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Introducción
Toda obra de arte es una producción humana realizada por hombres a los que
denominamos “artistas”. Pero ni todos los objetos que hoy consideramos “obras de
arte” fueron pensados originalmente como tales, ni sus autores fueron considerados
“artistas” en sus correspondientes épocas.
Esto significa que los conceptos de “arte” y “artista” han ido evolucionando a lo largo
del tiempo. Por ejemplo, es obvio que el anónimo pintor de Altamira y Picasso no
tuvieron los mismos objetivos ni disfrutaron de la misma consideración social. Y no
debemos caer en el error de aplicar nuestros esquemas mentales a hechos que en su
origen nada tenían que ver con ellos.
A lo largo de la historia, las personas que realizaron las obras que hoy figuran en
nuestros museos ocuparon posiciones sociales muy diferentes: algunos, en la
Antigüedad, fueron esclavos; en la Edad Media, eran simples artesanos; en la
actualidad, muchos son considerados genios y gozan de un estatus privilegiado.
En este sentido, es muy importante el papel desempeñado por los clientes de los
artistas. No debemos olvidar que las obras de arte estaban destinadas a
“consumidores” finales, que influían más o menos sobre el artista.
En cuanto a la Prehistoria, poco sabemos del lugar que ocupaba el “artista” dentro del
grupo, sobre todo si tenemos en cuenta que la explicación habitual de que las obras de
arte constituían una especie de magia propiciatoria ha sido recientemente puesta en
cuestión.
En Egipto y Mesopotamia, los artistas eran meros servidores del rey o de los templos y
sus obras estaban destinadas a realzar su prestigio. Sin embargo, su situación variaba
En Grecia, el arte se ennobleció y los artistas son ensalzados por filósofos y poetas. Los
nombres de Fidias, Policleto y otros muchos han llegado a nosotros llenos de
veneración.
Los romanos heredaron el entusiasmo griego por el arte, pero no la valoración de los
artistas, seguramente porque su configuración como sociedad esclavista les llevaba a
despreciar a todos los que trabajaban con sus manos.
Durante la Edad Media, los artistas trabajaban dentro del rígido marco de los gremios.
Normalmente, permanecían en el anonimato porque su labor no se valoraba más que
la del resto de los artesanos. Interesaba más el resultado que la personalidad del
autor. Solo al final de este periodo, comienzan a figurar los nombres de algunos
artistas, lo que anuncia lo que va a pasar en el periodo siguiente.
Es durante el Renacimiento cuando surge la figura moderna del artista, un ser al que la
sociedad considera “genial”. Con la idea del “genio”, triunfan los valores de lo
individual y la originalidad. La tarea del artista ya no es repetir un oficio sino innovar,
plasmar en las obras su visión personal. En este sentido, hay que señalar que en los
contratos se imponía menos la calidad de los materiales a utilizar que el hecho de que
la obra saliera de la mano del artista principal y no de sus colaboradores.
Durante los últimos ciento cincuenta años, se desarrolla la figura del artista
contemporáneo. El Romanticismo llevó al extremo la idea del “genio”, que se plasmó
en la imagen típica del artista “maldito”, despreciado por la sociedad y por los artistas
más conservadores, pero que sigue el camino de su propia inspiración, que lleva
incluso a su vida personal (artista “bohemio”).
Sin embargo, pasado el momento de las grandes vanguardias artísticas en las primeras
décadas del siglo XX, la capacidad de ruptura con lo anterior se agota y debe
El arte actual se caracteriza por una variedad nunca vista de propuestas y por una
explosión del objeto mismo del arte, que llega a perder uno de sus rasgos esenciales, la
permanencia, para hacerse efímero. El artista de hoy no se limita a los modos de
expresión habituales sino que “artistiza” los objetos más insospechados (objetos de
uso cotidiano, elementos orgánicos o geológicos…), experimenta con todo tipo de
materias: realidades geográficas (land art) o el mismo cuerpo humano (body art), y
recurre a las inmensas posibilidades que ofrecen los avances tecnológicos (infografía,
vídeo, etc.).
Todo ello ha dado como resultado una situación en la que arte y público han llegado a
niveles de incomprensión e incomunicación preocupantes.
Podemos afirmar que no hay arte sin técnica, aunque esto no nos debe llevar a
exagerar el papel de lo técnico. La obra de arte es una mezcla de aspectos técnicos e
intelectuales, que ha variado según las épocas. Ha habido periodos en los que la
técnica se encuentra, por así decirlo, en segundo plano; y periodos, como el
Renacimiento, en los que hubo progresos técnicos (por ejemplo, se inventó la pintura
al óleo) que se convirtieron en elemento fundamental.
A)
El mundo exterior,
la naturaleza
(pintura figurativa)
¿Qué representa la
pintura?
El universo mental
del artista (pintura
abstracta)
B)
Del tipo de superficie utilizada para pintar, dependerán las técnicas utilizadas:
PINTURA DE CABALLETE:
o Encáustica o a la cera. Utilizada en Grecia y Roma. Muy mal conocida
por nosotros porque apenas han que restos.
o Temple. Los pigmentos se disuelven en agua y se aglutinan con materias
orgánicas como la grasa animal o la clara de huevo.
o Óleo. Inventada en Flandes en el siglo XV, significó un avance
importantísimo. Se utiliza aceite para disolver los pigmentos, antes de
aplicarlos sobre tela o sobre una tabla de madera.
OTRAS TÉCNICAS
o La acuarela, que consiste en disolver los colores en agua y aplicarlos
sobre papel.
o El collage. Consiste en añadir materiales de distinta procedencia a una
misma obra.
C)
Acabaremos este apartado hablando de los géneros pictóricos, es decir, de los grupos
de temas que los pintores han representado a lo largo de la historia:
Pintura religiosa
Escenas históricas
Retratos
Bodegones
Paisajes (con el subtema marinas)
Escenas populares
Etc.
2.2 La escultura
2.3 La arquitectura
A. Los planos del arquitecto (dibujos, maquetas, etc.), que deben ser aceptados
por los clientes y, después, bien comprendidos por los que van a hacer la obra.
Por otro lado, también en arquitectura se puede plantear el problema de los tipos de
construcciones: la iglesia, el palacio, el castillo o fortaleza, los teatros, las obras de
ingeniería civil, etc.
Los lugares: obras del hombre o conjuntas del hombre y la naturaleza que
tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, el
arte o la historia.
Las obras de arte sufren un deterioro natural derivado del envejecimiento. Pero, con
frecuencia, este deterioro puede ser provocado o se acelera por diversos factores.
Las causas más frecuentes de deterioro del patrimonio son las siguientes: