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CATEQUISTAS: TESTIGOS Y PEDAGOGOS

EL SOPLO DEL ESPÍRITU

Angel Hernández Bravo


ESPIRITUALIDAD Y FORMACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN
UNIVERSIDAD SAN DÁMASO - MAYO 2018
Introducción
En lo relativo a la evangelización, lo que debemos hacer no puede ser tan difícil que
no podamos hacerlo. Jesucristo no nos habría puesto una misión imposible. El que
nos llamó a esta misión nos capacitó para cumplirla. Es más, esta misión en realidad no
es nuestra misión, sino la misión del Espíritu Santo, de forma que nosotros somos
servidores de esa misión. En todo caso, es una misión de cristianos de a pie y no de
especialistas en evangelización, puesto que todo bautizado tiene una habilitación
especial que vamos a revisar aquí.

Tratando de resumir el concepto “evangelización”, podemos decir que es el proceso de


introducir a los hombres en el Misterio de Dios, es decir, se trata de una pedagogía de
tipo mistagógico en el sentido que ya desrrollaban santos padres en catequesis
llamadas mistagógicas como las de Ambrosio, Cirilo de Jerusalén, Teodoro de Mopsuestia
o Juan Crisóstomo.

El sentido sobrenatural de la fe nos hace connaturales al Misterio de Dios, de manera


que Dios se sirve de ese sentido de la fe como instrumento para mostrar el Misterio.
Esta connaturalidad con Dios es lo que se llama la santidad. Santo es quien experimenta
el Misterio y lo vive en su existencia. La experiencia de fe es la base de la
evangelización, por lo cual la herramienta más inmediata es la memoria, la propia
memoria. Una evangelizacíon de este tipo se llama “mistagógica”, esto es, que introduce
a la experiencia del Misterio. Esta forma de evangelización no es algo que inventó la
Iglesia, es la pedagogía misma de Dios a lo largo de la Historia de la Salvación.

La mistagogia ha sido reevaluada por el nuevo Rito para la iniciación cristiana de los
adultos1, como cuarto y último grado del itinerario de iniciación, como tiempo de la
experiencia de los sacramentos recibidos y como fase de la experiencia de la comunidad.
La forma en que Dios se nos ha manifestado en nuestra historia es una forma
misteriosa, como corresponde a la diferencia del ámbito divino y el ámbito humano, y
es el Dios trinitario el que ha desplegado esta pedagogía como itinerario de apertura
a su Misterio.

Partiendo de la propia memoria experiencial del misterio de la salvación hay que enseñar
a acoger el Misterio y comunicarlo desde la gracia y la experiencia. Pero no se trata en

1
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LOS SACRAMENTOS Y EL CULTO DIVINO, Ritual para la Iniciación Cristiana de Adultos, 1976, nn 37-40
realidad de un método, sino de una sensibilidad espiritual peculiar que acompaña al
proceso de comunicación del Evangelio. En palabras de San Juan Pablo II: “la plenitud
de la realidad salvífica, que es cristo en la historia, se difunde de modo sacramental
por el poder del Espíritu Paráclito“2.

El Espíritu actúa en el interior del corazón del evangelizador, de modo que el


evangelizador debe servir esa acción interior del Espíritu, que actúa como un maestro
interior.

El Espíritu Santo

Se habla a menudo del Espíritu, pero seguramente sabemos poco sobre Él. Ya desde
Gn 1, 2 sabemos por la Revelación que “el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las
aguas” y, a partir de ahí, se liga su actividad a la obra del Padre, lo que algunos santos
padres ven como una “cósmesis” o adorno, o “guinda final” mas bien, de la creación.
El don del Espíritu, que pondrá en marcha la nueva creación, recaerá sobre una creatura
ya preparada para desplegar todo su dinamismo con la diafanía del Espíritu en ella3 4.

