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Rev Cubana Med Gen Integr 2006;22(2)

Página cultural
Dr. Ramón Luis Miranda Torres, médico de Martí, prototipo del
médico de familia
Ricardo Hodelín Tablada1 y Damaris Fuentes Pelier2

Considerado en la historiografía médica como el médico de Martí, el


doctor Ramón Luis Miranda Torres, es sin dudas una figura poco conocida, a
pesar de haberse destacado en varios aspectos de su vida. En este artículo
abordamos algunas facetas interesantes. Nacido el 29 de julio de 1836 en
Matanzas, Cuba, sus padres fueron don Bernardino y doña Gumersinda. A la 1

edad de 8 años se trasladan a La Habana y Ramón ingresa en el Colegio “El


Salvador”; que ya constituía una verdadera institución de la enseñanza en
Cuba, dirigida por el insigne patriota José de la Luz y Caballero .

En el año 1853 matricula la carrera de Medicina y aprueba con notas


sobresalientes los 2 primeros cursos, luego viaja a Francia y el 10 de mayo de
1861 se gradúa de médico, después de realizar brillantes exámenes. De 2

Francia, se trasladó a España para obtener en la Universidad Central de


Madrid la validación de su título, pues sin ese requisito no podía ejercer la
profesión en España ni en sus colonias, y como Cuba estaba bajo el dominio
español, habría de someterse a esta prueba. Su examen de grado en Madrid
fue muy notable.

FIG. Dr. Ramón Luis Miranda Torres (1836-1910).

Al regresar de Europa tenía 25 años y había conquistado otros dos títulos


universitarios: uno de Bachiller de la Facultad de Medicina de la Universidad
de Madrid, según diploma de 1861, y el de Licenciado en Medicina y Cirugía
otorgado por la misma Universidad el 12 de agosto de 1861. Ya en Cuba
instaló su consultorio en La Habana y poco a poco se ganó la admiración de
sus numerosos pacientes.
Según César Rodríguez Expósito, “no tanto por su posición social, sus
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grandes relaciones entre la mejor sociedad habanera, sino por sus diagnósticos
acertados y eficaces tratamientos, como por su afable manera de tratar con el
enfermo y de ganarse su cooperación, su fe y su confianza… era un gran
conversador y sabía aplicar en cada caso la palabra oportuna. Manejaba
acertadamente los vocablos…cuentos y las anécdotas, como eficaz
complemento de la terapéutica de aquel tiempo. Era Miranda el prototipo del
médico de familia”.

Muy adecuada la expresión de Rodríguez Expósito al llamarle médico de


familia, pues sin lugar a dudas el doctor Miranda siempre se preocupó por sus
enfermos y los atendía con verdadera vocación, haciendo énfasis en la
importancia del trabajo comunitario. Él tenía claro que mejor que curar era
prevenir, y así lo demuestra en múltiples ocasiones durante los debates que se
sucedían en la Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La
Habana, donde fue uno de sus integrantes más destacados, llegando a alcanzar
la condición de Académico de Mérito.

Independientemente de su condición social y económica, nunca fue un médico


de la alta sociedad, era más bien el médico de los pobres. Gran parte de sus
pacientes estaban en los barrios pobres, cuarterías y solares, a donde acudía
puntualmente y les llevaba su amor y sus conocimientos médicos. Se conoce
que no solo no percibía los honorarios, sino que muchas veces dejaba el
dinero junto a las recetas para la compra de las medicinas. Fueron muchas las
noches en que interrumpía el sueño y hacía enganchar su coche o volanta, para
acudir a la casa de un pobre necesitado de sus servicios. Esta función la
realizaba como un deber y con un enorme placer.

