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I.

La Familia

Quizá hoy día ya no se ve a la familia en muchos de sus aspectos, en como lo fue

en los tiempos bíblicos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Es por

eso que es importante analizar las funciones y como se ha expresado la familia en

cada uno de estos tiempos de su historia (Maldonado; 2002. 12).

A. La familia en el Antiguo Testamento

En lo que refiere a una transición cultural en el Antiguo Testamento

encontramos diferentes expresiones de lo que era la familia en ese largo

periodo de formación del pueblo hebreo. En todo ese tiempo fueron muchos

los cambios que se han dado en cuanto a la familia. Vemos a Abraham que

llevó prácticamente una vida nómada. Luego de que sus descendientes se

establecieron en Canaán, se dedicaron a la construcción de ciudades, y

comenzaron a interrelacionarse con la población de aquella región. Al

principio fueron dirigidos por jueces, luego optaron por tener reyes que los

gobernaran, experimentando gran prosperidad, pero al mismo tiempo fueron

sometidos a trabajos forzados, empezaron a pagar impuestos, y hubo gran

diferencia entre ricos y pobres. Así, la familia ha ido sufriendo cambios a lo

largo de esos años, llegando incluso a la separación de los reinos, y a la

invasión de imperios como Siria, Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y

Roma, a los cuales fueron sometidos y marcaron huellas profundas,

introduciendo grandes cambios en la vida familiar del pueblo de Israel

(Maldonado; 2002. 14).

Pero, hablando de lo que refiere a las funciones de la familia en el Antiguo

Testamento, es necesario mencionar que la educación era uno de los aspectos


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más resaltantes de la época, ya que recibieron mandato directo de Dios

(Yahveh), de un sistema de enseñanza a los hijos sobre las prácticas religiosas

y la vida en comunidad (Ex 12:1-28; 20:12-17). Tal es así que se puede

apreciar que el hogar ha sido desde el principio de los tiempos, la institución

encargada de brindar la educación. Desde ese punto de vista se deduce que el

plan de Dios en cuanto a la educación del pueblo hebreo, era que comenzara

dentro del seno familiar. (Armstrong; 2007. 13,14).

B. La familia en el Nuevo Testamento

El secreto de una buena vida familiar es simplemente éste: Cultivar la relación

de una familia con Jesús. Comenzamos con una consideración del Orden

Divino. Pero el Orden Divino solamente no es suficiente. A medida que el

Orden de Dios comienza a modelar la forma exterior de una vida familiar, se

le debe dar un mayor influjo a la presencia de Jesús para que transforme la

vida interior. La fe cristiana es una relación personal con Jesús (Christenson;

2008. 153).

Por esta razón el punto de partida para la familia cristiana es Cristo. Cada

miembro de la familia en su propio nivel de comprensión y de apropiación,

necesita experimentar el perdón, el amor y la aceptación que Dios ofrece en

Cristo. Cada uno debe conocer a Jesús como el salvador de la familia. La

Biblia no pone en duda que aún los niños pequeños pueden tener acceso a

esta experiencia. Jesús habló de un niño “como uno de estos pequeños que

creen en mi” (Mt 18:6). (Mateo 18: 6). El pasaje paralelo en Marcos indica

que el niño era lo suficientemente pequeño como para sea sostenido en los

brazos de Jesús (Marcos 9:36). Cuando el apóstol Pablo se dirige a los


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"santos" en Éfeso y en Colosas (Efesios 1: 1; Colosenses 1:2), claramente

incluye a los niños, pues se dirige a ellos directamente más tarde en la carta,

aconsejándoles que obedezcan sus padres en el Señor (Efesios 6: 1-3;

Colosenses 3: 20). Solo para el creyente es posible hacer algo en el Señor

(Christenson; 2008. 68).

Por otro lado también encontramos recomendaciones del apóstol Pablo acerca

de la vocación de un padre. Se encuentra en una sencilla declaración de los

escritos del apóstol de Éfeso: "No provoquéis a ira a vuestros hijos, sino

criadlos en disciplina y amonestación del Señor" (Efesios 6: 4). De esta

manera resume el apóstol el Orden de Dios para los Padres bajo el aspecto de

tres mandamientos básicos: Ama, Disciplina, Enseña (Christenson; 2008.

162,163).

II. Algunas responsabilidad de los padres hacia los hijos

A. El amor a los hijos

El amor es un ingrediente fundamental en la familia, y los hijos son quienes

más lo necesitan. Mientras los niños van creciendo, conforme a la edad tienen,

sus necesidades van cambiando, sin embargo, el amor, que es el motor

principal de toda relación familiar, nunca debe cambiar (Miranda; 1995. 12)

Los padres deben ser conscientes de que los hijos son un regalo y una

bendición de que Dios les ha dado (Salmo 127:3-5). Esto debe ser la razón

más poderosa por la que los padres deben amar a sus hijos, convirtiéndose así

en la prioridad fundamental de los padres, el de “rodearlos con todo el cariño

posible”. Entonces, a medida que van creciendo y recibiendo amor, también

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están aprendiendo a ser cariñosos, afectuosos, y con una firme confianza y

amor por ellos (Giles; 2010. 218: Miranda; 1995. 12).