La humanidad de Cristo, nuevo Adán, imagen de lo que seremos los hombres, sus
discípulos, se fue espiritualizando , de modo dinámico, de manera que le Espíritu es el
medio operativo por el que Jesucristo realiza su misión. Naturalmente, existe una
espiritualidad en la humanidad de Jesús que se manifiesta más intensamente en algunos
momentos intensos, como en su aoración o su entrega final a la muerte. Gracias a la
acción del Espíritu podemos decir que “el Hijo realiza el ser filial, revel a el rostro del
Padre … y , al hacerse hombre , alca nza la perfección del ser filial , consumando en
plenitud su propio ser Hijo”5. Nosotros, evangelizadores, heredamos esa espiritualidad
y mística de la humanidad de Jesús que nos lleva a la radicalidad de la misión de
Cristo6 . El cristiano, que recibe el mismo Espíritu con el que fue ungido Cristo, vivirá por

2
SAN JUAN PABLO II, Dominum et Vivificantem, 64
3
URÍBARRI, G., La mística de Jesús Sal Terrae, Santander 2016, p 102
4
Diafanía (διαφάνεια) es una de las características definitorias del espíritu: aquella que le permite ser del mundo, estar en
el mundo, pero sin estorbarlo; al contrario, como ámbito de diafanidad hace hueco a su ser, lo “des-cubre”, lo “trans-luce”,
lo “hace brillar y aparecer”. Pero por lo mismo, por ser la luz del mundo es la nuez que abre al misterio.
5
La mística de Jesús, 121
6
RATZINGER, Jesús de Nazaret. Primera parte: Desde el Bautismo a la Transfiguración, La Esfera de los Libros, Madrid, 2007, 29
su don del mismo Espíritu que Jesús el Cristo. Y así, toda espiritualidad y toda la
evangelización será un caminar tras los pasos de Cristo para configurarse con Él gracias
a la fuerza del Espíritu.

La mística y la espiritualidad de Jesús desemboca en el ejercicio de su misión. Su


predicación del Reino de Dios, que l mismo hace patente por su actuación: la mística
de Jesús en acción, una acción llena de gestos desconcertantes pero elocuentes, que
llevan al Reino de Dios, un Reino difícil de entender pero que puede explicarse mediante
un recorrido total del ministerio de Jesús7: los milagros, el grupo de discípulos, las
parábola, la ruptura con el ritualismo vacío, el Padrenuestro, las Bienaventuranzas. El
Reino de Dios tiene un carácter histórico, experimentable, en el que se entra, pero
que también puede rechazarse, puesto quen no se impone. Y por ser objetivo,
experimentable es explicable a los demás.

Pero además, esta revelación histórica, objetiva, acontece mediante figuras de humildad
y de servicio, fundamentalmente en el Siervo de Yahveh, cantados en la profecía de
Isaias. Jesús, y también María, asumen esa espiritualidad del servicio, que destila
alegría: “el siervo cristiano no es un perdedor frustrado que se refugia en la religión en
huida”8. Al contrario, el servicio esel camino de la vida, del triunfo, de la gloria.

El Maestro Interior

El Espíritu da a conocer a Jesucristo, no por un conocimiento de contenidos sino


internamente a través del amor, hasta hacer al hombre identificarse con Él. El Espíritu
Santo presta su auxilio interior de modo que concede a los discípulos el gusto en
aceptar y creer la verdad que revela9 y les unge con la gracia para que tengan los
mismos sentimientos, pensamientos y acciones de Jesús.

Podemos decir con San Agustín que conocer a Dios es amar a Dios:

Aquel a quien nosotros hemos amado se ha entregado antes él mismo. Se ha entregado a fin de
que nosotros le amemos. ¿Qué es lo que ha entregado? El apóstol san Pablo lo dice con más

7
La mística de Jesús, 171
8
Ibid. p. 177
9
CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum, 5
claridad: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones». ¿Por medio de quién?
¿Quizá por medio de nosotros? No. ¿Por medio de quién entonces? «Por medio del Espíritu que
nos ha sido dado» (Rom 5,5). Llenos de ese testimonio, amamos a Dios por medio de Dios 10.

