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INMIGRACIÓN VENEZOLANA: NUEVO DESAFÍO A LA IGLESIA PERUANA

Por José Luis Franco – Instituto Bartolomé de Las Casas (Lima)

“En Venezuela tenía mi casa, mi trabajo, soy graduada en contabilidad, pero la situación
difícil que vive mi país, hizo que decidiera venirme con mi familia. Una vez que nos venimos fue
como un giro en nuestras vidas. Uno cuando sale no siente el choque de lo que significa dejar tu
tierra; eso lo sientes una vez que llegas, cuando no encontraba un espacio para mí y mis hijas”.

Esta es sólo una parte de la historia de Desiré González, madre venezolana que llegó al Perú
hace unos meses y que actualmente reside con su familia en la Casa de Acogida al Migrante “Beato
Juan Bautista Scalabrini”, refugio temporal para migrantes. Una casa inaugurada el pasado 24 de
septiembre en un espacio cedido por las religiosas de Santa Ana, y que se ubica en el distrito de
Magdalena del Mar de la ciudad de Lima. Iniciativa conjunta con la Conferencia Episcopal y que
cuenta con el apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y
la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Un lugar de paso que quiere servir de
ayuda al creciente número de migrantes venezolanos que carecen de los recursos para poder
establecerse en nuestro país, permitiéndoles ubicarse en la ciudad y brindándoles un refugio
temporal hasta que consigan un trabajo que les permita valerse por sí mimos.

LOS INMIGRANTES EN EL PERÚ

Según la Superintendencia Nacional de Migraciones (SNM) del Perú, han ingresado a la


fecha un total de 462,661 personas procedentes de Venezuela. Hay que precisar que no todos
permanecen en el territorio, según cifras oficiales, pues un total de 191,544 ciudadanos han salido
del Perú por alguna de sus fronteras. A junio del 2018, 51,751 personas venezolanas cuentan con el
permiso Temporal de Permanencia (PTP) y un total de 13,245 con calidad migratoria de ciudadano
residente (el PTP es un documento de regulación migratoria que permite a los migrantes el poder
residir y trabajar en el Perú durante un año). Durante el gobierno del ex presidente Pedro Pablo
Kuczynski, se dieron facilidades para regularizar su situación, y una de ellas fue brindar el PTP
hasta el 31 de diciembre del presente año. Sin embargo, la nueva administración presidencial ha
decidido acortar los plazos, lo que significa que la entrega del PTP será hasta el 31 de octubre, al
tiempo que se exigirá el pasaporte para el ingreso al país. Es preciso recordar que hasta ese
entonces, bastaba la cédula de identidad para poder ingresar al Perú.

El problema radica en que la exigencia del pasaporte hará más difícil la situación de los
venezolanos, dado que ello abre las puertas a la inmigración irregular y a las redes del tráfico de
personas. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos ha presentado un hábeas corpus
destinado a dejar sin efecto el decreto supremo inherente a dicha medida, señalando que esta nueva
norma propuesta por ministerio del Interior ha violado una serie de derechos protegidos por la
Constitución, como el de la libertad de tránsito. En Venezuela el proceso de entrega de pasaportes
está detenido, o es muy costosa su adquisición para quienes huyen de esta crisis humanitaria, por lo
que la actual coyuntura afecta su antedicho derecho. Aparte de ello, este giro en la política
migratoria se ha materializado en medio de un ambiente tenso con diversas manifestaciones de
xenofobia en la sociedad peruana, incluso de parte de algunas autoridades o personajes mediáticos.
Situación bastante paradójica, toda vez nuestra historia se ha caracterizado por los movimientos
migratorios… y hoy en día, ante el masivo arribo de venezolanos, parecemos olvidar dicho detalle.

UN DESAFÍO A LA FE:
El Papa Francisco afirmó que “en la cuestión de la migración no están en juego solo
‘números’, sino ‘personas’, con su historia, su cultura, sus sentimientos, sus anhelos…”. Ellos no
son sólo parte de un problema social, razón por la cual el presidente de la Conferencia Episcopal
peruana, Monseñor Cabrejos, ha señalado que debemos poner en practicar la dinámica de la cultura
del encuentro, que el Santo Padre promueve con relación a los migrantes, y que consiste en articular
cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. En esa línea de acción la Iglesia peruana viene
realizando diversas iniciativas a través de las congregaciones y parroquias, a lo que se suma la
creación del Centro de Información y Orientación al Migrante Venezolano en la sede de la
Conferencia Episcopal Peruana, espacio que brinda asesoría legal a cargo de profesionales en la
materia.

