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Dispositivos: máquinas de visibilidad

Claudia Mónica Salazar Villava

En la investigación —que ineludiblemente es intervención— se diseñarían ma-


quinarias metodológicas ex profeso para cada caso, incapaces de preestablecer un
punto de llegada para el proceso abierto; maquinarias como dispositivos que pro-
duzcan la visibilidad de ciertos campos de la experiencia social. Esta forma de
encarar la investigación y la intervención, en el marco de una interacción del
investigador con su campo, abre, por una parte, el espacio para el reconocimiento
del otro y para el vínculo, pero por otra, lanza la experiencia de investigación a la
incertidumbre que supone la ausencia de control del investigador sobre su campo.
El presente trabajo pretende dar lugar a los argumentos que hacen ese juego
posible, deseable, transitable.

EN EL MOMENTO MÁS RADICAL de su reflexión sobre el vínculo entre la muerte


y la fotografía, Barthes escribió que el noema de la fotografía, el funda-
mento de su sentido, es el “eso ha sido”. La imagen fotográfica es la señal
que nos advierte al mismo tiempo de la presencia inobjetable de lo otro,
pero también de la inminencia de su desaparición, de la colindancia de
su presencia con la muerte (Mier, 2000:3).
Una especificidad característica de la psicología social que se cons-
truye cotidianamente en la UAM-Xochimilco es su forma de considerar
la investigación y las prácticas de esta disciplina desde una perspectiva
ético-política explícita, que parte de la noción de subjetividad y del
reconocimiento del otro en su diferencia, es decir, del reconocimiento
de lo abismal en la intersubjetividad, al mismo tiempo que considera
los vínculos de solidaridad como fundamento de la acción colectiva y
por lo tanto de la creación del entorno social.
Esta perspectiva tiene sus fuentes y sus consecuencias. Sus fuentes
en una cierta tradición filosófica y política. Sus consecuencias episte-
mológicas, teóricas y metodológicas, son visibles en la intención de alen-
tar cierto tipo de prácticas y de consideraciones. Sobre la idea de dispo-
sitivo se asientan algunas de esas consecuencias en el orden de lo

ANUARIO DE INVESTIGACIÓN 2003 • UAM-X • MÉXICO • 2004 • PP. 291-299


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metodológico, que delinean estrategias para la construcción de saberes,


y que se enuncian como dispositivos de investigación-intervención.
La noción de dispositivo en ese contexto, es una noción instrumen-
tal, quizá una noción “hueca” cuya operación metafórica permite imagi-
nar formas de intervención en el campo social. Se opone, o mejor, se
diferencia de los instrumentos metodológicos tradicionales, justamente
en su indefinición, en su apertura permanente, en la imposibilidad que
afirma, de construir un manual que conduzca paso a paso por el cum-
plimiento de los requisitos para la correcta acción metodológica, necesa-
ria para intervenir, para investigar.
La idea de dispositivo es hueca de un contenido estable, no está
referida a una regularidad controlada para las formas de la acción que
prescribe ciertos procedimientos específicos, como los instrumentos
clásicos de la metodología de investigación cualitativa (la entrevista, el
registro etnográfico, etcétera). No puede responderse a la pregunta
¿cómo es el dispositivo?, ¿cómo se opera correctamente?, ¿en qué con-
siste? En su vacío, en cambio, es apertura para el conocimiento en tanto
da lugar a la incertidumbre y se niega a pre-ver. No previene sino de la
posibilidad temible de hacer desaparecer lo otro, al otro, y de quedarse
así, rumiando a solas un delirio disfrazado de aprehensión.
Esa es la utilidad de semejante noción: la prescripción paradójica que
entraña, de no prescribir; la convocatoria a la invención metodológica ad
hoc que sólo tiene lugar en la inclusión siempre equívoca de un interlo-
cutor necesario. Equívoca, pues el lugar que se le otorga siempre será
diferente del lugar en el que él mismo se coloca y estas atribuciones se
deslizarán por un proceso dialógico que producirá su transformación
permanente. A través del reconocimiento del otro, su presencia y su
acción, nos percatamos constantemente de que no otorga lo que esperá-
bamos encontrar.
Esta idea particular de dispositivo —de intervención, de investiga-
ción— ha venido elaborándose sin ser necesariamente fiel a la reflexión
foucaultiana, pero sin eludir la marca de Foucault en su significado. Es
un desplazamiento de sentido: del dispositivo como maquinaria social
de control, como articulación de estrategias de poder y forma específi-
ca de funcionamiento de lo social, productora de subjetividades y dis-
cursos, hacia la idea de construcción intencional de una singular má-
quina para hacer ver, en el marco de un proceso de reflexión sobre lo
social, lo cual implica una estrategia para la acción.

