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Cuatro días que

dejarán huella
21 de Febrero de 2019
El encuentro sobre la protección de los menores que se celebra en el
Vaticano está destinado a dejar su huella. Incluso antes de que se
examinen a fondo las indicaciones concretas necesarias sobre lo que
se debe hacer frente al flagelo de los abusos, será la conciencia en toda
la Iglesia de las consecuencias dramáticas e indelebles causadas a los
menores que los han padecido lo que dejará su impronta.

Las voces de los niños, niñas y jóvenes que son víctimas indefensas de
estos horrendos actos de violencia no dejarán de escucharse. Su grito
está destinado a romper la barrera del silencio que durante demasiado
tiempo ha impedido la comprensión.

El primer objetivo, tras el testimonio personal de los dos últimos Papas,


que sistemáticamente se encontraron con los supervivientes, los
escucharon, lloraron y rezaron con ellos, es por tanto la conciencia de
que el abuso a menores por parte de clérigos y religiosos es un acto
abominable. Un acto que traspasa para siempre las almas de los niños
confiados por sus padres a los sacerdotes para educarlos en la fe. No
se trata principalmente de una cuestión de leyes y normas, ni de
objeciones burocráticas o incluso de estadísticas. Se trata de escuchar
a las víctimas, de intentar compartir su doloroso drama, de hacer suyas
sus heridas devastadoras. Es un cambio de mentalidad que se requiere,
para que nadie pretenda nunca más no ver, encubrir, minimizar.

Por primera vez, el tema se tratará en clave global, según las diferentes
experiencias y culturas. El primer día el tema principal será la
responsabilidad de los obispos en su tarea pastoral, espiritual y jurídica.
El segundo día se tratará sobre todo de la «rendición de cuentas»,
discutiendo las soluciones que deben adoptarse de acuerdo con el
Derecho Canónico para evaluar los casos en los que los pastores han
fracasado en su tarea y han actuado con negligencia. Finalmente, el
tercer día se dedicará al compromiso de transparencia, en los
procedimientos internos de la Iglesia, hacia las autoridades civiles, pero
sobre todo hacia el pueblo de Dios, cuya contribución a la seguridad de
los lugares frecuentados por los menores es indispensable. La
conclusión de los trabajos, el domingo, después de la Misa celebrada
en la Sala Regia, es confiada al Papa Francisco.

Lo que se celebra en el Vaticano es sobre todo un acontecimiento


eclesial, un diálogo entre pastores en comunión con el Sucesor de
Pedro. Por eso la oración, acompañada de la escucha de las víctimas,
marcará cada cita. Los tres primeros días de trabajo culminarán en la
liturgia penitencial precisamente porque, ante el abismo del pecado y
de un pecado tan grave y abominable, los creyentes están llamados a
pedir humildemente perdón por la herida infligida al cuerpo eclesial y su
posibilidad de testimonio evangélico.

Este nuevo paso es para la Iglesia el último en el orden del tiempo de


una larga serie que comenzó hace poco menos de veinte años con la
introducción de leyes cada vez más estrictas y eficaces para combatir
el flagelo del abuso.

Procedimientos que han permitido reducir drásticamente el número de


casos, como demuestran todos los informes publicados recientemente:
las quejas que surgen se refieren, de hecho, en su gran mayoría, a
casos que datan de hace muchos años y que se produjeron antes de la
entrada en vigor de las nuevas normas.

Con el encuentro que se abre en el Vaticano, la Iglesia no sólo señala


el camino a sus propias jerarquías y comunidades, sino que también
ofrece un testimonio doloroso y un compromiso preciso con toda la
sociedad. Porque la protección de los menores es una cuestión que
concierne a todos, como lo demuestran las impresionantes cifras de
menores maltratados en el mundo.

de Andrea Tornielli

http://www.osservatoreromano.va/es/news/cuatro-dias-que-dejaran-huella

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