You are on page 1of 14

La Iglesia Católica en el período de la Colonia en Chile

P. Nelson Chávez Díaz


Lic. Ciencias Religiosas UCM-Talca 

1.- Organización de la Iglesia colonial.

El 4 de Mayo de 1546 el segundo obispo del Cuzco don Juan Solano


nombró como cura y vicario foráneo en la Iglesia de Santiago de Chile y en toda
su gobernación a don Rodrigo González Marmolejo, sacerdote que había venido
con el conquistador don Pedro de Valdivia.

Posteriormente en 1552 cuando se crea la diócesis de Charcas, la


parroquia de Santiago de Chile pasa a depender de ella; el primer obispo de esta
diócesis de Charcas fray Tomás de San Martín designa en 1555 como visitador y
vicario general al cura de la Matriz de Santiago don Rodrigo González Marmolejo
el que acepta el cargo el 13 de Junio de ese mismo año. De esta manera la ciudad
d Santiago y por extensión toda la Iglesia en Chile seguía quedando bajo la
jurisdicción del obispado de Charcas hasta la erección del de Santiago.

En 1554 Pedro de Valdivia solicita al Emperador Carlos V la erección de


una nueva diócesis, haciéndose parte el Cabildo con la misma petición. Luego de
años en que se desataron violentas acusaciones en contra de González
Marmolejo por fin el 27 de Junio de 1561 el Papa Pío IV luego de celebrarse el
Consistorio del 18 de Mayo del mismo año refrenda el nombramiento de Rodrigo
González Marmolejo como primer obispo de Santiago, a través de la bula “Super
Specula”, creándose además la diócesis de Santiago de Chile.

“El nuevo prelado tenía más de sesenta años, había nacido en Constantina
de Andalucía entre los años de 1488 y 1489 y estaba muy achacoso, de tal
manera que no pudo tomar posesión de la sede personalmente. Dos años esperó
para hacerlo, pero en 1563 se resolvió recibirla canónicamente, sin consagrarse,
por tres apoderados: su sobrino el canónigo Francisco Jiménez González, el
presbítero Agustín de Cisneros y fray Gil González de San Nicolás. Sólo gobernó
un año cuatro meses; murió, sin ser consagrado obispo, en Octubre de 1564” 1.


El autor, actualmente realiza estudios de Magíster en Teología en la PUC, en Santiago de Chile.
1
Fidel Araneda Bravo, Historia de la Iglesia en Chile, (ediciones paulinas, Santiago, 1986), 15 ss.

1
Una vez creado el obispado de Santiago el Rey Felipe II en 1561,
interesado en llevar el evangelio a los lugares más apartados, decide crear un
nuevo obispado en el sur de Chile con sede en La Imperial. El 25 de Enero de
1563 envió a Lima las cartas de ruego y encargo a fray Antonio de San Miguel, ex
provincial de los franciscanos del Perú, para que tomara a su cargo el nuevo
obispado mientras el Papa despachaba las Bulas respectivas. Pero el Obispo
electo no quiso asumir la nueva responsabilidad sin tener la autorización
respectiva; tan sólo en Abril de 1569 con las bulas en sus manos, tomó a su cargo
la nueva diócesis. El Obispo San Miguel desde el momento de su llegada
preconiza una decidida opción por los indios reconociéndolos como “hermanos en
Jesucristo”. Todo el gobierno episcopal de fray Antonio de San Miguel será una
férrea lucha por defender los intereses y la dignidad del indio en contra de los
abusos y excesos de los conquistadores españoles. Fuera de organizar material y
espiritualmente la nueva diócesis San Miguel pidió que se aboliera la tasa de
Santillán y amenazó con duras penas a los encomenderos que obligaban y
esclavizaban a los indígenas.

Los obispos, en este período, son elegidos por el propio Rey de España. El
Rey presentaba el candidato y en Papa enviaba las Bulas correspondientes. El
Concilio de Trento el obispo electo debía acudir al obispo más cercano para que
recibiera de él la consagración episcopal. Gran parte de los obispos nombrados
son españoles, aunque algunos pocos son nacidos en América, en Perú y algunos
en Chile como Pedro Felipe de Azúa, José de Toro y Zambrano, Manuel de Alday,
Tomás Roa y Alarcón y José Rodríguez Zorilla, todos ellos del clero secular.

2.- El III Concilio Limense.