El P. Jairo Guidini, sacerdote scalabriniano y secretario ejecutivo de la Pastoral de


Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Peruana, nos comenta que esta iniciativa surgió
ante la crisis que vive Venezuela y de la que nadie es ajeno a la misma, siendo imperativo que todos
responsamos a ello: “La iglesia nos pide acciones, por eso hay una oficina especial de atención al
migrante, y se busca dar una atención jurídica, porque ellos muchas veces no saben qué
documentos necesitan y cuáles son sus derechos, los cuales podrían ser fácilmente vulnerados”.
Asimismo, responde a otras necesidades que ellos presentan, pues“vienen con mucha carga
emocional negativa, y hay que darles una ayuda psicológica, para que no pierdan su identidad
como persona, dado que no tienen trabajo, papeles, y tienen muchas necesidades”.

Desde esta oficina, dependiendo de los casos en los que se requiera un albergue, se deriva a
las personas a la Casa de Acogida al Migrante. Ésta tiene como director al P. Luiz Do Arte, también
sacerdote y religioso scalabriniano, proveniente del Brasil: “La casa ofrece la acogida temporal; no
es para estar un montón de tiempo. A los que llegan se les ofrece un lugar para dormir, para comer
y estar cómodamente seguro; un espacio que no sólo busca albergar, sino empoderar a los
migrantes para que se valgan con sus propias capacidades”. También constituye un área para
escucharlos, puesto que todos ellos sobrellevan una carga emocional muy fuerte derivada de la
separación de su hogar y familia. En este espacio también nos encontramos con José Rafael Pineda,
quien es un joven venezolano que se desempeña como asistente social y que igualmente vive la
experiencia de ser migrante: “Hay una variedad de cargas y situaciones de cada uno de los que
llega a esta casa. Atraviesan con problemas psicológicos por toda la travesía experimentada, y hay
que saber escucharlos para orientarlos mejor. A veces se me hace un poco difícil a causa de sus
historias narradas, pero siento mucha empatía porque se trata de mi misma situación, y siempre
trato de sacar una sonrisa”.

UN SIGNO DE LOS TIEMPOS:

Huelga afirmar que no sólo hay iniciativas implementadas por la Conferencia Episcopal,
sino también por otras parroquias de la ciudad. Una de éstas se viene realizando en la Parroquia
Nuestra Señora del Camino en El Agustino (distrito de Lima), donde las religiosas Franciscanas
Misioneras de María, vienen trabajando con los migrantes venezolanos que viven en la zona,
considerando que dada la cercanía d fábricas y centros comerciales, es más probable que ellos
obtengan algún acceso laboral, aunque con ofertas propias de mano de obra barata. En ese sentido,
han emprendido un trabajo de acompañamiento y así poder determinar de qué manera responder a
sus diversas necesidades, especialmente en materia de salud, toda vez que no disponen del Sistema
Integral de Salud (SIS).
Respecto a estos espacios de diálogo y encuentro que se celebran todos los miércoles, la
Hna. Mercedes Mays nos comenta lo siguiente: “Ellos se van sintiendo libres y en confianza para
expresar sus sentimientos y emociones; se sienten escuchados y se les brindan algunas
orientaciones en cuanto a la forma de responder ante estas situaciones. Son muchas carencias, y
por ello buscamos que no apaguen su espíritu de sacrificio y de valores que tienen. Trabajamos por
crear sensibilidad frente a esta presencia masiva de hermanos y hermanas de Venezuela; nos
dejamos tocar por sus problemas y los acompañamos con apoyo de algunas instituciones”.

Un camino nada fácil en una sociedad tan compleja como la peruana, donde muchos de los
inmigrantes han sufrido algún tipo de discriminación, pero como afirma la Hna. Mercedes: “Son
tiempos para cambiar de mentalidad ante un mundo que se desintegra y es mejor optar por el
cambio que tenemos que brindar, para así vivir en unidad y no dejarnos robar la esperanza
defendiendo la Vida. Caminando con ellos y ellas, vamos forjando un recorrido que trae sorpresas
y en el que Dios nos manifestará misteriosamente su amor misericordioso entre los más vulnerables
de estas nuevas realidades”.

Mons. Cabrejos, durante la inauguración de la Casa del Migrante, indicó que no basta tener
los brazos abiertos, sino también el corazón. El rol de la Iglesia constituye un ejemplo en cuanto a
una esperanza que se concretiza, y que sabe responder al drama humano encarnado en la migración.

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