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I

De pronto, al descender de una hondonada,


VUELTA A LA PATRIA Por: Juan Antonio Pérez Bonalde
¡Tierra! grita en la prora el navegante Llevado en alas de mi ardiente anhelo, y el aura fugitiva de los mares
y confusa y distante, me lanzo presuroso al barquichuelo que viene, leda, a acariciar mis sienes, “¡Caracas, allí está!” dice el auriga, II
el vértigo sentí de pajarillo
una línea indecisa que a las riberas del hogar me invita. me susurra al oído y súbito el espíritu despierta viento que pasa, pájaro que vuela.
Madre, aquí estoy; de mi destierro vengo que en la jaula criado,
entre brumas y ondas se divisa. Todo es grata armonía; los suspiros con misterioso acento: “Bienvenido”. ante la dicha cierta
a darte con el alma el mudo abrazo se ve de pronto en la extensión perdido Mucho, madre. He adquirido
Poco a poco del seno de la onda de zafir que el remo agita; de ver la tierra amiga.
Allá van los humildes pescadores que no te pude dar en tu agonía; de las etéreas salas, mucha experiencia y muchos desengaños,
destacándose va del horizonte, de las marinas aves
las redes a tender sobre la arena; Caracas, allí está; sus techos rojos, a desahogar en tu glacial regazo sin saber dónde encontrará otro nido y también he perdido
sobre el éter sereno los caprichosos giros;
dichosos que no sienten los dolores su blanca torre, sus azules lomas la pena aguda que en el pecho tengo ni a dónde, torpes, dirigir sus alas. toda la fe de is primeros años.
la cumbre azul de un monte; y las notas suaves, y el timbre lisonjero,
ni la punzante pena y sus bandas de tímidas palomas y a darte cuenta de la ausencia mía.
y así como el bajel se va acercando, y la magia que toma Desató el sollozar el nudo estrecho ¡Feliz quien como tú ya en esta vida
de los que lejos de la patria lloran; hacen nublar de lágrimas mis ojos.
va extendiéndose el cerro hasta en labios del tosco marinero Madre, aquí estoy; en alas del destino que ahogaba el corazón en su quebranto, no tiene que luchar contra la suerte
infelices que ignoran
y unas formas extrañas va tomando; el dulce son de mi nativo idioma. Caracas, allí está; vedla tendida me alejé de tu lado una mañana y se deshizo en llanto y puede reposar en la seguida,
la insondable alegría
formas que he visto cuando a las faldas del Ávila empinado, en pos de la fortuna la tempestad que me agitaba el pecho. inalterable calma de la muerte;
¡Volad, volad veloces, de los que tristes del hogar se fueron
soñaba con la dicha en mi destierro. odalisca rendida que para ti soñé desde la cuna; Después, la nave me llevó a los mares, sin ver ni padecer el mal eterno
ondas, aves y voces! y luego ansiosos, al hogar volvieron.
a los pies del sultán enamorado. mas, ¡oh suerte inhumana! y llegamos al fin, un triste día que nos hiere doquier con saña cruda,
Ya la vista columbra Id a la tierra donde el alma tengo
Son los mismos que un día, Hoy vuelvo, fatigado peregrino, a una tierra muy lejos de la mía, ni llevar en el pecho el frío interno
las riberas bordadas de palmeras, y decidle que vengo Hay fiesta en el espacio y la campiña,
siendo niño admiraba yo en la playa, y sólo traigo que ofrecerte pueda donde en vez de perfumes y cantares, de la indomable duda!.
y una brisa cargada con la esencia a reposar, cansado caminante, fiesta de paz y amores:
pensando, en mi inocencia esta flor amarilla del camino en vez de cielo azul y verdes palmas,
de violetas silvestres y azahares, del hogar a la sombra un solo instante; acarician los vientos la montaña; ¡Feliz quien como tú, con altiveza
que era la humana ciencia, y este resto de llanto que me queda. hallé nieblas y ábregos, y un frío
en mi memoria alumbra decidle que en mi anhelo, en mi delirio del bosque los alados trovadores reclinó para siempre la cabeza
la ciencia de pescar con la atarraya. que helaba los espacios y las almas.
el recuerdo feliz de mi inocencia, por llegar a la orilla, el pecho siente su dulce canturía Bien recuerdo aquel día, sobre los lauros del deber cumplido,
cuando pobre de años y pesares dulcísimo martirio; Bien os recuerdo, humildes pescadores, dejan oír en la alameda umbría; que el tiempo en mi memoria no ha borrado; Mucho, madre, sufrí con pecho fuerte, cual la reclina, por la muerte herido,
y rico de ilusiones y alegría, decidle, en fin que mientras estuvo ausente aunque no a mí vosotros, que en la ausencia los menudos insectos en las flores era de Marzo una mañana fría mas suavizaba el sufrimiento impío tras el combate rudo
bajo las palmas retozar solía ni un día, ni un instante hela olvidado, los años me han cambiado y los dolores. a los dorados pistilos se abrazan; y cerraba los cielos el nublado. la esperanza de verte risueño, el gladiador sobre su escudo!.
oyendo el arrullar de las palomas, y llevadle este beso que os confío, besa el aura amorosa al manso Guaire, Tú en el lecho aún estabas, un tiempo no lejano al lado mío.
Ya ocultándose va tras un recodo Esa, madre, es tu gloria
bebiendo luz y respirando aromas tributo alentado y con los rayos de la luz se enlazan triste y enferma y sumergida en duelo, ¡Ay del mortal que ciego
que hace el camino, el mar, hasta que todo y la alta recompensa de tu historia,
que desde el fondo de mi ser le envío. los impalpables átomos del aire. que con alma de madre contemplabas confía su ventura a la esperanza!...
Hay algo en esos rayos brilladores al fin desaparece. que el premio solo del deber sagrado
¡Apura, apura, postillón, Agita el hondo desconsuelo La ley universal cumplióse luego,
que juegan por la atmósfera azulada, ¡Boga, boga, remero; así… llegamos! Ya no hay más que montañas y horizontes, que impone el cristianismo
el látigo inclemente! de verme separar de tu regazo. y vi en el alma presta,
que me hablan de ternuras y de amores ¡Oh emoción hasta ahora no sentida! y el pecho se estremece está en el hecho mismo
¡Al hogar, al hogar, que ya palpita Llegó la hora despiadada y fiera, la mía disiparse
de una dicha pasada ¡ya piso el santo suelo en que probamos al respirar cargado de recuerdos, de haberlo practicado.
por él mi corazón… ¡mas, no –detente! y con el pecho herido cual mira en lontananza
y el viento al suspirar entre las cuerdas, El almíbar primero de la vida! el aire puro de los patrios montes.
¡Oh infinita aflicción! ¡Oh desdichado por dolor hasta entonces no sentido, torcer el rumbo en dirección opuesta Madre, voy a partir: mas parto en clama
parece que me dice “¿no te acuerdas?”… De los frescos y límpidos raudales
Tras ese monte azul cuya alta cumbre de mí, que en mi soñar hube olvidado fui a darte, madre, mi postrer abrazo el náufrago al bajel que vio acercarse. y sin decirte adiós, que eternamente
el murmurio apacible;
Ese cielo, ese mar, esos cocales, lanza reto de orgullo que ya no tengo hogar!... Para, cochero, y a recibir tu bendición postrera. me habrás de acompañar en esta vida;
de mis canoras aves tropicales Bien recuerdo aquel día
ese monte que dora al zafir de los cielos, tomemos cada cual nuestro camino; tú hs muerto para el mundo indiferente,
el melodiosos trino que resbala ¡Quién entonces pensara que el tiempo en mi memoria no ha
el sol de las regiones tropicales… está el pueblo gentil donde al arrullo tú, al techo lisonjero borrado mas nunca morirás, madre del alma,
por las ondas del éter invisible; que aquella voz angelical en mi oído
¡Luz! ¡Luz al fin! –los reconozco ahora: del maternal amor rasgué los velos do te aguarda la madre, el ser divino era de Marzo otra mañana fría para el hijo infeliz que no te olvida.
los perfumados hálitos que exhala nunca más resonara!
son ellos, son los mismos de mi infancia, que me ocultaban la primera lumbre. que es de la vida centro y alegría, y los cielos cerraban otro nublado.
el cáliz áureo y blando Tú, dulce madre, tú, cuando infelice, Y fuera el paso muevo,
y esas playas que al sol del mediodía y yo … yo al cementerio
¡En marcha, en marcha, postillón, agita de las humildes flores del barranco; dijiste al estrecharme contra el pecho: Triste, enfermo y sin calma, y desde su alto y celestial palacio,
brillan a la distancia, donde tengo la mía.
el látigo inclemente! todo a soñar convida, “Tengo un presentimiento que me dice en ti pensaba yo cuando me dieron su brillo siempre nuevo
¡Oh inefable alegría!
y a más andar, el carro diligente y con suave empeño ¡Oh insondable misterio que no he de verte más bajo este techo”. la noticia fatal que hirió mi alma, derrama el sol cerúleo espacio…
son las riberas de la patria mía!.
por la orilla del mar se precipita. se apodera del alma enternecida que trueca el gozo en lágrimas ardientes! lo que sentí decirlo no sabría…
Con supremo esfuerzo desliguéme Ya lejos de los tumultos me encuentro,
Ya muerde el fondo de la mar hirviente la indefinible vaguedad de un sueño. ¿En dónde está, Señor, esa tu santa sólo sé que mis lágrimas corrieron
G-20003090-9