Unido a sus labores asistenciales con la población, el 2 de abril de 1864 fue


nombrado médico provincial del Cuerpo de Sanidad Militar de San Ambrosio.
Fue socio facultativo de la Sección de Ciencias del Liceo Artístico y Literario
de La Habana, médico de la Casa de Beneficencia y Maternidad y médico
forense de la semana. En todos estos lugares trabajaba con eficiencia,
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entusiasmo y responsabilidad, ganándose el respeto, la admiración de


pacientes, familiares, personal médico y paramédico. Contrariamente a la
actuación de muchos galenos de la época, él siempre mantuvo un trato afable,
cortés, con todos los trabajadores de servicio y otros no médicos.

Destacada labor desarrolló como socio facultativo del Liceo Artístico y


Literario de La Habana. Allí impartía a los asistentes diferentes lecciones de
Medicina, con un lenguaje comprensible para todos, haciendo hincapié en la
necesidad de higienizar el medio ambiente para evitar posibles enfermedades.
Asimismo fue idea suya sacar estas lecciones de la institución y convertirlas
en charlas educativas en los diferentes barrios de la capital, donde ya se le
esperaba sistemáticamente porque el pueblo disfrutaba sus explicaciones con
placer y provecho.

El 11 de noviembre de 1866, se presentó al doctor Miranda, como Académico


Supernumerario de la Sección de Medicina en la Academia de Ciencias
Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. En la sesión del 13 de agosto de
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1871 se trató de la mortalidad excesiva de los niños, que se debía, según


explicó el doctor Ambrosio González del Valle, a la mala alimentación de las
clases pobres, por sustituir la leche materna por otra artificial durante la
primera infancia, sustitución que acarreaba males que vendrían seguramente a
aumentarse, después del anuncio publicado en los periódicos sin la aprobación
académica y contra todos los preceptos de la higiene, se lanza el grito ¡abajo
las crianderas! cuando debiera establecerse un protectorado para la infancia.

Lo anterior motiva un debate en el que intervienen varios académicos, entre


ellos el doctor Miranda, que enarbolando un ejemplar del anuncio repartido a
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domicilio, hace comprobar que si en el inserto en los diarios se dice: “No más
crianderas, no más indigestiones, sana y segura lactancia para los niños,” en el
que tiene a la vista se lee “el gran descubrimiento consiste en haber
encontrado una sustancia que cambia la leche de vaca en leche de mujer” y
agregando “sin los inconvenientes que suele esta tener, y depende del mal
carácter, impropia alimentación, disgustos, pasiones, enfermedades, a que está
sujeta la nodriza”.

Después de leer este anuncio el doctor Miranda deduce “abajo las crianderas”
advirtiendo con pena que el anuncio va acompañado de certificaciones de los
doctores Antonio Carro y José C. Monteresi y espera que tanto estos señores
como el doctor Hita, autor de la idea, expongan en la Academia las pruebas
científicas y los hechos en que se funda, la excelencia de tan renombrado
papelillo. En la sesión del 28 de agosto de 1871 se acordó una resolución,
donde se explicaba que la Academia veía con mucho desagrado la conducta
profesional de dos de sus miembros, que valiéndose de la prensa diaria y otros
medios abusaban de la credulidad pública con sus ruidosos anuncios,
convirtiendo la más sagrada de las profesiones en el más vulgar de los
comercios.

José Martí, nuestro Héroe Nacional, padeció varias enfermedades desde que
siendo un adolescente, fue encarcelado en las canteras de San Lázaro. Allí
sufrió las úlceras -provocadas por las gruesas cadenas y el grillete- que se
mantuvieron durante toda su vida. Posteriormente en España, se le diagnostica
sarcoidosis y según una investigación que hemos realizado y que se mantiene
inédita (Hodelín Tablada R. Enfermedades de José Martí. Dolor infinito y la
fibra noble del alma), consideramos que esta enfermedad lo acompañó durante
toda su vida.
A pesar de lo anterior, nunca se dejó llevar por las enfermedades y supo
crecerse, poniendo siempre al frente al hombre íntegro. Martí , radicado en
Nueva York, fue atendido por el doctor Miranda. Siendo el Apóstol el guía de
los cubanos en el exilio, inferimos que el galeno ya tenía fama de buen
facultativo cuando los cubanos le confieren la atención médica del héroe.

