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BREVIARIO

MULTIDISCIPLINARIO
SOBRE EL FENÓMENO
RELIGIOSO

Homenaje a Francisco Javier Fernández Vallina


Galardonado con la Medalla Mircea Eliade 2017

Boris Briones Soto · Stefanie Butendieck Hijerra


Cremildo António Cau · Andrea Monsálvez Opazo
(Editores)
Consejo Latinoamericano Conselho Latino-americano
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CONOCIMIENTO ABIERTO, CONOCIMIENTO LIBRE.

Primera edición
Breviario multidisciplinario sobre el fenómeno religioso
(Buenos Aires: CLACSO, febrero de 2019)

ISBN 978-987-722-404-7
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Estudiar las religiones desde América Latina
Boris Briones Soto 1

El fenómeno religioso ha estado presente a lo largo de la


historia de la humanidad en distintas formas. En algunos casos, los
investigadores pasamos el tiempo discutiendo si en los aspectos más
primitivos del desarrollo del ser humano, existieron prácticas que
puedan ser denominadas como religiosas o, en último caso,
espirituales.
También pasamos gran parte del tiempo en el debate teórico
sobre las diferencias entre espiritualidad y religión, los recovecos
históricos y las diferentes técnicas metodológicas nos llevan a
variados resultados. La psicología tendrá una posición distinta a la
histórica, así como la neurología estudiará la religión desde una óptica
distinta a la filológica. Esto no quiere decir que las disciplinas que
estudian las religiones sean enemigas, quizás algunas sean distantes,
pero apuntan al mismo objetivo: el desarrollo de un estudio
multidisciplinario y no confesional.
Me detengo en este punto de la no confesionalidad de nuestras
disciplinas. Queremos argumentar que nuestro enfoque de estudio no
busca dar credibilidad a ciertas prácticas religiosas, ni mucho menos
comprobar mediante la ciencia la existencia de algunas divinidades o
espíritus; lo que evidentemente sería infructuoso. La fe es un asunto
que concierne a los creyentes, quienes incluso en ocasiones son piezas
fundamentales de nuestras investigaciones.
El estudio no confesional quiere decir que el investigador se
inserta en una imparcialidad dogmática frente al problema de
investigación. No importa si es creyente o no, eso está en el plano de
su vida personal. Lo que sí importa, es que su metodología sea propia
de las disciplinas humanas o sociales que estudian el ámbito de la
religión y que no provengan de áreas confesionales que consideran
como hechos históricos las verdades reveladas por medios divinos.
Podemos coincidir de la siguiente forma: un estudioso
confesional indagará en los evangelios bajo la mirada cristiana, los
considerará una verdad entregada mediante inspiración divina,
manifestada mediante el espíritu santo y plasmada en los textos que
hoy recibimos en el Nuevo Testamento, motivo por el cual intentará
escribir para regir la vida de otros bajo esa perspectiva, incluso a modo
de evangelización moderna. Por otra parte, el investigador no

1 Presidente y fundador Sociedad Chilena de Ciencias de las Religiones

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confesional no aceptará como verdad absoluta estos textos; los
cuestionará. Indagará en sus orígenes, en sus causas, en sus
consecuencias y en su problemática. Buscará conocer el contexto
histórico en el que fueron escritos y mediante esto, mejorar el
conocimiento que tenemos de dichos documentos. No tendrá
problema si su investigación llega a tal punto de cuestionar la
veracidad de sus creencias personales, porque se mueve en el ámbito
teórico y metodológico no confesional, sabe separar sus creencias
personales de sus investigaciones, no es un apologeta.
En la actualidad el estudio del fenómeno religioso en América
Latina está entrando en una nueva etapa. Durante el siglo XX diversos
antropólogos americanistas comenzaron a trazar nuevas líneas de
investigación que aportaron a la discusión teórica y metodológica
sobre las religiones del mundo, principalmente pusieron su foco de
atención en las creencias de los pueblos originarios, los que hasta ese
momento habían sido abordados desde concepciones
mayoritariamente dogmáticas. El conocimiento trascendió fronteras
académicas y se instaló en la historia, aunque con el recelo propio que
dan los historiadores más tradicionales que se niegan a ponerle
apellido a la disciplina; quienes dicen que historia es simplemente
historia, que todo es historia y que la historia de las religiones, tal
como la historia económica, es solo historia y no debe llevar un
apellido.
Latinoamérica se enfrenta en la actualidad ante un desafío
académico de importancia global: promover el estudio del fenómeno
religioso no confesional y lidiar con los detractores. En esta primera
etapa debemos dar a conocer el estudio de las religiones, explicar
detalladamente en qué consiste, hacer notar cuáles son las diferencias
frente a las opciones confesionales y difundir entre los estudiantes y
académicos nuestras líneas de investigación. Si incentivamos a las
nuevas generaciones en esta área, en un par de décadas seremos
imparables.
Lidiar con los detractores implica varios aspectos, no me
refiero a un enfrentamiento político-social, sino de la razón y el
conocimiento. Evidentemente como en todo aspecto de la religión,
habrá un sinnúmero de detractores, por una parte los creyentes de las
religiones que defienden la visión y estudio confesional, negándose a
que personas externas puedan estudiar e interpretar sus creencias. El
otro lado son algunos “activistas” ateos, que se negarán y burlarán de
las religiones, suelen aparecer con una imaginaria superioridad moral

