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Cahiers de linguistique

hispanique médiévale

Evolución del objeto directo preposicional en la tradición textual de


algunas obras castellanas del siglo XIII.
José María García Martín

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García Martín José María. Evolución del objeto directo preposicional en la tradición textual de algunas obras castellanas del
siglo XIII.. In: Cahiers de linguistique hispanique médiévale. N°17, 1992. pp. 47-86;

doi : https://doi.org/10.3406/cehm.1992.1077

https://www.persee.fr/doc/cehm_0396-9045_1992_num_17_1_1077

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EVOLUCIÓN

DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL

EN LA TRADICIÓN TEXTUAL

DE ALGUNAS OBRAS CASTELLANAS

DEL SIGLO

0. Introducción

El desarrollo histórico de las lenguas no es un fenómeno lineal.


En los documentos escritos, los característicos de casi todas las
épocas históricas, encontramos normalmente testimonios de líneas
evolutivas divergentes, cuando no contrapuestas. Cuando esos
documentos pertenecen a una misma familia (por ejemplo, en el
caso de los diversos manuscritos en que se nos ha transmitido
una obra) entramos en un terreno particularmente propicio para
analizar cómo actúan las diversas fuerzas que influyen en el
funcionamiento histórico de las lenguas y lo condicionan l. En efecto,
las modificaciones a que se ve sometido un mismo texto de partida

La obra fundamental sobre la naturaleza del cambio lingüístico y las


cuestiones que suscita este hecho es, a pesar de los casi cuarenta años
transcurridos desde su publicación por vez primera, la de Eugenio Coseriu,
Sincronía, diacronía e historia. El problema del cambio lingüístico. Se puede
manejar con ventaja Coseriu 1973, versión revisada y corregida. Sobre las
varias normas que compitieron por imponerse en el castellano medieval,
cf. Lapesa 1982 y, para los procesos de normalización del siglo XIII o
posteriores, en general, vid., sin más, Lapesa 1981, caps. IX, XI y XIV.
48 JOSÉ MARIA GARCIA MARTIN

en el transcurso del tiempo (limitándonos siempre, claro está, a


la época medieval) puede ayudar a que nuestras ideas sobre el
cómo y el por qué (o el para qué) de las transformaciones del
sistema se hagan más claras y precisas. Ésta es la justificación
última del ejercicio comparativo que voy a realizar en este trabajo.
Se trata de ver cómo en el marco reducido de un texto y su
tradición histórica se plasman las distintas posibilidades de solución
a los problemas de equilibrio interno que se dan dentro de un
sistema lingüístico en un momento dado y los conflictos que surgen
entre aquéllas. Se establece, así, una relación de intercambio
dinámico, de osmosis (algunos hablarían de una relación dialéctica),
entre el sistema y sus manifestaciones concretas, los textos, que,
cada uno de una manera, intentan dar forma a una misma idea
básica, no indiscriminadamente, sino persiguiendo un ideal que
suponen ha existido en algún momento, pero sometidos, a su vez,
al modelo de la norma dominante en la época de su redacción,
si existe, o, en cualquier caso, enfrentados a la obligación de
elegir entre las diversas normas que compiten en los períodos de
mayor inestabilidad y menor nivelación. Todo ello constituye la
razón última de que el investigador, si quiere verdaderamente
reconstruir el proceso seguido por un elemento o un sector del
sistema a lo largo de los siglos, sobre todo, aunque no únicamente,
en los medievales, debe distinguir con claridad los rasgos que
corresponden a la idiosincrasia del manuscrito (o de la edición)
de los que delatan realmente las normas no dominantes en él,
una de las cuales puede ser, a la postre, la triunfadora en el devenir
de los acontecimientos.
El problema que voy a tratar en lo que sigue, el objeto directo
preposicional, bien que en un lapso muy reducido de su
recorrido temporal, ha planteado numerosas dificultades a los
romanistas de todas las épocas desde la fundación de su materia.
A lo largo de los últimos ciento cincuenta años han sido múltiples
y muy distintas las teorías que han intentado explicar las razones
fundamentales para que este giro llegara a extenderse en algunas
lenguas romances, sobre todo en español y, con diferencias de todos
conocidas, en rumano2. El objetivo inmediato de este trabajo

2) Entre los varios intentos de definir el valor del objeto directo preposicional
descuellan los que descubren aquél en : (A) el deseo de romper la ambigüedad
existente dentro de la oración (la preposición sirve para distinguir el objeto
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 49

no reside en confirmar o refutar ninguna de ellas, sino


exclusivamente en describir lo más ajustadamente posible el proceso de
transmisión del texto de algunas obras medievales tal como afecta
a esta construcción.

directo de otro elemento oracional), tal como defienden Diez (la cita está
tomada de Reichenkron 1951, p. 342), Brauns 1908-1909, pp. 68-69; Hills
1920, pp. 218-219; Alarcos 1978, p. 115; Müller 1971 y Weissenrieder 1985;
(B) el dativo de interés como raíz histórica de este giro, que es la tesis de
Meyer-Lübke 1899, III, p. 771; Gilí Gaya 1970, p. 9; Vega 1980, p. 350;
y Dietrich 1987, p. 75; (C) el valor locativo de la preposición, idea que tiene
su paladín en Kalepky 1913, pp. 359-360; (D) la analogía entre los
pronombres personales átonos de primera y segunda personas del singular en dativo
y acusativo extendida a los tónicos y a otras subclases de palabras
sucesivamente, como razona Meier 1948, pp. 130 y 142-144; (E) el carácter individual
del objeto, que es lo que afirman Niculescu 1959, pp. 180-181 y 185; Pottier
1960, pp. 673 y 675; Charaudeau 1970, p. 43; Molho 1980, pp. 222-223;
Iordan / Manoliu 1972, I, p. 235; Martín Zorraquino 1976, p. 565; Monedero
1978, pp. 289-291; y Manoliu-Manea 1985, p. 294, n, 3; (F) la determinación
del complemento, como supone Roegiest 1979, p. 54; (G) la animación, teoría
auspiciada por Molho 1958, pp. 212-213 y 218-219; (H) la distinción entre
persona y cosa, tesis que encuentra formulación estricta en Vallejo 1925,
pp. 117-127; y Fernández Ramírez 1963, p. 278; (H') la contraposición entre
agente y paciente, idea defendida en Síawomirski 1989; (I) la topica-
lización del complemento, como aparece en Rohlfs 1971, p. 332; y Pensado
1985; (J) la condición presente en el objeto de ser agente (la actividad
potencial), opinión a la que se inclina Roegiest 1980, p. 148; (K) la indicación de
un determinado «rango» en la jerarquía actuante en un acto de habla concreto,
idea lanzada por King 1983, p. 401; y (L) la propiedad de tener una transiti-
vidad alta, según criterios como propio / común, humano o animado /
inanimado, definido / indefinido, etc., en la línea de la gramática prototípica, como
quiere Kliffer 1984, pp. 199 y 209. Hay, por fin, autores que no conceden
a la preposición la categoría de marca funcional, ni siquiera sobre la base
de una restricción sintáctico-semántica como las que tenemos en la lista
anterior, y la limitan a fenómeno ocasional, que se produce para dar expresividad
o énfasis al complemento o para destacar alguna circunstancia de orden
pragmático; cf. Spitzer 1928, pp. 428-431; Hatcher 1942, pp. 423 y 428-429;
Pottier 1968, p. 94; y Monedero 1978, pp. 288-289, o Laca 1987. Abundan
quienes ven ese valor fundamental del objeto no en una sino en varias nociones
básicas : así, Hatcher 1942 (que añade a las ya indicadas la individualidad
y la especial dignidad del referente del complemento), Pottier 1968 (quien
suma la eficacia de la acción verbal y la singularización del objeto a la
expresividad), López García-Molins 1973 (que integra la ambigüedad, la analogía
en los pronombres, la dirección, la potencia en la actuación y la independiza-
ción del objeto), Roegiest 1979 (que, junto a la determinación, tiene en cuenta
la animación — los dos factores que considera Cano 1983, p. 69 — y la
actividad potencial) y Dietrich 1987, que al dativo de interés une la naturaleza
dual en la relación sujeto-objeto, por poner algunos ejemplos.
50 JOSÉ MARIA GARCIA MARTIN

1. Problemas textuales

Para ilustrar los principios a los que me acabo de referir he


elegido tres obras compuestas, según la opinión más extendida,
en un período que va desde el segundo cuarto del siglo XIII hasta
1270. Me refiero a la Poridat de las poridades, el Setenario y la
Historia troyana en prosa y verso. Recordaré a continuación, de
forma escueta, los datos más importantes sobre las fechas de
composición del original y de los manuscritos.

1.0. Dotaciones

La primera de ellas se debió de redactar a mediados de siglo,


a fines del reinado de Fernando III o a principios del de su hijo
Alfonso X. Los manuscritos que conservamos de ella son los
siguientes : M, el escurialense L-III-2, de fines del XIII o principios
del XIV; L, el manuscrito iluminado número 46 de la Biblioteca
Nacional de Lisboa, de finales del XIII; O, el manuscrito 6545
de la Biblioteca Nacional de Madrid (antes S-25), del siglo XIV;
y N, el escurialense h-III-1, del siglo XV3.
El Setenario, según Vanderford, estaba terminado a la muerte
de Fernando III y Alfonso X se ocupó únicamente de añadir el
«elogio» de su padre y algún otro fragmento de la introducción;
los editores de la Crestomatía son más precavidos y señalan un
lapso de tiempo que va de 1252 a 1270. Hay dos manuscritos
básicos : el T, de la Catedral de Toledo, caj. 43, núm. 20
(antiguamente Cax. 26,14), realizado hacia 1300; y el E, esto es, el
manuscrito escurialense II-P-20, copiado hacia 1400 4.
De la Historia troyana, compuesta hacia 1270, según Menéndez
Pidal, o en la primera mitad del XIV, para García Solalinde, quedan
dos manuscritos, uno más o menos completo, el M, que es el

3) Cf. Menéndez Pidal 1971, I, p. 193; Kasten 1957, pp. 20-25; y López Morales
1974, p. 282, n. 7. La edición empleada en las citas es la de Kasten.
4) Cf. Menéndez Pidal 1971, I, p. 211; y Vanderford 1945, pp. XLIII-XLIX.
La edición usada en las citas es esta última.
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 51

ms. 10146 de la Biblioteca Nacional de Madrid, cuya letra


corresponde a mediados del siglo XIV; y otro fragmentario, el E, es decir,
el ms. escurialense L-ii-16, datado a fines del XIV5.