El propio doctor Miranda relata que en cierta ocasión Martí necesitó de sus
servicios y lo recuerda así: “Me mandó a buscar por estar enfermo y me dirigí
a su casa… lo encontré en su modesto y estrecho cuarto, postrado en cama,
febril, nervioso; examinado diagnostiqué bronquitis y que en breve se curaría;
él se había alarmado creyendo que su enfermedad pudiera agravarse y me dijo
“Doctor, cúreme pronto, tengo una misión sagrada que cumplir con mi patria,
poco me importa morir después de realizarla; la muerte para mí no es más que
la cariñosa hermana de la vida”.4

Continúa Miranda su testimonio: “Ésa fue la primera vez que conocí


personalmente a Martí y desde entonces sentí por él respeto, admiración, y
comprendí su grandeza e inmenso amor por Cuba. Con frecuencia nos
veíamos después, y tuve el placer de que pasase sus últimos días en Nueva
York en nuestra casa... durante el tiempo que pasó Martí en nuestra casa –dos
semanas- proporcionó a toda la familia deliciosos ratos, con su amena, variada
y elocuente conversación, que jamás olvidaremos, como tampoco el 28 de
enero de 1895, día de su cumpleaños cuarenta y dos, que lo pasó
agradablemente en compañía de varios de sus amigos, los cuales compartieron
con nosotros nuestra mesa. Dos días después, entusiasmado lleno de fe y
esperanza en que Cuba sería libre, se despidió cariñosamente de nosotros para
Santo Domingo”. Es evidente que el doctor Miranda sentía gran simpatía,
aprecio y cariño por su amigo Martí. 4

Encontrándose Martí enfermo el 27 de diciembre de 1892, le escribe a otro


médico que lo había atendido, el doctor Miguel Barbarrosa. En esa carta
apunta: “Vino a verme el doctor Miranda y aprobó absolutamente y con gran
elogio, toda la medicación de ud. que continúa él aquí; por cierto que no quiso
irse sin su dirección”. Estas líneas son fiel reflejo de la ética médica
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practicada por el doctor Miranda , pues no solo elogia la terapéutica de su


colega sino que también solicita la dirección para escribirle. Hasta donde
hemos avanzado en nuestras investigaciones no sabemos si llegó a concretarse
la correspondencia entre ambos galenos. Vale señalar que aquí también se
observa la ética de nuestro Héroe Nacional, al comunicar al
doctor Barbarrosa las opiniones favorables del doctor Miranda .

El doctor Miranda no solo trataba a Martí los males físicos, sino que se
preocupaba por aliviarle la tensión de los problemas morales, de los que como
humano al fin, era víctima constantemente. Con su don diplomático y sus
métodos persuasivos, tenía la virtud de calmarlo como el mejor sedante que
lograba aminorar las exaltaciones que les producían aquellos hechos
injustos. Martí sentía un profundo cariño por el doctor Miranda, a quien no
solo consideraba su médico, sino su consejero. Ante problemas graves acudía
al “doctor” como él le llamaba para oír su opinión.

En febrero de 1894 -exactamente el día 17- el Apóstol escribe una carta que
transcribimos textualmente por ser fiel testimonio del cariño y admiración que
sentía por su médico: “Mi muy querido doctor: Le tengo tanto cariño que no
creo deber escribirle con pompa y besamano para que ud. se deje caer por aquí
mañana domingo, a las 4 de la tarde, a conversar, con seis o siete personas del
consejo, sobre el mejor modo de dar a Fermín Valdés Domínguez público y
mesurado testimonio de cariño. Saludarlo queremos todos; pero pensemos
juntos la mejor manera y como en la compañía de ud. salen las cosas mejor
hechas, -y a ud. solo lo innoble le es extraño- lo espero sin falta…” Convida a
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su médico y amigo a preparar el homenaje que quiere darle a otro grande


amigo. Sin dudas, Martí distingue al doctor Mirandaentre las seis o siete
personas, que merecen estar en la preparación del homenaje a su hermano del
alma.