No hay peña ni ensenada que en mi mente de los amantes lazos ya me retiro solitario y triste;
del ancla el férreo diente; infinita bondad, que así consientes como corren ahora, madre mía.
no venga a despertar una memoria, Y rueda el coche, y detrás del las horas que me formaban en redor tus brazos, mas ¡ay! ¿a dónde voy? si ya no existe
ya se acercan los botes desplegando junto a tanto placer, tristeza tanta?
ni hay ola que en la arena humedecida deslízanse ligeras y fuera me lancé como quien teme Después al mundo me lancé, agitado, de hogar y madre el venturoso centro? …
al aire puro y blando
no escriba con espuma alguna historia sin yo sentir, que el pensamiento mío morir de sentimiento… y atravesé océanos y torrentes, ¿a dónde ---¡a la corriente de la vida,
la enseña tricolor del pueblo mío
de los alegres tiempos de mi vida, viaja por el país de las quimeras ¡Oh terrible momento! y recorrí cien pueblos diferentes; a luchar con las ondas brazo a brazo,
¡a tierra! ¡a tierra! o la emoción me ahoga,
Todo me habla de sueños y cantares, y sólo hallan mis ojos sin mirada Yo fuerte me juzgaba, tenue vapor del huracán llevado, hasta caer en su mortal regazo
o se adueña de mí el desvarío!
de paz, de amor y de tranquilos bienes, los incoloros senos del vacío… mas, cuando fuera me encontré y aislado, alga sin rumbo que la mar flagela, con alma en paz y con la frente erguida!.

Ministerio del Poder Popular


para la Comunicación e Información
A Simón Rodríguez,

Eduardo Galeano

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