mana

4ª se

Abandonar nuestra ingratitud

Retiro online con Hno. Lorenzo de la Resurrección

Del Evangelio San Juan 3,14-21

“De la misma manera que Moisés alzó la serpiente en el desierto, también es
necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que
creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a
su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida
eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está
condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto
consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la
luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca
a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra
conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus
obras han sido hechas en Dios».

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 1. «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo.»
En el Libro de Crónicas se nos presenta como
un resumen del camino espiritual vivido por
el pueblo hebreo. Hubo muchas ocasiones
en que la gente olvidó la Alianza, ignoró a
su Dios y enterró las gracias recibidas a lo
largo de su turbulenta historia. Un deseo de
emancipación ha surgido en los corazones
seducidos por los engaños del tiempo pre-
sente. La memoria ha fallado, e Israel ha
malinterpretado a su Dios y sus dones. Es
cierto que esta historia parece estar muy le-
jos de nuestras preguntas contemporáneas,
pero ¿no estamos nosotros también con
esta idea recurrente de olvidar las bendi-
ciones del Señor? Tal vez deberíamos abrir
el álbum de fotos de nuestra propia historia
sagrada para reconocer que este mecanis-
mo de olvido lo cruza. ¿No somos a veces
como niños ingratos con amnesia espiritual?
La Biblia está marcada por muchas interpe-
laciones de la boca de los Profetas, destila-
das a lo largo de la historia del Pueblo de
Dios, enfrentando generaciones de oídos
cerrados y corazón endurecido. tro domingo, como un estribillo que no se
Este tiempo bendito de la Cuaresma po-
dría convertirse en un tiempo feliz...Dios,
atrayéndonos al desierto, hablándonos al
corazón… Porque en el centro de todas las
vicisitudes y fracasos humanos, permanece
una fuerza: la misericordia de Dios, siempre
fiel a su cita con el hombre. Se nos ofrece in-
cansablemente. Es bueno recordar esta mi-
sericordia que ha continuado mostrándose,
desarrollándose, intensificándose. Las des-
gracias del pueblo elegido son consecuen-
cia del olvido de su Dios. Pero Dios siempre
abre una brecha para recobrar la vida. Él ha
llamado constantemente y ha enviado a su
pueblo rebelde mensajeros con armas car-
gadas de arrepentimiento. La sordera y la
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malicia han hecho su trabajo. Pero Dios no
puede irse y olvidarse de su pueblo. Si un
rey pagano fue el autor de la catástrofe y la
deportación, Cyrus, otro rey pagano será el
instrumento de salvación: «El Señor, el Dios
de los cielos, me ha dado todos los reinos
de la tierra; y él me encargó que le edificara
una casa en Jerusalén, en Judá.”. El Señor le
encargó que le construyera una casa.
Hoy también somos constructores. Dios
viene a nosotros. Reanudemos el canto del
salmista: «¡Que mi lengua se me pegue al
paladar si me olvido de ti, Jerusalén!”. Re-
corramos juntos nuestra historia, nuestros
recuerdos. Las misericordias de Dios no han
sido borradas. Leamos despacio la carta
que San Pablo escribió a los Efesios: «Her-
manos, Dios es rico en misericordia”. El
apóstol continúa: estábamos muertos por
nuestros pecados, Dios nos dio la vida con
Cristo; es por gracia que somos salvados.
Este tema del amor de Dios, de su infinita
misericordia, cruza las tres lecturas de nues-
agota, sino que viene a golpear con fuerza
en el corazón de nuestra vida de fe: «Dios
amó tanto el mundo que le dio a su único
Hijo.»
La misericordia de Dios es una constante
de la historia bíblica. Se revela a lo largo
de la historia sagrada. Dios usa para con
su pueblo todos los medios para suscitar
su conversión, y también nuestra conver-
sión hoy. Es bueno que escuchemos con
atención los prefacios de la narración de
la Última Cena en cada Eucaristía. Leamos
un extracto del prólogo de este domingo:
«Al tomar la condición humana, Cristo ha
guiado hacia la luz de la fe a la humanidad
que estaba en tinieblas, y por el bautismo
ha convertido a los hombres nacidos en
el pecado, en verdaderos hijos de Dios.”.
Pero esta llamada a convertirse en un hijo
de Dios necesita de nuestra respuesta. El
Evangelio de este domingo insiste en que
elijamos la luz. En una palabra: Tengamos
el valor de reconocer nuestros callejones sin
salida, elegidos o sufridos, que nos provo-
can a una mala interpretación de la Buena
Nueva del Evangelio.
También Juan insiste en el relato del Evan-
gelio de este domingo: “…los que actúan
conforme a la verdad, buscan la luz…”. ¿A
qué verdad (s) se nos llama, estamos invita-
dos? No, no somos convocados a la corte
celestial. Somos llamados a un encuentro
en el cual, habiendo aceptado a cada uno
con su verdad, seremos invitados a dejar
que el agua de Su misericordia fluya sobre
nosotros en abundancia. «Hermanos, Dios
es rico en misericordia», nos recordó San
Pablo. ¿Cómo vamos a dar la bienvenida
a esta fuerza y vivirla esta semana? La casa
que Ciro propone construir como resultado
de la petición del Señor, ¿podría llevar el
nombre de «Casa de Misericordia»? ¿Nos
atreveremos a cruzar su umbral?