Esta acción real del Espíritu es un misterio. Hay una corriente en la Iglesia de esta doctrina
de la connaturalidad de santo Tomas de Aquino, y que ha sido apoyado por el Magisterio
por su gran potencial mistagógico11. Para Agustín el pensar es recordar y recordar es
aprender del Verbo, que no cesa de enseñarnos mediante la luz del Maestro interior12.
La tradición teológica agustiniana, seguida luego por Santo Tomas, parte de la máxima
de pseudo-Ambrosio: “todo lo verdadero, enunciado por quien sea, es del Espíritu Santo”13.
En esa línea Santo Tomas de Aquino nos dice que cualquier cosa que el hombre enseñe
fuera trabaja en vano si el Espíritu Santo no da el entendimiento interiormente,.. “Y tanto
más que incluso el mismo Hijo, al hablar como instrumento de humanidad, no tiene
fuerza si Él mismo no opera interiormente por medio del Espíritu Santo”14.

El hombre espiritual es dócil a esta inclinación debida al Espíritu Santo, y es mas santo
cuanto más escucha su voz en su corazón. ¿Cómo resuena esta palabra? No
corporalmente, sino a través de una iluminación interior de las mentes de los justos15. Una
voz que se oye, que me remite a una cosa que suena, una cosa oculta a la cual estoy
físicamente remitido16.

Santo Tomas enseña que hay tres operaciones del Espíritu17:

• Ablandar los corazones de los creyentes


• Comunicar la enseñanza de Cristo a los que creen
• Fortalecer la confianza en orden al testimonio y la misión

Esta triple operación es capaz de consiguir la liberación del hombre mediante la gracia,
una libertad filial y espiritual. Es muy importante entender e interiorizar esta libertad;
de hecho es una condición imprescindible para iniciar correctamente. La moción del

10
SAN AGUSTÍN, Sermón 34,2-6, passim
11
LÓPEZ PEÑALBA, J. , El Espíritu Santo, maestro interior del catequista, en Teología y Catequesis 137 (2017) p 41.
12
Ibid, 49
13
PSEUDO-AMBROSIO, Comentario a la primera carta a los Corintios XII (PL 17, 245b)
14
Cf, Tomas de Aquino, In Jn XIV, 26, 1958
15
López Peñalba, J., ibid p 52
16
ZUBIRI, X., Sobre la religion, Alianza Editorial, Madrid 2017, p. 435
17
Ibid, p 53
Espíritu se produce a un nivel previniente y eficiente, pero, ojo, esto no significa que
esa moción se realice sin tener en cuenta la naturaleza de la persona, según su modo
de ser, es decir, respetando la libertad humana18. Se trata de una vocación interior,
como un instint de la mente, fruto de lo que Santo Tomas llama connaturalidad del
discípulo con Dios.

En continuidad con este planteamiento, Juan Pablo II nos dice que el Espíritu Santo es
el Maestro Interior que nos enseña el camino, un camino que es Cristo y que el Espíritu
nos enseña a seguir. Mas que un maestro de doctrina, es un maestro de vida. El papa
Benedicto XVI también nos habla de este magisterio existencial y vivencial del Maestro
Interior, en varios sentidos: i) un sentido fundamental, pues nos abre a la fe y nos
sostiene en ella, ii) un sentido cristológico, pues nuestra familiaridad con el Espíritu
atestigua la familiariedad, la connaturalidad con Cristo, iii) un sentido trinitario, pues el
magisterio del Espíritu nos introduce en el misterio del Dios vivo y verdadero, y iv) un
sentido eclesial, pues nos infunde el fuego de la caridad que nos abre a los demás
hombres19.

