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VIDAS NO VIVIDAS
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La Locura Colectiva Sobrevenida a Nuestra Especie

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22/7/2013

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Gladys Molina EmpoweredByKnowledge©

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Vidas no Vividas
La locura colectiva sobrevenida a nuestra especie.

Basado en el trabajo de Paul Levy, traducido y adaptado por Gladys Molina


EmpoweredByKnowledge©

¿Y si el origen de los problemas en el mundo es la antigua tradición del


"maltrato infantil", que se ha in-formado en todos nosotros? En aras de la
claridad, necesito diferenciar los términos, ya que el <maltrato infantil> es
una frase armada y cargada.

Mucha gente asocia el maltrato infantil con el castigo corporal, los abusos
sexuales, la negligencia severa y demás. Pero el maltrato infantil es algo
que todos hemos padecido desde formas elusivas e indetectables en la
medida en que nuestros padres no estaban totalmente iluminados (¿y los
de quién no?). Cuando hay amor “condicional” basado en nuestro
rendimiento o comportamiento, cuando llegamos a ser “domesticados” y
se supone que somos “un buen niño o una buena niña,” cuando nuestros
padres vicariamente viven sus vidas no vividas a través de nuestros logros,
o cuando nuestros padres inconscientemente abusan de su poder y
promulgan su propio abuso no sanado, todo “por nuestro bien” –estas son
todas diversas formas de un sutil pero muy real maltrato infantil. Cuando
recibimos doble-señales enloquecedoras por parte de nuestros padres, en
donde dicen una cosa pero su energía expresa otra, cuando nuestros
impulsos hacia la independencia emocional y autonomía son sutilmente
rechazados, cuando se nos niega nuestras percepciones o cuando las
expresiones de nuestro propio ser único y creativo son marginadas o
criticadas –estas son todas diversas formas de maltrato infantil
encubierto. Todas estas acciones aparentemente inocuas pueden
potencialmente obstruir al niño en su proceso natural de crecimiento
hacia quien verdaderamente es. Estas reacciones inconscientes de los
padres pueden potencialmente ser intro-yectadas e interiorizadas en la
psique del niño en donde se convierten en voces interiores opresivas que
en la medida que no se integran, desarrollan una vida aparentemente
autónoma propia.

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Todos estamos metabolizando nuestro legado ancestral de abuso sutil o
abuso evidente que ha sido transmitido y propagado a través de las
generaciones. La idea arquetípica de los pecados del padre (y de la
madre) siendo visitada en los hijos (e hijas) es psicológicamente
verdadera, y ha encontrado expresión en fuentes inspiradas como
diversas mitológicas antiguas, la Biblia y Shakespeare. Todos tenemos un
saber subjetivo de la validad de este fenómeno basado en nuestra
experiencia vivida. Cada uno de nosotros, lo sepamos o no, nos hemos
convertido en quienes somos, por lo menos en parte, como resultado de
la inconsciencia de nuestros padres.

No solamente son nuestros cuerpos la descendencia de nuestros padres;


nuestra psique también es descendencia de la inconsciencia de nuestros
padres. Jung enfatiza este mismo punto cuando dice, “No solo el cuerpo
del niño, sino también su alma procede de su ascendencia.” Nuestros
padres a quienes Jung sugiere que miremos como los “niños de los
abuelos” son formados, a su vez, por sus padres en un linaje que se
remonta a través de las generaciones. Jung explica, “Deberíamos mejor
decir que no son tanto los padres sino mas bien sus antepasados – los
abuelos y bisabuelos – quienes son verdaderamente los progenitores, y
que éstos explican la individualidad de los niños mucho mejor que los
inmediatos, y por así decirlo, padres accidentales.” Esta perspectiva
expande el marco de tiempo a través del cual nos relacionamos con
nuestra familia, y en última instancia, con nosotros mismos.

Jung sentía que las “vidas no vividas” de los padres profundamente


impactaban las vidas de sus hijos, como si se produjera una “herrada”
marcando el destino particular de los niños. Las vidas no vividas de los
padres es una herencia ancestral que tiene gran peso y seriedad, en
cuanto a que literalmente forma las vidas de los hijos. Jung elabora sobre
la noción de las vidas no vividas de los padres cuando dice que es “esa
parte de las vidas que podían haber sido vividas si no se hubieran
interpuesto ciertas excusas algo raídas que impidieron a los padres
lograrlo. Para decirlo sin rodeos, es esa parte de la vida de la que siempre
han eludido, probablemente mediante una mentira piadosa. Esa es la que
siembra el más virulento de los gérmenes.”

