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G: En este Año Santo de la Misericordia se nos invita a dedicar momentos de oración delante del

Señor para pedirle el don de la Misericordia y también para aprender a ser nosotros
misericordiosos con nuestros hermanos. De hecho, Él nos dice en el evangelio: “Venid a mí todos
los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”, o también “No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores”. Pero al mismo tiempo, el Señor nos recomienda ser “misericordiosos
como nuestro Padre es misericordioso”. Abrimos nuestros corazones al Espíritu Santo para acoger
sinceramente sus palabras y responder al Señor con prontitud y agradecimiento; Nos ponemos en
presencia del Señor cantando:

Dios no tiene en cuenta el mal cometido si volvemos a Él con humildad y sincero arrepentimiento, Es lo que se
deduce de esta primera lectura del libro del profeta Jonás que narra la conversión de los habitantes de Nínive.

Primera Lectura Lectura del libro de Jonás ( Jon 3,1-10)

“El Señor dirigió la palabra por segunda vez a Jonás. Le dijo así: “Ponte en marcha y ve a la gran ciudad
de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré”. Jonás se puso en marcha hacia Nínive,
siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás
empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando: “Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada”. Los
ninivitas creyeron en Dios, proclamaron ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con
rudo sayal y se sentó en polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus
ministros: “Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que
hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal
camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira
y no nos destruirá!”. Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y ser arrepintió de
la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.

Palabra de Dios

Para entender un poco:

Hoy podemos ver en la indicación que recibe Jonás: -«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y
predícale el mensaje que te digo.» una indicación que también el Señor nos manda a todos los cristianos a
lo largo de nuestra vida.

Este pedido de Dios adquiere en el año de la Misericordia una dimensión especial.... Dice la lectura
“Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor”. El profeta supo no solo escuchar al
señor, sino que valientemente acogió en su corazón su pedido y fue sin demora a cumplirlo.

Ahora bien, es curiosa la historia de Jonás. Porque si leemos las sagradas escrituras podemos
observar que el capítulo 1 de su libro marca un desenlace completamente diferente... así el libro de
Jonas comienza diciendo: “La palabra del Señor se dirigió a Jonás, hijo de Amitai, en estos términos: «Parte
ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha llegado hasta mí». Pero
Jonás partió para huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor. Bajó a Jope y encontró allí un barco que zarpaba
hacia Tarsis; pagó su pasaje y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia del Señor.
Podemos preguntarnos entonces que fue lo que pasó en la vida de Jonás que hizo que su
respuesta hacia el mismo pedido del Señor cambiara tan radicalmente. El pedido de Dios no cambió:
«Parte ahora mismo para Nínive” le dijo el Señor, y Jonás las dos veces se levantó, pero, en un primer
momento vemos que en vez de ir , huyó; y en lugar de ir a Nínive, se dirigió en dirección a Tarsis, al
contrario de lo que se le había mandado. Aparece desde el principio como un antiprofeta.
Pero si seguimos leyendo la historia de Jonás vemos como el Señor no renunció a él, sino por
el contrario siguió llamando insistentemente.
En su huida Jonás se enfrentó a fuertes tormentas y a una tripulación que al conocer su
historia lo arrojó al mar por temor al Señor.
Entonces dice la Sagrada Escritura “El Señor envió un pez gigantesco para que se tragara a Jonás,
y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días con sus noches. Y desde el vientre del pez, Jonás rezó al Señor, su
Dios diciendo Desde mi angustia invoqué al Señor, y él me respondió; desde el seno del Abismo, pedí auxilio, y
tú escuchaste mi voz.”
Esta es la salvación del desafortunado Jonás.... Podemos tomar la figura del cetáceo en sentido
propio. Es una bella ficción poética ese espacio de tres días y tres noches, con su silencio obligado
como tiempo de reflexión, silencio que lo hizo encontrarse con él mismo y le permitió entonces
encontrarse con Dios, silencio y oración que le permitieron aceptar y abrazar la misión que el Señor le
había encomendado.
Ahora bien, te propongo reflexionar en torno a esta figura que nos presenta la Biblia para
poder aprender de este Profeta la aceptación de su misión y la obediencia a Dios.
La figura de Jonás se acerca mucho a nuestra cotidianeidad.... Cuántas veces hemos hechos
oídos sordos a los pedidos de Dios en nuestra vida?? ¿Cuantas veces nos hemos aturdido con los
ruidos de lo cotidiano, de nuestra rutina, de la sociedad en general, para no tener que escuchar que es
lo que el Señor quiere de nosotros? ¿Cuantas veces, como Jonás, nos hemos subido al barco y hemos
huido lo más lejos de Dios?
Ahora les propongo en silencio pensar en cada uno de esos momentos, y escribirlos de forma
personal... Este espacio no busca ser un autocastigo por las veces que no supimos responder al amor
de Dios, sino un momento de reflexión, conocimiento y crecimiento personal para que la próxima vez
que Dios nos interpele podamos como Jonás ponernos en marcha, siguiendo la orden del Señor.

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Cabe destacar también que hoy, de manera plástica, escenificada y pedagógica se nos ofrecen
en el texto no solo el reflexionar acerca de esta orden que recibe Jonás sino también de su contenido.
La misión de Jonás no es nada más ni nada menos que el llamado al pueblo de Nínives a la
conversión.
“Vayan” nos ha dicho Jesús en reiteradas oportunidades, Vayan y hagan que todo el mundo
sea mis discípulos, Vayan e inviten a la conversión.
Todos y cada uno de nosotros estamos llamados a predicar y nuestro SI a la misión que se nos
encomendó es el punto de partida, pero debemos ser conscientes que frente al cumplimiento de la
misión evangélica dos actitudes son posibles: la de quienes acogen la predicación, como fue en el
caso de Nínive -“Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de
saco” (Jon 3,6) – y la actitud refractaria de los contemporáneos de Jesús: “Ellos se convirtieron con la
predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás” (Lc 11, 32).
Por eso aprovechemos este momento para pedirle al Señor no solo la Fe y valentía necesarias
para acoger su misión, sino también pidámosle por todos aquellos a quienes está dirigida nuestra
evangelización, para que el Señor, obre en sus corazones y puedan ellos acoger el amor que Él mismo
les ofrece por medio de nuestro SI.

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