Presidido por San Toribio de Mogrovejo sesionó entre el 15 de Agosto de


1582 al 18 de Octubre 1583. Su objetivo fue aplicar los cánones de Trento a las
diócesis del Arzobispado. Participaron en el III concilio Limense los dos obispos
chilenos, a saber, fray Antonio de San Miguel de la diócesis de La Imperial y fray
Diego de Medellín, obispo de Santiago, ambos franciscanos. El obispo Medellín
aplicando las directrices del III concilio Limense a su diócesis fundó un seminario
conciliar y tomó la determinación, al igual que el obispo San Miguel de La Imperial
de hacer visitas pastorales a su diócesis para conocer la realidad de ella. En el
obispado de Santiago celebró el primer sínodo diocesano en 1596 en donde fijó
los fundamentos y orientaciones del trabajo pastoral de su diócesis.

Un aporte significativo del Tercer Concilio Limense fue su preocupación por


la problemática de la evangelización de los indígenas en donde se querían buscar
respuestas creativas para abordar el desafío de la inculturación y de la
evangelización. En este sentido, debe tenerse especialmente en cuenta el
esfuerzo por el uso de las lenguas indígenas para la catequesis. Los Sínodos
posteriores que se celebraron tanto en Santiago como en La Imperial son la
instancia para poder responder de mejor la amera a los desafíos que la

2
evangelización exigía en su momento. En Santiago los Sínodos fueron en los años
de: 1586, 1612, 1626, 1670, 1688 y 1763. Mientras tanto, en Concepción fueron
en 1584, 1626, 1701, 1744, 1774.

3.- Doctrinas y parroquias.

Cada diócesis –en Chile habían dos- estaba dividida en parroquias y


doctrinas. Quien organizó la diócesis de Santiago fue don Diego de Medellín
(1574-1593), el que dividió la diócesis en cuatro parroquias y veintiséis doctrinas
de indios2. Las parroquias son La Serena y Santiago y los pueblos de San Juan y
Mendoza. Las doctrinas son: Copiapó, Huayco, Diaguitas, Andacollo, Limarí,
Minas de Choapa, Ingenio de La Ligua, Aconcagua, Curimón y Putaendo, Quillota,
Minas de Quillota, Carén, Curaoma y el Alamo, Lampa y Colina, Quilicura y
Huechuraba, Obraje del Salto, Apoquindo, Tanco y Huicochas, San Francisco del
Monte, Talagante, Pelvín y Llupeo, Melipilla, Codigua y Colveaculeo, Rapel, Obraje
de Rancagua, Copequén, Malloa y Taguatagua, Peumo y Pichidegua, Rancagua,
Colchagua y Ligueimo, Mataquito, Gonza, Teno y Rauco, Peteroa y Gualemo,
Huenchullamí, Vichuquén y Lora, Duao, Perales y Pocoa, Putagán, Loncomilla y
Purapel, Cauquenes, Chanco y Loanco 3.

En cuanto a las Doctrinas existentes en nuestra región, podemos decir que


la más antigua es la de Peteroa que data de 1580 y era atendida por el padre Juan
de Oces mientras que la de Teno era atendida por Alonso de Toledo. Otras
Doctrinas existentes en nuestra región son: doctrina de Mataquito, Gonza, Teno y
Rauco atendidas por fray Leoncio de Toro, de la Órden de Santo Domingo; Duao,
Perales y Pocoa atendida por fray Alejandro de Beteta de Santo Domingo;
Hernando Sánchez, clérigo presbítero que sirve las doctrinas de Peteroa y los dos
Gualemos y Diego de Lóvera, clérigo presbítero que atiende las doctrinas de
Vichuquén, Lora y Huenchullamí.

Según don Carlos Silva Cotapos, en su Historia eclesiástica de Chile, el


clero chileno poseía buen grado de moralidad; sin embargo, era poco culto, pues
no existían colegios donde aprender latín, filosofía y teología. Debido a eso es que
el obispo ordenaba sacerdotes a antiguos soldados que poseyeran buena fama y
tuvieran cierta instrucción en latín.

4.- Conventos y casas de religiosos.

Las órdenes religiosas fueron estableciéndose progresivamente en Chile; al


principio la gran mayoría de ellas dependía de la Provincia de Perú, para luego
pasar a ser viceprovincias y finalmente lograr establecerse como independientes.
Los franciscanos establecen la Provincia de la Santísima Trinidad en 1565; los
2
Véase Historia eclesiástica de Chile, Carlos Silva Cotapos (Imprenta san José, Santiago, 1925), 18-20.
3
Carta de fray Diego de Medellín a Su majestad, en Colección Documentos inéditos para la Historia de Chile,
Segunda Serie, Tomo III, p. 249.

3
Mercedarios la de La Purísima Concepción en 1566, Los Dominicos de San
Lorenzo en 1588 y los Agustinos con San Agustín en 1610. Los Jesuitas, en
cambio, constituyen la Provincia de Paraguay en 1608 a la cual pertenecen
Paraguay, Tucumán y Chile para, finalmente, convertirse en provincia aparte de
Chile en 1683.

