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DISCURSO DE FRANKFURT
Jacques Derrida
Galilée, Paris, Collection La philosophie en effet (27 mars 2002). Edición digital de Derrida en
castellano.
Texto en francés
Y la lengua va a ser por lo demás mi tema: la lengua del otro, la lengua del
huesped, la lengua del extranjero, incluso del inmigrante, del emigrado o del
exilado. ¿Qué hará del singular y del plural una política responsable, empezando
por las diferencias entre las lenguas en la Europa de mañana, y a ejemplo de
Europa, en la mundialización en curso? En eso que se llama, de manera cada vez
más dudosa, la mundialización, nos encontramos en efecto al borde de guerras que
están, menos que nunca, desde el 11 de septiembre, seguras de su lengua, de su
sentido y de su nombre.
Estoy soñando. Soy un sonámbulo. Creo haber soñado, para daros a entender
mi agradecimiento ante el inmenso privilegio que se me concede hoy, sueño
todavía sin duda con saber hablaros no sólo como bandido, sino poéticamente,
como poeta. Sin duda no seré capaz del poema en el que sueño. Y por otro lado,
y en qué lengua habría podido escribirlo o cantarlo? ¿O soñarlo? Estaré dividido
entre, por una parte, las leyes de la hospitalidad, a saber, el deseo del huesped
que reconoce que debería dirigirse a vosotros en vuestra lengua, y, por otra parte,
mi apego invencible a un idioma francés sin el que estoy perdido, más exilado
que nunca. Pues lo que comprendo y comparto mejor, con Adorno, hasta la
compasión, es quizá su amor a la lengua, e incluso una especie de nostalgia por
aquello que ha sido sin embargo su propia lengua. Nostalgia
originaria, nostalgia que no ha esperado la pérdida histórica o efectiva de la
lengua, nostalgia congénita que tiene la edad de nuestro cuerpo a cuerpo con la
lengua llamada materna, o paterna. Como si esta lengua hubiese estado perdida
desde la infancia, desde la primera palabra. Como si esta catástrofe estuviese
abocada a repetirse. Como si amenazase con retornar en cada giro de la historia,
y para Adorno, hasta en el exilio americano. En su respuesta a la pregunta
tradicional «Was ist deutsch?[vii]» en 1965, Adorno confiaba que su deseo de
regresar de los Estados Unidos a Alemania, en 1949, estaba dictado
primeramente por la lengua. «Mi decisión de volver a Alemania —dijo—, apenas
estaba motivada por la necesidad subjetiva, por la añoranza de la tierra (vom
Heimweh motiviert). Había también una motivación objetiva. Es la
lengua. (Auch ein Objektives machte sich geltend. Das ist die Sprache)».
Por qué hay en esto más que una nostalgia, y otra cosa que un afecto
subjetivo? ¿Por qué intenta Adorno justificar su regreso a Alemania mediante un
argumento de la lengua que sería aquí una razón «objetiva»? Su alegato debería
ser hoy ejemplar para todos aquellos que buscan, en el mundo, pero en particular
en la Europa en construcción, definir otra ética u otra política, otra economía,
incluso otra ecología de la lengua: cómo cultivar la poeticidad del idioma en
general, su estar en casa, su oikos, cómo salvar la diferencia lingüística, ya sea
regional o nacional, cómo resistir a la vez a la hegemonía internacional de una
lengua de comunicación (y para Adorno, eso era ya el anglo-americano), cómo
oponerse al utilitarismo instrumental de una lengua puramente funcional y
comunicativa sin ceder no obstante al nacionalismo, al estado-nacionalismo o al
soberanismo estado-nacionalista, sin dar estas viejas armas mohosas a la
reactividad identitaria y a toda la vieja ideología soberanista, comunitarista y
diferencialista?
B. Otro rasgo de «Was ist deutsch» cuenta más para mí. A este elogio de la
propiedad específica y objetiva de la lengua alemana (eine spezifische, objektive
Eigenschaft der deutschen Sprache), sigue una cautela crítica. En ella se advierte
un parapeto indispensable para el porvenir político de Europa o de la
mundialización: sin dejar de luchar contra las hegemonías lingüísticas y lo que
éstas determinan, habría que empezar por «desconstruir» tanto los fantasmas onto-
teológico-políticos de una soberanía indivisible como los metafísicos estado-
nacionalistas. Ciertamente Adorno quiere, así lo comprendo, seguir amando la
lengua alemana, seguir cultivando esa intimidad originaria con su idioma pero sin
nacionalismo, sin el narcisismo colectivo (kollektiven Narzißmus) de una
«metafísica de la lengua». Contra esta metafísica de la lengua nacional, cuya
tradición y cuya tentación son bien conocidas, en este país y en otros, la
«vigilancia», sigue diciendo Adorno, la vela del velador debe ser «incansable».
