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El autor debate acerca de lo educativo en América Latina posicionándose en la

consideración de que la educación es un hecho ético y político que debe articularse con
otras políticas que aseguren mayores niveles de justicia e igualdad. Interrelaciona
derechos, sentidos, políticas, instituciones y sujetos criticando las posturas que
sostienen que la raíz de los males sociales reside en la crisis educativa y que revertir esa
crisis permitiría avanzar hacia una sociedad más equitativa y, sin más, a un mayor
desarrollo económico .
Gentili sostiene que la educación posee potencial para disminuir las injusticias y revertir
formas de exclusión pero que no se puede suscribir a la esperanza de que pueda
cambiar el mundo. En continuidad con una tradición de pensamiento y acción que ha
tenido diversas manifestaciones y representantes por estas latitudes, sostiene el
carácter político de la educación y la naturaleza pública del bien. Porque “las ideas
cuentan” , discute acerca de la coyuntura educativa latinoamericana en tiempos de pos-
neoliberalismo, gobiernos progresistas y fragmentación educativa.
Adoquines y anclas. El hambre de saber y los saberes del hambre”, reflexiona acerca del
papel de la escuela en tiempos de infancias desnutridas y discursos de competitividad.
El texto que cierra el libro debate (y combate) acerca del imperativo del éxito, el mérito
y la competencia; del postulado que sostiene que “en la vida moderna triunfa el que se
lo propone” (161). Recorre con crudeza y claridad las relaciones entre el hambre y la
escuela indicando que la primera es una de las razones que justifica la necesidad de
asistir a la segunda ya que “con más del 90% de tasas de escolarización y casi el 21% de
niños con desnutrición crónica, el hambre edifica la escuela” . La institución escolar se
sitúa entonces entre dos promesas: satisfacer el hambre de saber y satisfacer el
hambre a secas.
Preocupado por este tema, expresa su sorpresa ante la escasa producción académica
dedicada a esta cuestión. Apoyándose en un informe de la FAO (2006), alude al enorme
potencial del aprendizaje y la escolarización para revertir los efectos del hambre
insistiendo en que todo ello depende de “decisiones políticas” . Dada esta situación, los
niños y adolescentes de sectores populares empiezan a recorrer su trayectoria
educativa con adoquines en los pies o a nadar con anclas en los cuellos: imagen que
hace trizas la metáfora de la competencia y la igualdad de oportunidades en el punto de
partida. Pero, otra vez, vuelve sobre las posibilidades de la educación (segunda ocasión-
tentación para tildarlo de optimista) y, citando a Ziegler, expresa: “del conocimiento
nace el combate, del combate la libertad y las condiciones materiales de la búsqueda
de la felicidad”. En este marco, pondera el papel de la lucha para que las causas y
consecuencias del hambre desaparezcan.
El libro sitúa a lo educativo como cuestión política. Aspecto que se relaciona,
necesariamente, con otras políticas que promueven la justicia y la igualdad y
reconocen a la educación como bien público. Defiende, con argumentos apasionados y
sólidos, las posibilidades y límites de la educación, el valor de la esperanza, la utopía y
la lucha. El título está en consonancia con el contenido del texto. Efectivamente se trata
de lúcidas reflexiones contra la educación excluyente, contra los discursos que la
vehiculizan (y la encubren) y los sentidos que la orientan. Quienes intentamos sostener,
teórica y prácticamente, que la educación es un acto político y buceamos en reflexiones
que nos distancien de lugares comunes o frases desmesuradas, nos alineamos con este
tipo de textos y, sin pudor decimos, que gustamos de ellos.

Para ser un buen alumno hay que saber ciertas cosas, dominar ciertos
hábitos, ejercitar ciertas aptitudes y despojarse de otras.
Ser un buen alumno significa saber seguir ciertas reglas, para ser más
precisos, ocho, las cuales, naturalmente, la nota se proponía develar:
recibir incentivos; disfrutar del aprendizaje; tener orgullo de los buenos
resultados; resistir a las frustraciones; tener el pensamiento libre; inspirarse
en alguien exitoso; tener planes para cambiar el mundo; ser un competidor
nato.
El mismo Gentili debió aún, sabiendo que estaba siendo engañado, en dos o tres
oportunidades reprimir su deseo de constatar si su hijo Mateo, a punto de iniciar su
adolescencia, disponía de más de una de estas cualidades, en apariencia tan bien
justificadas y ponderadas.
La regla “estar preparado para la competencia”.
Entrepreneurs
Alguien que gana dinero al iniciar su propio negocio , especialmente cuando
esto implica ver una nueva oportunidad y asumir riesgos :

Su autor, Sean Covey, “crea tu propia cuenta bancaria personal” .LO que heredan
Formar individuos “ganadores” supone estimular los valores y sentidos que modelan
hábitos competitivos y productivos, mediante los cuales y gracias a los cuales es posible
triunfar en la vida.
El Capital libro sobre la voracidad competitiva de un conjunto de empresas españolas
que, sin miedo al riesgo y dispuestas a vencer en los mercados más complejos y
competitivos, salieron a “comerse el mundo”. Nuevamente, y desde otro enfoque, el
tema era el mismo: en la vida moderna triunfa el que se lo propone.
En ningún caso, se mencionaban las condiciones que habían hecho posible el ejercicio
de esa voracidad competitiva por parte de las empresas líderes españolas inventariadas
por la nota, como la destrucción del aparato estatal en buena parte de los países
latinoamericanos, las privatizaciones llevadas a cabo, la corrupción existente, la
desindustrialización, el bajísimo costo de la fuerza de trabajo local y la fragilidad de las
normas jurídicas nacionales) Dejar afuera al Estado y ejercer poder competitivo y de mercado
,sin presiones,libertad económica,los neoliberalistas.

Estas normas y hábitos de competencia, saber arriesgarse, invertir en uno mismo,


esforzarse y desplegar toda la voracidad triunfadora que nos lleva no sólo a ser alguien
en la vida, sino a ser los mejores. El medio, el entorno, suele ser un detalle, lo que
importa son las capacidades individuales que nos preparan para enfrentarlo y vencer.
Las tres publicaciones hablaban de lo mismo y, en algunos casos, usaban las mismas
imágenes deportivas, tan frecuentes en este tipo de literatura: “ganar la carrera”, “salir
en cualquier lugar, pero llegar primero”, “remar contra la corriente”, “ser veloz y estar
siempre atento”. En nombre de la eficacia y la productividad académicas. Competir para
ganar, ganar para sobrevivir. Desde que se entra hasta que se sale del sistema educativo
uno aprende que su lugar dependerá de la capacidad de competir que tenga y de cómo
la ejerza contra sus semejantes. A esto obedece el éxito de lo que algunos llaman
inteligencia.

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