.En
esta categoría están incluidos plantas industriales, edificios comerciales y corporativos
con más de 20 pisos. En este mercado, los especialistas destacaron la existencia de
demanda insatisfecha e instaron a los profesionales a aprovechar la oportunidad.
17/02/2018 - 18:03
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Mundo
Fuentes renovables
Molinos. La energía eólica gana terreno en Europa, mientras cae el uso del petróleo y el
carbón. /REUTERS
Energía Eólica
Energías Renovables
Europa
Europa sigue quemando carbón. Regiones europeas, como la que engloba al noreste de
Francia, Bélgica, Holanda y el noroeste de Alemania, tienen decenas de reactores
nucleares en activo. Al viejo continente le queda todavía lejos cumplir con sus promesas
de transición energética, pero está en camino más rápido de lo esperado hace unos años.
Los datos de 2017 muestran que por primera vez la energía eólica ya es la segunda
fuente energética de la Unión Europea con el 18% de toda la capacidad de producción
energética instalada. A los molinos, cada vez más comunes en Europa, sólo los supera el
gas natural, pero ya adelantaron al carbón y a la energía nuclear.
La lucha contra el cambio climático, el miedo a la nuclear que hace que los gobiernos
apenas puedan autorizar nuevas centrales atómicas y un buen chorro de dinero están
haciendo un pequeño milagro. En total, 22.300 millones de euros sirvieron para que de
2016 a 2017 aumentara un 20% la potencia eólica instalada en Europa y para que las
energías renovables fueran responsables del 30% de la producción eléctrica del
continente.
Según un estudio de los think tank alemán ‘Agora Energiewende’ y británico ‘Sandbag’,
la energía solar, la biomasa, pero sobre todo la eólica, se dispararon en los últimos años
hasta crecer de 2016 a 2017 un 12%. Hace apenas cinco años las centrales de carbón
producían más del doble de electricidad que todas las renovables juntas.
El crecimiento se debe sobre todo al aumento de la eólica, con Alemania al frente. El país
del ‘Made in Germany’ ya tiene 56,1 gigavatios de potencia eólica instalada tras ‘plantar’
en 2017 el 42% de todos los nuevos molinos europeos. Le sigue España con 23,1
gigavatios y el Reino Unido con 8,8. En 2017 Europa aumentó su capacidad eólica en
15,7 gigavatios, 6,6 de ellos en Alemania.
El auge de las renovables frena o directamente pone en retirada a las otras fuentes de
generación eléctrica. El gas natural resiste estable, pero la electricidad generada a
través del petróleo y del carbón declina en los últimos años a pesar de que la demanda
eléctrica total del continente crece entre un 0,5% y un 1% anual.
Los molinos de viento cubrieron en 2017 el 20% de la demanda eléctrica alemana, cuatro
puntos por encima del 16% de 2016 aunque todavía lejos del primer país europeo que
invirtió masivamente en molinos de viento, la Dinamarca que ya cubre con ellos el 44%
de su demanda de electricidad.
El problema llega cuando se va a los datos por países. Alemania y el Reino Unido son
responsables del 56% de la nueva capacidad energética renovable de los últimos tres años.
El resto de Europa occidental va a trancas y barrancas aumentando estas energías pero
más despacio.
El principal retraso está al este de Berlín. Los países de Europa del este no avanzan y
siguen confiando en la quema de carbón para generar electricidad. Europa necesita que
estos países, por ahora mucho menos considerados con el medio ambiente, cambien de
actitud si quiere cumplir los objetivos que se marcó cuando firmó a finales de 2015 el
Acuerdo de París sobre el clima.
El desarrollo de la energía eólica está llevando a muchos molinos a alta mar. A pesar de
que todavía supone una mínima parte del ‘mix energético’, el ‘offshore wind’ (los
molinos en el mar) es la tendencia más en boga en algunos países, hasta suponer un
53% de toda la capacidad energética creada por el Reino Unido en 2017 y sumar el año
pasado en toda Europa 15,8 gigavatios, un 25% más que en 2016. Once países europeos
controlan ya más de 4.000 molinos en el mar y Escocia inauguró el año pasado la primera
‘granja’ de molinos flotantes.
La mayor parte de los molinos en el mar europeo, hasta un 98%, se concentran en una
pequeña área europea a la que dan las costas británica, alemana, danesa, holandesa y
belga. El Mar del Norte está empezando a desmantelar torres de extracción de petróleo
(las reservas en la región se agotan) y plantando molinos, anclados al suelo marino o ya
flotando. Francia se unirá si el presidente Macron cumple sus promesas de inversión en
eólica marina.