Los superiores religiosos se elegían en los llamados “Capítulos” que se


celebraban cada cierto tiempo. Tanto en las asambleas de monjes y frailes la
elección se hacía a través de una sistema democrático que permitía acceder al
poder desde la base.

Hacia 1610 los órdenes que existían en la diócesis de Santiago eran los
dominicos, franciscanos, mercedarios, jesuitas y agustinos. El total de religiosos
era de 191; habían 156 en Santiago. Existían también 2 monasterios de religiosas
o monjas: Clarisas y Agustinas con un total de 104 religiosas. En total, en el país
existían 19 casas de religiosos y 2 de religiosas.

Hacia 1662 existen en el país 24 conventos. En 1617 llegaron los


Hermanos de San Juan de Dios quienes se hacen cargo del Hospital de Santiago,
La Serena, Concepción y San Juan de Cuyo. Dichos hospitales no poseían
medios propios y, por tanto, subsistían de la caridad pública. Mientras tanto,
avanzado el siglo, en 1681 existen en Chile unos 400 religiosos y, antes de la
expulsión de los jesuitas los sacerdotes regulares llegan a 600.

En cuanto a la vida religiosa femenina, ésta se caracteriza por ser


contemplativa a diferencia de la masculina que es activa. Ya en 1563 se establece
en Osorno el Monasterio de Santa Isabel. Posteriormente a las destrucciones de
las ciudades del sur se unen con las Clarisas de La Imperial y se establecen e
Santiago en 1603. En Santiago están establecidas las Monjas Agustinas; el
Convento fue fundado con el objeto de educar a las hijas de los conquistadores.
Para ello no se pidió la licencia ni al Papa ni al Rey sino que fue el Cabildo el que
encargó a 7 damas que establecieran un monasterio. Al Obispo Medellín le
correspondió erigirlo canónicamente para que las monjas pudieran profesar. Otros
monasterios o conventos femeninos fueron: las Clarisas de la Victoria (1678) cuyo
convento se ubicaba en la Plaza de Armas; las Carmelitas de San José o Carmen
Alto (1690); las Capuchinas (1727); el Monasterio de las Dominicas de Santa Rosa
(1755) y las Carmelitas de San Rafael o Carmen Bajo (1770). En Concepción se
establecen las Trinitarias Descalzas (1729). Finalmente, estaba el Monasterio de
la Compañía de María (1780) que estaba en Mendoza, cuyas monjas se
dedicaban a la enseñanza.

5.- La figura y actuación de algunos obispos.

4
El primer Obispo del recién creado obispado de La Imperial, sufragáneo del
arzobispado de Lima fue fray Antonio de San Miguel (1563-1587), que en aquel
entonces era residente en el convento seráfico de Lima; este obispo fue
consagrado en la Ciudad de los Reyes el 9 de febrero de 1567 y arribó a su sede
al año siguiente convirtiéndose en el primer obispo consagrado en la historia
eclesiástica en Chile.

El obispado de La Imperial era una diócesis muy pobre que estaba


integrada por 6 ciudades distantes una de otras lo que hacía difícil su situación,
además de la resistencia indígena y el escaso número de clérigos y religiosos.

El obispo San Miguel, sin embargo, realizó obras significativas tales como la
fundación de un monasterio de monjas Contemplativas, el primero en Chile, el
que fue establecido en la ciudad de Osorno. También fundó el Seminario conciliar,
siguiendo las directrices de Trento y del Tercer Concilio Limense celebrado en
1583 al cual él había asistido junto con su homólogo el obispo fray Diego de
Medellín, obispo de Santiago.

Fran Antonio de San Miguel organizó, fiel a las directrices del Concilio
Limense III la visita pastoral a su diócesis, visitando Valdivia y Chiloé, de abrupta
geografía. El obispo San Miguel se preocupó muy especialmente de la suerte de
los indígenas y exhortó a los encomenderos a que su obligación era tratar con
humanidad a sus indios, a procurar que se les enseñase la doctrina cristiana y a
restituir aquello que se le habían robado a través de la explotación cruel y
despiadada en sus trabajos. Para ello, el obispo envió una carta al Rey en donde
le pedía que reformase la tasa de Santillán (1569) que se había hecho gravosa
para los indios. Cuenta don Carlos Silva Cotapos: “El 18 de mayo de 1571 dictó el
obispo el auto de erección de la iglesia catedral, casi en todo igual al de la
catedral de Cuzco. En Octubre del mismo años comunicaba al rey ese decreto, y
le decía que la visita de las encomiendas de Imperial y Valdivia, hechas por el
oídor Egas Venegas, había dado por resultado la condenación de los
encomenderos a restituir a los indios más de ciento cincuenta mil pesos, que
equivaldrán a millón y medio de nuestra moneda actual. Hubo de quejarse al rey
contra la real audiencia por haber apresado contra derecho al guardián de san
Francisco de Concepción y al cura de la misma ciudad; y pidió que se sustituyese
el gobierno de la real audiencia por el de un gobernador caballero ‘aunque no
tuviese letras ni tantos años como el de ahora’. Este era el viejo doctor don
Melchor Bravo de Saravia, presidente de la real audiencia, que se distinguía por
los desastres que sufría en la guerra con los araucanos, y por su avariento
nepotismo” 4.