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La noción de dispositivo utilizada por Foucault en su obra es, como el


mismo autor parece asumir, a la vez todo y nada, por cuanto se resiste a la
definición y más bien alude a un campo complejo que engarza una varie-
dad de prácticas y discursos en torno a alguna práctica inquietante, brillan-
temente transformada por él mismo en el rastro que sigue la mirada del que
se ocupa de una cierta cultura (¿occidente?), siempre desde dentro de ella
misma. Al mismo tiempo, “dispositivo” hace referencia en Foucault, a una
suerte de maquinaria para desmenuzar la manera en que funcionan estas
prácticas y discursos, pero sobre todo, es una operación metodológica de
rastreo exhaustivo de las huellas mínimas, de los sonidos imperceptibles,
de los resquicios ocultos de las prácticas sociales en donde se esconden los
sentidos (Salazar Villava, 1999:6).

Así, en la investigación —que ineludiblemente es intervención— se


diseñarían maquinarias metodológicas ex profeso para cada caso, inca-
paces de preestablecer un punto de llegada para el proceso abierto;
maquinarias como dispositivos que produzcan la visibilidad de ciertos
campos de la experiencia social.
Esta forma de encarar la investigación y la intervención, en el mar-
co de una interacción del investigador con su campo abre, por una
parte como hemos dicho, el espacio para el reconocimiento del otro y
para el vínculo, pero por otra, lanza la experiencia de investigación a la
incertidumbre que supone la ausencia de control del investigador so-
bre su campo.
El presente trabajo pretende dar lugar a los argumentos que hacen
ese juego posible, deseable, transitable.

Hacer visible

Hacer visible constituye una operación imaginaria que contiene, al igual


que la fotografía, algún rastro, como huella, de lo que fue pero que ya
no es (el eso ha sido, de Barthes). Las construcciones que se producen
mediante un dispositivo de intervención, no son ellas mismas lo que ha
sido, sino que lo que ha sido se constituye en su fundamento, en su
sentido abierto al devenir de múltiples significados posibles.
“Hacer ver” es una operación violenta sobre la mirada del otro pero
que no tiene lugar sin la concurrencia de la voluntad de las partes. Es
una operación de significación, de creación de sentido que se soporta
en la posibilidad de abrir espacio para la experiencia heterogénea de
los que han de mirar la realidad de una cierta manera.

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Las máquinas para hacer ver no develan, ponen en marcha opera-


ciones complejas para construir una mirada caleidoscópica, fragmen-
taria y frágil, terriblemente perecedera y móvil. De ahí la metáfora fo-
tográfica con la que se juega desde el epígrafe de este trabajo. En una
fotografía, la imagen que aparece es una mezcla indiscernible de la mira-
da del fotógrafo, la escena fotografiada en su momento y la mirada del
espectador. A ello se añade una yuxtaposición de tiempos precisos, que
representan la condición histórica y perecedera de toda mirada, de toda
escena y de toda expectación. En tanto tiempos sociales y subjetivos,
introducen una forma de ser compleja de toda mirada sobre los proce-
sos sociales, especialmente si consideramos la idea de momento, del sig-
nificado del tiempo transcurriendo y su detenimiento artificial pero efí-
mero hasta en la ilusión de detener, que invoca un contexto singular
para cada perspectiva, pero que no se halla inconexo respecto de los
otros ángulos posibles: el momento del fotógrafo, el momento de la esce-
na, el momento del espectador.
A través del dispositivo de investigación, como en la fotografía, lo
que vemos no es lo que sucede, sino sólo lo que de ello resulta
aprehensible para nuestra mirada. Pero además, una vez retratado,
sometido al dispositivo, lo que sucede ya no es, sino que se precipita al
tiempo pasado, puesto que en su devenir ha continuado en marcha y
en alteración constante. Lo visto entonces es una huella precaria de
algo que sucedió y evidencia la efectividad del acontecimiento, lo evo-
ca sin contenerlo. Mediante la mirada del que investiga-interviene
—hace visible—, se introducen además los elementos de composición,
que comporta una cierta voluntad de saber y de hacer saber. La mirada
del interviniente enmarca desde un cierto ángulo, establece claroscuros
iluminando y ensombreciendo, delimita los linderos de la escena en cues-
tión, releva y desvanece, sin que todas estas operaciones puedan consi-
derarse intencionales explícita y conscientemente. Sin embargo, en su
disposición estratégica, el dispositivo para hacer ver, no es una operación
inspirada en la búsqueda de objetividad del conocimiento sino una ope-
ración de creación de horizontes posibles para lo social, donde los saberes
son expresión de proyecto y por lo tanto su validez no estriba en su
capacidad para el reflejo fiel de la realidad sino en su aptitud para colo-
car una cierta escena frente a la mirada de otros, escena que convoque a
la acción, sea ésta en su forma de reflexión o de movimiento.