W. Miranda (1995) en la Revista “El hogar cristiano” dice lo siguiente:

En el hogar, la única cualidad que debe permanecer solida a lo largo de los


años, es el amor. Los niños preescolares y escolares reciben un amor interno. En
la adolescencia y en la juventud se requiere de un amor paciente, tolerante y de
consejo sabio continuo, mientras que en la edad adulta será un amor de amistad
profunda y entrañable (pág. 12).

B. La disciplina de los hijos

La disciplina es otro factor importante, en cuanto formación de los hijos. La

disciplina ayuda que los hijos aprendan a respetar la autoridad de sus padres, a

otras autoridades y aún a todo su entorno social (Giles; 2010. 219).

En este sentido surge un problema en cuanto a cómo disciplinar a los hijos, y

es porque mucho se habla respecto de si es bueno a no aplicar castigo físico

para la disciplina de los hijos. La Biblia dice en Proverbios 13:24 que “No

corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo” (NVI), y esto ha

producido mucha confusión en padres de la forma de disciplinarlos. Sin

embargo, Proverbios da una extensión a la primera expresión leída diciendo

en 19:18 “Corrige a tu hijo mientras haya esperanza, pero no se exceda tu

alma para destruirlo”. Aunque hoy día se habla mucho de derechos humanos y

de evitar completamente el castigo físico a los hijos, la Biblia es clara en sus

enseñanzas, incluso hace hincapié al “uso de la vara o la correa para

disciplinar”, pero entendemos que el castigo no debe ser de forma abusiva y

sin descontrol, sino con la intensión de que el niño entienda y comprenda el

motivo de esa disciplina. En todo esto debemos recordar que la Biblia enseña

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también que los padres “no deben provocar a ira a los hijos, sino criarlos en

disciplina y amonestación del Señor” (Ef 6:4). (Ibíd.).

Guillermo Hoff (2003) describe la disciplina de la siguiente manera;

“Una razón bíblica para la disciplina y el entrenamiento de los niños es que son
pecadores, siendo desde la infancia egoístas. Para el infante romper en lloriqueos a
su necesidad física es algo natural, pero cuando tenga unos añitos y lo haga para
desafiar a los padres, es otra cosa. Es el mismo ego pero en búsqueda de sus
límites; hasta donde los padres lo permiten correr. Los padres tienen de Dios el
encargo de dirigir a estos pequeños (comenzando cuando sí son pequeños) hacia el
buen camino, evitando que anden desordenadamente hacia el otro extremo, la
perdición” (pág. 112).

C. La educación de los hijos

Otra responsabilidad muy importante de los padres es la educación de los

hijos. Por esta razón, Dios mismo estableció que la familia sea la institución

fundamental encargada de la educación. Así fue que en la cultura hebrea los

hijos llegaron a ocupar un lugar muy importante (Sal 127; 128), de modo que

su educación debía hacerse de manera correcta, conforme a lo que Dios

mismo había dictado. Y, teniendo en cuenta que en ese tiempo no habían

maestros o personas preparadas específicamente para la educación, eran los

padres los encargados de cumplir esa tarea, cuyo fin siempre fue la de

transmitir la herencia, cultural, también la formación ética, y por sobre todo

religiosa, de tal modo que los hijos no se aparataran de los caminos de Dios y

le rindan adoración (Armstrong. 14, 16).

Hoy día existen grandes centros educativos, escuelas públicas y privadas que

cumplen la tarea educativa del niño, sin embargo, con esto no debe

considerarse que la responsabilidad de los padres ha disminuido. En los

centros de estudios los niños recibirán educación intelectual, formación

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profesional, etc. y los padres tienen también la obligación de que sean

formados en estas áreas. Pero, los valores que deben ser transmitidos en el

hogar, nunca serán reemplazados por otra institución que no sea la familia.

Los primeros responsables de la educación de sus hijos son los padres. Es en

el hogar, “donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio

desinteresado son norma”. No existe otro lugar más apropiado para

transmisión de valores. Es de gran responsabilidad de los padres dar buenos

ejemplos a sus hijos, enseñándoles valores que le sirvan aún cuando lleguen a

la edad adulta (Pr 22:6) (Giles; 2010. 219: Catecismo de la Iglesia Católica

[En línea] Noviembre 2012).

