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IV. Objetivo.
Entender que al igual que Juan, Dios nos llama a evangelizar llevando su mensaje de
amor a la Iglesia y a la sociedad.
V. Lectura Bíblica.
(Matrimonio o familia que guía se pone en pie y lee 2 veces)
¿Cómo responderemos a esta llamada que nos hace Dios en el Adviento? Juan, que no
puede callar la novedad de la Palabra de vida, visita los pueblos, y les dice: “Preparad el
camino del Señor”.
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“Vivamos la santidad matrimonial para cambiar el mundo por amor”
ENCUENTRO MATRIMONIAL MUNDIAL- COSTA RICA
APARTADO NACIONAL DE ESPIRITUALIDAD
¿Cómo haremos nosotros para preparar el camino del Señor? Esta respuesta la podemos
encontrar en el silencio interior, al escuchar la palabra de Dios en lo profundo de nuestro
ser; contemplando a María, para descubrir en Ella señales de esperanza; viviendo nuestra
fe en comunidad, para experimentar el ánimo de los hermanos; yendo al encuentro de las
necesidades de los más pobres. Dispongámonos para que como Juan el Bautista,
podamos ser instrumentos de Dios con nuestro testimonio de vida.
VII. Presentación del tema. El matrimonio (o familia) que guía lee alternadamente
Los acontecimientos decisivos de la historia se han presentado fuera de los ámbitos del
poder. Por ejemplo Isaías anuncia los planes de salvación y proclama un mensaje de
esperanza por la llegada del Mesías. Un hombre, Juan, estuvo escondido en el silencio
del desierto, abierto a la Palabra y fue quien anunció caminos de conversión. Una mujer,
María, cambiará la historia del mundo; ella lleva la Palabra dentro y dejará los caminos
sembrados de alegría.
Como Juan, otros profetas han preparado caminos y han sido candelas encendidas en la
noche. Muy pronto vendría la salvación del mundo por medio de una mujer sencilla y
humilde que acepta el llamado de Dios. De ella nacería Jesús, que es palabra de amor y
de vida para todos. Comienza algo totalmente nuevo, ya no es necesaria la luz de las
lámparas, Él ilumina a todos con su Luz y nos alegra a todos con su Salvación.
El Adviento nos invita a detenernos, en silencio, para captar su presencia, para contemplar
al Señor y prepararnos para su venida. En el silencio escucharemos la voz del desierto, al
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igual que una vez, Juan la escuchó. Este llamado especial no es exclusivo, al contrario,
todos estamos llamados a evangelizar, a anunciar y a colaborar para la construcción del
Reino de Dios. Desde nuestra vocación como esposos, el Orden Sagrado y cada miembro
de la familia, somos mensajeros del Señor, para anunciar la presencia real y auténtica de
Dios. El tiempo de adviento es recordar la alegría por el hecho de que Dios se ha hecho
Niño. Esta alegría nos alienta a caminar confiados y llenos de gozo, como la Sagrada
Familia de Nazaret, por eso no podemos vivir sumidos en la tristeza, el dolor, el rencor ni
en el desánimo; al contrario, nos corresponde vivir con alegría, trasmitiendo el amor de
Jesús en nuestra vida cotidiana, realizando obras de misericordia, comenzando por lo más
sencillo, que puede ser brindar nuestra sonrisa a cada persona que nos topemos en el
camino. Es momento de vivir la alegría, una alegría interiorizada que ningún sufrimiento
nos puede robar.
En nuestra actualidad, el mundo nos impulsa a vivir en la indiferencia con los demás, en el
egoísmo, el sedentarismo, en la falta de fe y en la pérdida de valores. Todo esto nos
conduce al vacío, al materialismo, a la ambición y al poder. Cada vez, vemos cómo la
oración no se practica en las familias y no se frecuentan los sacramentos. Cada miembro
de las familias pasa sumido el mayor tiempo del día en la tecnología, el activismo y el
consumismo y quizás no lleguen a conocer la alegría de vivir.
Hoy nos corresponde a nosotros hacer un alto en nuestra vida y despertar de nuevo en
nosotros, el verdadero sentido de la espera, que es la espera de lo eterno, revisar qué
pasó con el entusiasmo y preguntarnos si estamos trasmitiendo un verdadero testimonio
cristiano. Dios necesita que allanemos su camino y anunciemos un evangelio de
esperanza. No obstante, también coincidimos en esto, el vivir desde la esperanza de
ninguna manera puede ser una justificación de la pasividad de quedarnos "sentados"
esperando que llegue el Señor y que, como por arte de magia, se solucionen las cosas. La
espera del Señor, de su irrupción en nuestra vida y en nuestra historia, nos implica y nos
ha de comprometer de modo que, entre todos, anunciemos con alegría la Buena Nueva
del Señor y así veremos realizarse maravillas.
Recordemos que José y María tocaron muchas puertas. Unos se negaron a abrirles y la
mantuvieron cerrada, otros la abrieron, pero no así su corazón, y lo mantuvieron cerrado
para acogerlos. Ellos no se desanimaron, siguieron tocando puertas con esperanza. Por
eso, no tengamos miedo de vencer los obstáculos y asumir con responsabilidad nuestro
servicio como matrimonios y familias en EMM.
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“Vivamos la santidad matrimonial para cambiar el mundo por amor”
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Ya cercanos a las fiestas de Navidad, la liturgia de estos días nos va presentado los
acontecimientos previos al nacimiento del Mesías, donde podremos comprobar la intención
de Dios, su firme voluntad de salvar a los hombres y el cumplimiento definitivo de su
promesa de salvación. Sin duda alguna, el Señor está con Juan Bautista, con José y con
María, como está con todo aquél que sinceramente le abre el corazón a su Palabra. Por
tanto, es necesario mantenerse en fidelidad al Señor que nos ha prometido la salvación.
De esta manera, descubriremos la grandeza de este misterio escondido durante siglos.
Dispongámonos, abramos nuestro corazón y digamos como María: ¡Hágase en mí, según
tu palabra! Mantengamos un adviento prolongado dentro de nosotros. ¡Celebremos este
acontecimiento! Aprovechemos estos días del Adviento para prepararnos y celebrar el
misterio del nacimiento de Cristo. En la Sagrada Familia de Nazaret tenemos un hermoso
ejemplo.
¿Qué aspectos de mi relación conmigo mismo y de mi relación con los demás (cónyuge,
hijos, familia) debo de allanar o cambiar para que Jesús nazca cada día en mi corazón?
¿CMSCMR?
XIII. Avisos
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- Traer para el III DOMINGO DE ADVIENTO: Un juguete con identificación (Niño o niña,
edad), para llevar a los más necesitados de la parroquia o parroquias de nuestros sacerdotes
encontrados.
ORACIÓN INICIAL
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Amén.
CANCIÓN
El profeta
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No temas arriesgarte
Porque contigo yo estaré
No temas anunciarme
Porque en tu boca yo hablaré
Te encargo hoy mi pueblo
Para arrancar y derribar
Para edificar, construirás y plantaras
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