1.1. Tipos de elementos en la transmisión de un texto6

En primer lugar, de acuerdo con lo dicho más arriba, hay


que separar los elementos que pertenecen a la historia de la
transmisión de un texto de los que revelan el libre juego de las distintas
normas con que se manifiesta el sistema de una lengua histórica
en una época dada. Dentro de este capítulo, habrá que distinguir,
a su vez, entre los que podríamos llamar genealógicos, esto es,
los que proceden de la pertenencia de algunos manuscritos a una
misma familia, de los que se pueden considerar propiamente «idio-
sincráticos», los que se deben a una elección particular del copista,
sin que ello suponga que no puedan aparecer en manuscritos de
otros escribas que tengan los mismos gustos.

5) Cf. García Solalinde 1916, pp. 123-128, sobre todo la p. 124; y Menéndez Pidal
1976, p. 183. Me baso en esta edición para las citas.
6) Para las peculiaridades que encierra la transmisión de un texto medieval
en el dominio hispánico, cf. López Estrada 1979, pp. 39-84, y Blecua 1983,
pp. 157-168. Si nos situamos en el terreno específico de las variantes y de
su valor para la filología en sentido estricto y, a través de ella, para la historia
de la lengua, es precisamente su testimonio el que me va a permitir emitir
alguna hipótesis sobre la trayectoria del fenómeno al que consagro este
ejercicio comparativo; dentro de este enfoque, pueden resultar de utilidad las
siguientes obras : Blecua 1983, pp. 47-57; Cerquiglini 1989; Kraft 1990,
fundamentalmente las pp. 39-58; Kleinhenz 1976 b (básicamente las contribuciones
de Vinaver, Castellani y Roncaglia); Roudil 1967, pp. 13-16; Roudil 1986, sobre
todo las pp. 171-382, en las que ejemplifica cómo ha de procederse al hacer
el inventario de los diferentes tipos de variantes; Roudil 1988, pp. 696-698,
donde insiste en los fundamentos teóricos de la actitud adoptada en la obra
anterior; y Roudil 1989-90. En general, el criterio que he adoptado ha sido
el de aceptar todas las variantes que puedan tener sentido dentro del contexto
en el que aparecen (cf. Vinaver 1976, p. 159; para la noción de contexto,
cf. Roncaglia 1976, p. 242), si bien no se puede despreciar la advertencia
de Castellani : «The unusual should be considered with suspicion. Nine times
out of ten, an oddity should not be attributed to the author, but to the
transcriber» (ibid., p. 173).
52 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTIN

1.1.1. Elementos genealógicos

Dentro de la cuestión que me ocupa, hay un ejemplo muy


llamativo del primer tipo descrito : la relación de dependencia entre
los manuscritos M y N de Poridat de las paridades, tal como se
puede comprobar en la siguiente lista de ejemplos :

(1) a. «et sabet que el sennor mas a rnesteyr los omnes que los omnes
a el» {Poridat, MN 66.20-21).
b. «el sabet que el sennor mas a mesteyr a los omnes que a los
omnes a el» (ibid., L).

(2) a. «et embiat al que fallaredes por esta cuenta que a de vencer»
(Poridat, MN 58.8-9).
b. «et embiat el que fallaredes por esta cuenta que a de vencer»
{ibid., L).

(3) a. «escusaredes el físico, que no esta bien a omne de mostrar quantos


males le acaescen a todos los físicos.» {Poridat, M 67.3-5).
b. «escusaredes al físico, que no esta bien de demonstrar quantos
males acaescen a todos físicos.» (ibid., L).
c. «escusaredes el físico, que no esta bien a ordenamiento de mostrar
quantos males le acaescen a todos los físicos.» (ibid., N).

(4) a. «Et las cosas que fazen enmagrecer el cuerpo et secarlo son
contrarias desto todo» (Poridat, MN 72.11-12).
b. «Et las cosas que fazen enmagrecer al cuerpo et desatarlo son
peor a les desto todo» (ibid., L).

(5) a. «el qui lo da al qui lo non a mester es atal commo el que


nece su enemigo contra si.» (Poridat, M 33.22-23).
b. «el qui lo da lo que el a mester es tal commo el que guarnece
su enemigo contra si.» (ibid., L).
c. «... atal commo el que agraueçe al enemigo contra si.» (ibid., O).
d. «el qui lo da al qui lo non a mester es tal commo el que guarnece
a su enemigo contra si.» (ibid., N).

(6) a. «mato Cayn a so hermano Abel.» (Poridat, MN 50.2).


b. «mato Caym a Abel.» (ibid., L).
c. «mato Cayn Abel su hermano.» (ibid., O).

(7) a. «Et guardat uos de las cosas ueninosas, ca muchas uezes mataron
los omnes buenos con ellas.» (Poridat, MO 41.13-14).
b. «Et guardat uos de las cosas engannosas, ca mochas uezes
mataron a los omnes buenos con ellas.» (ibid., L).
c. «Et guardat uos de las cosas ueninosas, que muchas cosas
mataron los omnes buenos con ellas.» (ibid., N).
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 53

(8) a. «mataua con sudor a quantos se legaua.» (Poridat, M 41.19).


b. «matara con so sudor ya quantos mordía.» (ibid., L).
c. «mataua con so sudor los onbres e quantos mordía.» (ibid., O).
d. «mataua con so sudor a quantos se allegauan.» (ibid., N),

(9) a. «et conuiene uos que ondredes el que de ondrar es» (Poridat,
M 38.23-24).
b. «et conuiene uos que ondredes al que a ondrar fuere» (ibid., L).
c. «et conuiene uos que ondredes aquel que es de ondrar» (ibid,, O).
d. «et conuiene uos que ondredes el que de ondrar es» (ibid., N).

(10) a. «Et conuiene que ondre sus principes, et sus caualeros [L :


alcaldes], et sus adelantados, et sus prelados.» (Poridat, ML
36.15-16).
b. «Et conuiene que honrren a sus principes, et a sus alcaldes, et
a sus adelantados, et a sus prelados.» (ibid., O).
c. «Et conuiene que ordene sus principes, et sus alcaldes, et sus
adelantados, et sus prelados.» (ibid., M).

(11) a. «et perdone a los peccadores de los muchos et de los pocos.»


(Poridat, ML 37.20).
b. «et perdone los peccadores muchos et de los pocos.» (ibid., O).
c. «et perdone a los peccadores dellos a muchos et de los pocos.»
(ibid., N).

(12) a. «et poner a cada uno en el logar que merece» (Poridat, M 38.24).
b. «et pose cada uno en logar que merece» (ibid., L).
c. «et poner cada uno en su logar que merece» (ibid., O).
d. «et poner a cada uno en el logar que merece» (ibid., N).

(13) a. «gano la tierra de Persia» (Poridat, MLN 30.8-9).


b. «gano a Presia» (ibid., O).

(14) a. «no recuda quantol dixieren» (Poridat, MN 47.20-21).


b. «no recuda a quantol dixieren» (ibid., L).
c. «non recuda a quanto le dixeren» (ibid., O).

Catorce ejemplos sobre un total de veintiuno indican, casi con


toda seguridad, la relación de filiación entre M y N o entre las
ramas de M y de N, tal como ha sido percibida, entre otras cosas,
por Lloyd Kasten en su introducción a la edición de Poridat : «Sin
hacer una clasificación de los manuscritos se ve claramente en
sus variantes que constituyen dos familias — MN de un lado, LO
al otro — y que estas dos familias son bastante distintas. No deja
de llamar la atención el que los MSS M y N acompañen el texto
del Libro de los buenos proverbios. Sin embargo, no se puede
asegurar el que el MS N sea una copia del M, porque varían
54 JOSÉ MARÍA GARCÍA MARTÍN

bastante. También tiene aquél a veces palabras y frases que debemos


preferir. Lo más probable es que sea copia de un texto perdido
semejante a M. Sería difícil establecer alguna relación exacta entre
los manuscritos L y O, porque siendo éste una copia algo inexacta,
con omisiones y resúmenes, con decir que los dos se oponen al
grupo MN y que tienen muchas semejanzas entre sí, ya se habrá
indicado lo esencial del caso.»7

1.1.2. Elementos idiosincráticos

Además, hay otras diferencias que, como he sugerido más


arriba, se deben a la inclinación personal de cada copista. También
hay ejemplos de ello en la historia del objeto directo preposicional.

1.1.2. A. Uno de los más destacados se da en los casos de


presencia o ausencia de la preposición ante palabra que comience
por a-. Así, el manuscrito E del Setenario es especialmente
refractario a la aparición de la partícula en esas condiciones, frente
a la tónica dominante en T :

(15) a. «Et esto es porque ellos han poder de abssoluer de ssus pecados
a aquellos que sse les conffiessan, assí commo el prelado mayor
a los que sson tenidos de obedecer e el parrocchiano de ssu
ffeligresía.» (Setenario, T 200.16-19).
b. «Esto es porque ellos pueden abssoluer de sus pecados aquellos
que ge los conffiessan, assí commo el prelado mayor a los que
sson tenidos de obedecer e el perrochano a sus feligreses.»
(ibid., E).