«Aquel que regresa (se sobrentiende que del exilio), y que ha perdido el
contacto ingenuo con lo que constituye su especificidad (la de la lengua), aun
conservando su intimidad con su propia lengua, tendrá que dar prueba de una
incansable vigilancia (mit unermüdlicher Wachsamkeit) para escapar de
cualquier superchería que podría facilitar esa lengua; tendrá que evitar creer que lo
que me gustaría calificar de excedente metafísico de la lengua alemana (den
metaphysischen Überschuss der deutschen Sprache) basta para garantizar la
verdad de la metafísica que propone, o de la metafísica en general. Se me permitirá
quizá confesar que escribí Jargon der Eigentlichkeit por esa razón. [...] El carácter
metafísico de la lengua no constituye un privilegio. No es a él a lo que hay que
imputar una profundidad que se convierte en sospechosa en el momento en que se
glorifica a sí misma. Pasa lo mismo con el concepto de alma alemana. [...] Nadie
de los que escriben el alemán, y saben hasta qué punto marca la lengua su
pensamiento, debería olvidar las críticas de Nietzsche a este respecto»[xi].
Benjamin empieza así la larga carta que escribe, pues, en francés a Gretel
Adorno, el 12 de octubre de 1939, desde un campo de trabajo voluntario en la
Nièvre:
«He tenido esta noche cuando dormía sobre la paja un sueño tan
hermoso que no resisto las ganas de contártelo. [...] Es uno de esos sueños
del tipo de los que he tenido quizá cada cinco años, y que están tejidos en
torno a la palabra “leer”. Teddie se acordará del papel que juega ese motivo
en mis reflexiones sobre el conocimiento».
Mensaje con destino a Teddie, a Adorno, pues, el marido de Gretel. ¿Por qué
le cuenta Benjamin este sueño a la mujer, no al marido? ¿Por qué cuatro años antes
es también dirigiéndose a Gretel Adorno[xiii] como Benjamin responde a críticas un
poco autoritarias y paternales que Adorno, como hacía a menudo, le había dirigido,
en una carta[xiv], a propósito precisamente del sueño, de las relaciones entre las
«figuras oníricas» y la «imagen dialéctica»? Dejo dormir este enjambre de
preguntas.
El largo relato que sigue vuelve a poner en escena (es mi propia selección
interpretativa) un «viejo sombrero de paja», un «panamá» que Benjamin había
heredado de su padre, y que llevaba, en su sueño, una amplia hendidura en su parte
superior, junto con «marcas de color rojo» en los bordes de la hendidura, y luego
unas mujeres, una de las cuales se dedica a la grafología y tiene en su mano algo
que Benjamin había escrito. Este se acerca y dice:
«... lo que vi era una tela cubierta de imágenes en la que los únicos elementos
gráficos que pude distinguir eran las partes superiores de la letra d cuyas
dimensiones afiladas denotaban una aspiración extrema a la espiritualidad. Esta
parte de la letra estaba por lo demás provista de una pequeña vela con el borde
azul, que se henchía en el dibujo como si se encontrase bajo la brisa. Era la única
cosa que pude “leer” [...]. La conversación giró por un momento en torno a esta
escritura. [...] En un momento dado, dije textualmente esto: “Se trataba de cambiar
en fichu una poesía”. (Es handelte sich darum, aus einem Gedicht ein Halstuch
zu machen.) [...] Entre las mujeres había una, muy bella, que estaba acostada en
una cama. Al oír mi explicación hizo un movimiento breve como un relámpago.
Apartó un pequeño extremo de la manta que la abrigaba en su cama. [...] Y esto no
fue por dejarme ver su cuerpo, sino el dibujo de su sábana que debía ofrecer unas
imágenes análogas a las que yo había debido «escribir», hace años, para
relagárselas a Dausse. [...] Después de tener este sueño, no pude volverme a dormir
durante horas. Era de felicidad. Y por lo que te escribo es por hacerte participar en
esas horas».
En que deje sin sueño a Benjamin, este sueño parece resistir a la ley enunciada
por Freud. «Durante todo el tiempo que dura el sueño —pretende este otro
emigrado judío—, sabemos con certeza que estamos soñando, como también
sabemos que dormimos (Wir den ganzen Schlafzustand über ebenso sicher
wissen, das wir träumen, wie wir es wissen, das wir schlafen).» El deseo último
del sistema que reina soberanamente en el inconsciente, es el deseo de dormir, el
deseo de retirarse al sueño («... während sich das herrschende System auf
den Wunsch zu schlafen zurückgezogen hat...[xvi]»).
Desde hace decenios oigo en sueños, como suele decirse, voces. Son a veces
voces amigas, otras veces no: unas voces que están en mí. Todas ellas parecen
decirme: ¿por qué no reconocer, claramente y públicamente, de una vez por todas,
las afinidades entre tu trabajo y el de Adorno, o en verdad tu deuda con Adorno?
¿No eres un heredero de la Escuela de Frankfurt?
Habría habido que evitar por una parte toda complacencia narcisista y, por
otra parte, la sobrevaloración o la sobreinterpretación —filosófica, histórica,
política— del evento al que tan generosamente me asociáis hoy: a mí mismo, a mi
trabajo, y también a los países, la cultura y la lengua en las que mi modesta historia
se enraíza y de las que se nutre, por más que sólo de modo marginal e infiel
permanezca en ellas.