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Máquinas

El dispositivo como maquinaria produce una imagen-momento que es


soporte para una operación de significación. Es parte de esa operación al
mismo tiempo que la desborda. Es decir, la construcción de un dispositivo
de investigación-intervención es la acción de articular un conjunto de
estrategias de reflexión, elucidación, exploración y constituye fundamen-
talmente el intento de apertura de espacios de diálogo, diseñados de
manera singular conforme a los interlocutores y las condiciones de posi-
bilidad de ese diálogo, con la intención de que se produzca material
discursivo en circunstancias de mínimo control, con máxima densidad de
contenido y de expresividad, y con participación activa y reconocida de los
sujetos de la investigación.
Esos espacios de diálogo se hallan circunscritos por el investigador
conforme al problema del que trata su trabajo y éste no se limita a la
intervención en campo ni a la producción discursiva de sus sujetos de
investigación. El investigador dialoga además con autores, con colegas,
emprende la búsqueda de materiales e informaciones que considera per-
tinentes, se topa con lo imprevisto, tiene experiencias de su campo. Desde
ese punto de vista, el dispositivo de intervención como tal, es sólo parte
del equipamiento del que se hace para desarrollar su labor.
No obstante, el dispositivo desborda al investigador y sus propósitos,
en la medida en que éste, al propiciar espacios dialógicos de máxima
densidad, participación y expresividad, no puede nunca abarcar la tota-
lidad de lo que produce, ni prever el rumbo que tomará la producción
discursiva singular a la que ha dado lugar, sino que se halla restringido al
esfuerzo de propiciar la mutua inteligibilidad. Su propia posición de
reconocimiento del otro le obliga a un intercambio recíproco y a una
acción de escucha, que al no poner en boca del otro los pronunciamien-
tos esperados, se sorprende y lo sorprende colocando a la reflexividad
deliberante —diría Castoriadis— de ambos interlocutores en el centro de
la acción de investigar. Al producir esta experiencia se reconoce una afec-
ción recíproca como cualidad fundamental en la producción de saberes.
Inventar una maquinaria para producir ese efecto, sobre cuyo conte-
nido y forma nada puede predecirse, es el sentido de la noción de dispo-
sitivo de investigación, que la inscribe en el ámbito de la metodología,
sin referir por ello a una serie de procedimientos secuenciados que pue-
da repetirse, ni que ofrezcan garantía del camino que se dirige hacia un
lugar preciso. Como en el dispositivo foucaultiano, alude a una cierta