Otro obispo que se destacó en el siglo XVI fue fray Diego de Medellín, quien
fue nombrado por el Papa Gregorio XIII el 18 de junio de 1574. Con él se organiza
la diócesis de Santiago al igual como lo hizo San Miguel en La Imperial. Medellín
4
Historia eclesiástica de Chile, Carlos Silva Cotapos, p. 15.

5
también participó en el Tercer Concilio Limense y, al igual que su homólogo de La
Imperial aplicó las ordenanzas del Concilio a su diócesis; en efecto, fundó un
seminario conciliar y se aplicó a visitar su diócesis para conocer la realidad de su
jurisdicción; también celebró el primer sínodo diocesano en 1596 en donde se
fijaron las bases del trabajo pastoral según las directrices de Trento y del Tercer
Concilio Limense.

En 1580 fray Diego de Medellín después de sus visitas a las encomiendas


escribió: “Andando visitando por los pueblos vían mis propios ojos que todos los
indios e indias que en ellos estaban ansí viejos como mozos, viejas e mozas, ni
ños e niñas, y aún los ciegos y cojos, todos estaban ocupados en trabajos de
ocupaciones de sus encomenderos y peor tratados que si fueran salvajes” 5.

Medellín lucha en contra de la encomienda de trabajo forzoso y propone


una encomienda de tributo mediante la aplicación de la llamada tasa de Gamboa
que había sido promulgada en 1580. El Obispo dio la pelea hasta el final de su
vida y en 1587, a los 91 años de edad escribía: “El mayor deseo que en esta tierra
tengo, es ver a estos naturales con alguna quietud, mayormente a los de paz, y
que aprovechen en cristiandad, los cuales tienen tantos estorbos para ello, y no
hay quien ponga el remedio que han menester sino es Vuestra Majestad… Todos
estos naturales andan tan mal tratados y tan aperreados, digo los que están en
trabajos, que son muy muchos y tantos que (quien) no los ve no lo creerá…,
ocúpanlos ocho meses en minas, y dos en ir y venir. Y, cuando tornan a su tierra,
no hallan qué comer, porque no han sembrado ni lo pueden hacer porque las
chacras que hacen de comunidad ellos no gozan de ellas, y ellos quedan sin
sustento,y, como suelen decir, adiós misericordia” 6.

6.- La organización eclesiástica en nuestra región.

6.1. Las “doctrinas” y el “cura doctrinero”.

“La ‘doctrina’ comprendía una gran extensión geográfica que estaba bajo la
jurisdicción del llamado ‘cura doctrinero’, quien debía atender espiritualmente no
sólo a los indios convertidos sino también a los españoles instalados en la
encomienda, además del trabajo de convertir a los indios que aún no habían
profesado la fe católica. Este culto divino ejercido por el ‘cura doctrinero’
ciertamente era bastante primitivo, pues normalmente se realizaba a través de
‘misiones temporales’ en donde se improvisaban capillas campestres a donde
acudían los aborígenes a escuchar las enseñanzas del sacerdote 7.

5
En Historia del pueblo de Dios en Chile, Maximiliano Salinas C., ( ediciones Rehue, Santiago, 1987), 57.
6
Ibid., p. 58
7
En Antecedentes para la historia del Departamento de Lontué y la Villa de Molina”, de Pbro. Nelson
Chávez Díaz, (Gutemberg, Talca, 2009), 66.

6
“La primera doctrina que surgió en esta región fue la de Peteroa, que data
del año de 1580 y estaba a cargo del Padre Juan de Oces. Al respecto, don
Ernesto Rivera escribió que ‘la doctrina de Peteroa no era tan extensa como la de
Vichuquén. Comenzó a extenderse poco más al Oriente de Lontué por la ribera
Sur del Mataquito hasta la desembocadura del río; en este punto desde las
Trincheras salía el límite hacia el Sur Este abarcando Curepto y después
Longocura; los lugares habitados eran: Tolemo de Lontué, Peteroa, Huaquén,
Curepto y Longocura’.

