La Modernidad, además de un periodo histórico, fue un movimiento
cultural cuyo origen se remonta a finales del siglo XIX en Europa ligado a los cambios que trajeron consigo la Revolución industrial y el capitalismo en Occidente. Los rasgos representativos básicos de la Modernidad fueron la Industrialización. Principal herramienta a través de la cual se aspira a aumentar la productividad y la economía. Espíritu de innovación. Las tradiciones del pasado se consideran obsoletas por lo que se promueve su revisión, actualización y los cambios constantes. Conocimiento científico. La ciencia, la experimentación práctica y la razón son las bases del conocimiento superando el antiguo dominio de las creencias religiosas. Capacidad de creación. Se enfatiza en la capacidad creativa y creadora del hombre, su potencial para dar forma a su entorno a través de la ciencia y la tecnología. Individualidad. Se fomenta la introspección y la búsqueda de objetivos individuales basados en la voluntad propia de cada ciudadano. La modernidad entra en crisis cuando la racionalización pasa de ser un principio crítico ordenador del espíritu científico y libertador de las ataduras de los dogmas de lo tradicional, a un principio legitimador de la explotación, al servicio del lucro e indiferente a las realidades sociales, sicológicas y fisiológicas Ahora es imposible volver atrás, la perspectiva ya cambió. En el mundo ya no existen lugares pre- modernos, solo hay reservorios de recursos. Este agotamiento del movimiento libertador inicial y la pérdida de sentido de una cultura presa en la razón instrumental, conducen a una tercera etapa de la crisis de la modernidad, la cual es retrospectiva y profunda, en donde se critican los propios objetivos de la modernidad, de su moral controladora y represora, a través de instituciones y prácticas La fragmentación de la modernidad genera una sociedad en la cual la personalidad, la cultura, la economía y la política parecen seguir caminos diferentes. La esfera del cambio y la del Ser, presentes en la modernidad, significaban al mismo tiempo nacionalidad e individualismo. La distancia crece entre los continuos cambios de la producción y el consumo, y el reconocimiento de una personalidad individual que al mismo tiempo es . En todos los casos, se trata menos de rechazar la modernidad que de discutirla, de remplazar la imagen global de una modernidad opuesta en todo a la tradición aspectos que dan al tema cultural de la modernidad un contenido propiamente social. Este agotamiento de la idea de la modernidad es inevitable, puesto que la modernidad se define no como un nuevo orden, si no como un movimiento, como una destrucción creadora. Estas dos etapas de la crisis de la modernidad, el agotamiento del movimiento inicial de liberación y la perdida de sentido en una cultura que se sentía encerrada en medio de las técnicas y de la acción instrumental determinaron una tercera etapa, más radical puesto que ponía en tela de juicio no solo las carencias de la modernidad si no también sus mismos objetivos positivos. La idea de la modernidad queda remplazada para la acción modernizante y esta moviliza fuerzas que no son modernas, libera al individuo y a la sociedad hasta entonces prisioneros de las leyes impersonales de la razón después de haber sido prisioneros de la ley divina. Si la recanalización ya no puede ser el principio integrador de la cultura, no es posible ninguna reunificación de la cultura contra el pensamiento y la acción racional. El irracionalismo conduce a una fragmentación extrema a una separación completa de los elementos que antes estaban integrados en el modelo de la racionalidad objetiva. Por eso la denuncia de la técnica es peligrosa y ha alimentado más frecuentemente pensamientos totalitarios que pensamientos liberales o anarquistas. La debilidad de nuestras sociedades resulta no de la desaparición de los fines destruidos pro la lógica interna de los medios técnicos, sino, por el contrario de la descomposición del modelo racionalista quebrantado por la modernidad misma y en consecuencia pro el desarrollo separado de lógicas de acción que ya no se refieren a la racionalidad: búsqueda del placer, de posición social, de provecho o de poder.