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2. «Hermano Lorenzo se arroja a los brazos de la misericordia infinita…»

Dios en su Hijo Jesús nos está esperando en viejos hábitos. Aunque le pido que me haga
esta casa de misericordia. ¡No lo dejes es- según su corazón, cada vez me veo más dé-
perar! El Hermano Lorenzo de la Resurrec- bil y miserable, pero al mismo tiempo más
ción nos invita y nos precede. Sigámosle... mimado por Dios. Así es como me consi-
“De esta fe viva nació la firmeza de su espe- dero algunas veces en su santa presencia”.
ranza en la bondad de Dios, una confianza (Carta 2)
filial en su providencia, un abandono total fr. Didier-Joseph Caullery, ocd (convento
y universal de sí mismo en sus manos... (...) d’Avon)
Durante buena parte de su vida, no consi-
guió sentirse satisfecho, le costaba descan-
sar y confiar en su salvación por el poder
de la gracia y de los méritos de Jesucristo,
pero, olvidándose de sí mismo y de todos
sus intereses, se arrojaba enteramente,
como dice el Profeta (Romanos 4). 18) a los
brazos de la misericordia infinita.
Cuanto más desesperadas parecían las si-
tuaciones, más esperaba, como una roca
que, siendo golpeada por las olas del mar,
se afirma aún más en medio de la tormen-
ta (...) Es por esta razón que decía que la
mayor gloria que se le podía dar a Dios era
desconfiar totalmente de las propias fuerzas
y confiarse enteramente a Su protección,
porque es ahí donde se hace una confesión
sincera de la propia debilidad. Y una ver-
dadera confesión de la omnipotencia del
Creador. (Elogio 44)

Lorenzo se confía a un religioso:

«Me considero el más miserable de todos
los hombres, desgarrado por las heridas,
lleno de hedor; he cometido todo tipo de
crímenes contra mi Rey. Tocado por un arre-
pentimiento sensato, le declaro todas mis
malicias; Le pido perdón, me abandono
en sus manos para que haga de mí lo que
quiera. Este Rey, lleno de bondad y mise-
ricordia, lejos de castigarme, me abraza
amorosamente, me hace comer en su mesa,
me sirve con sus propias manos, me da las
llaves de sus tesoros y me trata como su
favorito; conversa y se complace incesante-
mente conmigo de mil y una maneras, sin
siquiera hablar de perdonar o quitarme mis

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 3. Oración para cada día de la semana
Lunes 12 de marzo
El funcionario le respondió: «Señor, baja antes que mi hijo se muera». «Vuelve a tu casa, tu
hijo vive», le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en
camino.» (Juan 4,49-50)

«No busquemos o amemos a Dios por las gracias que nos ha dado, por más elevadas que
sean, o por las que nos pueda llegar a dar. Estas gracias por grandes que sean, nunca nos
acercarán tanto a Dios como nos acerca la fe por un simple acto.” (Carta 16)

Solo la fe nos abre a la verdad plena; Hoy rezaré el Credo hoy con gran atención y una fe viva.”

Martes 13 de marzo
«Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda.» (Juan 5,8)

«Consuélate con el que es el único remedio para todos nuestros males. Él es el Padre de los
afligidos, siempre listo para ayudarnos, Él nos ama infinitamente más de lo que creemos.”
(Carta 14)

Con confianza, deposito mi herida ante el Señor. Él me curará teniendo en cuenta mi humani-
dad y el tiempo necesario para mi convalecencia... debo ser paciente conmigo mismo.

Miércoles 14 de marzo
«Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda.» (Juan 5,8)

«Consuélate con el que es el único remedio para todos nuestros males. Él es el Padre de los
afligidos, siempre listo para ayudarnos, Él nos ama infinitamente más de lo que creemos.” (Carta
14)

Con confianza, deposito mi herida ante el Señor. Él me curará teniendo en cuenta mi humanidad
y el tiempo necesario para mi convalecencia... debo ser paciente conmigo mismo.

Jueves 15 de marzo
«Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo. Con nuestros padres hemos pecamos, te
hemos fallado y renegado”. (Salmo 105)

«Era consciente de sus errores y no se sorprendía. Los reconocía ante Dios sin excusa ninguna;
después de eso, regresaba a la paz en su ejercicio ordinario de amor y adoración.”
(Entrevistas 21)
 
Señor, enséñame a pedir perdón y enséñame a perdonarme a mí mismo, a entrar en el perdón
que Tú me das.

Viernes 16 de marzo
«El Señor oye a los que lo llaman: de todas sus angustias los libera». Él está cerca del corazón
afligido, salva el espíritu abatido. (Salmo 33)

«No necesitamos lamentarnos muy alto, Él está más cerca de nosotros de lo que creemos».
(Letra 9)

El Señor no es sordo, Él escucha. Pero a veces es bueno dejar que el corazón llore en la pre-
sencia del Señor, pensando en una intención particular, en las necesidades del mundo, de mí
mismo.

Sábado 17 de marzo
“Es a ti a quien dirijo mi causa. » (Jeremías 11,20)

«Si el barco de nuestra alma es golpeado por los vientos o la tormenta, despertemos al Señor
que descansa allí; Él calmará el mar pronto». (Carta 1)

Al principio del día, decido entregarle todo mi día a Dios y confiar en Él, pase lo que pase.
Esta noche lo recordaré en mi acción de gracias.