D. La formación espiritual del niño

En toda cultura, cualquiera sea la creencia, la educación religiosa es

fundamental. Es por eso, que por sobre todo, el más importante de todas las

instrucciones que el niño pueda recibir, es la formación espiritual, centrado en

el amor de Dios y la fe en Jesucristo, sin la cual, los puntos anteriores no

podrán ser cumplidos a cabalidad. Son los padres, los que deben dar la

iniciativa en cuanto a la educación cristiana de los hijos. La formación

espiritual no es solamente enviar a los hijos cada domingo a la Escuela

Dominical, sino que es en el hogar donde debe comenzar, siendo ejemplos los

padres, a fin de guiarlos tomar su decisión por Cristo. Además, deben estar

pendientes de lo que se está enseñando a sus hijos. Deben colaborar con la

iglesia, enseñando a sus hijos acerca de la Biblia, el hábito de la lectura y las

verdades del cristianismo. La presencia del Espíritu Santo es fundamental en

el hogar, porque por el los padres serán guiados en el cuidado, la educación y


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la formación de sus hijos, de tal modo que se pueda cumplir los propósitos de

Dios para toda familia (Miranda; 1995. 13: Giles; 2012. 218).

III. Algunas responsabilidad de los hijos hacia los padres

A. Obediencia a los padres

Se ha oído decir muchas veces que mientras un hijo viva bajo el techo de la

casa de sus padres, le debe respeto y obediencia. Y esto es justo. El hijo debe

obedecer a todo lo que estos dispongan para su bien o el de la familia, por eso

la Palabra de Dios ordena a los hijos a obedecer a sus padres, porque eso es lo

que a Dios le agrada (Col 3:20; Ef. 6:1). Los hijos deben obedecer también

las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes

sus padres los han confiado.

B. El respeto hacia los padres

El respeto de los hijos, hacia su padre y su madre, se nutre del afecto natural

nacido del vínculo que los une. El respeto está hecho de gratitud para quienes,

mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo

y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia (Lc. 2:52). Los

hijos deben expresarse con mansedumbre y obediencia verdaderas,

comprendiendo que la disciplina de los padres es por su propio bien, ya que

son ellos quienes cuidan y velan por él día y noche (Pr 6:20-22). El hijo debe

amar y no despreciar cuando se le indica su error y se le corrige. (Pr 13:1).

Estos son señales de respeto de los hijos hacia los padres. Los hijos tienen la

responsabilidad de respetar a sus padres, aún cuando sean imperfectos (He

12:9-10) y aún cuando se equivoquen (1 Ti 5:1-2) (Catecismo de la Iglesia

Católica [En línea] Noviembre 2012).


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Aún cuando sean mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres.

Deben prever sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus

amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la

independencia de los hijos, pero no el respeto que permanece para siempre.

Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu

Santo. (Ibíd.)

C. El honrar a padre y madre

La Biblia menciona la importancia de honrar a los padres. Resalta la

importancia del honor, que abarca; respeto, sumisión, obediencia, amor y

también proveer a los padres ancianos. En tiempos de Jesús había castigo

severo para aquellos que maltrataban a sus padres, o para aquellos que no

cumplían sus responsabilidades con los padres ancianos (Mr 7:11-13). Entre

los judíos había una reverencia para el patriarca de la familia. Hoy día el

cuidado de los ancianos es un tema candente. Hay muchos que abandonan a

sus padres. Otros los llevan a su casa a vivir hasta su muerte. El amor de los

hijos hacia los padres se manifiesta en la obediencia cuando los hijos

pequeños, durante la adolescencia y la juventud. Este amor se expresa en

escuchar consejos y el dialogar con los hijos adultos como socios. Es hermoso

ver una relación de respeto y confianza entre padres e hijos, lo cual es fruto de

la obediencia a los mandamientos de la Palabra de Dios (Giles: 2010. 231).

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Conclusión

No ha sido un trabajo investigativo exhaustivo en cuanto al tema que se ha desarrollado,

sin embargo, hemos podido ver que el seno familiar, que sus orígenes ha sido el corazón

de Dios mismo, y ha sido Él mismo el que se ha “preocupado” por la educación de su

pueblo. Ya en el Antiguo Testamento podemos apreciar las ordenanzas de Dios en cuanto

a educación se trata, ya sea religiosa, y/o cultural y en cuanto a las relaciones personales

dentro de la comunidad de fe.

Así también es admirable entender que los propósitos de Dios para la familia no han

cambiado. Siempre su voluntad ha sido que su pueblo tenga una relación especial con

Él, y así también l exigencia en el N.T. es la relación dentro del grupo familiar, instando

tanto a padres e hijos a llevar una vida conforme a los mandamientos que recibimos por

medio de las Escrituras.

Finalmente se puede concluir que cualquier sistema que esté fuera del contexto de las

ordenanzas divinas, está faltando a la ética de toda familia cristiana.

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Bibliografía

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Grand Rapids, Michigan USA. Casa Bautista de Publicaciones.

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MIRANDA, W. (1995) Cinco pautas sobre la responsabilidad de los padres.

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