(16) a. «Contra natura viníen, non se amando a sí mismos como deuyen


nin a los de ssu linage, nin a aquellos con que auyan derecha
amiztad ...» (Setenario, T 24.28-30).
b. «Contra natura biuien, non se amando a sí mismos commo deuyen
nin a los de ssu linage, nin aquellos con qui auyan derecha
amiztad. . .» (ibid., E).

(17) a. «ffizo Dios a Adam» (Setenario, T 95.10)


b. «ffizo Dios Adam» (ibid., E).

7) Kasten 1957, pp. 25-26.


EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 55

(18) a. «Estrelleros llamauan que dizíen que conoscíen las estrellas»


(Setenario, T 81.3-4).
b. «Estrelleros llaman aquellos que dizen que conoscíen las estrellas»
(ibid., E).

Todo ello no quiere decir que no se puedan dar,


ocasionalmente, divergencias de signo contrario :

(19) a. «Et otrossi que ssantigüe et conf firme aquel olor ssanto, apareiado
de aquella crisma» (Setenario, T 169.27-28).
b. «Et otrossi que ssantigüe et conffirme a aquel olio ssanto,
apareiado de aquella crisma» (ibid., E).

(20) a. «Dios, padre de Nuestro Sennor Ihesu Cristo, que ffizo nasçer
aquel que baptiza por agua e por Spíritu Ssanto» (Setenario,
T 150.23-25).
b. «Dios, padre de Nuestro Ssennor Ihesu Cristo, que ffizo nasçer
a aquel que baptiza por agua e por Espiritu ...» (ibid., E).

Ahora bien, no siempre tienen que darse tales diferencias «idio-


sincráticas» en sentido contrario al supuesto para el avance del
fenómeno que se esté estudiando. Puede ocurrir precisamente lo
opuesto, como en el caso de la Historia troyana :

(21) a. «mas luego que ellos legaron, començaron de ferir muy fuerte
en los troyanos e a sacar Anchiles de mano de aquellos que
lo leuauan preso» (Historia, M 378.15-17).
b. «mas luego que aquellos llegaron, començaron a ferir muy fuerte
en los troyanos e a sacar a Archiles de mano de aquellos que
lo leuauan preso» (ibid., E).

(22) a. «e metiéronse muy de rrezio a vengar Anchiles» (Historia, M,


369.27-370.1).
b. «e metiéronse luego muy de rrezio a vengar a Archiles» (ibid., E).

1.1.2. B. Es necesario, asimismo, determinar la actitud ante


el fenómeno analizado que muestre cada una de las ramas de la
tradición textual de una obra. Me limitaré en lo que sigue a Poridat
y al Setenario, pues no hay muchos casos en Historia para obtener
de ellos conclusiones mínimamente válidas. De manera general,
habrá que tener en cuenta diversas posibilidades de variación :
(a) contraste entre presencia y ausencia de la preposición con
mantenimiento del texto en las mismas condiciones; (b) contraste
acompañado de modificación en el texto, pero con el mismo verbo;
y (c) el caso anterior con cambio del verbo.
56 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTIN

1.1.2. B.a. Poridat de las paridades

1.1.2. B.a.l. En cuanto a la primera de las obras mencionadas,


el uso o la omisión de a dentro del mismo fragmento sirven para
clasificar los distintos manuscritos de la siguiente forma:

Localización Presencia Ausencia


33.23 N ML
36.16-16 0 ML
37.20 MLN O
38.23-24 L MN
38.24 MN 0
41.13-14 L MO
45.14-15 ON L
45.15-16 0 ML
47.20-22 LO MN
50.2 L 0
58.8-9 MN L
66.20-21 L MN
67.3-4 L MN
72.11 L MN

Si comparamos ahora los casos de presencia y ausencia de


la preposición en los distintos manuscritos y en este tipo de
contexto, llegamos a los siguientes resultados : M 3 / 9, L8/5, O
4/4, N 5/5. Esto es : en principio, es L el manuscrito que, con
respecto a los párrafos en los que concuerdan los cuatro de Poridat,
mayor número de casos de la preposición ofrece. Al ser el más
antiguo de los cuatro, este hecho parece confirmar la existencia
de una época en que disminuye el empleo de a ante objeto directo
después de una etapa de crecimiento que llega, por los datos que
poseo, hasta fines del XIII. Tal período de estancamiento y
retroceso parece extenderse hasta bien entrado el siglo XV, por lo que
puede deducirse de la comparación entre los manuscritos de esta
obra, si bien debemos considerar esta apreciación como pura
hipótesis que debe ser contrastada con las tradiciones textuales de
obras más extensas. Pero es que, además, el otro manuscrito que,
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 57

según Kasten, pertenece a la misma familia de L, O, tiene un


porcentaje bastante notable en esta escala, a pesar de haberse compuesto
en el XIV, en plena época de crisis del giro prepositivo, y ello
contrasta con el sensible aumento que muestra N con respecto
a M, es decir, en el siglo XV ya debía de estar recuperándose
el uso de la preposición, y quizá a finales del XIV, lo cual concuerda
con lo que podremos observar más abajo en la historia del Setenario.

1.1.2. B.a.2. En lo referente al segundo tipo de contexto citado


anteriormente, los datos que puedo presentar son éstos (la barra
diagonal indica el manuscrito que se aparta de la versión
compartida por los demás y los números en negrita se refieren al número
de orden de los ejemplos en el presente estudio) :

Localización Presencia Ausencia


30.8-9 (13) /O MLN
35.16 (53) /o MLN
38.23-24 (9) L MN/O
41.13-14 (7) L MO/N
41.19 (8) MN L, 0
50.2 (6) L/MN 0

La suma de los ejemplos con y sin preposición es ahora la


siguiente : M 2 / 4, L 3 / 3, O 2 / 4, N 2 / 4. Se observa en este
apartado, igual que en el primero, que N se mantiene el mismo nivel
de M y O, el cual, por su parte, manifiesta una considerable pérdida
respecto de L. Esto es, este último manuscrito se sigue destacando
como el más inclinado al uso de a ante el objeto directo. Aplazo
otras consideraciones al examen del apartado correspondiente en
el Setenario.
Desde el punto de vista de las categorías constitutivas del objeto
directo, me parecen oportunas las siguientes observaciones :

1.°) es probable, aunque sólo he encontrado un ejemplo


de tal fenómeno, que exista una diferenciación interna
dentro de los colectivos, de tal manera que los dotados
de una nota conceptual de organización interna
resultan ser más aptos para combinarse con la prepo-
58 JOSÉ MARÍA GARCÍA MARTÍN

sición que los que lo poseen (cf. 53, con el distinto


funcionamiento de pueblo y poblado) 8;
2.°) con idéntica precaución se debe proceder por ahora
acerca de la incapacidad de un sujeto [-animado],
similar a la de un complemento circunstancial de
tiempo, para inducir la aparición de a (cf. 7).

1.1.2. B.a.3. Por último, si hay cambio de verbo, éste es el


comportamiento de cada manuscrito :

Localización Presencia Ausencia


33.23 N/O ML
36.15-16 0 ML/N
38.24 MN O/L
45.14-15 ON/ M L

Así, pues, tenemos las siguientes variaciones relativas : M 2 / 2,


LO/ 4, O3/ 1, N 3 / 1. Como este apartado no tiene, según veremos,
equivalente en el Setenario, se puede hacer un análisis circunscrito
únicamente a los escasos ejemplos que se hallan en Poñdat. Resulta
muy fuerte, a priori, la tentación de establecer correlaciones entre
el comportamiento de la preposición ante el objeto directo y la
naturaleza de los verbos concurrentes (v.g., los regímenes de sus
étimos latinos). Sin embargo, a poco que nos fijemos en los casos
de este tipo, veremos que no hay modo de llegar a ninguna
conclusión mínimamente convincente. En el primer ejemplo, agrauecer
se da con preposición, pero también guarnecer. ¿ Se puede creer
que a ha sido introducida en la historia del texto por el verbo
divergente que aparece en O y que ha sido recogida, frente a la
historia anterior, por el verbo en que coinciden tres manuscritos
precisamente en el más tardío ? En ese caso, ¿ por qué en 38.24
O se comporta a la inversa al aceptar el verbo usado en la otra
rama, poner, pero sin la preposición, que es lo que hace L con

Para la diferencia entre colectivos con organización interna y sin ella, vid.
Fàlt 1972, pp. 82-85 y 106-149. No parece que se deba olvidar el significado
menos próximo a lo humano que tiene el sustantivo preferido por O.
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 59

posar ? Además, en 36.15-16, N, que aporta un verbo nuevo, ordenar,


no sigue a O en la preposicionalidad de la construcción, sino a
los manuscritos más antiguos, «superados» por éste último. Por
fin, en 45.14-15 las dos copias más modernas aceptan la versión
de L en cuanto al verbo, seguir, no en cuanto a la preposición,
y siguen a M en el giro prepositivo, que el manuscrito escurialense
aplica a un verbo, signar, cuyo significado, por lo demás, es difícil
de justificar en el contexto en el que aparece. Por ello, creo más
prudente, al menos por ahora, no arriesgarme a una solución que
sería muy hipotética, tanto por los pocos ejemplos en que se apoya
el análisis como por la heterogeneidad de las relaciones entre los
manuscritos que parece desprenderse de ellos, ya que el verbo
que rompe la uniformidad coincide en el empleo u omisión de
a con el más frecuente, sin excepción.
A pesar de todas estas dificultades, sí se puede percibir alguna
particularidad en el comportamiento de los diversos manuscritos.
En efecto, O y N recurren al cambio de texto, incluido el verbo,
con mayor intensidad que los otros dos manuscritos, sobre todo
L, para provocar la aparición de a en fragmentos en los que no
se daba en aquél, procedimiento conocido ya, aunque parece que
no tan explotado, por M.

