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Introducción
1
Cf. J. L. BASTERO DE ELEIZALDE, María, Madre del Redentor, Universidad de Navarra, Pamplona
1995, 250; C. POZO, María, Nueva Eva, BAC, Madrid 2005, 187.
1
tener, entre sus estructuras espirituales, entre lo más íntimo, lo más propio y
apreciado, una dimensión mariana2.
Por eso, “en la perícopa del Calvario, [San] Juan, que personifica a los
creyentes, acoge a María como cosa propia y específica del discípulo, abriéndose
a una perspectiva de maternidad eclesial”3.
El contenido espiritual de esta página evangélica justifica el objetivo de la
presente reflexión, en la cual, partiendo de la firme convicción de que, por
voluntad expresa del Salvador, la Santísima Virgen María ocupa un puesto
cardinal en la espiritualidad cristiana, queremos ahora profundizar sobre la
Madre de Dios como modelo de espiritualidad, pero particularmente, según la
expresión del Papa Paulo VI, “[…] como ejemplo de la actitud espiritual con que
la Iglesia celebra y vive los divinos misterios”4.
Para tal efecto, procederé de acuerdo con el siguiente esquema (cuyos
primeros cuatro puntos quieren ser la clarificación de algunos conceptos
fundamentales que permitan una mejor comprensión del tema central):
1. Espiritualidad cristiana
2
C. POZO, Op. Cit., 250.
3
M. PONCE CUÉLLAR, María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, Herder, Barcelona 1996, 166.
4
PAULO VI, Exhortación apostólica Marialis Cultus, núm. 16, en: AAS 66 (1974).
2
acentuaciones y sistematizaciones que corresponden en cada caso a la vocación y
a los dones recibidos por el individuo [o grupo eclesial] 5. Así por ejemplo, existe
espiritualidad laical, espiritualidad matrimonial, espiritualidad de la vida
religiosa, espiritualidad sacerdotal, espiritualidad litúrgica, espiritualidad
mariana, etc.
5
G. GRESHAKE, Ser sacerdote hoy. Teología, praxis pastoral y espiritualidad, Sígueme, Salamanca
2003, 348.
6
J. J. FLORES, Traducir en la vida el misterio pascual. Apuntes para una espiritualidad litúrgica,
Paulinas, Madrid 1992, 11.
7
CONCILIO VATICANO II, Constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium, núm. 12.
8
C. JEAN-NESMY, Espiritualidad del año litúrgico, Herder, Barcelona 1965, 18.
9
Catecismo de la Iglesia católica, núm. 1069.
10
Sacrosanctum Concilium, núm. 10.
3
3. La espiritualidad litúrgica
11
S. MARSILI, “Principi di spiritualità liturgica”, en: I segni del mistero di Cristo. Teologia liturgica dei
sacramenti, Roma 1987, 505.
12
B. NEUNHEUSER, “Spiritualità liturgica”, en: Nuovo Dizionario di liturgia, Paoline, Milano 1983,
1337-1338.
4
4. Significado y rasgos esenciales de la espiritualidad mariana
13
JUAN PABLO II, Carta encíclia Redemptoris Mater, 42, en: AAS 79 (1987).
14
J. L. BASTERO, Op. Cit., 21.
15
S. DE FIORES, “María” en Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Paulinas, Madrid 1991, 1173.
16
Cf. Íbid., 1161.
5
5. María, modelo de espiritualidad litúrgica
17
CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, 54.
18
S. AMBROSIO DE MILÁN, Hom. in Lc 26.
6
La expresión: “Feliz aquella que ha creído” (Lc 1,45), con la que Isabel se
dirige a María en el momento de la visitación, puede resumir la actitud interior
más profunda de la virgen como creyente.
“De hecho, es propiamente en la luminosa oscuridad de la fe, cuando la
Virgen hace su primera aparición en el Evangelio, en el momento de la
anunciación, en el cual es invitada por Dios a pronunciar aquel fiat que la colocó
en el camino de la voluntad divina, la cual se encargará de trazar para ella un
camino hecho de abandono, de confianza, de dedicación y de colaboración al
designio de salvación”19.
