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Escritora, poeta, feminista, lesbiana, negra, madre, maestra son solo algunas de las

palabras que Audre Lorde elegía para definirse. Nacida en 1934 en Nueva York, escribió
hasta que el cáncer pudo con su cuerpo, en 1992. Sus palabras tienen una actualidad
asombrosa y resultan tan intensamente cáusticas como reconfortantes. Elijo
recomendar La hermana, la extranjera (horas y HORAS, 2003), que fue publicado
originalmente en 1984 y es uno de sus pocos libros traducidos al español. Allí, Audre
Lorde denuncia tanto el sexismo de los hombres negros como el racismo y la homofobia
de las mujeres blancas y heterosexuales. Romper el silencio y poner palabras a las
diferencias es el camino –riesgoso, poético y político– que ella abre para desmontar el
racismo, el sexismo, la homofobia y el clasismo. Los afectos y las emociones son recursos
decisivos en la escritura y la visión política de Audre Lorde. Entre otras cosas, ella nos
muestra como la ira –tan despreciada por nuestra cultura cuando está encarnada por
mujeres, lesbianas, negras, travestis, trans– es una respuesta visceral a los sistemas de
opresión, una fuente de conocimiento, un poder visionario y un motor para el cambio
social: “Yo he mamado la ira de las fauces del lobo y la he utilizado para alimentar la
iluminación, la risa, la protección, el fuego allá donde no había luz, ni comida, ni
hermanas, ni refugio”.

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