1.1.2. B.b. Setenario

La situación, aparentemente, es más sencilla en la historia del


Setenario. No sólo es que nada más tengamos dos manuscritos,
sino que a ello debemos añadir la inexistencia del último tipo
de variación : no hay ejemplos de que un cambio de verbo origine
otro correlativo en el uso de la preposición.
60 JOSÉ MARÍA GARCÍA MARTÍN

1.1.2. B.b.l. En los casos en que se conserva sustaneialmente


el mismo texto (admito variaciones mínimas), ésta es la situación :

Loralización Presencia Ausencia


5.31 E T
11.3-4 T E(u)
15.10-u T(l) T (3) / E (4)
20.7 T E(u)
24.29-30 T (3) / E (2) E (1, a)
58.8 T E(u)
60.4-5 T E(u)
63.16 T E(u)
78.31-79.1 E T
80.9 E T
84.16 E T
92.25-26 E T
94,25-26 E T
95.10 T E(a)
98.11-12 E T
98.30-99.1 E T
107.28 E T
113.8 E T
145.14 T E(u)
149.8 T (3) / E (2) E(l)
150.24 E T(a)
152.20 E T
170.30 T E
174.18-19 E T
178.11 E T
188.2 T E(u)
200.11-12 T E
200.17-18 T E(a)
213.15-16 E(l) T (2) / E (1)
216.24-25 E T(u)
216.25-26 E T(u)
233.20-21 E T
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 61

La tabla anterior nos da un total de 22 ejemplos de E con


preposición por 18 sin ella; al contrario, en T hay 18 casos
prepositivos y 22 no prepositivos. Pero estos datos necesitan ser
depurados. En primer lugar, hay una serie de casos en los que E no
lleva preposición por su repugnancia a emplearla ante palabra que
empiece por a-, concretamente tres (son los indicados con a en
la tabla). Y, en segundo término, parece que no es demasiado
aventurado suponer que el verbo llamar con complemento de cosa,
sobre todo si encierra el rasgo [+ concreto], en menor medida si
contiene el rasgo [- concreto!, se resiste a la construcción
preposicional en E, lo cual no ocurre casi nunca en T : siete casos en
E por solamente dos en T (son los señalados con u en el cuadro).
Si corregimos el cómputo anterior con los elementos que acabo
de mencionar, y tenemos en cuenta nada más los ejemplos que
no ofrecen tales dificultades por responder, al menos inicialmente,
a un uso libre dei sistema, no condicionado por determinadas
inclinaciones peculiares de cada copista, los resultados que se obtienen
son ocho casos con preposición en T y veinte sin ella, y los
contrarios exactamente en E.
Es decir, se observa ahora con claridad mucho mayor que desde
1300 hasta 1400, aproximadamente, hay un refuerzo considerable
del giro prepositivo en la tradición textual de esta obra alfonsí.
Apunto, finalmente, aunque no lo voy a tener en cuenta en
los cómputos por ser un aspecto difícil de interpretar, que las
series paralelísticas en T tienden a anteponer la preposición a todos
sus términos, cosa que ocurre más raramente en E : los resultados
son cinco objetos directos preposicionales por seis no
preposicionales en este último manuscrito, mientras que en el primero
contamos siete objetos con a y cuatro sin ella. Repárese en que
no siempre es la misma posición la que se ve afectada por la
eliminación o la introducción de la a.
62 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTÍN

1.1.2. B.b.2. Falta todavía el análisis de los datos concernientes


a aquellos contextos en que se produce alguna variación gramati-
calmente importante (por lo menos a priori) de un manuscrito a
otro. Tal fenómeno lo he documentado en las siguientes ocasiones :

Localización Presencia Ausencia


50.1 (37) E T
81.3 (18) T E (a, u)
90.21 (30) E T
90.29 (50) T E
91.4 (43) T E(u)
93.5 (24) T E(u)
110.28 (23) T E
152.19 (25) T E
169.27 (19) E(a) T
176.21-22 (60) T E
200.7 (62) T E

Este cuadro resulta desconcertante en principio, ya que son


mucho más numerosos los casos de presencia de a en el
manuscrito T que en E (ocho frente a tres), mientras que los de ausencia
se reparten a la inversa, pero hay que prestar atención a algunos
hechos que contribuyen a aclarar este resultado contrario a lo
que se podía prever. En primer lugar, encontramos una serie de
ejemplos en los que T tiene preposición y E no en los que el
manuscrito más antiguo ofrece un tiempo del pasado por un presente
en el más moderno o bien un pretérito indefinido frente al
imperfecto que lleva E. El tiempo verbal que apunta más claramente
hacia el pasado, al menos en términos comparativos (quizá por
referirse a algo que, por ser pasado, implica con más fuerza la
realidad de un ser o de un acontecimiento), origina más fácilmente
el empleo de la preposición (cf. 18, 23, 24, 43 y 50) :

(23) a. «Et por ende los que aorauan al s signo del Aquario, a Nuestro
Ssennor Ihesu Cristo lo douyeran ffazer ssi de buen
entendimiento ffuesen.» {Setenario, T 110.28-30).
b. «Et por ende los que aoran el ssigno de Aquirio, a Nuestro Ssennor
lo deuieran ffazer ssi de buen entendimiento ffuesen.» (ibid., E).

(24) a. «Tauro llamaron en latín al ssegundo signo» (Setenario, T 93.5).


b. «Tauro llamauan en latín el segundo signo» (ibid., E).
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 63

Sin embargo, no puede dejarse a un lado que estos cambios


de tiempo verbal coinciden en la mayor parte de los casos con
otros fenómenos que pueden inducir igualmente el empleo de la
preposición o su ausencia : así, en 19, 24 y 43 aparece el verbo
llamar, en 19 el objeto directo comienza por a-; en 24 hay
anteposición del complemento y duplicación de éste mediante un pronombre
átono; y en 50 el objeto directo incluye, en E, un numeral, elemento
que no existe en T. De modo que el único ejemplo en el que la
alternancia temporal actúa en solitario es 23.
Por otro lado, hay ejemplos en los que T utiliza un relativo
que no impide la anteposición de a al objeto directo (el que, qui),
pero E se comporta de manera opuesta, pues quien sí produce
aquel efecto (cf. 25 y 60) :

(25) a. «Et deue sser onrrado por onrra de las ssantas palabras que
en él dizen; ca las dixo aquel a qui aoran todos los ssantos por
la ssu gracia santa e por la ssu boca» (Setenario, T 152.17-20).
b, «Et deue sser onrrado por la honrra de las ssantas palabras
que se dizen; ca las dixo aquel a quien aoran todos los ssantos
por su ssanta gracia e por la ssu boca» (ibid., E).

A lo anterior se podría añadir el hecho de que en 30 (= 90.21)


T forma el objeto directo con un nombre común modificado por
una aposición, que es un nombre propio, y esa combinación es
simplificada por E exclusivamente en nombre propio, lo cual
favorece el uso de la preposición. De todo ello se deduce que hay
únicamente tres ejemplos en la serie precedente en los que concurren
circunstancias difíciles de relacionar en principio con la aparición
o la omisión de la a, sobre los que cabe afirmar lo siguiente :

1.°) hay que tomar con precaución la aparente proclividad


de los sustantivos más concretos con respecto a los
que no lo son tanto a la hora de favorecer la
utilización de a, como parece deducirse de 19, en que un
nombre de materia, próximo como tal a la realidad
física, reclama la preposición con mayor energía que
otro de percepción, también física;

2.°) la misma indicación se puede efectuar sobre la


presunta influencia de la igualdad de género
gramatical entre sujeto y objeto directo (cf. 48);
64 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTÍN

3.°) las varias configuraciones posibles en la ordenación


de los elementos oracionales, factor que, si parecía
contribuir a explicar el ejemplo 24, no está tan claro
en 62, donde no se ve muy bien por qué el orden
VSO, de T, con el complemento al final, debe
favorecer la preposición en detrimento de VOS, de E,
menos frecuente y que, en consecuencia, podía
reclamar con mayor vigor la partícula, aunque sólo
fuera como instrumento diacrítico.

2. Objeto directo preposicional y subclases nominales

Una vez efectuadas estas operaciones previas en los rasgos


textuales propios de cada manuscrito quedan identificados y
«neutralizados», se puede proceder al análisis de las
peculiaridades que encierre el fenómeno que nos interese. En el caso que
me ocupa, hay una serie de correlaciones que se imponen entonces
con nitidez absoluta :

A) Las denominaciones de Dios en sus distintos aspectos pasan


a llevar la preposición de forma general :

(26) a. «non queríen connosçer nin aorar Dios» (Setenario, T 113.8).


b. «non queríen connosçer nin aorar a Dios» (ibid., E).

(27) a. «los que no veen la uerdat para connosçer Dios» (Setenario,


T 174.18-19).
b. «los que no veen la uerdat para conosçer a Dios» (ibid., E).

(28) a. «rrecibían luego el Spíritu Santo» (Setenario, T 178.11).


b. «rrecibían luego al Spiritu Santo» (ibid., E).