Este acto de obediencia de la fe, “[...] por ser total y sin reservas,
comportaba, de parte de María, el ‘pleno obsequio del intelecto y de la voluntad’
(Dei Verbum 5). Tal era el significado de su fiat, que brotó desde lo profundo del
corazón […] con toda la riqueza de su interioridad y oblatividad”20.
De esta obediencia de la fe, de este fiat de la Virgen María, es necesario
aprender, a fin de vivir la liturgia en esta misma dinámica de fe y con la
confianza frente a Dios que interpela nuestra fe en la celebración de los misterios
santos.
19
L. GAMBERO, “Itinerario di fede della Madre del Signore (RM 12-19)”, en: Seminarium 1987/ 4, 501.
20
Ídem.
21
SAN AGUSTÍN, Sermón 215, 4: PL 38, 1074.
7
Esta estrecha vinculación de María con la Trinidad es cantada por la
piedad popular a través de epítetos engalanados con una noble simplicidad, pero
al mismo tiempo, con profundo significado teológico: “Hija de Dios Padre,
Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo; Templo, Trono y Sagrario
de la Santísima Trinidad”.
“Dado que la estructura teológica fundamental de la vida cristiana, de la
‘vida en el Espíritu’, está constituida por la participación ad extra en el
dinamismo trinitario[…]”22, entonces, a la escucha de María es posible aprender
a vivir cada celebración litúrgica como un momento privilegiado para
profundizar en la intimidad con cada una de las Personas de la Santísima
Trinidad.
22
L. M. PÉREZ RAYGOZA, Servidor y testigo del Espíritu: identidad y misión del padre espiritual de los
candidatos al sacerdocio, SEMARO, México 2006, 169.
23
L. GAMBERO, “La spiritualità mariana nella vita del cristiano alla luce della Redemptoris Mater”, en:
Marianum 51 (1989), 251.
8
un espejo cristalino de la acción del Espíritu en su alma y de los frutos que la
acción de este Espíritu genera en los creyentes dóciles a su acción.
Por eso, a la luz del ejemplo de la Madre de Dios, es posible aprender las
actitudes interiores necesarias para que, por la apertura a la gracia divina, la
participación en los sagrados misterios ayude al creyente a vivir según el
Espíritu, lo transforme cada vez más según el modelo de Cristo y haga siempre
más evidente su ser “templo vivo del Espíritu Santo”.
24
J. CASTELLANO, “(Beata) Vergine María”, en: Nuovo Dizionario di liturgia, Paoline, Milano 1993,
1471.
25
Instrucción general para el uso del Misal Romano, núm. 9.
26
CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la divina revelación Dei Verbum, núm. 21.
9
Desde la anunciación hasta Pentecostés, María aparece íntegramente
dedicada a Dios y dedicada a los hombres, como “virgen oferente”. Esta realidad
se hace patente de modo particular en el fiat de la anunciación (Lc 1,38), en la
presentación de Jesús en el templo (Lc 2,22-35) y en el Calvario (Jn 19,25-27).
Es precisamente en el Calvario donde el fiat pronunciado en la
anunciación alcanza su culminación, pues ahí María ofrece a Jesús y se ofrece a sí
misma, juntamente con la ofrenda de su Hijo, al Padre por la redención del
género humano:
27
Lumen Gentium, 58.
28
JUAN PABLO II, Carta encíclica Redemptoris Mater, 24.
10
1) En las celebraciones mismas, realizadas con el máximo respeto por el
espíritu y el modo concretos con los cuales la Iglesia desea que se celebren; modo
que se expresa en las normas litúrgicas, cuyo contenido teológico manifiesta
aquello que la Iglesia cree respecto al misterio celebrado.
2) En la inamovible convicción de que es sólo en la Iglesia, como misterio
de comunión trinitaria en tensión misionera, en donde se manifiesta toda
identidad cristiana.