Hacia 1585 existían las siguientes Doctrinas con sus respectivos ‘curas
doctrineros’:

1.- Fray Leoncio de Toro, de la Orden de Santo Domingo que atendía


Mataquito, Gonza, Teno y Rauco.
2.- Fray Alejandro de Beteta de la Orden de Santo Domingo, que sirve en la
doctrina de Duao, Perales y Pocoa.
3.- Hernando de Sánchez, que sirve en la doctrina de Peteroa y los Dos
Gualemos.
4.- Diego de Lovera, que atiende Huenchullamí, Vichuquén y Lora.
5.- Francisco de Mestanza, que sirve en Cauquenes, Chanco y Loanco. 8

6.2. Las sedes parroquiales.

“La institución de la doctrina y del cura doctrinero si bien fue una respuesta
a las demandas de evangelización de los indios durante los tiempos de la
Conquista, poco a poco se hizo insuficiente hacia fines del siglo XVII debido
principalmente a la reducción y extinción –en algunos casos- de los pueblos de
indios y a la casi inexistencia de indios paganos que convertir. Agréguese a estos
factores la presencia creciente de población española y el surgimiento de nuevas
haciendas con sus respectivos “oratorios”, además del surgimiento de fundaciones
conventuales con el consiguiente levantamiento de pueblos alrededor de ellos. Si
a estos factores, por último, le agregamos la fusión de las razas que configura un
nuevo elemento étnico que se encuentra sediento de alimento espiritual y que no
podía satisfacer el ‘cura doctrinero’, entonces la Iglesia se verá en la obligación de
responder adecuadamente a esta nueva realidad y para ello lo hará con la
estructura parroquial. En efecto, la parroquia ‘comprende un área determinada
que pasa a ser jurisdicción religiosa de un cura párroco, el cual presta atención
espiritual a sus habitantes. A diferencia de la doctrina este nuevo sistema se
caracteriza porque tiene una iglesia o templo establecido en un lugar fijo’” 9.

¿Cuáles son las parroquias más antiguas fundadas en nuestra Diócesis?

8
Ibid, p. 69.
9
Ibid, p. 71.

7
Según don Raymundo Arancibia Salcedo 10, la primera parroquia que tuvo
párroco fue la de Vichuquén, hacia 1650 o 1679; por su parte, don René León
Echaiz asegura que “en las serranías de Vichuquén, en medio de la población
indígena dispersa y numerosa, nace la segunda iglesia permanente y organizada
de la zona curicana. La acción del cura doctrinero ya no fue suficiente para
atender la zona; y se creó entonces la parroquia definitiva de Vichuquén, se
edificó una iglesia y se nombró cura párroco. No hay constancia del año preciso
de la creación de esta parroquia; pero documentos de la época nos permiten
determinar el período en el cual ha debido ser fundada. En 1646, según un
informe de fray Gaspar de Villarroel, Vichuquén junto con otros pueblos de indios,
integraba la ‘doctrina de Lora’, atendida por un cura doctrinero; y en 1658, ya
aparece un cura párroco propio de Vichuquén. En consecuencia, la parroquia ha
debido necesariamente ser fundada entre los años de 1646 y 1658” 11.

La parroquia de Talca, mientras tanto, fue erigida el 28 de Mayo de 1680,


por el obispo fray Bernardo Carrasco y Saavedra. El mismo se refiere a esta
parroquia cuando afirma que “Maule que corre de la cordillera al mar se divide de
por medio en longitud, con línea de norte a sur, tomando la línea por el convento
de Talca de la orden de San Agustín, de manera que quedando, desde Talca,
exclusive, al mar para un curato que se llame Maule; de allí para la cordillera será
otro curato que se llame Talca; y á cada uno se le asignan ciento y cincuenta
pesos con cargo de cincuenta misas” 12.

La parroquia de Peteroa fue erigida como tal en Agosto de 1694 siendo


trasladada a Llongocura en 1755 y posteriormente a Curepto como sede
parroquial hacia 1783. Antes de este último cambio se había desmembrado de
Llongocura una nueva parroquia llamada Nueva Peteroa o de Lontué hacia 1767
la que es trasladada a Molina en 1837 cuando se crea la Villa de Molina.

De la parroquia de Curepto cuenta don Ernesto Rivera que “en 1585, Diego
de Lóvera, clérigo presbítero, sirve la doctrina de Huenchullamí, Vichuquén y
Lora…; en 1755, la sede principal de la parroquia, que había estado en Peteroa,
hasta esos días, se trasladó a Llongocura y el 28 de Septiembre de 1763, siendo
cura don Vicente Calderón, la Iglesia de Curepto pasó a ser parroquial” 13.

El 17 de Diciembre de 1787 por orden del Obispo Manuel de Alday se erige


la parroquia de San José de Pelarco, desmembrándola de la antigua parroquia
San Agustín de Talca. El primer párroco fue fray Justo Alvarado que condujo la
parroquia entre los años de 1787 y 1788.