Hay una excepción, aparente al menos, en el siguiente fragmento :

(29) a. «quiso caboprender e encerrar al ssu ffijo Ihesu Cristo»


nario, T 170.30).
b. «quiso caboprender e encerrar el su ffijo Ihesu Cristo» (ibid., E).
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 65

Pero, probablemente, nos encontramos aquí con el deseo de no


multiplicar los procedimientos, dando por sentado que el objeto
directo prepositivo puede tener ese valor. Además, si aceptamos
que posesivo con artículo y «acusativo preposicional» concuerdan
desde el punto de vista estilístico, deberemos admitir, por el
contrario, que no ocurre lo mismo diacrónicamente. En efecto, el
primero es una construcción destinada a desaparecer, con
seguridad un arcaísmo en la época en que se compone el manuscrito
E del Setenario; en cambio, el segundo es un giro que se expandirá
en el futuro y de carácter más bien vulgar. Quizá en este último
rasgo se encierre la causa de que el escriba lo elimine en el
manuscrito más tardío. No es probatorio, en cambio, este otro ejemplo
por haberse dado en él un cambio en el núcleo de nombre común,
aunque sea con aposición, a nombre propio, el que antes formaba
la aposición :

(30) a. «... Dios Padre ouo fformado ssu ffijo Ihesu Cristo en la
uoluntad.» (Setenario, T 90.20-21).
b. «... Dios Padre ouo formado a Ihesu Cristo su fijo en la
uoluntad.» (ibid., E).

En principio, el nombre del demonio (Satanás, Lucifer o


cualquier otro), en virtud de la tendencia opuesta a la ya mencionada,
desciende en su uso con preposición :

(31) a. «en queriendo el preste baptizar aquel que quiere sser


zado, ha de preguntar tres uezes a él o a los padrinos ssi rreniega
o parte de ssí al diablo Ssatanás e a todas ssus obras e a todas
ssus offanías.» (Setenario, T 149.6-9).
b. «en queriendo el preste aquel que quiere sser baptizado, ha de
preguntar tres uezes a él o a los padrinos ssi rreniega e parte
de sy el diablo Setanás e a todas sus obras e a todas sus vfanías.»
(ibid., E).9

9) De todas modos, resulta interesante observar cómo en Setenario, 149.6-9


(el ejemplo 31 de la serie que ofrezco aquí) la pérdida de la preposición en
el manuscrito más tardío no implica que ocurra lo mismo en los otros dos
miembros del mismo complemento, que corresponden a sustantivos
inanimados. En ese orden de cosas, se aprecia que el fenómeno del paralelismo
también puede actuar de manera «retrospectiva» en el caso de la inclusión
de primer miembro del complemento cuando el sintagma que en los
manuscritos más antiguos desempeñaba tal función aisladamente no la presentaba :
cf. el comportamiento de L y O en el ejemplo 8.
66 JOSÉ MARÍA GARCÍA MARTÍN

No obstante, también se da el caso contrario :

(32) a. «Otrossí uenció [Ihesu Cristo] el diablo en el inffierno»


nario, T 98.31-99.1).
b. «Otrossí uenció [Ihesu Cristo] al diablo en el inffierno» (ibid., E).

¿ A qué se debe este comportamiento desigual ? Creo no


equivocarme al atribuir dicho fenómeno al deseo que tiene el copista
de E de dejar claro que el sujeto no es el diablo, sino Jesucristo,
apenas mencionado en todo el capítulo, lo cual podía inducir a
error a quien leyera de forma distraída o rutinaria. Sea como fuere,
la «fuerza preposicional» de este tipo de sustantivos es tal que
puede llevar a que otros que, originariamente, no podrían recibir
la preposición lleguen a presentar tal uso :

(33) a. «De cómmo non deue omne aorar sinon a Dios solo.» (Setenario,
T 49.16-17).
b. «De cómmo non deue omne aorar a otra cosa sinon a Dios solo.»
(ibid., E).

A') A semejanza de lo que ocurre en el caso anterior, los


nombres de seres únicos experimentan la combinación cada vez
más frecuente con la preposición :
(34) a. «Et ssu madre, por el trabaio que con él leuara, leuóla al cielo»
(Setenario, T 107.28-29).
b. «E a su madre, por su trabajo que en él leuara, leuóla al cielo»
(ibid., E).

(35) a. «De cómmo errauan los que orauan el ssol» (Setenario, T 84.16).
b. «De cómmo errauan los que orauan al sol» (ibid., E).

(36) a. «E demás, affuerça mucho, que es commo que abonda el cuerpo


e la alma» (Setenario, T 92.25-26).
b. «E afuerça [esfuerça] mucho, que es comer que abonda al cuerpo
e al alma» (ibid., E).

(37) a. «De los que adorauan la tierra.» (Setenario, T, 50.1).


b. «De las que adorauan a la tierra» (ibid., E).

(38) a. «Onde los que aoraron el Cangreio, ...» (Setenario, T 98.11-12).


b. «Onde los que aoraron al Cangreio, ...» (ibid., E).

(39) a. «La penitencia es partida en tres maneras, ssegunt lo mostraron


los ssantos padres que ordenaron ffecho de Santa Eglesia. Et
la primera llamaron ssolenpne, que quiere dezir tanto commo
onrrada» (Setenario, T 216.22-25).
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 67

b. «La penitencia es partida en tres maneras, ssegunt la mostraron


los ssantos padres que ordenaron ffecho de Santa Eglesia. Et
a la primera llamaron ssolenpne, que quiere dezir tanto commo
onrrada» (ibid., E).
(40) a. «Et por ende los que orauan el ssigno del Toro, a Ihesu Cristo
quisieran aorar ssi ssopieran.» (Setenario, T 94.25-26).
b. «Et por ende los que orauan al ssigno de Toro, a Ihesu Cristo
quisieran aorar ssi ssopieran.» (ibid., E).

Ello no quiere decir que no podamos encontrar casos de signo


contrario :

(41) a. «quando sopo que don Hector matara al rrey Filis, su tio, ouo
muy grant coyta e muy grand pesar» (Historia, M 365.1-2).
b. «quando sopo que Ector matara el rrey Felis, su tio, ouo muy
grant cuyta e muy grand pesar» (ibid., E).

(42) a. «algunos de los gentiles llamauan a la luna mugier del ssol.»


(Setenario, T 58.7-8).
b. «algunos de los gentiles llamauan la luna mugier del ssol.» (ibid.,
E).
(43) a. «Aries llamauan al primero ssigno» (Setenario, T 91.4).
b. «Aries llaman el primero ssigno» (ibid., E).

Yendo del último al primero, en 43 se puede haber definido la


norma por la cual el sustantivo precedido de un numeral, aun
con artículo, no lleva preposición; y 42 puede ser simplemente
el resultado de la repugnancia que E siente por el objeto directo
preposicional con llamar, y ello a pesar de que no sólo el referente
es único, sino de que el contexto se presta perfectamente al uso
del giro (personificación del objeto en una época en que este rasgo
es realmente decisivo para darle forma al complemento y presencia
de un predicativo del objeto directo). Pero es 41 el caso más difícil
de explicar, si no confiamos sin más en el poder «despreposiciona-
lizador» del sintagma nombre común + nombre propio en
aposición (la justificación de raíz estilística según la cual en T tendríamos
dos personajes de igual rango — don Héctor, el rrey Filis —,
mientras que en E se habría introducido un desnivel a favor del segundo,
plasmado en la pérdida del don por Ector, lo cual facilitaría la
omisión de a, necesitaría de muchas comprobaciones ulteriores) 10.

10) Quizá a causa de esta preferencia por los referentes individuales, se comprueba
que en los casos de dualidad claramente establecida, como son aquéllos en
los que el sujeto tiene un antagonista definido, el objeto directo se construye
68 JOSÉ MARÍA GARCÍA MARTÍN

B) Se confirma el hecho suficientemente conocido de la mayor


afinidad del nombre propio que del nombre común con la
preposición (cf. 13), pero no deben olvidarse los complicados juegos de
fuerzas que se atisban en 6, pues O de Poridat, que pertenece según
los indicios más fundados a la misma familia de L, se separa de
éste al negarle la partícula a un nombre propio, mientras que M
y N, en principio más reticentes ante el uso prepositivo, la emplean
con un nombre común, aunque lleve un nombre propio en
aposición (véase el hecho contrario en 30, bien que dentro de otra historia
textual, la del Setenario).

C) Sobre la construcción apositiva últimamente mencionada,


es curioso que tanto en el Setenario como en la Historia ceda
posiciones durante el siglo XIV respecto del objeto directo
preposicional (cf. 31 y 41).

D) Los sustantivos en plural, sean animados o inanimados,


muestran un comportamiento muy oscilante, que, como veremos
más abajo, no se podrá explicar realmente sino relacionándolo con
factores contextúales, fundamentalmente los procedimientos de
actualización :

(44) a. «a ssemeiança de la tierra en que enbió Nuestro Ihesu Cristo


a los apóstoles, cada vno qual conuertiese.» (Setenario, T 200.11-12).
b. «a ssemeiança de la tierra en que enbió Nuestro Ssennor Ihesu
Cristo los apóstoles, cada vno el qual conuertiese.» (ibid., E).

(45) a. «mas tal esfuerço ouieron los troyanos aquella ora que leuaron
a los griegos por fuerça del canpo mas que vn trecho de ballesta.»
(Historia, M 371.27-29).
b. «mas tal esfuerço ouieron los troyanos aquella ora que leuaron
los griegos por fuerça del canpo de vn trecho de ballesta.» (ibid.,
E).

(46) a. «... venían folgados, començaron a maltraer a los troyanos»


(Historia, M 375.11-12).
b. «estos commo venían folgados, començaron a maltraer los
troyanos» (ibid., E).

normalmente con preposición : vid. aquí los ejemplos 5, 32, 41 y 47 (a la


misma conclusión llego en García Martín 1989, pp. 714-715, en concordancia
con lo afirmado por Dietrich — vid. n. 2 de este estudio —).
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 69

(47) a. «los ffíssicos non conuyenen para melezinar los ssanos, mas los
enffermos.» (Setenario, T 213.15-16).
b. «los ffíssicos non conviene para melezinar los ssanos, mas a los
enfermos.» (ibid., E).

(48) a. «De cómmo los que aorauan los vii cielos. (Setenario, T 80.9).
b. «De cómmo los que aorauan a los vii cielos.» (ibid., E).