Las vidas reprimidas, no vividas de los padres actúan como un contagioso


y maligno virus psíquico que infecta el campo circundante. Hablando de
represión, Jung señala que, “lo que sea que reprimas, lo que sea que no

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reconozcas en ti mismo, sin embargo sigue estando vivo. Está constelado
en tu exterior, trabaja sobre tu entorno e influye en otras personas. Por
su puesto, tu eres dichosamente inconsciente de estos efectos, pero a las
demás personas se les llena la nariz” Este virus psíquico es como un
bichito no localizado en el sistema que crea una afección y perturbación
en la coherencia de la familia. Este virulento patógeno psicótico se
germina en y se auto-replica a través del inconsciente de los hijos, el cual
es el medio que utiliza para reproducirse a través de las generaciones, es
decir, a través del tiempo.

Los hijos ven más de lo que los padres sospechan o quieren que vean, ya
que están empáticamente sintonizados al inconsciente de los padres. El
inconsciente de los padres, que parece estar en último plano, está
realmente en el primer plano de la sique del niño. El inconsciente de los
padres fluye en, e in-forma (da forma) a la sique del hijo. “Nada influye
más en los hijos” reflexiona Jung, “que los hechos silenciosos del último
plano del fondo. Tienen un efecto extremadamente contagioso sobre los
hijos.” La relación de los padres con su inconsciente influye en el
inconsciente de los hijos a través de la vía de la inconsciencia colectiva en
el que ambos están contenidos.

Los niños sienten el espíritu subyacente de las cosas. Describiendo la


sensibilidad de los niños, Jung sabe por su propia infancia, al igual que
sabemos todos, que “Las cosas que quedan suspendidas en el aire y son
vagamente sentidas por el niño, el ambiente de temor y aprensión, estos
lentamente se filtran en el alma del niño como un vapor venenoso.” Este
vapor toxico es como un espíritu ancestral que penetra y se insinúa en el
núcleo del ser del niño. Este espíritu viviente es la herencia familiar,
mientras modela, forma e in-forma los vástagos, que llegan a ser
obligados en la medida en que están bajo el hechizo de los padres, a
inconscientemente representar, exteriorizar y convertirse en instrumento
para la encarnación del inconsciente ancestral. Se convierten en los
proveedores involuntarios y la revelación viva del “evangelio oculto” del
inconsciente de los ancestros.

No existimos en forma aislada unos de otros, sino más bien, en relación a


todos los miembros de nuestra familia humana que han existido en el
tiempo. Jung re-contextualiza nuestras relaciones familiares cuando
señala que, “…una vida humana no es nada en sí misma, es parte de un
árbol familiar. Continuamente estamos viviendo la vida ancestral, que se

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remonta desde hace siglos, estamos satisfaciendo los apetitos de
ancestros desconocidos, atendiendo las necesidades que creemos que son
nuestras, pero que son del todo incompatibles con nuestro carácter; no
estamos viviendo nuestras propias vidas, estamos pagando las deudas de
nuestros antepasados.” Somos herederos de su “fortuna” familiar, la
fruición karmica actual de nuestro árbol familiar.

El hijo es parte tan importante de la atmósfera psicológica de los padres,”


contempla Jung, “que los problemas secretos y no resueltos entre ellos
pueden influir profundamente sobre su salud. La mística de la
participación, o la identidad primitiva, hace que el niño sienta los
conflictos de los padres y a sufrir de ellos como si fueran propios. Es casi
nunca el conflicto abierto o la dificultad manifiesta que tiene un efecto tan
venenoso, pero casi siempre los problemas parentales que se han
mantenido ocultos o permitidos a convertirse en inconscientes. El autor
de estos trastornos neuróticos es, sin excepción, el inconsciente.” La
“participación mística” es una frase que Jung usa a menudo, la cual tomó
prestada del antropólogo francés Levy-Bruhl. Hablando en cuento al
desarrollo, es un estado primitivo y poco evolucionado de conciencia en el
que estamos mágicamente fusionados y que se fundió con el medio
ambiente a fin de no ser capaz de distinguirse entre nosotros y los demás
a un nivel fundamental. Cuando ocurre la participación mística entre
padre/madre e hijo/a es un estado de mutua identificación inconsciente
en el que son co-dependientes enredados unos con otros y no son capaces
de experimentar su autonomía psíquica y la independencia el uno del
otro. Cuando hay participación mística, las partes están psíquicamente
ligadas y atadas al otro de manera que recíprocamente inhibe su libertad
intrínseca. En la medida que los padres siguen fusionados en un estado
de participación mística con el inconsciente de sus padres y no se hayan
separado psicológicamente e individualizado, es la medida en que ellos
mismos no establecerán una conexión con sus descendientes como seres
autónomos independientes, sino, como extensiones inconscientes de su
propia psique. Los padres que aun no han resuelto el equipaje parental,
idean a los hijos de ser apéndices psicológicos de su propio proceso
irresoluto, que es una forma sutil pero sin embargo muy real de maltrato
infantil. El autor de estos dramas de la vida real, como señala Jung, es el
propio inconsciente.

