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Breve introducción
El presente ensayo intenta, de manera acotada, invitar a una reflexión sobre las
representaciones de lo masculino dentro de la cinematografía chilena. Si entendemos el
cine más allá de un espectáculo visual para entretener a las masas y lo vemos como
espejo de la vida social y sus transformaciones. ¿Qué nos tiene que decir, entonces el
imaginario visual de nuestro país acerca de los hombres y los roles que han ocupado
dentro de nuestra historia?
No se intentará aquí dar respuestas, sino tan sólo algunas pistas y observaciones en base
a un enfoque de género. Se trata de un paseo por algo de nuestra larga y angosta
cinematografía habitada por hombres, mujeres, niñas y niños que mucho dicen de un
gran ser nacional.
1
Licenciada en Trabajo Social- Asistente social con mención en Desarrollo Local.
2
Citado por Gubern, R. (1983). Cien años de cine. España: Editorial Bruguera.
en este escenario irreal? Si el cine es reflejo de la sociedad y las películas son un espejo
de nuestra idiosincrasia, ¿qué nos dice nuestro cine de los chilenos?
Hombres en crisis: los machos tristes de los ochenta y los depresivos del nuevo
milenio
El cine de los ochenta se caracterizó principalmente por tener un alto contenido
político y por ser un medio de denuncia ante los abusos de la dictadura de Pinochet. Si
bien eran películas de oposición, muy pocas mostraron personajes masculinos cuya ira
por el contexto se volcara de manera poderosa y proactiva. Fueron más bien hombres
pusilánimes y en crisis los que aparecieron en las pantallas de cine de esa década.
Si pensamos en personajes como “El Gordo” de “La luna en el espejo”, el
“Pelado Infante” de “Viva el novio”, “Pedro” de “Imagen latente”, “Bruno” de “Hay
algo allá afuera”, y el “profesor Ramiro Orellana” de “La Frontera”, nos encontramos
con personajes masculinos torturados y sufrientes bajo el yugo de un padre castrador en
la casa y en el país. La ley del padre no engendra otra cosa que hombres conflictuados,
sumergidos en la abulia.
Mientras el Gordo en la película de Silvio Caiozzi sufre por la dictadura interna
de un padre viejo y enfermo que desde su cama lo vigila todo, Bruno, personaje
interpretado por Luis Gnecco, vive el conflicto de asumir quién realmente es en “Hay
algo allá afuera”, de Pepe Maldonado. Por su parte, “Viva el novio”, en tono de
comedia, sigue el recorrido del Pelado Infante, un hombre que no quiere asumir sus
compromisos. Menos cómica es la historia de Pedro, de “Imagen latente”, fotógrafo que
intenta reconstruir la imagen de su hermano desaparecido relacionándose con las
amantes de éste, en un vía crucis doloroso y oscuro como el que vivía Chile en ese
entonces.
“La frontera”, la cinta chilena más premiada internacionalmente, tiene a un
pueblo de hombres tristes hasta donde llega a cumplir exilio quizás el más triste de
ellos, Ramiro Orellana, profesor de Estado acusado de terrorismo y condenado a
cumplir una particular prisión en un lejano destino, pueblo marcado por el maremoto y
el miedo a la naturaleza que los hombres no han podido doblegar, mujeres que lloran
hijos muertos y hombres que bailan entre ellos para mitigar la soledad.
Es decidor que casi ninguna de las películas producidas en Chile durante los ’80
y a comienzos de los ’90 haya tenido como protagonista masculino a un héroe o
guerrillero, como ha pasado con el cine de otras latitudes producido en períodos de
dictaduras o en contextos tan crueles como el vivido por Chile.
Si acudimos a algunos estudios sobre masculinidad podemos comprender en
parte los orígenes de esto y de la llamada crisis de la masculinidad. José Olavarría, en su
trabajo “Hombres e identidades: Crisis y globalización”, expone una serie de cambios
en el contexto macrosocial a partir del golpe de Estado de 1973 que afectaron
profundamente a las masculinidades. Entre ellos cabe destacar, para efectos de este
ensayo: a) a nivel económico, la inestabilidad y flexibilidad laboral; b) la
desarticulación de los espacios de homosociabilidad.
Me detendré brevemente en este punto ya que al ser estos espacios de
construcción de la masculinidad a un nivel colectivo, su desarticulación impactó en las
masculinidades de lo cual fue un espejo la cinematografía de la época. Para Olavarría,
hasta los setenta existieron cuatro espacios fundamentales para la homosociabilidad: el
lugar de trabajo, los partidos políticos, los sindicatos y la “noche”. La masculinidad
construida y reforzada por los pares pronto quedó a la deriva. Los trabajos precarios, la
inestabilidad económica y la imposibilidad de cumplir con el rol proveedor, sin acceso a
la participación política y sin lugares de diversión fueron dando paso a un hombre en
crisis, a sujetos masculinos solitarios y nuevamente abandonados; como decía el escritor
Darío Oses, hombres en la condición de machos tristes.