(49) a. «Onde a estas cosas llaman catezismo» (Setenario, T 145.14).


b. «Onde estas cosas llaman catezismo» (ibid., E).

(50) a. «Et pues que auemos dicho de los que creen en las siete planetas,
queremos dezir de los que adorauan a los signos.» (Setenario,
T 90.28-29).
b. «Et pues que auemos dicho de los creyen en las siete planetas,
queremos dezir de los que aoran los doze signos.» (ibid., E).

(51) a. «Et esto signe a las nacencias de los omnes en que signo nacen,
maguer quel quieran mostrar otro mesteyr que nol da su nacencia,
ala tira a su natura.» (Poridat, M 45.14-16).
b. «Et esto siegue las nacencias de los omnes en que signo nacen,
maguer quel quieran mostrar otro mesteyr que nol da su nacencia,
alia tira a su natura.» (ibid., L).
c. «Et esto sigue a las nacencias de los omnes en que signo nacen,
maguer quel quieran mostrar a otro mesteyr quel da su nacencia,
ala tierra a su materia.» (ibid., O).
d. «Et esto sigue a las nacencias de los omnes en que signo nasçe,
maguer que el quiere mostrar otro mesteyr que nol da su nacencia,
ella tira a su natura.» (ibid., N).

Si nos detenemos primeramente en los sustantivos de persona,


es fácil comprobar que se da, al menos en el Setenario, una marcada
tendencia a que caiga la preposición en el manuscrito más tardío
(cf. 44-46), con una excepción en 47, que se puede justificar por
el hecho de que en ese caso se establece una correlación expresa
entre los dos miembros de una coordinación adversativa (la ausencia
de los demás elementos oracionales en el segundo de esos
miembros puede ayudar a que se utilice la preposición) : precisamente
la falta de una estructura correlativa expresa anula el efecto de
la contraposición entre los antagonistas en 45 y 46. En el terreno
de los nombres de cosa resulta igualmente sencillo explicar la
pérdida de la preposición en 49 y 50, fragmentos en los que,
subsidiariamente, la influencia del demostrativo en el primero y del
numeral introducido en el segundo refuerza la inclinación a que
a desaparezca. Más complicada se presenta la cuestión en 48
y 51. En el primero de esos dos ejemplos el numeral, aunque ya
70 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTÍN

estuviera en T, debía haber provocado la omisión de la partícula.


¿ Quizá el que la oración forme parte de un título ha podido,
conforme lo ha defendido Pottier en alguna ocasión, consolidar
el uso de la preposición ? ¿ Acaso no se debe prescindir del hecho
de que el verbo esté en pretérito imperfecto ? Más bien, en tal
caso, la suma de ambos factores, y tal vez algún otro. En cuanto
a 51, repárese en que tanto O como N llevan el verbo seguir (no
está tan claro que sea el mismo verbo de L) y el significado
forzosamente dual (al menos) de este verbo puede provocar el giro
prepositivo desde fecha muy temprana con nombres de esta clase, igual
que hoy en día.

E) Los colectivos presentan, sin excepción, aumento de la


construcción con a :

(52) a. «Yt e baptizat todas las gentes en el nombre del Padre, del Ffijo,
del Spíritu Santo.» (Setenario, T 152.20-21).
b. «Yt e bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre e del
Ffijo e del Spiritu Santo ...» (ibid., E).

(53) a. «et la lit es contraria al iuyzio, et desfaze el pueblo» (Poridat,


M 35.15-16).
b. «et la lit es contrai iuyzio, et desfaze el pueblo» (ibid., L).
c. «et la lit est contraria al iuyzio, et desfaze al poblado» (ibid., O).
d. «et la lit es contra al iuyzio, et desfaze el pueblo» (ibid., N).

Este último ejemplo, al ir en singular, con artículo determinado,


no sorprende sino, como ya he dicho más arriba, por el diferente
tratamiento que exhiben los dos colectivos, pero, con respecto al
primero, podemos preguntarnos cómo ha pasado a incrementarse
con la preposición si va en plural (recuérdese lo visto en D a
propósito de los sustantivos no colectivos en ese número, aun
acompañados de artículo definido). Me parece que este caso, como otros
recogidos en K, hay que ponerlos en relación con la presencia
del gradativo todo, especialmente afín a la partícula.

F) Aunque un único ejemplo no sea significativo desde el punto


de vista estadístico, no deja de ser indicio de cambios posteriores
que los nombres propios de lugar, incluso cuando hay implícita
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 71

en ellos mención a un conjunto de personas, las que pueblan un


territorio, presenten la pérdida de la preposición :

(54) a. «de parte del padre heredó a León, e Gallizia, e Asturias, et aun
el rregno de Badaioz» (Setenario, T 15.10-11).
b. «de parte del padre heredó León, e Gallizia, e Asturias, et aun
el rregno de Badaioz» (ibid., E).

G) El comportamiento está igualmente muy bien definido


en el caso del pronombre relativo que, el cual pierde la
preposición en todas sus apariciones como objeto directo al pasar de
los manuscritos del XIII a los del XIV y posteriores, siempre con
el verbo llamar n :

(55) a. «Ca él ha en poder amas las mares : la mayor, que cerca todo
el mundo; e la menor, a que llaman Medioterránea, que ua por
medio de la tierra.» (Setenario, T 20.6-8).
b. «Ca él ha en poder amas las mares : la mayor, que cerca todo
el mundo; e la menor, que llaman Medioterráneo, que ua por
medio de la tierra.» (ibid., E).

(56) a. «... catando las bondades conplidas que Dios en él pusiera, e


ssennaladamiente ssiete a que llaman en latín vertudes.»
(Setenario, T 11.3-4).
b. «... catando las bondades conplidas que Dios en él pusiera, e
ssenaladamiente siete que llaman en latín vertudes.» (ibid., E).

(57) a. «Et ésta sse parte en tres maneras. La primera es a que llaman
traición mayor ...» (Setenario, T 188.1-2).
b. «Et ésta sse parte en tres maneras. La primera que llaman
traición mayor ...» (ibid., E).

H) Otro caso asimismo general, sin ningún contraejemplo, es


el de quanto(s), que recibe la a más tarde en contextos en los que
a finales del XIII no era posible, como se puede ver en 8 y 14.

11) Estos dos últimos casos son, significativamente, los únicos que, a lo largo
de los siglos, han descendido en su grado de compatibilidad con a,
parcialmente, y con diferencias dialectales, los topónimos, de manera absoluta el
pronombre relativo. Cf., respectivamente, Coste y Redondo 1976, pp. 327-328;
y Fernández Ramírez 1986, p. 162, n. 48.
72 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTIN

I) Hay una clara división en el comportamiento de los


pronombres relativos, pues el que apunta hacia el uso de a (cf. 9), mientras
que quien se opone a él (cf. 25 y 60). Véanse, además, estos otros
ejemplos :

(58) a. «Et esto auyno en Nuestro Ssennor Ihesu Cristo; ca tres maneras
de omnes sse ayuntaron a matarle. La vna, el pueblo, quel ffo-
llaron entre los pies, pidiéndole a Pilato que ge le diesse para
matar, el que non merecíe nada por qué, e que ssoltassen a
Barrabás, ladrón que por ssus malos ffechos que ffiziera meresçie
muerte.» (Setenario, T 233.17-22).
b. «Et esto auyno en Nuestro Ssennor Jhesu Cristo; ca tres maneras
de omnes sse ayuntaron a matarle. La vna, el pueblo, que ffo-
llaron entre los pies, pidiéndolo a Pilato que ge lo diesse para
matar, al que non merecíe por qué, e que ssoltasse a Barrabás,
ladrón que por sus fechos malos que ffiziera meresçie muerte.»
(ibid., E).

(59) a. «Nuestro Ssennor Ihesu Cristo guardaua los que ssanaua, tan
bien de cuerpos commo de almas» (Setenario, T 78.31-79.1).
b. «el Nuestro Ssennor Ihesu Cristo guardaua a los que ssanaua,
tan bien de cuerpos commo de almas» (ibid., E).

Hay, sin embargo, un caso que parece contradecir lo que acabo


de señalar, el 9, sobre todo si tenemos en cuenta que el modo
de la subordinada en los manuscritos M y N es el indicativo,
mientras que en L es el subjuntivo. ¿ Quizá haya que relacionar esta
redacción con un gusto más «moderno» del copista de ese
manuscrito ?
Con todo, no se debe obviar la cuestión que suscita este
otro párrafo :

(60) a. «e quando los [los olios] leuare para vntar con ellos al que quiere
sser baptizado e vngido, déuenlos leuar lo más onrradamiente
que pudieren» (Setenario, T 176.21-23).
b. «e quando las [los olios] leuare a vntar con ellos quien quiera
sser baptizado e vngido, déuenlos leuar lo más onrradamiente
que pudieren» (ibid., E).

De él se deduce que determinado elemento introductor (el que y,


parece lógico, sus variaciones genéricas y numéricas) es el que
provoca la aparición de a, pues quien no parece inducir el mismo
cambio, mientras que el verbo de la subordinada en subjuntivo
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 73

no es argumento concluyente para que se evite la partícula (los


gustos del copista pueden tener más fuerza) 12.

J) Por su parte, los demostrativos ofrecen ejemplos, pero todos


ellos con pérdida de la preposición al correr del tiempo. Junto
a los números 15, 18 y 19, explicables por la razón ya apuntada,
hallamos la misma mutación en :

(61) a. «Sol es la quarta planeta que está en el quarto cielo, que quier
dezir commo luz conplida; ca la ssu natura es de alunbrar todas
las cosas e ffazer paresçer la color e la ffaçion délias. Et a éste
llamauan los gentiles padre porque cría todas las cosas.»
(Setenario, T 60.2-5).
b. «Sol es la quarta planeta que está en el quarto cielo, que quiere
dezir tanto commo luz conplida; ca la ssu natura es de alunbrar
todas las cosas e ffazer paresçer la color e la fayçion délias
e éste llaman los gentiles padre porque cría todas las cosas.»
(ibid., E).