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articulación de estrategias, pero en este caso se trata de una máquina


de autor, es decir, a un esfuerzo consciente de articulación estratégica
que persigue las condiciones propicias para la elucidación de algún
aspecto de lo social, a través de la expresión de la experiencia subjetiva.
Por ello el dispositivo sólo puede comprenderse como una produc-
ción local, arraigada a condiciones específicas. La forma concreta que
cada dispositivo asume en sus contenidos, en su duración, en las formas
de la participación dialógica, no pueden generalizarse ni repetirse.
Una construcción metodológica tal puede inspirar o sugerir la crea-
ción de maquinarias parecidas pero en su funcionamiento está implica-
do el peculiar modo de acción e interacción de cada investigador y los
sujetos en particular con los que trabaja. Así, esta posición metodológica
es incapaz de ofrecer garantía alguna sobre el “procedimiento correcto”
o de predecir algún tipo de respuesta.
En la interacción del investigador y los sujetos se produce paulati-
namente una memoria, un aprendizaje y una creación de nuevas ideas
y formas de relación que pertenecen solamente a cada caso en cues-
tión, que constituyen su singularidad. El pasado y lo sucedido en ese
intercambio no son inocuos sino que perfilan las modalidades únicas
de su devenir.
La potencia del dispositivo se halla en su capacidad para dar lugar
tanto a la expresión densa de la experiencia de los sujetos, como a una
modalidad particular de su propia reflexión sobre la misma. No pre-
tende suscitar la relación de los hechos más de lo que pretende provo-
car el posicionamiento evidente en la narrativa, del sujeto frente al
acontecimiento.
Entre los efectos del dispositivo que interesan, no pueden excluirse
las expresiones que no son verbales, pero que son constitutivas del
amplio marco de comunicabilidad e inteligibilidad en el diálogo, en la
interacción.

Invención de la máquina

Como máquinas de visibilidad, hemos dicho que los dispositivos se


integran por una cantidad de elementos y estrategias articuladas. En-
tre ellos se encuentran los instrumentos o herramientas metodológicas
clásicas de la modalidad cualitativa de la investigación, como la obser-
vación participante, la entrevista focal o abierta, la historia de vida, el

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grupo de reflexión, la asamblea comunitaria, la dramatización, pero es-


trictamente, la forma de las acciones que constituyen un dispositivo de
investigación puede tener tantas variantes como la imaginación lo per-
mita, puesto que sus límites están colocados en la interacción subjetiva y
provienen de la disposición de los participantes para involucrarse en las
acciones propuestas e incluso para replantearlas en infinitas variaciones
posibles.
Ello no supone una banalización de los instrumentos metodológicos
con que puede armarse un dispositivo de investigación-intervención.
Por el contrario, supone una reflexión cuidadosa del carácter estratégico
de las acciones a desarrollar, de sus implicaciones éticas y políticas, de las
formas del poder involucradas en los movimientos estratégicos, de la
apertura a lo imprevisto y su capacidad de reaccionar y de la introduc-
ción de elementos insólitos dentro de la maquinaria.
A través de su dispositivo, el investigador inaugura un espacio de
interacción en el que deberá ser capaz de responder a los movimientos
de sus interlocutores en la misma lógica de su estrategia de producción de
saber. No es el investigador quien produce un saber sobre los sujetos de su
investigación sino es la interacción entre él mismo y los sujetos, de los
sujetos entre sí en el marco del dispositivo, quienes producen un saber
sobre sí mismos que ilumina ámbitos de la realidad social a la que están
interrogando. Así, el dispositivo supone la creación colectiva de los saberes
en cuestión y su acción es política por cuanto introduce una iniciativa de
reflexión posible para los actores sociales con quienes trabaja. No extrae
información del campo, sino que introduce al investigador en un campo de
reflexión compartida.
La máquina misma sólo puede ser apreciada en su totalidad cuando
la intervención ha concluido y pueden verse a posteriori los elementos
y sus articulaciones, puesto que el dispositivo como tal permanece en
construcción constante durante la intervención, como un juego de es-
trategia en el que el movimiento del otro da lugar a un nuevo plantea-
miento para la prosecución del juego. Ello demanda poner en juego la
capacidad de improvisar, capacidad que a menudo se confunde con
actuar irreflexivamente con base en ocurrencias del momento. Lejos
de ello, la improvisación supone una reflexión cuidadosa sobre el tra-
yecto recorrido y el momento presente de la intervención, para dar pie
a un movimiento subsiguiente sin romper con la estrategia política y el
posicionamiento ético. La improvisación aquí, como en la ejecución de
un instrumento musical, demanda un dominio suficiente del instru-

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mento y de la partitura como para crear variaciones armoniosas que


no rompen abruptamente con la estructura general de la pieza ejecuta-
da. La idea de dispositivo de investigación e intervención remite así a
una reflexividad constante respecto de lo hecho y por hacer en la in-
vestigación, en donde nunca es bastante lo que ya se había considera-
do en un principio.