2. Una historia comparada, en las tragedias políticas de los dos países, sobre
la recepción y la herencia de Heidegger. Ahí también, en unas diez mil páginas, en
este envite decisivo, recordaría lo que aproxima y lo que distingue las estrategias,
intentando marcar en qué medida la mía, que es por lo menos tan reticente como
la de Adorno, y en todo caso radicalmente desconstructiva, pasa por un camino y
responde a exigencias completamente diferentes. Tendríamos al mismo tiempo que
reinterpretar, desde una parte y desde la otra, los legados de Nietzsche y de Freud,
e incluso, si me arriesgo a llegar ahí, de Husserl, e incluso, si me arriesgo a llegar
más lejos, de Benjamin. (Si Gretel Adorno viviese todavía, le escribiría una carta
confidencial a propósito de las relaciones entre Teddie y Detlef. Le preguntaría por
qué no tiene premio Benjamin, y le trasmitiría mis hipótesis sobre el caso.)
Los siete capítulos de esta historia en la que sueño, se están escribiendo ya,
estoy seguro. Esto que hoy compartimos lo atestigua sin duda. Estas guerras y esta
paz tendrán sus nuevos historiadores, sus nuevos nuevos historiadores, e incluso
sus «conflictos de historiadores» (Historikerstreit). Pero no sabemos cómo ni
sobre qué soporte, sobre qué velas para qué Schleiermacher de una hermenéutica
por venir, sobre qué tela y sobre qué fichu WWWeb se empeñará mañana el artista
de este tejido (êf?nthw, diría el Platón de El político). Nosotros no sabremos
nunca sobre qué fichu Web pretenderá sellar o enseñar nuestra historia un Weber
por venir.
Celan: «Niemand
Zeugen[xxiv]».
Jacques Derrida
[i]
Esta carta se ha publicado dos veces en Francia (en francés, y así pues, en su
lengua original). Por una parte, en la Correspondance de Walter Benjamin, en
edición establecida y anotada por G. Scholem y Th. W. Adorno, t. II, 1929-1940,
trad. fr. de G. Petitdemange, Aubier Montaigne, Paris, 1979, pp. 307-309. Por
otra parte, en los Écrits français de Walter Benjamin, presentados y anotados por
J. M. Monnoyer, Gallimard, Paris, 1991, pp. 316-318. Benjamin parece haber
anotado ese sueño para él mismo, en una versión idéntica en lo esencial a la de la
carta a Gretel Adorno, pero a veces ligeramente diferente en la gramática o en la
letra de algunas formulaciones. Esta versión está publicada en
los Autobiographische Schriften, vol. VI, Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1980, pp.
540-542.
[ii]
Th. W. Adorno, Minima Moralia (1951), Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1973, p.
143 [Minima moralia, trad. de J. Chamorro Mielke, Taurus, Madrid, 1987].
[iii]
[Minima moralia, trad. cit., p. 111.]
[iv]
Th. W. Adorno, Prismen (1955), Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1976, p. 301
[Prismas. Crítica de la cultura y la sociedad, trad. de M. Sacristán, Ariel,
Barcelona, 1962, p. 258].
[v]
Artículo al que hace alusión Adorno en el mismo texto. Se publicó en la Neue
Rundschau, y trataba, entre otras cosas, del surrealismo.
[vi]
[Prismas, trad. cit., p. 256.]
[vii]
Th. W. Adorno, «Auf die Frage: “Was ist deutsch?”»,
en Stichworte, Kritische Modelle2, Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1965, pp. 102 ss.
[viii]
Th. W. Adorno, Minima Moralia, cit., pp. 141-142 [trad. cit., p. 109].
[ix]
[Minima moralia, trad. cit., p. 110.]
[x]
J. Habermas, Philosophisch-politische Profile (1971), Suhrkamp, Frankfurt a.
M., 1981, pp. 170 ss. [Perfiles filosófico-políticos, trad. de M. Jiménez Redondo,
Taurus, Madrid, p. 153].
[xi]
Th. W. Adorno, «Auf die Frage: “Was ist deutsch?”», cit., pp. 111-112.
[xii]
G. Ahrens, W. S. Baur, H. Beese, M. Buchgeister, U. O. Dünkelsbühler, A.
G. Düttmann, P. Engelmann, M. Fischer, Th. Frey, R. Gasché, W. Hamacher, A.
Haverkamp, F. Kittler, H. G. Gondek, H. U. Gumbrecht, R. Hentschel,
D. Hornig, J. Hörisch, K. Karabaczek-Screiner, A. Knop, U. Koppen,
B. Lindner, S. Lorenzer, S. Lüdemann, H. J. Metzger, K. Murr, D. Otto, K. J.
Pazzini, E. Pfaffenberger-Brückner, R. Puffert, H. J. Rheinberger, D. Schmidt, H.
W. Schmidt, K. Schreiner, R. Schwaderer, G. Sigl, B. Stiegler, P. Szondi, J.
Taubes, Ch. Tholen, D. Trauner, D. W. Tuckwiller, B. Waldenfels, E. Weber,
D. Weissmann, R. Werner, M. Wetzel, A. Wintersberger, A. Witte, H. Zischler.