Pero es 9 el caso que confirma más nítidamente el que los


demostrativos, al menos desde un punto de vista relativo, no son
elementos afines a la preposición ante objeto directo, ya que la
sustitución del relativo el que por el demostrativo aquel en la rama
de Poridat más proclive al uso de la preposición ocasiona la ausencia
de a en O 13.

12) Creo oportuno recordar aquí la hipótesis formulada en Elvira 1985, para
quien el qual nace en virtud de diversas posibilidades de correlación de qual
con tal : «En particular, la existencia de dos tipos inversos de correlación
con tal han podido configurar los usos de qual que tras la pérdida del
antecedente podemos llamar relativo . . . uno de estos usos (...) ha dado lugar
a un relativo apositivo que funciona como especificador de la referencia.»
(pp. 313-314). Ello concuerda con el hecho de que la referencia a una acción
obligatoria o preferentemente dual favorece la constitución del objeto directo
en forma prepositiva.
13) Sobre la particular posición del demostrativo, que lo diferencia de otros actua-
lizadores, cf. Sechehaye 1950 que hace equivalentes su comportamiento y
los del vocativo y el imperativo, para concluir : «Ce n'est pas la circonstance
qui s'oppose à la phrase, mais c'est l'ensemble de la circonstance plus un
impératif ou un démonstratif qui s'oppose à un prédicat. En effet, l'impératif
crée un rapport d'interpellant à interpellé entre deux personnes présentes,
il modifie ou précise une situation déjà donnée. Il en est de même du
démonstratif : il n'apporte rien de nouveau dans les faits, il restreint et délimite
un champ d'observation, il établit ainsi une base plus efficace pour la commu-
74 JOSÉ MARÍA GARCÍA MARTÍN

K) El funcionamiento de los llamados «indefinidos» es muy


variable a este respecto. Es necesario examinarlos por separado,
sin olvidar, además, el escaso número de ejemplos. Así, cada uno
llega a pedir la preposición en el paso de un siglo a otro si hacemos
caso del ejemplo (12). Frente a ello, un elemento del mismo
subgrupo, los distributivos de Alcina, a saber, otro, se comporta
de manera totalmente distinta :

(62) a. «Penitenciar non deue ninguno a otro ssinon los clérigos de misa»
{Setenario, T 200.7-8).
b. «Penitenciar non puede nin deue otro ninguno ssinon los clérigos
de misa» (ibid., E).

En fin, todo, de la subclase de los gradativos y con un sustantivo


inanimado y genérico, sí favorece la mayor frecuencia de a en el
objeto directo, como se puede ver en 31, 52 y en este otro ejemplo :

(63) a. «Et por esso le llamaron a Dios Ssol de Justicia porque alunbra
e escalienta toda cosa ssegunt conuyene.» (Setenario, T 5.30-6.1).
b. «Et por esso llamaron a Dios Ssol de Justicia porque alunbra
e escalienta a toda cosa ssegunt conuyene.» (ibid., E).

L) No parece que se pueda descubrir una «regla» de carácter


general para los numerales en la medida en que la acción de estos
actualizadores aparece interferida por otros factores contextúales.
Lo que sí resulta posible, como se puede vislumbrar en 48 y 50,
es que los numerales cardinales (esto es, la determinación
cuantitativa, por muy precisa que sea) no son instrumento apropiado
para provocar la aparición de a y su influencia queda englobada
en el conjunto de fuerzas que actúan a favor y en contra de la
preposición. Véanse los análisis de esos dos casos en el
apartado D de este epígrafe.
Con respecto a los ordinales, hay que empezar haciendo la
salvedad de que todos los ejemplos localizados se encuentran en

nication à faire. On remarquera d'ailleurs que le démonstratif et l'impératif


tiennent de très près à la mimique et au geste et sont par là. . . plus voisins
des éléments spontanés du langage que le signe linguistique d'une idée pure.
Faisant partie du sujet psychologique de l'énoncé, le vocatif ou le
démonstratif s'opposent donc au prédicat et — si nous ne tenons compte que des
éléments linguistiques de la phrase — ils constituent le sujet de la phrase»
(pp. 27-28).
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 75

el manuscrito E del Setenario y contienen el verbo llamar. Por


ello, frente a la ausencia de preposición en 24 y 43, que puede
ser considerada normal, se debe destacar el empleo de a en 39.
¿ Hay algún rasgo diferencial entre aquellos dos fragmentos y éste
último que pueda servir de base a la distinta conformación del
objeto directo ? Dejo aparte el complemento predicativo por razones
que veremos más abajo y me limito a señalar la anteposición del
objeto directo y la construcción pronominal del ordinal, sobre todo
ésta, como las causas más probables de la aparición de la
partícula en este caso (el orden de palabras no parece tener una función
nuclear, sino secundaria, dentro de la jerarquía del objeto directo
preposicional). A pesar de ello, no puedo pasar por alto que, en
los dos primeros ejemplos, no sólo el ordinal tiene función
adjetiva, sino que el elemento antepuesto al verbo es el predicativo
y no el objeto.

M) El complemento predicativo aparece diez veces en el corpus


manejado para este análisis, y se da siempre en el manuscrito
E del Setenario y con el verbo llamar. Dados estos
condicionamientos, las conclusiones que puedo obtener son muy
provisionales. Frente a la estimación más normal de este elemento oracional
como inductor de la preposición, aquí sólo se comporta de esa
manera en 39, al que me acabo de referir en L, mientras que en
los otros nueve casos (18, 24, 39, 42, 43, 49 y 55-57) este
complemento no tiene fuerza para oponerse al influjo opuesto a la
preposición de la idiosincrasia de aquel manuscrito y de otros factores
ya comentados (el relativo que, los demostrativos . . .).

N) Otra construcción que se ha juzgado favorecedora del giro


preposicional es el llamado sujeto de infinitivo. La escasa
representación que tiene en mi corpus invalida cualquier generalización
sobre su comportamiento. Indicaré, sin más, que uno de los casos
en que el manuscrito E del Setenario se aparta de su rechazo hacia
la preposición ante palabra que empieza por a- es 20, un ejemplo
de esta naturaleza. Que ese efecto debió de ser bastante temprano
lo confirma el manuscrito L de Poridat, algo nada extraño por
las características favorables a la preposición que hemos
comprobado en él; como el único caso en esta última obra es 4, en donde
el objeto directo es un nombre de cosa, cuerpo, no parece
imprudente suponer que M, seguido como en otras muchas lecturas por
76 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTÍN

N, se ha conducido de acuerdo con lo acostumbrado en su época,


mientras que L deja patente una vez más su inclinación a
introducir la partícula ante el objeto directo. Por lo tanto, aunque lo
dicho al principio de este apartado es la única actitud posible,
dada la entidad de los factores que logra vencer el sujeto de
infinitivo subordinado para volcar la balanza a favor del giro
prepositivo, parece justificado defender la influencia sobre dicho giro de
la que hablaba inicialmente 14.

3. El régimen verbal

Otro elemento cuya importancia se ha subrayado justamente


a la hora de establecer las causas por las que la preposición a
aparece ante el objeto directo es el régimen que tienen en latín
los verbos de los que proceden los romances 15; en este sentido,
son particularmente relevantes los que rigen dativo, doble
acusativo o las preposiciones AD o IN más acusativo (además de las
construcciones con complemento predicativo o sujeto de infinitivo
subordinado) han sido considerados como elementos inductores
del cambio. En cuanto a los verbos castellanos que forman parte
del corpus estudiado, no parece que se pueda comprobar tal
hipótesis. Ello se confirma de manera palpable en los casos de a(d)orar
y llamar : el primero muestra un comportamiento sumamente
oscilante de acuerdo con las variaciones que experimentan el núcleo
del objeto, la actualización de éste o, incluso, el tiempo verbal,
mientras que, para el segundo, con claros antecedentes latinos de
dativo, los gustos del escriba que copia el manuscrito E del
Setenario dan un giro totalmente inesperado a la forma de la

14) Sobre la posición del complemento predicativo y del sujeto de infinitivo


subordinado como elementos contextúales que impulsan la aparición del objeto
preposicional, vid., correlativamente, Lapesa 1968, pp. 537 y 535-536; Marcos
Marín 1978, pp. 24-27 y 27-31; y Echenique 1981, pp. 145-146 y 141-143.
15) La teoría fue diseñada inicialmente en Lapesa 1964, pp. 75-82 y, con mayor
detenimiento, en Lapesa 1968, sobre todo pp. 527-535, y ha sido punto de
partida de numerosos trabajos sobre el leísmo y el objeto directo
preposicional, como los mencionados en la nota anterior y mi propia tesis doctoral,
ya citada.
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 77

construcción. Idénticamente, las relaciones existentes entre los


manuscritos constitutivos de las diferentes ramas que constituyen
la tradición textual de una obra hacen que el desarrollo histórico
de la construcción no responda a lo que se podría esperar del
régimen etimológico. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los casos
en que el manuscrito N de Poridat sigue a M, como pasa con aver
mester (1), enbiar (2), fazer en construcción causativa (4) y on(d)rar
(9). Tal condicionamiento se destaca todavía mejor si una de las
ramas mantiene la solución más innovadora, pero la otra se repliega,
que es lo que se da con perdonar (11) : O elimina la preposición
ofrecida por L, mientras que N conserva la de M (O se comporta
del mismo modo, pero con etimología de acusativo, en matar : cf.
6). Con ausencia de preposición en la rama MN, también se produce
tal retroceso en matar (7). Mucho más raro, y más significativo
en consecuencia, como muestra de la libertad que reina en el campo
de la formalización de un mismo contenido lingüístico (que es lo
que, a su vez, justifica la variación histórica de las lenguas) es
que el representante más tardío de una de las ramas del stemma
acoja la solución proporcionada por el más antiguo de la otra :
en el corpus que he manejado sólo he encontrado tal fenómeno
en recudir (en concordancia con dicho régimen : cf. 14). Lo normal,
sin embargo, es que se imponga la tradición (más ejemplos en
matar (8), o en la alternancia poner I posar (12)).
Hechas estas salvedades, llegamos a la siguiente
clasificación por grupos etimológicos (elimino de mis consideraciones los
verbos que no proceden del latín o que lo hacen por intermedio
de otras lenguas) :