Otra epístola de Martí fechada el 19 de enero de 1895, 7 dirigida al


General Antonio Maceo y Grajales, reseña que le escribía desde la casa amiga
y se está refiriendo al hogar del doctor Ramón Luis Miranda Torres, que era
suegro de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el discípulo predilecto de Martí .
Evidentemente, la amistad de Martí y Miranda fue más allá de la relación
médico-paciente, se extendió también a la familia. En el hogar
de Miranda encontró Martí compresión y amor en momentos muy necesarios,
cuando le faltaba salud y parecía que el intento de liberar a Cuba fracasaba.
Allí se fortaleció, creció espiritualmente y recibió todo el apoyo para
continuar su obra.

Muchos de los documentos relacionados con nuestro Héroe Nacional y con la


emigración revolucionaria fueron conservados por el doctor Miranda . Estos
pasaron luego a manos de su yerno Gonzalo de Quesada y
Aróstegui, secretario del Partido Revolucionario Cubano, quien a su vez los
entregó más tarde a su hijo –nieto de Miranda - Gonzalo de Quesada y
Miranda, el cual aprovechando la importante fuente documental escribió
varios textos sobre el Apóstol.

Posiblemente en los primeros días de diciembre de 1909, en Nueva York, el


doctor Miranda sufre un ictus debido a una hemorragia cerebral que lo dejó en
cama, grave y con una hemiplejia derecha. Decimos en los primeros días de
diciembre, porque Gonzalo de Quesada envía con fecha 13 de diciembre un
cablegrama a la Academia, en respuesta a la solicitud de esta institución,
donde explica la gravedad del médico. Este documento inédito lo encontramos
en el Archivo del Museo Nacional de Historia de las Ciencias “Carlos J.
Finlay”.

A pesar de todo el esfuerzo realizado por los facultativos que le atendieron, a


las tres de la madrugada del 27 de enero del 1910 dejó de existir el
doctor Miranda . Así lo confirma el cablegrama enviado por Gonzalo de
Quesada a su querida Academia, donde fue muy profundo el dolor al conocer
la desagradable noticia. Como bien destacó nuestro Apóstol: “el
doctor Miranda es mérito tranquilo, que dura y se reconoce”. Reconocer estos
méritos, divulgarlos e imitarlos es una forma de que perduren, en las nuevas
generaciones de médicos cubanos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Rodríguez Expósito C. Dr. Ramón L. Miranda (Médico de Martí). Cuad


Historia Salud Pública. 1963;(22):9-39.
2. ________. Médicos en la vida de Martí. Cuad Historia Sanitaria.
1955;(8):48-55.
3. García Blanco R. Cien figuras de la ciencia en Cuba. La Habana:
Editorial Científico-Técnica; 2002.p.274-5.
4. Miranda Torres RL. Últimos días de José Martí en Nueva York. En:
Carmen Suárez León ed. Yo conocí a Martí. Santa Clara: Ediciones
Capiro; 1998.p.118-20.
5. Martí J. Epistolario. Tomo 3. Centro de Estudios Martianos. La
Habana: Editorial Ciencias Sociales; 1993.p.231.
6. Martí J. Epistolario. Tomo 4. Centro de Estudios Martianos. La
Habana: Editorial Ciencias Sociales; 1993.p.47.
7. Martí J. Epistolario. Tomo 5. Centro de Estudios Martianos. La
Habana: Editorial Ciencias Sociales; 1993.p.24.

Recibido: 21 de octubre de 2004. Aprobado: 27 de agosto de 2006.


Dr. Ricardo Hodelín Tablada. Calle 4ta. No. 652 entre L y M, Reparto Sueño,
Santiago de Cuba, Cuba. E mail: rht@sierra.scu.sld.cu
1
Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Instructor del Instituto Superior de
Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Investigador Auxiliar. Aspirante a Doctor en Ciencias
Médicas.
2
Especialista de II Grado en Oftalmología. Profesora Instructora del Instituto Superior de
Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

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