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III – Georges Canguilhem, Estudios de historia y de filosofia de las ciencias, Amomorbu editores, Buenos
Aires – Madrid, 2009.
“La historia de las ciencias no es el progreso de las ciencias invertido, es decir, la puesta en perspectiva de
etapas superadas cuyo punto de fuga sea la verdad de hoy. Es un esfuerzo por investigar y dar a entender
hasta qué punto ciertas nociones, actitudes o métodos superados fueron, en su época, una superación, y ver,
por consiguiente, que el pasado superado sigue siendo el pasado de una actividad para la cual debe
mantenerse el calificativo de científica. Comprender lo que fue la enseñanza del momento es tan importante
como exponer las razones de su destrucción ulterior.
¿Cómo se hace la historia de las ciencias y cómo debería hacérsela? Esta cuestión toca más de cerca aún la
pregunta siguiente: ¿Historia de qué se hace en historia de las ciencias? En realidad, las más de las veces,
esa historia supone resuelta la cuestión, por el mero hecho de no plantearla. Así se desprendió de ciertos
debates en los que se enfrentaron aquellos a quienes los autores anglosajones designan con el nombre de
externalistas e internalistas. El externalismo es una manera de escribir la historia de las ciencias
condicionando una serie de acontecimientos -a los cuales sigue calificándose de científicos más por
tradición que por análisis crítico- por sus relaciones con intereses económicos y sociales, con exigencias y
prácticas técnicas y con ideologías religiosas o políticas. Se trata, en suma, de un marxismo debilitado o,
mejor, empobrecido, con vigencia en las sociedades ricas. El internalismo --considerado como un idealismo
por los externalistas- consiste en sostener que no hay historia de las ciencias si no nos situamos en el interior
mismo de la obra científica para analizar los procedimientos mediante los cuales procura cumplir con las
normas específicas que permiten definirla como ciencia, y no como técnica o ideología. Desde este punto
de vista, el historiador de las ciencias debe adoptar una actitud teórica con respecto a lo que se rescata como
un hecho de teoría, y utilizar, por consiguiente, hipótesis y paradigmas como lo hacen los propios
científicos. Es notorio que una y otra posición equivalen a asimilar el objeto de la historia de las ciencias al
objeto de una ciencia. EI externalista ve esa historia como la explicación de un fenómeno de cultura por el
condicionamiento del medio cultural global; y por ende, la asimila a una sociología naturalista de las
instituciones y pasa completamente por alto la interpretación de un discurso con pretensiones de verdad. El
internalista ve en los hechos de la historia de las ciencias -como los descubrimientos simultáneos (cálculo
infinitesimal, conservación de la energía)-, sucesos cuya historia no puede hacerse sin una teoría. Aquí, en
consecuencia, el hecho de historia de las ciencias se trata como un hecho de ciencia, según una posición
epistemológica consistente en privilegiar la teoría en comparación con el dato empírico. Ahora bien, lo que
debería suscitar interrogantes es una actitud que podemos calificar de espontánea e incluso casi general,
consistente en alinear la historia con la ciencia cuando se trata de la relación del conocimiento con su objeto.
Preguntémonos, entonces, historia de qué es exactamente la historia de las ciencias. […]
Los cristales son un objeto dado. Aun cuando en la ciencia correspondiente haya que tener en cuenta una
historia de la Tierra y una historia de los minerales, el tiempo de esa historia es en sí mismo un objeto ya
dado. Así, el objeto cristal tiene, en relación con la ciencia que lo toma por objeto de un saber que es preciso
alcanzar, una independencia con respecto al discurso, lo cual nos lleva a calificarlo de objeto natural. Al
margen de cualquier discurso emitido sobró él, este objeto natural no es, desde luego, el objeto científico.
La naturaleza no se recorta y reparte por sí misma en objetos y fenómenos científicos. Es la ciencia la que
constituye su objeto a partir del momento en que inventa un método para formar, mediante proposiciones
susceptibles de combinarse íntegramente, una teoría controlada por la inquietud de descubrir sus fallas. La
cristalografía se constituyó cuando se definió la especie cristalina por la constancia del ángulo de las caras,
los sistemas de simetría y la regularidad de los truncamientos en los vértices en función del sistema de
simetría. […]
El objeto en la historia de las ciencias no tiene nada en común con el objeto de la ciencia. El objeto
científico, constituido por el discurso metódico, es secundario, aunque no derivado, con respecto al objeto
natural, inicial, que bien podríamos llamar, si jugáramos con el sentido, .pre-texto. La historia de las
ciencias se desarrolla sobre esos objetos secundarios, no naturales, culturales, pero no deriva de ellos, así
como estos no derivan de los primeros.”
Georges Canguilhem, Estudios de historia y de filosofia de las ciencias, Amomorbu editores, Buenos
Aires – Madrid, 2009.
Preguntas:
Según Canguilhem:
Según usted:
1) ¿Qué opina del enfoque externalista de la historia de la ciencia descrito por Canguilhem?
2) Misma pregunta respecto a una historia de la ciencia internalista.