A) verbos con régimen etimológico de acusativo :


a) que retroceden en el uso de la preposición : Setenario
(absoluer, amar, encerrar, enbiar, partir y untar) y Poridat
(escusar, matar, ordenar y recudir);
b) que aumentan el uso de la preposición : Setenado
(alumbrar, baptizar, santiguar y vencer);

B) verbos con régimen etimológico de doble acusativo, entre


otros, pero no de dativo :
a) Setenario (connocer, dar, fazer, formar y orar); Poridat
(mostrar);
78 JOSÉ MARlA GARCÍA MARTÍN

b) Poridat (aver mester, fazer causativo);


c) oscilaciones : Poridat (on(d)rar);

C) verbos con régimen etimológico fundamental de acusativo


y secundario de dativo :
a) Poridat (seguir);

D) verbos con construcción intransitiva, pero no de dativo :


a) Setenario (ahondar, leuar y recibir);
b) Setenario (heredar);

E) verbos con régimen etimológico de dativo :


a) Setenario (llamar), Poridat (amenazar, perdonar);
b) Setenario (escalentar).

De esta somera ordenación, en la que no he tenido en cuenta


los verbos que se forman en romance o que el castellano toma
de otras lenguas románicas por los problemas específicos que
plantean, se deduce que las historias textuales de las dos obras
consideradas obedecen a pautas diferentes : mientras que el Setenario
sí muestra variación al alza, y es el único en hacerlo, en el
grupo A, en principio el más reacio a ella, y en el D y el E, lo
cual no es tan sorprendente (lo raro es que Poridat no ofrezca
ningún caso semejante), no presenta, en cambio, conducta
parecida en los grupos B y C; por el contrario, Poridat sólo incrementa
el uso prepositivo precisamente en estos dos últimos grupos y,
además, lo aminora en A y en E y levemente en D. Hay, no obstante,
algo en lo que concuerdan las evoluciones de ambas tradiciones
manuscritas : la progresiva igualación en el tratamiento de verbos
que, por su régimen etimológico, deberían tener comportamientos
claramente distintos.
Si atendemos, en segundo lugar, al desarrollo histórico de cada
uno de los grupos delimitados previamente, comprobamos
notables oscilaciones en A y E (en éste último con dominio de las
tendencias opuestas a la etimológica), mientras que en los otros
tres parece confirmarse una marcada inclinación al aumento del
giro en cuestión, si bien ello no es general en B (Poridat manifiesta
una evolución claramente divergente), ni se puede asegurar en C,
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 79

por la escasez de elementos en este grupo. En cualquier caso, las


líneas generales observadas en el funcionamiento de estos diversos
grupos parecen apuntar, como decía antes a propósito de las obras
analizadas, hacia la menor importancia concedida a los verbos
desde el punto de vista de su etimología, lo que hace pensar,
paralelamente, en la función cada vez más central que se va otorgando
al otro elemento implicado en este caso específico de relación
formalizada por medio de una preposición, a saber, el sustantivo
(o elemento equivalente) que constituye el núcleo del objeto directo.

4. Conclusiones

Los dos enfoques, el análisis de las relaciones entre los diversos


manuscritos de una misma obra y el examen de las variables que
influyen sobre la presencia o la ausencia de un elemento
lingüístico concreto desde el punto de vista de su manifestación
discursiva, que acabo de ensayar para contribuir a esbozar las diversas
fuerzas que entraron en conflicto desde mediados del siglo XIII
hasta comienzos del XV en el desarrollo histórico del objeto
preposicional sirven, en mi opinión, como punto de apoyo para hacer
una serie de reflexiones (no se debe perder de vista que, para
que el estudio fuese realmente completo habría que haber visto
también los cambios textuales que no alteran el comportamiento
de la partícula) :

1.°) No sólo el análisis que he realizado en un marco muy


reducido, sino también la experiencia de otros muchos
investigadores, me lleva a creer que el sentido real del
proceso en que un determinado fenómeno (o grupo de
fenómenos) lingüístico se plasma históricamente
únicamente quedará desentrañado de modo satisfactorio si
previamente se ha procedido a la muchas veces compleja
tarea de desenmarañar las relaciones que existen entre
los diversos elementos componentes de una familia de
textos. Desde este punto de vista, no las ediciones
críticas, sino las llamadas pluritextuales (y, si puede ser,
80 JOSÉ MARÍA GARCIA MARTIN

sinópticas) 16 son un requisito indispensable para poder


clarificar las diferentes etapas que pueden darse en el
devenir del sistema de una lengua y de sus diversas partes
sin caer en los espejismos producidos por la repetición
mecánica de un estado de lengua anterior en un
manuscrito (o rama de manuscritos) determinado. A su vez, la
identificación de esa circunstancia en tal rama de una
familia de textos podrá ser útil para la historia de la
lengua en cuanto indicador fehaciente de la tendencia al
arcaísmo realmente actuante en un período concreto.

2.°) En la segunda mitad del siglo XIII se advierte un


progresivo descenso de la construcción preposicional desde
diversos puntos de vista (subclase de palabras
constitutiva del núcleo del complemento, grado de actualización
de éste, concurrencia de factores contextúales tales como
el complemento predicativo o el sujeto de infinitivo
subordinado . . . ). Por el contrario, si hacemos caso de la historia
del texto de las dos obras en las que me he basado
fundamentalmente en este trabajo, después de un largo período,
que puede corresponder a todo el siglo XIV, en el que
esa disminución origina una frecuencia de uso inferior
a la del XIII, se presenta como hipótesis aceptable el
que a finales del XIV o principios del XV debió de
empezar a producirse una reacción, no sometida ya a
oscilaciones a la baja, confirmada y aumentada en siglos
posteriores. Esto es, en los inicios de un movimiento
cultista y latinizante como es el que caracteriza a todo
el siglo XV, quizá comenzara a darse el movimiento hacia
la definitiva aclimatación de este giro en español, lo cual,

16) Frente a la práctica habitual, que constituye el anhelo razonable de todo


editor, esto es, llegar al establecimiento de un texto crítico y, en último extremo,
a una edición crítica (cf. Kleinhenz 1976 a, pp. 273-279, ante todo las
pp. 274-277), el historiador de la lengua necesita ediciones como las
mencionadas para poder comprender el proceso que ha hecho cambiar el sistema
de una época a otra o que ha posibilitado el triunfo de una norma
determinada sobre otras, y muestras perfectamente conscientes de esa actitud las
encontramos, por ejemplo, en la edición de la Crónica del moro Rasis hecha
por Diego Catalán o en la de las obras de Jacobo de Junta emprendida por
Jean Roudil.
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 81

a falta de estudios más precisos, debió de ocurrir durante


la etapa del español clásico. Tal vez a lo largo de ese
siglo XV se dio la pérdida del carácter vulgar de esa
construcción en determinados contextos y, hacia finales
de dicha centuria, tendría nuestra lengua un giro no
connotado peyorativamente, apto para atender a una serie
de necesidades surgidas por las variaciones en otras zonas
del sistema.

3.°) Igualmente, si las informaciones que nos suministran las


tradiciones textuales de Poridat y Setenario son generali-
zables, se aprecia una delimitación cada vez mayor de
las categorías susceptibles de recibir la preposición (los
nombres de Dios y de seres únicos, los sustantivos
— incluso los colectivos — en ciertas condiciones :
singular, actualizado mediante el artículo determinado o el
indefinido todo; el pronombre relativo el qué) o de
rechazarla (el pronombre relativo que y el nombre propio de
lugar, tendencia ésta última que tardará todavía
bastante en extenderse, con rescoldos aún hoy, mucho más
frecuentes en Hispanoamérica que en la Península). Del
mismo modo, se dan algunas particularidades
combinatorias peculiares de la Baja Edad Media y corregidas más
tarde : repugnancia de quien y de los demostrativos a la
preposición o indiferencia del uso de ésta a la oposición
indicativo / subjuntivo en cuanto expresión de la antinomia
real / posible-irreal.

4.°) Si la preposición es el nexo que manifiesta la relación


existente entre dos polos (aquí, el verbo y el sustantivo
objeto), no parece infundado afirmar que, en el período
que va desde la segunda mitad del siglo XIII hasta
principios del XV, la a de objeto directo se orienta de manera
cada vez más decidida hacia el segundo elemento y va
perdiendo su conexión «privilegiada» con el primero,
desplazamiento que había empezado a darse anteriormente
y que ahora se intensifica.

5.°) De todo lo anterior es posible deducir que, en la


transmisión textual de las dos obras consideradas, se hallan
82 JOSÉ MARlA GARCIA MARTÍN

elementos de apoyo para aquellas teorías que descubren


la causa fundamental de que la preposición aparezca ante
el objeto directo en el carácter humano e individualizado
de éste, sobre todo cuando aparece claramente
enfrentado a otro ser visto de manera idéntica o, al menos,
similar, bien por su propia condición, bien por la
naturaleza de la significación verbal.

José María GARCÍA MARTÍN,


Université de Cádiz.
EVOLUCIÓN DEL OBJETO DIRECTO PREPOSICIONAL 83

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