“El <imago parental> [la imagen de los padres en la psique del niño] está
poseída de un poder bastante extraordinario; influye en la vida psíquica

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del niño tan enormemente,” escribe Jung, “que debemos preguntarnos si
podemos en algún caso atribuir tal poder mágico a un ser humano
común.” Lo que le otorga a los padres tal poder sobre sus hijos es que
nuestros padres terrenales particulares, no son más que re-
presentaciones y animaciones del arquetipo subyacente de los "padres
divinos", que existe en el interior del propio inconsciente colectivo.
Nuestros padres son los instrumentos para representar, encarnar y activar
el arquetipo paterno pre-existente, que vive dentro de la psique de todos
nosotros. Es el arquetipo numinoso subyacente que los padres reales
están mediando que amplifica sus efectos sobre los niños. Al igual que los
instintos migratorios y la construcción del nido de un pájaro no se
aprenden de forma individual, pero se heredan de su ancestral colectiva,
el poder de los padres se deriva de la imagen arquetípica primordial que
resuena en lo profundo de la psique de nuestra especie.

Jung señala que "el poder del arquetipo no es controlado por nosotros.
Nosotros mismos estamos a su merced a grados insospechados. Hay
muchos que se resisten a su influencia y su fuerza, pero igualmente hay
muchos que se identifican con el arquetipo...y porque todo el mundo está,
en cierto grado 'poseído' por su preformación específicamente humana,
se aferra y queda fascinado por ello y ejerce la misma influencia en otros,
sin ser consciente de lo que está haciendo. El peligro es justo esta
identidad inconsciente con el arquetipo: no sólo ejerce una influencia
dominante en el niño mediante la sugerencia, sino que también causa la
misma inconsciencia en el niño, por lo que sucumbe a la influencia del
exterior y al mismo tiempo no puede oponerse a ella desde dentro." El
proceso externo del niño con los padres llega a ser internalizado y se
convierte en un ineludible convincente proceso interno.

Los padres juegan un rol clave y fatídico en el destino karmico de sus hijos.
Cuando los padres están reprimiendo su inconsciente sin hacer su “propio
trabajo interno” de forma responsable, comenta Jung “esto se irradia al
ambiente exterior y, si hay niños, los infecta también. De este modo, a
menudo se pasan estados neuróticos de generación en generación, como
la "maldición de Atreo" [en la mitología griega la "maldición de Atreo" es
un símbolo de una ancestral maldición familiar que se transmite de
generación en generación]. Los niños son indirectamente infectados a
través de la actitud que instintivamente adoptan hacia el estado mental
de sus padres: o bien lo luchan con la protesta silenciosa (aunque a
menudo la protesta es vociferante) o bien sucumben a una imitación

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paralizante y compulsiva. En ambos casos están obligados a hacer, sentir,
y vivir no como desearían, sino como sus padres quieren que lo hagan.
Cuanto más ‘impresionantes’ [dejando su impresión] sean los padres, y
cuanto menos acepten sus propios problemas (mayormente con la excusa
de la ‘preservación de los niños’), será cuanto más tiempo los niños
tendrán que sufrir por la vida no vivida de sus padres, y cuanto más se
verán obligados a cumplir todas las cosas que los padres han reprimido y
mantenido inconscientes."

Cuando los padres sucumben a la compulsión de apartarse de su propia


oscuridad y se resistan a la iluminación de la conciencia y, por tanto a
evitar la relación con partes de sí mismos, Jung afirma que "ellos no saben
que al sucumbir a la compulsión, la pasan a su hijos haciéndoles esclavos
de sus padres y también del inconsciente. Estos niños continuarán
durante mucho tiempo viviendo la maldición lanzada sobre ellos por sus
padres, aun cuando los padres ya estén muertos desde hace mucho
tiempo.”