El papa polaco utiliza el concepto paulino de “inteligencia espiritual “ que es una gracia
de luz espiritual que descubre el valor actual de las palabras de Jesus, adapta la
inteligencia de la verdad a la historia que protagoniza el creyente e ilumina la aplicación
concreta del Evangelio alejando el riesgo de abstracción. Es una iluminación que tienen
varias características: es personal y eficaz, ya que descubre el camino de libertad
espiritual que se abre para cada creyente, mostrando el horizonte salvífico que el Padre
ofrece a cada creyente; es también una iluminación carismática, que no susurra soluciones
mágicas sino que dirige con paciencia; es en fin una iluminación moral de la conciencia20.
Los cristianos poseen en sí mismos una fuente de conocimiento de la verdad siendo el
Espíritu Santo el Maestro soberano que los ilumina y guía. Este conocimiento tendría
según el papa Juan Pablo II una cierta inerrancia en virtuda de esa luz sobrenatural21,
que estaría conectada con el Sensus Fidei Fideles, que es una especie de instinto espiritual

18
Ibid, p 54
19
Ibid, p 57
20
Ibif, p 58
21
Juan Pablo II, Creo en el Espíritu Santo, Catequesis sobre el Credo III (1989-91), 4-5
que permite al creyente juzgar espontáneamente si algo está en conformidad con el
Evangelio y con la fe apostólica. Fluye de, y es una propiedad de, la fe. Se lo compara con
un instinto porque no es el resultado de una deliberación racional, sino que es más bien
una forma de conocimiento espontáneo y natural, una especie de percepción (aisthesis). El
sensus fidei fidelis surge, ante todo, de la connaturalidad que la virtud de la fe establece
entre el sujeto creyente y el objeto auténtico de la fe, es decir, la verdad de Dios revelada
en Cristo Jesús. 22

Llenos de Espíritu

Pero, ¿Cómo actúa el Espíritu?. Sabemos por la Escritura que somos templos del
Espíritu e instrumentos de sus acción y que captamos las cosas de Dios:

Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para
conocer las gracias que Dios nos ha otorgado,de las cuales también hablamos, no con palabras
aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades
espirituales.El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para
él. Y no las puede conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre
de espíritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle. Porque ¿quién conoció la mente del Señor
para instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.

(1Cor 2, 12ss)

Una frase interesante en esta carta de San Pablo: “el hombre de espíritu lo juzga todo”.
Una cosa realmente importante es que esta luz del Espíritu permite al evangelizador
reconocer en la vida y el corazón de los destinatarios las inspiraciones que les mueven a
buscar a a Jesús. En palabras de Juan Pablo II, “la luz del Espíritu, más que cortar nudos
gordianos, los desata, con paciencia y artesanía, pues conoce las vicisititudes del enredo”23.
El Espíritu lleva al creyente a hacer suyos los sentimientos y pensamientos de Jesus,
y esa experiencia le permitirá a ayudar a otros a experimentarlo. El hombre llega a su

22
Comisión Teológica Internacional, El "Sensus Fidei" en la vida de la Iglesia, 2014
23
Juan Pablo II, Ibid., 6
plenitud como hombre en la medida el que se funda el “algo que acontece, a un
tiempo, en una experiencia objetiva e individual”24. Evangelizar es hacer vivir la
experiencia real del Resucitado que transfigura nuestro ser.

