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“El corazón tiene razones que la razón ignora”.

Blaise Pascal

Según la frase el hombre dotado de razón es susceptible a abrir su corazón y que es su


forma de pensar el que define su humanidad, aunque el corazón es a la mayoría de
veces más fuerte que la razón.

Campo de acción: en la vida diaria suele

Esta frase suele utilizarse para justificar una decisión injusta o absurda,
fundada en motivos difíciles de explicar por ser subjetivos, como la pasión,
el capricho o el deseo, y normalmente se usa en el contexto de cuestiones
amorosas. Nada más lejos de la intención de Pascal (1623-1662), quien se
refiere con ella a la religión, a fin de limitar el dominio de lo racional en ese
campo. Para él existen dos modos de acceder a la verdad: uno es el
corazón, una intuición inmediata, que permite comprender directamente –
sea por sensibilidad, instinto o sentimiento– tanto los primeros principios
como la existencia divina; el otro es la razón, capaz de deducir y
argumentar a partir de ellos. Dado que la fe es irracional y, en cierto
sentido, incierta, creer no basta. Hay que apostar por Dios, pues su misma
infinitud hace que muchas veces se oculte a nuestros ojos debido al
carácter finito de toda perspectiva humana.

Pero lo realmente sorprendente es que Pascal llega a estas conclusiones


como resultado de la nueva visión científica del universo que él mismo
ayudó a crear mediante sus estudios de física y matemática, por ejemplo,
sobre el vacío o el cálculo de probabilidades. En un mundo horadado por la
nada, sumido en la contingencia y sobrepasado por poderes
incomprensibles, el hombre habita inestable entre dos infinitos opuestos: el
de grandeza y el de pequeñez. A causa de su debilidad, se parece a una
“caña pensante”, que fácilmente podría ser aplastada, cuya fuerza y
dignidad radican en ser consciente de su situación.
“Esta frase se suele usar en el contexto de temas amorosos. Nada más
lejos de la intención de Pascal, quien se refiere con ella a la religión, para
limitar el dominio de lo racional en ese campo”. Virginia Moratiel

“Pienso, luego existo”. René Descartes


Por Xavier Gimeno, doctor en filosofía

Descartes (1596-1650) es considerado por muchos uno de los padres del


racionalismo moderno, esto es, uno de los filósofos que más han
contribuido a la rehabilitación del pensamiento y la razón humana. Si bien
la idea de que la razón humana es capaz de alcanzar la “verdad” no es
nueva –pensemos en Platón–, lo que sí es novedoso es la revisión crítica
sobre el método de dar con ella a través de la razón. Este método lo
conocemos como método cartesiano.

¿Y qué es eso del método cartesiano? En pocas palabras, se trata de crear


un método, camino o guía a través del cual la razón humana es capaz de
hallar ciertas verdades de las que sea imposible dudar y que, por tanto,
podemos tomar como fundamentales y esenciales. Descartes toma esas
verdades esenciales como los cimientos del nuevo edificio del conocimiento
humano. Si seguimos el método cartesiano de modo riguroso, lo primero a
lo que nos vemos obligados es a dudar absolutamente de todo. Descartes
plantea la hipótesis de que, además, tal vez existe un “genio maligno” que,
por alguna extraña razón, nos confunda y engañe no solo sobre todo lo que
nos rodea, sino también sobre todo aquello que pensamos y damos como
cierto y evidente.

Es posible que ese genio maligno nos fuerce a vivir una vida de engaño e
ilusión. Y podría ser así… Pensemos en la película Matrix… ¿Quién sabe? A
pesar de eso, Descartesdescubre algo muy interesante que se le revela
como la primera y fundamental verdad de la que no es posible dudar bajo
ningún concepto, ni siquiera existiendo ese genio maligno. Esa primera
verdad dice lo siguiente: incluso existiendo la posibilidad de dudar
absolutamente de todo, y a pesar de que existiera ese genio maligno que
nos engañara sin piedad, de lo que no podemos dudar es de que nosotros
¡pensamos! Si pensamos, entonces necesariamente tiene que haber alguien
que sea sustento o soporte de dicho pensamiento; alguien o algo en el que
se genere ese pensamiento. Ese alguien, por definición, es alguien que de
modo indudable ¡existe!

Descartes llega a la conclusión de que, si pensamos –sea lo que sea,


aunque sea falso–, tiene que haber alguien o algo que lo piense. Ese
alguien soy YO; un yo que, si piensa, necesariamente debe existir…
¡Pienso, luego existo!

“Para Descartes, si pensamos tiene que haber alguien o algo que lo


piense. Ese alguien soy yo, un yo que, si piensa, necesariamente debe
existir”. Xavier Gimeno

“Solo sé que no sé nada”. Sócrates


Por Fernando Broncano, filósofo

Esta paradoja atribuida a Sócrates (470-399 a. C.) no está para nada claro
que fuera proferida por él. En la Apología, un texto platónico, hay algún
indicio en el comienzo del discurso de Sócrates donde podría encontrarse
una versión muy débil: “Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era
más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada
que tenga valor, pero este hombre cree saber; pero este hombre cree
saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como en efecto, no sé, tampoco
creo saber”. Pero unas páginas más allá afirma con orgullo que sí sabe
cosas, aunque reconoce no saber otras: “Pero sí sé que es malo y
vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u
hombre. En comparación con los males que sé que son males, jamás
temeré ni evitaré lo que no sé si es incluso un bien”. No es poco saber para
alguien de quien se dice que sabe que no sabe nada.

La paradoja, como tal, no es ni más ni menos interesante que otras, como


la del mentiroso, por ejemplo (“todos los cretenses son mentirosos, dijo el
cretense”). Lo interesante de la idea de Sócrates es que pone bajo los focos
la importancia del conocimiento de la ignorancia. Preocupados por el
conocimiento, no nos percatamos de la importancia que tiene la ignorancia.
No es lo malo la ignorancia, sino la ignorancia de la ignorancia, la
metaceguera ante cosas que tendríamos que saber. Mucho peor aún es la
ignorancia voluntaria, la que mueve a los ojos a mirar hacia otra parte. Y
peor aún la ignorancia producida, la que nace de las estructuras sociales
como pantallas para no ver los daños que se causan alrededor.

“Lo interesante de la idea atribuida a Sócrates es que pone bajo los focos
la importancia del conocimiento de la ignorancia. Lo malo es la
ignorancia de la ignorancia”. Fernando Broncano

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