Si los padres entran en el hábito de evitar compulsivamente su


responsabilidad de auto-reflexionar, una atmósfera tóxica se conjura en el
sistema familiar que es muy inquietante para el cuerpo emocional de la
familia. "Los problemas reprimidos y el sufrimiento evitado de manera
tan fraudulenta segrega un veneno insidioso," Jung nos dice que, "se filtra
en el alma del niño a través de las paredes más gruesas del silencio y a
través de los sepulcros más blancos del engaño, la complacencia y la
evasión. El niño está indefenso y expuesto a la influencia psíquica de los
padres y confinado a copiar el auto-engaño de los padres, a su falsedad,
así como su hipocresía, su cobardía, su sentido de justicia propia, y
respeto egoísta por su propia comodidad, cómo la cera toma la huella al
sellar. Lo único que puede salvar al niño de una lesión no natural es el
esfuerzo de los padres de no eludir las dificultades psíquicas de la vida
mediante maniobras engañosas o el permanecer inconsciente
artificialmente, sino más bien a aceptarlos como tareas; de ser lo más
honestos con ellos mismos como sea posible, y a arrojar un haz de luz a los
rincones más oscuros de su alma."

A los padres no se les pide que sean perfectos, algo que es a la vez
imposible y sería una catástrofe para los hijos. De los padres no se puede
esperar que no tengan fallo alguno o complejos sin resolver, lo que sería
sobrehumano, sino más bien, deben hacer esfuerzos sinceros para no

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negar y reprimir sus puntos débiles y áreas inconscientes, sino
reconocerlos como lo que son. En cuanto a sus problemas inconscientes,
los padres, según Jung, "al menos deberían llegar a un acuerdo consciente
con ellos; estableciendo la obligación de resolver sus dificultades internas
por el bien de los hijos." Es una responsabilidad ética de los padres el
hacer frente a sus propios complejos aun sin cicatrizar. "La influencia
parental sólo se convierte en un problema moral," Jung continúa, "de cara
a las condiciones que podrían haber sido modificadas por los padres, pero
no lo fueron." En otras palabras, se convierte en un "pecado moral"
cuando los padres son potencialmente capaces de aclarar y hacer frente a
alguna zona inconsciente en sí mismos, y optan por no hacerlo,
‘permaneciendo,’ en palabras de Jung, "artificialmente inconscientes."

Cuando el inconsciente se aborda de manera responsable por los padres,


sin embargo, esto alivia a los hijos de un peso, que al final ni siquiera era
el suyo para empezar. Los padres realmente pueden bendecir a sus hijos
hasta el extremo, entrando en su propia autenticidad, en la vulnerabilidad
y la transparencia. Cuando un padre trata responsablemente con su
propio inconsciente, están modelando y activando el mismo proceso en el
hijo, ya que padres e hijos están interconectados no-localmente e
íntimamente correlacionados a través del inconsciente colectivo. La auto-
reflexión de los padres es instantánea y reflexivamente recibida y
reflejada por y a través del hijo. Ocurre en la profundidad de la psique, y
este proceso de auto-reflexión refleja de nuevo a los padres e hijos
quienes son, faculta y empodera, en lugar de obstruir, a los hijos a florecer
naturalmente en lo que ellos están aquí para ser.

La auto-reflexión de los padres no sólo ayuda a curar a ambos padres e


hijos, sino que envía a nivel no-local ondas a través del tiempo, iniciando
un proceso de curación de todo el linaje ancestral. Es como si fuéramos la
culminación, cristalización y portadores de un proceso de dimensión
superior y multi-generacional de resolución. Potencialmente, en este
mismo momento, tenemos la oportunidad inapreciable para liberar a
estas ancestrales, hebras rizomáticas de trauma que se extienden mucho
más atrás en el tiempo e igualmente lejos en el futuro, sino que también
convergen y se extienden por todo el presente en la forma de sociedad y
cultura en la que vivimos. Podemos ser los que rompan el eslabón en la
cadena y disuelvan estos insidiosos, hilos micelio-similares, que son,
literalmente, la urdimbre y la trama sobre la cual se teje el tapiz de la
historia pasada, presente y futura de nuestra especie. Como los titulares

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actuales de un linaje antiguo de tradición ancestral, nuestra tarea, bien si
estamos en el papel de padres y / o hijos, es transmutar alquímicamente
este espíritu potencialmente destructivo que anima al abuso de la
"familia" (tanto en la familia nuclear como en la familia humana mayor)
con el fin de liberar nuestra propia brillantez creativa que aparentemente
mantiene cautiva.

En la medida que veamos cómo funciona la transmisión de maltrato


infantil - en nuestra propia vida, con nuestros propios padres e hijos -
podemos conscientemente rediseñar el vehículo de las relaciones
humanas, tanto dentro como entre nosotros, catalizando así la evolución
hasta la nivelación en alza de la propia consciencia humana. Tal vez,
podemos realmente empezar a sanar el mundo en el proceso.

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