Abismos y puentes

Hemos mencionado al inicio el reconocimiento de la condición abis-


mal de la intersubjetividad. Cabe decir que esto significa que el reco-
nocimiento del otro en su diferencia, es decir, del otro como radical-
mente Otro, nos coloca frente al abismo irreductible que constituye al
sujeto como sujeto singular, sujeto de una experiencia única e irrepeti-
ble y en alguna medida intransmisible. Cuando abordamos la expe-
riencia del otro, la abordamos solamente con la mediación que la
comunicabilidad y la inteligibilidad nos permiten. El eje estratégico de
los dispositivos de intervención-investigación se halla constituido por
este esfuerzo de mutua inteligibilidad, que no será nunca absoluta.
Persistirá inevitablemente un ámbito enigmático que en la singulari-
dad elude la comunicabilidad de la experiencia.
Si bien el abismo entre los sujetos en su singularidad es irreductible, los
dispositivos apelan a la creación de ámbitos de experiencia en común,
experiencia de elucidación, a su vez única, pero compartida, que se sostie-
nen a partir de universos de significación compartidos entre el investiga-
dor y los sujetos, dado que participan de algunos códigos en común y que
son inclusive, capaces de crear códigos emanados de la experiencia de
intervención misma. Sin embargo, este intercambio no puede estar desti-
nado al encierro en el campo en el que ocurre la investigación. Su razón
de ser y su destino es la aparición del interlocutor desconocido que tendrá
acceso al resultado elucidativo de ese intercambio.

Dejar abierto: la imagen expuesta

La construcción del dispositivo, en esta sucesión de movimientos, pen-


de de la consideración cuidadosa del sujeto y del contexto en el que
éste y la investigación misma, se encuentran. Allí, las acciones y

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retroacciones que se producen en los intercambios constantes, origi-


nan una cierta elucidación del asunto tratado. Ella constituye una suerte
de imagen del asunto, como la fotografía a la que nos referimos al prin-
cipio, en un sentido metafórico. Esa imagen constituye una apertura,
en la medida en que sea capaz de evocar algo en el espectador, lector,
comunidad científica o académica, que tenga acceso al resultado de la
intervención desarrollada. El último efecto del dispositivo, está consti-
tuido por la entrada de ese tercero en la escena y la colocación de su
propia mirada, su respuesta a una convocatoria para generar sentido
sobre cierto ámbito de la experiencia social contemporánea.
Se trata de una mirada sobre la mirada que han establecido el investi-
gador y los sujetos respecto de la escena en cuestión. Por su colocación,
esta tercera mirada puede establecer, a su vez, sus propias diferencias y
críticas respecto del asunto presentado como resultado de la reflexión
que ha tenido lugar con la participación del investigador y los sujetos.
Puede a su vez producir nuevas impresiones en la mirada de este espec-
tador, pero ante todo, puede convocar, como hemos dicho, a diversas
forma de acción, que supondrían la activación de lo político, de la crea-
ción de lo social, suscitada por la construcción de ese saber específico. Es
allí donde los saberes producidos alcanzan su máxima potencia y valida-
ción. En ese sentido, la afirmación de que “los dispositivos generan los
fenómenos que pretenden observar” adquiere una nueva dimensión,
no como preocupación respecto del conocimiento fallido por la interfe-
rencia que el dispositivo introduciría en el campo de investigación, sino
como estrategia para la acción social y política como forma del conoci-
miento en el campo de la subjetividad.

Bibliografía

Castoriadis, Cornelius (1992), El psicoanálisis, proyecto y elucidación, Ediciones Nueva


Visión, Argentina.
Foucault, Michel (1978), Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, Siglo XXI
Editores, México.
Mier Garza, Raymundo (2000), “Certeza de la ceguera”, Revista Fractal, núm. 15,
octubre-diciembre, vol. 4.
Salazar Villava, Claudia Mónica (1999), “Dispositivos e implicación”, inédito, México.

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