En cuanto a las parroquias de la zona norte del Maule, le sigue en


antigüedad a la parroquia de Vichuquén, la parroquia de Curicó. Don René León
10
En Parroquias de la Arquidiócesis de Santiago, 1840-1925 (Imprenta San José, Santiago, 1980), 242.
11
En Historia de Curicó, tomo I (Editorial Neupert, Santiago, 1968), 92.
12
Apuntes para la historia de Guacarhue y de Pencahue de Talca, Elías Lizana, (Imprenta y Encuadernación
Chile, Santiago, 1909), 303.
13
Citado por Danubio Correa en Curepto: apuntes de su historia (Marana-tha, Talca, 1988), 20.

8
Echaiz, por su parte, afirma que la “parroquia de la villa de Curicó tiene un origen
mucho más moderno (…). En la carta que comunica al Rey la fundación de la villa,
don José Manso expresa, con fecha 2 de Noviembre de 1744, que sólo existe una
Vice Parroquia en la villa; pero en el informe hecho por los señores Manuel de
Opazo y Félix Donoso, con fecha 22 de Marzo de 1745, se da cuenta de haberse
creado ya el nuevo Curato. En consecuencia, la fecha de la creación de la
parroquia de Curicó debemos necesariamente encontrarla en el período
intermedio entre las dos fechas anotadas” 14.

7.- La espiritualidad y las manifestaciones de la fe.

7.1. La Capellanía.

Las capellanías “eran fundaciones de carácter espiritual, donde el fundador


dejaba bienes, avaluados en un principal, los que debían rentar para sustentar
misas, altares o alguna otra obligación en beneficio de su alma y de aquellos que
él estipulase” 15. Otra definición de capellanía la entiende como “fundaciones de
misas por cuyo medio ciertos bienes quedaban sujetos al cumplimiento de
normativas de carácter eclesial y judicial, cuya motivación responde a
representaciones de fe, identificadas desde el temor a Dios o al infierno, un
requisito social, un sentimiento de culpa, la búsqueda de la salvación del alma, o
todos ellos al mismo tiempo. Hecho que se encuentra íntimamente ligado a una
profunda creencia en la existencia de lo venidero. Por tanto, es la Fe el concepto
central que ayuda a que en la época se creasen gestos para alcanzar el estado de
gracia y encontrar un sentimiento de confianza cooperativo que ayudase a
enfrentar de mejor forma la vida” 16.

Existían 3 tipos de Capellanías: “ mercenarias, colativas y gentilicias.. Las


Mercenarias, que también se llaman laicales o profanas, están estipuladas sin
autoridad de un obispo u ordinario diocesano, pero puede, de consentimiento del
Patrón, erigirse en beneficio eclesiástico. Se denominan mercenarias, porque el
sacerdote encargado de las misas, sólo tiene derecho a la merced u honorario
que por ellas se asigna en la fundación; laicales porque las poseen los legos; y
profanas porque los bienes en que están fundadas continúan considerándose
temporales; se suelen llamar memorias de misas, legados píos y patronatos de
legos.
Para instituirlas era necesario contar con un bien al cual aplicar el
gravamen. Puede beneficiar a cualquier persona sin importar su edad o sexo; sólo
debe cumplirse la disposición del fundador; la iglesia debe velar para que se digan
14
Historia de Curicó, tomo I, René León Echaiz, 214.
15
La Capellanía, camino de salvación, Marcial E. Sánchez Gaete, en Anuario de Historia de la Iglesia en
Chile, Volumen 18, año 2000, p. 10.
16
Reciprocidad entre vivos y muertos: la capellanía, un testigo de fe, por Marcial Sánchez Gaete, en Historia
de la Iglesia en Chile (Marcial Sánchez Gaete, Director, Editorial Universitaria, Santiago, 2009), t. 1, 233-
253.

9
las misas en la forma, tiempo y cantidad en que están dispuestas; la jurisdicción
directa le corresponde al Juez Real y la sucesión responde a la misma forma en
que se traspasaban los bienes como en el caso de los mayorazgos, de manera
que sólo basta acreditar parentesco con el último poseedor de la capellanía, sin
necesidad de probar relación consanguínea con el fundador. En el caso de
colativas o eclesiásticas, la autorización para su institución recaían en el Obispo,
quedando bajo su jurisdicción; siendo de carácter perpetuo. Por último, las
Gentilicias, que también son colativas, se diferencian en que el fundador asigna
específicamente a alguna persona, ya sea pariente o cercano para poder servirla”
17
.

7.2. ¿Cómo funcionaban las Capellanías?