Discernir la acción del Espíritu


La iluminación del Espíritu respeta la libertad humana de modo que no es una luz
externa que violenta la razón del hombre, sino que desencadena un proceso de
discernimiento en el que se juenga la libertad y el amor. El Espíritu, que también se
llama Gracia de Dios, nos dá todo lo necesario, como dice la misma palabra, gratis,
es decir con extrema delicadeza, sin imposición, y a nosotros nos parece que es cosa
nuestra, pues “surge solo”. Por eso es muy importante aprender el discernimiento del
Espíritu. Muchos maestros espirituales cristianos desde los Santos Padres han enseñado
el discernimiento de espíritus, lo cual nos indica la importancia. Pero, aunque siempre
pueden usarse esos caminos, quizá lo mejor sea empezar de forma simple y luego ir
creciendo. La mística de Jesus y la acción del Espíritu no implican “subir a lo más alto
del cielo ni bajar a lo más profundo de los abismos (cf. Rm 10 ,6).. ni remite a un
fondo último de la conciencia solamente accesible con ejercicios y técnicas
sofisticadas…”25 se trata de una espiritualidad que acontece en lo cotidiano, a la luz de
la Sagrada Escritura y de la oración. El mistagogo debe transmitir la capacidad de
contemplar lo cotidiano discerniendo la acción del Espíritu en ello. Por ejemplo, hacer
la Lectio Divina, individual, o mejor, comunitariamente no aproxíma a una mística que
está muy pegada a la realidad, y solo allí puede encontrarse.

El bautizado cuenta con ayuda para este dicernimiento, no esta arrojado a la tarea
sin más. Hay un don que le antecede. Por el bautismo, se posée un “instinto” de la
fe, lo que se llama el sensus fidei , que no solo permite al creyente vivir en relación
con Dios y fidelidad al Evangelio, sino que también le ayuda a discernir lo que realmente
viene de Dios; este sentido de la fe, conducido por el Espíritu, otorga la connaturalidad

24
Sobre la religion, p420
25
Uribarri G., Ibid., 263
necesaria para reconocer las realidades divinas26, incluidas las mismas mociones del
Espíritu. No se trata tampoco de una reducción subjetivista, pues este sentido de la
fe es participación del sentido de la fe de la Iglesia (sensus fidei fidelium ) , de tal
manera que permite al cristiano, por un lado, experimentar personalmente los misterios
de Cristo en su propia vida, por otro, en las variadas mediaciones eclesiales que los
actualizan y, además, reconocer intuitivamente la acción secreta que el Espíritu lleva
acabo en los destinatarios de su tarea evangelizadora.27

Mistagogia

Mistagogia es la iniciación en los misterios de Cristo. Se habla de una mistagogia eucarística


para la nueva evangelización. La mistagogía supone el decoro de la celebración: los edificios
sagrados y las cosas destinadas al culto divino deben ser dignas, bellas y símbolos de las
realidades celestiales.

Implica cuidar la disposición de los lugares, las imágenes, los ornamentos, los objetos
sagrados, el canto,el arte y el culto. Se trata de describir a través de la liturgia los hechos
históricos y mistéricos de la salvación. Los sacramentos imitan o hacen memoria de los
gestos salvíficos de la vida de Jesús y anticipan la liturgia definitiva. La Iglesia quiere ayudar
a la humanidad a encontrar nuevamente el misterio escondido desde siglos y manifestado
en Jesucristo. Dado que mistagogía significa conducir por un camino que lleva al misterio,
se comprende por qué no basta un itinerario litúrgico sino que se requiere una comprensión
personal. En el sensus fidei que se explicó en el apartado anterior radica en buena
parte la posibilidad de que sea efectiva una evangelización en perspectiva mistagógica.
Esto es así porque proporciona una connaturalidad con el Misterio revelado en
Jesucristo, lo cual permite colocar este Misterio experimentable en el centro de la
actividad evangelizadora, librándose de encorsetamientos doctrinales y ritualistas, y
capacitando para “comunicar la fe en el corazón de la experiencia humana” de aquellos
a los que evangelizamos.28

26
Carvajal J.C., El catequista, mistagogo de la fe, en Teología y Catequesis 137 (2017) p 156
27
Ibid., p. 157
28
Ibid, p.157
Al principio de la mistagogía hay un encuentro de fe con el Señor a través de la gracia. El
Espíritu Santo es el mistagogo invisible, que nos lleva a comprender lo que Jesucristo ha
revelado. El método mistagógico consiste en leer en los ritos el misterio de Cristo y
contemplar la subyacente realidad invisible. La liturgia no puede ser tratada como
“propiedad privada” ni por el ministro ni por la comunidad. La espiritualidad litúrgica es
mistagogía en cuanto se hace experiencia del misterio salvífico de Dios. El misterio de Cristo
opera para transformar nuestra vida, que es ante todo una experiencia sacramental. La
mejor catequesis sobre la eucaristía es la eucaristía misma bien celebrada, usando
palabras de Benedicto XVI, y conectada con la vida y la experiencia de cada día.

