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Universidad Galileo

Facultad de Educación
Profesorado en Enseñanza Media
Diseño Curricular Contextualizado
Dra. Beatriz García Lira
Ciclo II, 2018
Heidy Issela Aguilar Escalante
9820527

¿Para qué Educamos?

Se podrían definir que es simplemente por transmitir conocimientos y formas de actuar, pero
realmente ese no es el trasfondo de porque educamos, si bien es cierto es una de las tareas que
casi no han mostrado cambios en los últimos años, cuando suceden pequeños cambios en el
mismo no somos muy receptivos o bien abiertos a estos cambios, sino veamos dentro de nuestros
centros educativos cuantos nos han hablado o nos han dicho lo que cita la fabula de los cerdos
“Le preguntó qué cosas raras andaba diciendo por ahí” cada vez que intentamos realizar una
actividad diferente con nuestros educandos.

Otra de nuestras realidades es que estamos acostumbrados tanto padres como docentes a
realizar una escala numérica para determinar que tan “inteligentes” son nuestros educandos,
olvidando la fase de Piaget “La inteligencia es la habilidad que posee cada ser humano para
resolver problemas”; mismo que no se puede medir en una escala numérica sino mas bien
subjetiva; pero esto también son aspectos que nos hace difícil desarrollarnos y desenvolvernos
en nuestra labor, ya que si desea un cambio, se debe de cambiar desde el contexto hasta los
educandos y no solo quererlos cambiar a ellos sin poner nada de nuestras parte.

Pero si esta es la pregunta clave: ¿para qué educamos? No en qué educamos o cómo
educamos. Estamos rodeados de aparatos por todas partes y a veces creemos que la buena
educación consiste en estar al día en la tecnología, en tener buenos laboratorios de idiomas, en
enseñar inglés y dar materias en inglés, en buenos edificios o buenos terrenos y campos de juego.
Se gastan muchos millones en esas cosas y muy pocos en lo verdaderamente importante: formar
personas de bien. A pesar de todo eso, la educación se vuelve intrascendente, porque el alma
de la educación no es nada de eso.

Vivimos en un medio social en el que logramos unos estilos de vida consumistas que va en contra
de la dirección de formar personas educadas, íntegras, con un sentido claro de la vida y buenas
administradoras de su libertad, con intimidad, con riqueza espiritual, abiertos a los demás,
abiertos al dialogo y convivientes. Con mucha frecuencia y equivocadamente, se da primacía
a la búsqueda de una calidad de vida material y de una felicidad a corto plazo. Con eso, lo
único que se logra es cortar las alas de las ambiciones grandes, de los sueños acerca de la propia
vida, del servicio a los demás.

Educar es dar forma, por eso la educación tiene que ser formativa de personas. Eso se logra
educando en la virtud, palabra que a veces está desprestigiada, rechazada como simple
moralismo o como asunto religioso. Nada más alejado de una consideración seria de lo que
representa la educación en la virtud como meta de una vida feliz, de una vida buena, no de
una buena vida. La virtud más que en la repetición de actos está en la permanente intención de
hacer el bien. (Tomás de Aquino).
El alma de la educación es el conocimiento generador de ciencia, es la voluntad capaz de
liderazgo, y eso no se puede lograr si una lucha denodada para que lo principal en la tarea
educativa sea formar personas capaces de pensar, actuar, amar y servir, capaces de trascender
en nuestra sociedad y dejar huella en su contexto. Pero al preguntarnos como docentes porque
educamos o bien para que educamos, la respuesta que debemos de tener en mene siempre es:
” para buscar la excelencia y dejar de navega en la mediocridad”.

La educación es una labor que exige personalizar, actuar sobre el corazón, para impulsar a los
educandos a que se amen a sí mismos, es decir cultivar su autoestima pero que no se queden
en sí mismos, para que puedan amar a los demás (sociabilidad).

La acción educativa no puede ser acción rutinaria, repetitiva, o realizarse con falta de
entusiasmo y de vida. Debe ser acción creativa, productiva, transformadora: la información no
forma, lo que forma de verdad es la transformación de la conducta para lograr en la persona
hábitos operativos buenos y estables, que es a lo que llamamos virtud.

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