El mismo Marcial Sánchez Gaete nos lo cuenta: “Para poder realizar una
institución era necesario contar con un estamento que expusiera, dentro de alguna
cláusula, la voluntad de fundar e instituir una capellanía, ya sea de carácter laical
o eclesial y de una propiedad para poder cargar el gravamen a modo de hipoteca.
Esta carga era representada como el principal, que correspondía al monto del
capital asignado a la fundación, el que debía rentar una cierta cantidad de dinero
al año. Podía ser de carácter perpetuo o redimible. En el inicial, el principal
quedaba sujeto a una propiedad específica, sin posibilidad de levantar la hipoteca
de capellanía; en cambio, en el segundo –redimible- no quedaba sujeto a una
propiedad en particular, podía ser impuesto en otras con el pasar del tiempo.

Dentro de las cláusulas de fundación, se estipulaban requerimientos claros


y específicos en cuanto a la cantidad y ocasión en la que se debían decir las
misas: ‘cuatro (…) cantadas al año, la una el día de nuestra Señora de la Limpia
Concepción, otro en el día de la Ascensión del Señor, otro en el día de San Juan
Bautista, y otra el día de mi Señora Ana; la obligación de mantener altares que
debían contra con el servicio de cera y vino; el valor monetario a pagar por cada
una de ellas, el que también era normado según la costumbre a ‘ocho pesos cada
una de dichas misas cantadas, y las cuarenta y dos misas restantes que han de
ser resadas, a cuatro pesos cada una’; también se nombraba un Capellán, el que
correspondía al religiosos varón que tenía la obligación de decir las misas por el
bienestar del alma del fundador. A cambio de este servicio recibía el pago de la
renta del principal de la capellanía. Este capellán generalmente era consanguíneo
directo del fundador (hijo, nieto, sobrino); por lo cual, en ocasiones, servía como
título para ordenar sacerdotes, a través de la porción congrua” 18.

7.3. Las Cofradías.

¿Qué son las Cofradías? “Son asociaciones laicales que se ponen bajo el
patrocinio del Señor, de su Madre, o de un santo y se reúnen con el objeto de
17
Ibid, p. 236 ss.
18
Ibid, p. 238.

10
ensalzar a su patrono con la celebración de su fiesta a través de una suntuosa
procesión, adornando carros alegóricos con los misterios de nuestra religión. Se
proponían, las unas ayudarse recíprocamente para la práctica de las virtudes
cristianas; otras aliviar a las almas del purgatorio, con indulgencias, oraciones,
limosnas y otras obras buenas; éstas socorrer a los pobres, consolar a los
afligidos, asistir a los enfermos, sepultar a los muertos, etc.. El principal motivo fue
la economía para la salvación eterna viviendo la fe en comunidad y asegurándose
un entierro cristiano acompañado por la oración de los cofrades y la celebración
de la santa misa para el eterno descanso. Los asociados toman en nombre de
cofrades que quiere decir co-hermanos 19.

Existía gran variedad en la constitución de las Cofradías; habían grupos


como los flagelantes que tenían participación en las procesiones de Semana
Santa; estaba las Cofradías gremiales como la de Jesús Nazareno de la Orden de
La Merced; los integrantes de estas Cofradías también eran diversos, pues al
interior de ellas podían existir españoles, indios, negros, mulatos, etc..

Por lo común las Cofradías surgían al amparo de una Iglesia catedral, o una
parroquia o doctrina o al alero de un convento de religiosos. El padre capellán o el
párroco era el representante de la autoridad local. La sede de las reuniones de
una Cofradía era la parroquia o el convento, donde también allí se realizaban
celebraciones. A veces existía un altar propio o una capilla con el cual se
identificaba la Cofradía y donde se celebraban las misas por los cofrades muertos
o difuntos. Poseían un estatuto jurídico, ya que sus constituciones debían ser
aprobadas por el obispo diocesano quien tenía el derecho de visitarlas de acuerdo
a los cánones del Concilio de Trento; de esta forma, el Obispo podía ejercer un
cierto control sobre la asociación y sus bienes.

7.4 ¿Cofradías en Talca?

Según don Ernesto Rivera “no es fácil averiguar cuántas cofradías


existieron en Talca durante el siglo XVIII, pero no es aventurado suponer que cada
uno de los cuatro conventos de la ciudad tenía por lo menos dos, ya que las
Ordenes Religiosas agrupaban a sus fieles principalmente a través de estas
instituciones. Además debía haber algunas otras dependientes de las parroquias;
en estos tiempos cada cofradía tenía en la Iglesia un lugar reservado, donde el
Mayordomo atendía los pagos de cuotas y operaciones similares; los cofrades
preferían sepultarse juntos.

La Compañía de Jesús, establecida en la región desde 1593 y en la ciudad


de Talca poco después de su fundación, propiciaba las cofradías del Niño Jesús,
los Franciscanos, la de la Virgen de Copacabana y así por el estilo actuaban las
demás Ordenes Religiosas.