A la luz de María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, aprendemos
que:
[…] La liturgia viene a ser la fuente y el alma de una espiritualidad que, además
de evitar el peligro de un intimismo y de un individualismo exasperados, anda a
la búsqueda de una relación con Dios que comprenda en un único vínculo de
solidaridad la relación con los hermanos y con toda la realidad creada”29.
29
E. RUFFINI, “Celebración litúrgica”, en: Nuevo Diccionario de espiritualidad, Paulinas Madrid, 1991,
212.
30
J. CASTELLANO, Op. Cit., 1471.
11
los misterios celebrados, “guardándolos” también nosotros, en los espacios más
íntimos de nuestro ser y “meditándolos en el corazón”.
[…] También en su acción apostólica la Iglesia mira hacia aquella que engendró a
Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que por medio
de la Iglesia nazca y crezca también en el corazón de los creyentes. La virgen fue
en su vida ejemplo de aquel amor de madre que debe animar a todos los que
colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a
una vida nueva31.
31
Lumen Gentium, núm. 65.
32
PAULO VI, Carta encíclica Marialis Cultus, núm. 16.
12
La liturgia terrena es anticipación, pregustación y prenda de aquello que
esperamos vivir y celebrar en la liturgia celestial. Por eso, la liturgia alimenta
nuestra esperanza escatológica.
María, que supo esperar contra toda esperanza, “brilla en el horizonte de
nuestra andadura personal, desde donde nos dice que tal andadura tiene un
sentido y un futuro, y que desembocará, según la fe, en la seguridad de una
victoria final”33 tal como lo anuncia y preludia la liturgia terrena.
Conclusiones
“La Iglesia que celebra los misterios divinos debe […] mirar a María como
modelo de fe, de esperanza y de caridad, de pureza y de empeño, de
perseverancia en la oración”34.
Sabiendo que el fiat de María permanece siempre a la base de toda
auténtica espiritualidad cristiana, tener a la Madre de Cristo como modelo de
espiritualidad litúrgica ha de conducirnos a la celebración, cada vez más
consciente, activa, contemplativa y fecunda, de la liturgia, de una “[…] liturgia
abierta a las mociones del Espíritu que crea la comunión profunda con Dios y
con los hermanos”35, que hace de nuestra vida una ofrenda agradable al Padre,
que nos impulsa al apostolado y al servicio y nos sostiene en la esperanza
escatológica.
Pero, “El sentido profundo de estos misterios [según afirma bellamente
Orígenes] no puede captarlo quien no haya apoyado la cabeza sobre el pecho de
Jesús y no haya recibido de Él a María como a su propia Madre”36.
33
P. FERLAY, María, Madre de los hombres. Orar a María en la Iglesia, Sal Terrae, 1985, 42.
34
J. CASTELLANO, Op. Cit., 1472.
35
Ídem.
36
ORÍGENES, Comm. in Johanem, XIX, 4.
13
BIBLIOGRAFÍA
FERLAY, P., María, Madre de los hombres. Orar a María en la Iglesia, Sal Terrae,
1985.
FLORES, J. J., Traducir en la vida el misterio pascual. Apuntes para una espiritualidad
litúrgica, Paulinas, Madrid 1992.
GAMBERO, L., “La spiritualità mariana nella vita del cristiano alla luce della
Redemptoris Mater”, en: Marianum 51 (1989), 239-260.
GAMBERO, L., “Itinerario di fede della Madre del Signore (RM 12-19)”, en:
Seminarium 1987/4, 498-513.
JUAN PABLO II, Carta encíclia Redemptoris Mater, en: AAS 79 (1987).
MARSILI, S., “Principi di spiritualità liturgica”, en: I segni del mistero di Cristo.
Teologia liturgica dei sacramenti, Roma 1987.
PÉREZ RAYGOZA, L. M., Servidor y testigo del Espíritu. Identidad y misión del padre
espiritual de los candidatos al sacerdocio, SEMARO, México 2006.
14
POZO, C., María, Nueva Eva, BAC, Madrid 2005.
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