Pedagogía Espiritual

Un dato aparece claro en este discernimiento: la pedagogía de la fe es una pedadagogía


espiritual, una mística. O dicho de otra manera, los evangelizadores y los evangelizados
deben trabajar en la mística de la intervención de Dios en lo cotidiano por medio del
Espíritu que actualiza la Redención de Jesucristo.

La espiritualidad que debe vivir y transmitir un discípulo-misionero está marcada en


realidad por la ejemplaridad de la espiritualidad de Jesús: “ … nos dio ejemplo para
seguir sus pasos y, además, abrió el camino con cuyo seguimiento la vida y la muerte
se santifican y adquieren un nuevo sentido” (GS22). Su camino es nuestra pauta
fundamental29 para sintonizarnos con el Espíritu. Fijémonos en como era la
espiritualidad, o mejor dicho, la mística de Jesús, y tendremos el método de pedagogía
espiritual más apropiado.

La espiritualidad de Jesús, enraizada ontológicamente en la acción del Espíritu en la


Encarnación de Verbo30 y en todos los Misterios de su vida, estaba fundamentada en
la oración al Padre, cuando se retiraba en soledad, antes o después de predicar el
Evangelio a la gente; una mística orante y filial, que clamaba “abbá”; una mística al
servicio del Reino y que encaraba el conflicto con los encorsetamientos y las injusticias;

29
La mística de Jesús, p. 98
30
Ibid, p. 106
una mística, en fin, orientada al Misterio Pascual, es decir, a la entrega total y al
gozo del triunfo, una mística, en definitiva, del grano de trigo31.

La pedagogía espiritual de Cristo no era otra cosa que introducirnos en su Misterio,


comunicarnos su misterio. Se trata de una pedagogía en si misma mistagógica, pues el
misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado: “ Él mismo, el
Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre (GS 22)”.
El ser humano es un misterio para sí mismo, y este misterio del hombre está envuelto y
sostenido por un Misterio de luces y oscuridades, el Misterio de Cristo, que revela el misterio
del hombre en la revelación del Misterio amoroso del Padre, por el don de su Espíritu32. El
discípulo-misionero espiritual es el que conoce y participa del Misterio de Dios revelado en
Jesucristo.

Pero quizá esto sea un poco abstracto. Concretando, la ayuda no consiste en dar normas
prácticas, sino en proponerle el misterio mismo de Dios y de su comunión con el hombre,
haciendo que el mismo misterio marque el contenido y las modalidades de la nueva
experiencia. La capacidad del mistagogo, trabajada pero, sobre todo, pedida en la oración,
consiste en “saber transmitir,no la propia experiencia, sino gracias a la propia experiencia,
el misterio de Dios personal y gratuito, que se revela libremente a quien le busca”.33

El evangelizador debe ser un creyente que tiene experiencia del misterio cristiano, un
testigo-maestro que sabe proponer y acompañar a otros en el camino de la comunión divina.
No se trata de un cristiano de élite; un bautizado medio puede y debe ser un evangelizador
en el Espíritu, un mistagogo pues tiene la unción del Santo (1 Jn 2,20-27) y no pueden
equivocarse en la fe. Así se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de
una vez para siempre (Ju 3), la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más a la
vida (LG 12, cf. DV 8).

31
Ibid., p 257
32
Carvajal J.C., Evangelizadores al servició del Espíritu, PPC (2018) p. 104
33
Ruiz Salvador, “Introducción general”, en: San Juan de la Cruz, Obras completas (Ed. Espiritualidad, Madrid 1988) 25.

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