19
“La Cofradía en Chile en tiempos virreinales”, por Jorge Falch Frey, en Historia de la Iglesia en Chile
(Marcial Sánchez Gaete, Director, editorial Universitaria, Santiago, 2009), 323-344.

11
El Sínodo del año 1763 celebrado por el Obispo Alday y Aspée, considera
que en esos años las Cofradías se encontraban en decadencia por lo que creyó
conveniente exigirles que llevaran un libro: ‘donde por las letras del alfabeto, se
ponga la nómina de los hermanos correspondientes a cada una, citando la foja en
que está el apunte de cada hermano y en esta se explique el día de su entrada y
pensión anual que debe contribuir’.. Determinó a sí mismo que no se sino a
feligreses avecindados en la parroquia, que no se pongan mesas parea la
recepción de las limosnas sino fuera de las iglesias y cementerios, que las
procesiones se recojan a las 7 en el invierno y a las 9 en verano. Así mismo se
manda que en dichas procesiones, particularmente de Semana Santa, no se
permitan mujeres con traje de penitente disciplinándose o con cruces sobre los
hombros, ni las que llaman haspadas… Las haspadas eran demostraciones de
dolor expresadas en muecas y gestos muy exagerados, indudable herencia
indígena”. 20
21
7.5. Otras Cofradías existentes en la zona de Talca

Vichuquén: Cofradía de Nuestra Señora del Carmen; adjunta a esclavona


del Santísimo Sacramento. Existía a fines del siglo XVIII y en 1807.

Vichuquén: Esclavona del Santísimo Sacramento. Existía en 1778. En un


testamento de 1795, se la cita como Hermandad del Santísimo Sacramento de los
Veinticuatro, lo que hace suponer que se reducía a 24 miembros, con ciertos
requisitos de ingreso.

San Pedro de Alcántara: Cofradía de San José, existía en 1722 en el


convento franciscano. En 1778, llamada del Glorioso Patriarca San José. En un
testamento de 1795, se la cita como Cofradía del Señor San José.

Llongocura (antigua sede de la parroquia de Curepto). Cofradía del Señor


Santísimo Sacramentado, existente en 1752.

Llongocura: Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, existente en 1738.

Talca: Cofradía de Nuestra Señora de Gracia, en el convento de San


Bartolomé de la Ribera del Maule, de la Orden de San Agustín (Talca), existente
en 1664.

Talca o Quiahue?: Cofradía del Glorioso Arcángel San Miguel, existente en


1778.

7.6. Las Esclavonías.

20
Historia de la Diócesis de Talca, (obra inédita), p. 83 ss.
21
Véase “Cofradías en Chile Central. Un método de evangelización de la población indígena, mestiza y
criolla”, por Carlos Ruiz Rodríguez, en Anuario de Historia de la Iglesia en Chile ( volumen XVIII, 2000)
23-57.

12
Eran organizaciones que funcionaban adjuntas a las Cofradías cuyos fines
eran tributar honor a Jesús Sacramentado. Al igual que las Cofradías, también
poseían bienes y, por tanto, tenían un cierto capital que debían administrar. Por
ejemplo, la Esclavona del Santísimo Sacramento de la Catedral de Santiago
estaba administrada por un mayordomo que en 1716 era un miembro connotado
de la aristocracia, el Maestre de campo don Pedro Ignacio de Aguirre 22.

8.- Educación y cultura.

Los cuatro centros educativos existentes en el siglo XVI fueron el Seminario


de La Imperial (1578), el Seminario Conciliar de Santiago ((1584), el Colegio de
los Dominicos (Universidad) y el Colegio Máximo de los Jesuitas. Ambas Ordenes
Religiosas obtienen el derecho de entregar títulos universitarios. Los estudios
superiores comprendían la gramática, retórica, arte, materias que respondían a las
exigencias de las Ordenes religiosas para quienes deseaban entrar en ellas.

Las mujeres no tenían acceso, por lo común, a la educación humanista. Las


pocas que lograban algunos conocimientos básicos, lo hacían ingresando de
alumnas en algún convento, como el de las Agustinas o de las Clarisas, donde se
aceptaban niñas internas.

Admira encontrar en esta época la producción de una serie de obras, tales


como las de los jesuitas Diego de Rosales “Historia General del Reyno de Chile,
Flandes Indiano” y la de Alonso de Ovalle “Histórica Relación del Reyno de Chile”.
Estas obras, junto al libro de González de Nájera “Desengaño y reparo de la
guerra de Chile”, el de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán “El Cautiverio Feliz
y razón individual de las guerras dilatadas del Reino de Chile” y especialmente el
poema “La Araucana” de Alonso de Ercilla y Zúñiga son las primeras expresiones
de una cultura que nace.

22
Ibid, p. 53.

13
14

You might also like