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DESAFIOS E IMPLICANCIAS EN LA IMPLEMENTACION DEL CURRICULO NACIONAL

Mediante RM N° El Ministerio de Educación oficializó el nuevo currículo nacional de la


Educación Básica cuya implementación se inició de manera parcial el presente año en
algunas instituciones educativas focalizadas y a partir del 2018 su aplicación será
obligatoria para todas las instituciones y programas educativos, públicos y privados, de
todo el Perú.

La nueva currícula tiene una orientación que apunta a forjar un ser que vaya acorde con
los cambios sociales y tecnológicos. El magisterio nacional, el docente en particular, se
encuentra en una nueva encrucijada, en un desafío crucial y vital para la sociedad
peruana en el sentido de que tiene la misión de construir una base democrática real con
ciudadanos conscientes de su deber de transformar el mundo y la realidad tan disímil y
conflictiva a partir de su práctica docente cotidiana. Pero cristalizar esta misión ante un
Estado indiferente frente a las necesidades y reclamos ciudadanos por um mejor trato en
las entidades públicas, por un trato justo con los pueblos indígenas; por el Los insumos
teóricos que nos proporciona la nueva currícula nos habla de cambios sociales,
ideológicos, tecnológicos en el mundo contemporáneo que ha perfilado un nuevo
sujeto educativo que debe enfrentar un mundo en constante devenir material. Así pues,
en el documento curricular (Currículo Nacional de la Educación Básica, 2016) se lee, en
el capítulo I, Retos para la educación básica y perfil de egreso:

el sistema educativo se encuentra con que es otra la ciudadanía de


nuestros días, con una importante ampliación de los derechos de
las personas, con criterios de inclusión, justicia y de equidad en
una sociedad diversa como la nuestra. Por otro lado, se acepta
que la jerarquía de los valores es una decisión libre e individual
orientada a la búsqueda de la propia felicidad, pero que precisa
ser contextualizada en los límites que plantea el respeto a los
principios y valores que sustentan el modelo democrático de
sociedad.

El documento curricular reconoce la urgencia de cambios sociales y por ende, explica la


necesidad de una práctica docente distinta acorde a los nuevos requerimientos del
contexto actual. Sin embargo, resulta contradictorio y paradójico cuando los mismos
estamentos estatales que implementan diseños curriculares o reformas estructurales en
los sistemas de evaluación del desempeño docente, sean los protagonistas o partícipes
de un Estado que se caracteriza por su indiferencia ante problemas sociales o el
abandono implícito en su lucha contra la corrupción al más alto nivel que nace
justamente en las esferas de los gobiernos central, regional y local; o en la falta de una
firme decisión para regular los espacios televisivos que propalan temas banales
“formando” una juventud carente de sueños o ideales; o tal vez, una responsabilidad en
el retardo para impartir justicia en los ámbitos jurisdiccionales. A ello hay que agregar la
indiferencia por el respeto a los derechos humanos y su total incumplimiento; la falta de
protección al medio ambiente y la ausencia de una regulación normativa para cada vez
más pueblos sean víctimas de los daños que produce la minería y otras actividades
industriales. En fin, hablamos de un Estado burocrático con alta dosis de clientelismo
político y con funcionarios sin capacidad de gestión. Esta es la realidad peruana. Y ante
ello el maestro peruano tendrá que lidiar en su práctica diaria tratando de moldear un
nuevo sujeto social con perspectiva de cambio; tendrá que adecuar su práctica docente
para forjar lo que el documento curricular plantea:

El estudiante actúa en la sociedad promoviendo la democracia


como forma de gobierno y como un modo de convivencia social;
también, la defensa y el respeto a los derechos humanos y deberes
ciudadanos. Reflexiona críticamente sobre el rol que cumple cada
persona en la sociedad y aplica en su vida los conocimientos
vinculados al civismo, referidos al funcionamiento de las
instituciones, las leyes y los procedimientos de la vida política.

No obstante, para conseguir ese prototipo de ciudadano se requiere: un Estado


principista y respetuoso de los derechos humanos, dispuesto a forjar una sociedad
principista, sin impunidad para los que delinquen sea cual fuere los motivos que le
impulsaron. A propósito, recientemente, el Poder Judicial ha declarado que la masacre
de los penales El Frontón y Lurigancho perpetrados el año 1987 constituyen delitos de
lesa humanidad y, por ende, son imprescriptibles. Un claro ejemplo de honestidad
moral y jurídica que contradicen hechos lamentables como los posibles indultos a exjefes
de Estado, los indultos otorgados a narcotraficantes, el financiamiento desconocido a las
campañas electorales de los partidos políticos, etc. De otro lado, se requiere un Estado
que otorgue prioridad a los sectores Salud y Educación. Este es un anhelo de todos. Un
claro de ejemplo lo tenemos en el país caribeño de Cuba donde la niñez se ve
favorecida por políticas públicas cuya preocupación principal es su salud física y mental;
y en segundo término, la formación educativa es preocupación vital para los
funcionarios caribeños.
Para finalizar, debemos sostener y reiterar que el docente tiene una tarea ardua para
formar el tipo de estudiante con los pretendidos valores democráticos que el diseño
curricular hace mención. Sin embargo, la sociedad peruana se mueve intermitentemente
en el vaivén de los escándalos políticos como el caso de mega corrupción de la empresa
Odebrecht que ha sacudido los cimientos del Estado y compromete seriamente no sólo
la figura de exjefes de Estado sino también a todo un sistema político basado en la
llamada “partidocracia”. Si esta realidad no cambia, el nuevo ciudadano tendrá pocas
chances para desenvolverse en un ambiente de salud moral.

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