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e intelectual, miran a los creyentes como seres inferiores y se
consideran en la cúspide del conocimiento por no creer en una
determinada fe. También se presentan en el ámbito del estudio de las
religiones, ¿cuántas veces he oído cuestionamientos en torno al
concepto de ciencias de las religiones? Ya perdí la cuenta. Debemos
entender que en ningún caso estamos diciendo que la religión sea una
ciencia, el concepto de ciencias de las religiones alude a que mediante
diferentes disciplinas de carácter científico, los investigadores se
aproximan al estudio y comprensión del fenómeno religioso. Se utiliza
el vocablo ciencia por su amplitud como rama del saber humano y
conjunto de conocimientos sobre una determinada cuestión. No es un
oxímoron como nos quieren obligar a creer algunos bromistas de las
redes sociales.
En el siglo XIX Émile Burnouf propugnaba en su texto «La
science des religions», que una de las condiciones esenciales de la
disciplina, es la de no admitir los hechos hasta que son discutidos y
sometidos a una crítica severa. Una de sus frases más conocidas reza:
«toda ciencia y la de las religiones más que las otras, requiere un
espíritu libre y desprendido de ideas preconcebidas». Las ciencias de
las religiones son por esencia estudios interdisciplinarios, requieren
constante diálogo con otros saberes, la filología le pregunta
cotidianamente a la historia, la psicología dialoga con la filosofía, la
antropología discute con la fenomenología, etc. Solo así se construye
el conocimiento científico religioso no confesional.
El futuro académico en materia religiosa en toda América
Latina está frente a un importante desafío: difundir y promover el
conocimiento de las ciencias de las religiones. Muchos más se
sumarán en el camino, pero debemos entender de igual modo la
responsabilidad social que conlleva estudiar las creencias; en primer
lugar el respeto por el otro, recordemos que los creyentes de
determinadas religiones son nuestros contemporáneos, por lo que
nuestra investigación puede tener incidencia en ellos. La cautela y
prudencia son fundamentales.
El investigador y el académico universitario tienen también un
rol social, deben cumplir con difundir sus investigaciones más allá de
las paredes de un congreso de la especialidad. Tenemos que aprender
a simplificar el lenguaje técnico para llevar el conocimiento a la
ciudadanía, todos quienes nos rodean tienen derecho e interés en
conocer aspectos de la religión que muchas veces han sido omitidos y
no estudiados. Recomiendo que hagan el ejercicio de dictar una

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conferencia para todo público (pensando en el no especializado) y se
darán cuenta de la cantidad de personas que llegan al auditorio. Todos
con el ánimo indagatorio propio del querer saber. Quizás ya todos han
leído el Nuevo Testamento, pero se han preguntado ustedes –los
investigadores– ¿cuántos quieren saber cómo y cuándo se escribió?
Muchos nos quejamos de los pseudoinvestigadores que aparecen a
menudo en televisión, o de los documentales sobre religiones
abordados desde una mirada sesgada o poco rigurosa, pero la
pregunta es ¿qué estamos haciendo frente a eso? Llevemos nuestra
disciplina a las personas comunes y corrientes, estaremos aportando
a que se encienda en ellos la chispa del conocimiento, despertarán
cuestionamientos que antes eran impensados, sobre temas ya
conocidos de una determinada fe, ayudaremos a terminar con ciertos
tabúes y a formar ciudadanos con una mirada más global y menos
encausada por los prejuicios. Nuestra bandera de lucha también ha de
ser contra el fundamentalismo religioso y contra el engaño.
Poco a poco las universidades latinoamericanas comenzarán a
abrir espacios y cátedras especializadas en ciencias de las religiones,
dentro de los planes de estudio de licenciaturas en historia,
antropología, filosofía, sociología, psicología y muchas otras.
Vemos un futuro con mucho trabajo por delante, pero del que
queremos formar parte y ante el que estamos dispuestos a dar lo mejor
de nosotros, no solo como investigadores, sino como personas.

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